ACTO TERCERO


Salen LEANDRO y FLORO, con un papel
FLORO: A Silena referí disculpas y desengaños de tus pasados engaños. LEANDRO: ¿Creyólos? FLORO: Pienso que sí. Éste me ha dado Silena. LEANDRO: ¿Suyo o de Hero? FLORO: ¿Necio estás? En la firma lo verás. Dos errores me dan pena: el uno es éste que ves, y otra necedad que cuando algún reloj está dando, me pregunten, "¿Qué hora es?" Necio, aprenda quien ignora. Majadero eres sin par. Cuenta, si sabes contar, y sabrás así la hora. Pues si un necio mal experto que estuvo ausente contamos, "Hoy a Fulano enterramos". Y él responde, "Pues, ¿es muerto?" Tan grande coraje recibo que la azotara mil días. Bellaco bobo, ¿querías que le enterrásemos vivo?
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LEANDRO: "Señor, ya he procurado satisfacer por ti a mi señora, y está incrédula; pero esta noche es la última de las fiestas de Adonis, y van todos al mar con músicas. Yo la llevaré engañada y haré que entre en tu barca sin que te conozca". FLORO: Robo de Elena ha de haber. Si una vez entra en la popa, Júpiter serás de Europa. LEANDRO: Eso no, porque he de ser el amante más perfeto del mundo. De verdes ramos de los árboles de Samos, y de flores del Himeto, quisiera enramar el barco. ¡Oh, si permitiese el cielo que llegara mi consuelo como tras la lluvia el arco! Pero tengo otro tormento, porque mi padre porfía que mañana en todo el día ha de ser mi casamiento con Mitilene. FLORO: Pues hoy delante de ti me iré y la boda impediré. LEANDRO: Dueño no, tu amigo soy. FLORO: Como ya anochece, viene gente al mar. LEANDRO: Floro. FLORO: ¿Señor? LEANDRO: Hero es sin duda. FLORO: Valor muestra. Lindo talle tiene. LEANDRO: Porque no la conozcamos se ha disfrazado. ¡Ay, Amor, tráela a mi barco! FLORO: Señor, escóndete entre estos ramos.
Salen HERO y SILENA de valonas
SILENA: Yo le escribí que engañada a su barco te traería; finge, pues, señora mía, pues que estás enamorada; que esto bien se puede hacer, dejémonos engañar. HERO: ¿Y sabré disimular? SILENA: Sí sabrás, que eres mujer. HERO: Pide un barco. SILENA: ¡Hola, barquero! LEANDRO: Labradora, ¿qué queréis? SILENA: Que en el barco nos entréis en ese mar lisonjero. LEANDRO: Entrad, y si son espejos las ondas de las estrellas, que han salido porque en ellas reverberan sus reflejos, cielos han de ser agora, porque en sus ondas de plata humanos rayos desata tan hermosa labradora. HERO: ¡Lisonjero pescador! LEANDRO: (Amor, mi disfraz alienta, para que no se arrepienta de entrar en el barco Amor, haz que mis disculpas crea la que es mi encanto y mi dueño, y este barquillo pequeño la nave de Colcos sea). HERO: Poco a poco es bien que vais, porque yo sé que no es mucho lo que gano si os escucho, lo que pierdo si calláis. LEANDRO: Ser debiera este bajel celeste constelación, como nave de Jasón. HERO: Ingrato sois como él. SILENA: Ve cantando por tu vida algo que aumente tu fe. HERO: Una copla cantaré que anda agora muy valida.
Canta
"Estoy para me matar, pero no lo quiero hacer sólo por daros pesar; mas, ¿cuál debo yo de estar, pues no os quiero dar placer?" LEANDRO: Ese placer inhumano muerte fuera de los dos. HERO: ¿Quién os mete en eso a vos? Remad y callad, villano. LEANDRO: Soylo en la mísera suerte. HERO: También lo soy en la mía. LEANDRO: De otra manera sabía yo esa copla. HERO: ¿De qué suerte?
