EL RICO AVARIENTO, O
LA VIDA Y MUERTE DE SAN LÁZARO

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en la edición príncipe de EL RICO AVARIENTO, Autos sacramentales con cuatro comedias nuevas y sus loas y entremeses (Madrid: María de Quiñones, 1655). Fue preparado por Vern Williamsen para sus estudios en 1976 y luego revisado y puesto en forma electrónica en el año 1987.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen NABAL y JORDÁN, lacayo
NABAL: Deja que blasfemias diga. JORDÁN: No has de decir tal blasfemia. NABAL: Si Dios con trabajos premia, ¿qué dará cuando castiga? JORDÁN: Consolémonos los dos que hambres pasamos iguales, y en los bienes y en los males gracias le demos a Dios. NABAL: ¡Que dé gracias me aconsejas a Dios de ser pobre! ¡Bueno! De rabia y de afrenta lleno le daré voces y quejas. El rico soberbio y vano se las dé; que yo afligido solamente he recibido pesadumbres de su mano. Gracias dé el favorecido; que yo, que no soy dichoso, si le doy gracias quejoso, ¿qué le daré agradecido? En vano intentas, Jordán importuno, aconsejarme; que para desesperarme tus consejos servirán. Tales efectos se ven de ardor que en mi pecho lidia; muero rabiando de envidia si miro el ajeno bien. ¡Qué en pesar tan riguroso para aumentar mi desvelo conmigo es avaro el cielo y con los demás piadoso! Pues su mano --¡pena rara!-- para hacer mayor mi mal es con todos liberal, y sólo conmigo avara. Todo me falta, ¡ay de mí! Ninguna hacienda poseo. Pobre y mísero me veo. JORDÁN: Eso es peor para mí. Que me admire, señor, deja, de oírte este sentimiento. ¿En vez de agradecimiento, del cielo previenes queja? Tan pobre como tú estoy pues sin esperanza alguna sigo tu misma fortuna; y al cielo gracias le doy. Repara alabanzas tantas que a su criador dan leales sensitivos animales y vegetativas plantas. Todos en su estado viven conformemente contentos, porque en agradecimientos retornan lo que reciben. Y así es justo que me asombre que en instinto natural agradezca un animal y llegue a ignorar un hombre. NABAL: Ya persuadirme no es bien cuando estoy desesperado. Yo solo soy desdichado; todos dichosos se ven. Nace una fuente, y apenas brota la líquida plata cuando arroyo se desata entre doradas arenas, y aunque en humildes raudales antes corrió bullicioso, río le forman undoso los adquiridos cristales. Y después que llega a estar rico de inmensa corriente, el que nació pobre fuente muere caudaloso mar. Nace en el verde botón aprisionada la rosa y después con pompa hermosa es del prado ostentación. En suave fragrancia crece, y, de las perlas que llora, liberal, la aurora rico tesoro le ofrece. Sale el sol con brilladores rayos de la blanca espuma para dar belleza suma a las plantas y a las flores; pues con el claro arrebol que pródigo se acredita, cuánto la noche marchita, tanto reverdece el sol. ¿Y yo en pena rigurosa? Tal pobreza me fastidia que llego a tener envidia del sol, la fuente y la rosa. JORDÁN: Ten, señor, más confïanza aunque el hado te persigue, porque todo lo consigue la paciencia y la esperanza; que aunque tu pena importuna durar se ve de este modo, el tiempo lo muda todo y lo acaba la Fortuna. No hagas extremos tales, y estos trabajos que tienes recíbelos tú por bienes y dejarán de ser males. NABAL: Enigmas me estás diciendo. Yo no entiendo esos amores, que no quiero esos favores del cielo. No los pretendo. Soy hombre muy liberal: a ningún mal quiero bien, el bien admito por bien y el mal recibo por mal. ¿Regalos de Dios se llaman los males que desestiman, las miserias que lastiman, las desventuras que infaman? Si Dios tiene tanta cuenta con el pobre, ¿para qué, adventurando su fe, le da por vida una afrenta? JORDÁN: El que es bueno, ¿no está lleno de bien? NABAL: Sí. JORDÁN: Luego la queja ya es injusta, pues le deja Dios poder para ser bueno. NABAL: Yo estoy de pobreza loco. Sólo conozco, y me fundo en que yo soy en el mundo quien debe al cielo más poco. JORDÁN: Tus discursos son ajenos de hombre. Si eres desdichado, yo que nací tu crïado, seré quien le debe menos. No has hecho tanto por mí. Mira cual somos los dos: que tú no sufres a Dios, y yo te he sufrido a ti. Dale, pese a Bercebú, gracias de que no eres yo; que ya mi amor se las dio de que no soy como tú. NABAL: Eres tú muy virtüoso. JORDÁN: Yo que a ser pobre he llegado, estoy de mí lastimado mas no del cielo quejoso. NABAL: Yo no diera sentimientos al cielo en cosa ninguna si con mi baja fortuna midiera mis pensamientos. Ya que pobre nací yo, sin gusto y amor naciera porque pobre me sufriera, ¡mas pobre y amante, no! ¿Qué concierto, qué armonía harán, de apetitos llenos, bienes que son tan ajenos y desdicha que es tan mía? Si a la hermosa Abigaíl quiero ver, en mis enojos, se oponen luego a mis ojos nubes de pobreza vil. Si en pasión tan ciega y loca quiero pedir su belleza, luego pone mi pobreza lazos de miedo a mi boca. Aquí del templo, a la puerta, triste aguardo su hermosura con una muerte segura y una vida muy incierta. Sentiré, de verme, enojos; que en la mujer ¿qué rigor tiene crédito mayor? ¡La ignorancia de los ojos! ¡Qué interesable y terrible! Piensa con villano modo que para los pobres todo lo hizo Dios imposible. JORDÁN: ¿Cómo sabes que ha de ser mujer tan noble y amable, y tan bella, interesable? NABAL: ¡Ay, Jordán, como es mujer!
