JORNADA TERCERA


Sale MOTEZUMA, Emperador de México, como que se levanta de la cama, y algunos INDIOS teniéndole
MOTEZUMA: ¿Estos pesares me das en pago de tanto amor? TEUDELLÍ: Ten, ¿dónde te vas, señor? Ten, señor, ¿dónde te vas? MOTEZUMA: Fieras visiones mortales, llenas de tristes agüeros, encubrid los rostros fieros, a los del infierno iguales, cesad ya de atormentarme. TEUDELLÍ: Señor, aquí no se ve cosa alguna. GUALPOPOCA: Temor fue. MOTEZUMA: Alto, mi gente se arme, salgan al paso un millón de mis indios a Cortés. TEUDELLÍ: Si él viene de paz, no des para la guerra ocasión. MOTEZUMA: Muera Cortés, y no sea tan poderoso un temor que al mayor Emperador del mundo a sus plantas vea. Muera Cortés. TEUDELLÍ: Mira bien que después no te arrepientas. GUALPOPOCA: Del modo que allá lo intentas, es más seguro también; los de C[holula], señor, tienen a cargo su muerte. MOTEZUMA: ¿Quién es ese español tan fuerte que aquí me ponga temor? ¿Cómo? Que al gran Motezuma, señor del mundo, a quien solo desde su eclíptica Apolo reinos y ciudades suma; a Motezuma, de quien tiembla el mar en la ribera, donde primero en su esfera los rayos del sol se ven, y en el límite postrero, cuya margen cubre de oro, donde entre sangre y tesoro se ve naciendo el Lucero; a Motezuma, que adoran tres mil diversas naciones, y a México envían dones del postrer reino en que moran; a mí para quien el ave pintada de mil colores nace, y esparciendo amores vuela en el aire süave; a mí para quien los peces, de aguas dulces o saladas, las escamas plateadas cubren y sacan a veces; a mí para quien mi gente no deja el Fénix seguro, en Arabia sobre el muro de los aromas de oriente. ¿Qué es ésto, divino Apolo? ¿Un extranjero soldado, de sola codicia armado, tantos recelos me dió, mis reinos pisa atrevido y a mis rebeldes ajunta y por México pregunta? ¿De dónde o cómo ha venido, qué hombre es éste, Teudellí? TEUDELLÍ: Invictísimo señor, el hombre tiene valor, pues se atreve a verte a ti; de Carlos, rey español, dice que es vasallo, un rey que tiene otro Dios y ley allá donde duerme el sol; esto es lo que viene a daros; no a tomar vuestro tesoro. MOTEZUMA: ¿Luego ahora no toma? TEUDELLÍ: El oro dice que quiere dejaros; antes daros mil presentes de Carlos. MOTEZUMA: Ya, Teudellí, dame que no hubiera aquí estos tejos relucientes, que nunca por tantos mares y asperísimas regiones vinieran estas naciones a darme tantos pesares. Retiraos, que quiero hablar a solas con nuestros dioses. TEUDELLÍ: En tanto que habláis los dos, quiero a [Cholula] enviar un indio para que anime la pretensión de su muerte. MOTEZUMA: Quiera nuestro Dios que acierte y que nuestro juego estime.