Canta
LEANDRO: "Estoy para me matar, pero no lo quiero hacer, señora, hasta disculpar la causa de tu pesar, para morir de placer." HERO: Grande disculpa sería que esa disculpa merece. LEANDRO: Algunas veces parece tenebroso y pardo el día, y no está la culpa en él sino en la envidiosa nube, que a ser matizada sube de violeta y de clavel; pero el sol con la porfía con que muere y con que nace al fin, al fin, la deshace, y vuelve a alegrarse el día. HERO: Esas victorias son palmas de celeste resplandor. LEANDRO: Lo mismo ha de hacer Amor; que él es el sol de las almas. HERO: El sol mayor, que la tierra encubrirse no podía. LEANDRO: Ni el amor del alma mía; que es tan grande que en sí encierra al sol y al mundo. HERO: ¿Quién es el que de esa suerte habló? LEANDRO: ¿Quién ha de ser sino yo que estoy postrado a tus pies? HERO: ¡Ay, la voz he conocido! En el barco no he de estar. Arrojaréme en el mar, que más piedad habrá sido la suya. LEANDRO: Serás sirena, que en el reino del Amor me darás muerte mayor. HERO: Tú me engañaste, Silena. SILENA: No le conocí, señora. HERO: Ondas, a vosotras voy; que con un ingrato estoy. LEANDRO: Y un ingrato que te adora. Detente, mi bien, no arrojes en el cristal tus cristales. HERO: No des número a mis males; vuelve a tierra, no me enojes. LEANDRO: Mis disculpas has de oír. HERO: Taparéme las orejas. LEANDRO: Penetraránlas mis quejas. HERO: Sorda estaré con morir. LEANDRO: Si no me escuchas, señora, diré quién soy a la gente que navega esa corriente, porque me maten agora. Vecinos de Sesto, yo soy quien muerte a Cintio dí, y yo el sacrílego fui que de sangre salpicó las aras de Venus. HERO: Calla. LEANDRO: No hay callar sino morir. Mi nombre pienso decir. Leandro soy. HERO: ¿Qué batalla se da Amor con mis agravios? ¡Calla, en tu muerte no luches! LEANDRO: Morir quiero, o que me escuches. Aquí estoy. HERO: Cierra los labios; que ya te escucho y te creo. LEANDRO: Agora sí callaré. Agora sí viviré, pues apacible te veo. ¿Has de tener más enojos? HERO: ¿El alma no te lo avisa? Las lágrimas y la risa son las lenguas de los ojos. LEANDRO: Preguntar a ese mar quiero si en su espalda de diamante más dicha ha habido en amante, y si seré esposo de Hero.
Cantan dentro
MÚSICOS: "No tiene Amor esperanza; no tiene premios Amor; que por eso le han pintado niño ciego, alado dios" LEANDRO: Los barcos que van pasando, ¡oh, qué mal me han respondido! HERO: No es agüero. Acaso ha sido que dijéronnos cantando: "Que aunque a Venus pese, espero que Hero será tu mujer". Del mar lo quiero saber. ¿Ha de ser de Leandro Hero?
Cantan dentro
MÚSICOS: "No, si no fuere en la muerte; porque un celestial rigor hoy amenaza dos almas que queriéndose están hoy". HERO: ¡Ay, Leandro! Que también mala suerte me ha salido. LEANDRO: Rémora del barco ha sido. Accidente fue, mi bien.
Sale POLIDORO en lo alto, con una pistola
POLIDORO: Si no me engaña el oído, ¡por Júpiter inmortal!, que Hero y Leandro su amante, en aquel barquillo van. ¡Ea, tronadora bomba, que viniste a ser solaz en estas fiestas de Adonis, sin rayo puedes matar.
Dispara y vase
LEANDRO: ¡Válgame Amor! ¿Estás muerta? HERO: ¡Válgame Venus! ¿Estás herido? LEANDRO: No mi señora. Todo es desdicha y azar lo que en aquestos amores hoy sucediéndonos va. Llega el barco a la ribera; desocupemos el mar que tantos agüeros cría. ¿Cuándo mi esposa serás? HERO: Mañana sin falta; ven cuando mires la señal en la torre. LEANDRO: Será el norte del amor más singular. HERO: Rema, barquero de Amor. LEANDRO: Amor del barquero, ya a la tierra llega el cielo. HERO: Dulce cosa es el amar. LEANDRO: Y más, si tiene esperanza. HERO: Tan vecina, di; que está un día solo de por medio,. LEANDRO; Hero, ¿un siglo no dirás? HERO: ¿Qué más presto que mañana? LEANDRO: A renacer y expirar empiece el sol, que no amó tanto a su Dafne, jamás.
