ACTO TERCERO


 
Salen fray MORTERO de donado, y CATALINA
MORTERO: Nuestra hermana Catalina, a Jesús del Monte sea bien venida, que ha mil años que no entra por estas puertas. CATALINA: Ezamo plesa hasta angora, padre nuessa fray Mortera, como ya habremo sabido. MORTERO: Ya supe que pidió iglesia don Pedro, que hizo probanza, que junto a la propia cerca de Jesús del Monte, que es el cementerio de nuestra casa, le prendió el virrey, y que después de tenerla, del monasterio sacó a Laura, donde don César su hermano se retiraba por ciertas desavenencias, que tuvieron en la cárcel los dos, y salió con ella a campaña aquella noche, y sabiendo el conde César, que don Pedro hizo esta infamia, con resolución resuelta, rompió con Vilhán la cárcel dando garrote a una reja y convocando sus deudos, que todos seguirle muestran armados de todas armas y bocas de fuego, intentan la venganza de este agravio, y de los demás, que hoy vuelvan en la boca de la fama; y que también su excelencia los ha llamado a pregones, y agora de sus cabezas ha publicado las tallas. CATALINA: Ya sabemo, que en Palerma, Catalina, nos quedamo por la disijuladera, y pléndida nos pusimo a cuisitiona de tormenta, en cueras, como su madre en Mandonga nos pariera, y de látima quitamo de la pobra la virreya; y tu amo por escrava ha de estar cuatro mesas en la cárcel, que pensamo delante la pregonera, y lo verdugo detrasa salir como para eya, con cien priscas a la cola. MORTERO: Todo, hermana, fuera para merecer con Dios. CATALINA: Mejor, padre fray Mortela, supo hacer. MORTERO: Los regalos de Dios siempre los desean sus siervos. CATALINA: No dezeamo, regalo de azota en cueras, que aunque negla, zamo honrada. MORTERO: En Italia, ni en su tierra no se han cortado mejores otras dos varas de felpa; yo he tomado a cargo mío escribir su historia en lengua española y siciliana, en la latina y la griega. CATALINA: ¡Válgame Diosa, lo que ha estodiado fray Mortera! MORTERO: Desde que le cautivaron sobre la Pantasilea, hasta recibir el agua del bautismo, y de la iglesia entró a ser hijo, y hasta vestir la parda librea del seráfico Francisco, grangeando a penitencias peregrinas, en el cielo para tan dichosa empresa, la libertad deseada, por una cédula hecha de don Pedro, que a las manos del guardián según se cuenta milagrosamente vino, dispensándole por ella el año de aprobación, con tan altas excelencias de virtud, que pone espanto, a todos cuantos profesan los rumbos maravillosos de la seráfica regla. No se le conoce cama, ni mesa, porque en la tierra con la humildad igualando es su cama y es su mesa; de garfios trae por cilicio, rodeada una cadena, almilla de un alma, que hace con el cuerpo taracea. Cojos sana, mancos y otras paralíticas dolencias, que es gran jugador de manos, de brazos, pies y de piernas; y sin haber estudiado jamás, habla en cualquier ciencia, y latín mejor que turco, con ser su nativa lengua. Cada momento a ojos vistas con el demonio pelea, y viene a brazo partido rodando por la escalera. De noche se crucifica en una cruz en la huerta, habiéndola antes llevado un gran distrito a cuestas. Al sagrado sacerdocio los prelados le amonestan, y él se excusa con decir que quiere seguir las huellas de su seráfico padre, mirándose indigno de esta dignidad. ¡Lo que tardara, Jesús, si misa dijera! Para un cazador, o para un pretendiente, que cuenta los bocados a su vida, los átomos a sus quejas; y con ser lego no más, con los oficios le ruegan del convento y la provincia. ...................... [ -e-a] Gime, y llora de rodillas, la boca por tierra puesta, suplica que no hagan burla de él con tan pesadas veras. Cuando va a pedir limosna a los muchachos que encuentra les pide que le estornuden, que le tiren lodo y piedras, y algunas veces y muchas le obedecen, y se mezclan entre ellos, para afrentarle, demónico de la escuela de Lucifer, que la dan méritos, cuando más piensan que han de inquietar su constancia, y deslucir su paciencia. Y yo excuso de ir con él todas las veces que intenta humilde que le acompañe, que vuelvo como una breva; y si no me engaño agora, hacia el altar mayor suenan sus voces, y viene dando por los escalones vueltas con algún demonio, que por la maroma voltea del infierno, se ha encontrado. ¡Con notable estruendo rueda! El templo se viene abajo. CATALINA: Jesuncrisa sea con ella, con fray Mortera y conmigo.
