JORNADA TERCERA


Salen el DEMONIO y el Santo, PEDRO, ya muy viejo, luchando
DEMONIO: Esto es tema hasta vencerte. PEDRO: ¿Qué me quieres, homicida, que me tratas de esta suerte? DEMONIO: Examinarte la vida y darte después la muerte. PEDRO: Tengo alguna culpa? DEMONIO: Mucha. PEDRO: Pues cese, traidor, la lucha y ya que tan terco eres, pregunta lo que quisieres. DEMONIO: Ya te dejo, agora escucha. PEDRO: (Cansado estoy, Señor mío, Aparte que como ya son los plazos últimos de mi albedrío, no tengo fuerza en los brazos para este dragón impío. Dos hora ha que me trata, me persigue y me maltrata como si su esclavo fuera. DEMONIO: Va la pregunta primera. PEDRO: Ya te escucho, bestia ingrata. DEMONIO: ¿Por qué siendo superior le tomas al inferior la escoba para barrer? PEDRO: Porque anima a obedecer el ejemplo del mayor. Mandar y servir no implica, y así quien se mortifica, aunque tenga autoridad, manda con mas libertad, obrando lo que predica. DEMONIO: Y, ¿por qué no has de dormir en cama, ni aun una almohada has de querer consentir? PEDRO: Porque sin Dios no haya nada que me pueda divertir. desde que mi Dios nació un hora aun no descansó, y siendo un cordero manso, pues si el no tuvo descanso, ¿por qué he de tenerle yo? DEMONIO: Y, ¿por qué a tus religiosos les has de dar a comer unos garvanzos mohosos? PEDRO: Porque no pueden tener regalos mas provechosos. El fraile ha de estar hambriento, que el que come a su contento, sin trabajar, ni ayunar, no es fraile, sino seglar, retraído en un convento. DEMONIO: ¿Por qué has de mandar hacer para toda una semana lo poco que han de comer? PEDRO: Porque este tiempo se gana que se ahorra de cocer. Dios el día nos envía para alabarle a porfía, y así yo con sencillez, lo hago guisar de una vez para no gastar otro día. DEMONIO: Y, ¿por qué has de mandar, di, que no duerman, trabajando, y ayunando. PEDRO: Porque así de la vida están gozando sin estar fuera de sí. Dormido el hombre es un fuego, tapado, cubierto, y ciego con la ceniza avarienta, que ni luce, ni calienta sepultado sin sosiego. Y aun es peor que la muerte el sueño, si bien se advierte; que la muerte a Dios nos sube, pero el sueño es como nube que de su luz nos divierte. DEMONIO: ¿Por qué has de ser tan cuitado que un alpargata siquiera de un cordel mal enredado no traigas? PEDRO: Porque no fuera ser pobre andar bien calzado, fuera de que no he leído que hubiese Cristo traido sandalia alguna en los pies, y fuera de ser descortés andar yo mejor vestido. DEMONIO: Y, ¿por qué has de andar diciendo con tan casada porfía misa por el rey, sabiendo que su loca valentía le va matando y rindiendo? PEDRO: Porque puede dilatar Dios su decreto y trazar que la batalla no dé. DEMONIO: Esta vez tu amor y fe poco le han de aprovechar.
Toquen cajas
Mírale como acomete, y muerto un caballo ya otro busca, y arremete donde su enemigo está y hasta su alcázar se mete.
Toquen
Mira tantos caballeros, fidalgos aventureros, estranjeros oficiales, plebeyos y principales, piqueros y arcabuceros todos sin remedio. Mira herido en el rostro al rey; mira como se retira, y de no hallar a Muley se abrasa, rabia y suspira. PEDRO: Dios le tenga de su mano. DEMONIO: Mírale reñir en vano. PEDRO: ¡Válgate nuestra Señora! DEMONIO: Y herido de muerte agora en la cabeza y la mano. PEDRO: Ya su triste fin advierto, ya del caballo cayó, de polvo y sangre cubierto. DEMONIO: Pues, mírale allí, que yo no he menester verle muerto.
