LA CONFUSIÓN DE HUNGRÍA

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en la edición príncipe de LA CONFUSIÓN DE HUNGRÍA en PARTE TREINTA Y CINCO, COMEDIAS NUEVAS ESCRITAS POR LOS MEJORES INGENIOS DE ESPAÑA (Madrid: Bedmar, 1671). Fue editado por Vern G. Williamsen en el curso de sus investigaciones en 1975, preparado en su forma electrónica en 1986, y en su forma actual en 1996.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen el Conde BERTILO, RICARDO su criado, y AUSONIO, Príncipe, con un retrato en las manos
BERTILO: No es bien que del gozo huyas por un retrato que apenas puede remediar las tuyas ni las facciones ajenas has de sacar por las suyas; que retratada una dama ni la aborrece ni la ama el sabio, libre de amor; mas lo atribuye al pintor que quiso extender su fama, porque siempre la pintura le da más vivas colores que tiene en sí la figura, porque quieren los pintores mostrar allí la hermosura, y es de damas común trato; porque si beldad y ornato al suyo no sobre puja [el] pintor que las dibuja, nunca advierte en el retrato, desmintiendo imperfecciones por no descubrir las suyas, a lo cual dan mil razones semejantes a las tuyas cuando alabas tus pasiones. Y así puedes entender que esa diosa, esa mujer que a tu parecer es diosa, es mujer no tan hermosa como es a tu parecer. AUSONIO: No con tus razones muevo mi pecho, noble y bizarro, pues a decirte me atrevo que aunque su dorado carro baje a los infiernos Febo haciendo que a todo el orbe su luz necesaria estorbe, convirtiéndola en tinieblas, y aunque el aire con las nieblas que el cuarto elemento sobre, la luz sola, de esta dama que arde en mi pecho de cera levantará tan gran llama que olvide la luz primera su resplandor y su fama. Y si no, permite Apolo poner de esta estrella sólo su retrato allá en el cielo, que ella dirá luz al suelo y él la dará al alto [polo]. Mas, porque no se te antoje que cual Ícaro voy alto a hacer que el cielo se enoje, no quiero dar tan gran salto porque no caiga y me arroje. Pero, dime, ¿no es muy llano que no puede el ser humano trasladar mayor belleza que da la Naturaleza con su rica y franca mano? Si es efecto la hermosura que Naturaleza causa, sin ser escasa ni dura, ¿cómo, di, si en esta causa tendrá efecto la pintura? Luego, el retrato es igual a su mismo original, y esa beldad que en sí tiene del propio dueño, le viene como cosa accidental. Mas, cuando en esta divisa su hermosura no volara por el mundo todo aprisa, solamente lo adornara por ser su nombre Fenisa. Que con el Fénix de Arabia [................. -abia] por ser en Arabia solo y lo consagran a Apolo la deidad más justa y sabia. Y así la Fenisa mía no reconoce segundo en todo el reino de Hungría. BERTILO: Poco has dicho. En todo el mundo no se vio su gallardía. ¡Por mi fe, qué firme estás! AUSONIO: Tan en su punto lo estoy que si quiero estarlo más, dos pasos pasados doy como quien vuelve hacia atrás. BERTILO: Supuesto que tú la quieras y que es justo que así mueras, ¿qué remedio has de tener? AUSONIO: Pedirla al rey por mujer. BERTILO: ¡Por Dios! ¿Que quieres de veras? AUSONIO: Y tan de veras que luego quiero que a Hungría te partas a dar a mi mal sosiego, y al rey, su hermano, mis cartas en que lo dicho le ruego. Sólo pretendo que en esto estés, Bertilo, dispuesto que será grande servicio. BERTILO: A tu alteza estoy propicio. AUSONIO: Pues, a escribir voy. BERTILO: Ve presto.
