LAS LISES DE FRANCIA

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en la edición príncipe, LAS LISES DE FRANCIA en PARTE CUARENTA Y CINCO DE COMEDIAS NUEVAS, NUNCA IMPRESAS, ESCOGIDAS DE LOS MEJORES INGENIOS DE ESPAÑA (Madrid: Roque Rico de Miranda, 1678). Fue editado por Carol L. Krumm en su tesis sin publicar (M.A., The Ohio State University, 1947). Luego fue editado en forma electrónica por Vern G. Williamsen en 1986 como parte de sus investigaciones.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Sale un ALARDE, y uno con un estandarte lleno de sapos y otro con una pica y en ella una cabeza, y otro con una fuente y en ella una corona, y CLODOBEO en un carretón, vestido de romano con una corona de laurel y dos leones que tiran del carro y dos MÚSICOS, y CLODOBEO saca una carta en las manos, y CAUTIVOS y PRESOS. Canten
MÚSICA: "Bien merece Clodobeo aqueste gallardo triunfo, pues asombra con su nombre las cuatro partes del mundo. Ríndale el reino de España y las naciones [adjuntos] que el invicto Clodobeo no es [moria] como los suyos". CLODOBEO: Si el triunfador es romano y el que triunfa César es, en los méritos le gano pues soy Hércules francés ya que no nací Tebano. Pero en una cosa fío que aunque Roma mostró brío, en majestad y en blasón, nunca tuvo corazón de la grandeza que el mío. Su fascinación es tan alta, su valor tan sin segundo, que como lugar le falta, quiere hacer su cuerpo al mundo y así de mi pecho falta. Esa cabeza desvía que con bárbara arrogancia desde Italia pretendía serlo del reino de Francia sin tener miedo a la mía. ALARDE: ¡Quita! Que es caso feo; que el invicto Clodobeo siendo temido gigante se espante de ver delante la cabeza de un pigmeo.
Vase
CLODOBEO: Para dar al mundo espanto la abatí su bizarría, alta no lo ha estado tanto que en fin en bajo vivía, y ya muerta la levanto. Bien es que esté de esta suerte porque al enemigo fuerte se ha de dar muerte crecida con palabras en la vida y con obras en la muerte. Porque del laurel Francés coronarse en vida quiso, de esa guirnalda que ves que un tiempo fue paraíso y ya funesto ciprés, honrando al muerto enemigo de la manera que digo dirá su reino infïel que yo no he triunfado de él; pero que él triunfó conmigo. Si el valor se galardona, yo le doy esa corona, y a tal grandeza lo subo por el ánimo que tuvo de atreverse a mi persona.
Pónenle una corona en la cabeza
SOLDADO: Ya está su frente ceñida. CLODOBEO: Ponla así en el muro fuerte porque su gente atrevida le vea honrado en la muerte pues se laureó en la vida. Y el mundo a quien miedo [diera], viendo esa cabeza hoy entre una y otra bandera, considerando quién era, echara de ver quién soy. En mi estandarte Francés honrar los sapos no es malo, y aquestas flores que ves, pues que ya a Marte me igualo y aún más ganaré después. Hoy las cárceles abrid. Todos merced me pedid con la lengua del deseo, porque soy, sin ser hebreo, otro Sansón y David. Soy un Pompeyo romano, Anibal cartaginés, y soy León Africano, y aun soy quien rinde a sus pies al bárbaro godo hispano. Los Césares ya difuntos fueron pintados trasuntos del corazón que poseo. Soy el francés Clodobeo y soy más que todos juntos. Publíquese mi trofeo para que crezca mi nombre tanto como mi deseo. SOLDADO: Eres Marte, no eres hombre. OTRO: ¡Viva el grande Clodobeo!
Salen AURELIANO y CLODOMIRA, y LEONCIO
AURELIANO: El reino pide una cosa en que muestra la afición de tu sangre valerosa. CLODOBEO: ¿Y qué pide en conclusión? AURELIANO: Que elijas, señor, esposa. CLODOBEO: Los ánimos levantados de los que somos soldados no eligen eso que quieres, porque tornan las mujeres los hombres afeminados. Sabed que es el casamiento muerte mezclada en contento, pasatiempo con cuidado y, en el hombre regalado, nunca cupo atrevimiento. ¿Cómo un hombre ha de poder oír los fuertes rüidos que suele el tambor hacer, si enternecen los oídos las voces de una mujer? ¿Qué ha de hacer el homicida del enemigo francés, si su mujer muy querida le dice echada a sus pies: "¿Agora te vas, mi vida?" Si con esposa me adorno, y tarde a mi casa torno porque mi ejército marcha el enero con la escarcha, y el julio con el bochorno, ¿cómo hallaré a mi mujer? ¡Cansada ya de esperar para su gusto y placer! O me tiene de olvidar o cuando no, aborrecer. En efecto el buen soldado no tiene de ser casado, porque le impide el amor y suele echarse el honor en lecho desocupado. Y aunque suelo yo preciarme de no temer, decir puedo que desde que sé acordarme de nada he tenido miedo sino sólo de casarme. Mas yo, por Francia, lo haré como mujer se me dé a mi gusto, honesta y bella. AURELIANO: Una propondré que en ella está en cifra el abecé: afable, buena, callada, dama, excelente, famosa, gallarda, hermosa, ilustrada, liberal, maravillosa, princesa, calificada, sublime, Tabia en beldad. Tiene pompa y majestad. LEONCIO: Tres te faltan. AURELIANO: Así es; mas ella tiene otras tres, Que adora la eternidad y es Cristiana. LEONCIO: ¡Gran defecto! CLODOBEO: ¿Y quién es ella? AURELIANO: Sobrina de Grundibaldo. CLODOBEO: ¿En efecto, es hermosa? AURELIANO: Es peregrina. LEONCIO: No vio el mundo tal sujeto. ¡Mas agora está en prisión! AURELIANO: ¡Gran crueldad! CLODOBEO: ¿Por qué razón? CLODOMIRA: Por llevar gente bisoña su padre, [el] rey de Borgoña, en la civil disensión. Matóle su mismo hermano con engaño y con traición. CLODOBEO: ¡Barbaridad de tirano! Para salir de prisión menester será mi mano. En mi nombre real le den de su reino el parabién, Leoncio y Aureliano; que yo le daré temprano el castigo a su desdén. Procuren ver su sobrina y si tan hermosa fuere, como en Francia se imagina, pídanla. AURELIANO: ¿Y si no la diere? CLODOBEO: Por la majestad divina, que si tal atrevimiento supiere en su pensamiento, con mi poder inmortal en su reino desleal un mar hiciera sangriento. Veinte mil hombres llevad y si es hermosa y la niega, abrasadle la ciudad.
