Entremés del
RUFIÁN VIUDO LLAMADO TRAMPAGOS

Miguel de Cervantes


Texto basado en la edición príncipe, EL RUFIÁN VIUDO LLAMADO TRAMPAGOS en OCHO COMEDIAS Y OCHO ENTREMESES NUEVOS NUNCA REPRESENTADOS, COMPUESTAS POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (Madrid: Viuda de Alonso Martín, 1615). Fue editado en forma electrónica por Vern G. Williamsen en 1997.


Personas que hablan en él:
Sale TRAMPAGOS con un capuz de luto, y con él VADEMÉCUM, su criado, con dos espadas de esgrima
TRAMPAGOS: ¡Vademécum! VADEMÉCUM: ¿Señor? TRAMPAGOS: ¿Traes las morenas? VADEMÉCUM: Tráigolas. TRAMPAGOS: Está bien: muestra y camina, y saca aquí la silla de respaldo, con los otros asientos de por casa. VADEMÉCUM: ¿Qué asientos? ¿Hay alguno, por ventura? TRAMPAGOS: Saca el mortero, puerco, el broquel saca, y el banco de la cama. VADEMÉCUM: Está impedido; fáltale un pie. TRAMPAGOS: ¿Y es tacha? VADEMÉCUM: ¡Y no pequeña!
[Vase] Vademécum
TRAMPAGOS: ¡Ah, Pericona, Pericona mía, y aun de todo el concejo! En fin, llegóse el tuyo: yo quedé, tú te has partido, y es lo peor que no imagino adónde, aunque, según fue el curso de tu vida, bien se puede creer piadosamente que estás en parte... Aun no me determino de señalarte asiento en la otra vida. Tendréla yo, sin ti, como de muerte. ¡Que no me hallara yo a tu cabecera cuando diste el espíritu a los aires, para que le acogiera entre mis labios, y en mi estómago limpio le envasara! ¡Miseria humana! ¿Quién de ti confía? Ayer fui Pericona, hoy tierra fría, como dijo un poeta celebérrimo.
Entra Chiquiznaque, RUFIÁN
RUFIÁN: Mi so Trampagos, ¿es posible sea voacé tan enemigo suyo que se entumbe, se encubra y se trasponga debajo desa sombra bayetuna el sol hampesco? So Trampagos, basta tanto gemir, tantos suspiros bastan; trueque voacé las lágrimas corrientes en limosnas y en misas y oraciones por la gran Pericona, que Dios haya; que importan más que llantos y sollozos. TRAMPAGOS: Voacé ha garlado como un tólogo, mi señor Chiquiznaque; pero, en tanto que encarrilo mis cosas de otro modo, tome vuesa merced, y platiquemos una levada nueva. RUFIÁN: So Trampagos, no es éste tiempo de levadas: llueven o han de llover hoy pésames adunia, y ¿hémonos de ocupar en levadicas?
Entra VADEMéCUM con la silla, muy vieja y rota
VADEMÉCUM: ¡Bueno, por vida mía! Quien le quita a mi señor de líneas y posturas, le quita de los días de la vida. TRAMPAGOS: Vuelve por el mortero y por el banco, y el broquel no se olvide, Vademécum. VADEMÉCUM: Y aun trairé el asador, sartén y platos.
