EL NARCISO EN SU OPINIÓN

Guillén de Castro y Bellvís


Texto basado en varios impresos tempranos y modernos de EL NARCISO EN SU OPINIÓN pero principalmente en la Segunda parte de las comedias de don Guillem de Castro, natural de la ciudad de Valencia publicada en Valencia por Felipe Mey, en 1625. El texto presentado fue preparado por Vern Williamsen en esta forma electrónica en el año 2000.


Personas que hablan en ella:


JORNADA PRIMERA


 
Salen Don GUTIERRE y TADEO:, lacayo
GUTIERRE: ¿Fue un paje con el recado a mi hermana? TADEO: Bien, por Dios, y a importar que fueran dos, el otro fuera prestado, o fuera yo a la visita; que soy, en talle y en traje, siendo, entre lacayo y paje, un crïado hermofradita. GUTIERRE: Entre necio y mentecato eres más. TADEO: No es maravilla. Dame, dame esa ropilla; ¡qué bien me asienta el zapato! TADEO: Es famoso encubridor de los juanetes lo romo. ¡Bella usanza! GUTIERRE: Necio, y ¿cómo? ¿Téngolos yo? TADEO: No, señor; tiéneslos como la palma. (Y tiene, grandes y tiesos, Aparte en los pies más sobrehuesos que un mal casado en el alma.) GUTIERRE: De molde vino el jubón, bien está. TADEO: Lo mismo digo, pues te hace hasta el ombligo la barriga de algodón; que vuelva la usanza temo de aquellos tiempos. GUTIERRE: Así. ¿No está muy bien? TADEO: Señor, sí; pero a ser con el extremo que algunos, dijera mal --y no me hubiera engañado-- que el ver un hombre preñado no es cosa muy natural. GUTIERRE: Toma el espejo; extremado está el cuello. TADEO: Y en ti puesto, de manera está compuesto, que más parece crïado. GUTIERRE: Baja más, ponle en el suelo; bien el calzón acomodo con la liga. TADEO: Canta todo. GUTIERRE: ¡Oh Madrid, tierra del cielo, y qué bien logrado es en ti el talle y gentileza que dio la naturaleza de la cabeza a los pies! ¿Bien puesto el cabello va? TADEO: En los cascos. (Así esté Aparte lo que adentro no se ve como lo que afuera está.) ¿Bueno está el bigote? TADEO: Bueno, pero sobrado le cuesta al que, como tú, se acuesta como braquillo con freno. GUTIERRE: Dame esa capa; el sombrero, ¿no es muy a la usanza? TADEO: Y es flamante y del portugués. GUTIERRE: Otra vez mirarme quiero. TADEO: Gustarás mucho de verte. GUTIERRE: ¿No ves que cuando me veo la medida del deseo, me contenta con mi suerte? TADEO: (Por los aires anda el seso.) Aparte Sólo tú estás bien con ella. GUTIERRE: Tengo yo felice estrella. Recelo algún mal suceso, si es verdad lo que se dice de aquel, ¿cómo se decía, que dio a la muerte más fría la vida más infelice; pues que se mató bebiendo, y no menos que agua pura, perdido por su hermosura en la fuente. GUTIERRE: Ya te entiendo-- Narciso. Dudoso estoy si esto es verdad. TADEO: Serlo puede. GUTIERRE: Por lo que a mí me sucede, algún crédito le doy. TADEO: Luego, ¿impulsos has tenido de Narciso? GUTIERRE: Y con razón, pues tengo tanta ocasión; pero soy más entendido. TADEO: Guardáraste de las fuentes con cuidado. GUTIERRE: Al menos dejo muchas veces el espejo por hüir de inconvenientes. TADEO: (El hombre está rematado.) Aparte Y ¿sabrásme declarar cómo un hombre puede estar de sí mismo enamorado, y hecho de su fuego abismo, por sí mismo desvelarse, descomponerse, abrasarse y apetecerse a sí mismo? GUTIERRE: Eso disparate fuera, pero al mirarme me holgara si una mujer alcanzara que en todo me pareciera. TADEO: ¿Aunque fuera tan barbada como tú? GUTIERRE: Siendo mujer, ya se ve cuál ha de ser la que miro imaginada, por lo cual dije que dejo, no admitiendo la esperanza, de buscar mi semejanza, al cuidado y el espejo. Quita y pon. TADEO: ¿Hay tal locura? GUTIERRE: ¿La cadenilla? TADEO: Aquí está. Ésta sí que llevará más ojos que tu hermosura. GUTIERRE: Sin ella fuera bastante mi talle: mas dame pena verme el cuello sin cadena, y la mano sin diamante. TADEO: En eso tienes razón; que entre el hablar y el sentir, ese brillar y lucir grandes llamativos son. Mas con brindis semejantes, mira que a dar te condenas cada día cien cadenas, cada hora cien diamantes, o a ser en Madrid tenido por avaro, pues dispones otras tantas ocasiones, que no te dejarán corrido. GUTIERRE: No haré tal, pues con tan buenos gustos, que toman verás de mí lo que siendo más, saben que me cuesta menos. Y así, con bríos ufanos, de estas prendas los despojos pienso dar a muchos ojos y negar a muchas manos. TADEO: ¡Oh, qué gentil arrogancia! Perecerá tu justicia, que vanidad y avaricia hacen grande repugnancia.
