JORNADA SEGUNDA


[Salen] YZUF y AURELIO
YSUF: Trecientos escudos di, Aurelio, por la doncella. Esto di al turco, que a ella alma y vida le rendí; y es poco, según es bella. Vendiómela de aburrido, que dice que no ha podido, mientras la tuvo en poder, en ningún modo atraer al amoroso partido. Púsela en casa de un moro, sin osarla traer acá, y allí está donde ella está todo mi bien y tesoro, y la gloria que amor da. Allí se ve la bondad junto con la crüeldad mayor que se vio en la tierra; y juntas, sin hacer guerra, belleza y honestidad. No pueden prometimientos ablandar su duro pecho. Veme en lágrimas deshecho, y ofrece siempre a los vientos cuantos servicios la he hecho. No echa de ver su ventura, ni cómo el dolor me apura poco a poco sospirando; antes, cuando yo más blando, entonces ella más dura. A casa quiero traella y reclinar en tu mano mi gozo más soberano: quizá tú podrás movella, siendo, como ella, cristiano; y desde aquí te prometo que, si conduces a efecto mi amorosa voluntad, de darte la libertad y serte amigo perfecto. AURELIO: En todo lo que quisieres, he, señor, de complacerte, por ser tu esclavo y por verte que melindres de mujeres te tengan de aquesa suerte. ¿De qué nación es la dama que te enciende en esa llama sin mirar a su interés? YSUF: Española dicen que es. AURELIO: ¿Y el nombre? YSUF: Silvia se llama. AURELIO: ¿Silvia? Una Silvia venía adonde yo cautivé, y, según que la miré, no en tanto allá se tenía. YSUF: ésa es: yo la compré. AURELIO: Si ella es, yo sé decir que es hermosa sin mentir, y que no es tan cruda altiva, que su condición esquiva a ninguno hace morir. Traéla a casa, señor, luego, y ten las riendas al miedo; y tú verás, si yo puedo, cómo a mis manos y ruego amaina el casto denuedo. YSUF: Yo voy; y, mientras se ordena su venida, por estrena del contento que me has dado, yo diré a mi renegado que te quite esa cadena.
Vase YZUF y queda AURELIO solo
AURELIO: ¿Qué es esto, cielos? ¿Qué he oído? ¿Es mi Silvia? Silvia es, cierto. ¿Es posible, oh hado incierto, que he de ver quien me ha tenido vivo en muerte, en vida muerto? ésta es mi Silvia, a quien llamo, a quien quiero y a quien amo más que a todo lo del suelo. ¡Gracias hago y doy al cielo, que a los dos ha dado un amo! Tregua tendrán mis enojos entre tanta desventura, pues, por estraña ventura, vendrán a mirar mis ojos tu sin igual hermosura. Y si della está rendido mi amo, está conocido que quien la supo mirar es imposible escapar de preso o de malherido. Y, pues que con tales bríos él descubre sus amores, si nos vemos, sus dolores se callarán y los míos te diré, que son mayores. Y, mientras pudiere ver tu hermosura y gentil ser, templaré mi desconsuelo, hasta que disponga el cielo de entrambos lo que ha de ser.
Vase AURELIO, y [Salen] MERCADERES moros (primero y segundo), y MAMÍ, soldado cosario. [Y luego] un PREGONERO, PADRE y MADRE [con FRANCISCO y JUAN sus] dos hijos cautivos
MERCADER [1]: En fin, Aydar, ¿que en Cerdeña habéis hecho la galima? MAMÍ: Sí; y aun no de poca estima, según se vio en la reseña. [MERCADER] 2: Dícennos que os dieron caza de Nápoles las galeras. MAMÍ: Sí dieron, mas no de veras, que el peso las embaraza. El ladrón que va a hurtar, para no dar en el lazo, ha de ir muy sin embarazo para huir, para alcanzar. Las galeras de cristianos, sabed, si no lo sabéis, que tienen falta de pies y que no les sobran manos; y esto lo causa que van tan llenas de mercancías, que, si bogasen dos días, un pontón no tomarán. Nosotros, a la ligera, listos, vivos como el fuego, y, en dándonos caza, luego pico al viento y ropa fuera, las obras muertas abajo, árbol y entena en cru jía, y así hacemos nuestra vía contra el viento sin trabajo; y el soldado más lucido, el más flaco y más membrudo, luego se muestra desnudo y del bogavante asido. Pero allá tiene la honra el cristiano en tal extremo, que asir en un trance el remo le parece que es deshonra; y, mientras ellos allá en sus trece están honrados, nosotros, dellos cargados, venimos sin honra acá. MERCADER 1: Esa honra y ese engaño nunca salga de su pecho, pues nuestro mayor provech[o] nace de su propio daño. Un mozo de poca edad destos sardos comprar quiero. MAMÍ: Ya los trae el pregonero vendiendo por la ciudad. [MERCADER] 2: ¿Hay españoles entre ellos? MAMÍ: Sí hay; que también tomamos una nave, y allí hallamos hasta viente y cuatro dellos.