Salen LÁZARO muy galán y BALTASAR, su criado
LÁZARO: ¡Qué honesta, qué virtüosa es Abigaíl! Que fuera, si honestidad no tuviera, una culpa el ser hermosa. Su belleza y su cordura me agrada con igualdad, que a faltar la honestidad me ofendiera su hermosura. BALTASAR: Tiene fama generosa en todo Jerusalén. LÁZARO: Es el vivir y obrar bien más beldad que el ser hermosa. NABAL: Ya ha venido este enfadoso. Éste puede a Dios muy bien dar gracias. ¡Miren en quien pone el cielo el ser dichoso! ¡Qué tanto a Lázaro sobre y tanto me falte a mí! JORDÁN: ¿Lázaro se llama? NABAL: Sí. JORDÁN: ¡Lindo nombre para pobre! Don Lázaro suena mal. ¿Y es muy rico? NABAL: Cosa es clara, si es necio. JORDÁN: Yo le llamara el Caballero Hospital. El será muy virtüoso pues tanto llega a tener. NABAL: ¿Quién dice que es menester virtud para ser dichoso? Antes sigue la desdicha a la virtud, que si fuera tal que méritos pidiera, ¡qué pocos tuvieron dicha!
Sale ABIGAÍL con manto y ANA, su criada
ABIGAÍL: ¡Hermosas damas! ANA: Entre ellas en el templo has parecido la hermosa. ABIGAÍL: Dirás que he sido un sol en tantas estrellas. A lisonjas te acomodas. Eso no me lisonjea. No quiero tener de fea que me lo parezcan todas. Quien tiene mayor beldad hable con menos mentira, y quien sin envidia mira juzga con mayor piedad. Tuya la censura sea, porque en juzgar de lo hermoso es siempre el más riguroso el tribunal de una fea. Nada miro con desdén; no hay en mí soberbia alguna. Como no envidio a ninguna todas me parecen bien. LÁZARO: Si es tan bella una criatura y merece tanto amor, ¿cuál será de su criador la celestial hermosura? Bien parece imagen suya su divina cara hermosa. ¡Oh, mil veces tú dichosa!, si es tan bella el alma tuya; mas beldad tan peregrina santa será. Es cosa llana. Si es la caja más que humana la joya será divina. NABAL: ¿No es hermosa Abigaíl? ¿Qué dices? ¡Por vida mía! JORDÁN: Digo que con ser judía me ha parecido gentil. ¿Qué te suspendes? NABAL: Repara en tan bella gentileza, que el cielo armó de belleza los peligros de su cara. ¡Qué tiernos, qué dulces brazos, para amistades posibles! ¡Qué blandas y qué apacibles las prisiones de sus lazos! ¡Qué presto ardiente y robusto robara, a tener ventura, el campo de su hermosura con ejércitos de gusto! JORDÁN: Pías consideraciones has hecho. NABAL: Todos me crean, que sólo mientras desean son fuego los corazones.
Acompáñala LÁZARO
Mira como la acompaña y ella admite su locura; que de la hacienda y ventura aún la sombra sólo engaña. ABIGAÍL: No habéis de pasar de aquí. ¡Por mi vida! No paséis que para que vos me honréis no hallo méritos en mí. LÁZARO: No dejaros determino, que voy respetando en vos de las fábricas de Dios un edificio divino. NABAL: Siempre seguirla procura. ABIGAÍL: Como noble sois cortés. NABAL: Mal haya tanto interés. LÁZARO: Bien haya tanta hermosura.
