JORNADA SEGUNDA


Salen CARLOS y POLILLA
CARLOS: Polilla amigo, el pesar me quitas. Dale a mi amor alivio. POLILLA: A espacio, señor, que hay mucho que confesar. CARLOS: Dímelo todo, que lucha con mi cuidado mi amor. POLILLA: ¿Quieres besarme, señor? Apártate allá y escucha. Lo primero, esos bobazos de estos príncipes, ya sabes que en fiestas y asuntos graves se están haciendo pedazos. Fiesta tras fiesta no tarda, y con su desdén tirano hacer fiestas es en vano, porque ella no se las guarda. Ellos gastan su dinero sin que con ello la obliguen, y de enamorarla siguen el camino carretero. Y ellos mismos son testigos que van mal, que esta mujer el alcanzarla ha de ser echando por esos trigos. Y es tan cierta esta opinión que con tu desdén fingido de tal suerte la has herido que ha pedido confesión; y con mi bellaquería su pecho ha comunicado, como ella me ha imaginado doctor de esta teología. Para rendirte, un intento siempre a preguntar me sale. Mira tú de quien se vale para que se yerre el cuento. Yo dije con gran mesura-- "Si eso en cuidado te tray, para obligarle no hay medio como tu hermosura. Hazle un favor, golpe en bola, de cuando en cuando al cuitado, y, en viéndole enamorado, vuélvete y dile mamola." Ella de mi parecer se ha agradado de tal arte que ya está en galantearte. Mas ahora es menester que con ceño impenetrable, aunque parezcas grosero, siempre tú estés más entero que bolsa de miserable. Ni te piques con la salsa, no piense tu bobería que está la casa vacía por ver la cédula falsa, porque ella la trae pegada, y si tú vas a leella, has de hallar que dice en ella-- "Aquí no se alquila nada." CARLOS: Y de eso, ¡qué ha de sacarse? POLILLA: Que se pique esta mujer. CARLOS: Pues, ¿cómo puedes saber que ha de venir a picarse? POLILLA: ¿Cómo picarse? ¡Eso es bueno! Si ella lo finge diez días y tú de ella te desvías, te ha de querer al onceno, a los doce ha de rabiar, y a los trece, me parece que, aunque ella se esté en sus trece, te ha de venir a rogar. CARLOS: Yo pienso que dices bien; mas yo temo de mi amor que si ella me hace un favor no sepa hacerla un desdén. POLILLA: ¿Qué más dijera una niña? CARLOS: Pues, ¿qué haré? POLILLA: Mostrarte helado. CARLOS: ¿Cómo, se estoy abrasado? POLILLA: Beber mucha garapiña. CARLOS: Yo he de esforzar mi cuidado. POLILLA: ¡Ah sí! ¡Pesia a mi memoria! que lo mejor de la historia es lo que se me ha olvidado. Ya sabes que ahora son Carnestolendas. CARLOS: ¿Y pues? POLILLA: Que en Barcelona uso es de esta gallarda nación, que con fiestas se divierte, llevar, sin nota en su fama, cada galán a su dama. Esto en palacio es por suerte; ellas eligen colores, pide una el galán que viene, y la dama que le tiene va con él, y a hacer favores al galán el día la empeña; él se obliga a ser imán, y es gusto porque es galán que suele ir con una dueña. Esto supuesto, Dïana contigo el ir ha dispuesto, y no sé, por lograr esto, como han puesto la pavana. Ello está trazado ya; mas ella sale. Hacia allí te esconde; no te halle aquí, porque lo sospechará. CARLOS: Persuade tú a su desvío que me enamore. POLILLA: Es forzoso. Tú eres enfermo dichoso, pues te cura el beber frío.
Salen DIANA, CINTIA y LAURA. POLILLA y CARLOS esté oculto
DIANA: Cintia, este medio he pensado para rendirle a mi amor; yo he de hacerle más favor. Todas, como os he mandado, como yo, habéis de traer cintas de todas colores, con que al pedir los favores podréis cualquiera escoger el galán que os pareciere, pues cualquier color que pida ya la tenéis prevenida, y la que el de Urgel pidiere dejádmela para mí. CINTIA: Gran victoria has de alcanzar si le sabes obligar a quererte. DIANA: ¿Caniquí? POLILLA: ¡Oh, luz de este firmamento! DIANA: ¿Qué hay de nuevo? POLILLA: Me he hecho amigo de Carlos. DIANA: Mucho me obligo de tu cuidado. POLILLA: (Así intento Aparte ser espía y del consejo. No es mi prevención muy vana, que esto es echar la botana por si se sale el pellejo.) DIANA: ¿Y no has descubierto nada de lo que yo de él procuro? POLILLA: ¡Ay, señora! Está más duro que huevo para ensalada; pero yo sé tretas bravas con que has de hacerle bramar. DIANA: Pues tú lo has de gobernar. POLILLA: (¡Ay, pobreta, que te clavas!) Aparte DIANA: Mil escudos te apercibo si tú su desdén allanas. POLILLA: Sí, haré. (El emplasto de ranas Aparte pone por madurativo.) Y si le vieses querer, ¿qué harás después de tentarle? DIANA: ¿Qué? Ofenderle, despreciarle, ajarle y darle a entender que ha de rendir sus sosiegos a mis ojos por despojos.
