ACTO TERCERO


 
Salen NARDO Antonio y LEONARDA
NARDO: Enojada estás, Leonarda. LEONARDA: Rabio de enojo. Desvía. NARDO: Mira que eres alma mía. Vuelve los ojos. Aguarda. LEONARDA: No te escucho ni he de verte. No me engañes. No te creo pues no cumples mi deseo dando a Gerardo la muerte. Ya con Celia le casaste. A una villana cumpliste la palabra y me rompiste la que a nuestro honor juraste. Mas, ¿por qué, Antonio, te riño por la muerte de Gerardo cuando a mi lado gallardo acero más noble ciño? Mi padre por él murió. Dejo mi honor ofendido. ¿Por qué la muerte te pido si puedo matarle yo? NARDO: Cese el rigor, y dichosas, con que al mundo maravillas ésas del cielo mejillas lluevan claveles y rosas. Alienta de amor despojos. No temas, que estoy corrido. Si Gerardo te ha ofendido, yo le mataré a tus ojos. LEONARDA: Si ese presente me das por quien rigores padezco, tuya soy. El alma ofrezco. Pero, espérate; que hay más. De otra suerte me castiga tu rigor aunque te obligo, pues no te casas conmigo porque me llamen tu amiga. NARDO: Si el no casarme te ofende, es porque valiente brío para el casamiento mío mayor aplauso pretende. Causas de honor determino, sólo lo dejo de hacer porque el virrey venga a ser de nuestras bodas padrino. Presto de mis dichas todas se llegará el cumplimiento. Presto en Nápoles intento que se celebren mis bodas. Dame los brazos, ¡por Dios!, que recelaba perderte. LEONARDA: Si a Gerardo das la muerte, amigos somos los dos.
Abrázanse
NARDO: Media legua está de aquí. ............................. ............................ ............................ ......................[ -alle] ........................ [ -igo] Tú sola vendrás conmigo. A tus pies el alma halle. Primero aguardar conviene de Batistela el aviso. Hoy el término preciso de mi pretensión previene. Por capitán de caballos a Flandes quiero pasar. LEONARDA: Esos cargos suelen dar a señores de vasallos. NARDO: Esto al virrey he pedido y pienso que lo ha de hacer. Si no, verá mi poder en toda Italia extendido.
Saca LEONELO a un soldado español, muy roto [y] maniatado
LEONELO: Ande el bergante. SOLDADO: Quedito, señor soldado de bien. LEONELO: Haréle matar también. SOLDADO: No he cometido delito. NARDO: ¿Quién sois que mostráis valor? SOLDADO: Soldado español. NARDO: Quitad. Las manos le desatad. SOLDADO: Estimo tan gran favor. NARDO: ¿No os tengo mand[ad]o yo que al que es español dejéis, pues quien le ofende sabéis que a mi propio me ofendió? Ahora bien, ¿adónde vas? SOLDADO: A España. NARDO: Largo camino. Ayudarte determino. Muy roto y muy pobre estás; mas porque des testimonio de quien soy, vestirte quiero. Di en España lo que os quiero. SOLDADO: Dame tus pies, Nardo Antonio.