Vanse ABIGAÍL, LÁZARO, ANA y BALTASAR
NABAL: ¡Cuánto la riqueza engaña! ¡Oh, qué de afrentas que paso! ¡Qué de mí no hicieron caso! ¡Soberbia y locura extraña! ¡Qué cosa más desvalida! Y lo que pobre se vive no sé yo quien lo recibe para en cuenta de la vida. ¡Ah, mujeres codiciosas! ¡Ah, ricos locos y altivos! ¡Los más viles más esquivos, más necias, las más hermosas! ¿Sálvase el pobre? JORDÁN: ¿Estás loco? Antes los más ricos vienen a peligrar, porque tienen en qué merecer más poco. Para todos igualmente seguro el salvarse está, el rico por lo que da y el pobre por lo que siente. A todos el cielo aguarda, no hay sobornar su favor, que para el grande y menor hay sus ángeles de guarda. NABAL: Mientes, miente tu simpleza. ¡Ángel el pobre! Me fundo en que no se vio en el mundo más ángel que la riqueza. JORDÁN: De tus locuras me espanto. NABAL: Jordán, si rico me viera, mejor que Lázaro fuera, que tiene fama de santo. JORDÁN: Será mayor tu crueldad, pues quien con tanta inclemencia pobre no tiene paciencia, rico no tendrá piedad. NABAL: Salvarme pobre y con penas, difícil es. JORDÁN: ¡Grave exceso de impiedad! Mas dar en eso encierra dos cosas buenas. Escúchalas brevemente; porque si das en discreto, en dichoso, en ser perfeto, en lindo, en sabio, en valiente, podrás quererlo y no sello; mas si dieres en decir que a los infiernos te has de ir, luego te saldrás con ello, y en dolor tan importuno otra cosa mejor tienes, que para que te condenes no has menester a ninguno. NABAL: Si no soy rico, no siento modo de salvarme. JORDÁN: Tente; que si eres pobre impaciente, serás un rico avariento.
Sale CUSTODIO, de peregrino o pobre
CUSTODIO: (De este bárbaro crüel Aparte confundir quiero, y que vea que aún hay quien más pobre sea, pues remedio espera en él. Mi paciencia en su rigor ha de enseñarle a sufrir, pues no ha llegado a pedir que es la desdicha mayor). A este pobre peregrino dad limosna, por amor... NABAL: ¡Ay, rabia! ¡Ay, pena mayor! ¡Ay, desdicha! ¡Ay, desatino! ¿Limosna yo? ¡Cielo airado! Llegue y partiré con él rabia y envidia crüel; que es lo que el cielo me ha dado. ¿Qué me tienta y me provoca? Si con esta impertinencia quiere probar mi paciencia, ya se ve que tengo poca. JORDÁN: Que perdone le suplico; que es tan pobre, y no se asombre este buen...(Digo mal) Aparte ...hombre, que hasta un Lázaro es más rico. Pero aunque en esta ciudad tantas sus miserias son, es más pobre de razón, de paciencia y de piedad. NABAL: No soy pobre, soy demonio. Infame nombre me das. JORDÁN: Créalo porque jamás se levanta testimonio. NABAL: ¿Limosna a mí? ¡Vagamundo! CUSTODIO: Que eres pobre, yo lo creo, mas de hacer bien el deseo a nadie faltó en el mundo. ¿Cuándo al pobre no se ayuda y sin limosna se deja? Ya que fue sorda la queja, la lengua parezca muda. NABAL: Tras ser pobre imaginero, y bachiller y enfadoso, da en necio. ¡Qué virtüoso! ¡Qué cansado consejero! Vaya con Dios. CUSTODIO: ¡Qué impiedad! JORDÁN: (Con Dios dijo. A fe que es dicha). Aparte CUSTODIO: Pobre y necio, ¡qué desdicha! NABAL: ¿Porfía tu necedad? CUSTODIO: ¿Así un pobre se despide?
Vase [CUSTODIO]
NABAL: De su agravio así me vengo, pues los bienes que no tengo me acuerda quien me los pide.
Sale LÁZARO con un bolsillo
LÁZARO: (Paréceme que miré Aparte a Nabal con gran tristeza. ¿Si es la causa la pobreza? Pero, ¿quién triste se ve, --¡ay Dios!, aunque pobre esté-- si Dios la pobreza envía? ¡Oh, si quisiese algún día en santa necesidad ya que sabe mi piedad probar la paciencia mía! Quisiera dar a Nabal algún socorro, y sí pruebo, sin que él pida. No me atrevo; que puede llevarlo mal, Mas no hay bien al bien igual si ha de costar que se pida; que en la honra introducida, aun recibir, que es mejor, cuesta mucho del honor, de la paciencia y la vida. Un cuerdo modo he buscado con que poderle ayudar; que aun de pedir y tomar no quiero darle cuidado). Nabal, amigo. NABAL: (Agraviado Aparte estoy de que éste hable así). LÁZARO: Huélgome de verte aquí. ¿Cómo estás? ¡Suerte dichosa es la mía! Di. NABAL: (¡Qué cosa Aparte tan cansada para mí!) LÁZARO: Esta bolsa a la salida del templo topé. Si acaso, Nabal, has de estar al paso, hazme merced, por tu vida, que si hubiere quien la pida o la busque, se la des si las señas ciertas ves; que a un negocio voy y es tarde. Perdóname. Dios te guarde. JORDÁN: ¡Qué discreto! ¡Qué cortés! NABAL: Harélo así. LÁZARO: (Alegre está). Aparte Si no viniere por ella, Nabal, quédate con ella, que Dios quizá te la da.
