LOS TELLOS DE MENESES, 
PARTE SEGUNDA
(VALOR, FORTUNA Y LEALTAD 
DE LOS TELLOS DE MENESES)

Lope de Vega

Texto basado en Lope de Vega Carpio, Obras dramáticas escogidas, ed. Ed. Juliá Martínez, Madrid, 1936, Tomo 3. Fue editado en forma electrónica por David Hildner y luego pasado al HTML para ser presentado en esta colección por Vern Williamsen en 2001.


 Personas que hablan en ella:


JORNADA PRIMERA


Salen la INFANTA doña Elvira y doña LAURA, con sombreros y rebociños, y Músicos labradores cantando
MÚSICOS: "Quien se levanta hermosa y con salud, parida, algo adivina. Quien puede levantarse con bríos montañeses volver quiere a enfermarse por otros nueve meses. Quien hoy a sus Meneses le pareció tan linda, algo adivina." LAURA: Por muchos años, señora, de la cama te levantes a dar envidia a la aurora, cuando con tiernos diamantes baña los campos de Flora. Por pizarras desiguales, viendo que a los campos sales, tropieza en su misma prisa la nieve, deshecha en risa, para que pises cristales. Las flores de la ribera salen a verte a porfía; todo se esmalta y espera de tus ojos alegría y de tus pies primavera. Todo tu salud lo viste de contento, hermosa infanta; hasta la tórtola triste parece que alegre canta después que al prado saliste. No hay ave que de su empleo no muestre dulce deseo; que, con ser justa su pena, aun no llora Filomena los amores de Tereo. Las hiedras, que en verdes techos bañan acopados colmos, de ramas y de hojas hechos, con abrazos más estrechos han enredado los olmos. Aquestas voces süaves que, ya risueñas ya graves, con naturales acentos suenan en dos elementos son las fuentes y las aves. INFANTA: Laura mía, esos amores no parecen de cuñada. LAURA: Pues ¿de qué serán mejores que de una prima, templada al gusto de tus favores? ¡Dichoso Tello, que fue digno de tan bella esposa! INFANTA: Paso, prima; que vendré a estar de entrambos celosa. LAURA: Ahora, Elvira, ¿por qué? Ocho años han pasado que yo los tuve de ti; pero en viéndole casado, con las esperanzas di al vago viento el cuidado. Yo confieso aquel deseo de que tan lejos me veo; digno fue de tu valor, porque le guardaba amor para más dichoso empleo. A mucho te aventuraste; por este bárbaro suelo muchos trabajos pasaste; pero ya, gracias al cielo, en sus brazos descansaste. INFANTA: Al mísero navegante truecan, Laura, en un instante la alegre color de celos en tanto luto los cielos que no parece un diamante. Sus claraboyas serenas escupen balas de hielo, truenan nubes de horror llenas que, desquiciando su velo, van arrastrando cadenas. El uno y el otro polo parece que sacudir quieren la máquina, y solo entre nubes de zafir, no sabe su aurora Apolo. Sube hasta el cielo arrogante del mar el profundo abismo, porque no hay sol que le espante; y, cayendo de sí mismo, es fulminado gigante. Y ansí con las luces bellas traslada la tempestad la furia del mar, que entre ellas ven los peces si es verdad que los hay en las estrellas. Mas luego en tanta rüina corre la oriental cortina la aurora bañada en hielo, y el sol, corazón del cielo, la mar corona e ilumina. Así yo tantas crueldades padecí de mis desdichas entre aquestas soledades, hasta que el sol de mis dichas serenó las tempestades. Así del mar inhumano mi pobre barca salió, dándome el cielo su mano, aunque mi padre murió, y me aborrece un hermano. Dos hijos tengo, y en quien tengo el alma dividida, dando su parte también a Tello, porque no hay vida adonde los tres no estén; que esta necia presunción de don Arias es locura. LAURA: Cuéntame por qué razón volver contra ti procura León al rey de León. INFANTA: A la margen de esa fuente, que se queja y no lo siente, quiero contarte su historia, aunque ofenda la memoria tan enojoso accidente. LAURA: Los necios son atrevidos. INFANTA: De todos le diferencio, si amaron aborrecidos. LAURA: Pide a la fuente silencio mientras te doy los oídos. INFANTA: Presto verás que a ninguna tanta desdicha importuna, pues, ni villana ni infanta, me dejó con fuerza tanta de perseguir la fortuna.