Sale un CRIADO
CRIADO: Mensajero de paz llega a hablar a tu majestad. CLODOBEO: Entre. AURELIANO: La mano me [des]. No, mejor será los pies que mueven tu cuerpo tanto del reino de España espanto y columna del francés. CLODOBEO: Procurad que ella reciba estos humildes despojos. AURELIANO: (¿Hermosísima cautiva Aparte quien habrá que sin tus ojos un sólo momento viva?)
Vanse AURELIANO y LEONCIO, y sale un mensajero LABRADOR
LABRADOR: Poderoso Clodobeo, universal vencedor, con majestad y trofeo de que tengas más valor [que] el mundo tiene deseo, y, pues que Dios te ha crïado tan temido y respetado que fama tu nombre tiene desde el quemado Pirene al Etïope abrasado, cuando al rey Sagrio venciste si al templo de los cristianos de su despojo eximiste, ¿por qué sacrílegas manos le dejaron pobre y triste? Un soldado le robó y dos cálices tomó con que el altar se servía, fue en efecto tiranía que tu justicia eclipsó. CLODOBEO: ¿Sabes tú quién fue el soldado? LABRADOR: No señor. CLODOBEO: (Yo lo sabré Aparte y pagará su pecado). Hazaña francesa fue. Valor tuvo como honrado. Yo a Sajonia me partí. Su rey tirano vencí. Hoy triunfé de la victoria, y a la perpetua memoria mi nombre eterno ofrecí. Licencia a mi gente he dado que despojasen la tierra, Tomólos como soldado y lo ganado en la guerra, en efecto, es bien ganado. Si conozco quién es hoy, verás qué premio le doy. SOLDADO: (No es tiempo ya de callar; Aparte yo se los quiero enseñar). Poderoso rey, yo soy. Estos cálices serán en esta causa jüeces. Ellos el valor dirán.
Va a dáselos al rey, y tiénele [CLODOBEO]
CLODOBEO: El valor que tú mereces, estas manos te darán. ¡Infame, vil, mal nacido! ¿Qué ley bárbara ha movido tu cobarde y traidor pecho para que presa hayas hecho en despojo prohibido? Los que te vieron tomallo, por mi mandamiento y ley han podido entitulallo; que disfamar [puede] a un rey el delito de un vasallo. En los templos reservados entraste sin mi licencia. Yo reniego de soldados que han menester mi presencia para ser ellos honrados. Pero aquél que no lo es no debe de ser francés. Mas hoy sabrán los cristianos que yo premio con las manos y castigo con los pies.
Dale una coz y mátale
Éstos los cálices son del templo de Dios sagrado, que por tenerle afición una cristiana he buscado en que dejar sucesión. Toma. LABRADOR: Besaré la mano de un cuerpo que es más que humano. Augusto el mundo te nombre. No quiera Dios que tal hombre carezca de ser cristiano.
Dale [CLODOBEO] los cálices y se va
CLODOBEO: Mi clemencia mostrar quiero entre justicia y rigor, porque el mundo lisonjero que hoy me llama vencedor diga que soy justiciero. Justicia es mi corazón, yo un ministro que la sigo. Mis manos balanzas son: la izquierda pesa el castigo la derecha el galardón. Vea el pueblo este castigo y procure ser mi amigo, porque yo más gloria hallo en castigar al vasallo que vencer al enemigo.
Dicen dentro TODOS
TEODATO: Lugar para entrar nos dad. CRIADO: Es mucha temeridad; que el que así se atreve muere. CLODOBEO: ¿Qué es esto? CRIADO: Un hombre que quiere hablar a tu majestad. CLODOBEO: Entre, pues. CRIADO: ¿Con armas? CLODOBEO: Sí; que de nada me acobardo. Armados nunca temí. Si yo mismo no me guardo, ¿quién me ha de guardar a mí?