[CARLOS] al paño
CARLOS: (¡Fuego de amor en tus ojos!) Aparte POLILLA: (¡Gran gusto es ver dos juegos!) Aparte Digo, ¿y no sería mejor, después de haberle rendido, tener piedad del caído? DIANA: ¿Qué llamas piedad? POLILLA: De amor. DIANA: ¿Qué es amor? POLILLA: Digo, querer, así al modo de empezar; que aquesto de pellizcar no es lo mismo que comer. DIANA: ¿Qué es lo que dices? ¿Querer? ¿Yo me había de rendir? Aunque le viera morir no me pudiera vencer.
[CARLOS habla aparte con POLILLA al paño]
CARLOS: (¿Hay mujer más singular? ¡Oh, crüel!) POLILLA: (Déjame hacer; que no sólo ha de querer, vive Dios, sino envidar.) CARLOS: (Yo salgo. El alma se abrasa.) POLILLA: Carlos viene. DIANA: Disimula. POLILLA: (Lástima es que tome bula; Aparte ¡si supiera lo que pasa!) DIANA: Cintia, avisa cuando es hora de ir al sarao. CINTIA: Ya he mandado que estén con ese cuidado.
Sale CARLOS
CARLOS: Y yo el primero, señora, vengo, pues es deuda igual, a cumplir mi obligación. DIANA: Pues, ¿cómo, sin afición, sois vos el más puntüal? CARLOS: Como tengo el corazón sin los cuidados de amar, tiene el alma más lugar de cumplir su obligación.
[POLILLA habla] aparte a DIANA
POLILLA: (Hazle un favorcillo al vuelo, por si más grato le ves.) DIANA: (Eso procuro.) POLILLA: (Esto es Aparte hacerla escupir al cielo.) DIANA: Mucho, no teniendo amor, vuestra asistencia me obliga. CARLOS: Si es mandarme que prosiga, sin hacerme ese favor, lo haré yo, porque obligada a eso mi atención está. DIANA: Poca lumbre el favor da. POLILLA: Está la yesca mojada. DIANA: Luego, ¿al favor que os hago no le dais estimación? CARLOS: Eso con veneración, mas no con amor le pago.
[Habla] POLILLA aparte a CARLOS
POLILLA: (¡Necio! Ni aun así le pagues.) CARLOS: (¿Qué quieres? Templa mi ardor, aunque es fingido, el favor.) POLILLA: (Pues enjuágate y no tragues.) DIANA: ¿Qué le has dicho? POLILLA: Que, al oíllos agradezca tus favores. DIANA: Bien haces. POLILLA: (Esto es, señores, Aparte engañar a dos carrillos.) DIANA: Si yo a querer algún día me inclinase, fuera a vos. CARLOS: ¿Por qué? DIANA: Porque entre los dos hay oculta simpatía. El llevar vos mi opinión, el ser vos del genio mío; y, a sufrirlo mi albedrío, fuera a vos mi inclinación. CARLOS: Pues hicierais mal. DIANA: No hiciera, que sois galán. CARLOS: No es por eso. DIANA: Pues, ¿por qué? CARLOS: Porque os confieso que yo no os correspondiera. DIANA: Pues si os viérades amar de una mujer como yo, ¿no me quisiérades? CARLOS: No. DIANA: Claro sois. CARLOS: No sé engañar. POLILLA: (¡Oh, pecho heroico y valiente! Aparte Dale por esos ijares; si tú no se la pegares, me la claven en la frente.)
[DIANA habla] aparte con POLILLA
DIANA: (Mucho al enojo me acerco; tal desahogo no he visto.) POLILLA: (Desvergüenza es, ¡vive Cristo!) DIANA: (¿Has visto tal?) POLILLA: (¡Es un puerco!) DIANA: (¿Qué haré?) POLILLA: (Meterle en la danza de mor, y a puro desdén quemarle.) DIANA: (Tú dices bien; que esa es la mayor venganza.)