Vanse, y salen don ARIAS y el REY con acompañamiento
ARIAS: La muerte del invicto Ordoño, padre de Vuestra Alteza, y el debido llanto a sus claras virtudes vence tanto ser vos el heredero, príncipe soberano de la parte mejor del reino ibero, que ya el bramido de león hispano, resuscitando en vos su heroico hijo, las lágrimas convierte en regocijo. Vos, Alfonso, seréis, en Dios lo espero, de vuestro reino padre y la defensa de España, vuestra madre, que oprime el moro con injusta ofensa. La religión, la paz y la justicia, la ciencia y la milicia se verán abrazadas, de pacífica oliva coronadas. Vivid siglos, vivid, y ¡plega al cielo que, oyendo el justo celo y el ánimo devoto, vuestras banderas ponga en el remoto margen del mar de España, que las colunas baña que el Tebano llamó fin de la tierra; pues ya tenéis la torre en que se vían las fuertes naves de la Gran Bretaña cuando el mar discurrían, amenazando guerra! Sólo resta que nos deis sucesión, que os ha faltado de nuestra gran señora, y un sol leonés de castellana aurora. REY: Ese cuidado sólo me molesta, don Arias, por vivir desconfïado; y así, prometo al cielo visitar con piadoso heroico celo al gran patrón de España, a cuya espada debe tanta hazaña; y desde aquí le ofrezco, si tanto bien merezco, labrar la parte que a su templo falta. ARIAS: La sucesión esmalta, como al gobierno público las leyes, las coronas y cetros de los reyes.
Salen MENDO y SANCHO
MENDO: Ya no tengo aquel temor, Sancho, que tener solía cuando labrador vivía; que ya no soy labrador. Con reyes trato en efeto; verdad es que a Dios y al rey no por tratallos es ley que se les pierda el respeto. Quiero decir que he llegado a hablarlos con libertad. SANCHO: ¿No es hombre la majestad? MENDO: Sí; pero es hombre endiosado; un rey es Dios en la tierra. SANCHO: Llega, que es buena ocasión, pues en su coronación a nadie las puertas cierra. MENDO: Invictísimo señor que guarde y prospere el cielo... REY: ¿Quién sois? Levantaos del suelo. MENDO: (Cobrándole voy temor.) Aparte Crïados somos de Tello, vuestro cuñado. REY: ¿De quién?
Hablan aparte SANCH0 y MENDO
SANCHO: No escucha el "cuñado" bien; enderezóse de cuello. MENDO: "Cuñado," aunque suele ser tal vez amistad segura, dicen que es añadidura que dan con propria mujer; de suerte que es como hueso del matrimonio un cuñado, que siempre viene forzado para hacer cabal el peso. SANCHO: Vuelve a hablar. MENDO: Tello, señor, con esta carta te envía el parabién de este día; y en prendas de justo amor, Tello el viejo, y padre suyo, un presente montañés que, aunque indigno de tus pies, ya viene en nombre de tuyo; diez potros que pueden ser por lo corpulento padres, y cuatro yeguas sus madres, que las pudiera poner al carro de oro Faetonte, a haber moras en el cielo; porque del áfrico suelo las trasladó nuestro monte; trocando el color a veces, dos son cisnes y dos cuervos, aunque al correr fueran ciervos, a no ser por los jaeces; aunque los pies como truenos corren y vuelan también; que apenas ellas se ven, cuanto más sillas y frenos; y un caballo para ti, que parece hijo del toro; tales son las manchas de oro que puedo decirlo ansí. Con blanco en lo rojo bebe; porque, para más belleza, jugando naturaleza, le tiró pellas de nieve. Como liso terciopelo el pelo vino a quedar, y sobre lo rojo a estar fondo en oro el blanco pelo. Y don Tello de Meneses el mozo, señor, te envía seis alfanjes de ataujía, diez jacos, veinte paveses. Los jacos, por más decoro, tienen, menudas y juntas, por los collares y puntas, un dedo de mallas de oro. Los paveses, todos nuevos, traen pintado el blasón de Castilla y de León, y las tortillas de huevos, para memoria de aquélla en que le puso su hija del rey la oculta sortija, y sus desdichas en ella. Diez jaeces recamados de aljófar y oro... REY: No más; que parece que me das los dos presentes pintados. ¡Qué gracioso embajador! Como del dueño, en efeto. MENDO: No le hubo allá más discreto en todo el monte, señor. REY: Leed, don Arias, la carta. ARIAS: Tello el viejo firma aquí. REY: Pues leedla. ARIAS: Dice ansí. MENDO: Carta y presente de carta.