Entra el PREGONERO, con el PADRE y la MADRE y los dos muchachos y un n[i]ño de teta a los pechos
PREGONERO: ¿Hay quien compre los perritos, y el viejo, que es el perrazo, y la vieja y su embarazo? Pues, ¡a fe que son bonitos! Déste me dan ciento y dos; déste docientos me dan; pero no los llevarán. ¡Pasá acá, perrazo, vos! [FRANCISCO]: ¿Qué es esto, madre? ¿Por dicha véndennos aquestos moros? MADRE: Sí, hijo; que sus tesoros los crece nuestra desdicha. PREGONERO: ¿Hay quien a comprar acierte el niño y la madre junto? MADRE: ¡Oh amargo y terrible punto, más terrible que la muerte! PADRE: ¡Sosegad, señora, el pecho; que si mi Dios ha ordenado ponernos en este estado, él sabe por qué lo ha hecho! MADRE: Destos hijos tengo pena, que no sé por dónde han de ir. PADRE: Dejad, señora, cumplir lo que el alto cielo ordena. [MERCADER] 1: ¿Qué han de dar déste, decí? PREGONERO: Ciento y dos escudos dan. MERCADER [2]: ¿Por ciento y diez darlo han? PREGONERO: No, si no pasáis de ahí. MERCADER [2]: ¿Está sano? PREGONERO: Sano está.
Ábrele la boca
MERCADER [2]: Abre; no tengas temor. [FRANCISCO]: ¡No me la saque, señor; que ella mi[sma se cairá]! MERCADER [2]: ¿Piensa que sacalle quiero el rapaz alguna muela? [FRANCISCO]: ¡Paso, señor, no me duela; tenga, quedo, que me muero! MERCADER 2: Destotro, ¿cuánto dan dél? PREGONERO: Docientos escudos dan. [MERCADER] 2: ¿Y por cuánto le darán? PREGONERO: Trecientos piden por él. [MERCADER] 1: Si te compro, ¿serás bueno? [FRANCISCO]: Aunque vos no me compréis, seré bueno. [MERCADER] 2: ¿Serlo heis? [FRANCISCO]: Ya lo soy, sin ser ajeno. MERCADER 1: Por éste doy ciento y treinta. PREGONERO: Vuestro es: venga el dinero. [MERCADER] 1: En casa dároslo quiero. MADRE: El corazón me revienta. [MERCADER] 1: Comprad, compañero, esotro. Ven, niño, vente a holgar. [JUAN]: No, señor; no he de dejar mi madre por ir con otro. MADRE: Ve, hijo, que ya no eres sino del que te ha comprado. [JUAN]: ¡Ay, madre! ¿Habéisme dejado? MADRE: ¡Ay, cielo, cuán crudo eres! [MERCADER 1]: Anda, rapaz, ven conmigo. [FRANCISCO]: Vámonos juntos, hermano. [JUAN]: No puedo, ni está en mi mano. PADRE: El cielo vaya contigo. MADRE: ¡Oh, mi bien y mi alegría, no se olvide de ti Dios! [FRANCISCO]: ¿Dónde me llevan sin vos, padre mío y madre mía? MADRE: ¿Quïeres que hable, señor, a mi hijo aun no un momento? Dame este breve contento, pues es eterno el dolor. M[ERCADER 1]: Cuanto quisieres le di, pues será la vez postrera. MADRE: Sí, pues ésta es la primera que en este trance me vi. [HI]JO [1]: Tenedme con vos aquí, madre, que voy no sé dónde. [MADRE]: La ventura se te asconde, [hi]jo, pues yo te pa[rí]. Hase escurecido