A CARLOS
Yo os tuve por más discreto. CARLOS: Pues, ¿qué he hecho contra razón? DIANA: Eso es ya desatención. CARLOS: No ha sido sino respeto. Y porque veáis que es error que haya en el mundo quien crea que el que quiere lisonjea, escuchad lo que es amor. Amar, señora, es tener inflamado el corazón con un deseo de ver a quien causa esta pasión, que es la gloria del querer. Los ojos, que se agradaron de algún sujeto que vieron, al corazón trasladaron las especias que cogieron y esta inflamación causaron. Su hidrópica ardor procura apagar de sus antojos la sed, viendo la hermosura; más crece la calentura mientras más beben los ojos. Siendo esta fiebre mortal quien corresponde al amor bien se ve que es desleal, pues le remedia el dolor, dando más fuerzas al mal. Luego el que amado se viere, no obliga en corresponder, si daña, como se infiere. Pues oíd cómo en querer tampoco obliga el que quiere. Quien ama con fe más pura pretende de su pasión aliviar la pena dura, mirando aquella hermosura que adora su corazón. El contento de miralla le obliga al ansia de verla. Esto, en rigor, es amalla; luego aquel gusto que halla le obliga sólo a quererla. Y esto mejor se percibe del que aborrecido está, pues aquél, amando, vive, no por el gusto que da, sino por el que recibe. Los que aborrecidos son de la dama que apetecen, no sienten la desazón porque causa su pasión sino porque ellos padecen. Luego si por su tormento el desdén siente quien ama, el que quiere más atento, no quiere el bien de su dama, sino su propio contento. A su propia conveniencia dirige amor su fatiga; luego es clara consecuencia que no con amor se obliga ni con su correspondencia. DIANA: El amor es una unión de dos almas que su ser truecan por transformación, donde es fuerza que ha de haber gusto, agrado y elección. Luego si el gusto es después del agrado y la elección, y ésta voluntaria es, ya le debe obligación, si no amante, de cortés. CARLOS: Si vuestra razón infiere que es amar obligación, ¿por qué os ofende el que quiere? DIANA: Porque yo tendré razón para lo que yo quisiere. CARLOS: ¿Y qué razón puede ser? DIANA: Yo otra razón no prevengo más que quererla tener. CARLOS: Pues ésa es la que yo tengo para no corresponder. DIANA: ¿Y si acaso el tiempo os muestra que vence vuestra porfía? CARLOS: Siendo una la razón nuestra, si se venciera la mía no es muy segura la vuestra.
Suenan instrumentos
LAURA: Señora, los instrumentos ya de ser hora, dan señas de comenzar el sarao para las Carnestolendas. POLILLA: Y ya los príncipes vienen. DIANA: Tened todas advertencia de prevenir los colores.
[POLILLA habla] aparte a CARLOS
POLILLA: (¡Ah, señor, estar alerta!) CARLOS: (¡Ay, Polilla, lo que fino toda una vida me cuesta!) POLILLA: (Calla, que de enamorarla te hartarás al ir con ella, por la obligación del día.) CARLOS: (Disimula, que ya llegan.)
Salen el PRÍNCIPE, don GASTÓN, [unos] galanes, y MÚSICOS
MÚSICOS: "Venid los galanes a elegir las damas; pues en Carnestolendas Amor se disfraza. Falarala, larala" PRÍNCIPE: Dudoso vengo, señora, pues teniendo corta estrella, vengo fïado en la suerte. GASTÓN: Aunque mi duda es la mesma, el elegir la color me toca a mí; que el ser buena pues le toca a mi fortuna; ella debe cuidar de ella. DIANA: Pues sentaos, y cada uno elija color, y sea como es uso, previniendo la razón para escogerla; y la dama que le tiene salga con él, siendo deuda el enamorarla en él y el favorecerle en ella. MÚSICOS: "Venid los galanes a elegir las damas; pues en Carnestolendas Amor se disfraza. Falarala, larala" PRÍNCIPE: Ésta es acción de fortuna, y ella, por ser loca y ciega, siempre le da lo mejor a quien menos partes tenga. Por ser yo el de menos partes, es forzoso que aquí sea quien tiene más esperanza; y así, el escoger es fuera el color verde. CINTIA: (Si yo Aparte escojo de lo que queda, después de Carlos, yo elijo al de Bearne). Yo soy vuestra, que tengo el verde; tomad.
