LO QUE PUEDE EL OÍR MISA

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en la edición príncipe de LO QUE PUEDE EL OÍR MISA en la PRIMERA PARTE DE COMEDIAS ESCOGIDAS DE LOS MEJORES DE ESPAÑA (Madrid: García y Morrás, 1652) y preparado con el apoyo de la edición todavía no publicada de Adrian Pickering (M.A., The Ohio State University, 1949).


Personas que hablan en ella:


ACTO PRIMERO


Suenan cajas y salen el CONDE, INFANTE, FORTÚN y MENDO
CONDE: No toquen a marchar. Las cajas callen porque en esta ribera pretendo que me hallen las luces que vagando en esta esfera alumbran otro polo. Aquí me han de mirar, o muerto o solo. En Burgos no he de entrar, ni mi palacio en sus umbrales vea que me vuelvo de espacio sin vencer a los moros; aquí sea mi habitación agora del expirar el sol hasta la aurora. En las tiendas de campo viviremos. No digan en Castilla que los altos extremos del blasón que a los orbes maravilla faltarán por ser viejo Fernán González. Hoy fuerza y consejo administran mi pecho, y el Infante Garci Fernández puede, como mi hijo, ser cristiano Atlante que mi valor herede. INFANTE: Señor y padre mío, bien haces; la ribera de este río, como Burgos reciba tus ejércitos hoy; tu gente viva en el campo entre tanto que venzas a los moros con espanto. No digan que volvemos sin victoria; esperemos que vuelva Sancho Osorio. Si ha ido con ambición de gloria para espiar del moro en esta selva a vista de los astros luminosos, tu campo en escuadrones dividido, hasta volver deshechos o gloriosos, alegre vivirá. FORTÚN: A verte ha venido la Infanta, mi señora. INFANTE: De la luz de mi sol será aurora.
Salen VIOLANTE y BLANCA, con espadas, sombreros y plumas
VIOLANTE: Señor, si vuestra alteza dos soldados admite, ejercitados mal en la milicia, ya los tiene a sus pies. CONDE: Di, la belleza que con el sol compite, ¿cuándo más rosicleres desperdicia? Violante, hija, dame esos lazos de amor, y no me llama tu lengua padre amado, pues vengo sin vencer y retirado. En Burgos no entraré sin dar victoria a la insigne memoria de los famosos condes de Castilla. ¡Oh, Blanca, dame tus brazos! INFANTE: (¡Oh, quién se viera en los hermosos lazos Aparte de Blanca! ¡Qué envidioso de mi padre me siento! Amor, dice riguroso, no fleches el arpón, templa el tormento). A Sancho Osorio espero, que fue, como valiente caballero, a ser perdida espía reconociendo el campo y los intentos del moro. VIOLANTE: A tiranía tal acción corresponde. No eres mi padre, castellano Conde, pues pones a peligro el alma mía. Tráigalo amor con bien. CONDE: Violante, vamos a mi tienda, y en tanto que esperamos a Sancho Osorio, en ella gozaré de tu vista alegre y bella. INFANTE: Sí, hagan las cajas salva, pues llegan al real el sol y el alba.
Tócanse las cajas y vanse, quedándose FORTÚN y BLANCA
FORTÚN: Oye, doña Blanca. BLANCA: Hermano, ¿cómo estás? ¿Cómo has venido? FORTÚN: Del conde favorecido, como siempre; al soberano resplandor de tu hermosura lo debo, que si el infante es tu galán, es tu amante, de ti nace mi ventura. Blanca, pues nuestra nobleza ni brilla ni resplandece, y el conde me favorece en virtud de mi riqueza y de tu beldad, gocemos la ocasión, que de estos modos suelen subir casi todos los que en gran linaje vemos. Haz de suerte que el infante se venga a casar contigo, y haz de suerte que conmigo se quiera casar Violante. Eres su dama y te quiere, como a mí su hermano. Blanca, mientras la fortuna franca con nosotros anduviere, no desmayemos. BLANCA: Hermano, yo sospecho que Violante tiene cuidados de amante. Conquistarla será en vano. FORTÚN: ¿A quién presumes que estima? BLANCA: A Sancho Osorio sospecho que da lugar en su pecho. FORTÚN: Eso no me desanima. Yo desharé sus hazañas con industria, de manera que Violante no lo quiera. BLANCA: Si ella tiene amor, te engañas; no lo podrás conseguir. FORTÚN: Todo el ingenio lo alcanza; a manos de mi privanza le pretendo perseguir.