Tírese una cortina y tocando cajas primero descúbranse algunos soldados muertos, y heridos en el suelo, y en medio al REY, de rodillas, y lleno de sangre
PEDRO: ¡Ah, mi rey! ¡Ah, mi señor! De rodillas está hincado. ¡Qué lástima! ¡Qué dolor! Dios el cielo os haya dado, que es la vitoria mayor.
Échele su bendición y cúbrase todo
DEMONIO: Di agora, tus ejercicios, disciplinas, oraciones, raptos, éxtasis, silicios, penitencias, devociones, ayunos, y sacrificios, al rey, ¿de qué le han servido, si en esa tierra tendido aun no yace sepultado? PEDRO: Pues nada se ha malogrado, aunque el fin no he conseguido. DEMONIO: Si contradición implica, ¿cómo probarse podrá? PEDRO: Como Dios la misa aplica por lo que mejor le está, a aquél por quien se suplica. Pedí con solicitud, del rey salud, y quietud, mas Dios con gloriosa palma por la salud de su alma quiso entender salud. Y así mi humilde oración no malogró su intención, porque mirado su llanto no hay salud que importe tanto, como nuestra salvación. DEMONIO: Y tú ¿de qué has de saber que el rey se pudo salvar. PEDRO: De que es Dios quien lo ha de hacer y querrá la sangre honrar, que por el llegó a verter. DEMONIO: ¿Qué importa si le murmura de temerario la ley? PEDRO: Antes si bien se censura es la conciencia de un rey hoy la casa mas segura. DEMONIO: Como el rey gobierne bien en paz y guerra está bien, pero no si es desigual. PEDRO: Pues aunque gobierne mal, está seguro también. DEMONIO: ¿Cómo? PEDRO: Entrega un mercader cargada nave al mar, y temiéndola perder, da traza de asegurar lo que le puede valer, y aunque es el riesgo cierto, dando un tanto por concierto, hay hombre que le asegura, y la nave le asegura hasta ponerla en el puerto. Después el dueño en rigor, aunque el mar muestre furor, nada teme, porque sabe que el que aseguró la nave le ha de hacer bueno el valor. El rey es el mercader, la nave su monarquía, y para no la perder a sus ministros les fía valor, hacienda, y poder. Da un tanto al Juez, al Oidor, al Alcalde, al Superior, que son los que se aventuran, y la nave le aseguran en el peligro mayor. Si el gobierno no es süave, y aprieta mucho la llave. que tenga la culpa es bien, no el rey que paga. DEMONIO: Pues, ¿quién? PEDRO: Quien asegura la nave. DEMONIO: Que en todo me has de vencer, pues--¡vive el infierno!--que yo que tengo agora de ver ya que con razones no si así te puedo torcer.
Vuelven a luchar
PEDRO: ¿Otra vez vuelves, villano? DEMONIO: Y mil bolveré. PEDRO: ¡Ah, tirano! DEMONIO: Por cansarte he de cansarme. PEDRO: ¿Qué ganas en maltratarme siendo un humilde gusano? DEMONIO: Sólo vengarme de ti. PEDRO: No me derribes ni tuerzas. DEMONIO: ¡Ah, vil fraile, pues tú a mí! PEDRO: Mira que no tengo fuerzas. PEDRO: Pues menos tendrás así.
Derríbale en el suelo con un gran golpe y pónele el pie encima, y dice el Santo, PEDRO
PEDRO: Señor cansado y rendido, he tropeZado, y caído. Valedme, Señor, valedme, amparadme y socorredme. DEMONIO: Ni te escucha, ni ha querido. Di agora que eres deudor de Dios, y que como amigo trata tu amor con amor. PEDRO: Pues sí, traidor, sí lo digo. DEMONIO: ¿Y estando assi? PEDRO: Sí, traidor. DEMONIO: ¿Tratar mal es querer bien? PEDRO: No, pero cuando el desdén sirve aunque envuelto en rigor de crisolar el amor, amor se llama también. Si de Dios siempre estuviera mi humilde amor regalado, poco en tenérsele hiciera, porque querer obligado deuda y no fineza fuera; mas tratarme desabrido para verse más querido descubriendo mi fineza, es de su amor sutileza, no tibieza de su olvido. DEMONIO: Ya no tengo que decir, que replicar, ni arguír, burlado quedo y corrido.