Dale una cinta verde
PRÍNCIPE: Corona, señora, sea de mi suerte el favor vuestro, que, a no serlo, elección fuera.
Danzan CINTIA y el PRÍNCIPE una mudanza; pónense mascarillas y retíranse a un lado quedando en pie
MÚSICOS: "Vivan los galanes con sus esperanzas, que para ser dichas el tenerlas basta. Falarala, larala." GASTÓN: Yo nunca tuve esperanza, sino envidia, pues cualquiera debe más favor que yo a las luces de su estrella; y, pues, siempre estoy celoso, azul quiero. FENISA: Yo soy vuestra, que tengo el azul. Tomad.
Dale una azul
GASTÓN: Mudar de color pudiera; pues ya, señora, mi envidia con tan buena suerte cesa.
Danzan y retíranse
MÚSICOS: "No cesan los celos por lograr la dicha, pues los hay entonces de los que la envidian. Falarala, larala." POLILLA: Y yo, ¿he de elegir color? DIANA: Claro está. POLILLA: Pues vaya fuera, que ya salirme quería a la cara la vergüenza. DIANA: ¿Que color pides? POLILLA: Yo tengo hecho el buche a damas feas; de suerte que habrá de ser muy mala la que me quepa. De las damas que aquí miro no hay ninguna que no sea como una rosa; y pues yo le he de hacer mala por fuerza, por si ella es como una rosa, yo la quiero rosa seca. Rosa seca, sal acá. ¿Quién la tiene? LAURA: Yo soy vuestra, que tengo el color. Tomad.
Dale una cinta
POLILLA: ¿Yo aquí he de favorecerla y ella a mí ha de enamorarme? LAURA: No, sino al revés. POLILLA: Pues vuelta.
Vuélvese de espaldas
Enamórame al revés. LAURA: Que no ha de ser eso, bestia, sino enamórame tú. POLILLA: ¿Yo? Pues toda la manteca, hecha pringue en la sartén, a tu blancura no llega, ni con tu pelo se iguala la frisa de la bayeta, ni dos ojos de jabón más que los tuyos blanquean, ni siete bocas hermosas las unas tras otras puestas, son tanto como la tuya; y no hablo de pies y piernas, porque no hilo tan delgado que aunque yo con tu belleza he caído, no he caído, pues no cae el que no peca.
Danzan y retíranse
MÚSICOS: "Quien a rosas secas su elección inclina, tiene amor de rosas y temor de espinas. Falarala, larala." CARLOS: Yo a elegir quedo el postrero, y ha sido por la violencia que me hace la obligación de haber de fingir finezas; y pues ir contra el dictamen del pecho es enojo y pena, para que lo signifique, de los colores que quedan pido el color nacarado. ¿Quién la tiene? DIANA: Yo soy vuestra, que tengo el nácar. Tomad.
Dásela una cinta de nácar
CARLOS: Si yo, señora, supiera el acierto de mi suerte, no tuviera por violencia fingir amor, pues ahora le debo tener de veras.
Danzan y retíranse
MÚSICOS: "Iras significa el color de nácar; el desdén no es ira. Quien tiene iras ama. Falarala, larala."
[POLILLA habla] aparte a CARLOS
POLILLA: (Ahora te puedes dar un hartazgo de finezas como para quince días, mas no te ahites con ellas.) DIANA: Guíe la música pues, a la plaza de las fiestas, y ya galanes y damas vayan cumpliendo la deuda. MÚSICOS: "Vayan los galanes todos con sus damas, que en Carnestolendas Amor se disfraza. Falarala, larala."
Vanse todos de dos en dos, y al entrar se detienen DIANA y CARLOS
DIANA: (Yo he de rendir a este hombre Aparte o he de condenarme a necia.) ¡Qué tibio galán hacéis! Bien se ve en vuestra tibieza que es violencia enamorar, y siendo el fingirlo fuerza, no saberlo hacer no es falta de amor, sino de agudeza. CARLOS: Si yo hubiera de fingirlo, no tan remiso estuviera, que donde no hay sentimiento está más pronta la lengua. DIANA: Luego, ¿estáis enamorado de mí? CARLOS: Si no lo estuviera, no me atara este temor. DIANA: ¿Qué decís? ¿Habláis de veras? CARLOS: Pues si el alma lo publica, ¿puede fingirlo la lengua? DIANA: Pues, ¿no dijisteis que vos no podéis querer? CARLOS: Eso era porque no me había tocado el veneno de esta flecha. DIANA: ¿Qué flecha? CARLOS: La de esta mano que el corazón me atraviesa y, como el pez que introduce su venenosa violencia por el hilo y por la caña y al pescador pasma, y hiela el brazo que le detiene, a mí el alma me penetra el dulce, ardiente veneno que de vuestra mano bella se introduce por la mía, y hasta el corazón me llega. DIANA: (Albricias, ingenio mío, Aparte que ya rendí su soberbia. Ahora probará el castigo del desdén de mi belleza.) Que, en fin, ¿vos no imaginabais querer, y queréis de veras? CARLOS: Toda el alma se me abrasa, todo mi pecho es centellas. Temple en mí vuestra piedad este ardor que me atormenta. DIANA: Soltad. ¿Qué decís? Soltad.