Sale don GONZALO
GONZALO: Primo, es hora de advertiros que es tarde; pero, ¿por qué me maravillo, pues sé lo que tardáis en vestiros? Bravo estáis, por vida mía. GUTIERRE: Quizá recebís engaños. GONZALO: Cortesano de mil años parecéis. GUTIERRE: Soylo en un día; que esto más puede y allana de la Corte donde estamos la grandeza, pues llegamos anoche, y esta mañana, casi sin buscarlos, vi en un punto prevenidos, sin número, los vestidos, como hechos para mí, y compré dos, que me están a medida del deseo. GONZALO: Y según eso os veo de cortesano y galán, cesará la competencia, en la Corte, entre mí y vos, que, aunque tan primos los dos, teníamos en Valencia. GUTIERRE: Bien habéis hecho en rendiros y mudar de pensamiento, donde hay más conocimiento de galas. GONZALO: Gusto de oíros; mas es soberbia por Dios, y por ella, aunque no importe, habéis de ver que en la corte vuelvo a competer con vos, pues hice ya prevenciones. TADEO: ¿Cuáles son? ¿Habláis de veras? GONZALO: Entre cuatro faltriqueras repartidos mil doblones. TADEO: Pese a tal, a eso me ajusto. GONZALO: Y echando por el atajo, pienso con menos trabajo comprar no tan caro el gusto. GUTIERRE: ¿Y cómo gusto comprado pensáis que lo puede ser? TADEO: Es amante mercader. GONZALO: Debo tenerle estragado; pero en la corte ver quiero, de mí a vos, cuál más conquista, dando galas a la vista, o a la esperanza dinero; pero han de ser excusados entre los dos los enojos, si en quien vos ponéis los ojos envío yo los recados. GUTIERRE: Sea así, y un desegaño veréis presto en mi verdad. TADEO: Yo ayudo con la mitad, si apostáis. ¡Gracioso engaño! Vencerá la parte tuya, aunque él sea un Cicerón, y un Narciso en la opinión de todos, como en la suya. ¡Qué confianza tan loca! ¡Qué locura tan notable! En Madrid oro y potable desde la mano a la boca, los estados califica, los corazones granjea, los ánimos lisonjea y las sangres purifica. Es de las damas espejo, triaca de la malicia, tirano de la justicia, consejero del consejo. Es ídolo de las gentes, alivio de los afanes, oprobio de los galanes, cuchillo de los valientes, vergüenza de los discretos injuria de los honrados, suspensión de los cuidados y causa de los efectos. Es refulgente, es hermoso, es hidalgo, es bien nacido, es pujante, es atrevido, es valiente, es poderoso, es piadoso y es crüel; y ya afable o ya importuno, del Rey abajo ninguno es tan bueno como él; pero tú, pues te acomodas, rendirás más corazones con el son de dos doblones que no él con sus galas todas. GUTIERRE: Calla, necio, que infinito me enfadas; ello dirá. GONZALO: Y yo también, bueno está, a las obras lo remito. GUTIERRE: ¿Ha sabido que llegamos nuestro tío? GONZALO: Está enojado de no habernos apeado en su casa. GUTIERRE: Pues digamos que el llegar llenos de lodo y tarde, la causa fue; a mi hermana le envié un paje. GONZALO: (Y mi alma y todo Aparte la llevo, por quien destierra todas las penas que pasa.) GUTIERRE: ¿Si habrá ya vuelto a su casa, de su consejo de guerra, nuestro tío? TADEO: Explorador iré a ser, y mientras llego, GUTIERRE: Ve luego. TADEO: Y buen ánimo, señor; que en la competencia espero que has de probar como un Cid. GUTIERRE: A las damas de Madrid daré amor. GONZALO: Y yo dinero.