Salen TEODATO y AMALASUNTA con un pistolete escondido en la mano y en hábito de hombre
TEODATO: (Valerosa Amalasunta, Aparte al infame pecho apunta que vivos escaparemos y cuando no, moriremos con honra y venganza junta). ¡Rey de Francia, rey de Francia! El de las muchas victorias, el que hasta agora ha triunfado de la Alemania y Sajonia, tú que espantas a las gentes con las famas de tus obras, y a pesar de mil monarcas padre del mundo te nombras; tú que te hallas tan ufano porque el orbe te conozca que las alas de la fama y región del aire cortas; tú que el hombro valeroso y el membrudo brazo adornas con las insignias de Alcides a pesar del mundo arrojas; tú, que esas sienes reales ciñen laurel y corona, que ni el tiempo ni la muerte podrá marchitar sus hojas;...
Aparte a ella
(¡Tírale ya, Amalasunta!) AMALASUNTA: (Mal podré tirar, perdona. ¡Qué gallardo! ¡Qué robusto! ¡Qué majestad! ¡Qué persona!) TEODATO: Tú que vences a los reyes y el ribaldo cuello cortas, de aquel malogrado cuerpo que tantos príncipes lloran... (¡Tírale, acaba!) AMALASUNTA: (¡Buen talle!) TEODATO: (¿En la muerte le das honra, deshonrándole en la vida? ¡Acaba ya!) AMALASUNTA: (¡Qué persona!) TEODATO: No son hazañas de Francia derramar la sangre goda con soberbia y tiranía mostrando cara piadosa. Victoria ha sido la tuya con qué las pasadas borras, dos caras con él tuviste como moneda de Roma... (¡Dispara el fuego encendido para que el pecho le rompa!) AMALASUNTA: (Señor puede ser del mundo. Aparte ¡Malhaya quien no le adora!) TEODATO: Huérfanas y tristes dejas las provincias de la Europa. Luto visten por su muerte las naciones más remotas. Venganzas pide a los cielos la tierra esmaltada y roja con la sangre de sus venas a quien yo vengaré agora. El que mata a su enemigo, uno mata y muchos cobra que sus amigos y deudos la muerte a su cargo toman. Nunca estarás, rey, seguro. Contadas tendrás las horas. Siempre vivirás inquieto. Miedo tendrás de las sombras. ¿Agora estás descuidado? (¡Tira ya!) Aparte AMALASUNTA: (¿Qué bien, qué gloria Aparte han hallado aquí mis ojos? ¿Yo matalle? Estaba loca. La venganza de mi esposo me trujo a Francia forzosa, dispuesta a perder la vida; pero ya murió la honra. Busqué mi fuerte enemigo, vilo, perdí la memoria de los enojos pasados. ¡Qué hazaña maravillosa!) CLODOBEO: Acaba ya tu embajada. TEODATO: ¡Y tú [sin] vida, señor! ¿qué haces? ¿En qué imaginas? AMALASUNTA: En su vista milagrosa. TEODATO: En efecto, Clodobeo, ya tu malicia pregona desde la blanca Alemania hasta la negra Etïopia. ¡Ah, tímida, mal nacida! En ausencia, ¿eres leona y agora mansa cordera? AMALASUNTA: No puedo, que soy piadosa. TEODORA: ¿Invención ha sido tuya para matarme, traidora? ¿No te basta con los ojos si no también con la boca? CLODOBEO: ¿Qué es al fin lo que pretendes? TEODATO: Hallarme en batalla a solas contigo; que soy su hermano del rey Sagrio.
Vase a entrar TEODATO, y AMALASUNTA le dispara el pistolete al entrar a la puerta
CLODOBEO: ¡Espera, torna! Pero ya salgo a buscarte. No me huyas ni te escondas. Daré a tu cuello otra lanza y a tu vida otra corona. AMALASUNTA: Vuelve, invicto Clodobeo, al asiento real que adornas; que yo a su aleve cuerpo le di por alma una posta. TEODATO: ¡Ay, de mí! AMALASUNTA: El fuego que trujo contra tu vida famosa acabó la infame suya. Ya su cólera reposa. CLODOBEO: ¿Quién eres hidalgo mozo? AMALASUNTA: Tu enemigo fui hasta agora; pero ya, gran Clodobeo, me suspendes y aficionas. CLODOBEO: Dime, mancebo, tu nombre. AMALASUNTA: Agora no me conozcas. CLODOBEO: Préndesme el alma, por Dios. AMALASUNTA: Y tú el corazón me robas. CLODOBEO: ¿A qué viniste? AMALASUNTA: A vengarme. CLODOBEO: ¿Quién te ha ofendido? AMALASUNTA: Tus obras. CLODOBEO: ¿En qué? AMALASUNTA: Ya no son ofensas. CLODOBEO: Pues, ¿qué son? AMALASUNTA: Rayos de gloria. CLODOBEO: ¿Te has de vengar? AMALASUNTA: De otra suerte. CLODOBEO: ¿Oféndote? AMALASUNTA: Me aprisionas. CLODOBEO: ¿De qué modo? AMALASUNTA: Con la vista. CLODOBEO:L ¿Tienen mis ojos ponzoña? AMALASUNTA: Tienen flechas y me matan. CLODOBEO: ¿Qué temes? AMALASUNTA: Mi dicha corta. CLODOBEO: Yo lo estimo. AMALASUNTA: Yo te adoro. CLODOBEO: ¿Qué dices? AMALASUNTA: Que me enamoras. CLODOBEO: Hombre soy. AMALASUNTA: Eres más que hombre. Eres furia belicosa, eres relámpago y trueno, que al mundo tímido asombras. CLODOBEO: ¿Vaste? AMALASUNTA: Sí; que me conviene. CLODOBEO: ¿He de verte? AMALASUNTA: Eso me importa. CLODOBEO: ¿Cuándo? AMALASUNTA: Después. CLODOBEO: ¿Dónde? AMALASUNTA: Aquí. CLODOBEO: ¡Extraña y confusa historia!
