FORTUNAS DE ANDRÓMEDA Y PERSEO,
auto sacramental-refundición
de Pedro Calderón de la Barca


El texto presentado aquí fue preparado por José María Ruano de la Haza y publicado por Edition Reichenberger (Kassel, 1995). El texto se presenta aquí con el permiso generoso de su editor. La edición de esta refundición y auto original se basan en los manuscritos ubicados en la Biblioteca Históica de Madrid. Por favor, consulten los detalles y notas completas en aquella edición. Este texto fue re-editado en forma del HTML para presentarse en esta colección por Vern Williamsen en 1997.


Personas que hablan en él:
Salen los MÚSICOS, arrímanse al lienzo del vestuario y van saliendo la GRACIA con un espejo, la INOCIENCIA con un manto imperial en una fuente y la CIENCIA con un sombrero de plumas en un azafate y el ALBEDRÍO de loco, y detrás de todos ANDRÓMEDA vistiéndose
MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, deidad de este monte, beldad de esta selva, ufano los cuente el mayo con flores, feliz los señale el sol con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡El espejo!
Mirándose
Peregrina es en todo mi belleza. ¿Qué, Humana Naturaleza, te falta para divina? Los cielos no hicieron, no, cosa, en todos sus modelos, más hermosa, Ni aun los cielos son tan bellos como yo; pues sus orbes de cristal obra inanimada han sido y yo, con alma y sentido, soy fábrica racional. Mi madre la Tierra es; mi padre el Mundo se llama; inmortal soy y mi fama iguala a los cielos, pues borrar no podrá aunque revuelva el sol su edad presurosa. MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, deidad de este monte, beldad de esta selva." ALBEDRÍO: Infanta, idos poco a poco; que, si altiva a veros llego, vos tendréis la culpa, y luego dirán que yo soy el loco; pues, siendo vuestro Albedrío, según dicen por ahí, vos usaréis mal de mí y vendrá el error a ser mío. GRACIA: Bien en el limpio cristal que mi voluntad ofrece tu beldad se desvanece; pues siendo la original Gracia yo, en que te has contemplado, cuando en mí viéndote estás, ningún defecto hallarás. ALBEDRÍO: Sí; mas temed que, manchado, su espejo eclipse esa pura luna y, algún día, veáis un cadáver cuando vais a mirar una hermosura. Temed del tiempo las huellas, para que vuestros verdores... MÚSICA: "...ufano los cuente el mayo con flores; feliz los señale el sol con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡El manto! ¿Quién competencia puede hacerme?
Pónela el manto la INOCIENCIA
INOCIENCIA: Al sol te igualas y más cuando con las galas te adornas de la Inociencia. Yo lo soy y así codicia mi amor tan suma excelencia. ALBEDRÍO: Talle tiene ésta y no ha [ciencia] de ser muy presto malicia.
Llega a la CIENCIA
ANDRÓMEDA: ¡Las plumas! ¿Tú las traías? Sí. CIENCIA: [La] Natural Ciencia soy y, así, las plumas te doy, para volar desde aquí, con las alas de mis plumas, a la superior esfera. ALBEDRÍO: Volad, pero de manera que no deis con las espumas.
Sale el MUNDO
MUNDO: Sabiendo que te vestías hoy de gala, te he traído aquestas joyas, que han sido
Trae joyas en un azafate
parto a las venas mías; que en sólo adorarte fundo mis días. ALBEDRÍO: ¡Albricias!