Vanse. Salen doña BRIANDO y LUCÍA por una puerta, y por otra el MARQUÉS
BRIANDA: Mira por esa ventana si viene. LUCÍA: Está sin recelo. MARQUÉS: Sal del mundo, sol del cielo, bien divino en forma humana. BRIANDA: Aunque tuya, marqués mío, la misma desdicha soy. MARQUÉS: ¿Por qué, mi bien? BRIANDA: Muerta estoy, sin fuerza en el albedrío, sin paciencia en el despecho, sin valor en los agravios; sin palabras en los labios, sólo amor tengo en el pecho. Mis dos primos han llegado, y de mi padre el intento ya lo sabes. MARQUÉS: Ya me siento en ese fuego abrasado; ya estoy con ansia encogida en ese rigor perdido, sin seso para el sentido, sin alma para la vida, sin fuerza para el dolor, de todo remedio ausente, pues como tú solamente en el pecho tengo amor. ¿Puede ser que me destruya tu cruel padre, pues desvía el llegar la mano mía a ser lazo de la tuya? Fuera de no estar cubierto delante el rey, ¿ha llegado ninguno a tener estado ni más rico ni más cierto? ¿No hubiera yo merecido, siendo tuyo, el ser tu esposo, si naciera tan dichoso, como nací bien nacido? Pues, ¿por qué abate mi amor? ¿Por qué me tiene en tan poco? BRIANDA: No hace tal, que no está loco; antes recela, señor, viendo la grandeza tuya, que en tu casa, en tu poder fuera cierto escurecer los blasones de la suya; y así, quiere darme a un hombre que tenga estado menor, en quien conserve mejor su mayorazgo y su nombre. En esto sólo fundó el matarme con dejarte. MARQUÉS: ¿Esposo al fin quiere darte que valga menos que yo? En eso, mi bien, verás lo que desdichado he sido, pues a mí sólo han tenido en menos por valer más. BRIANDA: Muerta en mi desdicha estoy; pero ten seguridad que, aunque muera en su crueldad, seré tuya, pues lo soy; que cuando en tanta aspereza no haya remedio mejor, aunque le sobre rigor, no ha de faltarme firmeza. MARQUÉS: Ya con tal ofrecimiento, no solo, mi cielo hermoso, no estoy muerto de quejoso, pero estoylo de contento. Ya vivo en tu confïanza, pues si mi ventura ve que no te falta la fe, será un monte mi esperanza. BRIANDA: Habla paso.
Sale TADEO
LUCÍA: Atrevimiento es ése. TADEO: No hay que dudar. LUCÍA: ¿Qué quieres hacer? TADEO: Entrar hasta el último. aposento. LUCÍA: ¿Estás loco? ¿Dónde vas? TADEO: Bien preguntas. LUCÍA: ¿Qué hacer quieres? TADEO: Después de entrar. LUCÍA: Di quién eres. Di quién eres. ¿Búrlaste? TADEO: Pregunta más. LUCÍA: ¿Qué haces? TADEO: Pregunta. LUCÍA: Ten; esto de locura pasa. TADEO: Soy de casa. LUCÍA: ¿Y quién de casa? TADEO: Bien preguntas; oye quién. Soy lacayo del sobrino cuyo tío es, por ser suyo, tan mi amo como tuyo. Y esta escalera imagino con bastantes escalones para subirme y entrar. LUCÍA: ¿Qué es aquéllo? TADEO: Hasta el hablar, me sabe bien a empujones. LUCÍA: Digo que gastas humor atrevido y extremado. TADEO: Diómele para el recado don Gutierre, mi señor. BRIANDA: Temo que lacayo sea de mi primo y de mi daño. MARQUÉS: Pues, ¿qué haremos? BRIANDA: No me engaño. Pesárame que te vea; no estés con pecho cobarde. MARQUÉS: ¿Cómo, si te tengo en él? BRIANDA: Tú disimula con él; que yo me voy. MARQUÉS: Dios te guarde.