Vanse y sale CLODOMIRA
CLODOMIRA: ¡Extraña imaginación! ¿Qué sospechas la alimentan o sueños humanos son que muerte me representan? Cielos, ¿Hay tal confusión? ¿Si es Teodato? Verlo quiero... su rostro he visto. ¿Qué espero? Su propia voz conocí, y basta ser contra mí para salir verdadero. Ya mis ojos serán ríos, mis razones desvaríos, mis bienes serán antojos pues están sin luz los ojos de quien la tienen los míos.
Sale TEODATO
A Francia vine cautiva porque al son del atambor siguiendo tus pasos iba; mas hoy mirará el amor con mi muerte una fe viva. Escucha, ¿no me conoces? TEODATO: ¡Amalasunta! ¿Sois vos? .................. [ -oces]. CLODOMIRA: Vivo está, pues no soy dios que resucitan mis voces. TEODATO: Amalasunta crüel, es razón que el pecho me abras estando tú dentro de él. CLODOMIRA: Vivo está, mas sus palabras tienen acíbar y hiel. De Amalasunta se acuerda. TEODATO: Antes que la vida pierda, fue grande crueldad, señora, pues matas a quien te adora. CLODOMIRA: Para mi muerte recuerda. ¿No ves que soy Clodomira? (Después que me ha conocido Aparte de mala gana me mira). Mi bien, ¿estás muy herido? TEODATO: ¡Ay, de mí! CLODOMIRA: ¿Cómo suspira? ¿Quieres que te cure yo? TEODATO: ¡No! CLODOMIRA: ¿Pues, quién? TEODATO: Quien me hirió. CLODOMIRA: ¿Fue Amalasunta? TEODATO: Ella fue la que mi hirió. CLODOMIRA: ¿Con qué? TEODATO: Con los ojos me mató. CLODOMIRA: Con temerarios recelos tu vida lloré perdida; mas vida le dan los cielos. Ya, mi muerte que no es vida la que se pasa con celos. ¿Si te podrás sustentar para llevarte a curar? TEODATO: Si, podré. CLODOMIRA: ¿Quién no se espanta de mi mucho amor? Levanta, que en hombros te he de llevar. A ser Anquises te ofrece, y Eneas a mí me cuadre; que así mi amor lo merece; que él llevó en hombros a su padre, pero yo a quien me aborrece. TEODATO: Amalasunta, ¿dó estás? CLODOMIRA: Aunque esto escucho le quiero. ¿Quien vio tal amor jamás? TEODATO: Clodomira, yo me muero. CLODOMIRA: De amores de otra dirás.
Vanse y salen el REY de Borgoña y AURELIANA y LEONCIO y otros
REY: Huélgome mucho que mi sangre adquiera con la casa de Francia tal ventura, y quiera ser mi deudo Clodobeo. Hoy dejaréis, famosos capitanes, a mi sobrina en todo venturosa. AURELIANO: Nuestro rey lo será con su belleza. REY: Vuestro ejército vi, [hombres] franceses, y por la majestad del cielo santo, que nunca he visto gente más lucida. ¡Qué dispuestos soldados! ¡Qué gallardos! ¡Qué unánimes en todo! Al fin regidos por dos tan excelentes capitanes. Llama a Crotilda. Di que verla quieren los dos más valerosos capitanes que tuvieron los césares del mundo. LEONCIO: Es propio de los príncipes famosos honrar con ese término al humilde. REY: Gran victoria ha tenido Clodobeo con poca gente, solo confïado en el valor de su pecho generoso. AURELIANO: Salió en su seguimiento echando fuego por los ojos de cólera y rabia que hasta el cielo alcanzaba con la vista, cuando comete bravo y animoso esgrimiendo la maza como Alcides, y en sintiendo los golpes poderosos teme la gente, y en tropel confuso huyen del monstruo que este nombre daban al invencible príncipe de Francia. Juntáronse en el campo cuerpo a cuerpo los dos reyes, al fin rindióse Sagrio. Digo rindióse; hallóse sin la vida. Volvió triunfando a Francia Clodobeo; mas ya Crotilda viene. LEONCIO: ¡Ay, Dios! ¿Qué veo?