Suena ruido y sale rodando ROSAMBUCO, vestido de lego con sangre en la cara
ROSAMBUCO: Bestia de siete cabezas, que quebranto aquella planta pura, de la mejor Eva, no has de rendirme, aunque más contra mí te armes de ofensas alevosas y villanas.
Dentro una VOZ
VOZ: Tizón, que aspiras a estrella, noche del Asia, que a ser sol de Palermo te alientas, yo me vengaré de ti. ROSAMBUCO: Cobarde, que a la pendencia por las espaldas embistes, tus amenas soberbias no temo; que tengo el alma guardada de la presencia de Dios. Infernal lechuza, ya tus oscuras tinieblas huyen de su luz. MORTERO: ¿Qué es esto, padre Fray Benito? ROSAMBUCO: Cierta pendencia, nuestro hermano Fray Mortero, con aquella antorcha de la mañana que se anocheció ella mesma con aquel Ícaro loco, que osó con alas de cera asaltar del mejor sol los rayos y aun no escarmienta. MORTERO: Ya conozco, padre mío, quién es por las mismas señas esa figura. ¡Ay!
Danle
ROSAMBUCO: ¿Qué es esto? MORTERO: Hanme aturdido la testa con gran tamorilada, que ser mayor no pudiera de una mano de reloj; y mano que tanto pesa, ni es para aqueste Mortero, ni para ninguno buena; désela su dueño a Judas para que mate candelas, y sea en las semanas santas la paulina de tinieblas. ROSAMBUCO: Persígnese, Fray Mortero. MORTERO: ¡Y cómo! ROSAMBUCO: Ya tenga paciencia; que anda este rey de las sombras muy licencioso. MORTERO: En la iglesia es mucha bellaquería, mucha infamia y desvergüenza. Váyase a algún carnicero, y váyase a alguna despensa por la señal de la Santa Cruz.
Persígnese
ROSAMBUCO: Ésa es grande defensa, porque es la espada con que venció Dios la muerte mesma. CATALINA: Yo también me persigno. ROSAMBUCO: ¿Qué hay por acá, hermana nuestra Catalina? CATALINA: Nuesa padre Benito, venimo a vella, y a consolanda también. ROSAMBUCO: Ya supe que estuvo presa; ¿qué sabe de los hermanos don Pedro, Laura y Estrella? CATALINA: Desde que en campaña fuimo, no se sabimo más de eya viva, ni muerta en o mundo. ROSAMBUCO: Dios de su mano los tenga que les debo obligaciones y nunca me olvido dellas. CATALINA: Ni de mi olvidamo, padre, ya que somo entrambas pretas. ROSAMBUCO: Hagamos, hermana mía que las almas no lo sean ya que los cuerpos lo son. CATALINA: Plegan Diosa verdadera. ROSAMBUCO: Yo se lo suplicaré a Su Majestad inmensa en mis pobres oraciones. CATALINA: Basamo los pes por eya, que de rodilla pedimo santa turca, santa negla de Palermo, y de mi alma. ROSAMBUCO: Alce, hermana, de la tierra, acabe, levante, diga, ¿qué es lo que hace? ¿Qué intenta?