Abrázale
CIENCIA: ¿De qué? ALBEDRÍO: De que yo hoy al Mundo hallé, estando perdido el mundo. Tomad de él, pero sea poco: tendréis menos que tornar. ANDRÓMEDA: Volved, volved a cantar, que está muy necio este loco. ALBEDRÍO: Siempre que así hablar resuelva lo tendrán por triste cosa. MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, deidad de este monte, beldad de este selva." ANDRÓMEDA: ¿Cúya aquesa letra es? CIENCIA: Letra y tono es mío. ANDRÓMEDA: No dudo que uno y otro sólo pudo ser desvelo tuyo; pues siendo, en el felice estado de tanto aplauso inmortal, tú la Ciencia Natural, de que el cielo me ha ilustrado, sólo tuyo ser podía afecto que tanto mueve, porque a la Ciencia se debe la música y la poesía. Y, aunque es verdad que jamás nada tanto me [ha] agradado, solamente he reparado en el nombre que me das. ¿Por qué Andrómeda; y por qué, ya que el Mundo disfrazaste, de esa suerte me llamaste? CIENCIA: Escucha y te lo diré. La Natural Ciencia soy, de que, como has dicho aquí, el cielo te ilustró. ANDRÓMEDA: Sí. CIENCIA: Como investigando voy altas cosas cada día, entre imágenes no vanas, letras divinas y humanas revolvió [la] fantasí[a]. En unas y otras hallé, testigo San Isidoro, que el bello resplandor del oro, que en tu hermosura se ve, Andro damas en el griego idioma el sentido iguala; y Andrómaca es quien señala. Enrico Estephano luego dice que andromas, en sacro estilo, es florida edad; y androdea, la deidad, la estatua o el simulacro. Yo --viendo que señas tantas convienen en mi favor, pues al más puro esplandor tu perfección adelantas, siendo quien con más virtud señala el sumo poder de su Autor al florecer la edad de su juventud, y siendo quien ser alcanza, simulacro soberano, viva estatua de su mano, labrada a su semejanza-- de todos estos sentidos que en sí el Andro damas trae, androeas y androae y andromacas reducido
El ALBEDRÍO está atento
un nombre propio saqué, viendo convenir en ti todas sus señas, y ansí Andrómeda te llamé, para que mayor grandeza esté atenta a este acto, viendo quién es Andrómeda, siendo la Humana Naturaleza. ALBEDRÍO: Yo creí que era jarabe cuando tanta dragma vi. Vete, no esté junto a mí hombre que hablar griego sabe. ANDRÓMEDA: La respuesta me ha agradado y, por lograrte el concepto en lo alegórico, acepto ese nombre que me has dado. Ninguno me llame ya de otra suerte; y, pues el prado, de colores esmaltado, hermoso albergue nos da --siendo, en gloria del pincel que nos admira y asombra, cada matiz una alfombra, y cada copa un dosel, pues en tonos diferentes divierten nuestras congojas los compases de las hojas, las cláusulas de las fuentes, cuyos conceptos suaves, por toda aquesta campaña, sonoramente acompaña la música de las aves--, venid vosotros cantando por esa orilla del mar. Hoy pretendo desvelar mi tristeza admirando esa playa, que con suma soberbia al cielo retrata,
Paseándose
inquieta selva de plata de quien es hierba la espuma. MUNDO: Razón tiene tu atención de admirar su maravilla. ALBEDRÍO: Sí; y en ser desde la orilla tiene mucha más razón, que yo, por cuanto ha engendrado el sol, no entrara a nadar en él. INOCIENCIA: ¿Por qué? ALBEDRÍO: Porque el mar no es gracioso, aunque es salado. MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, deidad de este monte, beldad de esta selva..."
[El DEMONIO, dentro]
DEMONIO: "...ni ufano los cante el mayo con flores, ni el sol los señale feliz con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡Esperad! ¿Qué confusión tan triste y tan singular se escucha dentro del mar?
Dentro trueno
MUNDO: Prodigios no vistos son los que en sus senos encierra.
Otra vez y salen llamas del lado del tablado donde ha de estar la apariencia
CIENCIA: Es verdad, pues en sus senos con relámpagos y truenos, amenaza cielo y tierra. GRACIA: Colérico, altivo y ciego, rayos a escupir se atreve. INOCIENCIA: ¿Quién vio volcanes de nieve, siendo los mares de fuego? GRACIA: No hay orbe a quien no se atreva su verdinegro arrebol. INOCIENCIA: A ser cíclope del sol sobre sí mismo se eleva.
Ábrese un escotillón y sale un monstruo marino, tan grande que por la boca pueda caber un hombre
ANDRÓMEDA: Ya en partidos horizontes sorberse sus luces fragua, poniendo montes de agua sobre piélagos de montes. ALBEDRÍO: Y aún no es eso lo peor, sino que arrojando llamas, monstruo de conchas y escamas, nace un prodigio. TODOS: ¡Qué horror! ANDRÓMEDA: Cortando la bruma helada, INOCIENCIA: Ya no nada, sino vuela.
Mueve las alas y anda un poco
ALBEDRÍO: ¿Vuela? CIENCIA: Sí. ALBEDRÍO: ¿Y eso es nonada? Es muchísimo. CIENCIA: Tal vez empaña el sol con su aliento.