Vanse los INDIOS, quede MOTEZUMA solo, descubran una cortina, detrás de la cual esté un altar, y sobre él una persona que represente un ÍDOLO con rostro y manos doradas, y sobre la frente un gran cerco de rayos como pintan el Sol
MOTEZUMA: Divino sol resplandeciente y puro, tú, que de tierra y mar purificando el aire limpio, y del manto oscuro de la noche la luz vienes formando, dime si estoy deste español seguro, que de tan lejos viene amenazando mi imperio y vida, y dime de qué suerte mi libraré de su prisión o muerte. Si alguna vez manché tus blancas aras, divino Ap[ó], con sangre en tu servicio, y tantas vidas de mis prendas caras fueron de tus altares sacrificio, di qué fin tendrán cosas tan raras, mueve tu voz, respóndeme propicio, que si me dices el futuro efeto, la vida de mil hombres te prometo. ÍDOLO: Motezuma, no temas los cristianos que han venido de España, sacrifica más hombres a mi altar, baña las manos en sangre, y al cuchillo aplica; deja que entre tus indios mexicanos entre Cortés, que religión publica, y, cuando aquí le tengas, dale muerte, cristiana sangre a mis altares vierte. Todo el mal que ha venido a los que has visto que ha vencido Cortés, yo lo he causado, porque adoraron de la Cruz a Cristo, el cuello de mis aras han dejado; por eso con tus indios me enemisto y estoy con sus vasallos enojado. ¿Cómo, que a un Dios antiguo y conocido dejáis por un Cristo de hoy venido? ¿Yo no os he dado luz todos los días, yo no os he dado el agua conveniente para vuestro maíz? ¿Pues qué osadías mueven a despreciarme aquesta gente? ¿Yo no os he dado de las manos mías ricos tesoros abundantemente? ¿Pues por qué me dejáis, y estos dorados rayos, por unos palos mal cruzados? Yo no puedo morir, su Dios fue muerto; ¿un muerto puede ser Dios que dé vida? Volved, volved, que es grave desconcierto. MOTEZUMA: Soberana deidad, pues ofendida estáis de aquellos indios que en el puerto dieron a los cristianos acogida, contra ellos vuelve el rayo de tu furia, no contra quien jamás te hizo injuria. Yo te prometo degollar mil hombres en este altar, y que tu mármol blanco convierta en jaspe. ÍDOLO: Parte, y no te asombres deste español. MOTEZUMA: Hoy me verás tan franco que perderás el número a los hombres. ÍDOLO: Y tú verás que de la India arranco estas plantas de España. MOTEZUMA: Y yo a cumplirte la palabra. ÍDOLO: Seguro puedes irte.
Córrese la cortina, y vase; sale Gerónimo de AGUILAR y MARIANA, india
MARIANA: Yo te digo lo que sí; pon remedio, esposo mío. AGUILAR: Cubierto de un yelo frío estoy desde el cuello al pie; ¡que a Cortés quieren matar! MARIANA: No repararon en mí, y a los caciques oí lo que te ha dicho, Aguilar; mira que de la mujer es bueno el primer consejo. AGUILAR: De su deslealtad me quejo. MARIANA: Son bárbaros, ¿qué han de hacer? Avisa presto, español, avisa presto, mi bien, que podrá ser que le den la muerte al ponerse el sol; que si se pone Cortés, que es el sol de vuestro día, nunca de noche tan fría amaneceréis después. AGUILAR: ¿Pues cómo podrá llegar a [Cholula] el mensajero, antes que salga el lucero, y al general avisar? MARIANA: Indio te daré, entre tanto escribes, que irá en dos horas diez leguas, y si esto ignoras, no vuelan las aves tanto por su región cristalina como por la tierra van la vía del capitán. AGUILAR: Guarda la mano divina. Milagros, Mariana, son todos los que aquí suceden, que los demonios no pueden vencer nuestra pretensión; la rebelión desta gente fuera nuestro eterno daño, a no ser tú el desengaño. Quiero escribir libremente, y tú, en tanto, buscarás el indio. MARIANA: Yo voy; escribe en el peligro que vive.
Vase
AGUILAR: Del cielo el premio tendrás. Una mujer leal no tiene precio, repara el daño y el rigor detiene, al bien muestra el camino, al mal previene. Pompeyo es buen testigo, Bruto y Decio. Tiene la vida propia en vil desprecio cuando a salvar la vida amada viene, y hombre que en poco sus consejos tiene llora después arrepentido y necio. Si daños han venido por mujeres, por ellas tantos bienes han venido, que son lo menos bueno sus placeres. Por ellas soy, luego razón ha sido, por ti, que a muchas en virtud prefieres, amar aquello de quien fui nacido.