Vanse. Salen LEONARDO y LUCINDO con MITILENE
LEONARDO: Hoy por ofrenda consagro el gusto que el alma tiene, viendo que ya Mitilene ha sanado por milagro. El contento y alborozo vida me dan y salud; y en lugar de senectud en juventud me remozo. Hija, yo voy como el viento y a Leandro te traeré, porque la mano te dé. ¡Loco me tiene el contento!
Vase LEONARDO
MITILENE: Hoy se van mis dichas todas juntas en aquesta unión. LUCINDO: Voyme porque no es razón que se dilaten las bodas.
Vase LUCINDO
MITILENE: Cielos, pues tus astros ven el premio de mis amores, hombre, fieras, campos, flores, dadme alegre parabién. Alba hermosa que saliste con más belleza y más prisa, préstame agora tu risa, pues tus lágrimas me diste.
Sale FLORO
FLORO: Allá dicen en la villa, propio refrán de lacayo, que es uno el que piensa el bayo y que es otro el que le ensilla. ¿Señora, estás sola? MITILENE: Sí. FLORO: ¿Sola, sola! MITILENE: ¿No me ves? FLORO: Pues escúchame. MITILENE: Dí, pues. FLORO: ¡Ay desdichada de ti! Tu desventura me aflige. ¿Sabrás guardar un secreto? MITILENE: Sí, sabré, yo le prometo. FLORO: No digas que yo lo dije. Mi señor, para no ser, como dices, tu marido, un veneno ha prevenido para dártelo a beber. MITILENE: ¿Qué dices? FLORO: Dos boticarios han hecho una confección de bramidos de león, relinchos de dromedarios, de llanto de cocodrilo, y de voces de sirena, para darte muerte, un pena de que tú con lindo estilo engañaste lo que él quiere; y te dará el vaso lleno. Derrama algo de veneno a algún can; verás que muere. MITILENE: Si eso es verdad, ¿qué he de hacer? FLORO: ¿Qué? No beber en tu vida. MITILENE: Daránmelo en la comida. FLORO: Buen remedio, no comer. MITILENE: A venenos de hechiceros ¿cuándo resistencia ha habido? Pues los dan en el vestido. FLORO: Buen remedio, andarse en cueros. MITILENE: Todo es muertes y desmayos. ¡Ah, venganza, cómo tardas! ¿Para cuándo, oh cielo, aguardas la cólera de tus rayos? ¡Ay, hombres de males llenos! ¿Qué fieras no os acompañan? Las mujeres, sí, os engañan, pero nunca os dan venenos. FLORO: Eso es mentira, dibujos son de Circe y otras fieras. Brujas dicen y hechiceras, que no hechiceros y brujos. MITILENE: ¿No basta ser despreciada? ¿No le bastó hacerme loca, sino matarme? ¿Qué roca se ve en el mar contrastada de trabucos de cristal, que sufra tantos agravios? ¡Beban ya, beban mis labios ese veneno mortal!
Salen LEONARDO, LUCINDO y LEANDRO
LEONARDO: Hija, ya Leandro viene contento, alegre y dichoso, a ser tu querido esposo. Alégrate, Mitilene, dale a Leandro la mano. LEANDRO: Aun sana no está, señor. LEONARDO: Sí está, Leandro, que amor es imperio soberano; porque amando con extremo llega a parecer locura. LEANDRO: (¡Ah, Fénix de la hermosura, Aparte en tus incendios me quemo para renacer! ¡Ay, Hero, ayúdame en este paso!] Sólo en tus ojos me abraso, sólo en tu memoria muero). Señor, palabra te doy de que esta noche sin duda me casaré. (Noche muda, Aparte no me descubras; que voy a ser el dueño dichoso de la más rara belleza que copió Naturaleza de su original hermoso). LEONARDO; ¿De qué sirven dilaciones? LEANDRO: Porque, si mi bien deseas, en ese término veas si ha mejorado. MITILENE: Traiciones no han de consentir los cielos; que, si suelen suspender el castigo, es para hacer más Etnas, más Mongibelos en que abrasan los traidores. Falso, ingrato y fementido, de agravios he enloquecido, no de celos ni de amores. Tráeme un vaso de agua, Floro. FLORO: Voy por él. (Quizá le agravia Aparte la sed, y con ella rabia).
Vase FLORO
MITILENE: ¿Cuándo yo piélagos lloro agua he pedido? Mas sí; porque el llanto en que me anego es de linaje de fuego, pues ha nacido de mí. FLORO: Aquí está el agua.