Lee
ARIAS: "Hijo, por muchos años os coronéis rey de León; pareceos a vuestro padre y seréis buen rey, imitando sus virtudes, para que sea más alegre vuestro reinado. Hoy os ha nacido otro sobrino, hermano de Garci-Tello, que hoy también cumple ocho años; de suerte que ya tenéis dos sobrinos, y yo dos nietos. La infanta, vuestra hermana y mi hija, irá a veros luego que tenga salud. Dios os haga buen rey y Santiago os ayude."-- Tello de los Godos y Meneses REY: Hombres... MENDO: ¿Señor? REY: Decid a los dos Tellos que estoy muy ocupado; que me alegro, como se alegran ellos, de los hijos y nietos que han honrado su casa con la mía; y a mi hermana decid que no sería razón que a León viniese sin que yo la avisase y lo supiese. MENDO: Prospere el cielo tu real persona, y ponga un mundo al pie de tu corona.
Hablan aparte SANCHO y MENDO
SANCHO: No queda muy contento. MENDO: Siempre del alma el rostro fue argumento. SANCHO: Como no tiene hijos, le fatiga esto de los sobrinos.
Vanse MENDO y SANCHO
REY: ¡Por qué varios caminos la fortuna enemiga trueca la gloria en pena! ¿Qué vida fue tan próspera y serena, qué bien con tal exceso que sin alteración de algún suceso llegase hasta su fin gloriosamente? ¿Hijo me llama a mí Tello insolente? ¡Oh cuánto erró mi padre! Pues no es posible que al gobierno cuadre ni a la razón de estado haber tan mal casado con Tello de Meneses mi hermana, aunque blasonen sus paveses de las reales armas de los godos. ARIAS: Señor, si era voz pública de todos que Tello el mozo... REY: Basta. Si él fue atrevido y doña Elvira incasta, cortarle la cabeza era justicia. Demás, que siempre fue vulgar malicia árbitro en los sucesos licenciosa; que Elvira fue muy santa y virtüosa, y sólo erró en amalle. ¿Un pobre labrador, señor de un valle, con dos hijos que heredan mi corona, y yo sin ellos? ARIAS: Gran señor, perdona si te dijere que fue necio acuerdo de un rey prudente y cuerdo. Pero pienso que puedes remediallo, si quieres, fácilmente; que no te han de heredar injustamente hijos de tu vasallo; que, puesto que ya son de doña Elvira, siempre la sucesión al padre mira. REY: Por la razón de más perfecto, al padre da la filosofía más parte que a la madre que nueve meses al infante cría. Pero, conde, los hijos de Meneses ¿han de ser reyes en León? ARIAS: Querría que algún remedio en tanto mal pusieses. REY: Vamos; que yo daré remedio. ARIAS: El día que se determinare vuestra alteza, tendrá firme el laurel en la cabeza. (¡Oh, Elvira, muerto Tello, serás mía Aparte y, a pesar de las partes más contrarias, rey de León don Arias! Terrible cosa emprendo, pero es loco quien piensa que lo mucho cuesta poco.)
Vanse, y sale TELLO VIEJO vestido de negro y su hijo TELLO MOZO
TELLO VIEJO: Mas ¿qué me quieres quitar el seso con estas cosas? TELLO MOZO: Siempre te son enojosas las que me pueden honrar. TELLO VIEJO: ¿Coche has hecho? ¿Estás en ti, sabiendo tú que en León no hay más que el del rey? TELLO MOZO: No son esas leyes para mí. Y si es la infanta su hermana, mi esposa, aunque mi señora, ¿será bien que viva ahora como cuando fue villana? Mas son achaques en ti sólo por verme gastar; que no te puede pesar de que yo la sirva así. La iglesia que se acabó está lejos de tu casa, y el arroyo que se pasa no quiero ni gusto yo que le pase en un pollino. Y en las mulas, di ¿qué vienes a gastar si ciento tienes? TELLO VIEJO: Para tan breve camino ¿coche es menester? TELLO MOZO: Y el día que al campo quiere salir, ¿en un pollino ha de ir una infanta y mujer mía? TELLO VIEJO: El diablo nos infantó; mejor nos iba sin ella. TELLO MOZO: Cosa tan discreta y bella y tan santa ¿te