Levántase endemoniada
CATALINA: Devanécete, villano, Etïope, sombra fiera, de la capilla francisca, que su religión afrentas. MORTERO: Loca se ha vuelta la hermana. ROSAMBUCO: Catalina, en otra lengua la primer verdad que has dicho en toda tu vida es ésa. Vil padre de la mentira, equivocarme pudieras a no haberte recatado como áspid entre la hierba. CATALINA: ¡Engañar quieres a Dios con hipocresías modestas? ROSAMBUCO: No puede ser engañado Dios, que es la misma evidencia, suplir mis faltas y yerros, y perdonar mis ofensas, porque su misericordia mayor es que las arenas y los átomos del mar. Mas tú, desbocada fiera, mas tú, criatura ingrata, que no puedes merecerla, porque no puedes volverte atrás por inteligencia, y yo puedo arrepentirme, y ver a Dios, que se niega a tus ojos para siempre, ¿en qué valor, en qué fuerza te confías? CATALINA: En las propias con que arranqué las estrellas tras mí. ROSAMBUCO: Con esas andas en las mazmorras eternas desde entonces arrastrando. CATALINA: Bárbaro, ¿tú las apuestas conmigo? ROSAMBUCO: Y con todos juntos el infierno, como tenga a Dios de mi parte. CATALINA: ¿Tú, siendo un borrón de su idea, un escarabajo, un topo? MORTERO: ¿Qué haya dado aquesta negra en estar endemoniada, sin qué ni para qué sea? Como si su catadura de nuez moscada bayeta maridaje de mendiga no le bastaba por treinta flamencos experitados, si con sus teces trigüeñas la berenjena en arrope, en morcilla y girapliega? CATALINA: ¿Quién le mete en eso al fraile vinagre, si no desea, que otra mano de almirez sobre su mortero venga? MORTERO: ¡Eso no, por la señal de la Santa Cruz! CATALINA: Sin ella, ¿cómo sacó hoy de la olla de los enfermos tres piernas de gallina, y se las fue a merendar a la huerta? MORTERO: Porque estaba enfermo de hambre y es natural la defensa. CATALINA: Y los pies de puerco, infame, que hurtaste de la despensa ¿fïambres esta mañana antes que a Palermo fueras? MORTERO: Más hice en comerlos yo, que eran tan de puerco o puerca, que en su vida habían traído escarpines ni calcetas. CATALINA: Chistes conmigo, menguado, ¿siendo yo quien los inventa? MORTERO: Siempre fuiste invencionero. CATALINA: Allá va la mano. MORTERO: ¡Tenga! ¡Por la señal de la Cruz Santa! CATALINA: Yo os cogeré en la celda dormido. MORTERO: Echaréme yo por manta una cruz a cuestas. ROSAMBUCO: ¡Ea, fray Mortero, déme el hisopo y la caldera de agua bendita, que quiero sacar esta sierpe eterna de este cuerpo miserable. MORTERO: Voy en volandas por ella. CATALINA: No he de salir aunque encima me eches el mar. ROSAMBUCO: Norabuena, yo te haré salir a puros cordonazos. CATALINA: ¡Para ella, para ella, hermana prima! ROSAMBUCO: ¿Burlas haces de mis veras? No sabes tú que soy yo más valiente que tú muestras? Dios me ayudará.
Sale fray MORTERO con caldero y hisopo
MORTERO: Aquí está. ¡Fuera dije, fuera, fuera! ¡El recado de hacer sopas a esta canalla sedienta! ROSAMBUCO: Muestre acá, hermano, el hisopo. MORTERO: Tome, vuesa reverencia, y enjuágueme a Catalina por de dentro y por de fuera. ROSAMBUCO: ¡Ea, maldita criatura, reconoce tu sentencia, y de esta mujer humilde el alma y el cuerpo deja, que yo te lo mando de parte de Dios. CATALINA: ¿Cómo no me muestras la comisión que te ha dado de su firma y de su letra? Porque no siendo ordenado es imposible que puedas compelerme, motilón, para que yo te obedezca. ROSAMBUCO: Pues entretanto, obstinado monstruo, que yo se la pueda merecer y hacer hoy una bien precisa diligencia, donde para condenarse algunas almas se arriesgan, a quien debo obligaciones te he de dejar a la puerta de este edificio sagrado, atado en esta cadena de este rosario, pues otro Benito te ató en la mesma. CATALINA: ¿Eres tú como él? ROSAMBUCO: Su nombre me ayudará en esta empresa. CATALINA: Como perro me has tratado siéndolo tú. ROSAMBUCO: Feroz bestia, perro leal soy de Dios. Tú con la rabia primera, morder quisiste a tus dueños, y [San] Miguel, la defensa, saliendo saludó el aire imperio de tu soberbia. Vestigio indomable, vamos. CATALINA: Benito, ¿dónde me llevas de esto modo atropellado? ROSAMBUCO: A ponerte a la vergüenza hasta que vuelva. MORTERO: Y después te hemos de echar en galeras, ¡por la señal de la Santa Cruz! CATALINA: ¡A los cielos pesia pues le da tanto poder a una escultura de tierra! ROSAMBUCO: Tiene por alma el retrato de Dios. MORTERO: ¡Padre, vuelva, vuelva con brevedad! Que estará este mastín en su ausencia echando alquitrán y azufre. ¡Maledite, salte afuera!