Saca una salvilla y búcaro de agua FLORO
MITILENE: Sal, traidor. (Examinar me conviene Aparte por si lástima me tiene ya que no me tiene amor. Haré que llego a mis labios el veneno, y si me deja, será la postrera queja y los últimos agravios). Dame, que la sed me mata. (Al labio la voy llegando Aparte y el traidor se está callando. Ni las lágrimas desata de compasión, ni en las pruebas que hago de su maldad le ha movido la piedad para decirme, "No bebas". Baje, baje de la boca; mejor apartado está. Por lo menos no dirá que en no beber estoy loca. Otra vez probarle quiero. También me deja). ¡Ah, traidor! ¿No te obliga tanto amor? LEANDRO: Bebe ya. MITILENE: Sin beber muero, porque el bruto más feroz tiene en una parte sola su ponzoña cruel: en cola, en ojos, en boca o voz. Tú con más veneno estás, pues vidas y honras deshaces con lo que dices y haces,. y en los consejos que das. ¿Qué beba quieres? ¿Te plugo tan infame y cruel oficio? Prisa me das el suplicio. ¿qué más hiciera un verdugo? ¡Qué en agua clara --¡ah, rigor!- esconda un veneno fuerte, como se esconde la muerte en la amistad del traidor! ¿Veneno me da a beber, apurando mi paciencia? Haced luego la experiencia, aunque es fácil de creer de un ingrato, de un villano, que veneno me da a mí por el alma que le di cuando esperaba su mano. LEANDRO: ¿No dije yo que no está sana del todo? Señora, cuando la noche y aurora tristeza y lágrimas da tan pródigamente, advierte cómo injustamente bañas el llanto el rostro, y te engañas, diciendo que está la muerte en el vaso.
Bebe LEANDRO
MITILENE: ¡Espera, espera! Que tengo en el corazón más lástima y confusión. No lo bebas. LEANDRO: Considera este nuevo frenesí; y entre locuras tan grandes no es bien que casarme mandes. (Floro, yo vivo por ti). Aparte
Vase LEANDRO
LEONARDO: ¿Quién vio locura como ésta y tan fiera enfermedad? Mejor en la soledad su sosiego manifiesta.
Vase LEONARDO
FLORO: ¿Se está burlando? MITILENE: De veras estoy loca, y mi locura vida ha de ser y cordura como tú, villano, mueras. ¿Tú me engañaste, traidor? ¿Crédito necio te he dado viendo que imita el crïado la costumbre del señor? FLORO: ¡Ténganla; que está furiosa! MITILENE: Es verdad, porque un injuria ¿a qué pecho no da furia? FLORO: (No vi locura más hermosa). Aparte MITILENE: Viendo tú la ardiente fragua de mi pecho, me decías que veneno me traías. FLORO: ¿Qué más veneno que el agua? MITILENE: Loca estoy si más le adoro. ¡Ea, pues, salga del pecho quien tantos tiros me ha hecho! Querer pienso a Polidoro. Vengarémonos yo y él, si llegare a ser su esposa, de una enemiga dichosa y de un amante crüel. ¡Ah, traidor! FLORO: No son engaños. Veneno bebió. Ya irá obrando y se morirá. MITILENE: ¿Cuándo? FLORO: Antes de mil años.
Vanse MITILENE y FLORO. Sale LEANDRO
LEANDRO: Ya que otro polo el sol mira, y con su luz soberana, para renacer mañana, hacen las aguas su pira; agora que el sol expira en el piélago español, busco un nocturno farol y un norte de luz tan bella, que con desprecios de estrella tiene ambiciones de sol. Apenas ha tramontado su rubia y hermosa frente en los mares de occidente el sol, que nunca ha parado desde que Dios lo ha crïado, cuando en la torre de Sesto mi norte y mi luz han puesto. ¡Oh, hermosa luz, te adoro! Pues brillando rayos de oro me estás diciendo, "Ven presto". Octavo planeta hay ya; que aquel bello resplandor en el cielo de Amor vertiendo rayos está. De manera que nos da luz, para que esté creciente el gusto; que el alma siente maravillas de Amor sólo que se haya pasado el polo a los climas del oriente.
