ACTO SEGUNDO


Sale AUSONIO, rasgando una carta y tras él sale RICARDO
AUSONIO: Pedazos hago el papel adonde mi muerte fundo, por venir escrito en él que quiere acabarle el mundo, pues Fenisa salió de él. Fenisa muerta y yo vivo, ¿Por qué muerte no recibo? ¿Qué milagro es éste, y palma, que salga de un cuerpo el alma y el cuerpo se quede vivo? Dichosa infanta, bien sé que el alto cielo te encierra como en el arca Noé; que se ha de anegar la tierra co[sa] que yo lloraré. Mas con esto me consuelo, que hecho montes el suelo y pasado este diluvio, nos mostrará su arco rubio en señal de paz el cielo. Tu bella luz mostrará, haciendo el cielo arrebol, porque el sol viéndote allá ha de dejar de ser sol y su lugar te [dará]. Tan rica dejas la tierra que temo no nos des guerra, porque todos la pisamos y porque no la adoramos, después que tu cuerpo encierra. RICARDO: Si el tiempo con su rigor la infanta acabó en su tiempo, acabe ya tu dolor. AUSONIO: Todo lo consume el tiempo pero no un perfeto amor. RICARDO: Mas, antes es imperfeto, pues ha faltado el sujeto que tu amor perfeto causa. AUSONIO: Aunque ha faltado la causa, ¿falta después el efeto? El Fénix tiene costumbre cuando se quiere morir de echarse vivo en la lumbre, mas otro vuelve a salir de su ceniza a la cumbre. Y de esta suerte en mi pecho, que Fenisa ya ha deshecho de mi fuego y su ceniza, otro Fénix, --¡Oh, Fenisa!-- admirablemente ha hecho. RICARDO: Pues, ¿qué pretendes hacer? AUSONIO: Que partamos luego a Hungría para allí gozar y ver la que muerta, helada y fría temblar me hace y arder. Su espíritu está en la gloria; su cuerpo en la tierra dura; su fama en eterna historia; en mi pecho su hermosura; todo junto en mi memoria. Y, pues, todo en ella está, él la vida le dará por lo que recibe de ella, y si yo vengo a perdella, un mármol nos cubrirá. Alto, partamos de aquí; que la muerte me convida a darme otra muerte allí porque no quiero aquí vida que esté sin ella y sin mí. RICARDO: (Perdido soy si se parte). Aparte Justo será reportar[te]. Busca, señor, otro modo. AUSONIO: Estando sin vida el todo, ¿cómo ha de vivir la parte? RICARDO: Mira que dejas desierto tu reino de ley y rey, y andará con desconcierto. AUSONIO: Más vale que esté sin rey que no tener un rey muerto. RICARDO: Determinado estás de ir? ¿Tu padre, qué ha de decir? Pues para acabar la guerra te encomendó el reino y tierra. ¿Hoy lo dejas destrüir? AUSONIO: Cuando mi padre partió, mi Fenisa viva estaba y así estaba vivo yo. A un vivo su reino daba, ¿qué culpa si ya murió? Yo pondré gobernadores que recojan mis tributos. Suenen roncos atambores, arrástranse negros lutos. No parezcan más colores. Haya tristeza infinita, tristes canciones le canten con un ronco llanto y grita, altos túmulos levanten, negra cera se derrita. Toquen las campanas dobles, traigan luto las más nobles, dése a pobres mi riqueza y el suelo, por más bajeza, cubran cipreses y robles. Y si el cielo permitiera que en él dominio tuviera, sus estrellas descumbrara y al mismo sol eclipsara porque su muerte sintiera.
Vase
RICARDO: Si llega el príncipe a Hungría, el conde ha de peligrar; mas, pues él de mí se fía, yo lo tengo de librar a peligro y costa mía. Vasallo noble he de ser y una posta he de correr que si llegar antes puedo [..................... -edo] otro mayor he de hacer.