Échale Fray MORTERO el agua y vanse y salen don PEDRO y LAURA, vestidos de bandoleros con charpas y pistolas
PEDRO: No temas todo el poder, Laura, del mundo conmigo. LAURA: No es César tanto enemigo que yo le pueda temer, ni a cuantos deudos están en su aleve compañía porque aunque son sangre mía, de tu valor me la dan mayores obligaciones granjeadas de mi amor. PEDRO: Conocerá mi valor en la que, Laura, me pones lo que durare este acero, de quien satisfecho estoy; que soy español, y soy don Pedro Portocarrero. Que es mucho el empeño mío y tus finezas son más, para no volverse atrás las deudas de mi albedrío. ¿Qué arroyo que despeñado deja entre verde espadaña la furia de la montaña por las caricias del prado, volvió a los peñascos fríos de su nobleza solar, hasta parar en el mar que es la muerte de los ríos? No es, Laura, con tu fineza menos arroyo mi amor, y sólo competidor de mí mismo en la nobleza. Estrella se nos quedó con Celio, como estos días duran sus melancolías en campo se perdió que no los descubro aquí. LAURA: Al castillo se habrá vuelto donde tu valor resuelto se opone al mundo por mí. PEDRO: Volvámonos, pues, allá; que temo del escuadrón de César una traición desmintiendo su nobleza; que los que a cobardes hechos lo que heredaron ocultan siempre las espaldas buscan para pasarse a los pechos. Y Estrella se habrá al castillo retirado, viendo el sol que va al ocaso español que yo, con los que acuchillo le buscaré cara a cara, para acabar de una vez con su soberbia altivez.
Por las espaldas salen el CONDE, VILHÁN, ESTRELLA y algunos bandoleros con charpas y pistolas
CONDE: Estrella, no le fue avara la que te conduce hoy a mis manos, pues tenía prendas de ti el alma mía. ESTRELLA: Tuya, conde César, soy, protestando que has de ser mi dueño; mas el tirano rigor de ir contra mi hermano no es de tan noble mujer. Como yo, siendo española, Portocarrero y Guevara, y Estrella, que por lo clara de sangre, al sol arrebola. CONDE: En Laura, que contra mí viene, tienes ejemplar también. ESTRELLA: Laura llega a estar, conde, ofendida de ti, y es mujer, y la mujer nació, por el ser que alcanza, de un parto con la venganza. CONDE: Ya, Estrella, no puede ser menos, en esta ocasión, que el de esposo es más cercano parentesco que el de hermano. PEDRO: Nunca contra la traición fue bastante, Laura mía, el valor sin el cuidado al matar anticipado. LAURA: Tienes razón, y del día creciendo las sombras van. PEDRO: Ya estamos sin gente aquí, Laura, pero no sin ti, en quien cifrados están juntos tantos corazones. LAURA: El tuyo, heroico español rayos puede dar al sol de empresas y de blasones. CONDE: Gente suena aquí, y si no es engaño de ilusión vana, don Pedro son y mi hermana. PEDRO: Las estampas de tus pies voy siguiendo, Laura hermosa, que vas volviendo con ellas las flores del campo estrella. CONDE: Ocasión es venturosa, pues los hemos encontrado solos. VILHÁN: Y no es lo peor, de espaldas. CONDE: A mi valor no le da un mundo cuidado. VILHÁN: Con todo es lo más seguro. ESTRELLA: No lo tienes de intentar. CONDE: Estrella, no has de estorbar la venganza que procuro. ¡Mueran!
Disparan y sale ROSAMBUCO
ROSAMBUCO: No podréis tan presto, que he de volver, inhumanos, a los aires con las manos las balas.
Hace que las aparta con las manos
CONDE: ¡Cielos! ¿Qué es esto? ROSAMBUCO: Venir un hombre a pagar lo que debe a su señor. PEDRO: ¡El conde es, Laura! LAURA: ¡Ah, traidor! PEDRO: Mi valor has de probar. Muera toda esta canalla, que hacerme inmortal espero; a Estrella a su lado veo que debieran de encontralla. VILHÁN: ¿A estas horas nos dan? ¿Cómo? El fraile mago, señor, es el mayor jugador que hay de pelotas de plomo. CONDE: De asombro se me ha caído la pistola de la mano. PEDRO: ¡Muera mi hermana! LAURA: ¡Y mi hermano! ROSAMBUCO: Dése, don Pedro, a partido vuestro coraje español, que hoy habéis visto poner el sol; y al amanecer quizá no vierais al sol; que estaba dada de Dios por decreto singular sentencia para bajar hoy al infierno los dos. Y a no haber intercedido el seráfico sagrado de quien soy subdelegado como más agradecido de haberme, sin interés, dado la carta de horro, que fue de mí bien socorro, que le tocó por quien es. Dios y por Francisco luego apelando a su clemencia, la pronunciada sentencia, y su medianero tan lego como fray Benito, envía a templar esos enojos, y a pasaros por los ojos la muerte que os desafía cada instante, y el infierno que os amenaza también. Enmendaos y vivid bien. Mirad que hay castigo eterno para un odio temporal; que Dios, don Pedro, consiente mucho mas no eternamente. Y procure cada cual mirar muy bien cómo vive; pues no tiene hora segura esta humana arquitectura que asaltos tanto recibe de la muerte cada día, con accidentes tan varios que se arman los contrarios contra tan grande monarquía, donde, como en mar y en tierra su poder se solemniza y gusanos de ceniza a Dios no le han de hacer guerra, que somos, aunque parece que en nosotros se retrata, hojas que el viento arrebata, sombras que el sol desvanece. CONDE: Mucho Dios encierra en este prodigio de santidad. PEDRO: Todo es rayos de piedad este prodigio celeste. CONDE: Quitámonos de delante de él, que nos da confusión, asombro y veneración su prodigioso semblante.