Arroja fuego por la boca
ANDRÓMEDA: Ya es pájaro sobre el viento quien fue sobre el agua pez. Huid todos, huid de aquí, que sobre nosotros viene. ALBEDRÍO: ¡Ay, qué boca! ¡Ay, qué alas tiene y cola! ¡Triste de mí! CIENCIA: ¡Qué ansia! INOCIENCIA: ¡Qué asombro!
Vase [la INOCIENCIA]
GRACIA: ¡Qué espanto!
Vase [la GRACIA]
ANDRÓMEDA: ¡Qué admiración! ....................................
Vase [ANDRÓMEDA]. Vanse cada uno por su puerta huyendo
MUNDO: ¿Contra el Mundo, cielo santo? Dime: ¿con qué aplacaré el ceño con que me miras? ¿Cómo tus sagradas iras mover y templar podré? ¿Cómo de tanta fiereza podré esconderme y librarme?
[Habla el DEMONIO dentro]
DEMONIO: Sólo con sacrificarme de Andrómeda la belleza. MUNDO: Si huyendo de ti la veo, con su Albedrío y su Ciencia, con su Gracia y su Inociencia, tus oráculos no creo, que mientras proceda cuerda no teme tus iras.
Vase. Sale por la boca del dragón el DEMONIO y se vuelve a esconder
DEMONIO: ¿No? Pues ya voy a tiempo yo para que todo lo pierda. El profeta Isaías, viendo morir en las espumas frías de mi explandor la llama, bestia del mar en alta voz me clama; y el lucero sagrado de la Iglesia, Basilio, que ilustrado con rayos del sol mismo es de las ciencias piélago y abismo, viendo a las ondas mi ira reducida, feroz marino monstruo me apellida, por mirar a mi cuenta la borrasca del mundo y la tormenta. Con estas opiniones, y con que siempre son tribulaciones las aguas en la pura, misteriosa lección de la Escritura, ¿quién dudará que puedo nacer --a dar tribulación y miedo, el centro confundiendo cristalino-- de esa bestia feroz, de ese marino monstruo, que, siendo en los escollos foca, víbora aquí me pare por la boca? Alto empeño me guía, pues a turbar el rosicler del día se atreve mi veneno. ¡Oh tú, que el pavoroso obscuro seno del centro solicitas escondida, tributo inacesible de la vida, reparación penosa de la más dulce unión amorosa, madre horrible del sueño, alimentada furia del beleño, susto de los mortales línea a los bienes, término a los males, mesonera del llanto, huéspeda de los reinos del espanto, reloj de los momentos, precisa acotación de los alientos, sima del tiempo y tumba de la fama, triste y pálida muerte...!
Va subiendo un escollo; ábrese arriba y sale de él la MUERTE
MUERTE: ¿Quién me llama ? DEMONIO: Quien hoy valerse de tu ser intenta. MUERTE: Ya te conozco. DEMONIO: Pues escucha atenta. De rebeldes espíritus caudillo... MUERTE: La Apocalipse sé, no hay que decillo. DEMONIO: ...al mismo Dios le presenté batalla. MUERTE: Ezequiel lo dirá; no hay que contalla. DEMONIO: Diome a ver en bosquejo una belleza,... MUERTE: Ya sé que fue la gran naturaleza. DEMONIO: ...ocasión al despecho, que hasta hoy lloro. MUERTE: Lo rencoroso de tu ser no ignoro. DEMONIO: Y lleno de temores y recelos... MUERTE: También sé lo rabioso de tus celos. DEMONIO: ...sentí al instante el fuego que en mí lidia. MUERTE: Ya conozco el veneno de tu envidia. DEMONIO: En fin, perdí la acción en lid tan dura..., MUERTE: El bien, la luz, la gracia y la ventura. DEMONIO: ...quedando de mi patria desterrado... MUERTE: ...a perpetuas tinieblas condenado. Hasta aquí sé de tus fortunas graves. DEMONIO: Pues oye desde aquí lo que no sabes. Ese dulcísimo encanto, ese bellísimo asombro de la hermosura --a quien yo hoy por no adorar adoro, usando en mí de los dos afectos más poderosos, más encontrados y opuestos, que son el amor y el odio--, tan postrado, tan rendido, tan sujeto y tan absorto me tiene que, hasta que pueda llamarla mía, dispongo no perdonar al deseo medio ninguno de todos cuantos discurre un amante y cuantos piensa un celoso. Andrómeda la ha llamado la voz de no sé qué tono que hoy, en la tranquilidad de su paz, compuso el ocio. En esta causa, porque, viéndome