Vase. Salen FENISA y el REY de Hungría
REY: Está, Fenisa, segura que no gozarás de hombre indigno de tu hermosura porque no he de honrar a un hombre que deshonrarme procura. ¿A tal se pudo atrever el que tu esposo ha de ser que diga que a mi Leonora la quiere tanto y adora olvidando a su mujer? ¡Que haya cabido en la alteza de aqueste príncipe Ausonio tal mudanza y tal bajeza! Mas, hecho este matrimonio, no burlará tu belleza. Al fin, ¿que anoche los viste por el balcón que dijiste hablar[se]? FENISA: Sí, mi señor. REY: ¿Por qué me ensalzaste, Amor, si gloria breve me diste? Fue mi gloria perdición, pues me ha faltado tan presto; mas no habrá sin su traición. Ni el sol que a mi fe me ha puesto le saldrá por el balcón. Si la noche encubre tal, ya de hoy más el pedernal de mi amor y pesadumbre dará centella la lumbre para descubrir mi mal. A tu balcón está atenta esta noche sin tardanza. En viéndolos, me da cuenta que para tomar venganza, por fuerza, he de ver mi afrenta. Que según el caso [exhumo] y grave Ausonio, presumo, tenga con Amor un ciego porque nunca donde hay fuego se puede encubrir el humo. Tus palabras se merecen; mas dos contrarios se ofrecen en lo que presente veo, que tal delito y tal reo apenas se compadecen. Mucha fe en el caso das; mas la fe de mi Leonora dice que engañada estás, y así quiero ser agora otro segundo Tomás. FENISA: (Quise, con esto, estorbar Aparte de no verme desposada, mas no lo podré alcanzar; que nunca mujer honrada a nadie supo engañar).
Sale por una puerta BERTILO y por otra se va FENISA
REY: No sospechas, rey, que basta ser rey para usar la ley que al orden de un rey contrasta; que si eres rey, lo has con rey, y rey de tu propia casta. Es afrenta de mi honor que tengas en más valor la que ojalá me quisiera, y si de mi honor no fuera, bastaba ser de mi amor. Tu mujer has olvidado, y rey no merece ser quien su palabra ha quebrado. La honra de tu mujer y el gusto de tu cuñado, la nobleza de tu nombre, me obliga[n] que aquesto hable. No te alteres ni te asombre que el hombre, rey, y mudable no es noble, ni es rey, ni es hombre. La humana naturaleza así sus virtudes labra: en los nobles la firmeza, la firmeza en la palabra, en los reyes la nobleza. Es noble quien firme ha sido, es firme quien ha cumplido. ¡Rey noble, firme en su ley! Luego, no será buen rey quien aquesto no ha tenido. BERTILO: Yo beso a tu majestad los pies por tan buen consejo. REY: ¿Para qué es tanta humildad? BERTILO: Porque es la humildad espejo donde se ve la verdad. Está, rey, de mí seguro, pues por los cielos te juro que lo que dices ignoro y a Fenisa sólo adoro y sus palabras procuro. REY: Humilde es tu prudencia. O es de Sinón tu paciencia, o es mi confusión Babel, o de Isaac, Josef o Abel heredaste la inocencia. Estoy confuso de ver que tan diferente nombre esta verdad ha de ser: o a la nobleza de un hombre o al gusto de una mujer.
Salen LEONORA y FLORISEO
FLORISEO: Impórtame la vida el impedirlo o al menos, si no puedo, dilatarlo.
Salen por otra puerta FENISA y el marqués LISARTE
FENISA: ¡Por vida del marqués que lo dilates poniendo por delante algunas leyes de las que sabes que este reino tiene! LISARTE: Sólo, supremo rey, saber deseo de los señores príncipes mañana... REY: ¿Por qué los dices? LISARTE: Porque todo el vulgo, siguiendo la opinión de los más nobles están dudando cómo no se guarda la ley antigua de este antiguo reino. ¿No se manda que aquél que pretendiere el desposarse con princesa suya asista algunos días en palacio primero que con ella se despose? FLORISEO: Dice bien el marqués; que así se dice. BERTILO: (Sólo me falta que estas leyes cumpla Aparte para dar más lugar para perderme). REY: Confieso que es verdad; mas sólo basta un mes de tiempo, el medio está pasado. Aguarde vuestra alteza el otro medio. BERTILO: No es justo que por mí las leyes quiebren. (Perdí de todo punto mi esperanza). Aparte REY: (El marqués con mi gusto corresponde Aparte que en este medio mes sabré su intento.)