Vase AUSONIO y quédanse BERTILO y RICARDO
El resto de su tormento ha echado Amor de un envite, pues siendo yo el instrumento quiere que Ausonio me quite el bien de mi pensamiento. La propia Fenisa adoro. ¡Mira cuán en balde lloro! Pues vengo a ser de ella dueño como quien es en un sueño señor de ajeno tesoro. Entendí partirme a Hungría para remediar mi pena, y he de partir este día para remediar la ajena y acrecentar más la mía. No sé cómo agora vivo, pues por un amor altivo la escondí en pecho fïel y habrá de quedarse en él como aquél que entierran vivo. RICARDO: Pues, si tu pecho la amaba, ¿cómo aquí la despreciaba? BERTILO: Y aun nació de ese desprecio tenerla Ausonio en más precio que hasta aquí su pecho estaba. Trae Amor su gracia bella es cual moneda oportuna a ver quién da más por ella diciendo, ¿hay persona alguna que quiera casar con ella? Que se llegó al lance rico, todo el mundo certifico pues por él anda el retrato; mas yo por comprar barato le pase precio aunque chico. Mas viendo que es celestial y al traslado sobrepuja el divino original, crecido ha tanto la puja que quedó atrás mi caudal. RICARDO: Que estás perdido aseguro porque si no estás seguro que el caudal al precio alcanza, será tu verde esperanza vestido de verde oscuro. BERTILO: Antes será verde y clara, aunque mi caudal no alcance. RICARDO: ¿Será que por ser tan cara querrás buscar otro lance? BERTILO: Ojalá otro tal hallara; pero, pues que yo no hallo en mi estado otro vasallo sabio como tú y discreto, decirte quiero un secreto con que me jures guardallo. RICARDO: Ya, Bertilo, de mí sabes que la fe que tú mereces guardaré en casos más graves; pues por el aire los peces y por el agua las aves primero andarán que yo pueda decirte de no en cosas de más momento que es callar un pensamiento que Amor a tu pecho dio. BERTILO: Como mi mal causa Amor, y su mal es sin remedio, es perpetuo su dolor si no recibo por medio ser al príncipe traidor. Si mi mal he de curar el suyo se ha de aumentar; si se cura el suyo, el mío será tal que desconfío de poderle remediar. ¡Por mi fe, que es caso extraño! ¿Qué medio será más justo? Venir a hacer un engaño quitando a Ausonio su gusto, ya remediaré mi daño. O, serle siervo leal en padecer yo mi mal porque no padezca el suyo. RICARDO: Remedia, señor, el tuyo que es causa más principal; porque en proseguir tu amor, no eres traidor pues no quitas haciendas, vidas ni honor. Y si a traidores imitas, no te llamarán traidor; que cada cual su fatiga la remedia y la mitiga. Y, pues el cielo lo quiere a aquél que Dios se la diere, San Pedro se la bendiga. Mas mira que a lo que intentas has de advertir a los fines, porque no es bien que consientas que agora lo determines y que después te arrepientas. BERTILO: No más, Ricardo, no más. ¡Qué buen consejo me das! En mi remedio has estado; pero atrás bien he mirado y pienso no verme atrás. Que en este amoroso intento seguro está el pensamiento porque va por buen camino, pues ni mal me determino ni de mi mal me arrepiento. No tiene más que pedirme. La voluntad es victoria y Amor quedará más firme, pues si alcanzo tanta gloria ¿cómo puedo arrepentirme? Ya sabes, quiere me parta cuando él una carta escriba, y en esto su mal no aparta que todo mi engaño estriba en la firma de su carta. Con ella [yo] pienso hacer que venga a ser mi mujer la que él por suya señala, pues muchas veces se iguala la industria con el poder. Cuando partamos de aquí a donde Ausonio me envía, te daré la carta a ti y con ella irás a Hungría para darla al rey por mí. Yo de Tracia me saldré y entretanto me estaré con mi padre Decio, el conde, hasta ver si él responde conforme mi intento y fe. Y en dándote la repuesta agradable y no molesta porque conoce la firma, que será, Ricardo, aquésta en que mi bien se confirma, te partirás a buscarme por la posta para darme cuenta de ello y testimonio porque yo, en llegando Ausonio, vaya allá para casarme; que ni él le [conocerá] ni a mí tampoco me ha visto. RICARDO: No más, señor. Bueno está; que en tu pretensión asisto y el príncipe sale acá.
Salen AUSONIO con una carta y LICIO su criado
AUSONIO: Por señal y por ejemplo del milagro que contemplo, en esta carta encerrado mi corazón bien guardado colgaré, Amor, en tu templo. Porque el poder soberano que muestras hoy sin igual diga a voces que tu mano al más enfermo de [tal] ha vuelto más presto sano. Toma estas cartas y parte para que pongas aparte el mal que de Amor sostengo. ¡Por mi fe que envidia tengo y quisiera acompañarte! BERTILO: No me ha admirado que [veas] tú envidia en esta victoria pues primero es justo creas que he de gozar yo la gloria que tanto, señor, deseas. Quiero decir que he de ver la que ha de ser tu mujer y tener mi alma por suya; que como esta gloria es tuya por mía la he de tener. AUSONIO: Satisfecho quedo así; que tienes de negociar como si fuera por ti. BERTILO: Bien puedes imaginar que voy a casarme a mí. Queda, Ausonio, descuidado, porque yo voy encargado de remediar esta pena, no como si fuera ajena mas de mi propio cuidado. Mas mira tú cuánto peno porque alcances esta palma; que a ser el cuidado ajeno, nunca gozará mi alma de un casamiento que ordeno. AUSONIO: De muy remiso me arguyo si el ofrecer no concluyo, con que en ti sólo confío y si negocias el mío, negociar prometo el tuyo. BERTILO: No quiero, señor, dejar la ocasión que se me ofrece sin la coger y gozar, pues cuando el mío comience el tuyo se ha de acabar. No hayas miedo que condene el amor que tu alma tiene mi poco cuidado. Adiós. AUSONIO: ¿Tenéis de partir los dos? RICARDO: Sí, señor, si así conviene.
Vanse BERTILO y RICARDO
LICIO: ¡Oh, cuánto debe un señor a un siervo noble y fïel! En Bertilo hay gran valor pues que sales hoy, por él, de un gran cuidado de amor. Por él, no hay bien que no sientas ni mal que venir consientas; pues del mar de esos tus ojos, sin dar el agua despojos, te libró de su tormento. AUSONIO: Un no sé qué alegre siento; que a mi pensamiento gasta temor de mal pensamiento y en otras partes contrasta un temor a este contento; más pienso debe de ser este dudar y temer que la que juzgo mi esposa. Aunque en su beldad es diosa, no deja de ser mujer. Mas el cielo enriquecido, ponga sillas diferentes; que a todas haré partido [....................-ido] mas todas son inclementes porque en este tiempo injusto, de dolor y de disgusto, la más alta, la más baja, en siendo mujer, trabaja por sólo seguir su gusto. A él se llegan de tal suerte, que es sola su pretensión la del gusto. ¡Oh, caso fuerte! Que huyen de la razón como si fuera la muerte.
