EL CONDE ALARCOS

Guillén de Castro y Bellvís

Texto basado en varios impresos tempranos y modernos de EL CONDE ALARCOS pero principalmente en la Primera parte de las comedias de don Guillem de Castro, natural de la ciudad de Valencia publicada en Valencia por Felipe Mey, en 1618. El texto presentado fue preparado por Vern Williamsen en esta forma electrónica en el año 1995.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen el CONDE y MARGARITA:
CONDE: Vuelve a mi cuello esos lazos, del alma alegres despojos. MARGARITA: Para verte y darte abrazos, quisiera infinitos ojos y más que infinitos brazos. ¡Mi Conde! CONDE: ¡Mi Margarita! MARGARITA: ¿Cómo lo pasaste allá? CONDE: Con pena más que infinita, mas, si muere el que se va, el que vuelve resucita. Y tú, mi alegría, aquí muerta estarías también. ¿Cómo estuviste? MARGARITA: ¡Ay de mí! Para responderte bien basta decir que sin ti, y sin mí, pues quedé tal... CONDE: ¿Fue cierto aquel accidente? MARGARITA: Y hubiera de ser mortal. CONDE: Di que crece el bien presente referir, pasado, el mal. MARGARITA: Cuando, a mi pesar, partiste por general a esta guerra, llorando tus desengaños, di crédito a mis sospechas, porque, entre muchas señales tan penosas como ciertas, vi crecerme la barriga casi al compás de la pena. Por tener con estas sobras, señor, mis faltas secretas, ¡qué hice de fingimientos, qué compuse de cautelas! Así pasé nueve meses, pero al cabo de ellos llegan los dolores con la noche, que nunca la vi más negra. Vime--¡ay triste!--en mi aposento, con sola mi camarera, que con lágrimas no más acompañaba a mis quejas, y éstas, mi bien, no salían del pecho sino por señas, porque en llegando a la boca yo les cerraba la puerta. De una sábana mordía con el miedo, y así eran, aumentando la congoja, sordo el llanto y mudas ellas, aunque no lo fueron tanto que, con la pasión inmensa, no saliese algún gemido. Oyéronle mis doncellas, dieron aviso a la infanta; vino a verme, y yo, por fuerza, descubríle mi secreto, dile parte de mi pena. CONDE: ¿A la infanta? MARGARITA: Sí, a la Infanta. Y me esforzaba ella mesma con las manos, con los brazos, con los ojos, con la lengua. Con su ayuda y la del cielo tomé aliento, tomé fuerzas, defendiéndome la vida el no cansarme de hacerlas. Nació así el más bello infante que formó naturaleza, al punto que el sol nacía alumbrando cielo y tierra, que, según tardó, imagino que esperaba a que naciera, porque le imitara en esto quien le imita en la belleza. La infanta se le llevó y yo quedé casi muerta. Dice que a crïar le ha dado porque la vida le deba. CONDE: ¿Ella le tiene? MARGARITA: Y le ampara. Ruego al cielo que parezca a su padre en el valor y a su madre en la firmeza. La color tienes turbada, di la causa, conde amigo, Dime ¿qué tienes? CONDE: No es nada. MARGARITA: Pues, ¿tú, secretos conmigo? CONDE: ¿Y tú conmigo enojada? Óyeme. MARGARITA: Tengo razón. CONDE: Yo te diré la ocasión, porque de ello no te ofendas. La infanta adora mis prendas quizá porque tuyas son; y así, Margarita hermosa, su rigor vengo a temer, que la invidia es poderosa, y más en una mujer aborrecida y celosa. MARGARITA: Con causa afligido estás, mas tú la culpa has tenido de la pena que me das; bien dicen que el ofendido ignora estas cosas. Mas ¿cómo has callado, señor, y tanto? CONDE: El darte martelos, fuera ofender tu valor, que el que enamora con celos sin duda le falta amor. Y el que descubrir pretende los amores de otra dama, a la que su pecho enciende, en el gusto y en la fama la una enfada y la otra ofende y con las dos desmerece. MARGARITA: ¿Cómo la infanta al de Hungría entretiene y favorece? CONDE: Pienso que en mi amor se enfría y a sus quejas se enternece. MARGARITA: Parece que te ha pesado. Las colores te han salido que antes se habían entrado. CONDE: Tu imaginación ha sido, que hace efeto en tu cuidado. Mas, pues he llegado a verte, serás, mi esposa, señora; esta mano he de ofrecerte, que, a no venir vencedora, no pudiera merecerte. ¿Perderás así el recelo de lo que aquí imaginaste? MARGARITA: Darásle al alma consuelo mas la infanta viene. CONDE: Baste. MARGARITA: Voyme, adiós. CONDE: Guárdete el cielo. MARGARITA: ¿Mostraráste agradecido si lo que hizo por mí te dijere? CONDE: Harélo así.
