ACTO SEGUNDO


 
Salen don FELIPE y ASTOLFO
ASTOLFO: Y dice de aquesta suerte la instrucción: "Marqués Astolfo, antes de pasar el golfo le dad al duque la muerte con secreto, porque importa a mi servicio real; que con su muerte un gran mal en nuestros reinos se acorta. Y en ella recibiré, marqués primo, gran servicio, y muerto el duque Mauricio su mismo oficio os daré. Yo el rey." Esto se ha de hacer; esta noche ha de morir. [................... -ir] FELIPE: Siendo así, no podrá ser el desafío conmigo. ASTOLFO: Si es vengaros vuestro intento, mejor ocasión no siento, para que vuestro enemigo con su muerte os dé venganza, que es ésta, y si ésta perdéis, digo que perder podéis, don Felipe, la esperanza. ¿Vos pretendéis más honor que vengaros? Pues el rey con su palabra que es ley se hace de su muerte autor; y en este papel os da para matarle licencia. Conde, grande impertinencia dejarlo de hacer será. FELIPE: Astolfo, tenéis razón; mas eso no me contenta, que es venganza con afrenta darle muerte con traición, y no cabe en caballeros. Y así, cuando él me matara en desafío y mostrara más valor y más aceros, quedara con más honor que en vencerle de esta suerte; pues quedo, dándole muerte, vencido, aunque vencedor. Pero si al rey le ha de dar gusto, pues él lo mandó, quiero aquí matarle yo, pues otro le ha de matar. ASTOLFO: Pues aquesta noche quiero que con vos cuatro soldados valientes y enmascarados le deis muerte al duque fiero. FELIPE: Contadle, primo, por muerto. ASTOLFO: Yo me voy. FELIPE: Yo a traer los soldados que han de ser cómplices en el concierto, y conmigo le darán a este ingrato muerte esquiva. ASTOLFO: ¡El rey en Nápoles viva, y alborótese Milán!
Vanse y salen el DUQUE y CARLOS
MAURICIO: ¿Queda la duquesa buena? CARLOS: Mucho ha sentido tu ausencia. MAURICIO: Presto veré su presencia si mi ausencia le da pena. Que sin duda fue fingida la fama de aquesta guerra, porque está toda la tierra en dulce paz divertida.
Sale don FELIPE
FELIPE: Señor, si me das licencia y estos crïados lugar, dos palabras quiero hablar con secreto a vueselencia. MAURICIO: ¿Son de importancia? FELIPE: Sí, son. MAURICIO: ¡Hola! Salíos allá fuera. Ya podéis hablar. FELIPE: Quisiera, pues hay tan buena ocasión, preguntaros si algún día me habéis visto. MAURICIO: Juraré que jamás es vi ni hablé. FELIPE: Ésa es la desdicha mía; que os he deseado hallar, y mucha tierra he corrido, y tan desdichado he sido, que nunca os pude encontrar. Y, pues, ya con vos estoy, y aunque os hablo no lo creo. Sabed, señor, que deseo que con vuestros ojos hoy veáis a lo que os envía el rey a aquestas riberas coronadas de galeras; y para aquesto quería que en mi palabra fïado conmigo, señor, vengáis donde la verdad veáis. MAURICIO: No entiendo, señor soldado, lo que dice. FELIPE: Pues, señor, digo que me acompañéis, pues sois príncipe y tenéis prudencia, esfuerza y valor, y la ocasión de esta guerra sabréis, y veréis del rey la intención. MAURICIO: La noble ley que mi corazón se encierra me obliga a salir con vos, aunque el ánimo me engañe. ¿Llamaré a quien me acompañe? FELIPE: Importa ir solos los dos. MAURICIO: Vamos, soldado, al momento que al rey quiero obedecer y su intención quiero ver. FELIPE: (¡Bien se ha logrado mi intento!) Aparte
Vanse y salen ASTOLFO y FRISÓN
FRISÓN: Suplico a vueseñoría despache este memorial. ASTOLFO: ¿Qué pides en él? FRISÓN: Querría, pues vusía es general, se me dé una compañía, atento que soy soldado viejo en años y vestido, y de puro acuchillado no hay soldado tan rompido, tan diestro y ejercitado. ASTOLFO: ¿Y sabrás tú gobernar, dime, Frisón, los soldados? FRISÓN: Sí, porque sabré mandar a los más fuertes y honrados, [................. -ar]. ASTOLFO: Bueno está, por vida mía; [...................... -ón] [...................... -ía]. Ve a dar con este doblón socorro a tu compañía. FRISÓN: Darle sin doblón pudiera a mi ejército valiente, que aunque no está por de fuera, se aloja toda mi gente en las calzas y en la cuera. [.................... -ino] [...................... -or] [...................... -ino] ¿No finjo muy bien, señor, un capitán? ASTOLFO: Y sois digno de serlo por lo rompido ya que no por lo soldado.