Sale RICARDO, muy alborotado
RICARDO: Después de haber besado pies y manos, dirá la audiencia de mi humilde boca. Oye, señor, el cuento más extraño que jamás refirieron él ni otros. Llegó un retrato junto con su fama de Fenisa la infanta, mi señora, al reino dedicado a su persona. Bertilo, el conde, tu vasallo caro, por su bien, por su gloria y sus pecados, oyó la fama y el retrato vivo rindióle el alma por despojos pobres, y tuvo tanta fuerza su belleza que le privó de todos sus sentidos sabiendo que con ella te casabas. Y que será sudor sin esperanza, desatinos, locuras, disparates, lástimas, llantos, quejas y dolores pronuncia el pobre, que provoca a risa, mezclado con dolor de bello loco. Al fin, entre otras cosas en que ha dado es decir que la infanta es ya difunta y que él es heredero de la Tracia. Que eres tú conde [que se ha puesto] su nombre. Ausonio dice que es, y tú Bertilo. Traidor te llama y dice mil injurias por toda Tracia, pues con su locura viene a esta corte y por avisarte un breve espacio quise adelantarme. BERTILO: ¡Oh, caso extraño! ¡Oh, desdichado conde! ¿En ese fin lo ha puesto su locura? (¡Industria milagrosa ha sido aquésta!) Aparte REY: Antes de conocer el triste loco, su mal me aflige. Su locura siento. FENISA: (En más obligación de darme esposo Aparte [eso] me ha puesto a mí, pues soy la causa. Muerta me llama [ya] la verdad pública que más suele asistir entre los locos).
Dice dentro AUSONIO
AUSONIO: Dile al rey, tu señor, que está en su casa el príncipe Ausonio. RICARDO: El loco es éste. FLORISEO: Dejad entrar adentro al triste loco. LEONORA: No es poco su dolor. LISARTE: Ni el gusto es poco.
Sale AUSONIO vestido de luto
AUSONIO: Tu persona, rey, y estado guarden los cielos y gloria que ella sustenta a Fenisa, y ellos la sirven de alfombra. Yo, que he sido en otro tiempo, si de mí tengo memoria, sombra viva, con su muerte me convierto en negra sombra; yo, que hice un mar bermejo con la turca sangre roja cuando cortando sus brazos fueron espuma sus olas; yo, que de los cuerpos muertos hice muelles a mis flotas y de las aguas estrados cubriéndolos con marlotas; yo, que alcancé de los persas la más insigne victoria que Alejandro ni Pompeyo a quien la fama corona; yo, que en Tracia me quedé sin ir al cerco a Polonia por no asolarla de presto y darle una muerte sola; yo, que merezco renombre que los mismos cielos toca, nunca pude resistir una pasión amorosa. Pero, ¿para qué refiero tiempo, vida, muerte, sombras, sangre, hombre, turcos, persas, guerra, paz, amor, victorias, si para encerrar un monstruo Creta un laberinto forma? Porque en decirte quién soy hago el de Creta y de Troya. Ausonio soy, si por dicha no me traen pasiones propias en espíritu de penas, para que no me conozcan. Amé y adoré a Fenisa si amar se pueden las diosas. Húbola el sol menester, bajó su carro y tomóla; lloró su muerte mi reino. Tocáronse cajas roncas. Arrastráronse mis galas, símbolo de mis congojas. Así con señales tristes los cielos su fin no lloran, yo los hice que lo sientan por no estar en Babilonia. Si con tristezas las aguas no alzaron sangrientas olas, [vienen a] mojar el cielo donde vive mi señora. Las piedras no se quebraron aunque centellas arrojan, que porque la cubren piedras le perdonaran las otras. Su sepulcro, rey, me muestra, cuyo cuerpo sacro adoran Ausonio, sol, hombre, tierra, cielos, aguas, piedras, diosas. Por víctima y sacrificio le daré el ave que gozan los que los cielos barrenan los filos que el aire cortan. Cuando ella en su muerte quema y el licor de que se adornan, cuando otra vez resucite arderá en sus tristes honras. Las riquezas de la Saba tan ricas cuanto olorosas, traeré por sus oblaciones si es que oblaciones importan, y a pesar [de la Anfitrite], de sus lágrimas más hondas, sacaré conchas y en ellas traeré el licor de Etïopia. Dime, rey, si esto permites, verás que allí se amontonan Fénix, incienso y canela, bálsamo, mirra, olor, conchas. Pero tú lo puedes todo. Las manos me da y perdona advirtiendo que es Hungría, que es Jerusalén o Roma. A visitar el sepulcro vendrán extrañas personas y con muerte de Fenisa ganas vida, fama y honra. REY: Dolor me ha dado, Fenisa. Sus locos dichos enseñan que gran prudencia tenía. Los cuerdos de noche sueñan; los