Sale ESPESO, y otros dos FRAILES acechando
PEDRO: Ya mis frayles han salido. Bien te puedes ir. DEMONIO: ¿Qué es ir? FRAILE 1: Parece que se quejó nuestro padre. DEMONIO: Yo me iré mas no para siempre, no, que en yéndose bolveré. PEDRO: Pues por eso estaré yo prevenido con hacer algún ejercicio santo, que a Dios pueda enternecer. DEMONIO: Mataréte yo entretanto. PEDRO: No tienes tanto poder, DEMONIO: Pues quédate a descansar con tus frailes, que a pesar de tu virtud loca, y vana, antes que pase mañana, si puedo te he de acabar.
Déjale haciendo algún mal y en yéndose, llegan los FRAILES
ESPESO: Lleguemos de mancomún, porque siento aquí un run run que pesadumbre me da, y allí nuestro padre está tendido como un atún. FRAILE 1: Pues, ¿qué teme? ESPESO: Que el tiñoso no le haya zaleado, y se esté dentro del coso. PEDRO: Hijos. FRAILE 1: Padre, ¿qué le ha dado? PEDRO: Un mal harto riguroso. Ayudadme a levantar,
Levántenle
que aunque me quiero esforzar no puedo. FRAILE 1: ¡Qué compasión! ESPESO: Basta que aqueste dragón nos ha dado en maltratar. PEDRO: También le persigue a él. ESPESO: ¿A mí? ¡Qué bueno está eso! Pues, ¿con quién es él crüel sino con el padre Espeso? PEDRO: ¿Y cómo se libra de él? ESPESO: Como, en dándome mohina cojo una vara de encina, y le meto en el establo, porque para mi es el diablo el gato de la cocina. Él anda de mayordomo robándome aquí y allí. (Gato, perdona este cómo, Aparte pues te hecho la culpa a ti, y soy yo quien me lo como.) Si algun pescado en remojo de limosna nos han dado, aunque esté con tanto ojo, se lo mete de un bocado. Si no lo habéis por enojo, en abriendo la finestra luego las uñas me muestra. PEDRO: Pues si nada le reporta, ciérrelo todo. ESPESO: No importa, que tiene llave maestra. FRAILE: ¿Llave el gato? ESPESO: Sí, y no pasa de gato los fueros graves, porque hay gato que sin tasa trae un manojo de llaves, como mujer de su casa. Aunque agora poco habrá que pueda el gato comer, porque día y medio ha que no cesa de llover, y toda la casa está sin pan, ni otra cosa alguna, que es la mas triste fortuna, pues anda según la dieta todo padre de poeta, porque todo padre ayuna. Por un ojo de la cara no hay un pan. PEDRO: Dios le dará. ESPESO: Pues decir que el cielo aclara, a tinajas llueve ya, y hacia abajo, ¡cosa rara! Así en mi tierra llovía. PEDRO: Hijos, ya Dios nos envía el remedio. ESPESO: ¿Cómo así? PEDRO: Vayan luego desde aquí con una santa osadía al refitorio. ESPESO: ¿Y allá hay por dicha algun maná? PEDRO: Dios dará. ESPESO: Yo no me muevo sino es que haya plato nuevo, que se llame "Dios dará." Quien no hubiera imaginado entre hombres tan crüeles, viéndote tan consolado, que algun horno de pasteles Dios te había deparado? Mas "Dios dará" no me agrada. PEDRO: Dios da yéndole a pedir. ESPESO: Pues he aquí que Dios se enfada y se le antoja decir, "Hoy no quiero daros nada." PEDRO: Cuando Dios responde tal es que ve poco caudal en nuestra fe, que a su amor a veces nuestro temor le quita el ser liberal. Vayan luego al refitorio. ESPESO: ¿Y después de bien sentados? PEDRO: Les dará Dios auditorio. ESPESO: O se estarán ensartados como cuentas de abalorio. PEDRO: Algo se ha de confïar de Dios y de su poder. FRAILE 1: Vamos. PEDRO: Dios lo ha de emvïar. Mande tocar a comer. ESPESO: Será tocar a ayunar. FRAILE 2: Vamos Padre.