Vase [LÁZARO]
JORDÁN: Bolsa tienes. Guardalá. NABAL: ¿Restituiréla? JORDÁN: Menguado, ¿eso dices? NABAL: ¿Y lo honrado y lo perfecto también? JORDÁN: Ninguno es hombre de bien en dinero de contado. NABAL: Nada el pobre ha de tener; todo el rico lo ha de hallar. ¿Siempre al pobre han de durar las injurias del nacer? ¡Bolsa a mí! ¿Qué puede ser? Ya lo sé, que me da pena, que restituírme ordena éste algún dinero a mí; que los más de ellos así son ricos de hacienda ajena.
Sale CUSTODIO
CUSTODIO: Agora limosna espero de tu mano generosa que ya puede ser piadosa. NABAL: ¡Qué presto que olió el dinero! Ni me da gusto, ni quiero. CUSTODIO: ¡Por amor de Dios! NABAL: ¡Por vida! ¡Ah, pobreza aborrecida! Más quisiera no tenello que estar sujeto con ello a que un pobre me lo pida. CUSTODIO: Mira, como tienes ya qué dar, y estás más tirano, más fiero y más inhumano. NABAL: ¡Qué necio y pesado está! CUSTODIO: Castigo tuyo será ser rico, que un pecador con la abundancia es peor, y peca con más licencia; y lo que ha sido impaciencia es soberbia y es rigor. (Custodio soy y ángel bueno Aparte de este infiel, que en tanto engaño se verá, para más daño, de bienes del mundo lleno. Que entrar no puede en el seno de Abrahán tanta avaricia. Mi Dios, si por su codicia no llevare mi verdad, fruto para tu piedad, llevaréla a tu justicia).
Vase [CUSTODIO]
NABAL: Si el pobre me ha de cansar, Jordán, más quiero sufrir la bajeza del pedir que la nobleza del dar. Si a rico puedo llegar, será regalado, entiendo, mi cuerpo, mi bien eterno, que otro Dios mi vida ignora y no hay más Dios. JORDÁN: Desde agora pido albricias al infierno.
Vanse y salen JOSÉ y ABIGAÍL
JOSÉ: Bellísima Abigaíl, de quien aprenden colores para matizar sus flores los pinceles del abril, amor es flecha sutil que en mi alma va formando tu bella imagen, y cuando la adora, amante y fïel, como es flecha y es pincel va rompiendo y va pintando. Tu primo soy, y la parte de tu sangre fiel, sin duda, que a las estrellas ayuda a inclinarme para amarte. Amor es puro, y sin arte. Las fuerzas del alma empleo en amar el bien que veo, y como es casto el ardor, nunca manchan este amor la esperanza ni el deseo. ABIGAÍL: José, amarme pudieras sin darme noticia a mí de esos amores; que así verdadero amante fueras, pues que premio no quisieras; que amor que se da a entender, claro está, que quiere ver premio que le satisfaga; y amar pretendiendo paga no es amar sino querer. JOSÉ: ¡Oh, qué sutil diferencia entre el querer y el amar! ¿De modo que he de callar un amor que no es violencia? ABIGAÍL: O busca correspondencia o quiere agradecimiento quien dice su sentimiento; y si el fin que amor buscó es puro amor, mal amó quien no calla su tormento. JOSÉ: ¡Extraña filosofía y sofísticos extremos! Pues que amando a Dios, queremos que él nos ame, y no sería razón que en el alma mía tan bárbaro amor cupiera que la ley de amor rompiera y en sí mismo reprimido no quisiera ser sabido ni ser pagado quisiera. ABIGAÍL: Diferencia no has hallado entre el amor y el deseo si tiene amor por trofeo ser sabido y ser pagado. JOSÉ: ¿Amor, lo que ha deseado, cómo a su efecto contiene? Mas, ¡ay!, que Lázaro viene a interrumpir mi razón. ABIGAÍL: Los celos envidia son. El celoso envida tiene. JOSÉ: ¿Qué amante no fue celoso? ABIGAÍL: No me permiten los cielos amor de quien nacen celos, ni amante que es envidioso. JOSÉ: Luego ¿perdí temeroso lo que ganaba atrevido, o porque el otro ha venido pierdo el bien que amor concede? ABIGAÍL: No, que perderse no puede lo que no estaba adquirido.