Salen el CONDE, el INFANTE y VIOLANTE por una puerta, y SANCHO Osorio por otra, vestido de moro
CONDE: Si Sancho Osorio ha venido saldremos de este cuidado. INFANTE: Es animoso soldado. VIOLANTE: (Mis cuidados le han traído). Aparte SANCHO: Déme la mano tu alteza. CONDE: Ya con los brazos te aguardo. SANCHO: Honores, que me acobardo sólo en mirar su grandeza. CONDE: ¿Pudiste reconocer lo que el moro intenta? SANCHO: Fui, supe, miré y entendí. CONDE: Relación puedes hacer. SANCHO: A penetrar el reino de Toledo, donde el dosel pendió de tus pasados, de Castilla partí con el denuedo que me daban tus bélicos cuidados. Ni conocí lo pálido del miedo, ni respeté la fuerza de los hados, que con valor en el morisco traje el ánimo entregaba a tu homenaje. Por moro me tuvieron y, corrido de parecerlo tanto, discurría, disimulando el alma en el vestido, como en la nube el rosicler del día. Escuadrones hallé que ya han venido de la fértil y antigua Andalucía, como abismo fatal que África aborta, para probar si tu cuchilla corta. Con invasión intentan los paganos, hollando riza nieve en Guadarrama, oscurecer blasones castellanos. Al vuelo infatigable de la fama ejércitos convocan tan ufanos, que el que Jerjes juntó corto se llama, y parece que ya el África ciega con diluvios de moros nos anega. Para socorro de la gran Marruecos, publican que se juntan las legiones, que pudieran dejar, bebiendo, secos los piélagos del mar en sus regiones. Por desmentir así, queden los ecos en los oídos hoy de tus leones, como el rayo que ya, de furor lleno hizo su efecto cuando se oye el trueno. Todo es armas, rigor, bélico trato, en Córdoba, en Toledo, y en Sevilla, que pretenden sus huestes dar rebato en los valientes hombres de Castilla. Caiga la estatua, pues, de este aparato al heroico esplendor de tu cuchilla. Saquemos de los términos del moro en las ondas del Tajo arena de oro. Reparaba un alcaide en mi semblante y tuvo pretensión de que era espía; osando examinar, como arrogante, esta sospecha que de mí tenía, pretendió presentarme a Taludante, el bárbaro señor de Andalucía, mas yo, como milito en tus banderas, asombré con valor las once esferas. Vive Dios, que el alcaide con la gente que intentó mi prisión, aunque animosa, al acero que ves resplandeciente fue débil y cobarde mariposa. ¿No viste alguna vez turbia corriente que peñascos arranca generosa? Perdone mi modestia--de este modo lo aniquilaba mi violencia todo. Redimí con su muerte mi persona, y vagando después de clima en clima, al estruendo de Marte y de Belona, que a los árabes bárbaros anima, los límites pisé de tu corona. ¡Ea! Conde y señor, lamente y gima esa África infiel que al cielo injuria, oprimida del peso de su furia. CONDE: En campaña he de esperar toda esa gente pagana, y, con ser Pascua mañana, en Burgos no pienso entrar. FORTÚN: No serán tantos, señor, los moros, ni sus rigores; que hacen las cosas mayores los antojos del temor, y si Sancho no encarece el número al paganismo, alabándose a sí mismo sus hazañas oscurece. SANCHO: Yo dije que por soldado del conde tuve valor, y así no fue propio amor el haberme yo alabado. En lo que toca a que el miedo pudo en mí poner antojos, engañándome los ojos, no es así. FORTÚN: (Agraviado quedo). Aparte A tantos moros, don Sancho, fuerza fue tener temor, y así es así. SANCHO: Mi valor tiene el ánimo más ancho, que, siendo noble, los bríos, como ilustre sangre hereden, recibir temor no pueden de moros ni de judíos. FORTÚN: (Entre malicias me ha puesto). Aparte No me toca a mí ese nombre, y quien dijere... CONDE: Tente, hombre, no te arrojes. INFANTE: ¿Qué es aquesto? ¿No respetáis la presencia de mi padre? CONDE: Bueno está. SANCHO: Ninguno a su alteza da más humilde reverencia. BLANCA: Don Sancho, de esta aventura muy arrogante venís. SANCHO: Será, pues vos lo decís, con donaire y hermosura.