Vanse los dos FRAILES
PEDRO: ¿Y el hermano? ESPESO: Aquí me quiero quedar; porque aunque pobre gusano a mi Dios quiero rogar no nos deje de su mano. PEDRO: Hará bien, que yo también dese parecer estoy. Mi Luz, mi Señor, mi Bien, tened paciencia, allá voy a pedir como Moisén. Los que limonsna nos dan dos días que no han venido; ni con el agua podrán. Con esto sabréis os pido como de limosna el pan; que como en tantos desvelos, me han hecho padre los cielos, viéndome sin pan aquí me apasiono, no por mí, sino por estos hijuelos.
Vase PEDRO
ESPESO: Esto es hecho. Ya se fue, y con él todos los padres, hasta el coro le acompañan. Ya le dejan, y se salen para entrar al refitorio, no a comer, sino a sentarse. Agora bien, ello ha de ser, y pues que no me ve nadie quiero sacar de la celda para casos semejantes ciertos relieves que tengo con que entretener la hambre. que--¡a fe!--que es mucha, y que pasa muy grandes necesidades. Alto pues, va de inventario.
Saca dos haces de rábanos y pónelos en el suelo
En el nombre de Dios, dos haces de rábanos son aquéstos, que podrán servir de ante, que para mi todo es uno, si después ha de juntarse, y aquesto no es procesión que ha de ir por antiguedades.
Saca dos o tres panes partidos
Éste es el pan. Bien habrá para empezar, Dios delante, que otro tanto dejo allá, por si después me faltare.
Saca seis pies de puerco
Aquí van seis pies de puerco, que aunque tienen tan mal talle, y los cocí sin pelar me harán provecho notable, que no soy escolimoso. Así, lo más importante se me olvidaba. Un jarrillo tengo, donde apenas cabe un cuartillo, mas no importa que antes importa templarse un hombre, que cargar mucho fuera dar con todo al traste.
Saca un jarro muy grande, o un cangilón
Éste es el dedal que digo, agora no hay más que darle, y sentarse, que con esto podrá algún tanto llevarse la cruz de Cristo, aunque fuese razonablemente grande.
Siéntese y empiece a comer de todo
Durillos están los pies y tienen por muchas partes su poquito de guedejas, y su mucho de pelambre, mas no les ha de valer. ¡No hay gallinas, no hay faisanes como un rábano, si es tierno, o como pica el vergante! ¡Por Dios! Que estaba sin bragas el hortelano, o el frayle que le plantó; mas no importa, que el antídoto süave le pondrá como merece. Nadie a la mano me hable.
Bebe y sale fray PEDRO muy contento, con un panecillo
PEDRO: ¡Tantos favores, mi Dios, tanto amor, merced tan grande! Tan loco estoy de contento, que no puedo reportarme. Apenas entré en el coro, cuando sin tocarla nadie, de la hermana portería, que estaba entonces con llave, se tocá la campanilla, y yendo a informarse un padre, dos cestas llenas de flores, y de panes candeales, halló a la puerta. ¡Qué gozo para mi amor mas notable! Con eso quedan comiendo mis hijos. No hay quien me hable de contento, y así agora para que acabéis de honrarme, sólo me falta, Señor, que vuestra piedad le manden a este espíritu cansando, salga de humana cárcel, donde ha tanto que está preso, pues tiene causa bastante, que para morir, Señor, el nacer es harto achaque. O como Pablo diré, ya deseo desatarme de aquestos cordeles toscos, de la carne, y de la sangre, que quien nace para vos, solo cuando muere nace. Según mi cuenta, Señor, y lo que la santa madre me ha escrito, Teresa digo, vuestra esposa vigilante, ha de ser en este año el día que tantos males con mi muerte tendrán fin, para que con vos descanse; que sois de todos mis gustos el centro. ESPESO: No hay quien los pase. Bravamente se defienden, pero el hermano gaznate como muele de represa, los lleva a fuego y a sangre. PEDRO: Hacia aquí se quedó Espeso --presumo que de cobarde-- y tráigole un panecillo, porque de hoy en adelante aprenda a pedir con fe. Él estará muerto de hambre, que ha dos días que no come el pobre, y es buen fraile, y cierto que me entretiene tal vez con sus disparates. ESPESO: ¡Oh, qué falta me hace el queso para contera y remate de esta media Sabatina.