Sale CROTILDA
Crotilda muestra tristeza. REY: Trata con más alegría a los huéspedes. AURELIANO: Su alteza nos dé sus manos. CROTILDA: Sería humillar vuestra grandeza. LEONCIO: Besarémoste los pies. CROTILDA: De los franceses no es humillarse a nadie. LEONCIO: Sí; mas quien no se humilla a ti no se tiene por francés. AURELIANO: La francesa gente fuera [ya] como el bravo español, con eternas famas fiera, pero a la luz de tu sol está obligada a ser cera. El águila que conquista la luz del sol con la vista a sus hijos reconoce, y Francia al suyo conoce en que ese sol no resista. LEONCIO: ¡Qué rostro [bello! ¡Oh,] qué trenza! AURELIANO: ¡Qué cabellos! ¡Beldad rara! Y agora más, que comienza a tener su hermosa cara la rosa de la vergüenza. CROTILDA: Sin duda alguna procura saber si tengo cordura vuestra lisonja y favor. LEONCIO: Es centro del mismo amor. AURELIANO: Es cárcel de la hermosura. (El rey sin tenella amor Aparte jüez me hizo [aqu]esta vez de su hermosura y valor. Causa es mía. Yo soy juez. Juzgar quiero en mi favor. ¡Ay, amor! ¡Ay, mal profundo! Rey que no tiene segundo, néctar de engaños y asombros, hoy pongo sobre mis hombros el mayor peso del mundo; porque la mayor pasión para un hombre principal es hallarse en ocasión donde la sangre leal desampare el corazón). REY: Hoy nuestro honor subir veo en las alas del deseo al cielo de la constancia. Hoy eres reina de Francia y mujer de Clodobeo. CROTILDA: Siendo yo cristiana, ¿tratas casarme con un pagano? Dieron sus manos ingratas muerte a mi padre y hermano, ¿y agora el alma me matas? Hoy el demonio sutil un cuerpo ilustre hace vil, y así tengo por muy llano que es peor el mal cristiano que el bárbaro más gentil. Que yo soy espejo repara donde Dios su ley ha visto, no quiera mi suerte avara que en el espejo de Cristo mire el demonio su cara. Casarme así no es razón, porque los cristianos son vasos de Dios y no es bueno que quieras echar veneno en un vaso de elección. Los que se casan, ¿no ves que son un cuerpo, una pieza, pues, ¿cómo, si un cuerpo es, tendrá gentil la cabeza y católicos los pies? Si del mismo Dios sagrado son un retrato los dos, no estará mal retratado si un lado parece a Dios y al demonio al otro lado. Si dos cuerpos, en efeto, vuelve en uno el matrimonio, dime, pues eres discreto, ¿podrán Cristo y el demonio caber en solo un sujeto? Esta sangre es tuya, dala a un cristiano que la iguala y pues soy, famoso rey, espada de buena ley, no me des guarnición mala. REY: ¡Por el cielo en quien confío que ensangrentaré el cristal con aqueste hierro frío. LEONCIO: Tente, aunque eres inmortal, divino imposible mío. CROTILDA: Hiere el pecho en quien se ve un alma que toda fue de Dios, y si al pecho tocas se verán en él más bocas con que confiese mi fe. AURELIANO: Ten, señor, más guardadas tus lágrimas estimadas. No rieguen tus santas venas los claveles y azucenas de esas mejillas rosadas. No marchiten este día noches de melancolía. Las flores de tu hermosura cobren ya nueva frescura con el sol de tu alegría. Que esas lágrimas que adoro dan a la tierra un tesoro de perlas y de cristales. CROTILDA: Mejor dijeras corales pues es sangre la que lloro. REY: No lloras así supieses que los franceses han sido lo mejor del mundo y vieses que te damos por marido el mejor de los franceses. Sal de tanta necedad pues el que rinde a los reyes te ofrece su majestad. CROTILDA: Habiendo entre ambos dos leyes, mal habrá una voluntad. LEONCIO: (Vea yo este alegre día Aparte que el rey de Borgoña envía este rostro sin segundo; que a pesar de todo el mundo ha de ser la presa mía). AURELIANO: (Amor, que mi intento ves, Aparte muévele el pecho que quiera ser esposa del francés, que yo, aunque por ello muera, pienso gozalla después). REY: Empiece a marchar la gente, que ya mi sobrina siente que está honrado su deseo, porque yo al gran Clodobeo pienso envïalle un presente que, porque me están llamando cosas del reino forzosas, no la voy acompañando. LEONCIO: (¡A qué mejillas hermosas Aparte están sus ojos bañando!) CROTILDA: ¡Qué así mi vida aniquiles en mis años juveniles! ¿A mí un gentilita escucho? No está católico mucho quien busca deudos gentiles. Montes de razón desnudos, decid mi mal y en sus labios moved sus peñas construdos; que en tan públicos agravios bastarán testigos mudos. REY: Partid, capitanes, luego; que ella tendrá más sosiego viéndose ya en el camino. AURELIANO: (Vertiendo aljófar divino Aparte va encendiendo más mi fuego).
Vanse y salen AMALASUNTA y un MERCADER
MERCADER: Honra del linaje godo, a cuyos hermosos pies debe estar el mundo todo, ¿qué razón hay porque estés en Francia de aqueste modo? Que estando así disfrazada de tu reino desterrada, emprendes alguna cosa o de mujer valerosa o de dama enamorada. Pues, agora en traje de hombre o quieres serlo en la ropa como en valor, pues tu nombre hace hasta Francia y Europa que de sus hechos se asombre. AMALASUNTA: Ya la fama de mi vida volando al aire no mida; ni me dé el título agora de la goda vencedora mas de la goda vencida. En Francia entré de esta suerte por querer vengar la muerte de un hombre que tuvo amor y al fin salió vencedor y trocósenos la suerte. Aquéste el rey Sagrio era a quien venció fuerza fiera cuya victoria no calla la sangre de la batalla ni la gente lisonjera. Vengar quiso con recato su muerte, pero Teodato me descubrió que quería venir en mi compañía a matar al rey ingrato. Cególe amor imagino, intentó el traidor forzarme viniendo por el camino, mas yo por poder vengarme di fin a su desatino. Apenas los dos llegamos y al rey de Francia miramos para ser sus homicidas aventurando las vidas, cuando los dos nos helamos. Él de miedo, yo de amor. Él con temor de venganza, yo esperando su favor, y al fin yo tuve esperanza, faltó a mi brazo valor. Que mi noble sangre apenas vido sus partes tan buenas cuando al corazón corrió a dalle aviso y dejó desamparadas las venas. Rendida allí, como digo, muerte di a Teodato airada por matalle su enemigo y por la ofensa pasada. MERCADER: ¡Extremado fue el castigo! Mas, famosa Amalasunta, respóndeme a una pregunta: ¿qué es tu amor? ¿Qué es tu deseo? AMALASUNTA: Que dé vida Clodobeo a mi voluntad difunta. MERCADER: No puede, porque se casa con Crotilda. AMALASUNTA: ¡Oh, santos cielos! El corazón se me abrasa. MERCADER: El rey viene. AMALASUNTA: ¡Ah, crueles celos! MERCADER: Oye, verás lo que pasa.