Sale FLORO
FLORO: ¿Es Leandro mi señor? LEANDRO: Floro sí. FLORO: Mal viento corre. LEANDRO: Mira la luz en la torre, que señas son de amor. FLORO: Batalla con gran furor se dan las olas y vientos. LEANDRO: Mis ardientes pensamientos, como esta noche se alcanza la gloria de mi esperanza, son más fuertes elementos. Busca un barco que nos pase. FLORO: El mar está sin sosiego.
Vase FLORO
LEANDRO: En entrando allá mi fuego ¿qué ondas habrá que no abrase? Ya quiere Amor que me case. Alma, no temas, no llores; pulsando está resplandores una llama que me llama a los brazos de mi dama y al premio de mis amores.
Sale FLORO
FLORO: No hay barco en toda la playa, como el mar gime tan fiero; ni hay pescador ni barquero que a la ciudad no se vaya. Locas andan las veletas, y el viento desenfrenado parece que se ha soltado de los cascos de poetas y músicos; no socorre Neptuno, la noche es fiera. Doña Hero bien pudiera quitar la luz de la torre, viendo la mar alterada, y hacer que otra noche sea; pero mujer que desea ¿cuándo ha reparado en nada? LEANDRO: Determínome. ¿Qué aguardo? El Amor, ¿cuándo recela? Viendo arder aquella vela, también me consumo y ardo. FLORO: Cantando están en dos tonos viento y agua. LEANDRO: Y yo llorando. Floro, pasemos nadando. FLORO: Yo soy de casta de monos. No sé nadar. LEANDRO: Importante será que pases también. FLORO: Si eres novio, hombre de bien no es menester ayudante. LEANDRO: ¿Qué mares de Asia y Europa vencer el Amor no puede? FLORO: Mejor es que yo me quede para guardarte la ropa. LEANDRO: ¡Luz hermosa, luz serena, ya voy! Consuélame más. FLORO: La luz es una, no más; no me llama a mí Silena. LEANDRO: Alterado está y confuso todo el mar, que al parecer quiere esta noche romper los grillos que Dios le puso,. Agua y vientos dan temor; pero con incendios tales, armas tenemos iguales; y aun es mi fuego mayor. Vestidos de la ribera, sed despojos, que mi pecho ha de encender el estrecho. ¡Hero hermosa, espera, espera!
Arroja el vestido por todo el tablado y hace que se va desnudando, y éntrase como que se arroja al agua, y sale HERO en lo alto LEANDRO habla dentro
HERO: Sagrado dios Neptuno, ¿es razón que tus bóvedas desates, sin reservar ninguno, ondas y vientos? Ten piedad. No abates el resplandor hermoso pasando el mar Leandro el animoso. LEANDRO: Cristales, mar, espumas, hoy os hace mi amor más venturosos. Déme el Amor sus plumas. Remos los brazos son, por ser forzosos, vuestras olas venciendo, en amoroso fuego todo ardiendo. FLORO: ¿Con qué furia se arroja? Delfines, socorred a este atrevido. El aliento recoja Eolo de su furia embravecido. ¡Ay, olas inhumanas, muera yo entre mosquitos, no entre ranas! HERO: Guarda la luz, Silena, porque sus astros ha escondido el cielo. No encalle en la arena el bajel de Leandro, que recelo que le trae sin reposo el agua con un ímpetu furioso. LEANDRO: Contra los elementos, y no esperando paz, mi amor pelea. Ya me suben los vientos al orbe de la luna. ¡Oh, nunca sea mi cuidado amoroso vencido del trabajo presuroso! FLORO: Aquí no ayudo en nada a quien nada en el mar de ese Helesponto, Con la ropa guardada, lastimado me voy de aqueste tonto. Sin duda está muriendo, contrastar a las olas no pudiendo.
Vase FLORO
HERO: Su fin la luz amaga. Piadoso y dulce Amor, tenla encendida. ¡Ay de mí, que se apaga! Cuando mi amante de perder la vida se viene entristeciendo; y más al bien, que allí perdió muriendo. LEANDRO: Si ya me lleva el hado, bebiéndome las ansias de la muerte, Leandro enamorado, de que ya no podrá señora, verte muere más cuidadoso que de su propia muerte congojoso. HERO: La noche me da grima; coléricos están los elementos; no hay roca que no gima; empeñan la batalla olas y vientos. Por no ver mis querellas su rostro han escondido las estrellas.
