SEGUNDA PARTE DEL ENTREMÉS
DE MISER PALOMO,
EL MÉDICO DE ESPÍRITU

Antonio Hurtado de Mendoza

Texto basado en una edición crítica preparada por Eric W. Vogt y luego editado de nuevo en la forma presentada aquí en 1995 por Vern Williamsen.


 Hablan en él las personas siguientes:
Salen dos CORTESANOS
CORTESANO 1: Digo que ha puesto ahora en San Felipe un rótulo en que dice (a fe de ridículo), que el licenciado Dieta, insigne médico, cura cualquier enfermedad de espíritu, cosa que no la vio Platón ni Sócrates, ni la osara emprender el mismo Hipócrates. CORTESANO 2: No me habléis bernardinas en esdrújulos. ¿Qué pasiones del ánimo se curen por medicina? ¡Desatino extraño! Gran victoria dejáis al desengaño. Ya lo intentaron todos los filósofos en sus morales; y Plutarco, y Séneca, y en vano fue, que en todas las edades han sido desdichadas las verdades. CORTESANO 1: Qué, ¿de veras habláis, o es burla acaso? CORTESANO 2: ¡Qué incrédulo que sois, mentecatazo! CORTESANO 1: ¿Y es español ese hombre? CORTESANO 2: En eso hay duda: él dice en el cartel que es italiano, y habla tan español, que decir puedo que le parió la calle de Toledo; aunque de cuando en cuando italianiza, y dice io, el baturro, andiamo adeso, y pienso que ha mandado macarrones. ¡Oh!, ¿qué dijera vuestro insigne Lope sobre el ser celebrado un extranjero? ¡Qué príncipe es Madrid, tan novelero! ¡Miradle cómo el vulgo le acompaña! CORTESANO 1: ¿El vulgo? ¡Fuego en quien por él se rige! ¡Qué mal intencionada y ruda bestia! ¡Lo bien que sabe a todas voluntades el platillo civil de novedades!
Entra el MÉDICO, vestido graciosamente, y otros tres o cuatro que le acompañan
[VOCES] ¡Plaza! ¡Plaza! CORTESANO 2: ¿Hay aplauso más mecánico? Cese el cortejo, menos rumbo, cese. MÉDICO: ¡Retiratio ad profundum! ¡Exi foras!; que me aplace curar in solitudine, que delante del pueblo io non sacho. CORTESANO 2: ¿Qué nos querrá decir este borracho? CORTESANO 1: Que le dejemos solo, que no sabe curar donde le vean. CORTESANO 2: ¡Qué embeleco! Cure, ¡pese al bribón!, públicamente. MÉDICO: Non voglio. CORTESANO 2: ¡Voto a Cristo que se ensancha! CORTESANO 1: Por Dios, que es italiano de la Mancha. Ea, no le enojéis; vámonos todos. CORTESANO 2: ¡Lindo, echa cuervos! MÉDICO: Vuelva de aquí a un rato, que le quiero curar de mentecato.
