JORNADA SEGUNDA


Suenan chirimías y atabalillos y sale en lo alto del teatro LICAS con un estandarte, y por lo bajo salen FRISO, FABIO y gente
LICAS: Oíd, oíd, oíd, vasallos. Ninias vive, Ninias reina. Decid todos ¡viva! TODOS: ¡Viva siglos y edades eternas!
Enarbola el estandarte, vuelven a tocar, y vase LICAS y el acompañamiento, y quédanse FRISO y FABIO
FRISO: Viva porque muera yo. FLAVIO: Señor, pues ¿de esta manera, en día tan celebrado de la plebe y la nobleza, tú sólo al concurso faltas y de la jura te ausentas? FRISO: Sí, Flavio; que aquestas voces, que ufanas y lisonjeras publican que Ninias viva, publican que Friso muera; porque siendo para todos de alegría, gusto y fiesta, son para mí solamente de pena, llanto y tristeza. FLAVIO: Pues ¿qué novedad, señor, hay para que tú lo sientas? FRISO: Si no sabes, escucha lo que ha pasado en tu ausencia. Vino a Babilonia Ninias, y ganando su belleza un común afecto en todos, o fuese natural deuda, o heredero vasallaje, o confusa o novelera ceremonia de la plebe, que ésa es la opinión más cierta, su nombre vio repetido y aclamado de las lenguas del vulgo, cuyos acentos llegaron a las orejas de Semíramis, que, airada de ver que reinando ella tan victoriosa aplaudiesen ni aun a su hijo en su ofensa, y más, día en que acababa de darles la más sangrienta victoria que vio el Eufrates sobre sus, ondas soberbias, por vengarse así de todos, irritada de la queja, ofendida del agravio, y de la cólera ciega, del gobierno desistió, diciendo a voces que ella el cetro y laurel dejaba en su hijo. ¡Oh, cuánto yerra quien grandes resoluciones toma aprisa! Pues es fuerza que quien presto se resuelve, presto también se arrepienta. Yo, pues, juzgando que aquello más efecto no tuviera que una cosa dicha acaso, con cólera y sin prudencia, quise llevar adelante las empezadas finezas de su servicio, creyendo que su ambición y soberbia no había de querer jamás darse la partido, y que puesta en castigar el motín, se había de salir resuelta con todo, quedando yo en su gracia, viendo que era el que solo no había dado a su hijo la obediencia. Entrambos discursos, Flavio, me salieron mal, porque ella llevar también adelante quiso el rencor, de manera que, de la última cuadra de aquesa fábrica inmensa, para estancia suya, hizo clavar ventanas y puertas, guardando desde aquel día una viudez tan severa, que el sol apenas la ve, y si el sol la ve, es a penas. De todas las damas suyas una sola sale y entra a servirla, sin que otra ninguna el rostro la vea; tanto, que, entrando su hijo a rendirla la obediencia, le habló, cubierta la cara de un negro cendal; y en muestra de que gustaba que él gobernase, la diadema y el cetro de oro, que fue de Nino su esposo herencia, le dio, y para coronarse con tantas públicas muestras como hoy hace Babilonia, su permisión y licencia. Si la habrá pesado ya, no sé; pero bien se deja conocer cuánto burlada halla un hombre su soberbia el día que, por vengarse de otro, en sí mismo se venga. Yo, pues, que por ella estaba declarado, y que con guerras civiles pensaba ver a Babilonia revuelta, no besé a Ninias la mano, o se la besé por fuerza. Cuando vino a Babilonia, informado de mi queja, se mostró airado conmigo; de suerte que a verse llega hoy tan neutral mi fortuna, que, por servir a la reina, no serví al rey, siendo así que a la que obligué se ausenta y al que ofendí se corona; y siendo de esta manera, hoy que la nobleza y plebe le jura y su mano besa, y que mi hermano levanta, del mauseolo a las puertas, el estandarte por él, yo huyo de su presencia; porque esas festivas voces son de mi fortuna exequias, cuando repetidas dicen en tantas confusas lenguas... VOCES: ¡Viva Ninias! Dentro
Suenan chirimías dentro
TODOS: ¡Ninia viva Dentro siglos y edades eternas! FLAVIO: Ya todas las ceremonias se acabaron. FRISO: Bien lo muestra el grande acompañamiento con que da a palacio vuelta. FLAVIO: Señor, si de aconsejarte merezco alguna licencia, no te extrañes con el rey. Llega con todos, y deja que obre su enojo; no tú te anticipes. Considera que quizá el verte tan fino antes de ahora con la reina le obligará a que presuma que con él lo serás. FRISO: Esa razón en un pecho, Flavio, de sustancia y de prudencia militada es, pero no en el suyo; porque piensa que, afeminado, de todo se recata y se recela. Pero tu consejo es bien seguir; y puesto que llega con tanto acompañamiento, en él quiero que me vea entre todos.