Vanse todos, y quedan VIOLANTE y SANCHO
VIOLANTE: (Albricias quisiera dar, Aparte ¡oh, Sancho!, de tu llegada, pero el alma enamorada no se atreve a declarar. La lengua pude enfrenar, no los ojos, que lo miran y tan tarde se retiran que publican mis pasiones). SANCHO: (¡Qué rigurosos arpones Aparte tu beldad y amor me tiran! Amo a Violante callando; ya un mismo pensamiento en tan grave atrevimiento de sí mismo está temblando). VIOLANTE: (Sin mostrar que muero amando Aparte le pienso dar un favor). Don Sancho, vuestro valor se muestra más cada día.
Deja caer una banda
SANCHO: (Dulce amor, dame osadía; Aparte muéveme la lengua, Amor). Señora, quien ha aprendido del conde, que rayo fue en defensa de la fe, tal favor ha merecido. Esta banda se ha caído. VIOLANTE: ¿En el reino de Toledo, cómo os fue? SANCHO: No tuve miedo como dice Fortún. VIOLANTE: Pudo no sentirlo así y lo dudo. SANCHO: Ésta se os cayó. VIOLANTE: Yo quedo con cargo de que agradezca vuestros servicios el conde. SANCHO: Siempre a quien es corresponde. VIOLANTE: Bien es que en voz resplandezca que el premio y honor merezca. SANCHO: Ésta es vuestra, mi señora. (Divertida está). Aparte VIOLANTE: Si agora viniese el moro, yo creo que fuera nuestro trofeo. SANCHO: Lo vencieras--¿Quién lo ignora?-- si en el ejército estás. VIOLANTE: ¿Así visteis...? SANCHO: Sí, la vi. Resta, mi señora, aquí. VIOLANTE: ¿Visteis si se junta más gente que otra vez? SANCHO: Jamás se habrá visto tanta gente. VIOLANTE: Pues, adiós, Sancho valiente.
Vase VIOLANTE
SANCHO: ¡Con la banda me dejó! ¡Vive Dios, que me la dio, si el corazón no me miente!
Vase don SANCHO. Salen FORTÚN y MENDO
MENDO: ¿Qué dudas, Fortún? ¿No sabes, de heroico valor vestido, que a tu lado me has tenido en ocasiones más graves? Busca a tu enemigo luego; llama, incita, desafía, pues vas en mi compañía. FORTÚN: El furor me tiene ciego; mas, detente, que ha salido de la tienda. MENDO: ¿Qué pretendes, si con valor no le ofendes? FORTÚN: El suyo es tan conocido en España y en el mundo, que en batalla singular temo que no he de alcanzar la venganza en que me fundo. Pues, matarle con traición será delito afrentoso. MENDO: Desafïarlo es forzoso para cobrar la opinión. FORTÚN: Mira que se acerca ya. El amigo es claro espejo del honor. En tu consejo librada mi dicha está. MENDO: Oye, pues. De mí te fía tu honrada satisfacción. Sancho tiene devoción de oír misa cada día. No hay cosa que divertir pueda su devoto intento; sufrirá cualquier tormento por no dejarla de oír. Pues hoy es sábado santo, y hay una misa, no más. FORTÚN: No sé el intento a que vas. MENDO: Que no me entiendas me espanto. Tocarán a misa agora, y, puesto que no hay más de una, te ha de ofrecer la Fortuna el bien que ella misma ignora. Deja que acabe de hablar Sancho con aquel soldado y, con el semblante airado, llégale a desafïar. Señala puesto distante del ejército, y que sea luego, porque el mundo vea que tu soberbia arrogante enfrenas, que él, temeroso de perder su devoción, dejará que su opinión ofenda el vulgo envidioso. Y tú, blasonando fiero, en el puesto aguardarás, y con esto cumplirás las leyes de caballero. Que, aunque él, de valor armado, salga después, será tarde y quedará por cobarde como tú por buen soldado. FORTÚN: Si la devoción pospone al honor y al campo sale, ¿de qué esa industria me vale, si en más cuidado me pone? MENDO: Vamos. Deje esos cuidados. Pues si sale, seguiré sus pasos y llevaré, amigo, algunos soldados, y antes que este desafío a sus últimos extremos pueda llegar, os pondremos a los dos en paz; y aun fío que en vez de paz, si ocasión hallamos disimulada, le daré una cuchillada. FORTÚN: De ese modo no hay traición que me culpe. MENDO: De esta suerte suele hacerse cada día, y piensan que él que reñía a su contrario dio muerte. FORTÚN: Traza de tu ingenio ha sido; dame esos brazos. MENDO: Espera, que llega ya.