[Al retrato]
Pero tú, que en mi alma estás, y vida a mi cuerpo das en ese angélico rostro, claro está que el cielo en todo te prefirió a las demás, porque no fuera razón que obra tan peregrina como fue tu creación dióte la beldad divina, humana la condición. LICIO: Sufre, señor, tu dolor que entretanto que haya amor, hacer no puede mudanza, y mientras hay esperanza por fuerza he de haber amor.
Vanse y salen el REY de Hungría y FENISA, Infanta, y siéntanse
FENISA: Si en sólo tu pecho cabe, no será el amor perfeto. REY: Ya de mí lo entiende y sabe y por ser grave el sujeto es mi tormento más grave. FENISA: ¡Tanto, Leonora se precia que a un rey como tú desprecia! REY: No se precia de interés ni de servicios, porque es otra segunda Lucrecia. Segunda por ser postrera, que en ser crüel para el hombre, ¡por mi fe!, que es la primera. FENISA: Quien de fiera tiene el nombre las obras tendrá de fiera. REY: Y tanto en serlo descansa que la mayor fiera es mansa conforme su gran vigor, pues por miedo o por amor cualquiera fiera se amansa; mas esta fiera, esta dama, cuyo pecho, cuya fama, libertó Amor de su ley, ni me teme por ser rey ni por ser primo me ama. Y así, Fenisa, quisiera, pues que tanto a ti te estima, le supliques que me quiera. FENISA: Para tan subida prima haré muy mala tercera. REY: Mas antes tengo entendido me dará el favor crecido si le dices mi afición; que a mi primera ocasión por ganar tal tercio, pido. Y supuesto aquesto así, hoy, Fenisa, le has de hablar para que ella me hable a mí. FENISA: (Más vale no porfïar. Aparte Burlando...) Digo que sí. REY: A buen tiempo el sí me das. Ya viene. Háblala [y atrás] a aquesta parte me allego, porque su sol y mi fuego me abrasarán juntos más.
Apártase a un lado el REY y salen FLORISEO y LEONORA desde dentro hablando
FLORISEO: Dile que en este cuidado tengo el blanco pecho tinto de lágrimas que he llorado. LEONORA: Para tan gran laberinto muy corto hilo has cortado.
Quédase FLORISEO a otro lado sin ver al REY
¡Oh, mi Fenisa! FENISA: ¡Oh, Leonora! ¿De dónde vienes agora? LEONORA: De mi acostumbrado fin, contemplando en tu jardín he gastado casi una hora. FENISA: (Por aquí he de cumplir Aparte el sí que al rey tengo dado. Ahora tengo de fingir que le digo su cuidado mas no lo pienso decir). REY: (Esta vez, a lo que entiendo, Aparte le dirá que estoy muriendo por su gracia, hermosa y bella). FLORISEO: (Que estoy muriendo por ella, Aparte sin duda le está diciendo). FENISA: ¿Que tanto el jardín te agrada que a contemplarlo te vas? LEONORA: Todo lo demás me enfada, y, por mi fe, que él no más me tiene la vida dada. En él mi contento está porque siempre me lo da, cualquiera vez que le veo. REY: (Por mí lo dice el deseo. Aparte ¡Glorioso fin tiene ya!)
Vase
LEONORA: ¿No le tienes tú afición? ¿Cómo en él no te entretienes para olvidar tu pasión? FENISA: No será bien me condenes de afligida condición. De él estoy enamorada. Sí, que este nombre merece aquél que tanto me agrada, y con su vista fenece lo que me aflige y enfada. FLORISEO: (¡Oh, divina y alta voz! Aparte ¡Por mí lo dice, por Dios! Quiérome llegar allá; pero no, mejor será que queden solas las dos.
Vase
LEONORA: Mi hermano se va burlado por sólo hacerme tercera de su tormento y cuidado. FENISA: Esta vez, aunque no quiera, él mismo se ha engañado.