Sale MORÓN, con RUFINO, mercader, atado
MORÓN: Ande el villano. Camine. NARDO: ¿Que es eso, amigo Morón? MORÓN: Italiano socarrón, que ha de morir imagine. Este italiano, señor, que viene agora de España, le topé en esa montaña, y le prendí con valor. NARDO: ¿Eres italiano? RUFINO: Sí. NARDO: Fue el prenderle grande hazaña. ¿De adónde vienes? RUFINO: A España habrá dos años que fui. Pasé pobre y ya, señor, como a trabajar me aplico, a mi patria vuelvo rico. Puedo decir con honor. NARDO: Buen vestido. RUFINO: Bien ganado es por lo menos, señor. NARDO: Pienso que será mejor dársele a un pobre soldado. Desnúdate tú, español. ....................... [ -ano] Truequen vestidos. SOLDADO: Yo allano el mío a la luz del sol. MORÓN: Eche abajo los calzones, que ha de trocarlos también. RUFINO: ¿Señor? MORÓN: Luego, me los den. RUFINO: ¿Quién vio mayores leones? MORÓN: Presto pues, que se resfría el español. SOLDADO: Yo ya doy mi vestido. RUFINO: Muerto soy. MORÓN: Tome, camarada mía, y vístase. SOLDADO: Dios le guarde. MORÓN: Soy español. ¿No lo ve? SOLDADO: Luego en ello reparé. MORÓN: No sería en lo cobarde. NARDO: Agora que están vestidos, ¿qué dineros traéis? RUFINO: Señor, son de muy poco valor. MORÓN: Mas que los tiene escondidos. RUFINO: Una mula me han quitado. Allí los dineros van. MORÓN: Si ellos en la mula están, no ha de faltar un cornado. NARDO: La mitad de lo que hubiere a aqueste español daréis, y la mula. RUFINO: Pues, ¿no veis... MORÓN: No replique. RUFINO: ¿Qué hay que espere? NARDO: ¿No te dejo la mitad del dinero? RUFINO: Pues, señor, ¿y la mula? MORÓN: ¡Qué hablador! NARDO: Quitádsele luego. Andad. El español va muy lejos y tú a tu tierra llegaste. Pues con la vida quedaste, no te quejes. MORÓN: Dos pellejos he menester de italianos, para echar vino, señor. Éste parece mejor. ¿Mataréle? NARDO: Ten las manos. Dame los brazos, soldado español. SOLDADO: Tus plantas beso. NARDO: Vete con Dios. SOLDADO: ¡Gran exceso! MORÓN: Anda, pues. RUFINO: Estoy turbado.
[Vase el SOLDADO]. Sale MONTILLA
MONTILLA: (Aquél es el capitán). Aparte NARDO: Un hombre corriendo viene. MONTILLA: (Buen suceso me previene. Aparte La mujer me volverán). NARDO: ¿Quién eres? MONTILLA: Un español de tu escuadrón agraviado. Bajando de aquel collado que adorna la luz del sol, con una mujer que llevo a España, seis atrevidos soldados, bien prevenidos para un agravio tan nuevo en nombre español, llegaron y la mujer me pidieron. Defendíla; mas vencieron y en fin me la quitaron. NARDO: ¿Y conoceráslos? MONTILLA: No. Uno de ellos conocí que lo llamaban así Roselo. Éste me agravió. Éste llevó la mujer. NARDO: Llamad a Roselo. LEONELO: Voy.
Vase
NARDO: Por el sol que viendo estoy, que la vida ha de perder. ¡Qu&eaccute; ofendan, si estimo tanto, a un español! ¡Vive Dios!
Salen LEONELO, ROSELO y TIMBRIO
ROSELO: ¿De mí se quejó? LEONELO: De vos. ROSELO: De su rigor no me espanto. ¿Llamas, capitán? NARDO: ¿Es éste? MONTILLA: El mismo. NARDO: Roselo, amigo, hoy mi deshonor castigo porque la vida te cueste. Quiero que adviertan en ti que el que quitan con rigor a un español el honor quiere quitármelo a mí. ROSELO: Ya sabes que amor es ciego. Vi la mujer y quitéla. En ti esta misma cautela haber disculpa llegó. Yerro que tú cometiste, ¿no disculpa? NARDO: ¡Oh, enemigo! Alcánzate mi castigo. Pues ofenderme quisiste, de este roble le colgad antes que muera a mis manos. ROSELO: ¡Escucha, Nardo! NARDO: Villanos, ¿no le lleváis? ¡Acabad! Cien escudos te darán, español. MONTILLA: Tus manos beso. NARDO: Ser vuestro amigo profeso. La mujer te volverán. Preguntarás por Leonelo. Dale este anillo, y dirás que despache. MONTILLA: Tendrás eterno nombre en el suelo.