el cielo, turbado los elementos, conjurado mar y vientos todos en tu desconsuelo No conoces tu desdicha, aunque estás bien dentro della, puesto que el no conocella lo puedes tener a dicha. Lo que te ruego, alma mía, pues el verte se me impide, es que nunca se te olvide rezar el Avemaría; que esta reina de bondad, de virtud y gracia llena, ha de limar tu cadena y volver tu libertad. Moro ¡Mirad la perra cristiana qué consejo da al muchacho! ¡Sí que no estaba él borracho como tú, sin seso, vana! [FRANCSICO]: Madre, al fin, ¿que no me quedo? ¿[Qu]e me llevan estos moros? MADRE: Contigo van mis tesoros. [FRANCISCO]: A fe que me ponen miedo. MADRE: Más miedo me queda a mí de verte ir donde vas, que nunca te acordarás de Dios, de ti, ni de mí; porque esos tus tiernos años, ¿qué prometen sino [aqu]esto, entre inicua gente puesto, fabricadora de engaños? PREGONERO: ¡Calla, vieja y mala pieza, si no quieres, por más mengua, que lo que dice tu lengua .........................[-eza] ¿Destotro hay quien me dé mas? Que es mas bello y más lozano que no es el otro su hermano. MERCADER 2: ¡Sus!, ¿en cuánto le darás? PREGONERO: ¿No os he dicho que trecientos escudos de oro por cuenta? [MERCADER] 2: ¿Quiés docientos y cincuenta? PREGONERO: [Es] dar voces a los vientos. [MERCADER] 2: Enamorado me ha el donaire del garzón; yo los doy en conclusión. PREGONERO: Dinero o señal me da. [MERCADER] 2: Cómo te llamas me di. [FRANCISCO]: Señor, Francisco me llamo. [MERCADER] 2: Pues que has mudado de amo, muda el Francisco en Mamí. [FRANCISCO]: ¿Para qué es mudar el nombre, si no ha de mudar la fe? [MERCADER] 2: Eso agora no lo sé. [FRANCISCO]: No hay castigo que me asombre. [MERCADER] 2: Alto, venidos tras mí. [FRANCISCO]: ¡Amados padres, adiós! PADRE: ¡El mesmo vaya con vos! MADRE: ¡Francisco! [MERCADER] 2: No, no: Mamí. [FRANCISCO]: Eso no, señor patrón: Francisco me has de llamar. [MERCADER] 2: El palo os hará trocar el nombre y aun la intención. [FRANCISCO]: Pues me aparta el hado insano de vos, señor, ¿qué mandáis? PADRE: Sólo, hijo, que viváis como bueno y fiel cristiano. MADRE: Hijo, no las amenazas, no los gustos y regalos, no los azotes y palos, no los conciertos y trazas, no todo cuanto tesoro cubre el suelo, el cielo visto, te mueva a dejar a Cristo por seguir al pueblo moro. [FRANCISCO]: En mí se verá, si puedo, y mi buen Jesús me ayuda, cómo en mi alma no muda la fe, la promesa o miedo. PREGONERO: ¡Oh, qué cristiano se muestra el rapaz! Pues ¡yo os prometo que alcéis con sancto aprïeto la flecha y la mano diestra! Estos rapaces cristianos, al principio muchos lloros, y luego se hacen moros mejor que los más ancianos.