Sale LÁZARO
LÁZARO: La buena conversación que entre los dos considero me alegra tanto, que espero celebrar esta ocasión. Primos, las almas que son de Dios imágenes bellas, como del sol las estrellas, gozan sus rayos supremos, y así los hombres debemos comunicarnos con ellas. Proseguid. ¿De qué se trata? ABIGAÍL: Del amor honesto. LÁZARO: Bien. Yo os amo, prima también de este modo, y me arrebata el alma beldad tan grata, que la de Dios considero. Y en amor tan verdadero que nos lleva el alma a Dios bien podéis hablar los dos. Proseguid, que escuchar quiero. ABIGAÍL: ¿Luego, amado, tú no sientes el tener competidor en la causa de tu amor? LÁZARO: No, que fueran accidentes de firme amor, varias gentes, reinos, climas, paralelos, la tierra, el mar y los cielos. En todos su luz influye y ni el sol se dio ni huye, ni a los que alumbra da celos. ABIGAÍL: ¿Ves, José, como este amor tiene calidad más pura? JOSÉ: ¿El amor de la criatura no ha de tener el valor que el de Dios? LÁZARO: Ése es error porque la hermosura humana aunque nos parece vana es un retrato, un espejo, un relámpago, un bosquejo, de la beldad soberana. Un arroyo, ¿no es tesoro dulce, hermoso y transparente del rüido de una fuente? Y luego, en arenas de oro es instrumento sonoro que alaba su original, haciendo un son natural a los pájaros cantores, con lazo y traste de flores, y con cuerdas de cristal. Los once cielos, aquellas esferas y orbes supremos en quien tachonadas vemos mil y veinte y dos estrellas, ¡qué por imágenes bellas y la fábrica exterior que nos descubre el valor que hay dentro y nos asegura que aunque es grande su hermosura, la del imperio es mayor! Cualquiera mortal belleza de Dios su principio tiene, y derivándose viene a nuestra naturaleza. Es inmensa su grandeza de suerte que no declina, y así amor que nos inclina a la hermosura mortal ha de ser amor igual al amor de la divina. ABIGAÍL: Ésa es honesta opinión. JOSÉ: Es rico y tú eres mujer. Bien claro está que ha de ser preferida su razón. ABIGAÍL: Primo, estos celos no son dignos de un amor honesto.
Salen NABAL y JORDÁN
JORDÁN: Ocupado está ya el puesto. Poco lugar te darán entre un rico y un galán. NABAL: La dicha he de obrar en esto. JORDÁN: Yo pienso que en este amor, solo el dichoso has de ser; porque en efecto es mujer y escogerá lo peor. NABAL: Siempre vienes de este humor. JORDÁN: Todos somos maldicientes a tu sombra. NABAL: Si consientes una demanda cortés, ya que somos todos tres de una tribu y tus parientes. Yo, señora, te suplico que des de esposa la mano hoy al deudo más cercano o ya sea pobre o ya rico. Así mi amor significo. ABIGAÍL: ¡Extraña resolución! NABAL: Es éste mi condición, y siendo ardiente un deseo ninguna esperanza veo que me dé satisfacción. ABIGAÍL: Aún no da prisa mi edad para que yo tome estado, y Dios tendrá ese cuidado pues tiene mi voluntad. JOSÉ: ¿Cómo cabe en tu beldad tal esquivez, tal rigor? Dale siquiera un favor al que más te estima y quiere, porque cortesmente espere premio de este honesto amor.
Quítase una flor con tres cintas: verde, encarnada y blanca
ABIGAÍL: Este lazo y esta rosa, que de colores distintas forman y tejen tres cintas, daré afable y generosa, aunque no en señal de esposa, al que probare mejor que merece mi favor. LÁZARO: (Es discreta Abigaíl). Aparte Tu entendimiento es sutil como es inmenso tu honor. JORDÁN: ¡Oh, qué bellas necedades dirán agora los tres! NABAL: En el hombre el valor es de más altas calidades que riquezas ni beldades. Ni soy rico ni galán, mas tan unidos están el amor y ánimo en mí que esa rosa merecí. JORDÁN: Pienso que no se la dan. ABIGAÍL: ¡Qué soberbia presunción! Diga, José. JOSÉ: Yo me ofrezco a probar que la merezco con una fuerte razón. Cuantas damas ve Sïón me han estimado, y querido. Pagué a todas con olvido, a ti sola con cuidado. Luego, mucho te he obligado. JORDÁN: También éste la ha perdido. ABIGAÍL: ¡Galán desvanecimiento! LÁZARO: Yo, aunque tu amante me llamo, tan sin esperanzas amo, que ni tengo atrevimiento a pedirla, ni en mí siento razón para merecella. Quédate, prima, con ella, que habiéndola de estimar por ser tuya, ¿qué lugar podré darle, o qué tesoro, donde esté con más decoro que en ti misma? ABIGAÍL: ¡Esto es amar! Yo la recibo y me voy, que están mis padres esperando.
[Vanse ABIGAÍL y ANA]
JORDÁN: ¡Cuál se la quedan mirando los tres! Riéndome estoy. LÁZARO: Nabal, José, queda en paz.
[Vase LÁZARO]
NABAL: ¡Vive Dios, que me fastidia su humildad! Todo es envidia. JORDÁN: El Lázaro es muy sagaz. ¡Con qué discreción... JOSÉ: Yo siento... JORDÁN: ...se despidió! JOSÉ: ... con enojos, que nos quebrase los ojos. NABAL: Tormento añado a tormento. JOSÉ: De los tres es el dichoso. Aquí no hay más que esperar. Yo me voy.