Sale MORÓN con una carta
MORÓN: La espía de Batistela aquesta carta me dio. NARDO: Bien su cuidado mostró que mi amistad le desvela.
Lee
"Agora verás, Antonio, lo que vale un buen amigo. El virrey viene en todo lo que pides. Para que se asienten las condi- ciones ha mandado se divida el camino por las inquietudes de tus soldados. Y también porque tú escribes que te recelas de alguno de ellos, yo con el secretario del virrey te aguardo en la casería de Aurelio que está media legua de tu gente y una de Nápoles. Ven solo y seguro de mi amistad. Batistela" Este aviso deseaba. LEONARDA: Juntos iremos los dos. NARDO: No, Leonarda. ¡No, por Dios! LEONARDA: Por mí lo has de hacer. Acaba. NARDO: Todo está cerca. A Gerardo de camino mataré. Luego a nuestra paz iré. LEONARDA: Eres valiente y gallardo.
Vanse y salen GERARDO, CELIA y FLORO
FLORO: ¿No se muestra divertido en esta selva nuestro amo? GERARDO: Su verdor disgusto llamo. FLORO: (Cabizbajo, ya marido, Aparte anda el pobre desde el día que con Celia se casó. Al punto la aborreció y de hablarla se desvía). CELIA: ¿Tanto, Gerardo, te ofendo después que tu esposa soy? GERARDO: Créeme que en mí no estoy desde aquella noche entiendo. CELIA: Pues, ¿en qué te desagrado? GERARDO: Con ese traje grosero me matas. Penando muero. CELIA: Eso no te dé cuidado, cortesano le traeré. GERARDO: Fáltate el aire y el brío. CELIA: Pues agrádate del mío. GERARDO: No es posible. No podré. CELIA: No te agrada la llaneza con que verdad te convida. Olvidas por la fingida una natural belleza. GERARDO: Fuego soy cuando imagino que después que de Leonarda perdí una beldad gallarda, perdí un cielo cristalino. Que en las dos letras de un sí, quiso contra tu despecho amarme con lazo estrecho cuando la mano te di. Por grosera flor del suelo perdí alentada hermosura, el clavel de grana pura o carmesí terciopelo. Perdí el jazmín que en el suelo copos de nieve retrata, cuando el invierno desata el blanco algodón del cielo. ¡Pluguiera al cielo llegara, pues tanto disgusto enseño, Nardo, de este lazo dueño, y la vida me quitara! El día que el lazo fuerte me forzó Antonio que hiciera, ¡Pluguiera a Dios que me diera por no casarme la muerte! Perdí el alma. Perdí el gusto. Tengo el corazón forzado. No me atormentes, cuidado. Déjame, rigor injusto. Pero presto de un tirano, que contigo me casó pienso vengarme, que yo aunque di palabra y mano de no ofendelle, alcancé que le maten o le prendan. Muerto Antonio, haré que entiendan que forzado me casé si no es que pierdo la vida. CELIA: No la pierdas. Vete luego. GERARDO: Hielos puso a tanto fuego una voluntad vendida.