Sale un MERCADER de piedras y trae un retrato
MERCADER: ¿Mándame llamar su alteza? FENISA: Quiero tu riqueza ver. MERCADER: Mejor dijera pobreza. LEONORA: Ser de piedras mercader no adquiere sino riqueza. FENISA: Bueno es el rubí, ¡por Dios! MERCADER: Y aun por extremo las dos. LEONORA: Esta esmeralda es muy fina. FENISA: Hermosa es la cornerina. MERCADER: Más, señora, lo sois vos. FENISA: Bueno está el requiebro, a fe. LEONORA: La verdad al menos habla. FENISA: Esta verdad negaré. ¿Qué viene en aquesta tabla? MERCADER: Yo, señora, lo diré. Aquí traigo retratado, que también en esto he dado, el gran príncipe de Tracia, cuyo valor, rostro y gracia igual jamás han hallado. Es en todo tan perfeto, que mirado, envida causa. FENISA: (Un dolor tengo secreto, Aparte pero siendo tal la causa, no ha sido mucho el efeto). Quiero comprarte un diamante. ¿No compras tú piedra alguna? LEONORA: Un jacinto. FENISA: A ser constante se inclina más tu fortuna. LEONORA: Y la tuya, a ser amante. Nunca por esa afición se ve la del corazón. Antes, quien padece amores entre piedras y colores busca la de su prisión. FENISA: En esto engañada estás. MERCADER: ¡Ea! Pues su alteza elija la que le agradare más para poner en sortija. FENISA: Ésta, ¿en cuánto la darás? MERCADER: El precio no me da pena, ya ve tu alteza que es buena. Lo que quisiere me dé. FENISA: En pago de tanta fe, recibe aquesta cadena. MERCADER: Para tan grandes mercedes, pequeña piedra to ofrezco; mas las demás tomar puedes. FENISA: Ésas y más te agradezco, si esta tabla me concedes; que de hombre a todos tan grato quiero tener un retrato. MERCADER: Que gano en dártelo entiendo, pues que tan caro lo vendo comprándolo tan barato. LEONORA: Vente luego tras de mí; te daré lo que éste vale. MERCADER: En hora buena sea así.
Vase el MERCADER con LEONORA
FENISA: ¡Ah, quién de la vida sale como la dejáis así! ¡Oh, mercader nada avaro! ¡Cómo agora se ve claro el engaño que me hiciste! Pues, tan barato vendiste lo que me cuesta tan caro. ¡Que comprada ha sido aquésta! ¡Que así en mi pérdida ha sido! Como si me dieran ésta, en ella tanto he perdido que el alma y vida me cuesta. ¡Oh, retrato angelical! ¡Bello rostro celestial! Si me dais tanto cuidado siendo un pequeño traslado, ¿qué hará el original? Cauteloso, Amor, has sido y en sujetarme y prenderme, materia y forma has unido pues la luz para encenderse en una tabla has traído. Mas en tu rueda amorosa me consuelo de una cosa, que soy su igual y que puede, si el juicio me lo concede, recibirme por su esposa. ¿Pero cómo puede ser sin que el mundo me condene por flaca y fácil mujer? Amor, Amor, que el rey viene; de ti me pienso valer.
Sale el REY
REY: ¿Cómo, Fenisa, podré remunerar tanta fe como he cobrado por ti; que el ser antiguo perdí y otro nuevo ser cobré. Los cielos gracias te den, pues sin desdén ni rigor hiciste me quiera bien. ¡Oh, cuánto vale un favor que viene tras un desdén! Cualquiera desdén que siento me da dolor y tormento. El valor viene doblado, pues quita el dolor pasado y del otro tanto contento. El tesoro de memoria escondido siempre ha sido, y así en aquella victoria me escondí y hallé escondido el principio de mi gloria. Y, pues, el medio remedio está claro, que en el medio consiste el bien de mi fin... FENISA: Verdad dices si el jardín no estuviera de por medio. El medio fue semejante al principio que tuviste, y al fin que será tu amante, mira que bien mereciste por sólo serle constante. Pero, sí, que es obligar[se] para poder alcanzar[se]. Tu voluntad se confirma con sólo darle una firma que quiera después casarse; porque teme que no olvide habida tu pretensión. [..................... -ide ..................... -ón ..................... -ide. ................... -ido ....................... -és] Pondrás el darle marido, aunque yo por tu interés gran premio le he prometido; mas ella lo echa en donaire respondiéndome al desgaire, "Promesas que así se ofrecen muerto el fuego, desaparece[n] como escritas en el aire." REY: Si el aire son los suspiros que salen del corazón, mal podéis, promesas, ir[os] pues si cumplo mi afición por fuerza habré de cumpliros. Bien, Fenisa, me aconsejas. No quiero que tenga quejas después de mi poca fe. Pide papel. Firmaré. (Tormento esta vez me deja). Aparte FENISA: Ya, señor, iré por él. No des a los pajes cuenta.
Vase por el papel FENISA
REY: De mi amor [le diré] en él, pues el bien que me sustenta le fundo agora en papel. Por mi fe, buen fundamento podrá llevar mi contento si en sólo papel se funda, pues de ello no más redunda poder llevárselo el viento. En esto se puede ver si son las mujeres vanas o si lo procuran ser, pues en cosas tan livianas funda el gusto una mujer.
Sale FENISA con papel, y dice
FENISA: Ves aquí todo recado. REY: Cumplir mi palabra es ley, y pues que ya así la he dado firmado en blanco "Yo el Rey," le tengo su amor pagado. Al blanco de su afición apuntó mi corazón, y la tinta de este blanco muestra que mi pecho franco dio tributo a la pasión. Esta firma le darás, y si pareciere mengua, tan chico don, le dirás que no le dará más lengua por ser el alma lo más.
Dale el papel y sale un PAJE
PAJE: Licencia pide, señor, de Tracia un embajador para hablarte. REY: Dile que entre, porque en entrando se encuentre con el premio de mi amor. FENISA: A tiempo bueno ha venido, que en nombre del rey con ésta pienso pedir por marido al que más caro me cuesta que el duro troyano a Dido. En el alma triste siento un nuevo bien y contento. Pensamiento, ¿dó me llevas? ¿Si será aquestas nuevas para mí viejo tormento?