Sale SANCHO en hábito español
FORTÚN: (¡Quien pudiera Aparte dejar el campo teñido de sangre suya!) A esta parte quiero hablaros. SANCHO: Bien podéis; seguro el campo tenéis. FORTÚN: Menos blasonara Marte, y esas arrogancias son de la lengua efectos viles. Si fueras en Troya Aquiles, o en Cartago Cipión, yo solo, ¡viven los cielos!, si no dilatas los plazos, te hiciera aquí más pedazos que te ha causado desvelos. Mira el puesto que señalas, donde cuerpo a cuerpo veas que con la lengua peleas, porque en valor no me igualas. SANCHO: (¿Qué es esto, cielos? ¿A mí se atreve Fortún? No quiero, pues sé que matarle espero, señalar el puesto). A ti toca sólo la elección de las armas y lugar. FORTÚN: Pues me dejas señalar, espada y rodela son nobles armas. SANCHO: Así queda. ¿Y el sitio? FORTÚN: El cristal de Arlanza sólo ha de ver mi venganza. ...................... [ -eda], porque nadie pueda darnos favor; a su margen fría te espero hasta medio día. ......................[ -arnos]. (¡Vive Dios, que su denuedo Aparte da señales de salir! Estas ansias de vivir son las que engendran el miedo. Con miedo voy).
Vase FORTÚN
SANCHO: ¿Y Mendo? MENDO: (Finja el odio dulce risa). Aparte Don Sancho, ¿venís a misa? SANCHO: Luego voy. MENDO: Que es hora entiendo. (Seguirle tengo hasta ver Aparte si sale al campo).
Vase MENDO
SANCHO: ¿Qué es esto ¿En qué confusión me han puesto el deshonor y el perder la misa este santo día que celebre nuestra fe? Pienso que el demonio fue quien así me desafía. En dos trances apretados me suspenden hoy los puntos del honor; que no andan juntos a veces el ser honrados y cristianos. ¡Que el honor del mundo venganzas pida, y que se arriesgue la vida, que nos da nuestro criador para servirle, en la furia de un colérico cuidado! ¡Que no pueda ser honrado el que no borra su injuria con sangre del ofensor! ¡Oh, duras injustas leyes! ¡Príncipes, monarcas, reyes, deshaced este rigor! Y aquél que más perdonare tenga más honra, pues éste fue precepto de Dios. Cueste el cielo, a quien le buscare vencimientos de sí mismo. Sea valiente sólo aquél que matare al infiel. ¡Oh, locura! ¡Oh, barbarismo! ¡Que esté yo agora obligado en tan ardua confusión a perder mi devoción o a dejar de ser honrado! Mas, también, si considero lo que en esto debo hacer, obligado estoy a ser buen soldado y caballero. Que como el mundo no alcanza a ver el alma, atribuye a que es cobardía el que huye del duelo y de la venganza. No salir al desafío llama el mundo deshonor; que este género de honor, aunque sea desvarío, me conviene, porque soy soldado noble, y así la misa esta vez perdí. Por una rodela voy.
Sale MIRABEL
MIRABEL: ¿Dónde vas, señor, agora? ¿No me mandaste avisar cuando quieran comenzar los oficios? Pues, ya es hora. No te apartes de la tienda que estuvo de la iglesia. SANCHO: Aquí vuelve a batallar en mí una dudosa contienda. Mirabel, desafïado a la ribera del río estoy agora. MIRABEL: Amo mío, pues esto te da cuidado, haz lo que yo; que requiero mi daga y espada el día que alguno me desafía, cálome bien el sombrero, tercio la capa, y no salgo; y con esto estoy seguro, mejor que detrás de un muro. Escribieron a un hidalgo un papel de desafío a las seis de la mañana, mas él, con hermosa gana de dormir, con mucho brío le respondió, sin mostrar alteración ni disgusto; "Para cosas de más gusto no suelo yo madrugar." SANCHO: Tráeme una rodela; trae la que fue de Nuño Vela. MIRABEL: No hay más segura rodela que la distancia que hay de aquí a Arlanza. Deja en medio esta tierra, y vete a misa, porque son cosas de risa esos puntos. SANCHO: ¿Qué remedio podrá tener mi opinión? MIRABEL: ¿Cómo la puedes perder, si saben que sueles ser dios Marte de la nación? Vete a misa, y sale después. SANCHO: Dices bien, que tiempo habrá. MIRABEL: Espere el contrario allá una semana y un mes. ¡Qué buena burla le haces! Oye misa, porque Dios poner quiera entre los dos largas treguas, si no paces. SANCHO: Voyme a misa, y mi honra dejo en manos de Dios. MIRABEL: Loado sea su nombre, que has tomado una vez mi consejo.