Salen con máscaras don FELIPE y el DUQUE
FELIPE: Ya yo vengo prevenido y traigo un hombre a mi lado, en todo el campo escogido; no hay para aquesta ocasión hombre más propio; sin él no lograrás tu intención. ASTOLFO: Pocos sois. FELIPE: Basta con él. ASTOLFO: Ponte a esta puerta, Frisón, y nadie pase de ahí. FRISÓN: Mi padre no pasará. FELIPE: Tu intención, marqués, le di, aunque ya informado está de todo el caso de mí. ASTOLFO: Soldado, importa al servicio del rey que le deis la muerte. MAURICIO: ¿A quién? ASTOLFO: Al duque Mauricio, que yo cumplo de esta suerte con su gusto y con mi oficio. Aqueste papel mirad; que aunque al parecer es mudo, él os dirá la verdad. MAURICIO: ¿El duque Mauricio? Dudo, señor, esta variedad.
Léele MAURICIO
ASTOLFO: Importa para el secreto que los dos, enmascarados, pongáis su muerte en efeto, que en nombre del rey, soldados, el galardón os prometo. MAURICIO: (¡Válgame Dios! Ya yo he visto Aparte la firma y orden del rey; mal mi cólera resisto). FELIPE: Pues su voluntad es ley, y su voluntad conquisto. ¡Muera el duque! ASTOLFO: Es menester el modo agora advertir. Él se suele recoger, como acostumbra, a escribir a su adorada mujer. Y es en él tan ordinario el escribir cada día, [................. -ario], que aun sus secretos no fía de su mismo secretario. Y hoy un gentilhombre suyo, de su mujer despachado, trajo un pliego, y de esto arguyo que escribiendo retirado ha de estar. FELIPE: El orden tuyo, marqués se ejecutará, si escribiendo de esa suerte retirado y solo está. ASTOLFO: Yo sé muy bien que su muerte su alteza os la premiará. MAURICIO: (¿Hay crueldad en las montañas Aparte de Hircania? ¿Hay monstruo fiero de tan bárbaras entrañas?) FELIPE: Marqués, con su muerte espero que el rey premie mis hazañas. Dadme la llave. ASTOLFO: Tomad. Luego en dándole la muerte, a mi cuarto os retirad; y porque mejor se acierte, todas la puertas cerrad. MAURICIO: (¿Que esta maldad se concibe Aparte contra mi celo? ¡Ah, crüel, tu intención el mundo escriba!) ASTOLFO: ¡Muera, amigos, este infiel, y el rey de Nápoles viva!