Mírele y santíguese PEDRO
PEDRO: No es posible que me engañe. ¿Hay tan gran descompostura? ¡Él es! ¿Hermano qué hace?
Túrbese ESPESO
ESPESO: ¡Jesu Cristo! ¡Aquí fue Troya! PEDRO: ¿Qué es esto? ESPESO: Toda la sangre se me ha bajado a las piernas. PEDRO: Ya esto pasa de donaire, y es falta de religión. ESPESO: (Quiero tapar.) Aparte PEDRO: No lo tape, que más vale que te sirva de fiscal, y que declare su pecado. ESPESO: ¿Qué pecado es querer desayunarse con aquesta niñería? PEDRO: ¡Niñería! ¡Dios le guarde! ESPESO: Pues estaba en las Completas, porque a venir a las Laudes hallaras mucho recado. PEDRO: Diga. ¿No dijo denantes, preguntándole si había en casa algún pan, o carne para la comunidad, que no había? ESPESO: Es verdad, padre. PEDRO: Pues, ¿por qué mintió? ESPESO: No hice. PEDRO: ¿Cómo, si tengo delante quien le acuse? ESPESO: Yo tenía para mis necesidades ésas y otras zarandajas, que paso muchos achaques con aqueste estomaguillo, y así cuando preguntaste si tenía alguna cosa que te dar para los padres, dije que no tenía, y aquesto no fue engañarte, porque lo que es para mí no lo tengo para nadie. PEDRO: ¿Y fue buena caridad? Tome, tome lo restante, y haga de todo una sarta. ESPESO: ¿Para qué? PEDRO: Para que ande con ella al cuello este mes, y porque nunca desmaye, ni dude de aquel amor que comunica y reparte Dios a quien le llame; tome este panecillo, y guarde lo que en la mesa ha sabrado. ESPESO: Trujo más pan el Ángel? PEDRO: ¿Y no basta? ESPESO: Sí, mas yo me atengo como ignorante a los pies, al bucarillo, que hace media arroba. PEDRO: Alce del suelo esa suciedad de su golosina imagen. ESPESO: Como soy espeso; soy perdido por suciedades y, en fin, ¿habemos de hacer cadena in poena peccati de aquesta gente menuda? PEDRO: Así pienso castigarle. ESPESO: Pues plegue a Dios que no dure más de lo que ella durare el mal año en nuestra tierra. PEDRO: ¿Por qué? ESPESO: Porque el hombre es frágil, la cadena ocasionada, y en sintiéndome con hambre, dando al estomago cuenta, que es el hermano contraste, hundiré los eslabones en la forja del gaznate.
Vase cargado de todo
PEDRO: Señor, soy un ser, una existencia, que sustenta mi ser, y vuestro celo, para otro ser que depósita el cielo, me dio este ser por modo de influencia. Si el ser que tengo en propia subsistencia, al ser que espero en vos sirve de velo, no quiero ser mi ser, que es desconsuelo faltar a la verdad por apariencia. Del ser de nada antes de ser sacastes el ser imaginado que me distes y en el presente ser me colocastes. Mas si para otro ser me prevenistes, romped el ser que con este ser formastes, y ser vendré a ser lo que quisistes.