Vanse [SANCHO y MIRABEL]. Sale FORTÚN con espada y rodela
FORTÚN: Bella margen amena, salpicada de perlas de ese río como de flores llena, si atenta al desafío que a Sancho Osorio hice estás agora, la lengua de cristal, que te rodea haciéndote tapetes de la aurora, mueve para que sea en Castilla sabido que al trance de las armas he salido. ¡Oh, si fueran las hojas de las hermosas plantas, como esmeraldas son con líneas rojas, ojos que viesen mi valor fingido, o si entre flores tantas mil Argos estuviesen, que esperando me viesen y luego con más lengua que la fama publicasen que espero, como valiente y noble caballero! Ah, Sancho, ¿dónde estás? ¡Fortún te llama! Yo aseguro que Mendo publique lo que agora estoy diciendo. Mas, ¡vive el santo cielo!, que viene Sancho! ¿Y así no es recelo que a los ojos me finge fantásticos engaños el esfinge? Él es, y Mendo tarda. El semblante de Sancho me acobarda. ¡Que no me baste que el Infante estime mis consejos y acciones, para que su privanza a esta empresa me anime! ¡Ah, cristales de Arlanza, en vosotros acaban los blasones que pensé conquistar con mi riqueza! No hay valor en efecto sin nobleza.
Sale un ÁNGEL, parecido a SANCHO, con una espada y rodela
ÁNGEL: (No ha de perder su opinión Aparte con los nobles castellanos quien misterios soberanos de su misma redención oye con tal devoción. Hombre que su honor ha puesto en manos de Dios, en esto debe de ser correspondido; y de su forma vestido, con ser ángel, salgo al puesto). Ya, Fortún, aquí me tienes, defendiendo mi verdad. FORTÚN: (Ella fue temeridad. Aparte ¡Ah, Mendo! ¿Cómo no vienes? ¿Cómo, amigo, te detienes si sabes mi cobardía? Mas, supla la industria mía esta ignominia tan fiera. Entretenerle quisiera. ¡Mal haya quien desafía sin ardimiento y valor!) Yo confieso, Sancho Osorio, que a todo el mundo es notorio lo antiguo de vuestro honor y si el conde, mi señor, me suele honrar y decir que yo le acierto a servir... (¡Ah, cómo Mendo se duerme!) Aparte ÁNGEL: No tienes que entretenerme que Mendo no ha de venir. FORTÚN: (¡Vive Dios, que me ha entendido Aparte el alma también! No puedo hallar esfuerzos al miedo. ¡Con qué feroz y atrevido aspecto al campo ha salido! ¡Nunca le vi tan airado!) Yo, Sancho, soy hombre honrado, y no por tener riqueza me ha de faltar la nobleza que mis abuelos me han dado. ÁNGEL: ¡Saca la espada! FORTÚN: Quisiera con cualquier satisfacción ajustar esta cuestión, para que no recibiera pesadumbre el conde. ÁNGEL: Fuera darte ocasión de decir que yo no quise reñir. ¡Saca la espada! Que quiero con la pluma de este acero y con tu sangre escribir que salí a tu desafío. FORTÚN: (Defenderme es ya forzoso, Aparte ¡Ah, Mendo, amigo engañoso, en vano de ti me fío! Muestre valor, finja brío mi desdicha. Y puede ser que esté escondido, hasta ver que las espadas sacamos, entre las flores y ramos de su callado placer). ÁNGEL: Ni está escondido, ni viene Mendo a darte su favor. Solo estás; muestra valor.