Vase [el Marqués ASTOLFO]
FELIPE: ¿Qué dices de este concierto? MAURICIO: Que estoy loco, y estoy tal que a responderte no acierto, que descubriste mi mal, con estar aquí encubierto. Tú, con tu máscara, amparas mi vida, y porque me asombre una traición me declaras, y así eres el primer hombre que no es traidor con dos caras. Cuando por ser mi homicida enojado de esta suerte el rey quede, si se olvida, me da sin máscara muerte. Tú con ella me das vida. Con las dos caras, amigo, descubres la noble ley a quien ya obedezco y sigo, dándome a entender que el rey tiene dos caras conmigo. Y, pues, en mí también ves dos caras que honras y tocas, tus pies es bien que me des, que es razón que con dos bocas bese, amigo, tus dos pies. Sirven de lauro a mis sienes. FELIPE: Levanta. MAURICIO: ¡Oh, señor! ¡Oh, amigo! FELIPE: ¡Señor! MAURICIO: Pues mi bien previenes, ¿quién eres? FELIPE: El enemigo mayor que en el mundo tienes. Sosiega agora tu pecho, duque, y nueva vida cobra; y está de mí satisfecho, pues te hago esta buen obra por mil malas que me has hecho. Aunque esta vida me pidas, otra me debes que aun hoy viertan sangre sus heridas. Pero yo aquí te la doy, porque me debas dos vidas. MAURICIO: ¿Quién eres? FELIPE: Después sabrás quién soy. MAURICIO: Si mi ruego es parte, ¿quién eres no me dirás? FELIPE: Soy quien desea matarte, y no me preguntes más; mas antes que Astolfo vuelva, mira lo que se ha de hacer. MAURICIO: Aunque el discurso revuelva, no halla el alma parecer, amigo, en que se resuelva. No entiendo, aunque no reposa mi corazón, la razón de esta muerte rigurosa; mas pienso que la ocasión es tener mujer hermosa. FELIPE: Vete a Sicilia o Milán donde vivas encubierto, y en Nápoles pensarán que eres muerto, y sin ser muerto, vida tus penas tendrán. Y a Milán te llevaré tu esposa, y de hacerlo así te doy mi palabra y fe. MAURICIO: Ay, amigo, ¿cómo aquí tanta merced pagaré? FELIPE: Levanta, que tiempo habrá de pagarme. Ese crïado que en aquesta puerta está, de su muerte descuidado, Astolfo muerto verá; con tus vestidos cubierto, que su cabeza cortada les hará el caso más cierto, y de esta suerte el armada te tendrá, duque, por muerto. MAURICIO: Pues, ¿por qué quieres que muera, amigo, aqueste inocente? FELIPE: Crïado es mío, y si fuera o mi amigo o mi pariente por ti aquí lo mismo hiciera. Frisón. FRISÓN: Señor, convidóme al sueño el viento ligero de la puerta, y derribóme. FELIPE: ¡Por Dios, que eres buen portero! FRISÓN: El sueño ha sido; vencióme. FELIPE: El rey me manda que luego te mate. FRISÓN: Señor, ¿por qué? FELIPE: Te mate. FRISÓN: ¿Es burla o es juego? FELIPE: Hoy con tu muerte pondré en todo un reino sosiego. FRISÓN: Pues, señor, ¿qué ha cometido este mísero gascón? Yo al rey, ¿en qué le he ofendido? ¡Ay, desdichado Frisón, nunca te hubieras nacido! FELIPE: Hoy el rey duque te ha hecho, y con tu muerte se paga de tu heroico y noble pecho. FRISÓN: No quiero que duque me haga si me ha de hacer mal provecho. Deja que haga penitencia siquiera un año, señor; ruégueselo vueselencia. MAURICIO: Yo, amigo, a vuestro rigor le quiero hacer resistencia. Un esclavo de galera quiero que muera por él. FRISÓN: Señor, el esclavo muera, que hartos moros tiene Argel. MAURICIO: O sea de esta manera: póngase aqueste vestido que traigo, y por él será este hombre desconocido y vivo le engañará por muerto, siendo fingido. FRISÓN: No, señor, de ningún modo. FELIPE: No te alteres, ¿qué te alteras? FRISÓN: Mal a morir me acomodo; pensarán que no es de veras, y mataránme del todo. MAURICIO: Nosotros te guardaremos. FELIPE: Ven, y te desnudarás y el vestido te pondremos. FRISÓN: Pobre Frisón, ¿dónde vas? MAURICIO: Sosiega y no hagas extremos; con amigo tan leal, mi remedio llevo cierto. FELIPE: Soy francés. MAURICIO: Y principal. FRISÓN: Ya sospecho que voy muerto, porque voy oliendo mal.
Vanse y salen ASTOLFO, CARLOS, ALBERTO, capitanes, y LEONARDO
LEONARDO: Quisiera luego hablar a su excelencia, y hanme dicho que escribe retirado a la duquesa. ASTOLFO: Aflígele la ausencia. ALBERTO: Yo vengo de domar el turquesado Mediterráneo Mar desde Cocencia hasta la Notodía, y no he dejado embarazo aun en lumbres y atalayas en cuanto argenta el mar y ve sus playas. ASTOLFO: Sin duda no dejó a Constantinopla la turca armada, que la mar no muestra. LEONARDO: Pues, viendo fresco por Bolina sopla; zarpe mañana a Nápoles la nuestra. CARLOS: El morrión, el peto y la manopla, el arcabuz o raya que le adiestra, robó Milán de Júpiter Olimp[i]o. En paz cobra de orín su rostro limpio.