cansó? TELLO VIEJO: ¿Cuánto te costó la caja? TELLO MOZO: Cien reales. TELLO VIEJO: ¡Cien reales! TELLO MOZO: ¡Pues, si a las carretas que ves apenas hace ventaja! Esto y labrar la madera, clavazón y tafetán otros ciento costarán. TELLO VIEJO: ¿Otros ciento? TELLO MOZO: Y más. TELLO VIEJO: Espera; que lo quiero averiguar. TELLO MOZO: ¡Qué gracia! TELLO VIEJO: ¿A cómo costó el tafetán? TELLO MOZO: No se halló, después de regatear, menos que a real la vara. TELLO VIEJO: ¡A real el tafetán! Perdidas las cosas van. ¡Jesús, qué cosa tan cara! TELLO MOZO: ¿Santíguaste? TELLO VIEJO: Si compramos para tu madre un jubón, cuando con la bendición de la iglesia nos juntamos, dos varas de terciopelo de lo mismo que sacó la reina el suyo, y costó --así goce ya del cielo-- a dos reales, y aún hoy vive, ¿no quieres tú que me espante? TELLO MOZO: No, siendo cosa importante, pues gusto Elvira recibe... TELLO VIEJO: De suerte que costará el coche doscientos reales sin mulas. TELLO MOZO: Sí hará, y cabales. TELLO VIEJO: Acabarme quieres ya. TELLO MOZO: Señor, cuando labradores, aunque godos, gusto fuera que a ese modo se viviera; no cuando somos señores. TELLO VIEJO: ¡Ah, Tello! ¡Pluguiera a Dios que entre aqueste verde muro sin reyes, a lo seguro, descansáremos los dos! Conozco tu gran fortuna; pero dime, ¿a quién levanta puesto que ponga la planta en la frente de la luna --que aquellas manchas que ves pienso que pisadas fueron de dichosos que pusieron sobre su rostro los pies-- que no le haya derribado antes de acabar la empresa? Que si del coche me pesa no es por lo que había costado, mas porque de mala gana paso desde labrador a imitar con el señor la grandeza cortesana. ¿Que, mirando sus cuidados, no sabes, Tello, que pierdes en ciudades campos verdes y por vasallos ganados? Si a la mañana, entre gente tan lucida como ingrata, se lava en fuente de plata, ¿qué más plata que esa fuente? Si escuchando aduladores oye lisonjas süaves, ¿qué más dulces que esas aves que se están diciendo amores? Si le dan manjares varios los cocineros curiosos, ¿cuándo fueron provechosos, sino a la salud contrarios? Un capón, cuando le mates, y una manida perdiz come el señor, con telliz de azúcar y disparates; mas, cuando a comer te sientes, aunque te falte limón, ¿qué ha menester un capón sino buena gana y dientes? Pues a la noche acostarse mil hombres al rededor, ¿te parece que es mejor que a sí mismo desnudarse? ¿Qué importa que mil acudan? Mancos o imágenes son los que otros sin ocasión los visten y los desnudan. Blasone el señor bizarro; que nunca salió en rigor cometa por labrador, ni se dio veneno en barro. TELLO MOZO: Padre, de consejos tales yo no os tengo qué decir; ese modo de vivir no es de hombres, es de animales. Hasta ahora, desde Adán, que el mundo estaba en mantillas, y les daban las orillas agua y las bellotas pan, estudiaron policía los hombres; las soledades trocaron por las ciudades; hubo rey y monarquía. Las leyes fueron también instituto celestial para castigar el mal y para premiar el bien. Mal cumplieran con sus nombres, ni fuera entre humanos ley que hubiera entre abejas rey y les faltara a los hombres. Y creed que no es compás de almas nobles, de hombres buenos, estarse siempre a ser menos y no llegar a ser más. Si están cerca vuestros nietos de ser reyes de León, la villana imitación ¿será de hidalgos discretos? TELLO VIEJO: Tello, yo estoy viejo ya; de la paz hablo, y quisiera que aquesta paz no saliera de la humildad en que está. Haz lo que fuere tu gusto.
Salen la INFANTA doña Elvira y LAURA, INÉS y damas
INFANTA: A agradecerle venía el coche, y está aquí el viejo.