[Va]nse, y [salen] YZUF y SILVIA
YZUF: Dejad, Silvia, el llanto agora; poned tregua al ansia brava, que no os compré para esclava, sino para ser señora. Mirad que imagino y creo que vuestra gran desventura, para daros más ventura ha traído este rodeo. Con vos Fortuna en su ley no usa de nuevas leyes: que esclavos se han visto reyes, aunque vos sois más que rey. Limpiad los húmedos ojos, que sujectan cuanto miran, y, al tiempo que se retiran, llevan de almas los despojos; y no cubra el blanco velo esa divina hermosura, que es como la nieve pura, que impide la luz del cielo. SILVIA: Esme ya tan natural, señor, el llanto y tormento, que, si me deja un momento, lo tengo por mayor mal; y, aunque así estoy, estaré alegre al obedeceros, pues distes tantos dineros por mí sin saber por qué; que, si acaso lo habéis hecho pensando sacar de mí gran rescate, desde aquí se apoca vuestro provecho; porque os prometo, señor, que de miseria y pobreza tengo cuanto de riqueza, si la riqueza es dolor; y de dolor soy tan rica, cuanto, por darme pasión, este caudal la ocasión por puntos le multiplica. YZUF: Silvia, vives engañada: que yo no quiero de ti sino que quieras de mí ser servida y respectada; que el provecho que yo espero, Silvia, de haberte comprado, es ver tu rostro estremado y no doblar el dinero; que el Amor, que se mejora en mostrar su fuerza brava, me ha hecho esclavo de mi esclava, esclava que es mi señora; y quedo tan satisfecho de perder la libertad, que alabo la crueldad deste crudo y nuevo hecho. Y, porque lo que aquí digo lo entiendas, Silvia, mejor, nunca me llames señor, sino siervo o caro amigo. SILVIA: Aunque tamaña mudanza hace fortuna en mi estado, no creo se me ha olvidado el término de crianza. Bien sé cómo he de llamarte, y sé que es de obligación que en lo que fuera razón procure de contentarte. YZUF: Tu habla tan comedida, tu donaire, gracia y ser, claro me dan a entender que eres, Silvia, bien nacida; y, aunque pudiera esperar de ti un rescate crecido, a tal término he venido, que tú me has de rescatar. Mas, en tanto que a la clara veas cuanto hago por ti, ven, Silvia, vente tras mí: verás a tu ama Zahara. SILVIA: Vamos, señor, en buen hora. YZUF: Silvia, no tanto "señor", pues mi ventura y amor os ha hecho a vos mi señora.
Sale ZAHARA
ZAHARA: Seáis, Yzuf, bien llegado. ¿Cúya es la esclava rumía? SILVIA: Vuestra soy, señora mía. YZUF: Verdad es: yo la he comprado. ZAHARA: Por cierto, la compra es bella si cual hermosa es honesta. Decid, señor, ¿cuánto os cuesta? YZUF: Dado he mil doblas por ella. ZAHARA: ¿Espera ser rescatada? YZUF: De muy rica tiene fama. ZAHARA: ¿Su nombre? YZUF: Silvia se llama. ZAHARA: ¿Es doncella o es casada? SILVIA: Casada soy y doncella. ZAHARA: ¿Cómo es eso, Silvia? Di. SILVIA: Señora, ello es ansí, que ansí lo quiso mi estrella. El cielo me dio marido, no para que le gozase, sino para que quedase yo perdida y él perdido.
Aquí [sale] un MORO diciendo
MORO: Yzuf, a llamarte envía apriesa el rey nuestro, Azán. YZUF: ¿Dónde está agora? MORO: En Duán, metido en grande agonía. Amet, jenízar agá, y los bolucos bajíes, y también los debajíes y oldajes están allá. Hanse juntado a consejo sobre que es averiguado que el rey de España ha juntado de guerra grande aparejo. Dicen que va a Portugal, mas témese no sea maña; y es bien que tema su saña Argel, que le hace más mal. En la guerra hay mil ensayos de fraude y de astucia llenos: acullá suenan los truenos y acá disparan los rayos. YZUF: Vamos: quel cielo, que toma por suya nuestra defensa, a España hará, con su ofensa, sujecta y sierva a Mahoma. Y vos, señora, ordenad a Silvia lo que ha de hacer; y vos, Silvia, a su querer sujetad la voluntad.