marino monstruo, su disfraz y mi disfraz convengan el uno al otro, embrión de las escamas y de las ondas aborto salí [a] aqueste sitio, envuelto en agua, fuego, humo y polvo, donde, siguiendo la impresa que tan a mi cargo tomo, por ladrón he de llevar en el escudo del rostro esculpido "Finis-Ero," pues de sus dichas y gozos he de ser fin; cuya letra nombre me ha de dar famoso de Fineo, pues Fineo o "Finis-Ero" es lo propio. Este nombre y otro traje han de hacer que tenga en poco su felicidad, trazando mis engaños ingeniosos que su Ciencia Natural, creyendo que será como Dios, aspire a ser divina; haciendo después su loco Albedrío, a la Ignociencia, malicia al instante propio; y, a la original justicia, culpa original; de modo que, por aqueste delito, mande el verdadero Apolo que la entreguen a la bestia del mar, atada al escollo de la muerte, a cuyo grande fin, a cuyo empeño heroico, te he invocado, porque juntos muerte y pecado no ignoro que darán pavor al cielo, que darán al mundo asombro, confundiendo y alterando la máquina de esos polos, que parte la luna a giros y el sol ilumina a tornos. MUERTE: Capaz, ¡oh, Fineo valiente! --que ya como a tal te nombro, concurriendo a tus intentos del engaño generoso que te anime a tanta empresa--, a ayudarte me dispongo; que también me importa a mí introducirme; si noto que ha de ser por el pecado --como dirá el vaso docto de elección--, de tus victorias no la menor parte logro. Andrómeda, según dices, se ha llamado; pues sea en todo Andrómeda. DEMONIO: ¿De qué suerte? MUERTE: Haciendo ahora nosotros que sea cómplice su madre en su delito penoso. DEMONIO: ¿Qué conseguimos? MUERTE: Dos cosas. Una, cumplir con el docto; y otra, que conozca el mundo que el hijo, en su patrimonio, de la culpa de sus padres es heredero forzoso. DEMONIO: ¿No fue su madre la tierra? MUERTE: Sí. DEMONIO: Pues ella, ¿de qué modo ha de ser cómplice? MUERTE: Dando ella misma el riguroso veneno que a tu afición la atraiga; y puesto que somos áspides, la ficionemos sus aguas, frutos y troncos. DEMONIO: Dices bien; y así el nocivo veneno que dentro formo del pecho, con mis alientos en aqueste fuente pongo; mas ¡ay de mí! MUERTE: ¿Tiemblas? DEMONIO: Sí. Con mil suspiros me ahogo y con mi fuego me abraso. MUERTE: ¿Por qué? DEMONIO: Porque reconozco que antes ha de ser el agua el antídocto piadoso deste veneno. MUERTE: En las bellas flores le arroja. DEMONIO: Tampoco, que en todas ellas no hay flor que con feliz adorno otra flor no signifique, que esenta al cierzo y al noto no han de poder marchitarla de mis suspiros los soplos. MUERTE: Empozoña estas vides. DEMONIO: El mismo daño conozco. MUERTE: Tala estas mieses. DEMONIO: No puedo. MUERTE: Pues, ¿por qué? DEMONIO: Porque en el oro de ambos granos, encubierto, están divinos tesoros de pan y vino, a quien yo, aun visto en sombras, me postro. MUERTE: ¿Estas olivas? DEMONIO: También han de ser materia de otro sacramento, a quien sirva la piadosa unción de otro. MUERTE: De algún árbol inficiona la fruta. DEMONIO: Eso sí; éste escojo.
Tócale con la mano
MUERTE: Y yo el Árbol de la Muerte desde este instante le nombro. DEMONIO: ¿Qué haremos para [a]traer por aqueste sitio umbroso a Andrómeda? MUERTE: Su Albedrío, discurriendo como loco, viene hacia aquí. Si los dos le cogemos, cauteloso, ella se vendrá tras él y entonces dará en nosotros. DEMONIO: Escóndete entre las ramas.
Sale el ALBEDRÍO
ALBEDRÍO: ¿Si se habrá ya el señor monstruo za[m]bullido en las espumas; o si se habrá --estoy medroso--, por su galante capricho, salido a pasear un poco a tierra? Paso no doy que no pienso que le topo. ¡Ay, culebras por aquí andan! Mas no; ahora conozco que es corto de vista el miedo, pues que siempre trae antojos. MUNDO: ¿Llegas? DEMONIO: Ya llego.
