HERO Y LEANDRO

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en un manuscrito temprano, no autógrafo, de HERO Y LEANDRO (Biblioteca Nacional, Madrid, #15.264). Esta edición fue preparada por Vern Williamsen para sus estudios en 1981 y luego fue preparado en una forma electrónica en el año 1987.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen todos los MÚSICOS y MÚSICAS, y toda la compañía con ramos en las manos y una guirnalda en una fuente de plata, y van por un palenque cantando todos, y salen detrás LEANDRO y NICANOR
MÚSICOS: "Hoy se celebra en el valle el Fénix de la hermosura, la que es madre del Amor y nación de las espumas. Los cisnes y las palomas del carro de Venus hurtan los resplandores al sol y la nieve de sus plumas".
Vanse todos y quedan LEANDRO y NICANOR
LEANDRO: Ya que vas peregrinando por estos mares, escucha la ocasión por qué en el valle tantas naciones se juntan. Aquella ciudad que miras, en quien las torres se encumbran, amenazando a los vientos nubes pardas y confusas, se llama Abido. Es mi patria. Fue mi madre; fue mi cuna, y, si yo muero con dicha, ha de ser mi sepultura. No te alabo esta ciudad. La modestia me disculpa; que en las propias causas siempre es la retórica muda. Esta que miras, vecina a estos montes, cuyas puntas pirámides son, que en ellos sirven al sol de columnas, se llama Sesto; y en medio, por esas aguas profundas, el estrecho de ese mar, que es un línea, y es una división que el cielo ha hecho para que no se confundan términos de Europa y Asia; porque Sesto está sin duda en Asia, Abido en Europa. Y así no es mucho que infundan las soberanas estrellas, lámparas que nos alumbran. Inclinaciones contrarias en las dos máquinas usan contra sí misma de guerra. Ambas por causas ocultas se aborrecen, con estar tan vecinas que se escuchan los latidos de los canes, cuando en las sombras confusas la noche nos da silencio. Y cuando el alba madruga, las aves de Abido y Sesto en dos coros se saludan. El breve estrecho igualmente peces a los dos tributa, y las nubes de los unos suben mezcladas y juntas. Todos los años en Sesto, en ese templo que ilustra ese valle, se celebran con sumo amor y con suma reverencia las exequias del bello Adonis, de cuya belleza Venus cautiva descendió en las blancas plumas de sus cisnes muchas veces. No te espantes que concurra celebrando a Venus, madre del Amor y la hermosura, la juventud de este valle, y, coronadas de murta, vengan las damas al templo de la gran diosa, que triunfa de la libertad del alma, y a sus amores ayuda. Treguas hay en ambas partes mientras que las fiestas duran; y, temiendo el sacrilegio, los enojos disimulan. Gozar quise de las treguas; no he venido con alguna pasión de Amor; que jamás supe de Amor las injurias. Curiosidad me ha traído, no amor, ni celos; que nunca cautivé la libertad, ni las aras que perfuman de Venus he menester. Aquel coro, aquella junta de músicos que pasó, sospecho que va por una sacerdotisa del templo, para que en las aras puras dé a la diosa el sacrificio; que siempre así se acostumbra, pero ya vuelven con ella. Mucha gente viene, mucha debe de ser su belleza, que aplauden, ruegan y buscan.