Vanse los dos, y quedan SILVIA y ZAHARA solas
ZAHARA: Cristiana, di: ¿de adónde eres? ¿Eres pobre, o eres rica? ¿De suerte ensalzada, o chica? No me lo niegues, si quieres, porque soy, cual tú, mujer, y no de entrañas tan duras que tus tristes desventuras no me hayan de enternecer. SILVIA: Señora, soy de Granada, y de suerte ansí abatida, cual lo muestra el ser vendida a cada paso y comprada. Dicen que fui rica un tiempo, pero toda mi riqueza se ha vuelto en mayor pobreza y ha pasado con el tiempo. ZAHARA: ¿Has algún tiempo tenido enamorado deseo? SILVIA: Al estado en que me veo, el crudo Amor me ha traído. ZAHARA: ¿Fuiste acaso bien querida? SILVIA: Fuilo; y quise con ventaja tal, que ap[e]na[s la m]ortaja borrará fe t[an su]bida. ZAHARA: ¿Fuiste querida primero, o empezó el amor de ti? SILVIA: Primero querida fui del que quise, querré y quiero. ZAHARA: ¿Es mozo? SILVIA: Y aun gentilhombre. ZAHARA: ¿Es cristiano? SILVIA: Pues ¡qué!, ¿moro? ¡No sale de su decoro quien ha de cristiano el nombre! ZAHARA: ¿Y es pecado querer bien a un moro? SILVIA: Yo no sé nada; sé que es cosa reprobada, y a cristianas no está bien. ZAHARA: ¿Y querer mora a cristiano? SILVIA: Eso tú mejor lo entiendes. ZAHARA: ¡Ay, Silvia, cómo me ofendes y me lastimas temprano! SILVIA: ¿Yo, mi señora? ¿En qué suerte? ZAHARA: Escucha y te lo diré; que, en oyéndome, bien sé que vendrás de mí a dolerte. Has de saber, ¡oh Silvia!, que estos días partieron deste puerto con buen tiempo doce bajeles, de cosarios todos, y con próspero viento caminaron la vuelta de las islas de Cerdeña; y allí, en las calas, vueltas y revueltas, y puntas que la mar hace y la tierra, se fueron a esconder, estando alerta si algún bajel de Génova o de España, o de otra nación, con que no fuese francesa, por el mar se descubría. En esto, un bravo viento se levanta, que maestral se llama, cuya furia dicen los marineros que es tan fuert[e], que las tupidas velas y las jarcias del más recio navío y más armado no pueden resistirla, y es forzoso acudir al abrigo más cercano, si su rigor acaso lo concede. Las levanta[da]s ondas, el rüido del atrevido viento detenía los cosarios bajeles en las calas, sin dejarles salir al mar abierto; y en otra parte, con furor insano, mostrando su braveza fatigaba una galera de cristiana gente y de riquezas llena, que, corriendo por el hinchado mar sin remo alguno, venía a su albedrío, temerosa de ser sorbida de las bravas ondas; pero después, a cabo de tres días, del recio mar y viento contrast[a]d[a], descubrió tierra, y fue el descubrimiento de su mayor dolor y desventura, porque a la misma isla de San Pedro vino a parar, adonde recogido[s] estaban los bajeles enemigos, los cuales, de la presa cudiciosos, salen, y de furor bélico armados, la galera acometen destrozada y de solos deseos defendida. Una pelota pasa en el momento al capitán el pecho, y a su lado del lusitano fuerte, muerto cae un caballero ilustre valenciano. El robo, las riquezas, los ca[u]tivos que los turcos hallaron en el seno de la triste galera me ha contado un cristiano que allí perdió la dulce y amada libertad, para quitarla a quien quiere rendirse a su rendido. Este cristiano, Silvia, este cristiano; este cristiano es, Silvia, quien me tiene fuera del ser que a moras es debido, fuera de mi contento y alegría, fuera de todo gusto, y estoy fuera, que es lo peor, de todo mi sentido. Compróle mi marido, y está en casa; y, puesto que con lágrimas y ruegos, con sospiros, ternezas y con dádivas, procuro de ablandar su duro pecho, al mío, que contino es blanda cera, el suyo se me muestra de diamante; ansí que, Silvia, hermana, como has dicho que al cristiano no es lícito dé gusto en cosas del amor a mora alguna, tus razones me tienen ofendida, y con aquesas mesmas se defiende Aurelio, a quien ha hecho tan cristiano el cielo para darme a mí la muerte. SILVIA: ¿Aurelio dices que por nombre tiene, señora, ese cristiano? ZAHARA: Ansí se llama. [SILVIA]: La galera que dices, según creo, se llamaba San Pablo, y era nueva y de la sacra religión de Malta. Yo en ella me perdí, y aun [ima]gino que conozco a ese Aurelio, y es un mozo de rostro hermoso y de nación hispan[a]. ZAHARA: Sin duda has acertado, ¡ay, Silvia mía! ¿Quién es este enemigo de mi gloria? ¿Es caballero, o rústico villano? Que todo lo parece en su apostura y dura condición: el talle ilustre, de la ciudad; la condición, del monte. SILVIA: A mí, pobre escudero me parece, según en la galera se trataba; que de su hacienda no sé más, señora. ZAHARA: Ni yo sé qué te diga, ¡oh Silvia, Silvia!, sino que a tal estremo soy venida, que le tengo de amar, sea quien se fuere. Sólo te ruego que procures, Silvia, de ablandar esta tigre y fiera hircana, y atraerla con dulces sentimientos a que sienta la pena que padece esta mísera esclava de su esclavo; y si esto, Silvia, haces, yo te juro por todo el Alcorán de buscar modo cómo con brevedad alegre vuelvas al patrio dulce suelo deseado. SILVIA: Deja, señora, al cargo a Silvia dello, que tu verás lo que mi industria hac[e] por gusto tuyo y por provecho mío.