Sale todo el acompañamiento, LISÍAS, LICAS y NIMIAS, y vuelve la música
TODOS: ¡Ninias viva siglos y edades eternas! NINIAS: Vasallos, deudos y amigos, leal plebe, ilustre nobleza, a cuyos grandes aplausos, a cuyas raras finezas siempre agradecida el alma vivirá ufana y atenta. Ya que Semíramis quiso, mi señora y vuestra reina, que yo os gobierne y que ciña el laurel, por su obediencia aún más que por mi deseo, a todos hacer quisiera merced y pagar a todos, reconociendo la deuda en que os estoy; y así, en tanto que la ocasión se me ofrezca de honraros a todos, quiero empezar a que se vea en mis mercedes el gusto que he de tener en hacerlas. Una palabra que di hoy ha de ser la primera que cumpla; que a mi palabra acudir antes es fuerza. A Lidoro desatad de aquella injusta cadena en que está, y decid que al punto venga libre a mi presencia. LISÍAS: Señor, que con él piadoso andes, en noble clemencia; mas no le des libertad absolutamente. Piensa que es poderoso contrario, y que antes que la tenga es justo asentar con él que te ha de dar la obediencia y feudo que dio a tu padre. NINIAS: Tú, Lisías, me aconsejas siempre lo mejor, y yo seguir lo mejor quisiera; y así, por ese consejo, por tus canas y experiencia, juez mayor te hago de Siria y gobernador en ella. LISÍAS: Los pies te beso por tantas honras y mercedes. NINIAS: Deja vanos agradecimientos; más le debo a tu prudencia, en el mar de mi fortuna, piloto has de ser de aquesta nave, pues será contigo serenidad la tormenta. Licas. LICAS: Señor. NINIAS: General eres ya de mar y tierra. LICAS: Tus invictas plantas beso por tantas, por tan inmensas mercedes; pero, señor, de no aceptarlas licencia me has de dar. NINIAS: ¿No es ser ingrato? LICAS: No, gran señor, como adviertas que del mar es general Friso mi hermano, y no fuera justo que aceptara cargo que has de quitarle a él por fuerza. NINIAS: A Friso le hará merced Semíramis, y con ella no habrá menester más cargos quien tiene los de la reina. FRISO: Señor, verme a mí tan fino con su majestad debiera advertirte que lo soy con quien sirvo, y la experiencia más es mérito que culpa. NINIAS: Está bien. El cargo acepta, que no es bien por complacer a Friso, que a mí me ofendas. LICAS: Yo le acepto, gran señor, porque mi hermano le tenga teniéndolo yo, pues sólo depósito es mientras cesa tu enojo. FRISO: (¡Qué presto, cielos, Aparte de mí su rigor se venga!) SOLDADO: Señor, yo soy el soldado que, al advertir tu presencia, el primero te aclamó rey, y a quien le debes esta majestad, que eterna goces. NINIAS: Medio talento en las rentas y tributos de Ascalón, que por la muerte violenta de Menón se confiscaron, quiero que de sueldo tengas. SOLDADO: Beso tus plantas. FRISO: A mí de ellos Semíramis bella merced me hizo. NINIAS: A este soldado la hago yo, y es acción cuerda premïar yo a quien me sirve si a quien tú sirves te premia. LISÍAS: Señor, a hombre sedicioso, aunque en tu favor lo sea, no le honres; que es hacer al delito consecuencia. NINIAS: Advirtiéraismelo antes, que esta merced ya está hecha. LISÍAS: Con todo, de reformarla me has de dar, señor, licencia.
Salen LIDORO y CHATO
LIDORO: Vivas, ¡oh Príncipe, augusto!, en la verde primavera de tu juventud lozada, sin que el invierno se atreva de los años a borrar la flor más inútil de ella, la edad del sol, ese hermoso lucero que, en blanda hoguera, fénix del cielo, renace entre sus cenizas mesmas. NINIAS: Alza, Lidoro, del suelo. Levanta, a mis brazos llega; que quiero desagraviar de mi madre las ofensas con mis favores. LIDORO: Bastantes son los de tu gran clemencia para que ya la pasada fortuna al cielo agradezca. NINIAS: La libertad te ofrecí; pero antes que la tengas, tengo que tratar contigo; y así, de no hacer ausencia sin mi gusto, la palabra me has de dar, aunque te veas libre de aquella prisión. LIDORO: ¿Qué importa estarlo de aquélla, si con más seguridades me prendes, señor, en ésta? No la cadena le quita al noble quien la cadena le quita; antes se la pone más fuerte, pues cosa es cierta que la de la obligación ni se lima ni se mella. NINIAS: De paso ayer me dijiste que el pretexto de la guerra que a Semíramis hacías, por mí y por mi padre era, y quiero tener mejor entendida esa materia. LIDORO: Yo, señor, te la diré. NINIAS: No ha de ser, Lidoro, en esta ocasión; con más espacio y menos gente saberla quiero. Mañana os dará Lisías, Lidoro, audiencia; y agora, porque acusarme la murmuración no pueda de que un breve instante tuve la corona en mi cabeza, sin que como cosa mía a mi madre se la ofrezca, a su cuarto pasar quiero; que cuando ella no consienta que la vea, habré cumplido con llegar hasta sus puertas. CHATO: Licencia estas luengas canas, por ser canas y ser luengas, para hablarte una palabra antes que te ausentes, tengan. NINIAS: Di, ¿qué quieres? Ya te escucho. CHATO: Señor, tu madre y mi reina me mandó que con Lidoro tuviese muy grande cuenta, porque el día que faltase de la trailla o cadena, me había de poner a mí por viejo perrazo de ella. Tú me mandas que le suelte, y así un recibo quisiera tener tuyo. NINIAS: Pues si yo te lo mando, ¿qué recelas? CHATO: Que se le antoje reinar otra vez, que todo es que a ella sin razón o con razón se la ponga en la cabeza, y me diga, "Dacá el preso." Si agora tú me le llevas, no se le podré dacar, con que del Tazón la pena, que es la del tanto por tanto, no dudo que me eche a cuestas y me mande atar a mí. NINIAS: ¡Qué simplicidad tan necia! CHATO: Señor, el viejo más simple es compuesto de experiencias. Mejor que tú la conozco; pues tú puedes conocerla como a quien parió, mas yo como si yo la pariera. Mandamiento de soltura quiero. NINIAS: El mandamiento sea que te hagan una libranza de cien escudos de renta. CHATO: Mil siglos estés de un lado en la gloria sempiterna; y hasta entonces, oh famoso monarca! vivas dos suegras, una sobre otra, que es inmortal supervivencia. Señor Lisías, ¿quién hace estas libranzas de rentas? LISÍAS: Acudid a los oficios.