Al son de chirimías sale el ÁNGEL de su Guarda
ÁNGEL: Pedro. PEDRO: ¿Quien es? Mas--¡ay Dios!-- ¿No sois mi custodio? ÁNGEL: Sí, Dios me envía a que de mí sepas, Pedro, que los dos muy presto os habéis de ver en la celestial Sión. PEDRO: (Oyó Dios mi petición!) Aparte A tener qué os ofrecer por las albricias os diera. Pero, ¿qué os puedo yo dar si venís señor del mar de la superior esfera? El alma os daré, Señor, que es la joya mas preciada. Pero no, que está embargada por vuestro divino Autor, aunque si en Él, y con Él, siendo de luz reflejo, estáis como en un espejo, a vos os la doy en él. ¿Y cuándo, decid, será esta jornada, supuesto que vos lo sabéis? ÁNGEL: Tan presto que un día no pasará. Dia de san Lucas es mañana, y en este día teniendo en tu compañía, porque mós seguro estés a San Francisco tu padre, y al un lado--¡qué buen lado!-- a Cristo Cruficicado, y al otro su hermosa madre, partirás de aquesta vida para la ciudad sagrada. PEDRO: Dichosa, amén, la jornada, que está tan bien prevenida. ÁNGEL: De esta suerte has de morir, mas no hay más de mostrar buen brío. PEDRO: Aquesto, Custodio mío, no es morir, sino vivir. Muriendo Cristo una vez, a su Padre se quexó porque le desamparó haciendo oficio de Juez, y así tembló de la muerte, cuando la vio cara a cara, porque, si Dios desampara, cualquier enemigo es fuerte. Mas si tengo de tener, para el trance que me espera, a Cristo en mi cabecera de quien me pueda valer, y luego a su hermosa Madre, y soberana María, a vos por luzero y guía, con San Francisco mi padre, bien puedo decir, mi Dios si tan dulce fin espero con vuestra ayuda, que muero más consolado que vos. ÁNGEL: Teresa estará también mientras dura la aflición, todo el día en oración. PEDRO: ¡Qué gloria! ¿Qué más bien? ¿Y cómo podré pagalla, siendo una hormiga--¡ay de mí-- que esté rogando por mi mientras dura la batalla? ÁNGEL: Después la podrás pagar en otro tanto con Dios, porque pienso que los dos poco os vendréis a llevar, y con esto ven que quiero llevarte a la enfermería. Arrímate.
Arrímase PEDRO
PEDRO: ¡Qué buen día en el de mañana espero! ¿Y vos no os vais? ÁNGEL: Desde agora hasta vencer tu enemigo quiere Dios que esté contigo. PEDRO: El alma de gozo llora. ÁNGEL: Desde luego has de empezar a pelear contra ti. PEDRO: ¿Y venceré? ÁNGEL: Pedro, sí. Y en señal que has de triunfar escucha de aquesta guerra, la vitoria que procuras. MÚSICA: "Gloria a Dios en las alturas, y paz al hombre en la tierra."
Cantan los MÚSICOS en tono de iglesia, y lleve el ÁNGEL al Santo, PEDRO, arrimado así hasta entrarse, y luego sale el DEMONIO solo como temeroso
DEMONIO: Como ladrón cuando quiere, ayudado del silencio, a escalar alguna casa para robar lo que hay dentro, y como teme culpado, aunque se arroja resuelto, cada sombra le parece un gigante Polifemo, cada luz una escopeta, cada rumor un portento, cada bulto un hombre armado cada paso más un riesgo, cada linterna una escuadra, y cada susurro un trueno, así yo, ladrón del alma, que desde el instante mesmo en que Dios quiso crïarme ando para robarla. Vengo agora más que otras veces todo de temores lleno, de confusiones, de dudas. Cuanto escucho, y cuanto veo pienso que son nuevas gracias, nuevas mercedes, y nuevos auxilios que quiere Dios, en este trance postrero, dar a Pedro. Desde aquí acecharé, por si puedo entrar por algún resquicio de sus santos pensamientos, a proponerles los míos que están vertiendo veneno. Agora en la enfermería yace el miserable viejo, y una calentura lenta, hospedada entre sus huesos, le entumece, y acongoja, y aunque abrasado, y sediento sólo por mortificarle come sin beber pudiendo, que es la mayor penitencia que puede hacer un enfermo. Agora el médico acude, si bien