locos la noche y día. FLORISEO: En locura extraña ha dado. Puesto tiene su cuidado en la muerte de la infanta. LISARTE: Nunca pensé que era tanta, locura de enamorado. BERTILO: Antes, un loco de amor es mayor, aunque sea poco, siendo mucho su dolor; pues que siendo cuerdo es loco, si es loco será mayor. AUSONIO: Por ver el poco aparato que traigo de gente y trato me has conocido, rey, mal. FENISA: (¿No es éste el original Aparte de mi querido retrato? Son los dos tan parecidos que ése es el mismo traslado. Ambos están sin sentido. aquéste por ser pintado y él por tenerlo perdido). REY: Fenisa, su mal advierte. ¿Qué decís? FENISA: ¡Oh, caso fuerte! (¡Que mi muerte pronostican Aparte locuras que así publican que he gozado la muerte!) AUSONIO: (¡Viva está mi gloria altiva! Aparte Haré que en viéndome callen; mas a bien es que reciba que loco y muerto me hallan, pues la hallo cuerda y viva). BERTILO: Bertilo, ¿no me conoces? AUSONIO: Bien es que Bertilo llames a quien infaman tus voces para que tu nombre infames y de nombre ajeno goces. Y mal puedo conocerte si estás trocado de suerte que sin ver tu corazón he sospechado traición de sólo desconocerte. BERTILO: ¡Gracioso loco! FLORISEO: ¡Gracioso! AUSONIO: ¿Qué es aquesto, cielo santo? Dime, ¿estás de mí envidioso o quieres que cueste tanto lo que tanto fue glorioso? FENISA: (De corrida y triste callo. Aparte La muerte me da el mirallo porque mi esperanza poca fue de verde malvaloca y por fruto un loco hallo. ¡Que si el cielo santo permita que el rostro de aquesta tabla --porque a un dueño loco imita y tan viva que no habla-- este bien de que me quita!) AUSONIO: Es tan grande este tormento que rompe mi sufrimiento y ya de suerte no excusa. El alma tengo confusa; sin sosiego el pensamiento. Advierto, rey, que te engañas y ése que a tu lado veo, de quien así te acompañas como el grifo a Prometeo, te ha de sacar las entrañas. Disminuyes tu valor, pierdes tu reino y tu nombre, fundas el cielo de amor sobre los hombros de un hombre que derriba a su señor. Haz que tu muerte se impida; que ese [es] traidor homicida de reyes, antiguo oficio; y quien me quita el jüicio, podrá quitarte la vida. Si acaso tu corte le honra, mira que traidor ha sido que a su príncipe deshonra, y quien honra no ha tenido mal puede guardar tu honra. LISARTE: ¡A qué pecho no provoca a dolor, viendo tan loca persona por serlo amor? FLORISEO: ¡Qué palabra de color echa el pobre por la boca!
[FENISA habla aparte a LEONORA]
FENISA: Mi locura y ésta lloro y aun mi locura es mayor. LEONORA: Como puede ser ignoro. FENISA: Porque tengo tanto amor que casi a este loco adoro. REY: ¿No tendrá, príncipe, cura este loco? BERTILO: No sé cierto. Eso mi pecho procura. AUSONIO: Si ése viera, infame, abierto acabara mi locura. Fundas para mis desmayos diversas torres y ensayos; pero si sus puntos subes, los cielos, el sol, las nubes llorarán sobre él los rayos. Es de Nembrot tu intención. La voluntad misma corre por tu falsa pretensión pero fundas tú la torre y en mí está la confusión. Haces loca mi fortuna, haces mi verdad ninguna; mas ella será un Astolfo que me saque de este golfo sin el Monte de la Luna. Diste mis cartas o sellos y con ellas la Ocasión cogiste por los cabellos; mas serán los de Absalón quedando colgado de ellos. La tierra no te consienta como a rémora que coge la nave que me sustenta. El agua de sí te arroje como muerto en la tormenta. Al pie de un monte trabaja, subir como otro Sisifo la peña que él sube y baja. Rompa tus carnes el grifo que en Olimpo otras desgaja. Como Tántalo te niegue agua si quieres beber; al cuello no más te allegue en un árbol y al comer la fruta como a él te niegue.. Con su llama Mongibelo te abrase en su boca muda, un aire levante el cuello que esas tus alas sacuda con que subes a mi cielo. Déte finalmente guerra cuanto en medio el cielo encierra, y aun no sé si bastarán según males en ti están el aire, fuego, agua y tierra. LEONORA: Grandes son tus maldiciones. Tu prisión, sin duda, es causa; que los tristes corazones cuando la locura apausa disminuyen sus pasiones. BERTILO: Toda tu antigua amistad en odio la has convertido. AUSONIO: En esto dices verdad; mas por agora has perdido para mí lo que es lealtad. No me quejo ni me espanto de que me