Vase, y sale[n] TOLEMO, TRICELO y otros INDIOS
TOLEMO: No querría que nos viesen juntos hablar los cristianos, y que los intentos vanos de nuestra intención se viesen; acechad por todas partes. TRICELO: Ninguno dellos parece. TOLEMO: Imaginar me estremece sus encantamentos y artes; miradlo bien. TRICELO: No hay ninguno. TOLEMO: Cuando vi la vez primera, que aún de pensarlo me altera, con estallido importuno, uno de aquellos que llaman caballos, y otros sobre él de vista airada y crüel, que tantas barbas enraman, no acabelle de entender con dos caras que tenía; la más grande que salía por medio, a mi parecer, y la que arriba mostraba. Y mil veces en Cortés alto miraba los pies, y cuatro en tierra miraba; pero viéndole bajar, y conociendo ser dios, [. . . . . . . . . . .] ni lo quise respetar. Tras desto, un indio famoso un arcabuz, atrevido, [. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .] como se estaba hinchendo, también de comer le dió, y tirándole detrás salió por la boca luego el mismo tronido, y fuego, así que no tienen más de ser unos embaidores. TRICELO: Ya en ello habemos caído. TOLEMO: Bagages nos han pedido, que ya son cargas mayores las que el oro nos ha dado para ir a México. TRICELO: ¡Ay, cielo! TOLEMO: No te alborotes, Tricelo, ya está todo remediado. TRICELO: ¿Cómo? TOLEMO: Al gran señor hablé, y, consultando este caso, dice que le mate. TRICELO: ¡Paso! [. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .] TOLEMO: Y hoy matarle y enterrarle, que están en esa campaña cien mil indios prevenidos y los caciques venidos del mar y de la montaña. Hoy morirá. TRICELO: Mira bien, que otros mil lo han intentado. TOLEMO: Ello ya está bien mirado que sucederá también. TRICELO: Quedo, que vienen allí.
Sale CORTÉS, TAPIA Y ALVARADO y los demás ESPAÑOLES, y un INDIO con una carta
CORTÉS: Basta que ya me han enviado carta, Aguilar, Alvarado. ALVARADO: ¿Carta, señor? CORTÉS: Vesla aquí. ALVARADO: No hay duda de que tendrás llano el paso que pretendes. TAPIA: Tú, señor, a nadie ofendes, Dios y rey y Ley les das. Lee, y ve lo que te escribe.
Lee
CORTÉS: Cortés, toda esa nación, ya ha hecho una rebelión en que matarte apercibe. INDIO: ¡Válgame el Sol!, ¿el papel sabe hablar? CORTÉS: ¿No escuchas ésto? INDIO: ¡Que aquello diga tan presto lo que el otro puso en él con unas negras hormigas! ¡Que letras allí pintadas le hablen así!
Lee
CORTÉS: Concertadas treinta naciones amigas están a darte la muerte por orden de Motezuma. INDIO: ¿Cómo? ¡Que con una pluma me hiciese hablar desta suerte! ¡Que aquella lengua traía conmigo! Y yo apostaré que le dice que hoy maté veinte pavos que tenía porque no me los comiese. ALVARADO: Bien harás, será gran hecho, digno de tu heroico pecho. CORTÉS: Iré a México, aunque pese a Motezuma, Alvarado. Prevenid luego la gente y daremos de repente sobre el traidor conjurado; sea para acometer la señal el trueno y luz de un disparado arcabuz, que entre tanto quiero hacer que de los nobles caciques se junte lo principal. ALVARADO: No puede suceder mal cosa a que la mano apliques; camina. CORTÉS: Tapia, en secreto cuatro tiros aprestad.