Salen CLODOBEO y la GUARDA
CLODOBEO: Huelgo, mancebo, de verte, porque las veces que pienso que diste a Teodato muerte echaste sobre mí un censo con que obligaste a quererte. Y así, mancebo, te digo que dar muerte a mi enemigo y en cobrarme esa afición me has puesto en obligación de ser siempre muy tu amigo. Dime, mancebo, ¿quién eres? AMALASUNTA: Si la palabra me das que todo lo que me oyeres en tu pecho guardarás. CLODOBEO: Y aún la mano si la quieres. AMALASUNTA: Si mano de esposo fuera más que un reino la quisiera. CLODOBEO: Palabra y mano te doy de guardar secreto. AMALASUNTA: Estoy, siendo de bronce, de cera. Sepa, pues, tu majestad... CLODOBEO: Mira que digas verdad. AMALASUNTA: Y yo a decirla me ofrezco, la verdad es que apetezco tus prendas y calidad. (Mi pensamiento liviano Aparte quiere que diga el amor; mas viendo que honra no gano, tiéneme muda el temor y hago señas con la mano.) Poderoso rey de Francia, a quien los cielos no han visto de su pompa derribado ni de los hombres vencido, yo nací, según entiendo, entre las olas de un río, que en mi vida variable no conozco otro principio. Son mis sucesos de monstruo, y como a tal imagino que me parieron las aguas y me engendraron los ríos. En una cesta de juncos me sacaron dos egipcios de una de las siete bocas por donde entra al mar el Nilo. Ventura tiene a las veces el que ha de ser afligido porque se conserva en ellas para mayores peligros. A su rey me presentaron, agradéle aunque los niños, como lo son, nunca saben agradar por buen estilo. Amparóme Tolomeo con regalos cuando niño, cuando mancebo con galas. En fin de esto cobré bríos; que el que nace desdichado vuelve a su trabajo antiguo. Un aire fueron mis bienes, mi majestad fuego ha sido, peregriné por el agua y hoy por tierra peregrino. Al fin entre mis sucesos, uno fue que Teodorico, rey de los godos e Italia me recibió en su servicio. Yo como poco prudente, anduve desvanecido, también como algunas damas me daban nombre de lindo, imitando a Amalasunta cuya fama habrás oído. Es efecto su hermosura cegó mi libre albedrío y también como la vide casi quedé sin sentido. Cegóme, que es el amor un furioso basilisco, callando vio que la hablara que son transparentes vidrios los ojos por donde el alma ya muchas veces le ha visto. Descubríla mis deseos, y ella enojada de oíllos, para quitarme la vida quitó la vaina al cuchillo. Volví los pies y ella airada, "¡Infame rapaz!" me dijo, "sólo el grande Clodobeo tiene de ser mi marido". Viendo, pues, su pecho casto, teniendo otro peregrino, bajéme al rey de Borgoña de mi amor arrepentido. Sirviéndole en su palacio como mancebo, me vido Crotilda... --¡Dije su nombre!-- ¡Oh, mal haya mis sentidos! Si el hombre calla la lengua, hace el corazón su oficio, y [da] lengua al corazón cuando le ven divertido. Mas tú guardarás secreto. Al fin, Crotilda me dijo que si yo te diese muerte se casaría conmigo. Aborrécete en extremo. No sé qué causa haya sido mas bástale ser cristiana para hacer tal desatino. Acompañóme Teodato determinado a lo mismo, y yo de ti aficionado di la muerte a tu enemigo. Ésta, señor, es mi historia que brevemente te he dicho, temiendo que mis palabras enfadasen tus oídos. CLODOBEO: ¿A mí, muerte inhumana? Aquestas manos sangrientas muerte te dieran temprana si como hoy me lo cuentas me lo contaras mañana. ¿Contra mi grande poder se ha atrevido una mujer? Mas, ¿qué me espanto, que digo si es el mayor enemigo cuando da en aborrecer? ¡En buena mujer me empleo! No pudiendo con la mano me mata con el deseo. Denle aviso a Laureano parte a Borgoña un correo. Casarme no quiero ya. Quédese Crotilda allá; que mujer que ha aborrecido o matará a su marido o el honor le quitará. Y, al que es autor de mi pena ponedle en una cadena. LABRADOR: Pues, ¿a mí, señor? ¿Por qué? CLODOBEO: Por poner en su abecé ce por casta y be por buena. AMALASUNTA: Es de la razón espejo. Perdónale tú, señor, y admite de mí un consejo. CLODOBEO: Eres muy mozo. AMALASUNTA: En amor, más sabe el mozo que el viejo. Yo he servido a Teodorico, rey de Italia y godo rico, y sé que su hija te adora. Cásate con ella agora. CLODOBEO: ¿Es hermosa? AMALASUNTA: Certifico que es de muchos pretendida, y es en efecto gentil. CLODOBEO: Ya de su fama extendida sé que es mujer varonil mas no es bien que al rey la pida que es mi enemigo. Primero sabré si me quiere. AMALASUNTA: Quiero, pues que su fama te agrada, llevarle yo una embajada que por servirte me muero. CLODOBEO: Bien has dicho, ¡norabuena!, con ella a solas lo ordena, desde aquí la tengo amor, y aunque es de poco valor ponla al cuello esta cadena, y dila quién se la envía y tú, mancebo, confía de mi amor y mi amistad. AMALASUNTA: Yo sirvo a tu majestad. ¡Venturosa suerte mía!