[Vanse ZAHARA y SILVIA y sale] AURELIO, solo
[AURELIO]: ¡Oh sancta edad, por nuestro mal pasada, a quien nuestros antiguos le pusieron el dulce nombre de la Edad dorada! ¡Cuán seguros y libres discurrieron la redondez del suelo los que en ella la caduca mortal vida vivieron! No sonaba en los aires la querella del mísero cautivo, cuando alzaba la voz a mal[decir su] dura estrella. Entonces libert[ad d]ulce reinaba y el nombre odioso de la servidumb[r]e en ningunos oídos resonaba. Pero, después que sin razón, sin lumbre, ciegos de la avaricia, los mortales, cargados de terrena pesadumbre, descubrieron los rubi[o]s minerales del oro que en la tierra se escondía, ocasión principal de nuestros males, éste que menos oro poseía, envidioso de aquél que, con más maña, más riquezas en uno recogía, sembró la [c]ruda y la mortal cizaña del robo, de la fraude y del engaño, del cambio injusto y trato con maraña. Mas con ninguno hizo mayor daño que con la hambrienta, despiadada guerra, que al natural destruye y al estraño. ésta consume, abrasa, y echa por tierra, los reinos, los imperios populosos, y la paz hermosísima destierra, y sus fieros ministros, codiciosos más del rubio metal que de otra cosa, turban nuestros contentos y reposos. Y, en la sangrienta guerra peligrosa, pudiendo con el filo de la espada acabar nuestra vida temerosa, la guardan de prisiones rod[e]ada, por ver si prometemos por libralla nuestra pobre riqueza mal lograda. Y así, puede el que es pobre y que se halla puesto entre esta canalla al daño cierto su libertad a Dios encomendalla, o contarse, viviendo, ya por muerto, como el que en rota nave y mar airado se halla solo, sin saber dó hay puerto. Y no tengo por menos desdichado al que tiene [co]n qué y el modo ignora [có]mo llegar al punto deseado, porque esta gente, do bondad no mora, no dio jamás palabra que cumpliese, como falsa, sin ley, sin fe y traidora. Guardará por su dios al interese, y do éste no i[nt]erviene, no se espere que por sol[a vir]tud bondad hiciese. Aquí en diverso traje veo que muere el ministro de Dios, y por su oficio más abatido es, peor se quiere, y el mancebo cristiano al torpe vicio es dedicado desta gente perra, do consiste su gloria y ejercicio. ¡Oh cielo santo! ¡Oh dulce, amada tierra! ¡Oh Silvia! ¡Oh gloria de mi pensamiento! ¿Quién de tu alegre vista me destierra? Pero, si no me engaño, pasos siento. Yzuf, mi amo, es éste que aquí viene. ¡Cuán ajeno de síle trae el tormento!
[Sale YZUF]
YZUF: Quien con amor amargo se entretiene, y al duro yugo de su servidumbre el flaco cuello ya inclinado tiene, si del cielo no viene nueva lumbre que aquella ceguedad de los sentidos con claros rayos de razón alumbre, todos estos remedios son perdidos; que al fin irán por tierra derribados los amigos consejos más sabidos. Más viejos y más pláticos soldados tiene el rey a su mando y su servicio; déjeme a mí, que tengo otros cuidados; mejor será que el trabajoso oficio de reparar los fosos y muralla entregue al que de Amor aún es novic[io]; que yo más cruda y más fiera batalla espero a cada paso, ¡ay suerte dura!, que teme el alma y ha de atropellalla. ¡Oh Silvia, reina de la hermosura!, por vos a los oficios doy de mano que pudieran honrarme y dar ven[tura]. Pero, ¿qué es lo que he dicho? ¡Oh ciego insano! ¿No vale más gozar de aquellos ojos, que ser señor del áureo suelo hispano? Tu beldad, Silvia, adoro aquí de hinojo[s].