Vuélvese a entrar
TRAMPAGOS: Después platicaremos una treta, única, a lo que creo, y peregrina; que el dolor de la muerte de mi ángel las manos ata y el sentido todo. RUFIÁN: ¿De qué edad acabó la mal lograda? TRAMPAGOS: Para con sus amigas y vecinas, treinta y dos años tuvo. RUFIÁN: ¡Edad lozana! TRAMPAGOS: Si va a decir verdad, ella tenía cincuenta y seis; pero, de tal manera supo encubrir los años, que me admiro. ¡Oh, qué teñir de canas! ¡Oh, qué rizos, vueltos de plata en oro los cabellos! A seis del mes que viene hará quince años que fue mi tributaria, sin que en ellos me pusiese en pendencia, ni en peligro de verme palmeadas las espaldas. Quince cuaresmas, si en la cuenta acierto, pasaron por la pobre desde el día que fue mi cara, agradecida prenda, en las cuales, sin duda, susurraron a sus oídos treinta y más sermones, y en todos ellos, por respeto mío, estuvo firme, cual está a las olas del mar movible la inmovible roca. ¡Cuántas veces me dijo la pobreta, saliendo de los trances rigurosos de gritos y plegarias y de ruegos, sudando y trasudando: "Plega al cielo, Trampagos mío, que en descuento vaya de mis pecados lo que aquí yo paso por ti, dulce bien mío!" RUFIÁN: ¡Bravo triunfo! ¡Ejemplo raro de inmortal firmeza! ¡Allá lo habrá hallado! TRAMPAGOS: ¿Quién lo duda? Ni aun una sola lágrima vertieron jamás sus ojos en las sacras pláticas, cual si de esparto o pedernal su alma formada fuera. RUFIÁN: ¡Oh, hembra benemérita de griegas y romanas alabanzas! ¿De qué murió? TRAMPAGOS: ¿De qué? Casi de nada: los médicos dijeron que tenía malos los hipocondrios y los hígados, y que con agua de taray pudiera vivir, si la bebiera, setenta años. RUFIÁN: ¿No la bebió? TRAMPAGOS: Murióse. RUFIÁN: Fue una necia. ¡Bebiérala hasta el día del jüicio, que hasta entonces viviera! El yerro estuvo en no hacerla sudar. TRAMPAGOS: Sudó once veces.
[Sale] VADEMéCUM con los asientos referidos
RUFIÁN: ¿Y aprovechóle alguna? TRAMPAGOS: Casi todas: siempre quedaba como un ginjo verde, sana como un peruétano o manzana. RUFIÁN: Dícenme que tenía ciertas fuentes en las piernas y brazos. TRAMPAGOS: La sin dicha era un Aranjuëz; pero, con todo, hoy come en ella, la que llaman tierra, de las más blancas y hermosas carnes que jamás encerraron sus entrañas; y, si no fuera porque habrá dos años que comenzó a dañársele el aliento, era abrazarla como quien abraza un tiesto de albahaca o clavellinas. RUFIÁN: Neguijón debió ser, o corrimiento, el que dañó las perlas de su boca, quiero decir, sus dientes y sus muelas. TRAMPAGOS: Una mañana amaneció sin ellos. VADEMÉCUM: Así es verdad, mas fue deso la causa que anocheció sin ellos; de los finos, cinco acerté a contarle; de los falsos, doce disimulaba en la covacha. TRAMPAGOS: ¿Quién te mete a ti en esto, mentecato? VADEMÉCUM: Acredito verdades. TRAMPAGOS: Chiquiznaque, ya se me ha reducido a la memoria la treta de denantes; toma, y vuelve al ademán primero. VADEMÉCUM: Pongan pausa, y quédese la treta en ese punto; que acuden moscovitas al reclamo. La Repulida viene y la Pizpita, y la Mostrenca, y el jayán Juan Claros. TRAMPAGOS: Vengan en hora buena; vengan ellos en cien mil norabuenas.
Entran la REPULIDA, la PIZPITA, la MOSTRENCA y el rufián JUAN Claros
JUAN: En las mismas esté mi sor Trampagos. REPULIDA: Quiera el cielo mudar su escuridad en luz clarísima. PIZPITA: Desollado le viesen ya mis lumbres de aquel pellejo lóbrego y escuro. MOSTRENCA: ¡Jesús, y qué fantasma noturnina! Quítenmele delante. VADEMÉCUM: ¿Melindricos? TRAMPAGOS: Fuera yo un Polifemo, un antropófago, un troglodita, un bárbaro Zoílo, un caimán, un caribe, un comevivos, si de otra suerte me adornara, en tiempo de tamaña desgracia. JUAN: Razón tiene. TRAMPAGOS: ¡He perdido una mina potosisca, un muro de la yedra de mis faltas, un árbol de la sombra de mis ansias! JUAN: Era la Pericona un pozo de oro. TRAMPAGOS: Sentarse a prima noche, y, a las horas que se echa el golpe, hallarse con sesenta numos en cuartos, ¿por ventura es barro? Pues todo esto perdí en la que ya pudre. REPULIDA: Confieso mi pecado: siempre tuve