Vase MARGARITA y sale la INFANTA
INFANTA: Seas, Conde, bien venido. CONDE: Pues vengo a servirte a ti.
Arrodíllase el CONDE
INFANTA: Levántate. CONDE: Si tu alteza me da las manos primero. INFANTA: Cubre, conde, la cabeza, y cubre el pecho de acero, y escúchame. CONDE: (Mal empieza. Aparte Si es que matarme pretenden, podréme así prevenir.)
Levántase el CONDE
INFANTA: No me podrás resistir, si mis razones te ofenden, las que te quiero decir, y en ellas podrás mirar si son limpias y sencillas, pues aunque vengo a pensar que te ofenderá el oíllas, no te las puedo callar. ¿Por qué con tanta crueldad menosprecias de este modo mi alteza, mi calidad, mi reino y mi voluntad, que te obliga más que todo? CONDE: ¿Cómo preguntas por qué, pues tú lo sabes mejor? INFANTA: Bien dices que yo lo sé. CONDE: A quien debo fe y honor, pago con honor y fe. INFANTA: Muy empeñado estarás, si debes a Margarita o el honor que tú le das o el honor que ella te quita, que yo sé, Conde, que es más. ¿Qué te suspende y altera? ¿Cómo engañado has vivido dejando... CONDE: (¡Ah, crüel, ah, fiera!) Aparte INFANTA: ...por un gusto repartido una voluntad entera? CONDE: (¡Oh lengua infame y maldita!) Aparte ¿No sabes que Margarita entera en mi pecho está? ¿Quien toda el alma me da dices que el amor me quita? Ese lenguaje importuno deja, senora, por Dios, aunque para mí es ninguno. INFANTA: La mujer que quiere a dos ¿no es cierto que ofende al uno? CONDE: A mí solo me ha querido. ¿Dónde tus intentos van? INFANTA: Bien engañarte ha sabido. Quiérete a ti por marido, y al de Hungría por galán. CONDE: (¡Oh, terrible confusión! Aparte Ésta me miente, no hay duda, con la celosa pasión.) INFANTA: (De mil colores se muda.) Aparte CONDE: ¿No sabes que primos son Margarita y el de Hungría? Del pensamiento desvía esa sospecha importuna. INFANTA: Conde, la sangre que es una, unos pensamientos cría, y éstos la juntan mejor, para que el mundo engañado, como es tan uno el color, no advierta que se ha mezclado. CONDE: (¡Ay, mal nacido temor!) Aparte ¿Que no me quieres dejar? ¿Quiérete el príncipe a ti y dasme a mí ese pesar? INFANTA: ¡Qué bien te supo engañar! CONDE: ¿Luego esto es engaño? INFANTA: Sí, y de esa misma razón verás que pende tu daño, pues en cualquiera ocasión, a la sombra de ese engaño disimula su traición, y a decirte habrá probado que el niño que ella parió y que yo al príncipe he dado, era tuyo. CONDE: Sí, ¿pues no? ¿Qué dices? INFANTA: Que te ha engañado. CONDE: ¿No es el niño prenda mía? INFANTA: ¿Tuya? Del príncipe es, que hereda el reino de Hungría, cuando es la traición con pies, alcanza cuanto porfia. Y que me le ha dado, es cierto, para que a él se le diese; y, diciendo que era muerto, para contigo estuviese este secreto encubierto. Mira si, de ella ofendido, es justo que a mí me trates con desdén y con olvido. CONDE: Fuertes son estos combates, pero a mí no me han vencido. Que no es mi pena tan loca que turbe así mis sentidos, y este fuego que me toca llega helado a mis oídos, aunque está ardiendo en tu boca. INFANTA: A mal parecer se arrima tu opinión, no hay bien que espere. (Su valor me desanima.) Aparte CONDE: Quien no confía no estima, y quien no estima no quiere. Yo, que en Margarita bella, estimo tanto el valor, la fineza de mi amor pruebo en confïarme de ella. INFANTA: (Esfuércese mi rigor, Aparte crezca el llanto, atice el fuego, que a tan gran desdicha llego.) Son tus sinrazones muchas, mas, Conde, pues sordo escuchas, yo he de ver si miras ciego. CONDE: ¿Cómo así? INFANTA: Haciéndote ver lo que creerme no quieres. CONDE: Entonces podría ser. (¿Quien fïará de mujeres, Aparte si Margarita es mujer?) INFANTA: Donde la sueles hablar esta noche has de venir; pero has de ver y callar. CONDE: Mejor dijeras morir donde me acabe el pesar. INFANTA: Pero en viendo el torpe efeto, has de hacer por mí una cosa. CONDE: Cuantas pidas te prometo. INFANTA: Recibirme por esposa. CONDE: Yo lo ofrezco. INFANTA: Yo lo aceto.