Cógele del brazo; él no vuelve a ver quién es
ALBEDRÍO: ¡Ay de mí! Cogióme el señor demonio. DEMONIO: No des voces. ALBEDRÍO: ¿Cómo no? Si me come más, un poco de aquese brazo ha de ser; que éste en el cielo le pongo. MUNDO: ¡Calla!
Cógele el otro brazo
ALBEDRÍO: En tiple habla y en bajo; y aún no suena bien el tono con estar cabal el duo. Ya come un brazo, ya otro. ¡Ah, nadie tan liberal- mente saleado como yo! Ya no medraré en mi vida, por bien que sirva, si noto que nadie medra sin brazos. DEMONIO: ¡Calla, necio! MUNDO: ¡Calla, loco! ALBEDRÍO: Calle quien come; que yo no he de callar, pues no como. ¡Piedad, cielos! DEMONIO: No los llames. ALBEDRÍO: ¡Sí quiero! Cielos piadosos, ¿no hay quien me socorra?
Dentro PERSEO, y sale luego con la espada desnuda y un escudo con un espejo y una banda en el rostro
PERSEO: Sí, que por ellos yo respondo en favor del afligido. ALBEDRÍO: Pues yo lo estoy; y no poco. PERSEO: ¡Soltad la presa, villanos! DEMONIO: ¿Quién eres? Que no conozco las señas de tu semblante, con saber que lo sé todo. PERSEO: Soy quien no has de conocer hasta tiempo más forzoso. MUERTE: Yo tampoco sé quién eres, con el disfrazado embozo de aquesta banda que es tupida nube del rostro. PERSEO: Basta que sepas que soy quien puede vencerte solo. ALBEDRÍO: ¡Miren los que me agarraban! A no pensar que eran otros, a fe que los hubiera temido del mesmo modo. PERSEO: ¡Huid, cobardes! DEMONIO: A tu voz, mudo he quedado y rabioso. MUERTE: Yo, tan rendida a tu vista, que aliento y razón no formo. DEMONIO: Sepa yo, sepa quién es de quien mi valor heroico rendido va. MUERTE: Sepa yo quién le da asombro al asombro. PERSEO: Mi ser, hasta otra ocasión, no es penetrable a vosotros; y así basta que sepáis que soy quien puede animoso hacer libre al Albedrío, con que a los tres os informo
Pásale a su lado
de mi valor y poder; pues con un amago sólo, pongo a los dos en huida y a él en libertad pongo. DEMONIO: Ten el acero que esgrimes, que es rayo que me da enojos.
Vase [el DEMONIO]
MUERTE: Tapa el escudo que a visos me está ligando los ojos.
Vase [la MUERTE]
ALBEDRÍO: Rebozado caballero, sepa que yo soy un tonto; y los tontos no sabemos agradecer.
Salen ANDRÓMEDA, y CIENCIA, INOCIENCIA y GRACIA
ANDRÓMEDA: ¿Qué alboroto ha sido éste? ALBEDRÍO: A muy buen tiempo venís a darme socorro. Si antes no hubiera venido este joven valeroso, de dos culebras hubiera sido sangriento despojo. ANDRÓMEDA: El favor que a mi Albedrío habéis hecho, reconozco. PERSEO: (¡Qué peregrina belleza! Aparte ¡Qué sujeto tan hermoso!) ANDRÓMEDA: Y así, para agradeceros la ación, quitad el embozo. Sepa quién sois. PERSEO: Cuanto puedo de mí decir yo. ANDRÓMEDA: Ya os oigo. PERSEO: En alta patria nací, príncipe heredero solo del mayor de los imperios que contiene ese azul globo. Mi valor, siempre invencible; mi espíritu, siempre heroico, a grandes cosas me llaman; con tan noble, tan piadoso y tan desinteresado fin en mis hechos, que sólo el asumpto de mis obras es el hacer bien a todos; a cuyo efecto, encubierto, buscando venturas corro el mun[d]o, porque aún no es tiempo de andar de otro modo; y así, hasta hoy, si no en sombra, ninguno me ha visto el rostro, [salvo] de Moisés la zarza, y de Isaías el trono, de Gedeón el rocío y de Elías el favonio. Mi nombre es Perseo, no tanto porque en el griego no ignoro que significa la guerra, y yo en hebreo me nombro Sabanot, dios de batallas, y viene a ser uno propio, como porque en el latino idioma examino y noto que es el que obra per se quien no depende de otro; y así yo, que independiente y absoluto por mí obro, en griego, hebreo y latino Perseo por nombre tomo. De mis más altas empresas, de mis hechos más famosos, fue que el atlante, que quiso tener el cielo en sus hombros y aun levantarse con él, le venzo, derribo y postro. Luego a Medusa --que era su misma