Vase LISÍAS
CHATO: ¿Sabéis vos adónde sean, señor Lidoro? LIDORO: ¿De qué queréis vos que yo lo sepa? CHATO: ¿Sabéis vos hacer libranzas, señor Frisón? FRISO: Quita, bestia. CHATO: ¿Y vos, señor Licas? LICAS: Loco, aparta. CHATO: ¿Hay cosa como ésta? Mas, ¿qué me admiro, si son las mercedes palaciegas jubileo, y no se ganan sin hacer las diligencias? LICAS: Ya, Friso, que los dos solos hemos quedado, tus penas hoy con mis felicidades alivio y reparo tengan, bien así como dos plantas, que los naturales cuentan que son cada una un veneno, y estando juntas se templan de suerte que son entonces la medicina más cierta. Si tú estás triste, yo alegre; si de pérdida estás, piensa que estoy de ganancia yo. Partamos la diferencia entre los dos, porque así tristeza ni alegría puedan descomponernos, mezclando mi alegría y tu tristeza. Tu cargo me han dado; nunca más tuyo ha sido, pues... FRISO: Deja de consolarme; porque es decir, quien a otro consuela, que siente; y yo en esta parte no hay sentimiento que tenga. Ni que tú seas dichoso, ni que desdichado sea yo, podrán hacer jamás que, postrada mi soberbia, ni con el semblante diga que eso estime ni esto sienta. Hijo de la guerra soy, y sabrá darme la guerra ocasiones en que Ninias conozca que esta sangrienta cuchilla es rayo tan fuerte, que ningún laurel respeta, y podrá ser que amenace tal vez el de su cabeza. LICAS: Calla, calla. No pronuncies, Friso, razón tan ajena a tu obligación, tu sangre, tu valor y tu nobleza. Ninias es Rey natural de Siria, y a su obediencia has de estar más fino cuanto más quejoso. FRISO: Eso se cuenta de muchas maneras, Licas. LICAS: La pasión, Friso, te ciega; y no quiero que te arrojes, irritada la paciencia con la oposición, a que a decirlo otra vez vuelvas. Tu hermano soy y tu amigo. Alma, honor, vida y hacienda, todo es tuyo; mientras yo felice soy, no te tengas por infelice, pues tú aún más que yo en mí gobiernas. Esto ha de entenderse en cuanto como quien naces procedas; que si tropiezan tus pies donde desbarre tu lengua, ni tu hermano ni tu amígo seré; porque considera que también es esta espada rayo que nada reserva, y podrá ser que se manche tal vez en tu sangre mesma.
Vase LICAS
FRISO: Quien no teme a la Fortuna sus iras, ¿quieres que tema tus amenazas? Pues yo, aunque ruinas me prevengas, he de buscar ocasiones en que toda Siria vea que sé vengar mis agravios y sé sentir mis ofensas. Batria, ¿rebelada siempre no está? Pasaréme a ella, y como ladrón de casa haré a Babilonia guerra, que hoy no hay defensa, pues hoy Semíramis no gobierna. Por ella y por mí las armas he de tomar, porque vea un joven rey que vasallos como yo no se desprecian. La fama a voces dirá, llena de plumas y lenguas, cuando la pregunte el viento, quién quitó de la cabeza el laurel a Ninias.
FLORA se asoma en lo alto
FLORA: Friso. FRISO: ¿Qué escucho? ¿Tan presto empieza ya la fama a publicarle, que aun no aguarda a que suceda? FLORA: Friso. FRISO: Mi nombre otra vez escuché. ¿Si de mi idea fue ilusión? Nadie se mira. FLORA: Hacia aquesta parte llega. FRISO: De aquel cuarto de las damas una ventana entreabierta está, y de allí me han llamado. Oh tú, quienquiera que seas, ¿qué me mandas? FLORA: ¿Estáis solo? FRISO: Sí, que nadie hay que hacer quiera compañía a un desvalido.
Échale un papel
FLORA: Pues tomad, y la respuesta sea hacer lo que se os manda, sin que ninguno lo entienda; que os va el honor y la vida.
Vase FLORA
FRISO: ¿Quién vio enigma como ésta? Una mano solamente vi, que rompió de la reja la clausura para darme este papel. Cúyo sea no sé, porque es en amor tan desdichada mi estrella como en las demás fortunas; o si no, dígalo Astrea, a quien, tan aborrecido, he adorado. Fácil nema, a quien dio tantos secretos nuestra confïanza necia, pues se fía de unas guardas tan fáciles de romperlas, di, ¿cúyo eres? No trae firma, y dice de esta manera:
Lee
"Una mujer afligida, que poco a su estrella debe, de vos a fïar se atreve fama, ser, honor y vida. Y pues se fía de vos, venid a verla; que abierta del jardín tendréis la puerta esta noche. Guárdeos Dios." ¿Qué he de hacer en el empeño de una confusión tan nueva? Mas ¿qué pregunto? La duda, ¿no es de mi valor ofensa? ¿Cómo me puedo excusar de la obligación y deuda en que una mujer me pone, diciendo que a mi nobleza ser, honor y vida fía? Y así, esta noche iré a verla; que, aunque no sepa quién es, que es mujer basta que sepa, y que se ampara de mí, para que arriesgue por ella también ser, honor y vida, ya que la Naturaleza les dio tales privilegios sobre las acciones nuestras; que aun primero que al amarlas, nos obliga a obedecerlas.