Salen RICARDO y un CRIADO
RICARDO: [Ausonio], el príncipe y señor de Tracia, con pecho cuidadoso descubierto, tus manos besa y esta carta envía.
Lee el REY la carta
REY: "La mucha obligación que a tus pasados, supremo rey, los míos han tenido, me pone atrevimiento que pretenda ayuntar mis estados con los tuyos pidiendo que me des en casamiento a Fenisa tu hermana y mi señora, aunque sin avisárselo a mi padre que agora está en la guerra de Polonia. Esto te suplico. Estoy seguro que no le pesará cuando lo sepa porque también lo estoy que [eso] tu pecho al mío podrá dar lo que desea. Concluyo con que Dios tu estado aumenta guardando tu persona muchos años como es justo. El Príncipe de [Tracia]" FENISA: (¡Oh, esta imaginación Aparte que pasó por mi deseo, o es sueño de mi pasión o es sombra alguna que veo del fin de mi pretensión. No sé, tabla celestial, si a teneros en más venga, por ser de Ausonio señal o si ya en menos os tenga pues tengo el original).
Cáesele [inadvertida] a FENISA el papel de la mano
REY: Pues, tanto en ello se gana por mi parte, es cosa llana que no podré decir no, pues que gano tanto yo como ha ganado mi hermana. Otros pierden por gozar lo que a sus gustos impide, y pierde el que suele dar; mas hoy el príncipe pide para darnos a ganar. Y tú, si cansado estás, aquí descasar podrás de tu camino pasado. RICARDO: (¡Oh, rey, qué mal te he pagado Aparte el bien que agora me das!) Ser[á] al príncipe molesta la respuesta si se tarda, y en serle ya manifiesta porque por horas aguarda que le llegue la respuesta. Tu majestad no le escriba porque así me detendré. REY: Alto, pues, que se aperciba toda mi gente haré porque al príncipe reciba. Partirte puedes de aquí. RICARDO: Harélo, señor, así. REY: Vamos a cumplir mi intento. FENISA: Será hacer recibimiento para el recibirme a mí.
Vanse el REY y FENISA
RICARDO: Bien la ocasión me afortuna que el tiempo sin vuelta alguna me da lugar y ocasión. Hoy sacaré por blasón Ocasión, Tiempo y Fortuna. Bien principio di al engaño, si por algún caso extraño el fin no viene en ofensa, que donde el hombre no piensa allí suele estar el daño. Sólo nos falta ordenar que esperanza o que respuesta al príncipe se ha de dar. Pero, ¿qué carta es aquésta? Del suelo la quiero alzar. En blanco tiene la firma. "Yo el Rey" dice. ¡Oh, cielo franco! Mi voluntad se confirma. Esta vez doy en el blanco pues el rey en blanco firma. Sobre ella pienso escribir un caso digno de oír, y es que Fenisa murió de un breve mal que le dio, y así podré despedir de que pretenda la infanta el triste príncipe Ausonio. Mi buena industria me espanta. Tanto puede un testimonio que un hombre honrado levanta.
Vase y sale FLORISEO
FLORISEO: Aquí vuelvo a contemplar este sagrado lugar donde solamente fue el milagro de mi fe que no lo puedo olvidar. Aquí en señal de victoria me dio Fenisa la palma, y así para aquesta gloria en Fenisa tengo el alma y aquí tengo la memoria.
Sale FENISA
FENISA: Aquí fue dó le perdí. FLORISEO: (Esto lo dice por mí; Aparte que como a verla no he ido sospecha que me [ha] perdi[d]o). FENISA: Si podré hallarle aquí, pues, ¿qué le puede perder? FLORISEO: (En su pensamiento asisto. Aparte Su pasión me da a entender, encubriendo que me ha visto. ¡Oh, qué discreta mujer!) FENISA: Si le halló alguna dama de palacio... FLORISEO: (Ella me ama, Aparte pues de damas se recela. ¡Puede poner una escuela de discreción, ciencia y fama!) FENISA: ¡Por mi fe, no le hallo! FLORISEO: (Aquí, mi bien, me hallarás). Aparte FENISA: Casi estoy por no buscallo. FLORISEO: (No me esconderé yo más, Aparte que me perderé si callo). Señora, no está perdido lo que buscas. FENISA: Yo agradezco el cuidado que has tenido. ¿Dó pareció? FLORISEO: Aquí pare[zco]. Pues, ¿tan bien te ha parecido? FENISA: Di, ¿dónde está? ¡Por mis bienes! FLORISEO: Dentro en tu alma lo tienes después que tuyo se nombra; que yo no soy sino sombra de aquél que en tu pecho tienes. FENISA: Acaba. Dame el papel, que lo pedirá mi hermano. FLORISEO: ¿El papel? ¿Quieres por él motejarme de liviano? FENISA: Mira, que [ya] está en él la firma del rey. FLORISEO: Y firme estoy sin arrepentirme del alma que te he entregado. FENISA: ¿Estás loco o porfïado en burlarme y perseguirme? ¡Basta el juego, Floriseo! FLORISEO: Ésa tu sospecha baste si fue probar mi deseo ese término que usaste, [.................. -eo]. Ya ves mi poca mudanza; no marchites mi esperanza en dilatar mi favor porque siempre es la mejor la que más presto se alcanza. Bien sé cierto que me quieres pero pienso será tarde cuando tú me lo dijeres porque el uso de cobardes tienen siempre las mujeres. Muestran con el vencedor humildad, miedo y amor; y con quien vencidos siente quiere mostrarse valiente tratándoles con rigor. FENISA: Alguien te tiene engañado. O el jüicio te ha falta o te ciega la afición, o ésta es alguna traición que en mi daño has ordenado. ¿Tan liviana y fácil soy? ¿Tanto a mis ventanas voy? ¿Con tan blandos ojos miro? ¿Tan a menudo suspiro? ¿Tan melancólica estoy? ¿Tanto sabes [que] te he [amado]? ¿Tantos billetes [te] he escrito? ¿Tantas veces te he hablado? ¿Tantos requiebros permito? ¿Tantos pajes te he envïado? ¿Qué entiendes que te he querido? ¿Y si un papel he perdido sospechas que eres tú él? Bien dices que eres papel pues que tan liviano has sido.