Sale LISENO, pastor, e IBÁÑEZ
LISENO: Señor, desde aquel cerrillo a este demonio de Nardo he visto. GERARDO: Mi muerte aguardo. LISENO: Corriendo vengo a decillo. GERARDO: ¿Viene solo? LISENO: Una mujer con él, señor, descubrí. GERARDO: Armas de fuego temí, no de su espada el poder. Ver que vuestras fuerzas solas no me pueden ayudar, me dan más que recelar el fuego de sus pistolas. Yo confieso que he temido. Ya los veo. Estoy turbado. CELIA: En aquel olmo copado de verdes hojas vestido, puedes, Gerardo esconderte. GERARDO: La palabra que le di de ser su amigo rompí, y él viene a darme la muerte. Con dos serranos no más mal me podré defender. LISENO: ¿Cómo, si los vi traer treinta pistolas y más? GERARDO: Toma esta capa y espada, Floro; que puede estorbarme. Arbol, sabed ocultarme. FLORO: Mi muerte ha sido llegada, Liseno. LISENO: Yo estoy turbado. FLORO: Aquí a matarnos vendrá. LISENO: Bien poca razón tendrá. FLORO: Aun bien, que yo soy casado. CELIA: Ya llegan. Temblando estoy. Recelo, esposo, tu muerte. FLORO: Hoy me empala, triste suerte. LISENO: Yo tiemblo. De hielo soy. CELIA: No digáis que le habéis visto si preguntare por él. FLORO: No diremos. LISENO: Si él, crüel, lo pregunta, no resisto. Yo le digo la verdad. CELIA: Ya se apea. LISENO: ¡Grande exceso! CELIA: Que estoy turbada confieso. FLORO: ¡Qué extraña temeridad!
Salen NARDO y LEONARDA
NARDO: ¿Qué hacéis, villanos, aquí? ¿Qué es de Gerardo? CELIA: Señor, temblando estoy de temor. NARDO: Yo con vosotros le vi. Decidme dónde se fue. FLORO: No sabré dalle respuesta. NARDO: Apartad. ¿Qué capa es ésta? FLORO: Yo, señor, se lo diré. Del lugar soy pregonero; para vender me la han dado, y aunque más la he pregonado, no me dan ningún dinero. NARDO: ¿Y aquesta espada? LEONARDA: Sospecho que Gerardo se ha escondido. FLORO: A venderla la he traído. Hágale muy buen provecho. Llévela el señor don Nardo que yo el dinero daré. LEONARDA: Yo a Gerardo buscaré. NARDO: Que le hemos de hallar aguardo. Aquí con estos estaba. En algún árbol se esconde. LEONARDA: ¿No sabes tú de él? Responde. Dímelo, villana. Acaba. NARDO: ¿Qué bulto es aquél. CELIA: ¿Qué espero? LEONARDA: [Dime, ahora], ¿dónde está? NARDO: ¿En aquel árbol? FLORO: Será, señor Nardo, algún jilguero. NARDO: Gran pájaro es el que miro. FLORO: Algún jumento será que se habrá subido allá. LEONARDA: Tírale, pues. NARDO: Ya le tiro. CELIA: ¡Tente, por Dios!
Dispara y hace ruido dentro como que cae
GERARDO: Muerto soy. CELIA: ¡Ay de mí! LEONARDA: Quita, villana. Hoy beberé sangre humana que sedienta de ella estoy. No hay fugitivo cristal que más me apague la sed. Llegad, vosotros, bebed de este deshecho coral.
Hace que bebe
CELIA: ¡Qué rigor! LEONARDA: ¿Qué te lamentas? Es él que pierde solo. Tú con Pascual o Bartolo dejas tus ansias contentas. Busca, villana, tu igual. No te congojes así. NARDO: Llevad ese hombre de ahí. FLORO: ¿Quién vido rigor igual? NARDO: Llevadle de aquí los dos. LISENO: Turbado estoy. NARDO: ¿No llegáis? Villanos, ¿de qué os turbáis? LISENO: Asid de los brazos vos. LEONARDA: Ve tú con ellos, villana. CELIA: Quiteos el cielo la vida. LEONARDA: Ésta adoraba.
Llévanlo
NARDO: Perdida. LEONARDA: Vi su voluntad tirana. [Por ti, Nardo Antonio, llego] a vengar mi enojo así. Como su sangre bebí ya se ha aplacado mi fuego. NARDO: La quinta donde me aguarda Batistela es la que veo. LEONARDA: Cumplió mi amor su deseo. NARDO: Sube a caballo, Leonarda.