Vase entrando el CONDE poco a poco por la una puerta, y van saliendo el PRÍNCIPE de Hungría y MARGARITA por la otra. Hablan aparte el PRÍNCIPE y MARGARITA y la INFANTA con el CONDE
CONDE: Yo me voy. PRÍNCIPE: Yo, prima mía, temblando de miedo vengo. MARGARITA: Llega sin él y porfia. PRÍNCIPE: Yo le perderé, pues tengo una estrella que me guía. INFANTA: (La ocasión viene extremada Aparte para acreditar mi engaño.) Comience tu desengaño. Tal viene que, de turbada, no te ha visto. MARGARITA: Estás extraño. INFANTA: Si te ve, no habrá lugar de desengañarte más. ..................[ -ar] Vete, conde. ¿Cuál te vas? MARGARITA: Agora puedes llegar. PRÍNCIPE: Si eso en mi favor se ordena, no será mi suerte poca.
Da muestras de gran sentimiento el CONDE
INFANTA: (¡Con qué rabiase provoca! Aparte Por señas dice la pena que le ha cerrado la boca.) PRÍNCIPE: ¿Con qué pagarte podré lo que debo al bien que gano?
Al entrarse el CONDE cáesele el sombrero y dale con el pie
INFANTA: (Loco va; el sombrero fue Aparte que le cayó de la mano y le arroja con el pie.)
A la INFANTA
PRÍNCIPE: Todo el cielo vengo a ver en este rostro divino; mas temo, porque imagino que te enojo. INFANTA: ¿Ha de temer quien tiene tan buen padrino? MARGARITA: ¿A quién habrá que no asombre la merced que me concedes? INFANTA: Todo conmigo lo puedes. MARGARITA: Señora, y ¿podré en tu nombre dar premios? INFANTA: Y hacer mercedes. PRÍNCIPE: Pues de ellas vendré a tener esperanza. MARGARITA: Mucho puedo, INFANTA: Porque te las pueda hacer, quiero irme y le concedo un absoluto poder. PRÍNCIPE: Mira que seguro estoy que se apasiona por mí. INFANTA: Y aun por eso se lo doy. Oye, Margarita. MARGARITA: Di.
Háblanse al oído la INFANTA y MARGARITA
INFANTA: Escucha. PRÍNCIPE: (Dichoso soy. Aparte ¡Cielo divino! ¿Qué advierto? Es tan grande, es tan sobrada la gloria en que me divierto, que me parece soñada. ¿Si duermo? ¿Si estoy despierto?) INFANTA: Adiós, príncipe. PRÍNCIPE: Él te guarde.
Vase la INFANTA
MARGARITA: Agora ya no estarás, como otras veces, cobarde. PRÍNCIPE: Di. MARGARITA: ¿Tardo? PRÍNCIPE: No esperes más, que no hay gloria que no tarde. MARGARITA: A premiar tu amor y fe la infanta su gusto allana. Haz una seña y saldré esta noche a la ventana donde otras veces te hablé, y en sabiendo que está abierta, por la puerta del jardín entrarás. PRÍNCIPE: Si se concierta esto así, dichoso fin das a mi esperanza muerta. A ti te debo esta palma, prima del alma querida, a ti te debo la vida y a ti te consagro el alma. MARGARITA: Ya mí me tienes corrida. PRÍNCIPE: Dame los pies, que me toca estarlos siempre adorando. MARGARITA: Es mucha merced. PRÍNCIPE: Es poca, pues lo que fueres pisando he de barrer con la boca.