Vase doña BRIANDA
TADEO: Ya estás menos ofendida y enojada. LUCÍA: Es cierta cosa, pues que me llamaste hermosa. TADEO: Fue palabra muy sentida. LUCÍA: Fueron las satisfacciones muy bastantes. TADEO: Yo me holgara si, como tu buena cara, tuvieran buenas razones. ¿Quién es este caballero? LUCÍA: Un marqués que está esperando a don Pedro, mi señor. TADEO: Cansaráse de esperarlo; que el esperar es morir. MARQUÉS: No me enojo, aunque me canso; pero decidle, señora, que yo no pequeño rato le esperé para decirle que favorezca un soldado, a quien debo obligaciones, y que volveré de espacio. LUCÍA: Serviré a vueseñoría.
Vase LUCÍA
TADEO: Y yo y todo, porque gasto buen humor y buena prosa. MARQUÉS: Y aun el donaire no es malo. ¿De dónde sois? TADEO: Debo ser entre español y gabacho; de Francia a Valencia vine, y vióme de pocos años la plaza de la Olivera atambor y abanderado. MARQUÉS: ¡Buenos cargos!, ¿y os llamáis? TADEO: Tadeo, el primer lacayo de mi nombre. MARQUÉS: Así lo creo; y ¿servís? TADEO: Sigue mis pasos don Gutierre, mi señor, caballero valenciano. MARQUÉS: ¿Es principal caballero? TADEO: Así tuviera los cascos como los abuelos tuvo. MARQUÉS: ¿Murmuráis de vuestro amo? TADEO: Así el hacerlo me toca para parecer crïado. MARQUÉS: ¿Es rico? TADEO: Pudiera serlo, que es varón calificado; señor es de seis aldeas, pero con empeños tantos, que los vasallos se come, crudos, cocidos y asados. MARQUÉS: ¿Es liberal? TADEO: ¿Liberal? No vieron ojos humanos en su casa pasajeros y en su mesa convidados. MARQUÉS: ¿Tiene caballos? TADEO: No tiene; pero aunque muera rabiando de hambre, no dejará de tener machuelo o macho. Tiene impulsos de arriero, cuyas causas le inclinaron a géneros de animales transversales y bastardos. Yo solo le conocí de poco precio un caballo, que le sirvió pocos días, y hubo de venderlo manco; porque la carga de un necio es insufrible trabajo. MARQUÉS: Pues, ¿en qué gastó su hacienda? TADEO: Tiene el humor más extraño que vieron las tres edades. (Pienso que me voy picando.) Aparte MARQUÉS: Proseguid, por vida mía; ¿cómo se perdió? TADEO: Jugando a la pelota de viento partidos disparatados; y a los trucos, sin saber tomar en la mesa el taco, le vi perder muchas veces a mil y a dos mil ducados; y fabricando vestidos en mala luna cortados, pues fue la de su cabeza, ya creciendo, ya menguando. Una vez le vi poner sobre un vestido de paño más de seis mil quinientos botones abellotados. Y sucedióle después de ser excesivo el gasto, ser ridículo el vestido, y quedar él muy ufano. Por comprar una carroza se cargó diez violarios que a los censos de por vida ansí en Valencia llamamos y dos caballos frisones, con un cochero borracho, desafïaron los vientos, y por una puente abajo dieron con todo al través, y un portalero mataron a lanzadas como moro, y entre puertas, como gato. Gastó también ciegamente haciendo caminos largos por ver solo una mujer, a quien no tocó una mano, por dar a entender no más que era escogido y llamado de una mujer que en la corte los príncipes celebraron. MARQUÉS: Luego, ¿préciase de lindo? TADEO: Aunque gastara mil años en decir lo que hay en eso, me sobraran cuentos largos. Un Narciso en su opinión es, tan tierno enamorado de sí mismo, que a su sombra suele alargarle los brazos. Con estas