Vanse. Salen BATISTELA, un CAPITÁN español y gente
BATISTELA: Como digo, capitán, pueden quedar emboscados a la entrada de ese soto, porque si trajere Nardo, sospechando mi traición, algunos de sus soldados puedan hallar resistencia... si bien está confïado de mi amistad. Y lo dudo porque él es tan temerario que, aunque estuviera muy cierto de la traición que le hago, más que de toda su gente confïara de sus brazos. A la puerta de esta quinta en un aposento bajo pueden estar escondidos ocho, los más alentados. Uno a la puerta le aguarde cauteloso y desarmado, porque no le dé sospechas con que esta ocasión perdamos. En preguntando por mí, encamínenle a este cuarto. Tú, capitán valeroso, que eres español bizarro, con cuatro soldados tuyos como tu pecho esforzados, en aquese corredor podéis estar aguardando. Y cuando oiréis que [yo] digo "Date a prisión", con los lazos que tenemos prevenidos le ataréis los pies y manos. Porque si lugar le dais para reñir, abreviando el término de las vidas hará tan mortal estrago que cuando a prender le lleguen queden los más en el campo en breve espacio de tierra heridos y desangrados. CAPITÁN: Ya el soto guarda por Celio con veinte amigos honrados porque si trajeron gente puedan impedirle el paso. Veinte bastan que el camino por medio de dos peñascos rompe, y está tan estrecho que veinte pueden guardarlo. Aurelio con otros ocho guarda la puerta. Torcato con sus tres amigos guarden el corredor. A mi lado todos cuatro son valientes. BATISTELA: Advertid, pues, que en llamando salgáis, que si no salís, es tan astuto y osado que podrá darme la muerte y escaparse de mis manos. Yo conozco bien sus fuerzas, por eso estoy recelando que si no asistan presto, hallaré en su acero el pago de ser desleal amigo. CAPITÁN: Bien puedes perder cuidado. Al punto que tú dijeres "Date a prisión", ayudando tan deseada ocasión, los has de hallar a los cuatro. ¿Qué falta agora? BATISTELA: Que avise Leonido, que está en lo alto de esta casa, descubriendo en los dilatados campos a Nardo Antonio si viene solo o viene acompañado. CAPITÁN: ¡Buena prevención! Al punto que lo prendan, un caballo reventaré hasta llegar de Nápoles al palacio donde las dichosas nuevas el virrey está aguardando.
Sale LEONELO
LEONELO: Ya viene. BATISTELA: ¿Sólo? LEONELO: Dos son los que he descubierto. Entrambos vienen a caballo. BATISTELA: Amigos, ya la ocasión ha llegado. CAPITÁN: ¡Ea, soldados! Al puesto. ¿Entrarán los dos? BATISTELA: Abajo pueden detener al uno. Sólo Antonio suba. Cuanto recelo que divertidos y de mi voz descuidados no me habéis de oír. CAPITÁN: Sí, haremos.
Vanse
BATISTELA: Yo quedo con gran cuidado. Desleal amigo soy pero soy leal vasallo. Valiente es Antonio. Temo que no me han de oír los soldados. ¡Ce, ce!
Sale el CAPITÁN
CAPITÁN: ¿Qué hay? BATISTELA: No se descuiden. CAPITÁN: No haremos.
Vase
BATISTELA: Estoy temblando.
Dentro NARDO
NARDO: Aguarda, Leonarda, aquí. Luego subirás. LEONARDA: Ya aguardo. BATISTELA: ¡Capitán!
Sale el CAPITÁN
CAPITÁN: Diga. BATISTELA: Ya sube. No se duerma. CAPITÁN: ¡Extraño aviso! Todos están sobre aviso. BATISTELA: Calle y éntrese. CAPITÁN: Ya callo.
Vase
BATISTELA: El hacer una traición mucho acobarda. Yo caigo en deshonor con mi amigo. Lo que con él pierdo, gano con el rey, dándome en premio por Nardo diez mil ducados. Mucho puede el interés, por él le pierdo y le mato. Ya le veo. Disimulo aunque al verlo me acobardo.