Vase FRISO. Salen por una parte LIBIA y ASTREA y por otra NINIAS, solo
ASTREA: Ya que la reina, ¡ay de mí!, dejarse ver no ha querido del rey, y que él despedido vuelve a pasar por aquí, aquí, Libia, has de quedarte, mientras yo a su majestad llego a hablar. LIBIA: De mi amistad sabes que puedes fïarte. ASTREA: Avisa si alguien viniere; que no quiero que me vea nadie con él. NINIAS: Bella Astrea. ASTREA: Más felicidad no espere quien ha merecido aquí llegar tu mano a besar. NINIAS: Libia escucha. ¿Podré hablar delante de Libia? ASTREA: Sí. NINIAS: Pues antes, divina Astrea, que yo entrase aquí, sabía que Semíramis no había de permitir que la vea; pero quise con aquella ocasión entrar aquí por verte, mi bien, a ti, más que por hablarla a ella. Pero ¿qué es esto? En el día que a ser más dichoso empieza, ¿son muestras de tu tristeza parabién de mi alegría? ¿Tú lágrimas al mirar mis felicidades? ASTREA: Sí; que haber lágrimas oí de placer y de pesar; y en mí lo he llegado a ver todo, pues cuando te adoro como rey y amante, lloro de pesar y de placer. De placer, señor, por verte dueño del mayor trofeo; de pesar, porque me veo indigna de merecerte. Y así, entre gustos y enojos, doy a lisonjas y agravios el parabién con los labios y el pésame con los ojos. NINIAS: ¿Pudiste nunca ignorar que era príncipe heredero de Siria? ASTREA: No, y a eso quiero que responda un ejemplar. Ninguno ignora, señor, que su amigo o que su hermano es mortal: aquesto es llano; pero ninguno el rigor de serlo llega a sentir tan anticipadamente, que dé a entender que lo siente, hasta que le ve morir; porque, en fin, hasta aquel día no le pierde. Así, aunque no ignoré, gran señor, yo que mi Rey eras, no hacía tan anticipado acuerdo como el que ahora haciendo estoy; que si hoy llega el caso, hoy es el día que te pierdo. NINIAS: Aunque es verdad que en la calma del morir se ve perdida la acción de aquello que es vida, no el ser de aquello que es alma. Alma en mí ha sido mi amor. Luego no la habrá mudado el haberse hoy elevado a esfera más superior. Y así, pues hoy llego a verme tan rendido, no llegó de llorarme el día, pues no llegó el día de perderme. No llores, mi bien, mi cielo. Mira qué pesar me das. ASTREA: ¡Qué tarde, señor, podrás mejorar mi desconsuelo, no siendo tan necia yo, que no conozca, ¡ay de mí! que este día te perdí! NINIAS: ¿Porqué, Astrea? ASTREA: Porque no pueden dos desigualdades tales tener proporción. NINIAS: Amor es dios, y no son distintas dificultades la de una ilustre vasalla y de un rey enamorado. Y cree de mi cuidado que, si cobarde se halla en declararse, es porque no airada mi voluntad novedad a novedad; yo, mi bien, me casaré. Déjame entablar primero en el reino; que no ignoro de la fe con que te adoro, la verdad con que te quiero, Astrea; y cuán tuyo soy, sepa después tu amoroso pecho, pues de ser tu esposo mano y palabra te doy. ASTREA: Y yo a tus plantas rendida, por amor y por respeto, una y mil veces la aceto con el alma y con la vida.
Arrodillase ATREA y él la alza
NINIAS: ¿Qué haces? ASTREA: Este lugar tienen por centro las glorias mías. LIBIA: Licas, señor, y Lisías entrando a esta sala vienen. ASTREA: Pues que yo me ausente es bien, por desvelar su sospecha. NINIAS: Vete, que yo la deshecha haré con Libia también, dando a entender que ella fue con quien hablaba yo aquí.
Vase ASTREA
LIBIA: Pues ¿no basta que de mí te sirvas, señor, en que te avise, sino querer que padezca agora yo malicias de lo que no he llegado a merecer? NINIAS: Esto importa, y no te has de ir. LIBIA Suéltame, señor, la mano. Advierte... NINIAS: Porfías en vano.
Salen LICAS y LISÍAS
LICAS: (¿Esto es mirar o morir?) Aparte LISÍAS: Señor. LICAS: (¡Qué extraños recelos!) Aparte NINIAS: ¿Qué queréis? LISÍAS: Licas y yo venimos... LICAS: (¿Quién jamás vio Aparte tan cara a cara sus celos?) LISÍAS: ...buscándote, porque ha habido una grande novedad. NINIAS: El ingenio y la beldad de Libia aquí divertido me tenía ahora en contarme la tristeza con que está Semíramis, tal que ya aun a mí no quiere hablarme. Decidme vos, ¿cuál ha sido esa novedad? LISÍAS: Señor, Licas la dirá mejor, que es quien la carta ha tenido. LICAS: De Lidia un propio ha llegado, e Irán, señor, me previene, de Lidoro hijo, que viene con grande ejército armado a ponerle en libertad, cuya multitud extraña la más desierta campaña vuelve poblada ciudad. NINIAS: ¿Qué haremos para que haya medio en tan grandes extremos? ¿No será bien que le demos libertad, y que se vaya? LISÍAS: En ningún tiempo, señor, te importa tenerle preso más que agora. A tanto exceso la seguridad mayor la vida suya ha de ser. NINIAS: Dices bien, mas yo quisiera que guerra en Siria no hubiera. LISÍAS: Pues no lo des a entender; que aunque el natural temor en todos obra igualmente, no mostrarle es ser valiente, y esto es lo que hace el valor. NINIAS: Venid conmigo los dos; que los dos habéis de ser los que habéis de disponer el suceso. Libia, adiós.