Empieza a retirarse
TELLO VIEJO: ¿Por qué, Elvira, te retiras? INFANTA: Antes a besarte vengo la mano, y Laura mi prima, por el presente y la carta que al rey, mi señor, envías. TELLO VIEJO: Ya estará de vuelta Mendo. LAURA: Es menester que le escribas que venga a honrar el bautismo y saque el niño de pila. TELLO VIEJO: No sé si me atreva, Laura; no porque el rey no vendría, mas porque darle aposento entre estos robles y encinas a tan grande majestad atrevimiento sería. INFANTA: Como respondiere el rey, que ya tendrá más altiva la condición, trataremos --pues que lo fue de García su padre-- escribir que sea padrino de Ordoño. TELLO VIEJO: Admiras la mudanza con razón; que puede ser que no admita rey lo que príncipe hiciera. INÉS: Mendo y Sancho a toda prisa bajan la cuesta del monte; prevenidles las albricias; que de las yeguas se apean. TELLO VIEJO: Dárselas el rey podía; que ya le tengo contadas cuatro mil doblas que habitan el limbo de un cofre, a quien descendieron desde niñas. TELLO MOZO: Pues, dasle cuatro mil doblas al rey heredero, ¿y miras en que con un coche yo a Elvira y a Laura sirva, que cuesta veinte ducados? TELLO VIEJO: Necio, ésas son demasías, y estotras necesidades; porque son las más precisas cuando los reyes heredan.
Salen MENDO y SANCHO. MENDO se dirige a los del establo
MENDO: Los frenos solos les quita, y echarásles de comer.
Dirígese a los que están en escena
Guarde el cielo vuestras vidas. TELLO VIEJO: Seas bien venido, Mendo. ¿Qué hay del rey? MENDO: ¿No lo adivinas? Pues no es tan malo de ver, por corto que estés de vista; que al rostro triste o alegre llamaron papel sin firma. La corona de León, de Asturias y de Galicia la frente adornaba apenas, bellísima infanta Elvira, a don Alfonso, tu hermano, --que, de cinco que tenías, quedó solo y fue el mayor-- cuando, puesto de rodillas a la majestad humana, imagen de la divina, le doy la carta y refiero de los presentes la lista, hurtando pluma y pinceles al que escribe y al que pinta. El rey --la causa él la sabe-- mal me escucha y peor me mira; y quien no escucha a quien habla, claro está que se fatiga. Mandó que abriese don Arias la carta y, como decías "hijo" en el primer renglón, parecióle cosa indigna de la grandeza de un rey, aunque amorosa caricia, que, sin ser padre, un vasallo hijo le nombre y escriba. Así leyó lo demás; y me mandó que te diga que responderá a su tiempo, y que la Infanta desista de la venida a León; todas parecen enigmas. Bajamos yo y Sancho al campo del palacio, en que relinchan los mal empleados potros, murmurando la venida de sus libres y anchos prados, donde a su gusto mordían ya las hierbas, ya las flores, ya bebiendo en fuentes limpias con tal gusto que el villano que al agua los conducía pudiera contar despacio los tragos en las barrigas; murmuraban finalmente ver que a la corte venían a estar en fuertes aldabas que de libertad los privan. Ellos, las yeguas, las armas, paveses y jacerinas, con los bordados jaeces, entrego al conde Favila; y, sin comer en León, como un alarbe, en la silla salto sin arzón, y vengo a deciros que la envidia de Garci-Tello y Ordoño, hijos de la hermosa Elvira y forzosos herederos, alguna cosa imagina; porque verse el rey sin ellos, e imposible a Geloíra, su esposa, hará que aborrezca Alfonso su sangre misma. INFANTA: ¿Eso responde mi hermano? INÉS: Sancho ¿es verdad o es mentira? SANCHO: Lo menos te ha dicho Mendo. INFANTA: ¿Es posible que en el día que se corona, aun no sepa templar Alfonso la ira? TELLO MOZO: Conmigo debe de ser el enojo. TELLO VIEJO: Como vivan mis hijos y nietos, Tello, para que a Dios y al rey sirvan, hacienda tenéis y tierra adonde paséis la vida siendo reyes, sin ser reyes. Pero, porque no reciba como los potros las doblas, no las verá si no envía con muchos ruegos por ellas. A la fe que de otra guisa me trataba a mí su padre cuando a estos montes venía. Ea, no hay más que aguardar. Hoy Ordoño se bautiza; sea padrino su hermano.- Vístele de gala, Elvira, y cíñele espada y daga. Ven, Laura, que mi alegría no la ha de templar el rey con la envidiosa malicia de don Arias, pues ya entiendes por los pasos que camina a tan necias pretensiones. LAURA: ¿Qué importan las fantasías de sus locos pensamientos?
Vanse la INFANTA, LAURA e INÉS
TELLO VIEJO: Tello, parte y solicita lo que fuere necesario. TELLO MOZO: ¿Sacarán las fuentes ricas? TELLO VIEJO: Y cuando fueran tan grandes como las que se derivan de la nieve de esos montes. ¿Es cosa de cada día bautizar un nieto, nieto de un rey? TELLO MOZO: Yo voy.