Vase
FLORISEO: ¿Soy yo Floriseo? Sí. ¿Fué Fenisa? Sí... ¡mas no! La envida fue la que vi que mi bien impedí yo. Soy imagen del que vi; mas, ¡ay!, que si envidia fuera, Fenisa no pareciera si yo fuera imagen hoy, siendo lo poco que soy de lo mucho que antes era. ¡Oh, falsa, que me has burlado! Mas por fuerza había de ser esta vuelta que hoy has dado. Mas eres al fin mujer y por ser yo desdichado, ingrata , no te pedía constancia como la mía mi voluntad infalible. ¡Qué bien vi que era imposible! Pero durará algún día.
Sale LEONORA
LEONORA: ¿Quién es ésa tan esquiva, a quien tus suspiros van, que trocó en marchita oliva lo verde del arrayán, señal de esperanza viva? FLORISEO: Esa esquiva, esa ingrata, ésa que tan mal me trata, ésa que tiene deshecho en cautiverio mi pecho y nunca de él me rescata, y ésa que en verme mató cual basilisco furioso y con su vista me dio el veneno, que a su esposo [Deyanira] un tiempo dio, disfrazado en la camisa ésa que trae por divisa de sus victorias y palmas sacando de muertas almas un campo pardo, es Fenisa.
Vase
LEONORA: Perdido va, caso extraño. El daño ha sido su dama y yo la causa del daño. ¡Oh, cómo en el alma que ama es peligroso un engaño!
Sale el REY
REY: Después que estampó el Amor en mi pecho tu valor quedando de él envidioso, arrojó el pincel furioso y me dejó mi dolor. Borró el tormento que viste, dióme el ser que me entregaste después que bien me quisiste y el corazón me llevaste y aquéste tuyo me diste. Amor y Naturaleza nos premiaron con largueza; que él no puede, y con razón, darme mayor galardón ni ella a ti mayor belleza. LEONORA: Rey, quisiera responderte, como es justo responder, de otro modo y de otra suerte; mas pienso que en ser mujer no he de poder ofenderte. Y si no te ofendo, entiende que ese fuego que te enciende en ofenderte se anima; que quien ofende a su prima a su misma sangre ofende. Eres hombre, pero siento que por tener de rey nombre, tuviste ese atrevimiento; que no bastara ser hombre para tan gran pensamiento. ¿Yo te he querido jamás? ¿A quién tu vida y fe das? ¿Vienes loco? ¿Vienes ciego? A ocasión de tanto fuego deslumbrado y ciego estás. REY: ¡Que niegues que me has querido! ¡Que mudable quieres ser! Pero justo caso ha sido. Quien así quiso a mujer, mujer le paga en olvido. Sola mi fe me engañó porque nunca pensé yo que cupiera en lo que vi tras un dulce alegre "sí" un amargo y triste "no." Ingrata de mi servicio, no puede mi mal culparte de aqueste mal beneficio; que en ser mujer y mudarte has usado de tu oficio. De mi mano recibiste la firma que me pediste, y me pediste papel para firmar más en él la firmeza que tú viste. Cual el fundamento fue, tal ha sido tu firmeza. Del cielo me quejaré pues quiere que tal belleza en tan mal sujeto esté. Ya tus favores se han ido pero no lo he perdido; pues quiere Amor que me acuerde que cuando algún hombre pierde es señal que ha poseído. Da a tu ingratitud lugar y le daré yo a mi llanto; que si tan dura has de estar, quizá vendré a llorar tanto que al fin te venga a ablandar.
Vase
LEONORA: La confusión me fatiga. No me espanto que el rey diga el amor y que me quiera; mas que a la vista primera tales razones me diga.