Dentro
MAURICIO: ¡Prended esos traidores, que me han muerto! ASTOLFO: La voz del duque es ésta, caballeros; acudid, no suceda un desconcierto. CARLOS: Dos alas me pondré en los pies ligeros.
[Dentro]
MAURICIO: El pecho con sus puntas me han abierto dos hombres con dos máscaras. LEONARDO: ¡Ah, agüeros funerales y tristes de la guerra! ASTOLFO: ¡Armese el campo y tálese la tierra!
Vanse todos y queda ASTOLFO, y sale el duque MAURICIO con máscara
MAURICIO: Ya queda el duque muerto. ASTOLFO: ¡Oh, gran ventura! Un caballo te aguarda con secreto. Que dé [s]u confusión la noche oscura. Te escapa, por agora, de este aprieto; que por el rey mi pecho te asegura el galardón; pues tuvo el caso efeto. ¿Que ya el duque murió? ¡Dichosa herida! MAURICIO: (No, que Dios quiso conservar mi vida). Aparte
Vase el duque [MAURICIO] y sale CARLOS
CARLOS: ¿Pudiera acontecer entre los Scitas un caso semejante? ¡Oh, gente fiera! ¡Qué con traiciones mi señor me quitas! ¿Engendróte del Tanais la ribera? Y tú, marqués Astolfo, ¿que permites que a un príncipe le den la muerte fiera traidores en palacio sin buscarlos? Pues, no los buscas, búscalos Carlos.
Saca don FELIPE a FRISÓN lleno de sangre con la ropa del duque [MAURICIO] y [salen] ALBERTO y LEONARDO
FELIPE: Detened esa gente. ASTOLFO: ¡Oh, caso triste! FELIPE: Mientras yo el cuerpo en mi aposento encierro los traidores buscad. CARLOS: Ya se reviste el infierno en mi pecho, infame hierro, que muerte a un ángel sin razón le diste. ASTOLFO: Antes que el funeral y triste entierro al cuerpo se haga, mueran los autores de esta maldad. ALBERTO: ¡Al arma! LEONARDO: ¡A los traidores!
Vanse y quedan FRISÓN y don FELIPE
FRISÓN: ¿Puedo resucitar? ¿Puede este muerto volver a la otra vida? ¿Por ventura otro embeleco, engaño o desconcierto tu ingenio contra mí tratar procura? FELIPE: Alzate, cuero. FRISÓN: Si eso fuera cierto, no fuera para mí poca ventura; que aunque he querido aquí mostrarme fuerte, más la sed he sentido que la muerte. FELIPE: Lávate el rostro y quítate el vestido, y en Nápoles me aguarda. FRISÓN: ¡Qué excelencia me han llegado a llamar! ¡Que duque he sido! Pero tengo de duque preferencia. FELIPE: Camina, acaba, que serás sentido, y deshará el engaño tu presencia. FRISÓN: El vino y el amor son compañeros, que vemos que los dos andan en cueros.
Vanse y salen doña JUANA, el VARÓN, el CONDE, el REY, y doña INÉS
JUANA: ¿En mi casa vuestra alteza? ¿Tanto al duque engrandecéis? REY: Vos, señora, merecéis mayor honra y más grandeza. Sentaos. JUANA: Bien estoy así. REY: Sentaos, o estaré en pie. JUANA: En tierra me sentaré. REY: Sentaos aquí junto a mí. ¿Habéis tenido, señora, nuevas del duque? ¿Está bueno? JUANA: A lo menos está ajeno de que así le honréis agora. REY: ¿Tenéis cartas? JUANA: No, señor; que es el duque descuidado. Ayer envïé un crïado a verle. REY: Marte y Amor juntos no pueden vivir, y así, como se reparte agora en casos de Marte, no se acuerda de escribir. Calor hace. JUANA: Está esta pieza poco fresca. REY Así es verdad, un poco de agua me dad. JUANA: Doña Inés, agua a su alteza. ¡Presto! Señor, si supiera que vuestra alteza venía a honrarme, para este día el fénix apercibiera, tanto en serviros me fundo. REY: Duquesa, donde estáis vos no falta, que quiso Dios haceros fénix del mundo. INES: Señora, el agua está aquí. JUANA: Muestra; beba vuestra alteza. REY: (¡Oh, soberana belleza!) Aparte Pues yo, ¿cuándo agua pedí? JUANA: Agora. REY: ¿Yo? JUANA: Sí, señor, si no me engaño. REY: Duquesa, agua pedí, pero es ésa poca para mi calor; levantaos, no estés así. JUANA: Agua su alteza pidió, y así sólo sé dar yo el agua que traigo aquí. Y del agua que os entrego la calidad conoced, que es buena para la sed y no es buena para el fuego. Lleva el agua, doña Inés, que me ofende y descompone, y vuestra alteza perdone si aquí he andado descortés. REY: Aguardad, señora mía, que he venido a visitaros, y dejarme y disgustaros parece descortesía. A vuestras manos llegó de las mías un papel, y visteis mi amor en él, que mi lengua os retrató. Yo os lo vi con gusto igual leer, y la que recibe un papel que se [le] escribe, y calla, no quiere mal. JUANA: ¿Yo? ¿Papel? ¿Yo he recibido de vuestra alteza papel? ¿Y yo he visto cosa en él que ofendiese a mi marido? A vuestra alteza engañó alguno de sus terceros. ¿Si en pecho de caballeros engaño y traición se vio! Sólo mi esposo en mí reina, y estáis agora obligado a un esposo tan honrado y a mi señora, la reina.