Vanse. Sale el CONDE
CONDE: Ya llego, enemiga suerte, a entrar en cuentas contigo, mas ¿con qué pasos te sigo cuando espero el de la muerte? ¿Que es posible persuadirme esta pena que me incita? ¿Que es mala mi Margarita, y con ser piedra no es firme? Mas de un miedo tan cobarde me resisto y me acompaño, que espero mi propio daño y me pesa de que tarde, como el que en el campo aguarda al contrario en quien se venga, que desea que no venga y le parece que tarda; como el que en naufragios tales el miedo y congoja aumenta, esperando la tormenta de que ha tenido señales; como el que sobre un tablado, para fin de sus enojos, con una venda en los ojos espera el cuchillo airado; y al fin, por decir mejor, como yo mesmo diré, que hago prueba de una fe con sospecha y con amor.
Sale el PRÍNCIPE
PRÍNCIPE: Noche más bella que el día, cielo hermoso, luces bellas, ¿quién, entre tantas estrellas, pudiera adorar la mía pues acaba tantos males logrando sólo un deseo?
Hace una seña el PRÍNCIPE
CONDE: Ya de mis desdichas veo de más cerca las señales.
Sale MARGARITA a la ventana
MARGARITA: Mi príncipe. PRÍNCIPE: Mi señora. MARGARITA: La puerta he dejado abierta. PRÍNCIPE: Dichoso yo. MARGARITA: Ve a la puerta; ya te espera quien te adora.
Éntrase MARGARITA y el PRÍNCIPE se va
CONDE: ¡Ojos que la causa vistes de la pena a quien resisto! ¿Es verdad lo que habéis visto? ¡Ojos ciegos, ojos tristes! Cielo, decídmelo vos, si es verdad o son antojos, y, pues tenéis tantos ojos, mirad si se engañan dos. Si es esto verdad o engaño, con todos ellos mirad; pero sin duda es verdad, pues ha de ser en mi daño. ¿Que me supiese engañar Margarita pudo ser? ¡Ah, voluntad de mujer, ligera espuma en el mar, torre con falso cimiento que la pierde quien la hace, nube que al sol se deshace, humo que se esparce al viento; anuncio cierto del mal, voz de engañosa sirena, agua echada sobre arena, que apenas deja señal, luz que haciendo mejor cara muestra que morir se quiere, fuego que atizado muere, piedra que en su centro para, al sol derretida nieve, aire en redes recogido, villano amigo corrido que no os habla porque os debe, rayo que abrasando pasa; rigor, engaño, traición, laberinto, confusión de esta Troya que se abrasa!
Sale la INFANTA a una ventana y MARGARRITA a otra, y vuelve (a salir el PRÍNCIPE por donde entró
INFANTA: (Voces oigo. Mi traición Aparte ha hecho esta vez su efeto.) Ce, conde. Si eres discreto, muéstralo en esta ocasión. MARGARITA: (¿No es el Conde? ¿Qué recelo?) Aparte PRÍNCIPE: (¿Qué puede haber sucedido?) Aparte CONDE: (A la ventana han salido.) Aparte MARGARITA: (El conde es, sin duda, ¡ay, cielo!)Aparte INFANTA: Tu paciencia es bien que pruebes, cuando yo a servirte pruebo. CONDE: Ya sé que el honor te debo. INFANTA: Y una palabra me debes. De cumplirla luego trata. MARGARITA: (¿Qué escucho?) Aparte PRÍNCIPE: (¿Qué vengo a ver?) Aparte INFANTA: ¿Qué dudas? CONDE: Rey quiero ser, pues Margarita es ingrata. PRÍNCIPE: (De penas soy un abismo.) Aparte MARGARITA: (Infelice y triste estrella.) Aparte CONDE: Por tomar venganza de ella la tomaré de mí mismo. De ser tu esposo te doy palabra. INFANTA: Y de ser tu esposa la recibo. PRÍNCIPE: (¡Extraña cosa!) Aparte MARGARITA: (¿Que tan desdichada soy Aparte que a morir rabiando vengo?) PRÍNCIPE: (¿Que tan mal se corresponde Aparte a una amistad?) INFANTA: Adiós, Conde, honrados testigos tengo, y no me podrás negar la palabra que me has dado. CONDE: Ve, señora, sin cuidado, que yo te la vuelvo a dar.
Éntrase la INFANTA
PRÍNCIPE: Quitaréte yo el vivir, para que, conde atrevido, ya que dársela has podido, no se la puedas cumplir. MARGARITA: Teneos, ¿qué daño se ordena? (Procurarélo estorbar, Aparte si acaso puedo llegar sin que me acabe la pena.)