Sale FENISA
FENISA: (La mujer con tal se nombre Aparte engañó al hombre en comer, por subir más y más ser, y así por ser más el hombre quiere engañar la mujer. Temo que el duque no enrede algún engaño que quede mi bien convertido en daño; que a veces hace un engaño lo que la razón no puede. Y como de mi locura nació el engaño presente, de engaño no estoy segura como suele un delincuente que de nada se asegura). LEONORA: Fenisa, quejarte veo. ¿Quién te agravió? FENISA: Floriseo; que loco de su [pasión] entendió que su razón igualara a su deseo. LEONORA: Si su disculpa conviene para que no le condene tu justicia a aborrecerlo, bien puedes de hoy más quererlo que justa disculpa tiene. Engañado le he traído, fingiendo que tú le quieres, y su engaño sólo ha sido pensar que nobles mujeres tan fácilmente han querido. A mí me puedes culpar; que le he querido burlar en engaño semejante y ya sabes que un amante es muy fácil de engañar. FENISA: Si libre merece ser, yo perdono su inocencia conque olvide su querer. LEONORA: Aún no se acaba la audiencia que hay otro pleito que ver. FENISA: Ya he entendido a lo que vas: residencia le darás pues quedará de esta vez culpado el primero juez. LEONORA: Quién es culpado verás. ¿Qué liviandad ha hallado el rey en mi autoridad que sospecha que le he amado o quiere sacar verdad por un mentís disfrazado? Y no saber que afición le quita a un amante justo la vista de la razón y aún es cuerdo donde el gusto camina por su pasión. Si la señal de su mal en el triste amante es tal que por ciego es conocido, ¿en qué ve lo que he querido si me faltó esta señal? FENISA: Si en las damas principales la guerra de amor se encierra, ella se encubre en sus males porque no siempre que hay guerra los cielos muestran señales. Y, pues tu gloria lo ordena, ella misma lo condena a que no esté en tu memoria. Basta faltarle tu gloria para que esté siempre en pena. Fue engañarle mi intención para cierta pretensión que tú después la sabrás. Pero agora fingirás que le tienes afición. LEONORA: ¿En tus trazas y quimeras peligro no consideras? ¿No ves que Amor, por matar, de burlas se suele entrar y viene a salir de veras? Y aunque tu invención me agrada, si quieres eso hacer con mi hermano, ¡que me enfada! FENISA: Agora no puede ser. LEONORA: ¿Cómo no? FENISA: Estoy desposada. LEONORA: [¿Desposada? Pues], ¿con quién? FENISA: Con quien reciba tal bien que no espero ver desgracia... con el príncipe de Tracia. LEONORA: ¡Por muchos años, amén! Cuéntame cómo. FENISA: Después; que es el caso un poco largo. LEONORA: Después que con él estés bien puedes tomar el cargo de engañarlo. FENISA: Verdad es. Yo lo fingiré. LEONORA: El rey viene.
Salen el REY y LISARTE
REY: Haz que el alarde se ordene y salga la infantería a cuatro millas de Hungría. Mira qué concierto tiene. No quede ningún vasallo, como de palacio sea, que no se le dé caballo y se le vista librea. LISARTE: Luego voy a concertallo. REY: A la brevedad te [brega] porque ya el príncipe llega al ducado de Haisora.
[Vase LISARTE]
(Entendí hablar a Leonora Aparte y la ocasión me niega). Oh, bella diosa del cielo, como en ti se compadece, que mejor del sol del cielo; tu bella luz resplandece y no desprecie tu velo. Como acabaste mi vida, agora por la herida una fresca sangre vierto como suele un cuerpo muerto delante del homicida. El tiempo te ha concedido de lo lindo tanta parte que el olvido todo ha sido, y así no quiero olvidarte por no querer al olvido. Agradaste en ver que muero y así agradarte no quiero, por no quererte agradar. LEONORA: Si te hubieras de matar, dame mi alma primero. REY: Luego, ¿yo la tengo? LEONORA: Sí. REY: Salió con tal falsedad el crédito que te di que aunque me digas verdad, pienso que burlas de mí. LEONORA: ¡Oh, qué novicio amador! Cese, rey, tanto rigor. Basta ya. Queredme bien; que es un crisol, un desdén donde se congendra amor. Aquel desdén hice yo para probar vuestra fe, pero nunca se gastó; que como tan poca fue en la prueba se acabó. REY: Publique el cielo esta historia. ¡Amor, victoria, victoria! Que mi pena y mal notorio fue pena de purgatorio para gozar de esta gloria. Hame consentido el cielo por lo que en mi pecho encierra, que fue procurar tu cielo, pues, nunca paró en la tierra aquél que cayó del cielo. FENISA: El duque afuera ha salido. REY: Voyme, pues no me ha sentido.
Vase
FENISA: Tu amor estoy contemplando; que no sé si está burlando o se de veras ha sido. LEONORA: Eso agora lo verás. Haz con el duque otro tanto.
Sale FLORISEO
FLORISEO: ¡Oh, dura roca, aquí estás! Roca dije, pues mi llanto basta a endurecerte más. FENISA: ¿Quién duda que de enojado un mar copioso ha llorado? Su corazón [descubierto], hermano, ¿Si estaba muerto, cómo no lo han enterrado? Ya, duque, de vos me espanto. Dejad por un rato el llanto, no deis suspiros tan recios porque es de amantes muy necios suspirar y llorar tanto. LEONORA: Hagamos, duque, amistad. Mira que fue por probarte encubrir [mi] voluntad. FLORISEO: De nuevo vuelvo a adorarte si me dices la verdad. Y si aquesto verdad es dame, Fenisa, los pies. FENISA: Poco tu pecho desea. LEONORA: El rey viene. FENISA: No nos vea. FLORISEO: ¿Cuándo te veré? FENISA: Después.
Vanse FENISA y LEONORA
FLORISEO: Fue recién muerto mi fuego pero al humo que de él vive, le tocó tu lumbre el fuego, y así tan presto recibe otra vez vida y sosiego.