satisfacciones, muy arrogante y muy falso, de cuantos ojos le miran, torcidos o regalados, piensan que le arrojan fuego, y que deja enamorados sus dueños, que por ventura su locura celebraron; y entre confusas ideas, pueden tanto sus engaños, que cuenta por sucedidos los gustos imaginados; así se mira y se goza más contento que engañado, pensando que hasta las bestias se les lleva los cuidados. Y no es patraña, por Dios. Escucha un cuento galano. En Valencia, yendo un día por una calle, encontramos una mula de un doctor a la puerta de un letrado; la cual volvió la cabeza a la que los dos pasamos, mascando freno y espuma, gruñendo y orejeando; y él dijo, muy en su seso, "¡Ah, Tadeo! ¿No has notado? ¡Hasta las mulas, por Dios, me miran con ojos claros!" MARQUÉS: Donoso extremo, a fe mía; graciosamente has contado los milagros de su vida. TADEO: Quisiera ser un milagro empleado en tu servicio, mas cuéntame por tu esclavo. MARQUÉS: Amigos hemos de ser; adiós. (Moriré si falto Aparte sin ver mi gloria al salir.)
Vase
TADEO: Por lo que me has escuchado beso mil veces tus pies; que parece que descanso el cozarón cuando cuento disparates de mi amo.
Sale LUCÍA
LUCÍA: Apercíbete a pedir albricias; que ya se apea mi amo. TADEO: En buen hora sea; mas tú volviste a salir sólo por volverme a ver. LUCÍA: A lo menos por oírte solemnizarte y servirte. TADEO: ¡Qué buen gusto de mujer! LUCÍA: ¿Luego imaginas que estoy perdida por tus amores? TADEO: Repito los borradores de mi amo, necio soy. LUCÍA: De la cabeza a los pies eres bellaco. TADEO: Y por ello ya tuyo. LUCÍA: Veréme en ello, adiós.
Vase LUCÍA
TADEO: Juguetona es.
Sale don PEDRO, y CRIADOS con él
CRIADO: Quejábase aquel soldado con razón. PEDRO: Ansí es verdad. Provea su majestad mi plaza; que estoy cansado de ver ya las cosas tales, que vienen a ser mejores los billetes de señores que fees de los generales; que, como toda mi vida serví en Flandes, en campaña, sé lo que luce una hazaña y lo que cuesta una herida; y oféndeme el ver tan llano valer con razón sucinta, más que la sangre la tinta, por venir de buena mano. Con razón estos rigores apuran muchas paciencias, y no sé con qué conciencias los grandes y los señores les quitan a los soldados mercedes y honras sin tasa, para pagar de su casa los servicios mal pagados. Disculpados desatinos dicen los soldados. TADEO: Voy. PEDRO: ¿Quién eres? TADEO: Lacayo soy común de tus dos sobrinos que anoche llegaron. PEDRO: Ya lo he sabido. TADEO: Yo busqué su posada y no la hallé. PEDRO: Para que yo fuera allá; del no venirse apear a esta su casa me quejo. TADEO: Por no venir en bosquejo se quisieron retocar; mas por la falsa entraron ahora, y ellos darán su disculpa. PEDRO: Enmendarán con su vida lo que erraron. TADEO: Mas no porque van llegando perderé en esta ocasión las albricias. PEDRO: Ni es razón. TADEO: Ya las pido. PEDRO: Yo las mando.
Salen don GUTIERRE y don GONZALO
GUTIERRE: ¿Si habrá ya llegado? GONZALO: Él es. PEDRO: ¡Sobrinos! GUTIERRE: ¡Señor! GONZALO: ¡Señor! PEDRO: Hijos dijera mejor. GUTIERRE: Danos la mano. GONZALO: Y los pies, para que así nos perdones lo que tardamos. PEDRO: Llegad el pecho y tomad, tomad abrazos y bendiciones. Llama a Brianda y Mencía, vengan, vengan al momento; que es muy grande este contento, y repartirle querría.