Vuelven a salir todos los MÚSICOS cantando lo mismo, y detrás del acompañamiento, HERO, coronada con una corona de flores y POLIDORO
MÚSICOS: "Hoy se celebra en el valle el Fénix de la hermosura, la que madre del Amor y nació de las espumas". HERO: Los que, de Venus y Amor, entre las verdes espumas de estos valles celebráis una deidad absoluta, antes que empiecen los fuegos las carreras y las luchas y las batallas fingidas, es necesario que suplan sacrificios los defectos, y las oraciones suban desde el templo al tercer cielo donde la diosa se oculta. Las flores de esta guirnalda, que mi indigna frente ilustra, porque son sangre de Adonis, entretejidas de murta, serán la ofrenda este día ya que la belleza usurpan al iris de tres colores: encarnada, verde y rubia. TODOS: ¡Hero, viva! HERO: No me deis, amigos, honra ninguna; dadla en el templo a la diosa. POLIDORO: Tu mismo ser nos disculpa, Hero hermosa, y pues que sabes de la diosa que te ilustra, ¿cómo no sabes de amor? ¿Cómo mis males no escuchas? ¿Cómo de las flechas de oro los libres ojos ocultas? HERO: Calla, Polidoro, calla; que tus palabras me injurian. POLIDORO: Sirve a Dïana, señora, pues de tanta gloria triunfas. LEANDRO: ¡Ay, Nicanor, qué belleza! ¡Qué singular hermosura! ¡Qué celestial gallardía! ¡Con qué prisa, con qué furia, porque a Venus desprecié, ya a mi pecho el hijo apunta! Flechando está el arco de oro; ya no hay libertad que sufra tal rigor. Venganza ha sido de la diosa. ¡Ah, cruel! ¡Ah, injusta! No puedo yo blasonar de libre. Mal disimulas, siendo deidad, tus enojos. NICANOR: ¿Cuál de éstas es? LEANDRO: ¿Qué preguntas? Si entre humildes fuentecillas, que apenas de sí murmuran, ves el mar de la belleza; si eclipsadas y difuntas ves las estrellas delante del sol, hermosa criatura, ¿cuál ha de ser la ocasión de mi muerte? NICANOR: ¿Ya te juzgas muerto y vencido? LEANDRO: Sí, amigo. Cuando los halcones buscan por las regiones del viento a la garza, haciendo puntas, y ella, del sol mariposa, hecha un cometa de pluma, se remonta hasta los cielos, con naturaleza oculta reconoce cuál neblí, entre las rapantes uñas le ha de matar, aquél teme, y de los otros se burla, sin temerlos ni estimarlos, del mismo modo me anuncia mi corazón que he de ser presa y víctima desnuda de libertad, de la hermosa sacerdotisa que alumbra ese templo más que Venus con ser ésas aras suyas. HERO: ¡Ea! Ya es hora. Repitan vuestras canciones las musas y ninfas que a Venus sirven con afecto y alma pura. MÚSICOS: "Los cisnes y las palomas del carro de Venus hurtan los resplandores al sol y la nieve de sus plumas".
Vanse. [Quédanse LEANDRO y NICANOR]
LEANDRO: Nicanor, ¿pudo ser Venus entre las flores y nuncias del Himeto tan hermosa? ¿Pudo nacer de la espuma tan curiosa y tan bizarra? Tras sí me lleva. ¿Quién duda que ésta ha de ser ocasión de mi muerte y desventura? NICANOR: ¿Quieres que yo la retrate entre la tropa confusa de esa gente, pues que soy el Fénix de la pintura? LEANDRO: Sí, Nicanor, y la vida si acaso me queda alguna, será el premio del retrato. Entra pues; traslada, hurta aquellos rayos del sol, para que en las líneas mudas de tu pincel, me den luz, aliento, gloria y ventura. A espaldas de mi retrato has de copiar la luz suya, porque yo pueda imitar la mendiguez de la luna.
Vase NICANOR. Sale FLORO
FLORO: ¡Gracias a Dios que te veo! Siguiéndote me he perdido. LEANDRO: Hallas a otro del que ha sido, porque adoro, amo y deseo. Fuerza fue amar cuando vi nueva luz de este hemisfero. FLORO: ¿Y cómo se llama? LEANDRO: Hero. FLORO: Futuro de sum, es, fui. ¡Que Hero se llaman las damas de esta tierra! Apostaría que has de querer otro día en gerundio de amo, amas. LEANDRO: Ésta es la deidad más pura de ese templo que adoraste. FLORO: ¿Y en cuántas partes notaste que consiste su hermosura? Que la beldad que provoca, y muerte tal vez nos da, en cuatro partes está: ojos, manos, voz y boca. LEANDRO: ¿Por qué en voz? FLORO: No voz que cante, sino la con que habla sea: metal dulce de jalea, no de becerro que espante. Un amo a quien yo servía requebraba a una mujer sin oírla ni saber si era muda; pero un día que le dijo, "Yo os adoro", respondió la dama así:
Muy gordo
"Pues, ¿y qué se me da a mí?" Pensó que bramaba un toro. El tal galán, otro día otra enamoró más bella, y siempre callaba ella a cuanto el galán decía. Díjole una vez, "Mi diosa, hermosa el cielo os formó". Y la dama respondió:
Gangueando
"Ya yo sé que soy hermosa". De suerte que en los metales de la voz hay hermosura y fealdad. LEANDRO: Una luz pura con reflejos celestiales de su dulce voz me avisa. Muera si puede la diosa ser tan gallarda y hermosa como su sacerdotisa, gozando del privilegio de gozar sus aras. Mira deidad humana que admira.