Tocan cajas y sale el REY
REY: ¡De esa suerte, duque, estás! ¿Cómo a recibir no vas al esposo de Fenisa que ya nuestra corte pisa? FLORISEO: ¿Luego, desposado la has? REY: ¿Agora lo dudas? FLORISEO: Sí; que nunca tal he sabido de Fenisa ni de ti. REY: Pues, sal luego. FLORISEO: Obedecido serás en todo. (¡Ay, de mí!) Aparte REY: ¿Por qué suspiras? FLORISEO: Suspiro porque mil casados miro y sólo yo no me caso. REY: ¡Por Dios, que es terrible caso para tan grande suspiro!
Vase el REY
FLORISEO: ¿Qué es esto, tiempo crüel? ¿Qué curso es éste que has dado para consumirme en él? Acabe el siglo dorado en la muerte de otro Abel. ¿Estoy en mí? ¿Duermo o velo? ¿Cómo me consiente el suelo, pues el cielo me destierra? Estoy seguro en la tierra que no lo estaba en el cielo. En este dolor que siento, ¿quién sufrirá más dolor, el alma o el pensamiento? Ella padece el rigor y él me causa su tormento. Mas, ¡ay, Amor!, que tus males los dos padecen iguales; aunque padezca inmortal gloria [.................... -oria], dos sujetos inmortales. ¿Para qué es esto que siento? ¿Querido de ella no estoy? ¿Qué es el primer fundamento? Pues yo no seré quien soy si no impido el casamiento. Quiero ver con quién se casa y lo que en palacio pasa; que no conviene sosiego pues se va perdiendo el fuego que me consume y abrasa.
Vase y salen al balcón FENISA y LEONORA
FENISA: Leonora, en este balcón, si atenta un rato me estás, de todo punto sabrás mi verdadera intención. Que aunque mi firmeza es mucha, cuando vi aquel mercader, hice oficio de mujer. LEONORA: ¿Luego lo quieres? FENISA: Escucha: no es tan humilde mi trato, que ese amor haya tenido. LEONORA: Pues, ¿en qué mujer has sido? FENISA: En dar el alma a un retrato y en darle como le di el pecho por sacrificio, aquéste ha sido mi oficio desde el día que le vi. LEONORA: Si hoy tu esposo te recibe, ¿qué te da cuidado? FENISA: Temo que cuando llegue al extremo Fortuna no me derribe. LEONORA: Pues, en ese temor tuyo, el mercader, ¿qué causó? FENISA: Causará si me engañó y ese retrato no es suyo. LEONORA: Y cuando suyo no sea, a ti, ¿qué te importa? FENISA: ¿Qué? Que jamás me casaré hasta que a su dueño vea; que si su rostro no es éste, su valor, su cuerpo y gracia, aunque príncipe de Tracia y aunque la vida me [cueste], no me he de casar con él; que ese amor le tengo yo el retrato me lo dio, que yo no lo he visto a él. LEONORA: Di, pues, ¿qué provecho sientes en que aquí las dos estemos? FENISA: Que los rostros cotejemos a ver si son diferentes. LEONORA: Bien has dicho. Rumor suena. Sin duda que llegan ya. FENISA: Solamente en esto está el remedio de mi pena. LEONORA: No tengas temor, Fenisa.
Tocan cajas dentro
LISARTE: ¡Extiende aprisa esa juncia! LEONORA: El tiempo tu gloria anuncia que la esperanza se pisa.
Salen uno echando juncia y luego toda la gente de dos en dos y el REY de Hungría y el conde BERTILO a su lado, como Príncipe, y éntranse
FENISA: ¡Mi esperanza va perdida! LEONORA: ¡Terrible desgracia! FENISA: Advierte que en este punto la muerte luchando está con la vida. LEONORA: El rey viene y a su lado quien [de] esposo tiene nombre. (¡Por mi fe, que es gentil hombre! Aparte Oscuro queda el retrato). FENISA: ¡Ay, Dios, que no se parecen! ¡Qué diferentes facciones! LEONORA: (¡Ay, Dios, que nuevas pasiones Aparte mi cuerpo y alma padecen!) FENISA: ¡Qué rostros tan diferentes! LEONORA: (¡Qué rostro, valor y ornato!) Aparte FENISA: No es suyo aqueste retrato, Leonora, ¿de eso qué sientes? LEONORA: Dolor, pasión y tormento. Siento que son desiguales. (Mejor sintiera mis males Aparte [.................... -ento).] FENISA: ¡Oh, mercader cauteloso, eres al fin mercader! Cielos, ¿de quién puede ser este retrato glorioso? Desposarme no imagino. Mirad, tabla, en cuánto os precio, pues a un príncipe desprecio por vuestro rostro divino. Mirad si sois principal, pues que vence mi cuidado un verdadero traslado a un fingido original. Mas, ¿qué llorar me aprovecha si a ciegas me quejo y lloro?
Vase
LEONORA: Basta que en efecto adoro lo que Fenisa desecha; mas yo curaré mi daño con hacer que no la quiera. ¡Oh, mujeres, quién os viera en la red de aqueste engaño!
Vase

FIN DEL PRIMER ACTO

La confusión de Hungría, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Jun 2002