Va un CRIADO
¿Cómo venís? GUTIERRE: Los caminos nos han tratado muy mal; con fríos. PEDRO: ¿Quién dice tal? En tales años, sobrinos, cuando se anima la edad con el juvenil valor, ¿tienen frío, ni calor los hombres? GONZALO: Así es verdad; y mi primo por sí habló, porque yo no lo sentí. GUTIERRE: Aunque confieso que sí, bien pude pasarle yo. TADEO: (Con el fieltro y mascarilla, Aparte que la tez le conservara, porque piensa que es su cara la flor de la maravilla, y es un puro cordobán.) PEDRO: Galanes venís y buenos; vos, don Gutierre, a lo menos, tan del todo estáis galán, que pueden pensar de vos que así, calzado y vestido, de la corte habéis nacido; galán sois. GUTIERRE: Débolo a Dios; y yo de serlo me precio con particular cuidado. PEDRO: (Si este mozo es confïado Aparte y no es loco, será necio.) Si así el acero os ponéis, si así las armas jugáis, como las galas lleváis, gran caballero seréis. GUTIERRE: También sé blandir la espada y sabré terciar la pica; que a cualquiera cosa se aplica mi persona ejercitada; bien mis fuerzas acomodo a todo. PEDRO: ¿Así? Dios os guarde. GONZALO: No hay valenciano cobarde. PEDRO: (En todo el mundo hay de todo.) Aparte GONZALO: (Ya el humor le ha conocido Aparte mi tío, pues le ha mirado entre atento y admirado.) TADEO: (¡Qué falso está y qué engreído!) Aparte
Salen doña BRIANDO y doña MENCÍA
PEDRO: Brïanda, tus primos tienes ya en tu casa, a verlos llega. Mencía, tu hermano y primo logran la esperanza nuestra. BRIANDA: Sean mis primos bien venidos. MENCÍA: Tan dichosamente vengan como alegre los recibo. GUTIERRE: Señora, a tus pies merezca tu mano. BRIANDA: ¡Primo, señor! GONZALO: ¡Prima! MENCÍA: ¡Primo! GONZALO: ¡Ah, quién pudiera apretar más este abrazo! MENCÍA: Sirvan los ojos de lengua. PEDRO: De don Gutierre fue padre, que Dios en el cielo tenga, don Alonso, hermano mío, cuyo mayorazgo hereda. GONZALO: Participe yo también de tu mano. BRIANDA: Bueno fuera no darte también los brazos. GUTIERRE: ¿Hermana? MENCÍA: Hermano, ¿que pueda abrazarte? Aún no lo creo. TADEO: (Ya los ojos se le lleva Aparte su prima. PEDRO: Y de don Gonzalo fue mi hermana doña Elena madre y gran hermana mía, que ya del cielo es estrella. Sentémonos. ¡Hola, sillas! Y luego quiero que sepan mis sobrinos la ocasión que los trujo de Valencia.