Sale mojado en camisa y calzones de lienzo, LEANDRO
LEANDRO: Si agora a la venida me perdonara el mal, y si volviendo se bebiera mi vida, ¡oh, cuán dichoso fuera yo muriendo! Mas ha querido el hado que muera cuando soy más desdichado. Hero, en tus dulces brazos un verdadero amantes no recibes. Yo muero hecho pedazos, a vista de la torre donde vives, y consolarme quiero pues Hero digo cuando digo muero. HERO: Pienso que airados los vientos mi nombre trágico dicen. Si ya no fueron antojos de mis esperanzas tristes, todas las formas del mundo, con la oscuridad horrible, parece que han vuelto al caos de quien tuvieron origen. Todas está confundidas. Ojos de águila ni lince no habrá, y en tales tinieblas forma alguna determinen. De cuando en cuando los cielos un relámpago repiten en trueno de los que son exhalaciones sutiles. Con los bramidos del mar, parece que el mundo gime, porque ha llegado su muerte. ¡Qué mal amé, qué mal hice en poner las señas hoy! No lo pensé. No previne que él que ha de ser desdichado no tiene discurso libre. A la breve luz que dio un relámpago, me fingen allí un bulto mis deseos, y el corazón se apercibe a verlo segunda vez. Cielo piadoso, fulmine otra exhalación tu brazo. Otro relámpago críen los encendidos vapores, porque mis ojos divisen aquel bulto que miré. Oyóme el cielo; y no pide cosa alguna el desdichado; que si acaso la consigue para su daño no sea. En esos escollos, firmes a tantas olas, está muerto un hombre. Ya me aflige el haberlo visto. Amor, ¿si es Leandro el infelice? Alba hermosa, alba risueña coronada de jazmines, ven aprisa, y no permitas que llore cuando te ríes. Parece que me ha escuchado, que ya los vientos no esgrimen, ni sobre el imperio humano dos elementos compiten. El mar está sosegado, y haciendo que se retiren al horizonte las sombra, los horizontes se tiñen de la púrpura del alba. ¡Ay, Amor, no me lastime el día más que la noche! Deidad hermosa de Chipre, ten piedad. Mas no la tiene; los hados no la permiten. ¿Rüinas son de mi vida las que quiere Amor que mire en sueño y dolor eterno, y en un inmortal eclipse? Quizás reposa cansado y los funestos matices son copia y no original de la muerte. Mas, ¿qué dije? Lo malo ha de ser lo cierto. ¡Ah, Leandro, amante insigne, gloria de Abido, mi bien! Leona soy, de quien dicen que resucita a bramidos los hijuelos que no viven. Allá voy. No me detengas; Silena, no me repliques. Propio Amor, no me acobardes. Razón, no me solicites. Temor, no me persüadas. Muerte, no me atemorices. Animo, no me aconsejas. Dicha humana, no me libres. Tálamo y sepulcro sean esos peñascos, que sirven de pira al Fénix de amor. ¡Dueño, espera! No camines a los Elíseos tan presto; que ya tu dama te sigue. Iremos juntos los dos, para que en todo te imite, y porque junte el Amor los que la muerte divide. SILENA: Señora, señora mía, espera que no anticipe al rigor del golpe fiero que la muerte te apercibe. ¡Ah, Polidoro! ¡Ah, Elïano! Vení a ver el fin más triste de las tragedias de Amor, que excede a Píramo y Tisbe. HERO: Cuando miro las congojas de la muerte, participe del último bien mi alma. Dueño, mi mano recibe, para que, muertos, seamos ejemplos los más insignes de amantes. Entre tus brazos la voz el cielo me quite.
Vase HERO. Salen POLIDORO, LEONARDO, ELIANO y toda la compañía
POLIDORO: Aquí han sonado las voces. ELIANO: Ya aquí con sangre se escribe una historia desdichada de dos amantes. SILENA: Si visteis despeñar una mujer, ¿qué dudáis? El caso dice que es Hero. LEONARDO: Y mi adversa suerte, que es Leandro también. Vine en su seguimiento en vano. ELIANO: ¡Qué gran desdicha! POLIDORO: Eternicen monumentos de Artemisa dos amantes tan felices que murieron enlazados. LEONARDO: ¡Oh, qué tragedia tan triste! Y aquí, senado, da fin la historia y tragedia insigne de Hero y Leandro, del modo que en griego y latín se escribe.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002