tengas en poco, de que acrecientes mi llanto, de que me tengas por loco, de que me persigas tanto. Todo lo pospongo agora. Al saber cierto, señora, que es vuestra muerte mentira, aquesto sólo me admira cuanto mi pecho os adora. Pero si discreto fuera, no creyera que a su ley os sujetó muerte fiera; mas vi la firma del rey y obligóme a que creyera. FENISA: (¿Si es la firma que perdí Aparte la que dice? ¡Ella es sin duda! Porque él estaba allí. ¡Oh, Verdad, si andas desnuda, no te vistas para mí!) AUSONIO: Pero la firma real no era bastantes señas aunque mis ojos la vieran; que los cielos la hicieran más copioso y general. Todos burlan de mi intento y así mi pecho imagina que en esta pasión que siento sola vos, por ser divina, entenderéis mi tormento. Es mi pena tan altiva, mi confusión tan esquiva que perdiera la esperanza si en la contraria mudanza no estuviera el veros viva. A mis sospechas imito porque a pesares de tantos en veros mi muerte he visto. Otros resucitan santos y yo loco resucito. BERTILO: Tu majestad no consienta dejarle ver a la infanta porque más dolor no sienta. AUSONIO: Con esa piedad levanta tu corazón más mi afrenta. ¡Vive Dios, que ya no puedo, confuso de tal enredo, sufrir, traidor, la cautela de tu vida! Quitaréla pues vivo sin ella quedo. Desharéte entre estos brazos porque en mejor ocasión un tiempo te daba abrazos. Eres otro Galalón; morirás hecho pedazos. RICARDO: A veces le suele dar este furioso accidente. Mándalo, señor, atar. AUSONIO: El mundo no tiene gente que me pueda aprisionar. FLORISEO: Más sano será, señor, amansarle por amor; pues sus locuras se ven. Porque, los locos por bien; los villanos por rigor. REY: Fenisa, amansar procura su furiosa condición pues nació de tu hermosura, solamente la ocasión es tu fama y su locura. FENISA: (Y aunque de sólo agora nace Aparte una pasión que deshace mi locura desgraciada). Dame, señor, esa espada. AUSONIO: A vos, mi bien, sí me place.
Híncase de rodillas a darle la espada AUSONIO
Y aún holgara que con ella me diera muerte esa mano; que gustara padecella porque quedará más sano recibiendo muerte de ella. Si esas manos me la dan, me será gran beneficio y aquí juntos estarán en mi humilde sacrificio ángel, Isaac y Abrahán. Sólo pido que no borre el tiempo que aprisa corre la memoria de mi fin.
Llegan a prenderlo
REY: Porque contemple el jardín, metedlo en aquesta torre; que es su mal melancolía o al menos de ella procede. AUSONIO: Plegue a Dios que llegue el día donde mi cuerpo se quede sepultado aquí en Hungría. BERTILO: Pasado aqueste accidente con el castigo presente, será contento. Tratallo... AUSONIO: Ningún rey de su vasallo hacer un amigo intente.
Llévanlo preso todos los que allí estaban sino es los que aquí hablan
REY: No le mostréis aspereza que aunque el pecho muestre doble, obra al fin Naturaleza y por estar loco un noble no pierde de su nobleza.
Vase
LISARTE: Extremado fue el amor que le puso en [tanto] rigor. FLORISEO: El propio suceso temo porque ha llegado al extremo la causa de mi dolor.
Vanse FLORISEO y LISARTE
FENISA: De un sueño grave recuerdo. Soñé que no le aborrezco ni mi esperanza no pierdo que loco no me parezca, que lo tenga al fin por cuerdo. Despierta. El Amor me empeña que mi tormento aniquila, [..................... -eña] pero yo he de ser Sibila que adivina cuando enseña. Leonora, dame consejo que me remedie con tiempo. LEONORA: Al breve tiempo lo dejo porque no hay mejor espejo que algún discurso de tiempo. Y, pues es medio mejor para que la mano des al que pretende tu amor, de espacio verás mejor lo que de prisa no ves. FENISA: Dices bien; que así veré cómo podré remediarme. LEONORA: Vida alegre Amor te dé. FENISA: Antes él ha de matarme o tornar loca mi fe. Por eso que me verás tan constante, firme y fuerte; que el tiempo, aunque pueda más, su locura ni mi muerte me podrán volver atrás.
Vase
LEONORA: Ni a mí me podrán volver. Amor no debe de ser éste que me trae inquïeta. Y pues que ésta, aunque discreta, aún no lo ha echado de ver, aunque en fuego me consumo, que es muy pequeño presumo el que me quema y abrasa, pues que dentro de mi casa aún no han divisado el humo.
Vase

FIN DEL SEGUNDO ACTO

La confusión de Hungría, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Jun 2002