soberbia asombro del mundo, pues convertía hombres en fieras y troncos, porque la culpa los hace irracionales, bien como David lo siente--, sabiendo que su veneno dañoso en la vista le tenía --que el ver es daño de todos--, este escudo de cristal prevengo, con que dispongo que, viéndose en mis verdades, muriese a su ponzoñoso veneno, que es el pecado basilisco tan rabioso que, si a sí solo se mira, se dará muerte a sí propio, al tósigo de su vista inmóvil. Llego y la corto el cuello, cuya cabeza crinada, piélago undoso de culebras por cabellos, fue de mi valor despojo; de cuya ruina, corriendo mil desatados arroyos, nació aquel caballo en quien me vio Ezequiel victorioso, con alas en vez de espuelas, navegar del viento el golfo hasta llegar a la cumbre de aquel monte misterioso, cuya cristalina fuente tiene por gracia hacer doctos. Y pues ha sido el pretexto de mis alientos brïosos hacer bien, no es el menor, ¡oh bello prodigio hermoso!, avisarte que las frutas destos jardines y sotos inficionadas están. Si agradecida al socorro de tu Albedrío --a quien libre y a tu servicio otorgo--, tem[i]eras su libertad, me paga Andrómeda sólo con no gustar esa fruta; advirtiéndote que todos tus riesgos son esos mares, este árbol y aquél escollo.
Vase [PERSEO]
ANDRÓMEDA: ¡Oye, espera! ¿Dónde vas? Mira que no puedo, no, pasar adelante yo, quedándose el viento atrás. Mucho que dudar me das, viéndote en ación tan rara. La cara encubres. Repara en que el que hace mal es quien la esconde; que el que hace bien, siempre lo hace cara a cara. No con tanta ligereza huyas, que nunca fue indicio la fuga del beneficio, ni el temor de la fineza. Vuelve, y no a mi sutileza ocasiones a dudar; no me des qué sospechar, pues me das qué agradecer; que no es hacerme un placer dejarme con un pesar. Más veloz que el mismo viento vuela. En vano voces doy. ALBEDRÍO: Libre y sano y bueno estoy. Salto y brinco de contento. CIENCIA: Pues, ¿de qué es el sentimiento, señora, con que has quedado? ANDRÓMEDA: No sé qué pena me ha dado acá en la imaginación.
Salen la MUERTE y el DEMONIO, vestido de jardinero
MUERTE: Aquesta es buena ocasión, pues que vienes disfrazado, para entablar tu deseo. ALBEDRÍO: ¡Ay! ¿Quién anda por allí? GRACIA: ¿Qué es eso, Albedrío? ALBEDRÍO: Hacia aquí, no sé qué bultos me veo. ANDRÓMEDA: No temas. ¿Quién es? DEMONIO: Fineo, un jardinero, señora, que en estos cuadros ahora ocioso tiene el afán, porque sus flores están vanas con tan bella aurora; de suerte que será en vano labrarlas. ANDRÓMEDA: ¿Por qué? DEMONIO: Porque puliéndola vuestro pie, ¿qué tiene que hacer mi mano? ANDRÓMEDA: Jardinero, cortesano sois. DEMONIO: No os espante oír a un labrador discurrir tal vez, porque puede ser que sirva por merecer, si es merecer el servir. ANDRÓMEDA: ¿De dónde sois? DEMONIO: De otra esfera, más alta, rica y mejor. ANDRÓMEDA: ¿Qué erais allá? DEMONIO: Labrador soy aquí. Lo que allá era no lo sé, que no quisiera ponerme en obligación de deciros mi pasión, por no decir, ¡ay de mí!, que sois vos por quien perdí patria, estado y opinión. ANDRÓMEDA: Basta, que tampoco quiero ponerme yo --¡qué pesar!-- en ocasión de escuchar tan discreto jardinero. DEMONIO: Sólo serviros espero. ANDRÓMEDA: Pues hablemos de otra cosa. ¿Qué labráis? DEMONIO: Esta vistosa fruta. ANDRÓMEDA: Es en extremo bella. DEMONIO: Pues hay más misterio en ella que ser en extremo hermosa. ANDRÓMEDA: ¿Cómo? DEMONIO: La tierra que fue la que la fructificó lo sabe. ANDRÓMEDA: Ella el ser me dio; yo se lo preguntaré. MUNDO: Tierra soy; yo lo diré, pues tierra por mí serás. DEMONIO: Llega; de ella lo sabrás. ANDRÓMEDA: Madre tierra, ¿cuál ha sido este misterio escondido? MUNDO: Come y como Dios serás. ANDRÓMEDA: ¿Que como Dios seré? INOCIENCIA: Advierte que es ése el inficionado árbol que te han señalado; no sea esta voz de la muerte.