Dentro
TODOS: ¡Sacrilegio! ¡Sacrilegio!
Sacan entre todos los que pudieren a NICANOR agarrado; y POLIDORO detrás, empuñando la espada; y NICANOR con el retrato en la mano, CINTIO queriéndosele quitar
POLIDORO: Extranjero, ¿tú profanas esta deidad? (Celos son Aparte los que mueven mi intención; no virtudes soberanas). ¿Copiando estás del altar la deidad que sacrifica, cuando víctimas aplica y no se debe mirar? Morir debes. NICANOR: ¿Es error retratar una belleza que pasmó Naturaleza? POLIDORO: ¡Ah, sacrílego pintor, suelta el retrato! LEANDRO: Señores, que era culpa no he sabido. POLIDORO: Sin duda que sois de Abido donde todos sois traidores. LEANDRO: ¡Vos mentís! Y de esta suerte libro a un insigne pintor. Huye, amigo Nicanor. NICANOR: No solicites tu muerte.
Vase NICANOR
CINTIO: ¿Eres de la quinta esfera algún rayo desatado? LEANDRO: Un noble soy agraviado.
Mételos a CINTIO y POLIDORO a cuchilladas
CINTIO: ¡Yo soy muerto! POLIDORO: ¡Muera, muera! ¡Traidor que el templo violó de Venus en este día! LEANDRO: Mi colérica osadía esta vez me despeñó.
Sale LEANDRO por una puerta y vase por otra. Salen HERO y POLIDORO, y CRIADOS
HERO: Su injuria habéis de vengar. El templo de Venus llora.
Dentro
LEANDRO: Valedme, brazos, agora; que ya me arrojo en el mar. HERO: El osado pecho ofrece al agua desde una roca y, con la espada en la boca, delfín humano parece. ¡Tiradle flechas! Y muera sobre las ondas de nieve, hombre que a ofender se atreve deidad que Chipre venera. ¡Qué marino monstruo o nave no va excediendo esta vez! Lo que moja el agua es pez, lo que toca el aire es ave. Rompiendo va en las espumas grillo de olas y de lamas; el medio cuerpo de escamas, y el otro medio de plumas. Grande valor ha mostrado, parece en el mar crüel fragmento de algún bajel que el viento ha despedazado. POLIDORO: Pues con la púrpura humana que de Cintio derramaste, el templo a Venus violaste, muere en esa espuma cana. ¡Plega a Venus celestial que tus exequias te canten, y en ese mar te levanten monumentos de cristal! HERO: Ya ha llegado a salvamento; que un barco le recogió. ¡Que no conociese yo hombre de tanto ardimiento!