Sale NARDO Antonio
NARDO: Con algún recelo vengo; que pienso, si no me engaño, que al subir esta escalera He sentido algunos pasos que no son de un hombre solo. Quizá serán los crïados del secretario del conde. Si no lo fueren yo basto para matarlos a todos. Estuve determinado de volver, ¡vive Dios! Pero fuera hacer agravio a mi valor en mostrar cobardía. No me espanto. Aunque cien mil me acometen, por todos vale este brazo. No consentí que Leonarda se apease del caballo hasta que yo la avisase. Éste dicen que es el cuarto a donde está Batistela. BATISTELA: Llegaré disimulado y le prenderé. ¿Quién es? NARDO: Nardo Antonio. BATISTELA: ¿Amigo? NARDO: Hermano, dame tus brazos. BATISTELA: Recibe de un buen amigo estos lazos. ¡Agora, amigos! NARDO: ¿Qué es esto? BATISTELA: ¡Prendedle! NARDO: ¡Suelta, villano! ¿Con traición me aguardas? ¡Muera!
Abrázanse y forcejan, y cae abajo BATISTELA, y NARDO le da una puñalada
BATISTELA: ¡Amigos! CAPITÁN: ¡Salid, soldados!
Salen todos
NARDO: La pistola me dejé en la muerte de Gerardo. CAPITÁN: Si no quieres hoy morir, date a prisión. NARDO: Lleva rayos mi espada. Será imposible. CAPITÁN: Acudid, presto. Matadlo. NARDO: Huye, Leonarda, que yo presto de matar acabo esta canalla. ¡Ah, traidores! ¡Tantos os habéis juntado! Pero, ¿Qué digo, si yo valgo solo más que tantos? CAPITÁN: Matadle si no se diera. Cierra la escalera Octavio. No se nos baje por ella. NARDO: Confieso que estoy cansado. ¡Oh, perros! ¿A Nardo Antonio? ¡Válgame agora este salto!
Hace que se arroja
CAPITÁN: Por la ventana saltó. Abrid la puerta volando. Seguidle. No se nos vaya.
Vanse. Sale por una puerta NARDO Antonio, lleno de sangre y como que se ha quebrado una pierna, arrimándose en la espada
NARDO: Una pierna me he quebrado. Escaparme es imposible.
Salen todos
CAPITÁN: Ríndete, Antonio. NARDO: Es en vano, pero no puedo, ¡por Dios!
Pelea y hace que se cae y se defiende
CAPITÁN: No lo maltratéis. Dejadlo. Muestra la espada. NARDO: ¿La espada? CAPITÁN: La espada. NARDO: ¿Hay algún soldado español entre vosotros? CAPITÁN: Yo lo soy. NARDO: A ti la allano. ¿Español eres? CAPITÁN: Sí, soy. NARDO: Toma la espada y mis brazos. ¡Ah, españoles! ¡Lo que os quiero! CAPITÁN: ¡Por Dios, que me obliga a llanto! NARDO: Castigo del cielo ha sido. ¿Y Leonarda? CAPITÁN: Mis soldados fueron tras ella corriendo, y aun pienso que la alcanzaron. NARDO: Mírame, español, por ella, pagarásme en esto cuanto por los españoles hice, nación de pechos hidalgos. CAPITÁN: Llevadle que se desangra. Antonio, pierde cuidado. Yo la sabré defender. NARDO: En ella mi honor te encargo. Eres español en fin. No recelo doble trato.