Vase
TELLO VIEJO: Date prisa.-- Y vosotros, Mendo y Sancho, descansad, porque querría que el bautismo se celebre de manera que se escriba por cosa rara en León. MENDO: Tú verás que regocijan los bailes y luminarias campos, valles, caserías, pastores, árboles, aves, cuantos la montaña habitan.
Vanse MENDO y SANCHO
TELLO VIEJO: La pena que me ha dado la respuesta del rey áspera y dura, puesto que me ha turbado, disimulé con prudencial cordura; que, si a entenderla diera, mayor cuidado el de mis hijos fuera. ¡Oh Tello, cuán seguro vivías tú, señor de la montaña que con eterno muro defiende y fortalece el mar de España! ¿Qué engaño entre tus bueyes aposentó caballos de los reyes? Aquí ¿no te alabaste que despertabas con la blanca aurora a ver el verde engaste de la voz de cristal, fuente sonora, en el trigo los grillos, y en la selva pintados pajarillos? ¿No alabaste las noches, las horas sin reloj siempre quïetas? ¿Quién vio rodando coches por los sulcos de frágiles carretas, que, rompiendo pizarras, imitaban sus ruedas las cigarras? ¿No decías que hallaba su paz el alma en soledad? ¿Quién trujo la corte donde estaba de los yermos de Tebas el dibujo? Y ¿quién en triste día engirió con el "vos" la "señoría"? Pues, Tello, haced paciencia; si os quisisteis meter a caballero con tanta inadvertencia, sabed que la inquietud es lo primero; que es la caballería dulce cansancio, envuelto en cortesía.
Sale GARCI-TELLO, niño, con espada
GARCI-TELLO: Mi madre dice que ya está prevenido todo. TELLO VIEJO: ¡Oh, buen nieto! ¡Oh, fuerte godo! ¡Qué bien la espada os está! GARCI-TELLO: Sólo a vuestra señoría aguardan. TELLO VIEJO: No me llaméis "señoría," aunque podéís, pues que ser señor solía. ¡Por mi fe, que os tiene puesto galán Elvira! GARCI-TELLO: Señor, Dios sabe con el temor que me ha vestido y compuesto. TELLO VIEJO: ¿Temor? Pues ¿de qué, García? GARCI-TELLO: De que os soléis enojar, y a los vestidos llamar excusada demasía. TELLO VIEJO: La seda no me molesta, nieto; que lo que me enfada es la seda acuchillada, que está antes rota que puesta. Y con vos no hay intereses de hacienda, sábelo Dios; que os quiero yo mucho a vos, sí, por vida de Meneses. Era yo de vuestra edad como ahora os vengo a ver... Fue muy linda mi mujer, y mujer de calidad. Hoy la tengo el mismo amor. GARCI-TELLO: ¿Lloráis? TELLO VIEJO: No. GARCI-TELLO: Pienso que sí. TELLO VIEJO: ¿Hay alguno por ahí que nos vea? GARCI-TELLO: No, señor. TELLO VIEJO: A fe, que os he de abrazar. GARCI-TELLO: Pues ¿qué doncella soy yo? TELLO VIEJO: No quiero que piensen, no, que me podéis obligar a mudar la condición de la aspereza pasada; y abrazaros con espada no ha sido sin ocasión; que me habéis dado placer en el pesar de algún daño porque, si yo no me engaño, presto la habréis menester. Y advertid que al ser tan bello lo fuerte igualéis. GARCI-TELLO: Sí haré. TELLO VIEJO: No digáis que os abracé a vuestra madre ni a Tello, y poneos esta cadena.
Dale una carta
GARCI-TELLO: Bésoos la mano, señor. TELLO VIEJO: Y si Elvira mi valor de miserable condena, mil ducados os señalo cada año para vestiros; tanto, de veros y oíros tan hombre ya, me regalo. GARCI-TELLO: Son tan nobles alimentos, abuelo, como de vos. TELLO VIEJO: ¡Abuelo! Pues, vive Dios, que os añada otros quinientos. GARCI-TELLO: Señor, en tantos favores, uno os quiero suplicar. TELLO VIEJO: Lo que tardáis en hablar dejarán de ser mayores. GARCI-TELLO: Los mozos de nuestra casa quieren correr seis novillos; no se atreven a pedillos, no porque juzgan escasa vuestra mano liberal, pero porque yo los pida. TELLO VIEJO: ¿Quién hay, nieto, que os impida serlo vos en fiesta igual? GARCI-TELLO: También os pido licencia para torear, señor. TELLO VIEJO: ¡Cómo se asoma el valor a pesar de la experiencia! GARCI-TELLO: ¿Este principio os admira, señor, sabiendo quién soy? TELLO VIEJO: Venid; que licencia os doy, si quieren Tello y Elvira.