Quítase la mascarilla DIANA y suéltale la mano
¿Yo favor? La pasión ciega para el castigo os disculpa, mas no para la advertencia. ¿A mí me pedís favor diciendo que amáis de veras? CARLOS: (¡Cielos, yo me despeñé! Pero válgame la enmienda.) DIANA: ¿No os acordáis de que os dije que en queriéndome, era fuerza que sufrieses mis desprecios sin que os valiese la queja? CARLOS: ¿Luego de veras habláis? DIANA: Pues, ¿vos no queréis de veras? CARLOS: ¿Yo, señora? Pues, ¿se pudo trocar mi naturaleza? ¿Yo querer de veras? ¿Yo? ¡Jesús, qué error! ¿Eso piensa vuestra hermosura? ¿Yo amor? Pues cuando yo le tuviera de vergüenza lo callara. Esto es cumplir con la deuda de la obligación del día. DIANA: ¿Qué me decís? (¡Yo estoy muerta!) Aparte ¿Que no es de veras? (¿Qué escucho? Aparte Pues, ¡cómo aquí a hablar no acierta mi vanidad, de corrida!) CARLOS: Pues vos, siendo tan discreta, ¿no conocéis que es fingido? DIANA: Pues, ¿aquello de la flecha, del pez, el hilo y la caña, y el decir que el desdén era porque no os había tocado del veneno la violencia? CARLOS: Pues eso es fingido bien. ¿Tan necio queréis que sea que cuando a fingir me ponga, lo finja sin apariencia? DIANA: (¿Qué es esto que me sucede? ¿Yo he podido ser tan necia que me haya hecho este desaire? Del incendio de esta afrenta el alma tengo abrasada. Mucho temo que lo entienda. Yo he de enamorar a este hombre, si toda el alma me cuesta.) CARLOS: Mirad que esperan, señora. DIANA: (¿Que a mí este error me suceda!) Aparte Pues, ¿cómo vos... CARLOS: ¿Qué decís? DIANA: (¿Qué iba yo a hacer? Ya estoy ciega.) Aparte Poneos la máscara y vamos. CARLOS: (No ha sido mala la enmienda. Aparte ¿Así trata el rendimiento? ¡Ah crüel! ¡Ah ingrata! ¡Ah fiera! Yo echaré sobre mi fuego toda la nieve del Etna.) DIANA: Cierto que sois muy discreto, y lo fingís de manera que lo tuve por verdad. CARLOS: Cortesanía fue vuestra el fingiros engañada por favorecer con ella; que con eso habéis cumplido con vuestra naturaleza y la obligación del día; pues fingiendo la cautela de engañaros, porque a mí me dais crédito con ella, favorecéis el ingenio y despreciáis la fineza. DIANA: (Bien agudo ha sido el modo Aparte de motejarme de necia; mas así le he de engañar.) Venid, pues, y aunque yo sepa que es fingido, proseguid; que eso a estimaros me empeña con más veras. CARLOS: ¿De qué suerte? DIANA: Hace a mi desdén más fuerza la discreción que el amor, y me obligáis más con ella. CARLOS: (¿Quién no entendiese su intento? Aparte Yo le volveré la flecha.) DIANA: ¿No proseguís? CARLOS: No, señora. DIANA: ¿Por qué? CARLOS: Me ha dado tal pena el decirme que os obligo, que me ha hecho perder la senda del fingirme enamorado, DIANA: Pues vos, ¿qué perder pudierais en tenerme a mí obligada con vuestra intención discreta? CARLOS: Arriesgarme a ser querido. DIANA: Pues, ¿tan mal os estuviera? CARLOS; Señora, no está en mi mano; y si yo en eso me viera, fuera cosa de morirme. DIANA: (¿Que esto escuche me belleza?) Aparte Pues, ¿vos presumís que yo puedo quereros? CARLOS: Vos mesma decís que la que agradece está de querer muy cerca; pues quien confiesa que estima, ¿qué falta para que quiera? DIANA: Menos falta para injuria a vuestra loca soberbia; y eso poco que le falta, pasando ya de grosera, quiero excusar con dejaros. Idos. CARLOS: Pues, ¿cómo a la fiesta queréis faltar? ¿Puede ser sin dar causa a otra sospecha? DIANA: Ese riesgo a mí me toca. Decid que estoy indispuesta, que me ha dado un accidente. CARLOS: Luego con eso licencia me dais para no asistir. DIANA: Si os mando que os vais, ¿no es fuerza? CARLOS: Me habéis hecho un gran favor. Guarde Dios a vuestra alteza.