Vanse y quedan los INDIOS
TOLEMO: Secreto hablaron; notad que no ha sido sin efecto. TRICELO: Llama aquel indio y sabrás a qué vino. TOLEMO: ¿A qué has venido? INDIO: Aquel papel he traído de un español; no sé más. TOLEMO: ¿Pues aquél de qué servía? INDIO: Si yo lo supiera allá, nunca le trajera acá. TOLEMO: ¿Por qué? INDIO: Lengua y voz tenía. TOLEMO: ¿Lengua y voz? ¡Válgame [Apó] INDIO: Unas rayas negras eran las que hablaban. TRICELO: ¿No os alteran aquestos milagros? TOLEMO: No, porque son hechicería. TRICELO: ¿Quién era el que le enviaba? INDIO: Un Aguilar, que buscaba paso a México este día, y de parte de Cortés iba tratando amistad.
Disparen un arcabuz, y digan dentro
CORTÉS: ¡Mueran traidores! TOLEMO: ¡Callad! TRICELO: ¿Qué es aquello? TOLEMO: ¿No lo ves? ALVARADO: Mueran los que son traidores. TOLEMO: ¿Los españoles cristianos con las armas en las manos. TRICELO: ¿Veis si son encantadores? No dudéis de que han sabido lo que estaba concertado. TOLEMO: ¿Pues quién se lo habrá contado? ALVARADO: Castigo bien merecido; aquí está Glauro. CORTÉS: Matadle. TAPIA: ¿Morirá Filetonte? CORTÉS: Muera. FONSECA: ¿y Caucolán? CORTÉS: Aunque fuera su mismo rey despeñadle. TOLEMO: Triste de mí, ¿los caciques degüellan? TRICELO: ¡Bravo español! TOLEMO: Sin duda es hijo del Sol.
Dentro
VOZ: Piedad, Cortés. CORTÉS: No repliques. TOLEMO: Ya salen a huir al monte.
[Salen] todos, las espadas desnudas
FONSECA: Algunos huyendo van. CORTÉS: Antes que el sol se pondrán en más oscuro horizonte; dejadlos, y demos traza de ir a México. TAPIA: Ya queda, sin que pasar hombre pueda, hecha una sangrienta plaza; terror has puesto notable. CORTÉS: Pues alto, a México, amigos; haced dos mundos testigos de ese valor admirable; rompamos esa montaña, a México Dios nos guíe, el que es español porfíe. ¡Viva España! TODOS: ¡Viva España!
Vanse y sale MOTEZUMA, y GLAFIRA, india, su dama
GLAFIRA: Diga, señor, la tristeza que desdice a tu decoro. MOTEZUMA: ¡Que la codicia del oro, que el sol y naturaleza han en mi tierra crïado, traiga esta fuerte nación, con capa de religión, a darme tanto cuidado desde el más remoto clima! GLAFIRA: No pienses su desconcierto, que ya, señor, será muerto el hombre que los anima; descansa deste cuidado, que Gualpopoca, de hecho, de la sangre de su pecho habrá las aras bañado de nuestro divino Apolo. MOTEZUMA: Basta yo ver, mi Glafira, tus ojos, en quien se mira el sol, que su luz les dió; basta ver estos cabellos, que me enlazan y me prenden, que ellos ser de oro pretenden; [. . . . . . . . . . . . . .] basta ver tu frente hermosa, con los dos arcos que miden de amor el cielo y dividen esos dos campos de rosa; basta escuchar las palabras de esa boca celestial, y que tesoro oriental del mar de sus perlas abras, para suspender mi pena. GLAFIRA: A mi amor debes, señor, esta merced. MOTEZUMA: Y tu amor mi poder inmenso enfrena para dejar de ir a hacer castigar a este español.