Siéntanse y todos hablan aparte
BRIANDA: Ya comienzan mis temores. MENCÍA: Ya mis recelos comienzan. GONZALO: En mi prima tengo el alma. GUTIERRE: ¡Qué soberana belleza! BRIANDA: ¡Qué afectado caballero! GUTIERRE: ¡Qué declarada, qué tierna, sus ojos puso en los míos con igual correspondencia! Ya pica el pece, por Dios. TADEO: Sin duda mi amo piensa que ya es suya, y atribuye lo que es desaire a terneza. PEDRO: Yo, como sabéis, sobrinos, aunque mayorazgo era en la casa de mis padres, pudieron sacarme de ella, casi en pueriles años, sin su gusto y con mi Estrella, la inclinación de las armas y el bullicio de la guerra. Pasé a Flandes, y probé tan dichosamente en ellas, que fui añadiendo blasones a mi heredada nobleza. Llegué a ser maese de campo con la misma ligereza que yo tuve en dilatar mi opinión y mi experiencia. Por mi mujer merecí a una señora flamenca, tan principal como rica y tan casta como bella; pero llevósela el cielo, habiendo sido en la tierra tal, que solas sus memorias hacen mis entrañas tiernas. Dejóme a solo Brianda; vine a la corte con ella, habiendo servido en Flandes pasan los años de treinta, por lo cual su Majestad, así en honras como en rentas, me hizo grandes mercedes, aunque mayores promesas, después de hacerme también de su consejo de guerra. Recién llegado a Madrid, porque sola no estuviera Brïanda, vino Mencía, por mi gusto, de Valencia, que ha ya dos años y más que le acompaña y consuela. Y ahora, viendo mi edad tanto a los tiempos sujeta, que parece que los años a la muerte lisonjean, y queriendo disponer con mi voluntad postrera de mi alma, de mi hija, de mi estado y de mi hacienda; aunque a Brïanda me piden con aplauso y competencia, en la corte más señores que su fama tiene lenguas; temiendo en lo porvenir que mi nombre se escurezca, si no entre hazañas mayores, entre mayores grandezas; y previniendo también que en mi patria no se pierdan de mi casa los blasones, aunque en la ajena florezcan, quiero, tomando consejo de mi madura experiencia pues mi mayorazgo vale más de doce mil de renta, que se conserve en mi nombre y que se logre en mi tierra, volviendo a la sangre mía lo que he comprado con ella; y así, envíe por los dos, en quien tan iguales pesan las obligaciones mías, para que mi hija pueda, haciendo elección del uno, unir en los dos mi herencia. GUTIERRE: (¿Quién duda que seré yo Aparte el escogido por ella?) MENCÍA: (Ya está por mí prevenida.) Aparte GONZALO: (Y cuando no lo estuviera, Aparte ¿hay humanos intereses por quien yo olvide tus prendas?) GUTIERRE: (Ya con los ojos me nombra.) Aparte BRIANDA: (Confusiones me rodean Aparte el alma.) PEDRO: ¿Qué dices, hija? BRIANDA: ¿Cómo con tanta presteza señor, puedo resolverme? Si gustas, dame licencia para pensarlo mejor. GUTIERRE: (Ya me ofende, pues lo piensa.) Aparte
Sale un PAJE del MARQUÉS
PAJE: Para dar la bienvenida a estos señores, licencia pide el Marqués, mi señor. PEDRO: Entre el Marqués norabuena; Saldréle yo a recibir. PAJE: No es menester; que ya entra.
Salen el MARQUÉS, un PAJE y CRIADOS
MARQUÉS: Esta poca cortesía de no esperar el recado perdone vueseñoría, pues en mí se habrá fundado sobre amistad. PEDRO: Honra es mía el tratar mi casa así, conozca a mis valencianos. MARQUÉS: Por servirlos vine aquí. GUTIERRE: Para darme a mí las manos. GONZALO: Y darme los pies a mí. TADEO: Pues que somos. PAJE: Sí seremos. TADEO: ¿Oiga voacé? PAJE: Bien, por Dios. TADEO: Criados a vela y remos, coro aparte, murmuremos de nuestros amos los dos. PAJE: ¿Va de juego? TADEO: Va. MARQUÉS: Señora, vuesa merced, ¿cómo está? BRIANDA: La salud que tengo agora siempre al servicio estará de vueseñoría. MARQUÉS: Y, ¿mejora de su gran melancolía vuesa merced? MENCÍA: Con tal contento estoy loca de alegría. BRIANDA: ¿Cómo está vueseñoría? MARQUÉS: Algo indispuesto me siento. BRIANDA: En el alma me pesó. MARQUÉS: Ya tengo