Éntrase MARGARITA
CONDE: ¿A eso te obligas? PRÍNCIPE: Sí obligo. Quitarte la vida quiero, pero confiesa primero que mueres por falso amigo. CONDE: Tengo yo muy duro el pecho y no le podrás pasar, y no es razón confesar los pecados que tú has hecho. PRÍNCIPE: Pues ¿yo, falso amigo? CONDE: Sí. PRÍNCIPE: No ofendas mi trato noble. CONDE: Mejor le dijeras doble, pues lo ha sido para mí. Tu fingido sentimiento, aunque me ofenda, me agrada. PRÍNCIPE: No te matará mi espada, pues no te ha muerto mi aliento, que puro veneno arroja. CONDE: Iguales armas tenemos.
Sale MARGARITA y pónese en medio
MARGARITA: ¡Qué rigurosos extremos de desdicha y de congoja! ¡Príncipe, Conde! CONDE: ¡Ah, traidora, que tú la culpa tuviste! MARGARITA: Volved a mi pecho triste esas espadas. PRÍNCIPE: Señora... Apártate, prima. MARGARITA: Primo. PRÍNCIPE: Seré su justo homicida. MARGARITA: No ha de perderse una vida a quien con el alma estimo. CONDE: Oh, falsa, Dios te destruya! MARGARITA: ¿Yo soy falsa? CONDE: ¡Infame eres! MARGARITA: Seré lo que tú quisieres por no dejar de ser tuya. Señores, tanto rigor... Acordaos que soy mujer. PRÍNCIPE: Yo le tengo por volver por mi gusto y por mi honor; pero justa cosa es obedecerte, señora. CONDE: Yo pienso escucharte agora para dejarte después. PRÍNCIPE: Prima, ¿tú no me dijiste cómo eras del conde ya? ¿La palabra, donde está, que te ha dado y que le diste? CONDE: Si ese secreto escondía tu pecho, ¿no me ha ofendido, pues que por tuya ha tenido una prenda que era mía? PRÍNCIPE: ¿Qué prenda? MARGARITA: Duros enojos. CONDE: ¡Esta enemiga, esta ingrata! PRÍNCIPE: Con mejor término trata. CONDE: Pues lo que han visto mis ojos ¿me niega vuestra porfia? Tú ¿no le dijiste agora, "Ya te espera quien te adora?" MARGARITA: (Por la infanta lo diría.) Aparte Conde, mi pena crüel ha de hallar el mundo estrecho, pues estando tú en mi pecho ¿te fias tan poco de él? PRÍNCIPE: Si te ha dado esa sospecha, conde, algún pecho villano... MARGARITA: Ya yo conozco la mano que ha despedido esta flecha, pero en más secreta parte quiero que oigáis mi razón. Daréte satisfacción. PRÍNCIPE: Y yo también quiero darte la que de mi honrado pecho saldrá ardiendo por ser tuya. CONDE: La menor lágrima suya me dejará satisfecho.
Vanse todos y sale el REY y un CAPITÁN y GENTE de acompañamiento
REY: Muy bien el Conde ha probado CAPITÁN: Sus hechos te lo dirán. Es famoso capitán. REY: Es, capitán, gran soldado. Cuéntame algunas hazañas de las suyas. CAPITÁN: Son famosas, mas parecen milagrosas. Escucha las más extrañas... Mas la infanta, mi señora, viene ya. REY: Déjalo, pues. Vete en paz. CAPITÁN: Beso tus pies.
Vase el CAPITÁN. Sale la INFANTA
INFANTA: Dame las manos. REY: ¿Es hora de veros, hija? INFANTA: Señor, siempre en servirte me empleo. REY: ¿Nacieron de mi deseo los efetos de tu amor, hija? INFANTA: Señor... REY: Dime padre. INFANTA: Dulce nombre para mí. REY: 0 hijo, pues tengo en ti una hija y una madre, y soy, cuando el cuello ciño, que es mi arrimo y es mi espejo, hijo tierno, padre viejo, porque de viejo soy niño. Viéndome, pues, de este modo, temo--¡ah, miserias humanas!-- que en la nieve de estas canas no se hiele el cuerpo todo. Respecto de esto, hija mía, y de mi reino heredera, casarte... INFANTA: (¡Ay, triste!) Aparte REY: ...quisiera con quien hereda el de Hungría. Éste por esposo ten, que será más conveniente, demás de que es tu pariente y sé que te quiere bien, y ha meses que me importuna, digo mal, que honrar nos quiere a los dos. INFANTA: (¿Qué habrá que espere Aparte de mi contraria fortuna?) REY: ¿No respondes? INFANTA: Señor... REY: ¿Es que te has turbado?