envidia a su no vista diligencia. No puedo más; yo hago lo que puedo, pero no lo que quiero. PIZPITA: No te penes, pues vale más aquel que Dios ayuda, que el que mucho madruga; ya me entiendes. VADEMÉCUM: El refrán vino aquí como de molde; ¡Tal os dé Dios el sueño, mentecatas! MOSTRENCA: Nacidas somos; no hizo Dios a nadie a quien desamparase. Poco valgo; pero, en fin, como y ceno, y a mi cuyo le traigo más vestido que un palmito. Ninguna es fea, como tenga bríos; ¡feo es el diablo! VADEMÉCUM: Alega la Mostrenca muy bien de su derecho, y alegara mejor si se añadiera el ser muchacha y limpia, pues lo es por todo estremo. RUFIÁN: En el que está Trampagos me da lá[s]tima. TRAMPAGOS: Vestíme este capuz; mis dos lanternas convertí en alquitaras. VADEMÉCUM: ¿De aguardiente? TRAMPAGOS: Pues, ¿tanto cuelo yo, hi de malicias? VADEMÉCUM: A cuatro lavanderas de la puente puede dar quince y falta en la colambre; miren qué ha de llorar, sino agua-ardiente. JUAN: Yo soy de parecer que el gran Trampagos ponga silencio a su contino llanto y vuelva al sicut erat in principio, digo a sus olvidadas alegrías, y tome prenda que las suyas quite; que es bien que el vivo vaya a la hogaza, como el muerto se va a la sepultura. REPULIDA: Zonzorino Catón es Chiquiznaque. PIZPITA: Pequeña soy, Trampagos, pero grande tengo la voluntad para servirte; no tengo cuyo, y tengo ochenta cobas. REPULIDA: Yo ciento, y soy dispuesta y nada lerda. MOSTRENCA: Veinte y dos tengo yo, y aun venticuatro, y no soy mema. REPULIDA: ¡Oh mi Jezúz! ¿Qué es esto? ¿Contra mí la Pizpita y la Mostrenca? ¿En tela quieres competir conmigo, culebrilla de alambre, y tú, pazguata? PIZPITA: Por vida de los huesos de mi abuela, doña Mari-Bobales, monda-níspolas, que no la estimo en un feluz morisco. ¿Han visto el ángel tonto almidonado, cómo quiere empinarse sobre todas? MOSTRENCA: Sobre mí no, a lo menos; que no sufro carga que no me ajuste y me convenga. JUAN: Adviertan que defiendo a la Pizpita. RUFIÁN: Consideren que está la Repulida debajo de las alas de mi amparo. VADEMÉCUM: Aquí fue Troya, aquí se hacen rajas; los de las cachas amarillas salen; aquí, otra vez, fue Troya. REPULIDA: Chiquiznaque, no he menester que nadie me defienda; aparta, tomaré yo la venganza, rasgando con mis manos pecadoras la cara de membrillo cuartanario. JUAN: ¡Repulida, respeto al gran Juan Claros! PIZPITA: Déjala, venga; déjala que llegue esa cara de masa mal sobada.
[Sale] uno muy alborotado
UNO: Juan Claros, ¡la justicia, la justicia! El alguacil de la justicia viene la calle abajo.
[Vase] luego
JUAN: ¡Cuerpo de mi padre! ¡No paro más aquí! TRAMPAGOS: Ténganse todos; ninguno se alborote; que es mi amigo el alguacil; no hay que tenerle miedo.
Torna a [salir]
UNO: No viene acá, la calle abajo cuela.
Vase
RUFIÁN: El alma me temblaba ya en las carnes, porque estoy desterrado. TRAMPAGOS: Aunque viniera, no nos hiciera mal, yo lo sé cierto; que no puede chillar, porque es[t]á untado. VADEMÉCUM: Cese, pues, la pendencia, y mi sor sea el que escoja la prenda que le cuadre o le esquine mejor. REPULIDA: Yo soy contenta. PIZPITA: Y yo también. MOSTRENCA: Y yo. VADEMÉCUM: Gracias al cielo, que he hallado a tan gran mal, tan gran remedio. TRAMPAGOS: Abúrrome, y escojo. MOSTRENCA: Dios te guíe. REPULIDA: Si te aburres, Trampagos, la escogida también será aburrida. TRAMPAGOS: Errado anduve; sin aburrirme escojo. MOSTRENCA: Dios te guíe. [TRAMPAGOS:] Digo que escojo aquí a la Repulida. JUAN: Con su pan se la coma, Chiquiznaque. RUFIÁN: Y aun sin pan, que es sabrosa en cualquier modo . REPULIDA: Tuya soy; ponme un clavo y una "S" en estas dos mejillas. PIZPITA: ¡Oh hechicera! MOSTRENCA: No es sino venturosa; no la envidies, porque no es muy católico Trampagos, pues ayer enterró a la Pericona, y hoy la tiene olvidada. REPULIDA: Muy bien dices. TRAMPAGOS: Este capuz arruga, Vademécum; y dile al padre que sobre él te preste una docena de reales. VADEMÉCUM: Creo Que tengo yo catorce. TRAMPAGOS: Luego luego, parte, y trae seis azumbres de lo caro; alas pon en los pies. VADEMÉCUM: Y en las espaldas.