Vase CARLOS
DIANA: ¿Qué es esto que por mí pasa? ¡Tan ciego estoy, tan ciega, que si supiera algún medio de triunfar de su soberbia, aunque arriesgara el respeto, por rendirle a mi belleza, a costa de mi decoro comprara la diligencia!
Sale POLILLA
POLILLA: ¿Qué es esto, señora mía? ¿Cómo se ha aguado la fiesta? DIANA: Hame dado un accidente. POLILLA: Si es cosa de la cabeza, dos parches de tacamaca, y que te traigan las piernas. DIANA: No tienen piernas las damas. POLILLA: Pues por esta razón mesma digo yo que te las traigan. Mas, ¿qué ha sido tu dolencia? DIANA: Aprieto del corazón. POLILLA: ¡Jesús! Pues si no es más de ésa, sángrate y púrgate luego, u échate unas sanguijuelas, dos docenas de ventosas, y al instante estarás buena. DIANA: Caniquí, yo estoy corrida de no vencer la tibieza de Carlos. POLILLA: Pues, ¿eso dudas? ¿Quieres que por ti se pierda? DIANA: Pues, ¿cómo se ha de perder? POLILLA: Hazle que tome una renta. Pero, de veras hablando, tú, señora, ¿no deseas que se enamore de ti? DIANA: Toda mi corona diera por verle morir de amor. POLILLA: ¿Y es eso cariño o tema? La verdad, ¿te entra el Carlillos? DIANA: ¿Qué es cariño? Yo soy peña. Para abrasarle a desprecios, a desaires y a violencias, lo deseo sólo. POLILLA: (¡Zape! Aparte Aún está verde la breva; mas ella madurará como hay muchachos y piedras.) DIANA: Yo sé que él gusta de oír cantar. POLILLA: Mucho, como sea la Pasión o algún buen salmo, cantado con castañetas. DIANA: ¿Salmo? ¿Qué decís? POLILLA: Es cosa, señora, que esto le eleva. Lo que es música de salmos pierde su juicio por ella. DIANA: Tú has de hacer por mí una cosa. POLILLA: ¿Qué? DIANA: Abierta hallarás la puerta del jardín; yo con mis damas estaré allí, y sin que él sepa que es cuidado, cantaremos; tú has de decir que le llevas porque nos oiga cantar, diciendo que, aunque le vean, a ti te echarán la culpa. POLILLA: Tú has pensado buena treta, porque en viéndote cantar se ha de hacer una jalea. DIANA: Pues ve a buscarle al momento. POLILLA: Llevaréle con cadena. A oír cantar irá el otro tras de un entierro; mas sea buen tono. DIANA: ¿Qué te parece? POLILLA: Alguna cosa burlesca que tenga mucha alegría. DIANA: ¡Como qué? POLILLA: Un "requiem aeternam." DIANA: Mira que voy al jardín. POLILLA: Pues ponte como una Eva para que caiga este Adán. DIANA: Allá espero.
Vase DIANA
POLILLA: Norabuena. Que tú has de ser la manzana y has de llevar la culebra. Señores, ¡que estas locuras ande haciendo una princesa! Mas, quien tiene la mayor, ¿qué mucho que esotras tenga? Porque las locuras son como un plato de cerezas, que en tirando de la una, las otras se van tras ella.
Sale CARLOS
CARLOS: ¿Polilla amigo? POLILLA: Carlos, ¡bravo cuento! CARLOS: Pues, ¿que ha habido de nuevo? POLILLA: Vencimiento. CARLOS: Pues tú, ¿qué has entendido? POLILLA: Que para enamorarte, me ha pedido que te lleve al jardín, donde has de vella, más hermosa y brillante que una estrella, cantando con sus damas; que como te imagina duro tanto, ablandarte pretende con el canto. CARLOS: ¿Eso hay? Mucho lo extraño. POLILLA: Mira si es liviandad de buen tamaño, y si está ya harto ciega, pues esto hace y de mí a fïarlo llega.