Sacan a FLORO agarrado, y a NICANOR, los CRIADOS
CRIADO 1: Aquí están dos que han venido con el bárbaro homicida. FLORO: Ya no daré por mi vida un caracol. CRIADO 1: Éste ha sido la ocasión que sin recato retratarte osó. HERO: De muerte eres digno de esa suerte. Dame, extranjero, el retrato. NICANOR: Aún no está perfecto. HERO: ¿Cómo? (¿Así se atreve un pintor Aparte a belleza a quien Amor hirió con flechas de plomo? Aunque a Venus soberana hoy en su templo servía, no sé de Amor, y otro día me pasaré al de Dïana. A ninguno pienso amar, y así a Venus dejaré, porque agradarla no sé ni a mí me agrada su altar). ¡Ay! ¿Quién es éste que así en esta lámina breve a estar junto a mí se atreve? ¿Qué retrato es éste, Di. NICANOR: De ése que rompió el estrecho y en la opuesta margen ves. HERO: Venganza de Venus es, arpón que amaga mi pecho. (Eso no miréis, mis ojos. Aparte Hablé inadvertidamente. Hermosa Venus, detente; no vengues, no, tus enojos). ¿Quién es éste? NICANOR: Aunque su amigo, éste informará mejor. HERO: ¿Quién es éste? Di, traidor. FLORO: No soy traidor pero digo. Ese gallardo joven que hoy ha hecho caravanas de atún a la vislumbre de pece Nicolás pasó el estrecho, como si el charco fuera media azumbre; ése que unas fiestas ha deshecho, sin poder excusar la pesadumbre, si por enojo no lo sabéis, se llama Leandro, el sin amor, Fénix sin dama. De valiente y galán con sus acciones, que para sus hazañas y sus galas hígados ha comido de leones, ya desnudando de sus verdes alas al pájaro gentil, que anda de nones. Envidiarla podrán Venus y Palas, "león de Albania", "cisne del Meandro", en Abido se llama el tal Leandro. No hayas cuidado, mi señora, que halles más méritos en hombre, y esto es cierto. ¿Qué dama no ha rendido en esas calles? ¿Qué fiera no tembló en ese desierto? En los ásperos montes y los valles ninfas y jabalíes de un golpe ha muerto; y así todos le llaman "sol de Abido", "rayo de muerte", y "flecha de Cupido". En un morcillo que alimenta, suele desempedrar las calles, de manera que al mismo sol obliga que recele, que pueda alcanzarle en la carrera. Os hará sombra, no hay que tanto vuele cuando huye del alba lisonjera, y a ser yegua, según sus maravillas, fuera él morrión y rey de las morcillas. ¿No visteis una nube tenebrosa volar tronando, rayos escupiendo? Así la negra bestia generosa velos parte tronando, no corriendo. Los relámpagos con la luz hermosa que saca de las piedras que va hiriendo. El rayo es el jinete caballero. Ella es la noche, y él es el lucero. HERO: Calla. (El alma temerosa Aparte está de afectos tan vivos, amagos son vengativos. Aplacar debo a la diosa. Venus, si enojo te di, ten piedad y no rigor. No me mates con amor; que es vil muerte para mí). La diosa he de consultar. En tal caso esperad, todos.
Vase
POLIDORO: Pensando estoy en los modos con que muerte os han de dar. FLORO: Malos pensamientos tenga. Piense pensando veneno. Piense siempre el mal ajeno y lo que piense se venga. ¿Estudia para tirano? ¿Acaso toma lección de verdugo o de sayón? POLIDORO: Si ese templo soberano manchado de sangre veo, y en tragedias tan funestas han fenecido las fiestas, religioso es mi deseo.
Dentro
HERO: La voz de la diosa oí. Dad libertad a esos dos. FLORO: Larga vida te dé Dios. (Y malos piensos a ti). Aparte
Sale HERO
HERO: Amigos, Venus mandó que para aplacar la furia yo misma vengue la injuria y que mate a Leandro yo. De su venganza instrumento soy. A Abido he de pasar. ¡Corten los remos el mar! ¡Soplen las velas el viento! POLIDORO: Acompañarte es razón. Bien podéis vosotros iros. FLORO: Hoy dieron fin mis suspiros librándome de un sayón.