Vanse. Salen SANCHO e INÉS
SANCHO: ¿No fuiste al bautismo, Inés? INÉS: Quedéme a guardar la casa. SANCHO: A la montaña se pasa la corte del rey leonés. No se ha visto fiesta en ella de tan grande autoridad. INÉS: No pienso que la ciudad puede competir con ella. SANCHO: ¿Hay cena de ostentación? INÉS: No hay grandeza que no excedan; sin caza pienso que quedan las montañas de León. El bautismo de García, con ser el hijo mayor, fue con aplauso menor, aunque con más alegría.
Sale MENDO
Mendo viene de la fiesta.-- ¿Qué hay, Mendo? ¿Acabaron ya? MENDO: Un cielo imitando está la iglesia, nueva y compuesta. Salió el bautismo, por estar tan lejos el nuevo templo de la Ester dichosa, la que tuvo de Dios tantos reflejos que, ya que no fue sol, fue luna hermosa, adornando el camino verdes tejos, por la senda más fácil y arenosa, en caballos famosos que los prados a tanta juventud dieron prestados. Después de aquesta gente, que sería de treinta mozos, luz de la montaña, Pelayo un rico aguamanil traía, que fue del rey restaurador de España. Tras él, Laín con Almendor venía; dos fuentes llevan, donde el sol se baña, que daba con su luz, nadando en ellas, ondas de rayos, agua de centellas. Cubría un velo de brillante plata el capillo, la vela y el salero, en que la fe evangélica retrata las armas del cristiano caballero; y luego sobre un paño de escarlata, blasón de Tello, en un caballo overo, un mazapán que de León trajeron, que deudas monjas de la Infanta hicieron. No hay mapa que mejor ciudad describa que el azúcar formaba un baluarte, almenas, muros, pórticos, y arriba un muro con un bárbaro estandarte; éste, cercado de muchachos iba, con esperanza de alcanzar su parte; que desta fruta y género de roscas son con los ojos importunas moscas. Aquí vieras el coche, que el camino por novedad parece que rehusaba, en que Rosenda al niño cristalino con el desnudo pecho regalaba; los dos Tellos, la Infanta y el padrino, no el rey, como su hermana lo esperaba; pero no menos Garci-Tello airoso, lo que faltó de rey, sobró de hermoso. Llegaron a la iglesia, en cuya puerta el nuevo cura estaba revestido. Allí la fe, que el alma le despierta, le abrió con sal la boca y el oído. Laura, por parecer dama, tan muerta como sabéis, cuando mudó vestido, al cura, que lo estuvo más de oírlo, por responderle "volo," dijo "virlo." A la pila en efeto le llevaron, y "Ordoño" por su abuelo le pusieron, en el Jordán del cielo le pusieron, y con el olio soberano ungieron. A su madrina Laura le entregaron, y la comadre y ella le envolvieron, encargando al padrino y la madrina, después del Evangelio, su dotrina. Llevara el mazapán muy sin recato el sacristán, entre él y un monacillo; pero, como tocaron a rebato, ganaron los muchachos el castillo; y aunque el entralle no salió barato, ni le quedó muralla ni portillo; que aun la sobrepelliz desde ese día servirá para bandas de sangría.
Suena un tamboril y vaya entrando el bautismo, TELLO VIEJO, TELLO MOZO, la INFANTA doña Elvira, LAURA, GARCI-TELLO, y el CURA
TELLO VIEJO: Sentaos, que vendréis cansados; y en estas fuentes nos traigan colación; que el señor cura tendrá sed, porque son largas las oraciones. CURA: Señor, nunca lo que obliga cansa, demás de haberos servido; y ¡plegue a Dios que de España veáis reyes esos nietos! [MENDO:] Cuando esa dicha alcanzaran, no os hubiera estado mal. INFANTA: García, ¿en qué le emplearas al señor cura? CURA: Señora, hablad, por Dios, como infanta, y no como labradora. INFANTA: La dignidad es tan alta que más honor se le debe. GARCI-TELLO: Si yo, señores, reinara, hiciera al cura arzobispo. CURA: La mano en mercedes larga, como por la posesión, os beso por la esperanza. MENDO: ¿Y a mí, señor, qué me hicieras? GARCI-TELLO: Hiciérate del alcázar de León alcaide. MENDO: Es poco. GARCI-TELLO: Mendo, menos arrogancias. De los reyes, el que sirve tiene por ley cortesana tomar sin quedar quejoso. LAURA: ¿Qué dieras, sobrino, a Laura? GARCI-TELLO: Acechárate dos días a qué fidalgo mirabas, y casárate con él. LAURA: ¿Ése es premio a tu crianza? GARCI-TELLO: ¡Qué desdicha de los reyes, que, por más que den, no acaban de contentar los quejosos! INÉS: ¿Y a mí no me dieras nada? GARCI-TELLO: A Mendo te diera, Inés. MENDO: Señor, si todos los casas, más eres cura que rey. TELLO VIEJO: Dad colación mientras cantan.