Vanse NINIAS y LISÍAS
LICAS: Aunque el rey me espere, hablar tengo; que celos que nacen bastardos hijos del mar, son tan vanos que se hacen en cualquier parte lugar. LIBIA Pues antes que me hables, deja que responda a la intención con que tu labio se queja, porque la satisfacción salga al camino a la queja. LICAS: ¿Qué satisfacción, si ha sido la queja de calidad tal, que no la ha permitido? Supuesto que divertido de tu ingenio y tu beldad el rey estaba, y yo vi que tu hermosa mano aquí fue tiranamente aleve, para él áspid de nieve y de fuego para mí. LIBIA: La razón de tus enojos no te la puedo negar; mas los celos traen anteojos de aumento con que engañar a la ambición de los ojos. LICAS: ¿Puede ser que engaño sea lo que vi? LIBIA: ¿No puede ser? LICAS: No, ni que yo te lo crea. LIBIA: Pues si no lo has de creer, no te diré... LICAS: ¿Qué? LIBIA: ...que Astrea es a la que el Rey amó, que hablaba con él aquí; que como a su padre vio venir, se retiró, y yo deshecha de su amor fui. Viendo, pues, que tú venías también, señor, con Lisías, quise irme; pero en vano, porque fue del rey la mano rémora a las plantas mías. Ésta es la verdad; si en nada satisface mi beldad, eso mismo te persuada... LICAS: ¿A qué, Libia? LIBIA: ...a que es verdad, supuesto que es desdichada. LICAS: Libia, ni verdad la creo, ni desdichada la dudo; mas sólo saber deseo si lo que escuché, ser pudo más cierto que lo que veo. Aquello vi, esto escuché: luego licencia tendré de apelar a la experiencia. LIBIA: Yo te doy esa licencia. LICAS: No, no, yo la tomaré. Lince ya de mis pasiones, las palabras, las acciones del Rey es bien que yo vea, y en sabiendo que es Astrea dueño de sus atenciones, cesará aquesta vioencia. A ellos es razón que acuda; que una celosa violencia tarde de costumbres muda, y sufrirá la evidencia. LIBIA: Yo me holgaré de que sea crisol el amor de Astrea, que examine esta verdad. LICAS: ¡Con cuánta facilidad hará que yo se lo crea! LIBIA: ¿Por qué? LICAS: Porque estriba en ella mi vida; porque se halla mi felicidad en vella; y porque voy a buscalla con ánimo de creerla.
Vanse. Salen FLORA y FRISO
FLORA: Pisa con silencio. FRISO: Apenas darán, entre sombras tantas, mudas serías de mis plantas las flores ni las arenas de aquellos jardines; pues bandos distantes se han hecho, todo el valor en el pecho, todo el temor en los pies. FLORA: No me pierdas, ven tras mí. FRISO: Desde que al jardín llegué, desde que en su esfera entré, y desde que te seguí, grande espacio hemos andado, y no sufre el corazón padecer la dilación de tan penoso cuidado un instante más; porque ya es un siglo cada instante. No, pues, dos veces amante quieras, señora, que esté. Dime si eres quien mandó que a verte viniese aquí, y el papel me arrojó. FLORA: Sí. FRISO: ¿Y eres quién me llama? FLORA: No. FRISO: Pues no me dilates más el declararme quién fue. FLORA: Quédate aquí solo; que presto, Friso, lo verás.
Vase FLORA
FRISO: Confusa, pálida sombra, del pasmo, el susto, el pavor, madre infeliz, cuyo horror atemoriza y asombra, dime, ¿dónde me ha traído mi loca temeridad? Y a tu atezada deidad, diosa del sueño y olvido, un templo fabricaré, de triste ciprés compuesto de negro jaspe funesto, el altar, y en él pondré de negro azabache una imagen tuya, tan bella, que trémulamente de ella sea lámpara la luna, en cuyas aras presumo que arda, por más pompa y fausto, sin llamas el holocausto, por no dejar de hacer humo. Dime, pues, dándome indicio de que piadosa te ofreces, y de que el voto agradeces, mientras llega el sacrificio, ¿dónde estoy? ¿Quién me llamó? ¿Y quién esta mujer fue?