Vanse [el CONDE, ESTRELLA y los suyos]
PEDRO: Vámonos, Laura, de aquí aunque helada estatua soy con lo que habemos visto hoy yendo contigo y sin mí.
Vanse
ROSAMBUCO: Señor, poned vuestra mano en hacer las amistades de estas dos parcialidades, ruina del pueblo cristiano.
Dentro da voces CATALINA
Voces parece que escucho de aquel vestigio crüel que dejé atado de aquél que agora es nada y fue mucho. CATALINA: ¿Vienes Benito? ¿Benito, vienes? ROSAMBUCO: ¡Ah, cobarde! Ya conocerás cómo está en el valor infinito del nombre de tan gran santo, la virtud con que te ha hecho dar voces a tu despecho conmigo, haciendo otro tanto que con el gran patriarca honor del Monte Casino, donde de esplendor divino lleno, tirano monarca de las tinieblas, te ató de tus soberbias en pena.
Sale CATALINA
CATALINA: ¡Qué me ahoga esta cadena! Benito, ven, que yo te doy palabra, si de ella me desata tu poder, de dejar esta mujer que estoy más opreso en ella, y atormentado que en el fuego del infierno todo. ROSAMBUCO: Fue quien nos sacó del lodo su dueño, monstruo crüel, y basilisco infernal, porque a su rosario dio la Rosa de Jericó esa virtud celestial. La sin mancha concebida, la que en la idea del Padre antes del tiempo fue madre de Dios, por él elegida, la que quebrantó tu frente, la blanca Estrella del Mar. CATALINA: Yo lo confieso a pesar de todo el infierno ardiente. ROSAMBUCO: Eso sí, cuerpo de vos, aunque cuerpo no tenéis que aunque no queráis, debéis confesar honras a Dios. CATALINA: Sácame, acaba, Benito, de esta insufrible prisión. ROSAMBUCO: Ésta fue la comisión que contra ti solicito. CATALINA: Bastante es a compeler todo el infernal abismo, que está sin nada del mismo Dios, por tan pura mujer. ROSAMBUCO: Pues en virtud de ella, sal de ese cuerpo, sierpe vil. CATALINA: Ya la obedezco, alguacil de su corte celestial. Y la pongo, como ves en la boca y la cabeza que me rompió la pureza de sus virginales pies. Y vencido y afrentado, escupiendo áspides voy, adonde de Dios estoy para siempre desterrado.
Hacen ruido y cáese en el suelo CATALINA y sale MORTERO
ROSAMBUCO: Allá vais, y no tornéis cizaña de los mortales, escándalo de las vidas y autor del primer achaque. MORTERO: Padre fray Benito, sea bienvenido de la parte donde le mandó Dios ir, que es famoso caminante; que yo, desde que se fue no he pisado estos umbrales donde este mastín no ha hecho sino ladrar y llamarle. ROSAMBUCO: Ya fue, hermano, Dios servido que de atormentarme dejase a la hermana Catalina que como difunta yace en la tierra de rendida, que quiso Dios enviarle, por secretos suyos, este regalo, para que nadie se descuide de servirle, de la tierra le levante y éntrela, hermano, en la iglesia, porque dentro de ella pase este trabajo. MORTERO: Parece que de mi miedo no sabe ninguna cosa hasta agora, vuestra reverencia, padre. ROSAMBUCO: No es contra el hábito, hermano, rodó el infierno bastante. MORTERO: ¿Y corren la misma cuenta los donados que los frailes? ROSAMBUCO: Esta jerga, fray Mortero, se venera en cualquier parte. Ea, pues, tómela en brazos, y no tema. Dios delante. MORTERO: Detrás lo quisiera yo agora. ROSAMBUCO: Dios que no cabe en cielo y tierra lo lleva todo. No hay que limitarle ningún lugar. MORTERO: Todavía huele a azufre miserable. ROSAMBUCO: Vaya con ella. MORTERO: Yo voy con gentil costal de herraje; mucho pesa un perro muerto, si a cuestas ha de llevarse.