Vanse doña [JUANA e INÉS]
REY: Espera, aguarda. VARÓN: No oyó, y si oyó de alguna suerte, no ha querido responderte y en resolución se entró. REY: ¿Fuése? CONDE: Bien claro se ve. REY: ¡Oh, mujer sola invencible! VARON: Ven y déjala. REY: ¿Es posible que me dejó y que se fue? CONDE: Fuése, que no era razón que a la visita primera a tu voluntad rindiera, gran señor, la posesión. VARÓN: Ven, no des qué sospechar al reino. REY: Tienes razón. ¡Ay, sirena de Aragón, nunca pasaras el mar!
Vanse [los tres] y salen doña JUANA y doña INÉS
INÉS: ¿Agora creerás que es verdad lo que te he contado? JUANA: Tienes razón, doña Inés; mas no ha de quedar manchado el honor aragonés. Irme con el duque quiero por librarme de este fiero. Prevengan coches mañana cuando de entre nieve y grana salga el sol y huya el lucero.
Sale CARLOS
CARLOS: Déme los pies, vueselencia, si por suerte de [besarlos] el dolor me da licencia. JUANA: ¿Con llanto y lágrimas, Carlos, vuelves hoy a mi presencia? Dime qué te ha sucedido. ¿Alguno te ha desmentido, o algún traidor agraviado? ¿Hase tu dama casado o mi esposo despedido? CARLOS: Las lágrimas en los ojos muchas veces son palabras que imprimiéndose en el rostro las desventuras declaran. Llegué, señora, a la corte, ciudad formada en el agua; hallé al duque mi señor en tierra, dile tus cartas. Tomólas, y antes de abrirlas enternecido me abraza. Pero estando respondiendo, con llaves propias o falsas dos hombres enmascarados entraron hasta su cámara y del descuidado pecho hicieron sangrientas vainas, porque sin ellas venían sus alevosas espadas. Dio voces a los traidores, "¡Qué me matan, qué me matan!" Y acudí de los primeros, yo que con Astolfo estaba. Allegué, señora, a verle, --¡nunca yo a verle llegara!-- antes el alma saliera a traición por las espaldas. Hallé a la entrada, señora, muerto a aquel lebrel de Irlanda que estimaba el duque, y luego, sobre las losas heladas que piadosas recogían la sangre que derramaba, al duque muerto, y quedéme sin alma al verle sin alma. Entró conmigo a las voces un caballero de Francia, del duque amigo y de Astolfo compañero y camarada. Mientras el [cuerpo sangriento, alma] llorando, le enlaza; yo salí con voces fieras incitando a la venganza. Júntanse los capitanes, alborótase la armada, pero sin duda la tierra [les] escondió en sus entrañas. Acudió la soldadesca a verle, pero ya estaba metido en un aparato entre sus funestas hachas. [Y] al fin, señora, metido en una enlutada caja, hoy a Nápoles le traen con roncas trompas y cajas. Los traidores se escaparon, aunque el campo murmuraba que era por orden del rey esta tragedia y desgracia. JUANA: ¿No hay quién mate a [este] aleve? ¡Calla infame, infame calla, que son mortales tus nuevas y con tus nuevas me matas! Deja el filo de la lengua y ése de la espada saca, ¡que dé venganza la vista si está sin venganza blanca! INÉS: Ten, señora. JUANA: ¡Ay, doña Inés, nunca yo dejara a España! INÉS: Repórtate. JUANA: ¡Ay, compañera, déjame quejar con causa! Plega a Dios, rey enemigo, que te suceda una infamia, si puede ella en los reyes, para que me [dé] venganza. Carlos, ¿son las nuevas ciertas? CARLOS: Ciertas son, señora. JUANA: Calla. ¡Ah, Nápoles alevosa! ¡Oh, aleve y traidora patria de un rey que a Comodo imita en el trato y las hazañas. INÉS: Salgamos de ella, señora, que algún mal nos amenaza. JUANA: Bien dices. Prevénme postas, don Carlos, para mañana. CARLOS: En Milán está su suegro, a Milán en postas pasa, con un vestido del duque, mi señora, disfrazada, porque nadie te conozca, que ésta es industria gallarda. JUANA: Pues así saldré esta noche antes que recuerda el alba; y así vestida veré a la reina, que es Madama una virtuosa señora, y le diré mis desgracias. CARLOS: Vamos, pues, a prevenirnos. JUANA: ¡Ay, esposo de mi alma!