Sale Semíramis vestida de luto, con un velo en el rostro, y trae una luz
SEMÍRAMIS: Yo, Friso, te lo diré. FRISO: Pues decidme, ¿quién fue? SEMÍRAMIS: Yo. FRISO: Ya es otra la duda mía, viendo que en aqueste punto a la noche lo pregunto y me lo responde el día. ¿Vos sois la que me llamáis? SEMÍRAMIS: Yo os escribí aquel papel. FRISO: Pues ¿cómo decís en él que honor, vida y ser fiáis, señora, de mi valor, como mujer afligida? SEMÍRAMIS: Porque mi honor, ser y vida, ni es ser, ni vida, ni honor, y de vos fïarlo intento, porque sé que me servís sólo vos. FRISO: Bien lo advertís. ¿Qué mandáis? SEMÍRAMIS: Estadme atento. Yo...mas primero que aquí mi pecho os descubra osado, dedidme vos si restado tendréis valor para... FRISO: Sí. SEMÍRAMIS: Pues ¿cómo de aqueste modo, antes de oír para qué, me respondéis? FRISO: Porqué sé que le tengo para todo. SEMÍRAMIS: ¿Y daisme palabra hoy? FRISO: Sí, señora. SEMÍRAMIS: ¿Antes de oír de qué? FRISO: Sí, que esto es decir que para todo os la doy. Y porque confuso lucho, cuanto imaginéis ofrezco hacer; y si oírlo merezco, decid. SEMÍRAMIS: Escuchad. FRISO: Ya escucho. SEMÍRAMIS: Yo, de Nino mujer, y de él viuda, reino en Siria. FRISO: Mi pecho no lo duda. SEMÍRAMIS: Corrió voz que alevosa muerte le di. FRISO: La envidia es maliciosa. SEMÍRAMIS: Con esta acción Lidoro a Babilonia vino. FRISO: No lo ignoro. SEMÍRAMIS: Díjome que crüel tiranizaba a mi hijo el laurel. FRISO: Presente estaba. SEMÍRAMIS: Por él envié al instante. FRISO: Sé que vino también; pasa adelante. SEMÍRAMIS: Vencí a Lidoro en singular batalla. FRISO: Tu peine lo dirá, no hay que acordalla. SEMÍRAMIS: Volviendo vitoriosa, hallé... FRISO: Nobleza y plebe sospechosa. SEMÍRAMIS: De Ninias esparcido el nombre al viento... FRISO: Aun agora parece que lo siento. SEMÍRAMIS: Del aplauso ofendida... FRISO: Ya lo sé, que el dolor nunca se olvida. Hasta aquí sé de tus desdichas graves. SEMÍRAMIS: Pues oye desde aquí lo que no sabes. Si al corazón que late en este pecho todo el orbe cabal le vino estrecho, ¿qué le vendrá un retrete tan esquivo que tumba es breve a mi cadáver vivo? Yo, Friso, arrepentida de verme, tan a costa de mi vida, en mí misma vengada, vivo, si esto es vivir, desesperada. Esta quietud me ofende, matarme aquesta soledad pretende, angústiame esta sombra, este pavor me asombra, esta calma me asusta, esta paz me disgusta, y este silencio, en fin, tanto me oprime que a un fatal precipicio me comprime. Yo, pues, no quepo en mí, y con nuevo cisma solicito explayarme de mí misma; si con fiera arrogancia me declaro, es faltar a la constancia que prometí, del reino haciendo ausencia, y es poner el laurel en contingencia cuando con señas de mi esfuerzo viles agora mueva yo guerras civiles. Y así, Friso, procuro en la industria hallar medio más seguro; pero antes que la industria te declare, dile a tu admiración que no se pare; que volando en ajenas alas venga, cuando las suyas desplumadas tenga; porque es preciso hallar en esta parte juntos el hablar yo y el admirarte. Ninias es mi retrato; pues con sus mismas señas robar trato la majestad; que, sin piedad alguna ladrona me he de hacer de mi fortuna. A este efecto ya tengo prevenidos adornos a los suyos parecidos, porque aun las circunstancias más pequeñas no puedan desmentirnos en las señas. A este efecto, en aqueste vil retiro, donde un suspiro alcanza otro suspiro, del femenil adorno haciendo ultraje, me he ensayado en el traje varonil, porque en nada me halle la novedad embarazada. Este luto funesto pudiera asegurártelo bien presto, pues hipócrita es, que triste encubre la vanidad que de modestias cubre. A este efecto también me he retirado con tanta autoridad, tanto cuidado, por tener hecha ya la consecuencia de que ninguno llegue a mi presencia. La industria dije ya; pues oye el modo, para que de una vez lo sepas todo. Ya he dicho que ladrona he de ser de su cetro y su corona. Para robo tan grave, el paso me asegura aquesta llave. No hay en todo palacio tan retirado espacio que no registre y más el cuarto suyo; pues por un caracol secreto, arguyo que, ya vencido el miedo con haberío pensado, llegar puedo del rey al cuarto. Cuando las sombras de la noche sepultando su vida estén en el silencio mudo de su sueño, no dudo que, tapando su boca con los fáciles nudos de la toca, podré ciego traerle donde el sol otra vez no llegue a verle, en su lugar quedando yo con mentido sexo, gobernando. Una dificultad hay solamente, y es que dé voces. Ésta ácilmente la he de salvar con que un retrete tengo que para prisión suya le prevengo, donde, aunque a voces con sus penas luche, no es posible que nadie las escuche. Para tan grande empeño me he de valer de ti, después del sueño; porque sola no fuera posible que yo a tanto me atreviera; que aunque es verdad que Licas me ha debido más afectos que tú, (Pierdo el sentido Aparte cuando de ellos me acuerdo, y aun el jüicio es poco que no pierdo.) Viéndote a ti más fino conmigo en la opresión de mi destino, de ti quise fïarme, de ti, Friso, valerme y ampararme. Mujer soy afligida, pues muero sin reinar, no tengo vida. Mi ser era mi reino; sin ser estoy supuesto que no reino. Mi honor mí imperio era; sin él honor no tengo; de manera que, a tus plantas rendida, fío de ti mi honor, mi ser, mi vida. FRISO: Si desde el mismo instante que conocí tu espíritu arrogante no me ofrecí a servirte, fue, señora, por no dejar de oírte, sacando en tan extraño caso de cada voz un desengaño. Tuyo soy, tuyo he sido, de mi elección estoy desvanecido; y sólo te respondo cuando a quien soy osado correspondo; que pues la noche ya caduca baja, empañada en su lóbrega mortaja, declinando en bostezos y temblores la primera lección de sus horrores, hasta el cuarto pasemos del rey, no porque nada efectuemos, sino porque veamos en qué disposición su gente hallamos, para ir previniendo el dónde, el cómo y cuándo. SEMÍRAMIS: Ya te entiendo, y la respuesta sea apagar esta llama. Así se vea cuánto desalumbradas mis locuras aborrecen la luz y obran a escuras. Ven agora conmigo, que yo te he de ayudar. FRISO: Tus pasos sigo. (Cumplióse mi esperanza; Aparte trujo el cielo a mis manos la venganza.) SEMÍRAMIS: Ven, no temas, que cuando no consiga el intento, me basta que se diga que lo emprendí. El concepto de mi idea escándalo de todo el mundo sea.