Saquen las espadas y riñan un poco
FORTÚN: (Los pensamientos me tiene Aparte penetrados. Ya conviene hacer que la espada mía ver pueda la luz del día, para defenderme osado, en mi desdicha confïado ya que no en mi valentía).
De rodilla o caído
Espera, Sancho, suspende la saña de tu valor; que un respeto y un temor me acobarda, y te defiende. Herido estoy; no pretende mi pecho más resistencia. No sufre el hado más violencia; rendido estoy a sus pies. ÁNGEL: Si fuerza inmensa ves, ten humildad y paciencia.
Vase el ÁNGEL
FORTÚN: En accidente tan vario, que es mi agravio mayor, digo la tardanza del amigo que la espada del contrario. Pudo darme, cosa es clara, el contrario muerte cruda. ¡Pero el amigo! ¿Quién duda que quiso que me matara?
Átese al brazo un lienzo
Ligarme el brazo pretendo, y el cielo me dé venganza de la herida y la tardanza en Sancho y en Mendo, aunque es cosa conocida que en tan desdichada suerte uno pretendió mi muerte y otro me ha dado la vida.
Sale MENDO
MENDO: Ya, Fortún, el plazo puesto de tu término ha pasado. No salió el desafïado. Bien has cumplido con esto. Yo, que de ello soy testigo, haré público este caso en Castilla, paso a paso. Te puedes venir conmigo, que aunque tu enemigo salga, supuesto que sale tarde, le han de tener por cobarde, sin que su sangre le valga. FORTÚN: ¿Qué enemistad ni qué agravio recibes de mano mía? ¡Mal haya el hombre que fía del hombre, cuerdo ni sabio! ¡Ni amigo, Mendo! ¿Por qué, fingiendo amistad conmigo, haces obras de enemigo, sin verdad, honra ni fe? ¿De qué sirvió aconsejarme que al campo con él saliese en tu confïanza? MENDO: ¿Es ése el pago que debes darme a las ansias y al cuidado con que en la misa asistí, para ver si contra ti salía desafïado hasta ver cumplido el plazo? FORTÚN: ¡Gran cuidado! ¡Mendo, Mendo! Tu amistad están diciendo las heridas de este brazo. Huélgome de conocerte, y solamente estoy triste por ver que tú me pusiste en las manos de la muerte. Mas a mi contrario debo, pues en este desafío templó el enojo y el brío cuando a sus fuerzas me atrevo. Él salió, y yo te esperaba; entretúvele, tardaste, reñimos, mas esto baste. ¡Mendo, Mendo, aquí se acaba la historia de tu amistad! Poco hasta agora es el daño; útil es el desengaño que da al hombre la verdad. MENDO: Ya te entiendo; tú has pensado fingirte herido y decir que te atreviste a reñir con hombre tan esforzado, y me la quieres pegar primero a mí. FORTÚN: ¡Bueno es eso en mi infelice suceso! MENDO: Si dejo junto al altar a Sancho, ¿cómo has fingido que al campo salió? FORTÚN: Salió, y estas heridas me dio. MENDO: ¡Vive Dios, que no ha salido! FORTÚN: ¡Vive Dios!, que no es ya cuerda tu amistad, con tal indicio. MENDO: ¿Harás que pierda el jüicio? FORTÚN: ¿Harás tú que yo le pierda?
Vase FORTÚN
MENDO: ¿Qué es esto? ¿Qué puede ser sino fingir lo que digo? ¿Y querrá cumplir conmigo hombre que me da a entender que Sancho Osorio salió al campo y al desafío? Ser no quiere amigo mío; de mi amistad se cansó.
Sale MIRABEL con espada, ballesta, rodela y chuzo
MIRABEL: En la ribera de Arlanza mi señor desafïado, sepan que tiene crïado de valor y de pujanza. Pelear tengo por él, con el hombre que le espera. Sépase en esta ribera quién es el gran Mirabel. ¿Es Mendo acaso el que está esperando en la estacada?
Echa las armas en tierra
MENDO: ¿Por qué lo dices? MIRABEL: Por nada; porque mi señor vendrá y sabrá volver por sí, y yo también. MENDO: ¿Qué "también?"