Vanse y sale el [CONDE], virrey, y VALERIO
VALERIO: Seguro esté vueselencia que preso le han de traer. CONDE: Temo que no han de poder porque no ha de dar licencia el valor que he conocido en Antonio desde el día que entré en Nápoles. VALERIO: Podría haberle agora perdido. CONDE: Si le prende no entrará en la cárcel. Desde aquí su castigo prevení y justa muerte será. Si es que prenden a Leonarda, en lazo de amor contento que su muerte y casamiento hoy en Nápoles le aguarda. Dicen que Nardo previno y aun a mí me lo rogó que en Nápoles fuese yo de aquestas bodas padrino, y aunque con mayor honor quiso que en ellas le honrase, razón será que se case como quiso su valor. VALERIO: Mucho tarda el capitán. CONDE: Yo le mandé que corriese un caballo y me trajese las nuevas. VALERIO: Dando estarán el modo de su prisión. CONDE: Soldados valientes lleva. De buena o de mala nueva aguardo resolución. Diez mil ducados le vale la prisión a Batistela. VALERIO: Es ingeniosa cautela. CONDE: Si con sus ardides sale descansado ha de vivir. VALERIO: Favor valiente le aguarda. CONDE: Todo lo que Antonio tarda se le dilata al morir.
Sale el CAPITÁN
CAPITÁN: Con el premio y las albricias déme los pies vueselencia, preso viene Nardo Antonio. Ya, señor, cesó la guerra de un poderoso enemigo. Seguir de vidas ajenas cuyas furiosas ruínas hoy tus soldados lamentan. Y a manos de su rigor murió, señor, Batistela. De una sala donde estaba cerramos todas las puertas, pero saltó valeroso por una ventana de ella. De la soberbia caída quedó rompida una pierna, y a mí, por ser español, me rindió la espada fiera. Encargándome a Leonarda, que también te traigo presa, aunque fue menester mucho para alcanzalla y prendella. Porque en un veloz caballo vencidos los vientos deja huyendo nuestro rigor. Pero por incultas sendas tus soldados la atajaron, ya pienso, señor, que llegan que la confusión del vulgo hasta aquestas salas entra, mezclando los más conformes con el gusto las ternezas. CONDE: Bien merecéis las albricias y el premio os daré con ellas, que a Batistela aguardaba por tan grande diligencia. CAPITÁN: Beso tus pies. CONDE: Estos brazos principio del premio sean.
Salen SOLDADOS. Sacan presos a NARDO y a LEONARDA, atadas las manos
CAPITÁN: Ya llega Antonio. CONDE: ¡Por Dios, que de su valor me pesa! NARDO: Hecho pedazos, señor, hoy a vuestras plantas llega un hombre honrado, vendido, por una amistad incierta. Yo sé que vengo a morir, y que la mejor ofensa merece mayor castigo. Sólo pido a vueselencia que con piedad española de mi Leonarda se duela. Pues la traen tus soldados y en cada prisión de aquéllas me tienen cautiva el alma, que se las quiten ordena. Muera yo, Leonarda viva, ya conoces su nobleza, forzada vino conmigo, no ha de pagar su inocencia lo que merecen mis culpas. Su perdido honor remedia. ¡Ea, español valeroso, muestra piedad y clemencia! ¡Viva Leonarda y en mí lluevan castigos y penas! CONDE: ¡Por Dios, que me han enternecido! Sabe el cielo que quisiera perdonar a Nardo Antonio. Sus delitos no me dejan. Con ella seré piadoso, porque Antonio me lo ruega. Ahora bien. ¡Por Dios! Que tiemblo el pronunciar la sentencia. Pues los dos no están casados, quiero que sus bodas sean dentro de palacio, honrado con mi persona esta fiesta. Cumplirále Nardo Antonio a Leonarda su promesa, luego perderá la vida. Nardo, pondrán su cabeza para escarmiento de tantos forajidos en la puerta de la calle de Toledo. Leonarda, quiero que tenga fin religioso, ayudando para su dote mi hacienda. La Concepción Española será su cárcel perpetua. NARDO: Déjame besar tus pies, sólo un español pudiera hacerme favor tan grande. Ya Leonarda viva quedas. Dame tus brazos y al cielo a Nardo Antonio encomienda. LEONARDA: No puedo sufrir el llanto. Morir contigo quisiera. NARDO: Ni yo puedo responderte, que tengo atada la lengua. CONDE: Llevadlos; que me enternecen porque dichoso fin tenga la vida de Nardo Antonio que hoy agradaros desea.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 01 Jul 2002