Vanse. Salen LISÍAS y CHATO con luz
LISÍAS: Cómo vos estáis aquí a esta hora? CHATO: Mi oficio es éste. LISÍAS: Vuestro oficio ¿allá en la caza el ejercicio no tiene? CHATO: Concedo. LISÍAS: Pues ¿cómo lo es el entrar en el retrete del rey a esta hora? CHATO: Escuchadme. Responderé en forma, y breve. Alimentar es mi oficio los perros. LISÍAS: Pues bien, ¿qué tiene que ver eso con entrar aquí? CHATO: Agora lo veredes. Mandóme el rey cien escudos; ninguno escribirme quiere la libranza; siendo así que ha sido, señor, aquéste un puesto que el rey me ha dado, ¿buscarle aquí no conviene, para darle cuenta de él siempre que me le pidiere? LISÍAS: ¡Qué necedades! Por vida del rey...
Sale LICAS
LICAS: ¿Qué rumor es éste? LISÍAS: Ese loco, ese villano, que aquí se ha entrado. LICAS: ¿Qué quieres, Chato, aquí? CHATO: Lo dicho, dicho; no he de decirlo dos veces; que es contra el arte, y habrá un crítico que lo enmiende. LICAS: Vete de aquí. CHATO: Yo me iré. En palacio, finalmente, toda es gente honrada, pero mi libranza no parece.
Vase CHATO
LISÍAS: ¿Qué hace el Rey? LICAS: Medio desnudo, quiso ver unos papeles, y dormido se ha quedado sobre ellos y en el bufete; que ésta es la señal que sólo dan de mortales los reyes. Yo, aunque conozco que ya es hora de recogerse, no me atrevo a despertarle, por el gusto con que duerme. LISÍAS: Bien has hecho. La cortina le corre hasta que despierte y llame. LICAS: Confuso estoy, Lisías. LISÍAS: ¿De qué? LICAS: De verle de un ánimo tan cobarde. No sé cómo se lo enmiende. En esto habemos de hablar. LISÍAS: Salgámonos del retrete; conferiremos los dos cómo corregirse puede este defecto, que en él ha sido natural siempre. LICAS: Dices bien, porque entre sueños algunas veces se entiende lo que se habla. LISÍAS: El llamará, si despertare. LICAS: ¡Qué fuerte pasión es la de los celos! ¿Si el Rey ama a Libia? LISÍAS: Tente. Dejémosle reposar. ¡Oh, quiera el cielo que llegue tiempo en que me desengañe de dudas tan inclementes!
Vanse, y salen SEMÍRAMIS y FRISO
FRISO: Rumor ninguno se oye en todo el cuarto. SEMÍRAMIS: Ya debe de estar recogido. FRISO: No hace; que allí vestido se ofrece, en una silla dormido. SEMÍRAMIS: Mucho extraño que le dejen tan solo. FRISO: Pues por si acaso ha sido descuido éste, y no sucede otra vez, logrémosle hoy que sucede. SEMÍRAMIS: En un pensamiento estamos. FRISO: Las grandes acciones suelen hacerse acaso mejor que cuando se piensan. ¿Quieres que boca y rostro le tape, porque así ni conocerme pueda, ni pueda dar voces, y a tu cuarto me le lleve? SEMÍRAMIS: Sí; toma aqueste cendal, y mientras que tú lo prendes, cerraré esta puerta yo, porque nadie a tiempo llegue que nos estorbe; que luego disculparé fácilmente haberla cerrado, como una vez la acción se acierte. FRISO: Pues a cerrar tú la puerta, y yo, señora, a prenderle. SEMÍRAMIS: Fortuna, si a los osados se dice que favoreces, yo lo soy. FRISO: Infeliz joven, tu desdicha te condene a esta prisión de mortal, puesto que eres rey y duermes.
SEMÍRAMIS cierra la puerta, FRISO entra dentro, suena ruido y cae el bufete
NINIAS: ¡Ay de mí! ¿Qué es esto? Dentro FRISO: Es Dentro un traidor leal, que ofende a su rey con la disculpa de que a su reino obedece. NINIAS: ¡Licas! ¡Lisías! Dentro SEMIRAMIS: En vano con él aquí te detienes. Llévale presto a mi cuarto.