[Vase] VADEMéCUM con el capuz, y queda en cuerpo TRAMPAGOS
TRAMPAGOS: ¡Por Dios, que si durara la bayeta, que me pudieran enterrar mañana! REPULIDA: ¡Ay, lumbre destas lumbres, que son tuyas, y cuán mejor estás en este traje, que en el otro, sombrío y malencónico!
[Salen] dos MÚSICOS, sin guitarras
[MÚSICO 1:] Tras el olor del jarro nos venimos yo y mi compadre. TRAMPAGOS: En hora buena sea. ¿Y las guitarras? [MÚSICO 1:] En la tienda quedan; vaya por ellas Vademécum. [MÚSICO 2:] Vaya; mas yo quiero ir por ellas. [MÚSICO 1:] De camino,
[Vase] el [MÚSICO 2]
diga a mi oíslo que, si viene alguno al rapio rapis, que me aguarde un poco: que no haré sino colar seis tragos, y cantar dos tonadas y partirme; que ya el señor Trampagos, según muestra, está para tomar armas de gusto.
Vuelve VADEMéCUM
VADEMÉCUM: Ya está en el antesala el jarro. TRAMPAGOS: Traile. VADEMÉCUM: No tengo taza. TRAMPAGOS: Ni Dios te la depare. El cuerno de orinar no está estrenado; tráele, que te maldiga el cielo santo; que eres bastante a deshonrar un duque. VADEMÉCUM: Sosiéguese; que no ha de faltar copa, y aun copas, aunque sean de sombreros. (A buen seguro que éste es churrullero. [Aparte]
Entra UNO, como cautivo, con una cadena al hombro, y pónese a mirar a todos muy atento, y todos a él
REPULIDA: ¡Jesús! ¿Es visión ésta? ¿Qué es aquesto? ¿No es éste Escarramán? él es, sin duda. ¡Escarramán del alma, dame, amores, esos brazos, coluna de la hampa! TRAMPAGOS: ¡Oh Escarramán, Escarramán amigo! ¿Cómo es esto? ¿A dicha eres estatua? Rompe el silencio y habla a tus amigos. PIZPITA: ¿Qué traje es éste y qué cadena es ésta? ¿Eres fantasma, a dicha? Yo te toco, y eres de carne y hueso. MOSTRENCA: él es, amiga; no lo puede negar, aunque más calle. ESCARRAMÁN: Yo soy Escarramán, y estén atentos al cuento breve de mi larga historia.
Vuelve el barbero [MÚSICO 2] con dos guitarras, y da la una al compañero
"Dio la galera al traste en Berbería, donde la furia de un jüez me puso por espalder de la siniestra banda; mudé de cautiverio y de ventura; quedé en poder de turcos por esclavo; de allí a dos meses, como el cielo plugo, me levanté con una galeota; cobré mi libertad y ya soy mío. Hice voto y promesa invïolable de no mudar de ropa ni de carga hasta colgarla de los muros santos de una devota ermita, que en mi tierra llaman de San Millán de la Cogolla." Y éste es el cuento de mi extraña historia, digna de atesorarla en mi memoria. La Méndez no estará ya de provecho. ¿Vive? JUAN: Y está en Granada a sus anchuras. RUFIÁN: ¡Allí le duele al pobre todavía! ESCARRAMÁN: ¿Qué se ha dicho de mí en aqueste mundo, en tanto que en el otro me han tenido mis desgracias y gracia? MOSTRENCA: Cien mil cosas; ya te han puesto en la horca los farsantes. PIZPITA: Los muchachos han hecho pepitoria de todas tus médulas y tus huesos. REPULIDA: Hante vuelto divino: ¿qué más quieres? RUFIÁN: Cántante por las plazas, por las calles; báilante en los teatros y en las casas; has dado que hacer a los poetas, más que dio Troya al mantuano Títiro. JUAN: Óyente resonar en los establos. REPULIDA: Las fregonas te alaban en el río; los mozos de caballos te almohazan. RUFIÁN: Túndete el tundidor con sus tijeras; muy más que el potro rucio eres famoso. MOSTRENCA: Han pasado a las Indias tus palmeos, en Roma se han sentido tus desgracias, y hante dado botines sine numero. VADEMÉCUM: Por Dios que te han molido como alheña, y te han desmenuzado como flores, y que eres más sonado y más mocoso que un reloj y que un niño de dotrina. De ti han dado querella todos cuantos bailes pasaron en la edad del gusto, con apretada y dura residencia; pero llevóse el tuyo la excelencia. ESCARRAMÁN: Tenga yo fama, y háganme pedazos; de éfeso el templo abrasaré por ella.