Vanse y salen LEONCIO, [AURELIANO] y CROTILDA
LEONCIO: No se camine la siesta. Pare luego la carroza. CROTILDA: Buena sombra será aquésta. LEONCIO: (Y mejor si mi alma goza Aparte de tu gloria manifiesta). AURELIANO: ¿Qué tienes? CROTILDA: Melancolía. AURELIANO: Para el sol de medio día sirva de nube esta sombra, y de cojín y de alfombra esta yerba y fuente fría. La corriente de agua pura llevará al mar tus enojos. Ya quisiera esta espesura que fueran las hojas ojos para mirar tu hermosura. CROTILDA: Nada me puede alegrar. LEONCIO: (Ocasión quiero buscar Aparte para cumplir mis intentos).
Vase LEONCIO
AURELIANO: (Hoy logro mis pensamientos Aparte en este oculto lugar. Solo en efecto he quedado. Quiero descubrir mi amor. Pero no, que soy honrado y siendo vidrio el honor mal se remedia quebrado. Pero no será razón que pierda mi pretensión por no dar muerte a mi honra; que en efecto no es deshonra. Pero sí, que es gran traición. Mientras descansa y reposa la ocasión lograr pretendo. Pero como que es hermosa no lo haré; que al rey ofendo. Mas, ¿qué digo? Aun no es su esposa. Hoy mi corazón honrado sigue aprisa lo que veo; él morirá despeñado que es su caballo el deseo y corro desenfrenado. Mi amor me dice que embista y la razón que resista No verla será mejor que es basilisco el amor y se ceba con la vista. Mas temo que el corazón me dice, ¿Por qué permito dejar tan buena ocasión? Lo que intento es apetito y lo contrario es razón. Es el gusto breve gloria. Del bien dura la memoria. Yo he adorado una cautiva y mi alma en ella estriba. ¡Víctor, la razón, victoria!
Vase AURELIANO y salen LEONCIO y su CRIADO
CROTILDA: Cuando pienso adónde voy, pierdo, mi Dios, el sentido. Pero, al fin, forzada soy,. LEONCIO: ¿Estás ya bien advertido? CRIADO: Tú verás como lo estoy.
Vase el CRIADO
LEONCIO: Señora, ¿tanta tristeza? Alégrese vuestra alteza en este campo florido cuya jardinera ha sido la misma naturaleza. Por él su cristal dilata un arroyo que se pierde cercado de hierba grata que parece capa verde con guarniciones de plata. Ya esos árboles quisieran que sus ramas se volvieran en racimos de esmeraldas para que hechos guirnaldas tu hermosa frente ciñeran. Y yo, que en tu rostro adoro, verte ya en París deseo mandar gente y pisar oro.
Sale el CRIADO
CRIADO: Rey de Francia, Clodobeo, lo que pretendes ignoro. No ocultes más tu persona que el ejército se altera y se ofende tu corona. LEONCIO: A darte la muerte fiera tu maldad te galardona. ¡Infame! ¿Yo no he mandado que esté quién soy ocultado a Crotilda mi mujer hasta que la pueda ver alegre? Mas, ¿quién te ha dado tan bárbaro atrevimiento? CRIADO: Perdona, rey poderoso. LEONCIO: Tendré esta vez sufrimiento por aqueste rostro hermoso que roba mi entendimiento. CRIADO: Goza de la coyuntura que yo seré centinela.
Vase el CRIADO
CROTILDA: (¿Éste es el rey? ¡Suerte dura! Aparte Parece que se desvela el cielo en mi desventura. Por extremo le aborrezco). LEONCIO: Si como galán padezco desdenes y desfavores, vuestros regalos y amores como marido merezco. Perdonadme si hasta aquí mi nombre eterno y famoso de vos, Crotilda, encubrí, que a ver ese rostro hermoso oculto a Borgoña fui. Pero ya que en Francia estamos y casi a París llegamos, goce yo de esa hermosura y envidiarán mi ventura fuentes, prados, montes, ramos. ¿Mas triste mi bien estás después que me he declarado? ¿Cómo los brazos no das a un marido apasionado? CROTILDA: Mejor mi pasión dirás. LEONCIO: Pues mi grande amor me tiene, darme un abrazo conviene pues estoy sin gente...
Responde el CRIADO de dentro como eco
CRIADO: ¡Gente! [CROTILDA: ¡Detente, hombre, detente!] LEONCIO: ... y así me conviene. CRIADO: Viene. LEONCIO: ¡Ea, presto, aguarda! CRIADO: Guarda. LEONCIO: ¿Cómo tu respuesta tarda? Desde los peñascos huecos me han respondido los ecos.