Sale FRISO con NIMIAS en brazos, tapado el rostro y con vestido parecido al de Semíramis
FRISO: ¡Qué mal de mí te defiendes! LICAS: Pasos y ruidos escucho. Dentro LISÍAS: Dentro entremos. Dentro SEMÍRAMIS: Gente viene. LISÍAS: Cerrada la puerta está. Dentro LICAS: ¿Quién hay dentro que la cierre? Dentro SEMÍRAMIS: Perdí la ocasión mejor, puesto que no puede hacerse tan sin ruido, que allá fuera no lo sientan. LISÍAS: ¿Qué pretendes? Dentro LICAS: Abrir la puerta y entrar Dentro a ver qué rumor es éste. SEMÍRAMIS: ¡Ay de mí! ¿Qué puedo hacer? Aunque abran, es fuerza que entren, pues ya la puerta derriban. LICAS: ¿Cómo a mi fuerza rebelde Dentro tanto estás, porfiado cedro? SEMÍRAMIS: Si me voy, y cuando lleguen no hallan a nadie, es hacer que algo en mi daño sospechen. Si llegan a verme aquí y a Ninias no, inconveniente es mayor. Todo, el valor y el ingenio lo remedie.
Desnúdase y queda en jubón
Adiós, femenil modestia; que de esta vez has de verte desnuda de tus adornos, aunque en los ajenos quedes. Esconderé aquestas ropas; depositadas se queden debajo de aqueste lecho.
Esconde los vestidos y salen LICAS y LISÍAS
LICAS: A ser el muro más fuerte, te rindieras a mis golpes. LISÍAS: Señor, ¿qué rumor es éste? SEMÍRAMIS: Ninguno: al sueño rendido estaba, y él, entre leves fantasías, me obligó a que alterado despierte; y así, con aquel furor tropecé y cayó el bufete. LICAS: Luego, ¿aquí ninguno andaba? SEMÍRAMIS: No. LISÍAS: Pues dime: ¿cómo tienes por adentro aquesta puerta cerrada? SEMÍRAMIS: Como yo, al verme con el pavor de aquel sueño, cerré temerosamente, propio afecto de un temor, obrar lo que antes ofrece. LICAS: ¿Que no pueda hacer contigo que no digas que le tienes? LISÍAS: Aunque a tu voz dar es fuerza crédito, a mí me parece que jurara que había oído pasos y habla de más gente. SEMÍRAMIS: Yo sólo estaba.
Sale FRISO
FRISO: Ya queda... (Mas ¡ay de mí!, ¡qué imprudente Aparte volví.) LICAS: Un hombre allí llegó, y al vernos la espalda vuelve. SEMÍRAMIS: ¿Hombre aquí? No, no es posible. LICAS: Ya es fuerza verlo. SEMÍRAMIS: ¿Quién eres? FRISO: Yo soy, Licas. LICAS: Pues ¿tú aquí? LISÍAS: (¡Grave mal!) Aparte SEMÍRAMIS: (¡Empeño fuerte!) Aparte LICAS: (¡Traidor hermano!) Aparte SEMÍRAMIS: Pues Friso, ¿vos sois? Matadle, prendedle.
SEMÍRAMIS habla aparte a FRISO
(No temas; que hacer agora esta deshecha conviene.) LICAS: Yo sacaré de mi sangre el escrúpulo... FRISO: Detente; que en sabiendo el rey a qué y por dónde entré, me tiene que agradecer, no culpar. LICAS: Dilo, pues. FRISO: A él solamente he de decirlo. SEMÍRAMIS: Apartaos todos, porque solo llegue.
SEMÍRAMIS habla aparte con FRISO
Friso, ¿dónde queda Ninias? FRISO: Encerrado en el retrete prevenido para él. SEMÍRAMIS: ¿Vióle alguien? FRISO: Solamente Flora, de quien te has fïado. ¿Qué ha habido acá? SEMÍRAMIS: Mil crueles sospechas; pero ya todas mi ingenio las desvanece, porque ya ninguna toca en lo principal, pues creen que soy Ninias. FRISO: Y di, ¿agora tengo de dejar prenderme? SEMÍRAMIS: No, yo lo remediaré. FRISO: ¿De qué suerte? SEMÍRAMIS: De esta suerte.
Haba alto
¡Oh Friso!, dame tus brazos, pues hoy la vida me vuelves. LISÍAS: ¿Qué es aquello? LICAS: El rey le abraza. SEMÍRAMIS: ¿Qué os admira? ¿Qué os suspende? Todo el enojo con Friso en agrado se convierte. Semíramis, que en fin es madre, y como así me quiere, me envía con él un aviso, en que me dice y me advierte de quién me debo guardar y de quién fïarme. A este fin por su cuarto a esta hora quiso que secretamente bajase; y así, desde hoy más atentos y prudentes vivid todos, porque sé quién me sirve y quién me ofende. LICAS: Señor, ¿pues quién? SEMÍRAMIS: Esto basta que os digo por ahora, y cesen sospechas; que aunque con todos hablo, sólo uno me entiende. Tomad esa luz, entrad a acostarme. (El mundo tiemble Aparte de Semíramis, pues hoy otra vez a reinar vuelve.)
Vase SEMÍRAMIS
LICAS: ¿Qué le habrá dicho? LISÍAS: No sé. LICAS: Mas si la reina le advierte algo, será de los dos. LISÍAS: Temblando quedé de verle airado. LICAS: ¡Extraña mudanza! Friso, ¿qué secreto es este que al rey has dicho? FRISO: Bien grande. LICAS: Pues ¿no podré yo saberle? FRISO: ¿No basta que sepas, Licas, que si cual noble procedes, tendrás hermano y amigo en mí? Pero si no, atiende que soy quien soy, y este acero sabrá a un hermano dar muerte.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

La hija del aire, segunda parte, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002