Turbado con las armas, y se le caen unas y toma otras
MIRABEL: Tengo espaldas en que den porque no me den a mí en el pecho; y si turbado de la cólera que ves estoy, ¿qué mucho si es que no me he desayunado? Una rueda de naranja hace gran falta. MENDO: ¿Y en fin? MIRABEL: El rey Miramamolín tiene en Córdoba una granja donde las hay muy famosas. MENDO: ¿A qué propósito? MIRABEL: Aquí ninguno me obliga a mí a decir todas las cosas en orden. MENDO: Vete. MIRABEL: Mal haya la mucha cólera, a fe que ha de agradecerlo. MENDO: ¿A qué? MIRABEL: A que dice que me vaya.
Sale SANCHO
SANCHO: Tarde vengo, porque el día líneas de occidente dora; pero no es mucho que una hora espere quien desafía más del término. Sin duda que estará Fortún aquí. ¿Qué quieres, bárbaro? Di. MIRABEL: ¿Qué quiero? Echarte una ayuda. Con la nuez de la ballesta, si la hubieres menester, yo solo pienso vencer a tu contrario con ésta. SANCHO: ¡Vive el cielo, mentecato, que he de darte...! MIRABEL: ¿Qué? SANCHO: La muerte, porque vengas de esa suerte. MIRABEL: ¡Oh, señor, el más ingrato! Tu cólera me atropella. Si la diligencia mía te ha traído la armería para que escojas en ella, ¿qué mucho que el guardarnés saque al campo tu crïado cuando estás desafïado? ¿No se ha de saber quién es tan infanzón y tan fiero? SANCHO: ¿Habéis visto, Mendo, aquí a Fortún Velázquez? MENDO: Sí, como honrado caballero dice que esperando estuvo, cumpliendo hasta mediodía la ley del que desafía, y que contrario no tuvo. MIRABEL: ¡Donosa desconfïanza! ¡Muy puntüal es su estilo! Medio día era por filo, y Fortún no está en Arlanza. SANCHO: Calla, bestia, ya se sabe que este brazo y este pecho tantas hazañas han hecho que su número no cabe en historias de Castilla. ¿Quién dirá que le temí, si está volviendo por mí el blasón de esta cuchilla? Pese el plazo en un nivel. Presto Fortún se cansó. Si no es que a ti te dejó para que riñas por él. Eres su amigo y podrías por librarlo de esta afrenta, meter mano, haciendo cuenta que eres tú quien desafías. MENDO: Sancho Osorio, no ha incurrido Fortún en afrenta alguna, si ves que agora es la una y a las doce el plazo ha sido último. MIRABEL: ¡Lindos despachos diera, si fama procura, una hora de añidadura, pues hay relojes borrachos. SANCHO: Y tú lo estás. MIRABEL: No lo estoy, porque puede, así yo viva, sacar manchas mi saliva. MENDO: Satisfacciones no doy en negocio que no es mío. MIRABEL: Por Dios, que viene el infante con doña Blanca y Violante. SANCHO: ¿A impedir el desafío? ¡Fuerza de privanza es ésta! MIRABEL: ¿Qué ha de impedir si Fortún estará como un atún durmiendo ya la fiesta?
Salen el INFANTE, VIOLANTE y BLANCA
INFANTE: ¡Que no puedo tener yo en este ejército paz, y que mis soldados guarden obediencia y amistad! Sancho Osorio, ¿qué es aquesto? Después que en Castilla estáis, ¿Palabras y desafíos tenéis, por darnos pesar? Si veis que Fortún Velázquez es una viva mitad de mi pecho, y que es un alma la que en dos cuerpos está, ¿cómo envidioso o soberbio, opuesto a mi voluntad, os atrevéis a su injuria, y a mi agravio os arrojáis? SANCHO: Si yo fui el desafïado, ¿cómo atrevimientos hay en quien te guarda el respeto? INFANTE: ¿Respeto se ha de llamar herir a Fortún, y en él herirme a mí? ¿No miráis que a las canas de mi padre, por dueño y por general, debéis respeto y amor, porque sus veces me da como infante de Castilla? ¿Por decreto os obligáis? Pudiérades no salir a este campo a batallar sin darme cuenta primero. BLANCA: (En sospecho mismo están Aparte las heridas de Fortún en su brazo. No vengar me toca este desafío). SANCHO: Fingiendo riguridad me motejáis, ¡vive Dios!, de que no he salido. ¿Tal escucha un hombre de