Vanse
ROSAMBUCO: Hoy es Viernes de la Cruz que se tremola estandarte con Dios Hombre sobre el Monte Calvario, sangriento Atlante, y a mi ordinario ejercicio no es justa razón que falte, aunque de tantos reencuentros flaco el espíritu escape. Busquemos, pues, en la huerta, como suelo, este admirable árbol de la vida hermoso porque a sus sombras descanse. Ya le descubro, y los hombros apercibo para darles este peso venturoso de dos balanzas tan graves de la gracia y de la culpa; que para que más pesase la balanza de la gracia esmaltada de su sangre pura, inclinó la cabeza dando el espíritu al Padre.
Descúbrese una cruz y al pie de ella el NIÑO dormido, en una calavera recostado
¿Qué niño es éste que miro, Narciso de estos cristales, que sobre una muerte duermes al pie de este árbol triunfante? Mas ya por las mismas señas os conozco, Hijo del Ave, que voló hasta Dios, y trajo a Dios consigo al encarnarle. Cordero Pascual, que al pie del ara estáis, ¿quién os trae otra vez al sacrificio pues la primera escapasteis tan herido y tan sangriento? Pero no quiero admirarme, que para morir de nuevo mis culpas serán bastante. NIÑO: Benito, tu amor me obliga que en este puesto te aguarde, que es cama de compañía donde vengo a regalarme para ayudarte a llevar ese madero admirable de la redención del mundo, pues con él los viernes haces memoria de mi pasión; porque pretendo pagarte lo que antes de ser tan mío hacer conmigo intentaste.
Levántase
¡Ea, Benito! ROSAMBUCO: Señor, ¿cómo intentáis humildades de un gusano tan indignas? No hay esferas que lo alcancen. Basta que me permitís con tantas indignidades que pise la tierra. NIÑO: Presto de los humanos contrastes victorioso pisarás, Benito, impíreos diamantes. ROSAMBUCO: Dejadme, pues que dé albricias, Dios mío, de nuevas tales. En lágrimas de contento todo el corazón desate.
Tocan cajas
NIÑO: Agora importa que vivas a mi fe, que estos marciales instrumentos, que se escuchan son de un pirata arrogante que envidioso de tus dichas baja alterando los mares de Sicilia, con pretexto de abrasar este homenaje sagrado, que patrocino y defiendo, y de llevarle tu cabeza al turco, siendo bárbaro horror de Levante. Benedicto Esforcia, de este convento, por quien tomaste el nombre, fue fundador ilustre, de semejantes casos advertido, como este edificio en el margen del mar, se mira de lejos, un Armería dio sus frailes para defenderle, siempre que suceden estos lances. Hazlo armar, que yo quiero también capitán me halles, y que Francisco, mi alférez mayor, tremole en los aires mi bandera, con las cinco sangrientas quinas reales. ROSAMBUCO: Pues, Señor, con tal caudillo, ¿Qué mundo hay que me basten? NIÑO: ¡Al arma, pues! Antes que pisen las bárbaras haces la playa del mar Tirreno, y mi fortaleza asalten. ROSAMBUCO: ¿Cómo asaltar? Vivís vos por tantas eternidades, que no ha de quedar de todos un átomo, que se escape de mi acero. NIÑO: ¡Ea, soldado de Cristo! ROSAMBUCO: No tiene sangre el mundo para verterla por vos.