como tiene el cuerpo tan agotado de carne, tan consumido, y tan seco, ni las medicinas obran, ni se logran los remedios. Ya sus hijos desconfían, y él, en su llanto advirtiendo, como padre los acalla, y se los arrima al pecho. Ya el viático ha pedido, y aunque tan flaco y tan yerto que parece en pies y manos todo de raíces hecho, en viendo entrar a su Dios, como si estuviera bueno él con sus manos lo toma, y le dice mil requiebros. ¡Oh, misterio inexcusable, por mi bien, pues quiere el cielo, que el hombre llegue a comer atributos, alma y cuerpo de Dios, y quede endiosado, puro, candido, y sincero, aunque primero haya sido, perjuro, infame, blasfemo, adúltero, y homicida. Mas sírvame de consuelo el saber también, que hay muchos tan crüeles, y sangrientos con Dios, y consigo mismos, que en vez de hacerle aposento, y limpiarle las heridas que recibió en un madero, se las destapan y rompen sin dolor, y sin respeto, porque el hombre que atrevido, bárbaro, precito y ciego, se comulga en mal estado, le crucifica de nuevo. Mas no es así Pedro, no, pues por ventura sabiendo el huésped que le esperaba, tan limpio ha tenido el pecho, que con ser Dios quien le vine, no echa menos a su cielo. Mas--¡ay de mí!--¿cómo agora tan descuidado me muestro? Ministros, cercadle todos, y si no podéis, poneros muy cerca, porque los lados, dándole valor y esfuerzo, ocupan Cristo y su madre. Atrevidos y soberbios, desde los pies de la cama probadle con argumentos, que en su vida no ha hecho cosa que agrade a Dios. Mas, teneos, que es gastar tiempo sin fruto, pues son siete los conventos que ha fundado. Mejor es desvanecerle con eso, y darle a entender que un hombre que tanto por Dios ha hecho, por sí merece salvarse, sin que Dios en este aprieto le favorezca, y ayude con su amor, y sacramentos. Decidle que cuando fue por su general electo, comisario general, confirmando este decreto Paulo Cuarto con poder, amplio, bastante y expreso, de reformar la provincia, quedaron muy descontentos conventos y religiosos, porque anduvo tan severo en apretar demasiado las constituciones de ellos. Habladle de Dorotea, y en aquellos pensamientos pasados. Pero, ¿qué importa, si fue siempre tan honesto, que aunque ella le habló, jamás alzó los ojos del suelo, para mirarla a la cara? Ministros, ya no hay remedio, ya pide la Extrema Unción, preguntando por momentos al médico si se acerca su fin, que tiene consuelo en que le diga que sí, por verse con Dios mas presto. Ya el húmedo radical vencido postrado y seco, rinde la virtud nativa que difunde por los miembros. Ya la lengua más enjuta, vihuela que fue del cuerpo, se turba viendo romper las trastes del instrumento. Ya entorpecidos los ojos, ni bien claros, ni bien ciegos, corren la helada cortina como el sol se va poniendo. Ya tibia toda la sangre, por las venas discurriendo al corazón se recoge, y palpitando en su centro se resiste cavilosa viéndole con mas aliento. Ya la batalla se da, y aunque todo anda revuelto, Pedro está tan sosegado tan recogido y tan quieto, que de lo que el cuerpo pasa, parece que el mismo cuerpo no se da por entendido. Ya van llegando al extremo el alma ya se avecina a los labios macilentos, ya salió, ya rompe el aire, ya nueva vida naciendo, sin tocar el purgatorio, puro, santo, limpio, entero, corre, vuela, sube, llama, al descanso, al gusto, al centro, a la quietud, al reposo, a la paz, al bien, al cielo, para que después de haber gastado en su seguimiento setenta y tres años, yo, corrido, cansado, muerto, llore, gima, clame, grite, y en mar, aire, tierra y fuego, arda, brame, pene, rabie, porque muriendo, y volviendo a vivir para morir, desesperado y blasfemo, me despedacen mis ansias, y me consuma el infierno.