[Vase JOSÉ]
NABAL: Todo es pesar. JORDÁN: Parece que va celoso. Buenos habemos quedado, como dicen a la luna. NABAL: Maldiga Dios mi fortuna. ¡En todo soy desdichado! JORDÁN: Señor, ya reparo en ello. De tu original pecado participo por crïado sin comerlo y bebello. Tu mismo error te condena. NABAL: No es olvidarla posible. JORDÁN: ¿No miras que es invencible? NABAL: Más invencible es mi pena. JORDÁN: Pues, siguiendo su desdén vendrás, señor, a quedar sin ella y con gran pesar. Mirad con quién y sin quién. Mas yo, aunque tan poco valgo, si en este empeño me hallara, luego al punto la envïara... NABAL: ¿A dónde? JORDÁN: ...a espulgar un galgo; que es lo demás necedad. NABAL: Más disparates no digas; que en vano a mudanza obligas mi constante voluntad. Dé Abigaíl los amores. Rendido de su belleza, aunque miro su entereza, aunque advierto sus rigores, aunque su virtud no ignoro, y su favor no merezco, sus desprecios apetezco, sus desdenes enamoro, sin que pueda resistir en mi amante desear un bien que todo es penar, un mal que todo es morir. JORDÁN: Bien se ve. NABAL: ¡Qué pena tal es rabia! JORDÁN: Pues, saludarse; que puede ese mal pegarse y es incurable ese mal. NABAL: Ya hallé medio. JORDÁN: ¿Cuál será si tu locura se advierte? NABAL: Darme a mí mismo la muerte. JORDÁN: ¡Oh, qué bien pensado está! Alabo tu buen intento y puedes ir consolado que no has pagado crïado ni hecho ningún testamento. Esta acción que haciendo estás no es acción que te alborote. Un bobo de capirote no pudiera decir más. NABAL: Jordán, ¿qué tengo de hacer? JORDÁN: Que moderes la porfía aconsejarte quería. NABAL: ¿Qué no causa una mujer? ¿Cómo saldré de esta calma? JORDÁN: ¿Cómo? ¡Muy fácil, señor! Dejar de tener amor, que es pesadilla del alma. Yo quiero darte un consejo. NABAL: Ninguno habrá que me cuadre. JORDÁN: Ve y pídesela a su padre. NABAL: Soy pobre y es rico el viejo; pero tu consejo aquí elijo por mejor suerte. JORDÁN: Mejor es que darte muerte. NABAL: Pues, Jordán, vente tras mí.
Vanse. Salen LÁZARO con un papel, y BALTASAR
LÁZARO: Baltasar, yo deseo hacer bien a Nabal, y dudo el modo. BALTASAR: Señor, a un hombre ingrato, soberbio y sin piedad, ¿cómo te inclinas? Siendo opuestos los dos, ¡qué estrellas pueden con sus luces divinas hacer bien a un tirano? LÁZARO: Maravillas de Dios, rey soberano. No debemos los hombres, mayormente los ricos, examinar las almas y conciencias de los pobres a quien tan de justicia se debe la limosna. ¿Qué piensas tú que son los que son ricos? Mayordomos de Dios, dispensadores que su hacienda administran repartiéndola bien entre los pobres. Nabal es noble, y de mi misma tribu, y quizá la pobreza le da con la condición su aspereza. Podrá ser que teniendo más descanso reduzca sus costumbres dulce y manso. BALTASAR: Pues bien, ¿y cómo piensas, si él no te pide nada, hacerle bien alguno? LÁZARO: Esta dificultad tengo mirada; que dar a quien no pide algunas veces es dar vergüenza y pena, porque ya la pobreza, el mundo loco, siendo amiga de Dios, la estima en poco.
Saca un papel
Por esto tengo escrita esta cédula en que finjo le debo a su padre Eliázar este dinero, y tú se la has de dar. BALTASAR: ¿De qué manera? LÁZARO: Diciendo que la hallaste entre algunos papeles. BALTASAR: Ya lo penetro. Baste. Haces en esto lo que siempre sueles. Piadoso y sabio estás. LÁZARO: Si Dios me ha dado riqueza singular, y las riquezas prestadas las tenemos del mismo Dios, pagárselas debemos. Allí le ha visto. Voyme porque puedas hablarle.
Dale el papel y vase [LÁZARO]. Salen NABAL y JORDÁN
NABAL: Jordán, yo tengo sed. En esa casa podrás, pues eres hombre despejado, pedir un jarro de agua. JORDÁN: Arrójate a la orilla de mi nombre y así podrás beber. NABAL: ¡Acaba, necio! JORDÁN: Acaba tú también de ser durazo. Dineros tienes y aguadores pasan que en cándidos cristales, y en barros que parecen de claveles, vendiendo van el agua dulce y pura, y una moneda vil sólo es el precio. Dales limosna y bebe; que limosna es comprar de los pobres. NABAL: Así no me aconsejes; que sufriré la sed ardiente y dura antes que hacer piadoso un átomo de bien, y el cielo airado se muestra para mí. ¿Qué ley consiente que liberal me muestre con la gente?