Salen el PRÍNICPE y el CONDE
PRÍNCIPE: Ya es hora de hablarle, ven. REY: Calla agora, responderásme después. CONDE: ¿Tal maldad pudo caber en pecho noble? PRÍNCIPE: Es ingrato, pero, aun viendo su mal trato, no la puedo aborrecer, aunque muy con otro intento la quiero. Déme la mano,
Llegando al REY
vuestra majestad. CONDE: (¡Cuán vano Aparte saldrá tu mal pensamiento!) REY: Démela a mí vuestra alteza. CONDE: Yo espero que me la dé,
Arrodíllase el CONDE
tu majestad. REY: Ponte en pie, conde, y cubre la cabeza. CONDE: Como tu vasallo soy, te la pido arrodillado. REY: A quien es tan gran soldado los brazos también le doy.
Levántase el CONDE
INFANTA: (No poca sospecha tengo Aparte de aquésto, y tengo razón.) REY: Pues, príncipe, ¿qué ocasión os trae? PRÍNCIPE: A servirte vengo, y después a ver si gustas de un casamiento que trato. REY: ¿Casamiento? INFANTA: (¡Ay, Conde, ingrato Aparte a mis lágrimas injustas!) REY: ¿De quién? PRÍNCIPE: Del conde y mi prima Margarita. REY: Es muy hermosa, muy discreta. INFANTA: Y muy dichosa, que es más. REY: Con razón la estima el conde, y pues la merece, y es su gusto, yo le tengo de dársela. CONDE: Y yo prevengo, para el bien que se me ofrece, el pecho, aunque viene a ser para tanta gloria estrecho. REY: Quien tiene tan grande pecho, toda la habrá menester. CONDE: Pero después de besarte los pies, por merced tan alta, para recebirla falta lo que quiero suplicarte, y es que no haya dilación, y que me la otorgues luego. REY: Sea ansí. INFANTA: (Mi propio fuego Aparte abrase tu corazón.) REY: Vaya la infanta, que es justo... INFANTA: (¿Qué haré, cielos soberanos?) Aparte REY: ...que ella la ponga en sus manos, después de saber su gusto. Ve, hija. INFANTA: (¡Qué penas paso!) Aparte CONDE: (Contento infinito tengo.) Aparte PRÍNCIPE: (De esta manera me vengo.) Aparte INFANTA: (En esta pena me abraso.) Aparte
Vase la INFANTA
REY: Con muchas fiestas quisiera que sus bodas celebrara el Conde. CONDE: Mucho estimara la merced que se me hiciera. Aunque yo, por escusarlas, para decirte verdad, supliqué a tu majestad que escusara el dilatarlas. REY: Pues con tu gusto convengo, gózale, conde, que es justo. CONDE: Por esperar otro gusto pusiera en duda el que tengo. REY: ¿Cómo así? CONDE: La dilación quizá me hubiera acabado. PRÍNCIPE: Habla como enamorado el conde. REY: Y tiene razón.
Salen la INFANTA y MARGARITA hablando aparte, y MARGARITA muy turbada
INFANTA: ¿Que así me pierde el decoro tu falso pecho traidor? MARGARITA: ¿Quieres que pierda el honor y que deje a quien adoro? Mira, señora... INFANTA: Has de ver... MARGARITA: ...con cuánta razón me aflijo. INFANTA: ...muerto en tus manos tu hijo, a quien tengo en mi poder, en llegando a ser esposa de quien el alma me tiene.
A ELLOS
Aquí Margarita viene, aunque viene algo dudosa. PRÍNCIPE: ¿Duda tiene? REY: ¿Y en qué duda? CONDE: ¿Qué habrá sido la ocasión? MARGARITA: (Las ansias del corazón Aparte me tienen la lengua muda.) REY: ¿Sabes del conde el valor y las prendas? MARGARITA: (¿Qué haré?) Aparte PRÍNCIPE: ¿No respondes? MARGARITA: (También sé Aparte de mi desdicha el rigor.) REY: No te turbes. MARGARITA: (Suerte avara.) Aparte CONDE: (Cielo, el alma se me parte.) Aparte REY: Hija, pregúntale aparte qué duda o en qué repara. INFANTA: Voy...Margarita... MARGARITA: (¡Ay de mí!) Aparte PRÍNCIPE: (Mal conoce lo que gana.) Aparte
Hablan las dos aparte
INFANTA: Muerto le verás, villana, si pueden sacarte un sí. MARGARITA: Infanta, señora, escucha. ¿Y que serás tan crüel? INFANTA: Y aun haré que comas de él. MARGARITA: Mucha es tu inclemencia. INFANTA: Mucha.