Sale MORTERO
MORTERO: Padre mío, ¿qué hace? Que más de treinta bajeles por esos azules mares han llegado a nuestra orilla; y yo vengo a que se arme con esta espada y rodela acaudillando sus frailes. ROSAMBUCO: Dame, hermano fray Mortero, que en católico coraje se me enciende el corazón. MORTERO: ¡Al arma, mueran los canes, y viva la fe de Cristo! Nuestro seráfico padre también viva, y hacia el mar nuestra compañía marche. ROSAMBUCO: Marche, para que tiemble el abismo, la siempre ardiente despachada esfera, y cuantos contra el agua del bautismo despide esotra bárbara ribera, y muera este pirata de sí mismo que en pájaros de pez y de madera con los cinco mástiles por plumas devana el viento y tala las espumas. Caballo soy de Dios que. desbocado primero de mis locos desvaríos, de mi propio furor precipitado corrí por entre escollos y bajíos, ya de la fe católica enfrenado, relinchando y de los alientos míos escuchando los bélicos ensayos tascando fiero y escupiendo rayos. Antes que este tirano desembarque, bárbaro Arraz, la otomana luna, y escalas ponga a la pared del parque de esta de Dios seráfica coluna ni las arenas de sus plantas marque, prometiéndose próspera fortuna; recibid el volante escuadrón fiero con áspides de pólvora y acero. ¡Arma, pues, soldados míos! ¡Arma, valientes soldados de la seráfica iglesia! MORTERO: ¡Arma, que he de hacer pedazos a un escuadrón de Mahomas! ¡Fray Mortero soy, perraros!
Éntrase y dase la batalla dentro
PRIMERO: ¡Mueran, genizaros fuertes, estos papaces cristianos, y Rosambuco, mal turco, de Mahoma renegado! ROSAMBUCO: ¡Perros, vosotros primero, y para siempre tiranos, que es lo peor! MORTERO: Y las lunas del Asia están ya rodando. ROSAMBUCO: Pues, ¡viva la fe de Cristo, Jesús del Monte, soldados! MORTERO: ¡A ellos y cierra España! Que es echar por el hatajo y por la España, Mortero, apellidaré "¡Santiago!" PRIMERO: ¡Rayo de Alá y de Mahoma es el negro! ROSAMBUCO: ¡Ah, perros blancos, ninguno me ha de quedar que se escape de mis manos! SEGUNDO: ¡Huyamos al mar, que un Niño con una espada en la mano, y un papaz, retrato suyo, con una bandera a rayos sobre nosotros el viento cuaja! PRIMERO: ¡Huyamos!
Sale armado MORTERO
MORTERO: ¡Victoria por Jesucristo, por su madre y por el santo de los santos más humilde, seráfico soberano! Al son que le hemos hecho lindamente hemos danzado. ¡Y pocos turcos en seco! ¡Oh, cómo huyen los galgos, como es hecho, por el golfo! Agora, si no me engaño, viene el padre guardián con fray Benito en los brazos.
Saca el GUARDIÁN a ROSAMBUCO, herido
ROSAMBUCO: ¿Dónde me lleváis, adónde? GUARDIÁN: A la enfermería vamos. ROSAMBUCO: No es menester, padres míos, que heridas de amor tan alto no tienen cura ninguna. Ni la quiero ni la aguardo, que quiere aquél que me ha herido que muera de enamorado. Llévenme al altar mayor, vuestras reverencias, paso a paso, que para hacerme rico con Dios que es el blanco de este venturoso negro, sólo estoy solicitando este pie de altar que hallé, de Jesús acompañado, y Francisco. Morir quiero, que los dos me están llamando muy aprisa ya. GUARDIÁN: Pues, padre fray Benito, vamos, vamos. ROSAMBUCO: Presto me cumplís, Jesús, Dios de Amor y no vendado, la palabra que me disteis. GUARDIÁN: ¡Grande pérdida esperamos! MORTERO: Tras fray Benito me voy que esta victoria es aguado con su enfermedad agora, y negra dicha le mando si le falta [a] fray Mortero Fray Benito, el negro santo.
Vase. Salen don PEDRO y LAURA de bandoleros
PEDRO: Sin saber, Laura, por dónde ni cómo en el templo santo del seráfico Francisco y Jesús del Monte estamos.
Salen el CONDE, ESTRELLA. y VILHÁN
CONDE: Sin ver por donde venimos ni quien nos trae, el sagrado templo de Jesús del Monte confusamente pisamos. LAURA: ¡Prodigioso caso ha sido! ESTRELLA: ¡Ha sido notable caso! VILHÁN: O lo sueño o pienso, César, que venimos por ensalmo. PEDRO: El conde, Laura, y Estrella, si no es ilusión y engaño de la vista, están aquí. LAURA: Verdad es, no antojos vanos. CONDE: Estrella, Laura y don Pedro Portocarrero, si acaso imaginación no ha sido, están aquí. ESTRELLA: Imaginados o verdaderos, son ellos. CONDE: Con menos semblante airado lo llego a ver. LAURA: ¡Milagroso suceso! ESTRELLA: ¡Suceso raro!