Sale la DESAMORADA y su TÍO
TÍO: Curarte, tienes, niña, aunque no quieras. MÉDICO: Qué cosa, qué volite? TÍO: Esta loquilla, que salud no quiere... MÉDICO: ¿De qué está enferma el pedazo de abril? TÍO: ...está preñada de gusto y afición. MÉDICO: ¿Está preñada? TÍO: No, señor, que es doncella. MÉDICO: ¡Pobre de ella! Ya querrán pasatiempo de doncella. ¡Cuál es el pueblecito! ¡Ah, lengua infame! ¡Ah, lengua vil la que a mujer ofende! ¿Sátiras quiere el pueblo? ¿Hay tal desgaire, que la malicia juzgan que es donaire? Si os holgáis que no hay doncellas, y celebráis malicias tan livianas, gente del diablo, ¿no tenéis hermanas? Infamar las mujeres y maridos solemnizáis ahora en los tablados; gente de Bercebú, ¿no sois casados? Mas, volviendo a las cosas de mi oficio, ¿qué enfermedad pillamo, niña hermosa? DESAMORADA: Estoy de sequedades achacosa: tengo empedrado de desdén el gusto, y más dura que un bronce el alma siento. MÉDICO: Dársela a un avariento, y atájenos la seca y desganada, porque os iréis a ética de honrada. Venga el pulso. ¡Jesús! ¡Qué gran sosiego! Pues un mozo galán, discreto y bravo, no os altera, merece ni dilata. ¡Qué enfermedad tenéis de mentecata! Para ablandar lo duro de ese pecho, ¿nunca os han ordenado ningún hombre? DESAMORADA: No hay ya la medicina que solía: es falsa, es lisonjera, es engañosa; no es de provecho, que mi abuela dice que se acabó la casta de los hombres; y los que ahora se usan son pellejos de los que ya pasaron, pues los mira vestidos de engaño y de mentira. MÉDICO: Vuestra abuela mintió cuarenta veces; que aún hay hombres de bien. ¡Qué linda escuela! Por Dios que es evangelio el de la abuela. ¿No apetecéis varón? DESAMORADA: Nada apetezco. MÉDICO: ¿Hay hastío de condes? DESAMORADA: Estos días me guisaron un par de señorías; y no las puedo ver, porque me han dicho que, siendo yo la enferma, a pocos lances saldrá mi enfermedad (aunque sea poca), a mi a los ojos, y a ellos a la boca. MÉDICO: ¿Es doctrina también de vuestra abuela? La previsora plebe ha dado en eso. Mi donosa, perded esos temores; que siempre los más buenos son mejores. TÍO: Señor, ¿tendrá salud esta muchacha? MÉDICO: Todo es señal de muerte cuanto veo, que tiene flacos pulsos el deseo. DESAMORADA: No puedo atravesar solo un bocado de amor, de voluntad, ni de cuidado. MÉDICO: ¿Hay amargor de joyas y vestidos? ¿Sábeos bien el dinero? DESAMORADA: ¡Y cómo! MÉDICO: Bueno, de vida sois, ¡por vida de Galeno!, sanaréis, sanaréis: buscad un hombre callado (si le hubiere en las boticas) y exprimidle entre dudas y esperanzas, que salga este licor provechosísimo, que es el amor finezas y regalos; que es eficaz remedio y muy notorio, y al lado le aplicáis un escritorio, y un jarabe tomad de dilaciones, y échenos cuatro ayudas de doblones. DESAMORADA: ¡Ay, qué necio doctor! De esos remedios tengo yo desechados infinitos, y no me sanará toda la flota; quédese para necio y para idïota, que enferma quiero estar de desamores. MÉDICO: Gustosa es la rapaza. DESAMORADA: Bastan flores. MÉDICO: ¡Cómo os fiáis, amiga, en la carilla, y en que ha de durar siempre! ¡Qué donaire! Niña, todo se acaba y se apresura, y más breve que todo, la hermosura. DESAMORADA: Que todos son civiles pensamientos. MÉDICO: Pues allá os lo dirán los escarmientos. DESAMORADA: Que no hay [en este corazón] codicia. MÉDICO: Vengan los años: nos harán justicia.
Vase y entra el VANO, sin quitarse el sombrero
VANO: Cúreme el tal doctor. MÉDICO: ¿De qué dolencia? VANO: De vano y descortés. MÉDICO: ¡Qué atrevimiento! Vinistes con el mismo crecimiento. ¿Sois calvo? VANO: ¿Por qué causa lo pregunta? MÉDICO: ¿Por qué causa lo digo, majadero? Porque hacéis cabellera del sombrero: cierto que sois persona desmañada, que un sombrero, infelices de los vanos, bien le podréis quitar con las dos manos.
Quítase el sombrero con las dos manos
VANO: Remedio pido y no tanto parola. MÉDICO: En fin, ¿sois vano? VANO: Sí. MÉDICO: Pues, al remedio: aprender cuanto fuere de fantástico, y oír lo que de vos murmuran todos. VANO: ¿Y no es menester más? MÉDICO: Con eso basta. VANO: A todo el pueblo las albricias pido. MÉDICO: Esta purga tomad por el oído; y si ella no os quitase esa modorra, os amortajen luego en una zorra.