A ELLOS
No se quiere declarar. CONDE: Pues de la empresa desisto, que ya en sus dudas he visto que tiene por qué dudar. MARGARITA: (¡Ay, cielo, su gusto haré, Aparte y el cielo me dé paciencia si mata al niño!) CONDE: Licencia vuestra majestad me dé... REY: Con razón te has ofendido. PRÍNCIPE: Y mucha. Presto se muda una mujer. MARGARITA: Esta duda de alguna causa ha nacido; mas aunque en mi fe has dudado, yo te doy mano de esposa. CONDE: Y yo de esposo. PRÍNCIPE: Dichosa duda, que en esto ha parado. REY: Logrado habéis mi deseo. A los dos quiero abrazar. CONDE: Las manos nos puedes dar. INFANTA: (¿Que esto he visto y que esto veo? Aparte ¿Que al fin se han dado las manos? Pues ofendida, y mujer, grima del mundo he de ser, y asombro de los humanos.) CONDE: Y vuestra alteza me dé las manos. MARGARITA: Y a mí los pies. INFANTA: Tomad los brazos. (Después Aparte yo sé, infames, qué os daré.) MARGARITA: (¡Ah, crüel!) Aparte CONDE: Muestras con eso lo que nos quieres honrar. INFANTA: (¡Ojalá fueran de mar, Aparte que no os soltaran tan presto!) MARGARITA: Tú, príncipe... PRINCIPE Prima mía, Conde... CONDE: No huyas las manos. INFANTA: (De vuestra sangre, villanos, Aparte pienso hacer una sangría. Por vengar el fraude y dolo de que los tres sois testigos, sangre de tres enemigos he de sacar de uno solo.)
Salen el MAYORDOMO del Rey y otros CRIADOS, y al uno de ellos habla la INFANTA aparte, y sacan una mesa
Oye. MAYORDOMO: Mudad esa mesa de donde está a ese lugar. MARGARITA: (No se puede sosegar Aparte mi pecho.) CRIADO: (¡Terrible empresa!) Aparte
Al CRIADO
INFANTA: Si de hacerlo me prometes, haré cuanto te prometas. MAYORDOMO: Poned cinco servilletas, tres sillas, dos taburetes. INFANTA: Ve volando. CRIADO: (Extraños tratos Aparte de mujer.) INFANTA: (Rabioso fuego.) Aparte
Vase el CRIADO que habló con la INFANTA y van empezando a servir la comida
MAYORDOMO: Venga la comida luego. Y,... pajes, no falten platos. REY: Lo que digo ha de ser hoy. CONDE: Por ser tu gusto lo apruebo. REY: Veréis que sé lo que os debo si miráis a lo que os doy. A mi mesa y a mi lado habéis de comer, que es justo. INFANTA: Y el principio de más gusto le tengo yo aparejado. CONDE: En todo tu gusto es ley. PRÍNCIPE: Lo que mereces te ofrece, que honra de reyes merece un vasallo de tal rey.
Siéntanse el REY, la INFANTA y el PRÍNCIPE, en las sillas, y el CONDE y MARGARITA en los taburetes, y traen aguamanos
CONDE: Hoy este oficio he de hacer, pues tú me quieres honrar. REY: Sí, que bien puedes lavar manos que te han de valer.