Vanse. Salen LEANDRO con diferente vestido, muy triste, y MITILENE detrás, muy enamorada
MITILENE: Apenas de Sesto vienes, cuando triste y divertido a esta ribera has venido. Leandro, dime qué tienes. Con amor tus pasos sigo turbada como ese mar; si son cosas de pesar, primo, llévame contigo; pues que tu sangre es la mía, y yo te adoro también; y mujer que quiere bien es la mejor compañía. Cual pálido girasol voy siguiendo rayos bellos, hasta arrancar los cabellos en las tristezas del sol. ¿Quién eclipsa tu alegría, turbando luces serenas oscuras sombras de penas? LEANDRO: (¡Ay, Hero del alma mía!) Aparte MITILENE: ¿Ni me miras, ni respondes? ¿Quién tus mudanzas ha hecho? En laberintos del pecho grandes misterios escondes con esquivez y rigor. Siempre mi fe agradeciste. Al templo de Venus fuiste. De allá, ¿qué traes sino amor? Si éste causa tu cuidado si ya Amor tu pecho inflama, cuéntame quién es la dama. LEANDRO: ¡Ay, Leandro desdichado!) MITILENE: ¿Sólo escucho de tus labios mal formado un "ay", señor? Ya digo que no es amor. Celos son o son agravios; porque amar por sólo amar dulces efectos alcanza, y, aunque falte la esperanza, nunca obliga a suspirar. Si tuya tengo de ser ya que no puedes quererme, aprende a no aborrecerme; que es principio de querer. Tu padre y mi hermano quieren que hoy nos casemos, y así vivo alegre. LEANDRO: (Agora sí Aparte que mis esperanzas mueren). Mitilene, atrevimiento fue salir a esta ribera. Déjame que errando muera en mi mismo pensamiento. MITILENE: Mientras que la paz nos dura con Sesto, salir podremos a esta ribera; no demos cuenta de mi desventura; que tener amor y ser no agradecido su amor es la desdicha mayor que le viene a una mujer. LEANDRO: (¿Qué desdicha se ha de hallar Aparte que no sea con la mía átomo breve del día, pequeña gota del mar?) Mitilene, a fiestas fui y vuelvo con pesadumbre; que ésta es natural costumbre del mundo, triste volví. Cuando hay cosas de placer con tristezas voy a verlas; que es bien que vamos con ellas, como habemos de volver. Quien fue triste, triste viene; no aumentes más mi pesar.
Sale FLORO, recatado
FLORO: (¿Cómo le podré avisar; Aparte que está con él Mitilene?) ¡Ah, señor! ¡Ah, señor! LEANDRO: ¿Qué? FLORO: Haz que tu prima se vaya. LEANDRO: ¿Por qué? FLORO: Porque está en la playa, vuelto en latín, "yo seré". LEANDRO: No te entiendo. FLORO: Aquel futuro de Sesto. A solas te quiero. LEANDRO: ¿Qué dices, grosero? FLORO: Hero. MITILENE: (Éste es ingrato y perjuro; Aparte algo contra mí se trata. Fingir quiero que me voy). Primo, si enfado te doy por esa margen de plata, por esa florida selva, que inundan sagradas olas, me voy, discurriendo a solas, hasta que a su tumba vuelva el sol, de rayos süaves; y con el arco que ves haré que besen mis pies, cayendo en giros las aves; que el más ligero neblí, bañado en sangre y espumas, un rayo será de plumas, y una estrella carmesí. LEANDRO: Acuerdo discreto fue; eres segunda Dïana. MITILENE: (¡Ah, traidor! De buena gana Aparte me despides. No me iré).
Escóndese
LEANDRO: ¿Floro, qué dices? FLORO: Que vino Hero hermosa a esta ribera, y me dice que te espera para hablarte. LEANDRO: Sol divino, si no me infundes valor, agora es el fenecer; porque un súbito placer tiene efectos de dolor. Hazme un Argos, cielo; empieza a mitigar tus enojos, porque no bastan los ojos para ver tanta belleza. Fama, presta con favor tus lenguas a mi fortuna, porque no ha de bastar una para explicar tanto amor. FLORO: Amante de pepitoria, pídenos manos y pies.
Salen HERO y POLIDORO, y otros, criados, se quedan en la puerta
POLIDORO: Hero divina, aquél es. El cielo te dé victoria. HERO: Ya sin duda la promete. Retiraos todos; que así lo mandó Venus. FLORO: Aquí la tienes ya. LEANDRO: Floro, vete. FLORO: Saltos me da el corazón; recelo alguna maldad. LEANDRO: Necio, en aquella deidad caber no puede traición.