Sale un INDIO
INDIO: Guarde, gran señor, el Sol tu soberano poder. MOTEZUMA: ¿Qué hay de Cortés? INDIO: Que a gran priesa marcha a México. MOTEZUMA: ¡Hay tal cosa! ¿Qué dices, Glafira hermosa, del fin desta loca empresa? ¿Qué haré? GLAFIRA: Dejarle llegar y matarle estando aquí. MOTEZUMA: Corre, ve volando, y di que no me puede hablar, que no hablan extranjeros al Emperador del mundo; y porque en el oro fundo sus locos intentos fieros, lleva a Cortés cien mil pesos de oro puro, y que se vuelvan les ruega, o que se resuelvan a verse muertos o presos. INDIO: Ya voy. MOTEZUMA: ¡Que haya atrevimiento en dos hombres a llegar, por tan varia tierra y mar, al más escondido asiento, a México, al Reino mío, por tantos años en paz!
Sale otro INDIO
INDIO: El español pertinaz, lleno de imperio y de brío, se acerca, señor, a verte, sin poder ser resistido. MOTEZUMA: ¡Hombre extraño! GLAFIRA: ¡Hombre atrevido! MOTEZUMA: ¡Hombre crüel! GLAFIRA: ¡Hombre fuerte! MOTEZUMA: Haz que llegue, Guainacaba, una vajilla a Cortés; echa tanto oro a sus pies, pues que tanto el oro alaba, que los pasos le detenga. INDIO: Yo iré a servirte. MOTEZUMA: No sé, mi bien, si esperar podré que a verme el cristiano venga. ¡Oh terrible confusión!
Sale otro INDIO
INDIO: Ya está la gente española, señor, una legua sola de México. MOTEZUMA: ¿Cuántos son? INDIO: No son mil hombres, mas tienen diez mil indios enemigos tuyos, que son sus amigos, y que en su defensa vienen. MOTEZUMA: Ve, Rumagi, y di que den a Cortés aquella hamaca de oro y perlas. INDIO: No se aplaca por todo el humano bien; pero yo iré. MOTEZUMA: ¿Qué es aquesto, qué basilisco crüel viene en Cortés, qué hay en él que tanto temor me ha puesto?
Sale TEUDELLÍ
TEUDELLÍ: ¿Qué haces tan descuidado, que ya Cortés con su gente pasa la primera puente a verte determinado? No pierdas por cobardía la excelencia de quien eres, muestra, señor, que prefieres a Carlos en monarquía; sal con toda tu grandeza a ver a aqueste español, lleva en tus andas el Sol y la luna en tu cabeza; muestra que eres Motezuma, señor de trescientos reyes a quien das gobierno y leyes, para que Cortés presuma que se ha de echar a tus pies, y en nombre de su señor reconocer tu valor. MOTEZUMA: Vamos a ver a Cortés y plega al Sol que suceda, Teudellí, contra el recelo que llevo. GLAFIRA: Querrálo el cielo porque conocerse pueda tu valor en todo el mundo. MOTEZUMA: Verle y castigarle quiero. Conmigo no hay rey primero ni soy a nadie segundo.
La música se toque de trompetas y chirimías, y salgan por una parte los SOLDADOS de Cortés, con arcabuces y cajas y detrás los CAPITANES y CORTÉS a caballo armado, ellos traigan algunas banderas de España y CORTÉS con un bastón; por la otra parte salgan los INDIOS que puedan, y algunas INDIAS ricamente aderezadas; detrás en unas andas llenas de cadenas y joyas traigan a MOTEZUMA a hombros y a los lados algunos INDIOS con aventadores de pluma y músicos de INDIOS, cantando y bailando así
MÚSICOS: "Guacambicó, guacambó Motezuma después de Apó. Después de Apó soberano Motezuma es rey del suelo y como él reina en el cielo, él en todo el orbe indiano; hoy el español cristiano a darle parias llegó. Guacambicó, guacambó Motezuma después de Apó." CORTÉS: ¿No le podré yo abrazar? TEUDELLÍ: No se toca a nuestro rey, que hay entre nosotros ley que no se puede tocar. CORTÉS: Ahora bien, españoles valerosos, hoy es el día que de nuestros nombres ha de quedar eterna fama al mundo; oíd, que os quiero hablar aparte a todos. MOTEZUMA: Hola. TEUDELLÍ: ¿Señor? MOTEZUMA: Decid a esos cristianos que yo me entro a comer y que querría verle después. TEUDELLÍ: Será favor notable. MOTEZUMA: Buen talle tiene, estoyle aficionado. TEUDELLÍ: Es Cortés español, y bien hablado.