bien con honra y con calidad? (Quiero advertir si Violante Aparte vuelve por mi causa ya, que si es amor verdadero el que me suele mostrar, en las cosas de mi honor reprimirse no sabrá). VIOLANTE: Yo confieso, doña Blanca, que se debían estimar las heridas de tu hermano. Pero, ¿cómo un capitán valiente y honrado pudo quedar bien sin aceptar un desafío? ¿No ves que en eso le culparán las leyes de la milicia, y habiendo salido ya, si con más dicha riñó, qué ha de hacer? No pudo más. SANCHO: (¡Ay, cielos! Sin honra estoy; también la infanta me da motes y fieros baldones. ¡Oh, qué amarga es la verdad! ¡Qué terrible es el desengaño! Fuerza es que me quiera mal quien habla así de mi honor. O no me quiso jamás o juzgándome cobarde me ha comenzado a olvidar. Volveré por mí. Silencio, mi defensa no impidáis. Respeto, no me turbéis. Desengaños, dad lugar a que disculpe mi lengua injuria tan eficaz). Yo, señores, nunca tuve ambición tan inmortal que me opusiese a la dicha con envidia y con pesar. Si a Fortún ama su alteza, hace bien, porque es capaz de su amor y su privanza; y con mano liberal, honre a Fortún norabuena. Pero, si diciendo están mis hazañas, que he tenido valiente temeridad en mil empresas, ¿por qué de mí se ha de sospechar que ésta ha sido cobardía? ¡Vive Dios!, que soy igual en valor al mismo César, y que le supiera dar, no a Fortún, a Cipión, a Alejandro y Anibal más heridas cuerpo a cuerpo que arena tiene la mar. INFANTE: ¿Cómo respondéis así, sin respeto a la deidad que en un señor soberano suele el cielo colocar? BLANCA: Arrogante estáis, Osorio, y con ventaja quizá de amigos y de crïados heristeis a Fortún. VIOLANTE: Estáis muy apasionada, Blanca. Sancho Osorio es singular soldado, y no reñiría con ventaja. SANCHO: Aquí no hay sino paciencia y sufrir desprecios, que han de costar a un desdichado la vida. INFANTE: Sancho, las armas dejad a Mendo, y de vuestra tienda un instante no salgáis sin mi licencia; y también pretendo que no sirváis más con vuestra compañía. Con ella me servirá Mendo bien. MENDO: Beso tus pies. VIOLANTE: (Conviene disimular Aparte mis sentimientos. Amor, el silencio no rompáis debido a mi honor agora).
Da la espada al INFANTE y él [la da] a MENDO
SANCHO: A vuestra alteza he de dar solamente yo la espada, que ha sido rayo fatal de los moros, y pues gusta que yo no le sirva más gobernando compañía, ya que no como oficial serviré con una pica. INFANTE: Por agora bien está. SANCHO: ¿En efecto, por cobarde, aunque valiente y leal, me castigas? BLANCA: Cobardía fue herir a Fortún, que aun hay arrogancia en el desprecio, y soberbia en la humildad.
Vase BLANCA
INFANTE: Tu cárcel será tu tienda.
Vase el INFANTE
VIOLANTE: Don Sancho, mi voluntad puede reprimirse apenas. Ánimo, no os aflijáis, que tan valiente soldado no se debe, no, postrar a la Fortuna. SANCHO: Señora, no merezco, no, que hagáis burla de mí de ese modo. VIOLANTE: Sois valiente capitán; hicisteis honradamente. SANCHO: Yo haré esa burla verdad. VIOLANTE: Muy de vuestra parte estoy. SANCHO: ¡Qué poco que lo mostráis! VIOLANTE: Bastante favor es éste. SANCHO: Decid bastante pesar. VIOLANTE: Sois ingrato o no entendéis. SANCHO: Bien entiendo, ¿mas qué habrá que agradeceros en eso? VIOLANTE: Hablaros con claridad. SANCHO: Ésa me deja ofendido. VIOLANTE: ¿Ofensa a mi amor llamáis? SANCHO: ¿Amor llamáis al desprecio? VIOLANTE: ¡Qué ignorancia! SANCHO: ¡Qué crueldad! VIOLANTE: Declaréme, y voy corrida. ¡Qué extraña facilidad! SANCHO: Declaróse, y voy corrido. ¡Qué desdén tan inmortal!
Vanse cada uno por su puerta

FIN DEL ACTO PRIMERO

Lo que puede el oír misa, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 01 Jul 2002