Vase FLORO
(¡Oh, qué turbado me siento! Aparte Ciego estoy a tales rayos. Basten, Amor, los desmayos; dame agora atrevimiento). HERO: ¿Eres Leandro? LEANDRO: No y sí. HERO: ¡Qué locura peregrina! LEANDRO: ¿Viste en alguna rüina un padrón que dice: "Aquí fue tal ciudad"? Pues así en este cuerpo ha vivido Leandro, cuando ha tenido alma. No es locura, pues, decir "no", porque no es; y decir "sí", porque ha sido. HERO: ¿Y dónde está el alma? LEANDRO: Hice voto de ofrecerla al templo de Venus, porque es ejemplo del amante más felice, con un letrero que dice: "Milagro esta alma no amaba. De libertad blasonaba. Vino a este templo y Amor le ha sacado del error en que sin amor estaba". HERO: ¿Cómo al templo ha profanado quien sangre en él derramó? LEANDRO: Venus a Amor me mandó y sacar quise un traslado del sujeto que he adorado. ¿Es bien que culpas estén en no amar y querer bien? ¿Qué locura es ésta mía, que no amando la ofendía, amo y la ofendo también? HERO: A darte la muerte vengo, y la diosa lo mandó. LEANDRO: De ese intento saco yo la grande dicha que tengo, y con discursos prevengo que, ni yo soy su enemigo, ni está enojada conmigo; ni que sus aras profano, porque morir a tu mano es favor y no castigo. Ea, pues, bella homicida; sangre de mi pecho vierte, porque blasone la muerte que vale más que la vida. Pero déjame en la herida esa mano celestial, vida sobrenatural. Y así matando y viviendo, dándome vida y muriendo, vendrás a hacerme inmortal. Usa ya de ese rigor, hermosa tirana mía, aunque Venus te diría que me matases de amor; porque es muerte superior el amar sin esperanza de remedio ni mudanza. Si éste su precepto fue, ya estoy muerto; ya expiré. No busques otra venganza. HERO: (¡Oh, cómo estuve indiscreta! Aparte ¿A qué vine? ¡Qué mal hice! En cada razón que dice me dispara una saeta. Aprisa Amor me sujeta. Quiero decirle que debe morir como un hombre aleve; pero, ¿cómo, si esto pasa? ¿De corazón que se abrasa saldrán pedazos de nieve? ¡Venus, ingrata y crüel! Tomar de un golpe quisiste dos venganzas. Muero, ¡ay triste! Amor llegó de tropel. ¿Que le diese muerte a él me mandaste? Vino, vi, no soy peña, no vencí. Diosa, las flechas abate si me mandas que le mate como me mata él a mí). LEANDRO: Sé que el modo de mi muerte estás consultando agora rigor y amor. ¡Ay, señora! Ambos matan de una suerte. La sentencia espero. Advierte que si me mata el rigor, de una vez pasó el dolor; si me mata Amor, de muchas. Piadosamente me escuchas. ¿Quién me ha de matar? HERO: Amor. (Rigor decirle quería. Aparte Venus la lengua movió. ¡Ea, de mí se vengó! En vano el alma porfía).
Van saliendo MITILENE y POLIDORO, cada uno por su puerta
MITILENE: (Bien temí la alevosía Aparte de este ingrato). POLIDORO: (Mucho tarda Aparte Hero en matarle. ¿Qué aguarda?) MITILENE: (¡Peregrina mujer! ¡Cielos!) Aparte POLIDORO: (Vida le den ya mis celos). Aparte MITILENE: (¡Qué enemiga tan gallarda!) Aparte LEANDRO: Felice soy, pues que veo que moderas tu rigor. HERO: Procura tú que este amor nunca llegue a ser deseo; que si amando y esperando vive el alma cuidadosa, de ti se vengó la diosa. Fuerza es morir deseando. LEANDRO: Desde aquí de su ley uso. Como este mar he de ser; que no se atreva a romper el margen que Dios le puso. Pero un siglo ha de ser leve. Ser quisiera al sol igual; porque un amor inmortal no cabrá en vida tan breve.
Sale POLIDORO
POLIDORO: (Quiero saber lo que espera). Aparte Hero hermosa, no te entiendo. Advierte que va saliendo mucha gente a la ribera. HERO: Asegurándole estoy. Retírate, Polidoro.
Vase POLIDORO
LEANDRO: Ya contra tu ley te adoro; rompí tus preceptos hoy. Tener amor solamente me mandaste, pero al ver que te llegué a conocer, más que amor el alma siente. Una envidiosa pasión me han infundido los cielos; mas, ¿si fuesen éstos celos? Pienso que sí, celos son. HERO: Celos las almas no sienten; que no hay celos es error; los duendes son del amor. Dicen que los hay, y mienten. Invención debe de ser, con que su amor encarecen los amantes. MITILENE: (No merecen Aparte tanto amar y padecer mis ojos. ¡Grave dolor! En vano su amor conquisto. Sepa al menos que le he visto, aunque se enoje). ¡Ah, traidor!