Vuélvanse los INDIOS con su rey cantando
MÚSICOS: "Guacambó, que Motezuma es supremo emperador, Guacambó, que su valor no tiene cuenta ni suma; ningún español presuma decir que parias le dió, Guacambicó, guacambó, Motezuma después de Apó." TAPIA: Basta, Cortés que con envidia tuya Diego Velázquez, a quien han llegado las nuevas de tus prósperos sucesos, envía con diez naves y mil hombres a Pánfilo, que llaman de Narváez, a estorbar tus designios, y en el puerto surgen a toda priesa. CORTÉS: No es posible, sino que los induce de secreto el demonio, que estorba que éstos bárbaros hoy se reduzcan a la fe de Cristo; pues yo le saldré al paso de tal suerte que, prendiendo a Narvaez o matándole su gente ha de ser parte con la mía para que gane a México. ALVARADO: Ya viene a verte Motezuma.
Sale MOTEZUMA
MOTEZUMA: Cristïano, ¿cómo te va en mi tierra? CORTÉS: Yo quería darte este nombre, Emperador supremo, y que reconocieses al Rey Carlos; hame pesado que estuvieses fuerte en no admitir esta embajada mía, pues no te traigo en ello menos gloria, que es hallar con tu alma tanto mundo como tienes debajo de tu mano; daros leyes políticas y justas, sacandoos del engaño en que os ha puesto el demonio, que os tiene por esclavos; más tú por galardón matarme mandas a tus caciques tres o cuatro veces, que a no librarme Dios.. MOTEZUMA: Cortés, ¿qué dices? CORTÉS: Ves aquí cartas tuyas, no lo niegues. MOTEZUMA: Miente cualquier cacique que te ha dado esas cartas y firmas contrahechas. CORTÉS: No es tiempo de disculpas, Motezuma, dese preso por el rey de España. MOTEZUMA: ¡Cielos! ¿A mí me prenden en mi propia tierra? TAPIA: Cortés, ¿qué haces? CORTÉS: Prevenid las armas. MOTEZUMA: Cortés, yo te daré tanto rescate, que no puedan llevar naves el oro y lo dejes sembrado en las orillas. ALVARADO: ¡Hay tal atrevimiento! FONSECA: ¡Dios le ayuda! MOTEZUMA: Cortés, yo quiero ser cristiano luego y de Carlos, tu rey, seré vasallo; cásate con mi hija Glaudomira, que no la mira el Sol más bella, seamos deudos tú y yo. CORTÉS: Señor, yo soy casado, y mi ley no permite dos mujeres; sosiega de tu gente el alboroto o daréte la muerte. MOTEZUMA: Hablar os quiero. CORTÉS: Señores, yo me parto al mar; en tanto quede Tapia con una compañía guardando al Rey. MOTEZUMA: ¡No en balde lo temía!
Vase, y sale PÁNFILO de Narváez desembarcando gente
PÁNFILO: Tomaré tierra a pesar de Cortés. SOLDADO: Míralo bien. PÁNFILO: No hay en esto que mirar, los tiros a punto estén sacad las armas del mar. ¿No miráis que, sin dar cuenta al Rey ni al gobernador, ser destos reinos intenta Cortés tirano señor en nuestra común afrenta? ¿No somos acá, soldados, más nobles y ejercitados en estas remotas tierras? SOLDADO: Mas por las civiles guerras seréis de Carlos culpados; pero advierte que ya viene Cortés al paso.