salud entera. GUTIERRE: Mil males tomara yo, si para todos tuviera el milagro que os sanó. BRIANDA: Hasta tenerlos, quejoso no estéis, primo; aun es temprano. PEDRO: ¿Sobrino? GUTIERRE: Yo soy dichoso. PEDRO: Como poco cortesano, parece que estáis celoso. GUTIERRE: ¿Yo celos? Ni aun de los cielos no hayáis miedo que los pida; mal conocéis mis desvelos, un hombre soy que en mi vida ni tuve envidia, ni celos; porque siempre un hombre he sido que infinitos los he dado, mas nunca los he tenido. BRIANDA: (¡Qué necio tan confiado!) Aparte PEDRO: (¡Qué bachiller tan corrido!) Aparte TADEO: Sospecho que no se engaña del todo mi amo, pues como el Sol en la campaña, los ojos pone el Marqués en su prima. PAJE: Es cosa extraña lo que adora a esta mujer y ella admite la esperanza. TADEO: ¡Qué bello decir y hacer los crïados a la usanza de este tiempo! Así han de ser, pues deben al ser discretos descubrir el primer lance de sus amos los secretos. GONZALO: No hayas miedo que te alcance la causa ni los efetos; pues el propio valor suyo perderá primero el oro que yo deje de ser tuyo. MENCÍA: A lo mucho que te adoro estas dichas atribuyo; ya te doy mil parabienes. GONZALO: Deja ocasiones de quejas y dame causas de bienes. MENCÍA: Muy sin recelo me dejas. GONZALO: Y muy seguro me tienes. GUTIERRE: Préciome yo de atrevido. BRIANDA: Tú en tener tales recelos, es sin duda que lo has sido. MARQUÉS: (¡Muero de envidia y de celos!) Aparte BRIANDA: Al Marqués miró ofendido. GUTIERRE: Oye. BRIANDA: Sabrélo después, pues tan poco va ni viene en eso, señor Marqués, en que agora se entretiene mi señora doña Inés. MARQUÉS: Mi hermana sólo en ser mía tiene por gusto y deporte. BRIANDA: Rayos de quejas me envía. PEDRO: Dios la guarde, es en la Corte lo que es el Sol para el día. GUTIERRE: ¡Qué hermana tiene tan bella! MARQUÉS: Vendrá a besarte las manos. GUTIERRE: Mucho me holgara de vella. BRIANDA: Las tuyas beso. PEDRO: Honráranos esta casa, pues en ella le daremos ocasión tan presto. MARQUÉS: ¿Cómo? PEDRO: Se casa mi Brïanda. MARQUÉS: (¡El corazón, Aparte desalado, se me abrasa! PEDRO: Porque sigue mi opinión, con el uno de mis dos sobrinos. BRIANDA: (Del todo muerto Aparte está mi Marqués. ¡Ay, Dios!) MARQUÉS: Y ¿está del todo el concierto ya conclüido por vos? PEDRO: Es mía la voluntad; sólo le falta escoger a cuál quiere. MARQUÉS: (¿Hay tal crueldad? Aparte ¡Ay, mudable!) BRIANDA: ¿Qué he de hacer? ¿Diréle que no es verdad? MARQUÉS: Será mil veces dichoso el que quedare elegido por ella. GUTIERRE: Más que glorioso quedaré siendo escogido. GONZALO: Y yo quedaré envidioso. Esto ha sido cumplimiento, bien mío. MENCÍA: Con todo, agora con toda el alma lo siento. MARQUÉS: Vuesamerced, mi señora, gozará de este contento millares de años, contados con los minutos los bienes. BRIANDA: Yo agradezco esos cuidados; pero nunca parabienes se admiten adelantados, porque suele suceder derribar las esperanzas la Fortuna. MARQUÉS: Puede ser, pues que para hacer mudanzas, hasta en el nombre es mujer; y porque pienso que es tarde, será bien daros lugar. BRIANDA: (¡Qué perdida, qué cobarde Aparte me deja!) PEDRO: (Que sospechar Aparte me dejan.) MARQUÉS: El cielo os guarde. PEDRO: Todos te acompañaremos. MARQUÉS: No, por mi vida; ¿por qué usáis de tales extremos? GUTIERRE: Yo solo me quedaré. MENCÍA: Porque solas no quedemos. MARQUÉS: Muerto voy. GUTIERRE: Seré despojos. TADEO: Como en su centro quedó. BRIANDA: ¿Qué disparates? ¿Qué antojos? GUTIERRE: Parece que me miró, dándome el alma en los ojos. PAJE: Bravos ademanes son los de tu amo he pensado... TADEO: Pienso que tienes razón. PAJE: ...que es un necio confïado. TADEO: Y un Narciso en su opinión.
Vanse unos por una puerta y otras por otra

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El Narciso en su opinión, Jornada II

 


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002