Se acerca BALTASAR
BALTASAR: Mis albricias ofrecidas, buenas nuevas te daré. NABAL: Ni habrá por qué yo las dé ni por qué tú me las pidas. BALTASAR: Cumplir podemos los dos si ésta te vengo a ofrecer, que la debió de perder tu padre; que quiera Dios, revolviendo unos papeles, hallé esta cédula en quien el cielo pinta tu bien.
Dale el papel
NABAL: ¡Con soberanos pinceles!
Lee
"Confieso por esta cédula que debo a Eliázar, del tribu de Judá, mil y quinientos escudos de oro, y los pagaré a él o a Nabal su hijo, siempre que los pidan, y lo firme de mi nombre. Lázaro" BALTASAR: Pues tu padre no cobró esa partida, bien puedes si le heredas y sucedes pedirla a Lázaro. Yo, que he hallado este papel le traigo y no lo difiero. Bien mis albricias espero. NABAL: ¡Que esto pase en Israel! ¡Qué haya ricos que las venas del pobre sangrar intentan y sus tesoros aumentan con las haciendas ajenas! Los ríos más eminentes, compitiendo con el mar se suelen tras sí llevar los arroyuelos y fuentes. Eran charcos, ya son ríos que, sus tiranos raudales robando ajenos cristales, cobran fuerzas, cobran bríos. Los ricos, de esta manera, exentos de humanas leyes, compitiendo con los reyes, quieren dilatar su esfera. Y al pobre con tiranía bien en Lázaro se ve. ¿Qué mucho que rico esté si ocultó la hacienda mía? Y tú, lisonjero amigo, que esta cédula encubriste, ¿cómo albricias me pediste cuando mereces castigo? Cómplice disimulado de este latrocinio, advierte que pues no te doy la muerte buenas albricias te he dado. BALTASAR: ¿Quién vio tal ingratitud? Ya lo dudo aunque ya vi; mas, ¿cuándo no paga así la malicia a la virtud? Hoy Lázaro liberal su mismo bien apercibe y al tiempo que lo recibe le ofende y le trata mal.
Vase BALTASAR
NABAL: ¿Qué dices? JORDÁN: ¡Mil y quinientos! Ya tendrás de qué pagarme. NABAL: No empieces a importunarme. ¡Oh, crïados! JORDÁN: ¡Oh, avarientos! NABAL: Sirve y calla, que he de ser rico al fin. JORDÁN: ¡Jornada es larga! Llevaba un hombre una carga de vidrios para vender. Preguntóle otro: "¿Qué trae en esa carga, mancebo?" Él le respondió: "¿Qué llevo? Nada si el asno se cae." A ser este vidrio llega la esperanza de tus bienes, porque en la cédula tienes nada si Lázaro niega; mas él viene por aquí. Háblale sabio y cortés, que lo merece, pues es...
Sale LÁZARO
NABAL: Basilisco para mí. Señor Lázaro... LÁZARO: ¿Señor? NABAL: ¿Esta firma es vuestra? LÁZARO: Sí, confieso que la escribí y que soy vuestro deudor, Nabal amigo. JORDÁN: ¡Pardiez, que en el anzuelo está asido! El asno en fin no ha caído. Vidrio tienes esta vez. NABAL: ¿Y cuándo podréis pagar? LÁZARO: Pagaré de aquí a seis días. NABAL: Ésas son vanas porfías. Seis horas no han de pasar a una cosa tan debida. Harto mi padre esperó pues que nunca lo cobró en los días de su vida. JORDÁN: Señor Lázaro, pagar o ir a la prisión. LÁZARO: Si eso ha de ser, por no estar preso, ¡vamos! Venidla a contar. Muy bien me pueden prender. No son rigores ni extremos porque los ricos debemos lo que el pobre ha menester. JORDÁN: Vamos por ello al momento. LÁZARO: (¡Oh, qué bien ha sucedido!) Aparte
[Vase LÁZARO]
NABAL: Mi dinero, ¡dicha ha sido que confesase! JORDÁN: ¿Contento estás agora, señor? Muy bien me puedes pagar. NABAL: ¿Cuánto va que te he de echar de mi casa? JORDÁN: ¿Hay tal rigor? Ya la sed que te afligía se habrá pasado. NABAL: No pasa. Pídeme agua en esta casa. JORDÁN: ¿Avaro estás todavía?