Da el CONDE aguamanos al REY
CONDE: Por esa merced las beso. También te suplico a ti que me honres en esto. INFANTA: Así no quiero emplearte, en eso. CONDE: Esta merced me has de hacer. INFANTA: No pienso lavarme hoy. CONDE: ¿Porque yo el agua te doy? INFANTA: ¿Sabes que la he menester? CONDE: Ya vi que en cosas tan graves emplearme no querrías. INFANTA: ¿En que me lave porfias? ¿Alguna mancha me sabes? PRÍNCIPE: (¡Oh falso pecho traidor!) Aparte INFANTA: Yo misma, que a saber vengo adónde la mancha tengo, sabré lavalla mejor. CONDE: No te quiero porfïar. INFANTA: Pero, por pagarte, sabe que el agua con que se lave, a tu esposa quiero dar, y quedarásme obligado. MARGARITA: Correr me quieres. INFANTA: ¿Por qué? Las manos te lavaré por la mano que te ha dado. CONDE: Más corrido quedo yo, pues ha venido a mostrarse que habrá menester lavarse quien la mano me tocó. INFANTA: Si esto es correrte, por ti también corrida he quedado, pues de lo que ella ha tocado me queda la mancha a mí, y así, pues en mí quedó, del tocarte ella también, como ella se lave bien quedaré sin mancha yo. Una agua le quiero dar que es más limpia, y no tan clara, colada por alquitara. PRÍNCIPE: (Esto se puede esperar.) Aparte INFANTA: No es de rosa ni de flor, aunque flor y fruto ha sido, y el fuego en que se ha cocido, cuando menos, es de amor. Será de color de grana, y de polvo que es más fina. CONDE: (¿Esta falsa, qué imagina?) Aparte MARGARITA: (¿Qué pretende esta villana?) Aparte
Sale el CRIADO que envió la INFANTA con un jarro de plata y un plato cubierto con otro
INFANTA: Ya viene. MARGARITA: Tu esclava soy, señora. INFANTA: Ten, por mi amor, pues pienso cobrar honor con el honor que te doy. MARGARITA: ¿Quién con tal grandeza nace que merezca merced tanta? REY: Dejad hacer a la infanta, que ella sabe lo que hace. MARGARITA: A servirte me acomodo. PRÍNCIPE: (¡Ay, enemiga sin ley!) Aparte CONDE: El fiel vasallo a su rey ha de obedecer en todo.
Toma la INFANTA el jarro y da aguamanos a MARGARITA con la sangre de su hijo
INFANTA: No te turbes, toma. MARGARITA: ¡Ay triste! INFANTA: ¿Qué miras? ¿Qué reconoces? ¿Es tuya y no la conoces? MARGARITA: ¿Qué miro? CONDE: ¡Ay, cielo! REY: ¿Qué hiciste?
A MARGARITA
INFANTA: De verterla te ofrecí si te casabas con él, y las palabras, crüel, tienen de cumplirse así. Agora que te has lavado estos principios te doy,
Descubre un plato y en él un corazón
que, como tu amiga, te guardé el mejor bocado. Muy bien le puedes comer, cómele, no tengas miedo, y esta sangre con que quedo, por ser tuya, he de beber. Y porque más te destruya aún más que ésta bebería; que es celos mi hidropesía que dan sed de sangre tuya. MARGARITA: Crüeles, viles hazañas, villana, enemiga, fiera. ¡Ay, corazón! ¡Quién pudiera volveros a mis entrañas! Pero en tan grandes enojos ¿qué consuelo he de esperar? El mío pienso sacar, hecho sangre por los ojos. Mas ¿qué temo? ¿Qué recelo contra tu pecho traidor, falsa? ¿Hay hombres? ¿Hay valor? ¿Hay justicia? ¿Hay rey? ¿Hay cielo? Para tus viles ensayos ¿hay intenciones honradas? ¿Hay verdugos? ¿Hay espadas?, ¿Hay torbellinos? ¿Hay rayos? PRÍNCIPE: Escucha... REY: Dime el efeto... CONDE: Señora... MARGARITA: ¡Gran desventura! En nada tengo ventura y a nadie tengo respeto. CONDE: ¿Qué es esto? MARGARITA: ¡Suerte inhumana! ¿Cómo a vengarme no acierto? CONDE: ¿Qué tienes? MARGARITA: Un hijo muerto a manos de esta villana. PRÍNCIPE: ¿Qué escucho? CONDE: ¡Cielos airados! ¿Es posible? MARGARITA: ¿Quién consiente, señores, que un inocente venga a pagar mis pecados? CONDE: ¡Todo el cielo la destruya! ¡Muera la enemiga infanta! MARGARITA: Yo le pondré en mi garganta, si no le pongo en la suya.
Toma MARGARITA un cuchillo
PRÍNCIPE: ¡Tente! CONDE: El alma se me abrasa. REY: ¡Hola de mi guardia! ¡Hola, conde! CONDE: Tu cabeza sola está segura en tu casa.
Vanse todos

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El conde Alarcos, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002