Vase y sale el MALDICIENTE
MALDICIENTE: Cúreme vuesasted de maldiciente. MÉDICO: ¿Maldiciente y vivís?, extraña cosa, ¿De qué género sois? MALDICIENTE: ¡Gentil badajo! Si maldiciente soy, seré hombre bajo. MÉDICO: Eso así habrá de ser, puesto que ha sido más alto que los nobles, pero bajo, que esta es mejor materia para un púlpito. ¿Y en qué fundáis el ser maldiciente? MALDICIENTE: Sólo en donaire y ser bien escuchado. MÉDICO: Mejor diréis en ser desvergonzado. ¿No veis que a un maldiciente, por mil modos, si bien le escuchan, le aborrecen todos? Y un maldiciente solo, tantos hace, que una verdad castigue lo que él miente, pues todos dicen mal del maldiciente. Si sois hombre de bien, sanaréis luego con advertiros que os harán infame; que peligran las honras con tal mengua en el escollo vil de vuestra lengua. Mas, pues, sois hombre bajo; es gran remedio, y medicina provechosa y rara, sajaros dos ventosas en la cara. MALDICIENTE: Digo que sano estoy. Mas decid: ¿cómo hablaré bien de aquí adelante? MÉDICO: Hermano, diciendo mal de vos y del verano.
Vase y sale la AMA del DOCTOR
AMA: ¡Señor, señor, señor! MÉDICO: ¿Qué queréis, ama? AMA: Señor, un hombre de secreto pide que le curéis [si el tiempo no os impide]. MÉDICO: ¿Hombre secreto? ¿Qué decís, hermana? Mírale bien si es hombre en carne humana, y si lo fuere, darle esta receta (para desopilarse de ese vicio): haga en la corte un poco de ejercicio.
Sale el CRIADO
CRIADO: Oye, señor. MÉDICO: ¿No es cosa para pública? CRIADO: No, señor, que a curarse de poeta viene un hombre. MÉDICO: ¡Picaño! ¿Es sambenito serlo? ¿Toca a nos ese delito? ¡Oh, sagrada y divina Poesía, que la ignorancia os tenga en tal desprecio! ¡Oh, qué válida ciencia es la del necio! Que este oficio le infame el que le tiene, y hayan hecho por gala, y de pensado, campaña de venganzas el tablado.
Entra el POETA
POETA: Guárdate Apolo. MÉDICO: Hermano, Dios me guarde, porque es persona de mejor cuidado. ¿Qué sentís de las Ninfas? POETA: Gran desgracia y poca estimación. MÉDICO: Estadme atento, porque gustillos son de entendimiento usar bien ese oficio soberano; ser poeta de bien, pues lo son muchos: guardad la boca y abstenéos de sátiras, no sea menester purgar, en suma, con jarabe de acero vuestra pluma. POETA: ¿No podré apetecer unas coplillas contra las rubias? MÉDICO: No, por ningún caso; "cabellos de oro", dijo Garcilaso.
Vase, y sale el CRIADO
CRIADO: Abreviando, Magister, que infinitos enfermos por consulta van viniendo. MÉDICO: Multitud o languentium, ve diciendo. CRIADO: De pensar que es dichoso con mujeres, quiere uno que le cure. MÉDICO: Yo no puedo, porque a los que padecen cosas tales sólo curan las jaulas de hospitales. CRIADO: Un otro, que teniendo mujer bella, quiérela fea, y da la suya hermosa, y le hace mil desdenes y desprecios. MÉDICO: Eso toca a la cura de los necios. CRIADO: Otro quiere curarse de celoso. MÉDICO: Si es casado y lo muestra, es desahucio que con su enfermedad desconfïada sanará la mujer de ser honrada. CRIADO: Otro más, de cuñado. MÉDICO: A ese cuñado que se cure de mal intencionado. CRIADO: Otro de miserable. MÉDICO: ¡Oh, triste! ¿Es rico? CRIADO: Es dueño poseedor de gran tesoro. MÉDICO: Llámale al miserable majadero, alcaide y dueño de su vil dinero; y porque no se afane el desdichado, le dirás, con palabras muy sucintas, que mire a un hijo suyo echando pintas. CRIADO: Un farsante con tono viene enfermo. MÉDICO: ¿[Un farsante enfermo] de tonecillo? Que se vaya a curar a Peralvillo. CRIADO: Un hombre grave y de luegos, algo viene con calentura. MÉDICO: ¿Luegos, algo con calentura? Tales bien se entienda, que no puede curar sin dejar prenda. CRIADO: Otro que piensa que lo sabe todo. MÉDICO: ¡Qué buena vida pasará el bellaco! Entre esa bestia, pues.