Tañen dentro
CARLOS: Ya escucho el instrumento. POLILLA: Ésta es ya tuya. CARLOS: Calla, que canta ya. POLILLA: ¡Pues aleluya!
Canten dentro
MÚSICA: "Olas eran de zafir las del mar sola esta vez, con el que siempre le aclaman los mares segundo rey." POLILLA: Vamos, señor. CARLOS: ¿Qué dices? Que yo muero. POLILLA: Deja eso a los pastores de la Arcadia y vámonos allá, que esto es primero. CARLOS: ¿Y qué he de hacer? POLILLA: Entrar, y no mirarla, y divierte con la copia bella de flores, y aunque ella se haga rajas cantando, no escucharla, porque se abrase. CARLOS: No podré emprenderlo. POLILLA: ¿Cómo no? ¡Vive Cristo!, que has de hacerlo o te tengo de dar con esta daga que traigo para eso, que esta llaga se ha de curar con escozor. CARLOS: No intentes eso, que no es posible que lo allanes. POLILLA: Señor, tú has de sufrir polvos de Juanes; que toda el alma tienes ya podrida.
Música
CARLOS: Otra vez cantan; oye, por tu vida. POLILLA: Pesia a mi alma; vamos, no es eso tiempo pierdas. CARLOS: Atendamos; que luego estar podemos. POLILLA: Allá, desde más cerca, escucharemos. ¡Anda con Barrabás! CARLOS: Oye primero. POLILLA: Has de entrar, ¡vive Dios! CARLOS: Oye. POLILLA: No quiero.
Salen DIANA, CINTIA, LAURA, FENISA y damas en guardapiés y justillos, cantando
DAMAS: "Olas eran de zafir las del mar sola esta vez, con el que siempre le aclaman los mares segundo rey." DIANA: ¿No habéis visto entrar a Carlos? CINTIA: No sólo no le hemos visto, mas ni aun de que venir pueda en el jardín hay indicio. DIANA: Laura, ten cuenta si viene. LAURA: Ya yo, señora, lo miro. DIANA: Aunque arriesgue mi decoro, he de vencer sus desvío. LAURA: Cierto, que estás tan hermosa, que ha de faltarle el sentido si te ve y no se enamora. Mas, señora, ya le he visto; ya está en el jardín. DIANA: ¿Qué dices? LAURA: Que con Caniquí ha venido. DIANA: Pues volvamos a cantar, y sentaos todas conmigo.
Siéntanse todas, y salen POLILLA y CARLOS
POLILLA: No te derritas, señor. CARLOS: Polilla, ¿no es un prodigio su belleza? En aquel traje doméstico es un hechizo. POLILLA: ¿Qué bravas están las damas en guardapiés y justillo! CARLOS: ¿Para qué son los adornos donde hay sin ello tal brío? POLILLA: Mira. Éstas son como el cardo, que el hortelano advertido le deja las pencas malas, que, aunque no son de servicio, abultan para venderle; pero después de vendido, sólo se come el cogollo; pues las damas son lo mismo. Lo que se come es aquesto, que el moño y el artificio de las faldas son las pencas, que se echan a los borricos. Pero vuelve allá la cara, no mires, que vas perdido. CARLOS: Polilla, no he de poder. POLILLA: ¿Qué llamas no? ¡Vive Cristo, que he de meterte la daga si vuelves!
Le pone la daga a la cara
CARLOS: Ya no la miro. POLILLA: Pues la estás oyendo, engaña los ojos con los oídos. CARLOS: Pues vámonos alargando, porque si canta, el no oírlo no parezca que es cuidado, sino divertirme el sitio. CINTIA: Ya te escucha, cantar puedes. DIANA: Así vencerle imagino.
Canta
"El que solo de su abril escogió mayo cortés, por gala de su esperanza, las flores de su desdén" DIANA: ¿No ha vuelto a oír? LAURA: No, señora. DIANA: ¿Cómo no? Pues, ¿no me ha oído? CINTIA: Puede ser, porque está lejos. CARLOS: En toda mi vida he visto más bien compuesto jardín. POLILLA: Vaya de eso, que es lindo. DIANA: El jardín está mirando. ¿Este hombre está sin sentido? ¿Qué es esto? Cantemos todas para ver si vuelve a oírnos.