Sale MITILENE
¿Quién es ésta? LEANDRO: ¡Mitilene! Si me quieres, vete luego. MITILENE: Obedezco, pues que ruego. (Esta desventura tiene Aparte la mujer aborrecida; que ha de ver y ha de callar).
Vase MITILENE
HERO: ¡Válgame Dios! ¿Qué pesar me va quitando la vida? LEANDRO: Di, ¿Qué sientes? HERO: Que es verdad que hay duendes. LEANDRO: Pues de eso, ¿a quién pesó? HERO: Celos hay también, y es bellaca enfermedad. LEANDRO: Mi fe pura no te engaña; mi prima es ésta, ¡por Dios! HERO: Pues curémonos los dos: aquel hombre me acompaña. LEANDRO: Señora, di, ¿podré verte? HERO: En Sesto te han de matar. LEANDRO: ¿Qué importa? HERO: ¿No ha de importar? LEANDRO: No, pues es vida la muerte. HERO: Para tener descuidado un pueblo que es tu enemigo, di los que vienen conmigo creyeran que se han vengado, una industria tengo. LEANDRO: ¿Y es? HERO: Que te mato he de fingir. LEANDRO: No mientes, pues es morir el verte ausente. HERO: Después te avisaré qué has de hacer. LEANDRO: ¿Y cómo fingirlo debes? HERO: Llega, como que te atreves, a mis brazos. LEANDRO: Si ha de ser, de esa suerte será acierto morir de veras. HERO: ¡Así!
Hace que le da con una daga
Venus se venga de ti. LEANDRO: ¡Ah, crüel! ¿Por qué me has muerto? (De amores, digo). Aparte
Sale POLIDORO
POLIDORO: Señora, valor te han dado los cielos.
Sale MITILENE
MITILENE: (¡Ay, que borraron mis celos Aparte sangre y lástima!) ¡Traidora, de un golpe quitas dos vidas, un amor y mil sospechas! ¿Qué hacéis en la aljaba, flechas? Salid, salid, no me impidas, turbación. HERO: Corred delante. Prevenid[me] barco luego. MITILENE: Daré voces, no sosiego. ¡Gente de Abido!
Vanse todos menos HERO y LEANDRO
LEANDRO: ¿A qué amante esto sucedió jamás? HERO: (Mucho lo siente la prima). Aparte LEANDRO: No ofendas a quien te estima. HERO: Yo te escribiré. LEANDRO: Darás vida a un muerto. HERO: Voyme. LEANDRO: Espero un favor. HERO: Cure la herida con éste.
Arroja un pañuelo
LEANDRO: ¿A llaga fingida das favor tan verdadero? HERO: ¿Temes ya? LEANDRO: No estar presente. HERO: Las almas se comunican. LEANDRO: Mucho los ojos se explican. HERO: ¿Qué alivia el mal de ausente? LEANDRO: Confïar. HERO: Pues, confïar. LEANDRO: Adiós, mi bella homicida. HERO: Adiós, muerte de mi vida. LEANDRO: ¿Qué he de hacer? HERO: Vivir y amar.
Vase HERO
LEANDRO: Ya es mi dicha de manera que yo soy el más dichoso, y a haber de estar envidioso, sólo de mí lo estuviera.
Salen FLORO, LEONARDO y LUCINDO, hermano de MITILENE
FLORO: Leandro está aquí, señores. LEONARDO: Hijo, buscándote vengo, porque a Mitilene tengo lástima, de sus amores. LUCINDO: Casi loca está mi hermana, como ser tuya desea. LEONARDO: Tu esposa mañana sea. Dime, si de buena gana. LEANDRO: (Mis ojos se van al mar). Aparte Luego vuelve y os diré la causa y razón por qué no me pretendo casar.
Vase LEANDRO
LEONARDO: ¿Sábesla tú? FLORO: La sabía, pero ya se me olvidó.