Corren una cortina y aparécese ROSAMBUCO en el suelo y un crucifijo en las manos, y el GUARDIÁN y MORTERO al lado
ROSAMBUCO: Aquí, habiendo recibido los sacramentos, aguardo morir con gusto, que aquesta piedra en que estoy reclinado y esta cama, que la tierra me da, a ningún bien igualo, porque de aquí he de salir a tan eterno descanso como en la palabra dada fío. GUARDIÁN: Padre, fray Benito. MORTERO: Padre mío, padre amado. PEDRO: ¿Qué es lo que mis ojos ven? CONDE: ¿Qué es lo que estamos mirando? PEDRO: Laura. LAURA: Fray Benito es, que al pie del altar sagrado mayor de Jesús del Monte y Francisco es nuevo retrato.
Sale CATALINA
CATALINA: Nuesa padre fray Benita venimo a ver, ya que zamo en Palerma sabidora de su muerte malogrado. ¡Ay, Diosa, qué bien parece con Jesuncrisa en la mano! PEDRO: Parece que con los ojos, Laura, nos está llamando. CONDE: De lengua, Estrella, le sirven los ojos para llamarnos. ROSAMBUCO: Conde César y don Pedro Portocarrero mi amo, que es justo que así le nombre a quien me hizo de esclavo, dándome la libertad, digno de este hábito santo, que me solicita el cielo después de morir cristiano, habiendo nacido en clima tan lejos del bien que aguardo. Dios en mi muerte, este día se ha servido de juntaros con Laura y Estrella, a quien la fe y palabra habéis dado de legítimos esposos. Cumplidla, para dar a vuestros bandos fin, haciéndoos firmemente amigos y luego hermanos, que el perdón de su excelencia el virrey queda a mi cargo, que esto le he pedido a Dios. Daos las manos y los brazos agora. PEDRO: A impulsos soberanos ¿quién puede negarse? CONDE: A tanto móvil, ¿quién se ha resistido? PEDRO: Sean, conde, estos abrazos eternos. CONDE: Éstos, don Pedro, corran al vencer los años. PEDRO: Sirviendo a Estrella los míos. Y a Laura, los que os he dado. ESTRELLA: Vuestra esclava, hermano soy. LAURA: Yo lo mismo digo, hermano. GUARDIÁN: ¡Gran caso ha sido! MORTERO: No es éste de los menores milagros que este santo negro ha hecho. ROSAMBUCO: Ya, Señor, voy descansando con la merced que me hacéis.
Suenan chirimías y aparece en lo alto el NIÑO
NIÑO: Pide otra merced, bizarro soldado de mi milicia. ROSAMBUCO: Con rey, que hace a sus soldados tantas mercedes, no quiero andar cobarde ni escaso. NIÑO: ¿Qué quieres? ROSAMBUCO: Que me cumpláis un deseo, que ha luchado conmigo infinitos días; que es por último regalo en mi muerte de mi vida, revelarme el acto, cuando a Francisco le imprimisteis en el Monte Alberna al hado con cinco rojos trofeos de vuestra pasión los clavos. NIÑO: Vuelve los ojos y mira; allí está Francisco.
Arriba corren una cortina y está el santo con las llagas, de rodillas
ROSAMBUCO: ¿Tantos favores haces, mi Dios a aqueste humilde gusano? GUARDIÁN: Todos los cielos parece que agora se han trasladado a este templo. PEDRO: ¡Qué armonía tan extranjera! CONDE: ¡Qué rayos tan forasteros del sol! CATALINA: ¡Válgame Diosa, qué pasmo! ROSAMBUCO: Señor, con esta merced encomiendo en vuestras manos mi espíritu, recibidle, volviendo a un negro tan blanco. MORTERO: Todos piensan que a la gloria con fray Benito nos vamos. Padre, no me deje acá. GUARDIÁN: Calle, fray Mortero. MORTERO: Callo. GUARDIÁN: Ya dio el espíritu a Dios el negro del mejor amo. PEDRO: ¡Conde! CONDE: ¿Don Pedro? PEDRO: Los dos juntos a Palermo vamos a contar este suceso y a presentarnos. CONDE: Los brazos vuelvo a daros otra vez por amigo y por hermano. PEDRO: Y aquí acaba la comedia, pidiéndoos perdón, senado, de los yerros que tuviere el negro del mejor amo.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002