AURELIO vuelve, y, hallándole de rodillas, le dice
[AURELIO]: ¿Son éstos los despojos, señor mío, que el gran cuidado mío te procura? Por cierto que es locura averiguada mostrar tan derribada la esperanza. Ten, señor, confianza; espera un poco, que das muestras de loco en lo que ha[ces]. YZUF: Poco me satisfaces y contentas, si consolarme tientas con razones. ¿Has visto las faciones de mi diosa? AURELIO: Señor, no he visto cosa. ¿Es ya venida? Si lo es, retraída está allá dentro. YZUF: Sí está, y aun en el centro de mi pe[cho]. AURELIO: Ten cierto tu provecho desde hoy más. YZUF: Vamos, y verla has, y ten cuidado de lo que te he rogado, Aur[elio amigo]. AURELIO: El cielo será dello [buen testigo].
Vanse, y sale FÁTIMA sola
[FÁTIMA]: El esperado punto es ya llegado que pide la no vista hechicería para poder domar el no domado pecho, que domará la ciencia mía. por la región del cielo, el estrellado carro lleva la noche obscura y fría, y la ocasión me llama do haré cosas horrendas, estupendas, espantosas. El cabello dorado al aire suelto tiene de estar, y el cuerpo desceñido, descalzo el pie derecho, el rostro vuelto al mar adonde el sol se ha zabullido; al brazo este sartal será revuelto de las piedras preñadas que en el nido del águila se hallan, y esta cuerda con mi intención la virtud suya acuerda. Aquestas cinco cañas, que cortadas fueron en luna llena por mi mano, en esta mesma forma acomodadas, lo que quiero harán fácil y llano; también estas cabezas, arrancadas del jáculo, serpiente, en el verano ardiente allá en la Libia, me aprovechan, y aun estos granos si en el suelo se echan. Esta carne, quitada de la frente del ternecillo potro cuando nace, cuya virtud rarísima, excelente, en todo a mi deseo satisface, envuelta en esta yerba, a quien el diente tocó del corderillo cuando pace, hará que Aurelio venga cual cordero mansísimo y humilde a lo que quiero. Esta figura, que de cera es hecha, en el nombre de Aurelio fabricada, será con blanda mano y dura flecha, por medio el corazón atravesada. Quedará luego Zahara satisfecha de aquella voluntad desordenada, y el helado cristiano vendrá luego ardiendo en amoroso y dulce fuego. [A vosotros, ¡oh] justos Radamanto [y Minos!, que con leyes inmutables] en los escuros reinos del espanto regís las almas tristes miserables; si acaso tiene fuerza el ronco canto o mormurio de versos detestables, por ellos os conjuro, ruego y pido ablandéis este pecho endurecido. ¡Rápida, Ronca, Run, Raspe, Riforme, Gandulandín, Clifet, Pantasilonte, ladrante tragador, falso triforme, herbárico pastífero del monte, Herebo, engendrador del rostro inorme de todo fiero dios, a punto ponte y ven sin detenerte a mi presencia, si no desprecias la zoroastra ciencia!
Sale un DEMONIO y dice
[DEMONIO]: La fuerza incontrastable de tus versos y mormurios perversos me han traído del reino del olvido a obedecerte; mas, ¡oh mora!, quel verte en esta empresa infinito me pesa, porque entiendo que es ir tiempo perdiendo. FÁTIMA: ¿Por qué causa? DEMONIO: Pon al conjuro pausa, y al momento satisfaré tu intento en lo que pides, si acaso tú te mides y acomodas a mis palabras todas y consejos. Todos tus aparejos son en vano, porque un pecho cristiano, que se ar[r]ima a Cristo, en poco [esti]ma hechicerías. Por muy diversas vías te con[v]iene atraerle a que pene por tu amiga. FÁTIMA: ¿Ansí questa fatiga no aprovecha? DEMONIO: En balde ha sido hecha. Mas escucha, que con presteza mucha y sin rodeo cumplirás tu de[se]o [e]n este modo: en el infierno [todo n]o hay quien haga más cruda y fiera [pl]aga entre cristianos, aunque muestren más sanos corazones y limpias intenciones, que es la dura necesidad que apura la paciencia; no tiene resistencia esta pasión; la otra es la ocasión. Si estas dos vien[en] y con Aurelio tienen estrecheza, verás a su braveza der[r]ibada y en blandura tornada, y con sosiego, [reg]alarse en el fuego d[e Cup]ido. FÁTIMA: [Pues esas dos te pido que me invíes], y que no te desvíes desta empresa. [DEMONIO:] Tu mandado se hará con toda priesa.
Vanse

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Trato de Argel, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002