[Vase JORDÁN]. Sale [CUSTODIO] vestido de pobre
CUSTODIO: (¡Con qué amor, con qué cuidado Aparte dulces caminos prevengo a esta alma que a cargo tengo desde que Dios la ha crïado! Soy compañero del hombre.) ¡Nabal! NABAL: ¿Quién eres, mendigo... CUSTODIO: Soy tu verdadero amigo... NABAL: ...que así has sabido mi nombre? CUSTODIO: ...quien las desdichas previene. Ten tú lástima de mí. NABAL: No he de tenerla de ti si Dios de mí no la tiene. CUSTODIO: Confía de su clemencia. NABAL: Oyes, pobre porfïado, pedir al necesitado es darle más impaciencia. Si de Dios fío o no fío, Dios me ha de juzgar, no el hombre. Vete pues, y sabe el nombre de los ricos y no el mío. CUSTODIO: Mil y quinientos escudos rico te pueden hacer. NABAL: ¡Por eso habían de ser los pobres sordos y mudos! CUSTODIO: Si hoy piensas tenerlos, mira que vivas más generoso. NABAL: Pobre importuno y curioso, con esto me das más ira. En las repúblicas buenas no andan pobres indiscretos sabiendo ajenos secretos y oliendo vidas ajenas. Esta pobre cantidad hoy me la ha dado mi estrella para remediar con ella mi propia necesidad. Haz que cual Lázaro sea rico, y entonces verás si sufro más y doy más. CUSTODIO: ¡Plegue a Dios que yo lo vea!
Sale JORDÁN con un vidrio de agua
JORDÁN: El cristal y el agua fría te brindan y hacen merced. NABAL: Ya me ha quitado la sed la mucha bachillería de este mendigo. Volver puedes el vidrio. Aquí espero. CUSTODIO: Sed padezco, de sed muero; pues no la quieres beber, dámela a mí. NABAL: ¿Cómo dar? La sed tu enfado provoca, y hay un volcán en mi boca.
Bébela [NABAL]
JORDÁN: (Pues, bebe hasta reventar.) Aparte CUSTODIO: Dame el agua que ha sobrado. Mira que al pobre le debe. JORDÁN: ¿A lástima no te mueve? [¿Por qué este agua no has dado?] NABAL: ¡Tómala!
Arroja el agua y el vidrio
CUSTODIO: ¿Cómo creeré que has de dar, si rico estás, cuando así el agua me das? NABAL: Entonces responderé. JORDÁN: Yo temo tu perdición. Dale limosna. NABAL: No quiero. Anda, cobra aquel dinero. JORDÁN: No vi mayor ambición.
Vanse [NABAL y JORDÁ:N]
CUSTODIO: Dios, que eres lumbre de lumbres y belleza de bellezas, dale a este monstruo riquezas. Quizá mudará costumbres.
Sale el DEMONIO muy galán
DEMONIO: En vano a Dios solicitas, celestial inteligencia cuya hermosura perdí. CUSTODIO: Por ambición y soberbia. DEMONIO: Tu igual soy desde aquel día que derribé las estrellas como soberbio dragón. CUSTODIO: ¡Bien me acuerdo de esa guerra! DEMONIO: Ya ves que da admiración al reino de las estrellas mi ciencia. CUSTODIO: Sé que perdiste la caridad, no la ciencia. DEMONIO: Desde que tuvo principio el alma dura y proterva de Nabal, la acompañamos. CUSTODIO: Sí, mas con tal diferencia que yo la guardo de ti. DEMONIO: Es verdad, ¿mas por qué intentas, --si sabes su inclinación-- que el cielo le dé riquezas? CUSTODIO: Porque si a Lázaro imita, con una limosna pueda ir al limbo con los padres. DEMONIO: ¿Y es razón que todos sean ricos y que sin trabajo, sin fatiga y penitencia, con sólo dar lo que sobra el cielo esperen? Merezcan con su paciencia y ayuno. CUSTODIO: Si Nabal está a mi cuenta, sólo pretendo su bien y a las celestes estrellas lo pediré. DEMONIO: Pues yo no. Antes le pienso dar quejas al que es la misma justicia, al que solo vive y reina. ¡Ah, Custodio! ¿Qué me quieres?
Mira al cielo
CUSTODIO: ¡Ah, Potestad y Cabeza de mi santa jerarquía! Suplicar a Dios quisiera que dé riqueza a Nabal. Quizá el corazón de peñas ablandará en la mudanza. Este bien sólo merezca.
Mira al cielo
DEMONIO: ¡Angélica Potestad! Basta que Lázaro tenga riquezas con cuyas sobras conquiste la vida eterna. ¿Qué mucho que con descanso agradar al cielo puedan los hombres en los trabajos, la fe, y el amor se muestran? Si fuere rico Nabal, Lázaro mísera sea, y verán si su virtud se convierte en impaciencia. CUSTODIO: Si los ángeles debemos, con la claridad eterna, guardar al hombre, yo puedo, dándome Dios su licencia, dar a Nabal lo que pide para que así le convenza si fuere rico avariento. DEMONIO: Mucho pueden las riquezas; y así temo no conquiste al reino de Dios con ellas. Pero a Lázaro asiré si acaso Nabal se suelta de mis prisiones. CUSTODIO: Nabal, prosperidades espera. DEMONIO: Y tú, Lázaro, desdichas que yo no doy cosa buena.

FIN DEL PRIMER ACTO

El rico avariento, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002