Cantan todas
DAMAS: "A tan dichoso favor sirva tan florido mes, por gloria de sus trofeos rendido le bese el pie." CARLOS: ¡Qué bien hecho está aquel cuadro de sus armas! ¡Qué pulido! POLILLA: Harto más pulido es eso. DIANA: ¡Que esto escucho! ¡Que esto miro! ¿Los cuadros está alabando cuando yo canto? CARLOS: No he visto hiedra más bien enlazada. ¡Qué hermoso verde! POLILLA: Eso pido; date en lo verde, que engordas. DIANA: No me ha visto o no me ha oído, Laura, al descuido le advierte que estoy yo aquí.
Levántase LAURA
CINTIA: (Este capricho Aparte la ha de despeñar a amar.) LAURA: Carlos, estad advertido que esta aquí dentro Diana. CARLOS: Tiene aquí un famoso sitio; los laureles están buenos; pero entre aquellos jacintos aquel pie de guindo afea. POLILLA: ¡Oh qué lindo pie de guindo! DIANA: ¿No se lo advertiste, Laura? LAURA: Ya, señora, se lo he dicho. DIANA: Ya no yerra de ignorancia; pues, ¿cómo está divertido?
Pasa CARLOS por delante de DIANA, llevándole POLILLA la daga junto a la cara para que no vuelva
POLILLA: Señor, por aquesta calle pasa sin mirar. CARLOS: Rendido estoy a mi resistencia; volver temo. POLILLA: ¡Ten, por Cristo, que te herirás con la daga! CARLOS: Yo no pudo más, amigo. POLILLA: Hombre, mira que te clavas. CARLOS: ¿Qué quieres? Ya me he vencido. POLILLA: Vuelve por esotro lado. CARLOS: ¿Por acá? POLILLA: Por allá digo. DIANA: ¿No ha vuelto? LAURA: Ni lo imagina. DIANA: Yo no creo lo que miro; ve tú al descuido, Fenisa, y vuelve a dar el aviso.
Levántase y va FENISA
POLILLA: Otro correo dispara, mas no dan lumbre los tiros. FENISA: ¿Carlos? CARLOS: ¿Quién llama? POLILLA: ¿Quién es? FENISA: Ved que Diana os ha visto. CARLOS: Admirado de esta fuente en verla me he divertido y no había visto a su alteza; decid que ya me retiro. DIANA: (¡Cielos! Sin duda se va.) Aparte ¡Oíd, escuchad! A vos digo.
Levántase
CARLOS: ¿A mi, señora? DIANA: Sí, a vos. CARLOS: ¿Qué mandáis? DIANA: ¿Cómo, atrevido, habéis entrado aquí dentro, sabiendo que en mi retiro estaba yo con mis damas? CARLOS: Señora, no os había visto; la hermosura del jardín me llevó, y perdón os pido. DIANA: (Esto es peor; que aún no dice Aparte que para escucharme vino.) Pues, ¿no me oísteis? CARLOS: No, señora. DIANA: No es posible. CARLOS: Un yerro ha sido, que sólo enmendarse puede con no hacer más el delito.
Vase [CARLOS]
CINTIA: Señora, este hombre es un tronco. DIANA: Déjame, que sus desvíos el sentido han de quitarme.
[Hablan] aparte [CINTIA y LAURA]
CINTIA: (Laura, esto va ya perdido.) LAURA: (Si ella no está enamorada de Carlos, ya va camino.)
Vanse [las dos]
DIANA: ¡Cielos! ¿Qué es esto que veo? Un Etna es cuanto respiro. ¡Yo despreciada! POLILLA: (Eso sí, Aparte pesia a su alma, dé brincos). DIANA: ¿Caniquí? POLILLA: ¿Señora mía? DIANA: ¿Qué es esto? ¿Este hombre no vino a escucharme? POLILLA: Sí, señora. DIANA: Pues, ¿cómo no ha vuelto a oírlo? POLILLA: Señora, es loco de atar. DIANA: Pues, ¿qué respondió o qué digo? POLILLA: Es vergüenza. DIANA: Dilo, pues. POLILLA: Que cantabais como niños de escuela, y que no quería escucharos. DIANA: ¿Eso ha dicho? POLILLA: Sí, señora. DIANA: ¡Hay tal desprecio! POLILLA: Es un bobo. DIANA: ¡Estoy sin juicio! POLILLA: No hagas caso. DIANA: ¡Estoy mortal! POLILLA: Que es un bárbaro. DIANA: Eso mismo me ha de obligar a rendirle si muero por conseguirlo.
Vase
POLILLA: ¡Buena va la danza, alcalde, y da en la albarda el granizo!

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

El desdén con el desdén, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002