Sale CORTÉS y su gente
CORTÉS: ¿Quién es el que atrevimiento tiene de impedirme? PÁNFILO: Yo, Cortés. CORTÉS: ¿Por qué? PÁNFILO: Porque al Rey conviene, y a quien gobierna por él. CORTÉS: Vuestra codicia crüel, villanos, os ha traído, que no el rey, pues nadie ha sido más que yo a su rey fïel. PÁNFILO: ¿Tú fïel? Tú eres tirano. CORTÉS: Deja palabras, villano. ¡Al arma, San Pedro, a ellos! Que esto tardaré en vencellos cuanto tarde en meter mano.
Hágase esta batalla, y éntrense peleando, y salgan al muro de México algunos INDIOS con armas rebelados
TEUDELLÍ: Preso nuestro Rey quedó, que aún no pudimos librarle. GUALPOPOCA: Toda la ciudad se alzó, pero supieron guardarle, o su temor le guardó, que temiendo que en el punto que estaba el escuadrón junto le habían de matar, lloraba.
Sale GUAINACABA
GUAINACABA: ¡Grande mal! TEUDELLÍ: ¿Qué hay, Guainacaba? GUAINACABA: Nuestro rey queda difunto. TEUDELLÍ: ¿Cómo? GUAINACABA: El pueblo rebelado fue a la prisión y él salió a sosegarle; tiró una piedra algún soldado y, acertándole por yerro, le dió en la frente, de suerte que queda el rey a la muerte. TEUDELLÍ: ¡Oh, fiero! GUAINACABA: ¡Oh, bárbaro! TEUDELLÍ: ¡Oh, perro! ¡Vive Apó!, que hemos de hacer tal venganza, que no quede vivo un cristiano. GUAINACABA: No puede ya nuestra venganza ser, que Cortés, con ocasión de los que al puerto han venido, va fugitivo y [hüído] a recoger su escuadrón. TEUDELLÍ: Quedo, ¿qué cajas son éstas? GUALPOPOCA: ¡Viven los cielos que es él! GUAINACABA: Hoy nos vengaremos dél. ¡Haced mexicanas fiestas que viene el vil español! ¡Flechad los arcos, tomad piedras, defended, matad! ¡Demos mil hombres al Sol!
Sale CORTÉS, PÁNFILO preso, su gente en orden con cajas y arcabucería
CORTÉS: Tened a Pánfilo en guarda. PÁNFILO: Confieso que soy tu preso. CORTÉS: Españoles, el suceso de más gloria nos aguarda. FONSECA: México en armas se pone. CORTÉS: A México entremos hoy, pues ya con más gente voy, y el cielo bien dispone, que de Pánfilo la gente que vino como enemiga nos acompaña y obliga que tan gran victoria intente. Hoy, españoles, es día de San Hipólito, ¡a ellos! Que ayuda a vencellos, y todo el cielo nos guía. Mañana víspera es de la Asunción. ¡Ea, amigos, que hoy habéis de ser testigos de la dicha de Cortés.
Acometan al muro disparando los arcabuces, y los INDIOS tirando flechas, traigan escalas y rodelas suban, dénles en ellas los INDIOS muchos alcanciazos, vayan subiendo, y andando hasta entrar dentro y salga un carro en que venga la RELIGIÓN cristiana triunfando, y traiga a sus pies a la IDOLATRÍA, y por la puerta de la ciudad venga CORTÉS con su gente en orden, después de haber publicado victoria, y llegue al carro de la RELIGIÓN, y ella le pone un laurel en la cabeza
RELIGIÓN: Este laurel, gran Cortés, es digno de tu cabeza, pues tuviste la fiereza de mi enemiga a los pies; victoria y tiempo te lleven a la fama soberana. CORTÉS: Santa Religión cristiana, a Dios las gracias se [deben]. RELIGIÓN: Yo seré tu coronista, sube en el carro a mi lado. CORTÉS: Aquí se acaba, Senado de México la conquista.

FIN


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002