Vanse y salen la REINA, el CONDE, y el VARÓN
REINA: Yo os he mandado llamar, Conde y Varón, porque quiero un caso comunicar con los dos, del cual espero en secreto remediar. Hanme dicho que la guerra a que fue el duque es fingida, y que en paz está la tierra, y ha de quitarle la vida el rey; que al mar le destierra. Y he sabido que lleváis, los dos juntos como estáis, recados a la duquesa, y a la noble aragonesa afligís y amenazáis. Y siendo de aquesta suerte quiero, y es mi voluntad, pues así el rey se divierte, que os salgáis de la ciudad o os mandaré dar la muerte. CONDE: Señora, a su majestad no dañan nuestros consejos, porque un rey con voluntad atropella los consejos. [................. -ad]. Y todos los que le doy son saludables, que soy un honrado caballero. REINA: Conde, disculpas no quiero. Salíos de Nápoles hoy. VARÓN: También es mucha pasión la de vuestra alteza así. Desterrarnos no es razón; el rey tiene un padre en mí. REINA: Ya os conozco, Varón.
Sale un CRIADO
CRIADO: Sobre un negocio importante pide audiencia un capitán. REINA: Entre.
Sale FRISÓN
FRISÓN: Señora, delante de todos los que aquí están quiero hablarte, y no te espante. Ya queda el duque Mauricio muerto, señora, a estocadas; yo he cumplido con mi oficio y de hazañas tan honradas sólo el galardón codicio. Que por más señas, señora, traigo su mismo vestido, y, pues, tu alteza no ignora, [................. -ido] bien puedes premiarme agora; que no me contentaré, según el servicio fue, que juro a fe de crïado. REINA: ¡Hola! Prende este soldado. FRISÓN: ¿A mí, señora? ¿Por qué? ¿Este pago se me da de haber servido a tu alteza? Muerto por mi mano está el duque, y esta braveza sólo don Frisón la hará. REINA: Hacedle luego colgar. FRISÓN: ¿A mí? No cuelguen, señora; el rey me lo hizo matar. REINA: Llevadle. FRISÓN: Yo muero agora solamente por hablar.
Llévanle
CONDE: ¿Posible es que vuestra alteza crédito a un lacayo dé, sabiendo nuestra nobleza? REINA: Sí se le doy, porque sé vuestro vil trato y torpeza. Yo quiero que el mundo entienda vuestras maldades y errores; quiero llamar quien os prenda, que habéis de morir traidores, aunque mi esposo os defienda. ¡Ah, de mi guarda! CONDE: No hay hombre que ose llegar a los dos. REINA: Yo haré, viles, que os asombre mi castigo. CONDE: ¡Vive Dios, que es éste tu trato y nombre! REINA: ¿Esto se ha de consentir? ¡Hola! CONDE: A su alteza diremos lo que... REINA: ¿Qué habéis de decir traidores? VARÓN: Lo que sabemos de tu adúltera vivir. REINA: ¡Oh, lenguas descomulgadas! ¿Adúltera? ¡Yo estoy loca! VARÓN: ¡Adúltera! ¿Qué te enfadas?