Sale AURELIANO
La centinela es gallarda. AURELIANO: ¿Descansa Crotilda? LEONCIO: Sí. AURELIANO: Cuando fuere tiempo, avisa que yo la acompañe aquí. (Y pondré por mi divisa Aparte que yo propio me vencí. Quiero excusarme de vella porque siendo ella centella encenderá mi pasión).
Vase AURELIANO
LEONCIO: Infunda en esta ocasión Venus hermosa su estrella. Tus bellos brazos me des. CROTILDA: Cuando seas mi marido yo te los daré después. LEONCIO: ¿Qué ocasiones se han perdido sólo por ese después? Por un "después" al real de Jerjes le vino mal; que vida y gente perdió. Por un "después" no ganó a Roma el grande Anibal. Y pues que estás sola, vuelve, un solo abrazo me da, [mi pasión ya se resuelve]. Mas dilación no haya. CRIADO: Ya. LEONCIO: Mi intento resuelve. CRIADO: Vuelve. LEONCIO: Mi amor aquí se concluye ................. [ -uye] en gozar de tu beldad.
Sale AURELIANO
AURELIANO: Carta de tal novedad grandes sucesos arguye. LEONCIO: (Mi invención se ha de saber Aparte y me ha de costar la vida; pero remedio ha de haber). AURELIANO: Una estafeta es venida. LEONCIO: ¿Y trae nuevas? AURELIANO: De placer; pero muy confusas son. LEONCIO: Sepamos la confusión. AURELIANO: La carta te lo dirá. LEONCIO: (Grandes sospechas me da Aparte mi afligido corazón).
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Leoncio, Aureliano, por cosas justas que me mueven conviene a mi servicio que viendo ésta os partáis a Francia sin tratar de mi casamiento, y si está tratado, no lo efectuéis. Y si acaso venís con Crotilda, dad orden como acá no llegue, porque esto importa y en resolución no la quiero ver. Yo el rey. ¿Qué causa le movería? AURELIANO: Eso me tiene espantado. LEONCIO: Bien de Crotilda sería. Casi en locura ha parado su mucha melancolía. AURELIANO: Muy triste está. Yo lo creo. LEONCIO: Dice que soy Clodobeo y que he de ser su marido. AURELIANO: Desdichada en todo ha sido. Que nos hablase deseo. CROTILDA: (Quizá podré con mi llanto Aparte hacer que cristiano sea. Dilatarélo entre tanto hasta que remedio vea. Dadme favor, cielo santo). Rey de Francia poderoso, de cuyo nombre famoso teme el más famoso rey o recibe tú mi ley o no quieras ser mi esposo. ¿Qué ley, ni razón humana juntó jamás en el mundo un gentil y una cristiana con hombre que es sin segundo pero en ser mi esposo gana? Así de tu majestad tiemble cualquier potestad y el gran Imperio Romano, que tú te tornes cristiano o me des la libertad. AURELIANO: ¡Gran lástima! Efectos son del angustia que tenía. LEONCIO: Afligido un corazón engendra melancolía. CROTILDA: ¿No respondes? LEONCIO: Desvaría. AURELIANO: ¡Por cierto, extraño dolor! .................... [ -or]. LEONCIO: ¿Qué tienes determinado? AURELIANO: Lo que el rey nos ha mandado. Llama al viejo labrador que está en esta casería y el cargo le dejaremos de que la guarde. LEONCIO: (Sería Aparte mi remedio). AURELIANO: Al rey diremos su mucha melancolía, y si le puede mover y mudar de parecer por ella podrá enviar. LEONCIO: (Yo así la podré gozar. Aparte Cierto será mi mujer).
Sale el LABRADOR
AURELIANO: Bien venido, viejo honrado, con el tiempo y con la fama tened en casa cuidado de regalar esta dama que será muy bien pagado; que es mujer de calidad. Importa a su majestad la diligencia y recato. LABRADOR: Siempre hallaréis en mi trato obras de mucha verdad. ¡A fe que es hermosa y lozana! AURELIANO: No desciende tan hermosa de los montes la mañana, ni es tan alegre la rosa teñida en sangre o en grana. LEONCIO: Regaladla con amor. LABRADOR: A mi cargo está, señor, que su rostro lo merece. LEONCIO: Ingrata y falsa, padece pues no me diste favor.
Vanse todos y quedan el LABRADOR y CROTILDA
CROTILDA: No ha sido mi bien pequeño que me hayan así dejado. En efecto es Dios mi dueño. Todo el disgusto pasado se me ha convertido en sueño. LABRADOR: No estéis triste por quedaros entre estos laureles claros; que parecen en la rama leche que el monte derrama para sólo regalaros. Veréis llena de ganado toda esta verde ribera, que no se parece el prado en partes que es primavera, y en partes que está nevado. En ese bosque de día el sol entrarse porfía, la hoja lo está estorbando y con el sol retozando parece de argentería. CROTILDA: No dio gozo semejante la salud al hombre enfermo la posada al caminante ni al melancólico el yermo, y el buen puerto al navegante, la victoria al vencedor, ni al pretendiente el favor, ni al preso la libertad, como a mí la voluntad de este honrado labrador.

FIN DEL PRIMER ACTO

Las lises de Francia, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002