Entra el CORTESANO 2
¡Qué sabio mozo! ¿Sois vos quien todo lo sabéis? CORTESANO 2: Lo mismo. MÉDICO: Yo os probaré que no. CORTESANO 2: ¡Qué gracia tiene! Eso, ¿cómo es posible? MÉDICO: En la experiencia, ¿pensáis que todo lo sabéis? CORTESANO 2: Sí, pienso. MÉDICO: ¿Y sabéis que sois necio? CORTESANO 2: En ningún modo. MÉDICO: ¿Pues, veis cómo ya no lo sabéis todo? De mentecato prometí curaros; ya lo he cumplido. Andad con Dios. CORTESANO 2: Escuche, ¿cómo sabré yo mucho? MÉDICO: Ya os escucho: sabed cuán necio sois, y sabrás mucho.
Vase [el CORTESANO 2]
CRIADO: De bruja quiere una mujer curarse. MÉDICO: No quiero aventurar mi medicina, que volverá a enfermar de cada día. CRIADO: Otra de fea. MÉDICO: Dile que se muera; y antes será mejor, si no es muy moza, curar de desdichado al que la goza. CRIADO: Otra mujer de firme. MÉDICO: No la esperes, que es nueva enfermedad en las mujeres.
Entra la FIRME
FIRME: ¡Ay!, ¡ay, señor doctor, con qué ansias vengo, que traigo de firmeza una apostema; que quiero a un hombre bien sólo por tema! MÉDICO: Aunque tenéis un mal tan imposible, usad para sanar de firme al punto, y el pecho en que sentís desasosiego, con cualquiera mujer os unten luego. FIRME: ¡Ay, mi señor doctor, ay doctor mío! ¿Para sanar una mujer de firme, no más que una mujer es necesario? MÉDICO: Todo se ha de curar con su contrario. FIRME: ¿Y si vuelvo a sanar y enfermo luego de mudanza y firmeza? MÉDICO: Con vos misma os untad, y si os diere pesadumbre encomendadlo a Dios y a la costumbre. FIRME: ¿Hay más insigne médico en el mundo? ¡Milagro! ¡Al gran milagro acudan todos!
Salen todos los del entremés y MÚSICOS
MÚSICOS: ¿Qué voces éstas son, doña Quiteria? FIRME: Que ya de firme me sanó este médico, a quien la vida y la salud consagro. MÉDICO: La enfermedad, decid, que fue milagro. MÚSICOS: Todos salud y vida le debemos. ¿En qué quiere el doctor que le paguemos? MÉDICO: En que bailen un poco, y aquí podrá cantar. FIRME: De buena gana. MÉDICO: Vaya una letra, buena cortesana, que sea de lo bueno y excelente, como Joannes me fecit Benavente.
Cantan y bailan [los demás versos del entremés]:
MÚSICOS: "Afuera, que va la niña, linda cara y pocos años, desatando nieve y rosas, con su donaire gallardo. Del tiempo y amor se ríe, que no ven sus ojos claros, ni del uno vencimientos, ni del otro desengaños. Date prisa niña, no tardes tanto, que un día y otro se hacen los años." MÉDICO: "Y si ella lo duda, don Fulano del Tiempo, vengan arrugas." MÚSICOS: "Ni en edad, ni en belleza, ni en gracia fíes, que también los de ochenta fueron de quince." MÉDICO: "Y si ella lo duda, don Fulano del Tiempo, vengan arrugas." "De las damas de hogaño, ¿qué te parece? Capadillo, pues, jueguen con seis y siete. ¿Y las que se atapan en la comedia? Al rentoy, pues te muelen haciendo señas. A las viejas de hogaño, ¿qué las diremos? Setentona con guía, ni más ni menos. ¿Qué hace un viejo en casarse con mujer moza? Dejar leña encendida donde hay estopa." "Y si ella lo duda, don Fulano del Tiempo, vengan arrugas."

[FIN DEL ENTREMÉS
EL MÉDICO DEL ESPÍRITU]


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002