Dan colación y cantan. Dentro, gran ruido
TELLO MOZO: Paso, no cantéis; oíd. INFANTA: Gran gente llega con armas a nuestra casa. ¿Qué es esto? TELLO VIEJO: ¿Con armas a nuestra casa? GARCI-TELLO: Abuelo, ¿ahora es el tiempo en que he menester la espada? TELLO VIEJO: No, nieto, hasta ver lo que es. MENDO: Señor, el rey y don Arias.
Salen el REY y don ARIAS
REY: Queden los soldados fuera. TELLO VIEJO: Señor, ¿qué ocasión, qué causa a mi casa os ha traído con tanta gente de guarda? ¿Desciendo yo de traidores? ¿Ha quedado alguna raza de moros en esos montes? Esos paveses y lanzas que mis paredes adornan, ¿tienen las armas hurtadas? ¿No me las dieron los godos? Por menos que reyes llaman mis ascendientes Meneses. REY: Tello, no gastéis palabras. Yo no vengo por sospechas; que pusiera a las montañas fuego si tuviera alguna; sólo vengo por mi hermana; no quiero que esté con vos. TELLO VIEJO: Pues, señor, con vos se vayan ella y su esposo en buen hora; pero en honra de mis canas, dejadme de dos un nieto. REY: Tello, no es ésa la causa. Yo sólo a mi hermana quiero; que, puesto que está casada con Tello, no está a mi gusto. A León quiero llevarla; que ya me han dicho letrados que puedo por muchas causas disolver el matrimonio. TELLO MOZO: No habiendo en la sangre falta, ni en los hijos ni en la fuerza, ¿a nulidad puede darla causa en las leyes divinas ni en las razones humanas? REY: Después lo veréis, Meneses. TELLO MOZO: Si mi señora la infanta tiene disgusto conmigo, sin pleito puede apartarla de mis brazos vuestra alteza. INFANTA: Necio temor os engaña. Y admírome, hermano mío, que a diez años de casada digas que apartarme puedes; que todos los que se apartan mienten a Dios, aunque al mundo parezcan verdades claras; que, cuando sin voluntad, como sucede, los casan, después consienten, pues tienen una mesa y una cama. Los jüeces juzgan bien, que juzgan por la probanza; pero Dios, de otra manera, que está dentro de las almas. Si yo quiero a mi marido y él me quiere, ¿hay ley que valga para que me aparte dél? REY: Ser él Tello y vos la infanta de León, y yo sin hijos; y si la razón es alma de la ley, y es en los reyes la voluntad la que basta para hacer razón, ya es ley querer un rey lo que manda. Yo no vengo por Elvira, ni a dar razón de llevarla, sino a llevarla no más. El rey soy, y ella mi hermana; dame la mano. INFANTA: Señor, ¿a qué tigre le quitaran dos hijos y su marido? ¡Ah consejos de don Arias! ARIAS: ¿Yo, señora? El rey lo quiere; que yo bien seguro estaba. Si de mí teméis ofensa, iréme a Lugo mañana. Yo sólo sirvo a su alteza. INFANTA: Que ya os conozco.-- Adiós, Laura; adiós, esposo; adiós, hijos; adiós, Tello. TELLO VIEJO: ¿Quién pensara tal pesar en tal placer, y en tal gloria pena tanta? ¿Por qué no le hablas, nieto? GARCI-TELLO: Porque callaban las canas, y no es bien que hablen nueve años adonde setenta callan. TELLO MOZO: Voy a ver mi muerte, y ver cómo me llevan el alma. INÉS: ¿Qué te ha parecido, Mendo, de tan notable mudanza? MENDO: Inés, en cosas de reyes más vive quien menos habla.

FIN DE LA JORNADA PRIMERA

Los Tellos de Meneses, Segunda Parte, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002