Sale el REY
REY: "Adúltera" en vuestra boca, y empuñadas las espadas? Prended al conde y varón. REINA: Con las alas que [les] dais han volado a esta traición, y si no se las cortáis veréis mayor perdición. Su atrevimiento no siento, pero sólo siento aquí que seáis el instrumento; que el menospreciarme a mí les ha dado atrevimiento. Con sus espadas airadas buscan mi ofensa y mi mengua, de vuestra lengua incitados, pues cortan por vuestra lengua las lenguas de sus espadas. A la reina han ofendido y a vuestra mujer. Si hay ley que no abone su partido, o castigad como rey o vengad como marido.
Vase la REINA
REY: ¡Hola! Solos nos dejad. ¡Vive Dios, hombres traidores! [.................... -ad] ¡Qué os he de matar! VARÓN: ¡Qué ignores, gran señor, nuestra lealtad! REY: Decidme, ¿por qué sacasteis las espadas, y por qué "adúltera" la llamasteis? CONDE: ¿Adúltera? Yo me erré. REY: Ya yo sé que no os errasteis, porque si por yerro fuera, no sacárades la espada con vuestra reina, que era [................. -ada] crimen lese. Hablad. VARÓN: Espera. REY: Decid la verdad que os pido, que "adúltera" oí llamar a la reina, y he querido a solas averiguar la verdad como marido. CONDE: Señor, su alteza... REY: Acabad. VARÓN: Señor, su alteza, tu esposa... REY: No me neguéis la verdad. CONDE: Es honesta. VARÓN: Y virtüosa. REY: Pues, siéndolo, aquí hay maldad; que llamar a mi mujer "adúltera", siendo honesta, maldad vuestra viene a ser. CONDE: (¡Cielos! ¿Qué afición es ésta?) Aparte REY: Hoy en fuego habéis de arder. Los dos habéis de morir en mis manos de esta suerte. Vivos no habéis de salir. CONDE: Señor, pues me das la muerte, la verdad quiero decir. Ella comete, señora, adulterio con un hombre... REY: ¡Callad, callad! [CONDE]: Y tu honor... REY: ¿Que esto escucho y no me asombre? Tú mientes, conde traidor. Di tú la verdad, Varón. VARÓN: Es adúltera tu esposa. REY: Ciertas mis desdichas son. ¡Oh, adúltera virtüosa! ¡Pintado y loco pavón! Mira en círculos tus pies y quedarás afligida. ¿Al fin, que adúltera es? CONDE: Señor, honra, hacienda y vida [me son] de poco interés para servirte; mas todo lo ofrezco para vengarte. VARÓN: Imagina, y busca modo. REY: ¿Con qué hombre y en qué parte me ofende? CONDE: (Mal me acomodo Aparte a fingir; mas, ¿qué diré?) Con un hombre estaba hablando, señor, cuando yo llegué. Yo le vi, y en llegando la espada desenvainé; y él en viéndonos huyó. Yo como hüir le vi, y que a los dos se escapó, dije "Adúltera," y allí luego su alteza llegó. REY: ¡Ah, caballeros leales, yo el galardón os prometo! (¡Que en las personas reales Aparte haya infamia! ¡Qué sujeto esté un rey a tantos males! Castigo del cielo ha sido que al duque mandé matar. Ya estoy de ello arrepentido. Quiero a Astolfo despachar que quizá no habrá podido darle muerte y por ventura su vida restauraré. Dios castigarme procura. CONDE: ¿Cómo saldrá y saldré, Varón, de aquesta locura? VARÓN: Como por guardar la vida cualquier cosa se ha de hacer, ¡muera esta fiera homicida! REY: (¡Jesús! No puedo creer Aparte de la reina; que es fingida. Mas quiero disimular). Los tres esta noche, conde, los habemos de aguardar. CONDE: Muy bien dices. Yo sé dónde, señor, habemos de estar; mas también podía ser que esta noche no viniese. REY: Pues, alguna ha de volver. VARÓN: (¡Oh, si el infierno pudiese Aparte alguien con esta mujer!) REY: En mi cámara estaré, Varón, mi muerte aguardando. (¡Ah, reina ingrata y sin fe!) Aparte VARÓN: Disimula. REY: Voy rabiando. CONDE: (¡Bien las vidas escapé!) Aparte

FIN DEL ACTO SEGUNDO

La adúltera virtuosa, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002