Retíranse y pónense las tres como han de ir representando: la INOCIENCIA la detiene y el ALBEDRÍO tira de ella y pasa
ALBEDRÍO: Llega y mejora tu suerte. ANDRÓMEDA: Quita, que es impertinencia negarme a tanta excelencia. DEMONIO: Ya de mi engaño confío, pues siguiendo al Albedrío atropella la Inociencia. CIENCIA: No llegues, pues del mortal veneno estás avisada.
Lo mismo
ALBEDRÍO: Llega, que es fruta extremada. ANDRÓMEDA: Si puedo hacerme inmortal, Ciencia, Ciencia natural, ¿por qué tu voz me aconseja que no llegue? CIENCIA: Por la queja que tendrás del saber mío.
Pasa
DEMONIO: Ya siguiendo al Albedrío, la natural Ciencia deja. GRACIA: Mira bien adónde vas. ANDRÓMEDA: ¿Qué he de mirar? Voy a ser inmortal; voy a saber si es que puedo saber más. GRACIA: ¿Pasos a mi pesar das? ANDRÓMEDA: Sí. GRACIA: Mira. ANDRÓMEDA: Nada acuerde tu temor. ALBEDRÍO: Su pompa ver he desnuda. ANDRÓMEDA: De ti me fío. DEMONIO: Ya siguiendo al Albedrío su natural Gracia pierde. ANDRÓMEDA: Árbol que fructificó la madre tierra, de ti he de gustar. Toma la fruta y cómela ¡Ay de mí! ¿Quién vista y luz me [quitó] vida, alma y sentido? DEMONIO: Yo. ANDRÓMEDA: Grave pena, dolor fuerte, ¿adónde iré por no verte?
Huyendo de él tropieza y, al caer hacia donde está la MUERTE, ella le tiene en los brazos
MUERTE: Quien ya ha podido pecar, ¿adónde ha de ir si no a dar en los brazos de la muerte? ANDRÓMEDA: ¡Ay, infelice de mí! Faltóme el día. DEMONIO: Mi triunfo empiece, pues su día acaba. CIENCIA: ¡Qué de cosas ignoro que sabía! INOCIENCIA: (¡Oh, qué de cosas sé que yo ignoraba!) Aparte ...............................[-ía] ..............................[-aba]. ALBEDRÍO: En todos hay mudanza; en el ser mío no, que siempre fue libre el Albedrío. DEMONIO: Corone de laureles mi arrogancia la altiva frente de su heroica ciencia. ...............................[-ancia] ...............................[-encia] ...............................[-ancia] ...............................[-encia]
[Voces dentro]
VOCES: ¡Muera Andrómeda! OTROS: ¡[Andrómeda] muera, siendo entregada a la marina fiera! MUERTE: Ven adonde tu voz el cristalino orbe penetre, para que entregada Andrómeda al feroz monstruo marino se vea al escollo de la muerte atada. DEMONIO: No dudes que el oráculo divino del verdadero Apolo, pronunciada su sentencia, en voz diga repetida: "quien la gracia perdió, perdió la vida."