Sale MITILENE, muy despechada
MITILENE: (¡Oh, nunca llegara yo Aparte a ver este infausto día!) Tío y hermano, vengad si a llanto y lástima os mueve, la desdicha más aleve que ha inventado la crueldad. El sentimiento es forzoso, y será muerte después, porque perdimos los tres un hijo, un primo, un esposo. En su sangre revolcado queda Leandro sin vida, porque una hermosa homicida amor y muerte le ha dado. Dióle fin atroz y fuerte una aleve entre sus brazos, y los últimos abrazos le dio envueltos en la muerte. El horror y el sentimiento me impidieron la venganza; que una turbación no alcanza discurso ni atrevimiento; que cuando le vi expirar, con ansias, bascas y enojos, y vi eclipsados sus ojos a nunca más despertar, de modo quedé sin mí que flechar no supe el arco, y la enemiga en un barco, o marítimo neblí, volando pasó el estrecho; y con pena y con espanto si no en sangre bañó en llanto estos ojos y aquel pecho. ¡Ea, su muerte venguemos! Lloremos su fin crüel, o muramos como él. LEONARDO: Bien temí que los extremos del amor de Mitilene pararían en locura. LUCINDO: Tiene amor, tiene hermosura, partes y méritos tiene. Vese despreciada. Así, ¿qué mucho que pierda el seso? MITILENE: ¿No es lástima este suceso? O, no sabiendo de mí, ¿no lo he sabido contar? ¡Leandro es muerto, señor! LEONARDO: ¡Qué desdicha! ¡Qué dolor! ¿Amor pudo trastornar su jüicio? LUCINDO: Señor, sí; que es inmenso su poder. FLORO: En mi vida hallé mujer que pierda el seso por mí, con ser tan lindo. MITILENE: Señores, ¿locos sois o no creéis esto que escuchado habéis? Pues tiñendo prado y flores de nácar y de claveles está el Adonis de Abido. Aquí su sangre han vertido aquellas manos crüeles. ¡Dejan que busque, cielos!
Vase MITILENE
LEONARDO: ¡Qué melancólico humor! LUCINDO: Y no sólo ha sido amor; también pienso que son celos; que a otra mujer culpa da. LEONARDO: Ya su locura sabía, Leandro, pues no quería ser su esposo. LUCINDO: ¡Claro está!
Sale LEANDRO
LEANDRO: (Si en amor de Hero me abraso, Aparte hable el alma claramente; diga la pasión que siente, pues por ella no me caso). Agora os diré por qué a mi prima no he querido. LEONARDO: Ya lo tenemos sabido. Desdicha y lástima fue.
Sale MITILENE como buscando
MITILENE: Aquí cayó en este puesto, y, con las ansias mortales bajaría a los cristales de ese arroyo. Mas, ¿qué es esto? ¡Animo, no más dolor! ¿Corazón, no más enojos! Y, ¡no más lágrimas, ojos! Todo se vuelve en amor. LEONARDO: (Parece que ha mejorado). Aparte Hija, deja esa locura. MITILENE: ¿Tal es ya mi desventura que a este término ha llegado? LUCINDO: La que Amor enloquece, si al templo de Venus va, salud en él hallará. LEONARDO: Dices bien y pues se ofrece que nos dan treguas los cielos, allá se puede llevar. MITILENE: (Quiero dejarme engañar; Aparte que allá vengaré mis celos. De Leandro engaños son; otra quiere, a mí me olvida. ¿Para qué quiero la vida? ¡Piérdase ya con razón el jüicio!) LEONARDO: Por agora quede la boda suspensa mientras se mejora.
Vanse LEONARDO y LUCINDO
LEANDRO: (Inmensa Aparte es mi dicha). MITILENE: (En vano adora Aparte un alma cuando la suerte y el hado la contradice. Para hacerme a mí infelice loca, fingieron su muerte).
Detiene a LEANDRO
Traidor, ¿engaños conmigo? Mas, mis afectos extraños agradecen tus engaños. ¿Cómo no mueres, amigo? ¿Quién es causa de que yo sienta el mal tan fiero? LEANDRO: Hero. MITILENE: Dime, ¿quién es por quien muero? LEANDRO: Hero. MITILENE: ¿Siempre se burló tu lengua de mí? ¿Por qué eco de mi voz te has hecho? LEANDRO: Digo lo que está en el pecho. MITILENE: Saber quién la dama fue espero. LEANDRO: Hero. MITILENE: ¡Qué crueldad! ¡Qué desprecio tan extraño! LEANDRO: (Ella piensa que la engaño, Aparte y le digo la verdad).
Vanse

FIN DEL PRIMER ACTO

Hero y Leandro, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002