Tocan de improviso los MÚSICOS, y comienzan a cantar este romance
[MÚSICOS:] "Ya salió de las gurapas el valiente Escarramán, para asombro de la gura y para bien de su mal." ESCARRAMÁN: ¿Es aquesto brindarme, por ventura? ¿Piensan se me ha olvidado el regodeo? Pues más ligero vengo que solía; si no, toquen, y vaya, y fuera ropa. PIZPITA: ¡Oh flor y fruto de los bailarines, y qué bueno has quedado! VADEMÉCUM: Suelto y limpio. JUAN: él honrará las bodas de Trampagos. ESCARRAMÁN: Toquen; verán que soy hecho de azogue. MÚSICO [1]: Váyanse todos por lo que cantare, y no será posible que se yerren. ESCARRAMÁN: Toquen; que me deshago y que me bullo. REPULIDA: Ya me muero por verle en la estacada. MÚSICO [2]: Estén alerta todos. RUFIÁN: Ya lo estamos.
Cantan
[MÚSICOS:] Ya salió de las gurapas el valiente Escarramán, para asombro de la gura, y para bien de su mal. Ya vuelve a mostrar al mundo su felice habilidad, su ligereza y su brío, y su presencia real. Pues falta la Coscolina, supla agora en su lugar la Repulida, olorosa más que la flor de azahar. Y, en tanto que se remonda la Pizpita sin igual, de la Gallarda el paseo nos muestre aquí Escarramán.
Tocan la Gallarda; dánzala ESCARRAMÁN, que le ha de hacer el bailarín; y, en habiendo hecho una mudanza, prosíguese el romance
La Repulida comience, con su brío, a rastrear, pues ella fue la primera que nos le vino a mostrar. Escarramán la acompañe; la Pizpita, otro que tal, Chiquiznaque y la Mostrenca, con Juan Claros el galán. ¡Vive Dios que va de perlas! No se puede desear más ligereza o más garbo, más certeza o más compás. ¡A ello, hijos, a ello! No se pueden alabar otras ninfas ni otros rufos que nos pueden igualar. ¡Oh, qué desmayar de manos! ¡Oh, qué huir y qué juntar! ¡Oh, qué nuevos laberintos, donde hay salir y hay entrar! Muden el baile a su gusto, que yo le sabré tocar: el Canario, o las Gambetas, o Al villano se lo dan, Zarabanda, o Zambapalo, el Pésame dello y más; el Rey don Alonso el Bueno, gloria de la antigüedad. ESCARRAMÁN El Canario, si le tocan, a solas quiero bailar. MÚSICO [1]: Tocaréle yo de plata; tú de oro le bailarás.
Toca el Canario, y baila solo ESCARRAMÁN; y, en habiéndole bailado, diga
ESCARRAMÁN: Vaya El villano a lo burdo, con la cebolla y el pan, y acompáñenme los tres. MÚSICO [2]: Que te bendiga San Juan.
Bailan el Villano, como bien saben, y, acabado el Villano, pida ESCARRAMÁN el baile que quisiere, y acabado, diga TRAMPAGOS
TRAMPAGOS: Mis bodas se han celebrado mejor que las de Roldán. Todos digan, como digo: ¡Viva, viva Escarramán! TODOS: ¡Viva, viva!

FIN DEL ENTREMÉS


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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