Sale el ÁNGEL
ÁNGEL: Poco el cielo me ha debido en darle el alma de Pedro, porque si fue siempre santa, de justicia, de derecho era suya. ¿Aquí estás tú? Pues bien, de este dulce sueño, de esta muerte, de esta vida, ¿qué dices? DEMONIO: Que estoy contento en cierto modo. ÁNGEL: ¿Por qué? DEMONIO: Porque aunque en el solio eterno Pedro está participando de aquellos rayos inmensos, por lo menos en el mundo tengo un enemigo menos. Si yo aborrezco los pobres porque a Cristo en ellos veo, ¿qué más gozo que saber, que ha de faltarles con Pedro la caridad, el abrigo, el socorro y el sustento? ¿Qué será del vergonzante, del mendidgo, del hambriento, de la encerrada viuda, y del afligido preso? Y ¿qué será de sus hijos sin tal padre, y tal maestro? Pues ¿por qué he de estar yo triste, si el mayor eje del cielo, la gran columna de Cristo, el firme polo del pueblo, y la rueda donde estriba, el carro del hemisferio, se desbarata en señal, del futuro detrimento? Y si no mira en Arenas, frailes, prelados y legos, embarazar con suspiros la monarquía del viento, como huérfanos y solos? Pues si aquí llegan sus ecos, y aquí lo miran mis ojos, ¿no fuera, di, el sentimiento importuno y excusado? ÁNGEL: Nunca te he visto tan necio. Pues, ¿no sabes, ignorante, que nunca mi amado Pedro pudo con su dueño tanto como agora que su espejo se está bebiendo las luces por los cristales del Verbo? Mira como agora ruega por sus hijos, por sus deudos, por sus pobres, por sus devotos. Y Dios, viendo el sentimiento que les ha dado su ausencia, por lo mucho que perdieron, le da comisión que baje, por particular decreto, a consolar a sus hijos. Él mismo baja con ellos. ¿Qué dirás agora, ingrato, de este amor? DEMONIO: Que por no verlo me he de arrojar de este monte hasta el mas profundo centro.
Detiénele el ÁNGEL
ÁNGEL: Esta vez aunque te pese lo has de ver. DEMONIO: ¿A qué efeto? ÁNGEL: A efeto de atormentarte. DEMONIO: Ya suenan los instrumentos. ÁNGEL: ¡Qué ventura! DEMONIO: ¡Qué desdicha! ÁNGEL: ¡Qué gozo! DEMONIO: ¡Qué desconsuelo! ÁNGEL: ¡Qué alegría! DEMONIO: ¡Qué tristeza! ÁNGEL: ¡Qué contento! DEMONIO: ¡Qué tormento! ÁNGEL: ¡Qué placer! DEMONIO: ¡Qué pesadumbre! ÁNGEL: ¡Qué favor! DEMONIO: ¡Qué vituperio! ÁNGEL: ¡Qué lisonja! DEMONIO: ¡Qué martirio! ÁNGEL: ¡Qué triunfo! DEMONIO: ¡Qué vencimiento! ÁNGEL: Todo es gloria cuanto miro. DEMONIO: Todo es rabia cuanto veo.
Suena MÚSICA, y descúbrense por abajo los FRAILES a la mano derecha, y a la otra los seglares que pudieren, y baje de arriba un cielo, y en un trono el Santo Fray PEDRO, y en lo alto el NIÑO Jesús, y bajan hasta abajo, y abraza a los frailes, y seglares
PEDRO: Hijos, llegad a mis brazos, y vosotros a mi pecho, dejad el triste dolor, detened el llanto tierno, y en cualquier necesidad, y en cualquier suceso adverso, a mi piedad acudid, con voluntad, con afecto, que aunque muerto, que aunque ausente mi Señor, mi Dios, mi Dueño, como siempre acudirá, a la pena, al desconsuelo, al trabajo, a la aflicción, al infortunio, al riesgo. ¿No es así, Dueño, y Señor? NIÑO: Fieles, por mi amigo Pedro hasta mi gloria os daré. Pedid y rogad sin miedo, mi voluntad es la suya. Así otra vez os prometo, tomad de ésta mi palabra. PEDRO: Hijos, quedad muy contentos, y vosotros muy gozosos. FRAILE 1: Con tal favor bien podemos. SEGLAR: Y con tal seguridad. PEDRO: Adiós, adiós. ESPESO: Y con esto el hijo del serafín, por otro nombre fray Pedro, acaba, y Montano empieza para serviros de nuevo.
Tocan chirimías, y desaparece la tramoya, con que se da fin a la comedia del Hijo del Serafín, San Pedro de Alcántara

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002