Vanse los dos
ANDRÓMEDA: ¡Qué sentencia, ay de mí, tan rigurosa, ésta que contra mí pronuncia el viento! ¡Oh, madre tierra, cuánto temerosa la planta ya sobre tu esfera asiento! Tú, que me diste el ser; tú, que la hermosa fruta me diste para mi sustento, me das ya sólo espinas, sólo abrojos; sí, que heredera soy de tus enojos. Las aves que domésticas me estaban, las fieras que obedientes me asistían, los peces que en la orilla me esperaban, todos se me rebelan y desvían; todos son contra mí, ¡desdicha grave!: la flor, la fuente, el pez, la fiera, el ave. La luz me falta, el día se obscurece, el cielo titubea, el sol delira, el labio tiembla, el pecho se estremece, huye el aliento, el pecho se retira, palpita el corazón, la luz fallece, todo es mal, todo es pena, todo es ira, la tierra hiere y el aire me traspasa, el mar me anega, el resplandor me abrasa. Tú, Ciencia, tú, supuesto que informada de todo estás, ¿habrá dónde me ampare?
Llorando [CIENCIA]
CIENCIA: Yo nada sé; no me preguntes nada, pues ya sólo sabré lo que estudiare. ANDRÓMEDA: Inociencia, ¿qué haré? .......[-ada] ..............................[-are] .............................. .............................. Pues tú sólo, Albedrío -- ¡ay de mí!-- eres en quien mudanza no hay, en ti confío. ALBEDRÍO: Toma un consejo y haz lo que quisieres, que éste siempre será parecer mío, pues para el bien o el mal que tú eligieres dispuesto me hallarás, que el Albedrío no tiene acción. ANDRÓMEDA: Si todos huís, ¿qué mucho que diga aquella voz que triste escucho...?
Dentro voces
VOCES: "¡Muera Andrómeda, muera!" OTROS: "siendo entregada a la marina fiera."
Sale el MUNDO alborotado
MUNDO: ¿Qué voz, Andrómeda, es ésta que en tierra y mar se publica, y todo el mundo la tiembla? ANDRÓMEDA: Sólo sé que, por no oírla, quisiera volverme al centro de la tierra y que las mismas entrañas de quien nací me sepultaran en vida. MUNDO: Ciencia, ¿qué es esto? CIENCIA: No sé. MUNDO: ¿Tú ignoras? CIENCIA: ¿De qué te admiras? MUNDO: Gracia, ¿qué es esto? GRACIA: Una culpa. MUNDO: ¿Culpa? GRACIA: Sí. MUNDO: ¿Tú fiscalizas? ¿Inociencia? INOCIENCIA: Que no es nada. ¡Ay!, que fue cierta niñería sobre cosas de comer que no importan. MUNDO: ¿Tú, malicia? Trocados os hallo a todos. ALBEDRÍO: A mí no. MUNDO: ¿No hay quien me diga qué ha sido esto?
Sale MERCURIO con alas y el caduceo en la mano, hecho en una espada
MERCURIO: Sí. MUNDO: ¿Quién? MERCURIO: Yo, que soy la sabiduría del Júpiter soberano; y así, en mí la imagen miras de Mercurio, que es la ciencia. Talares y alas lo digan y ese caduceo que hoy es vara de su justicia. Andrómeda desdichada, y en triste punto nacida, pues naces para escarmiento de otros, ¿qué mayor desdicha? La Tierra, tu madre, viendo las flores que la matizan, los árboles que la adornan, plantas que la fructifican, frutos que la desvanecen y animales que la habitan, oponerse al cielo quiso, presumiendo que compita, no sin ventaja, su verde pompa aquella cristalina azul fábrica en que tiene el gran Júpiter su silla; a cuyo efecto, creyendo que ella eternizar podría sus hijos y, como el cielo, darles la gracia y la vida, engendró la venenosa planta que, fiera y nociva, tocaste, sin reparar en que del daño te avisa la segunda voz de quien el Albedrío te libra. El Júpiter verdadero, que es el que los rayos libra --de quien yo ministro soy--, por aquesto te castiga; siendo la de esta sentencia, que contra ti se publica, que atada a un escollo mueras
Tiembla
--porque con esto confirma que es la culpa de los padres la que nos ata y nos liga con la más fuerte cadena--, entregándote a las iras de aquesa marina foca que hoy el mundo atemoriza. Sal de los jardines; deja
Extremécese
el palacio donde habitas. Y pues aquesta sentencia, según presente justicia, a todos toca escucharla, a todos toca el cumplirla.
Vase [MERCURIO]
ANDRÓMEDA: ¡Yo, sí! Como hablar no puedo, y pues de aliento me privan mis penas, el corazón, ya que no pronuncie, gima. MUNDO: Andrómeda, yo no puedo oponerme a las divinas sentencias; el Mundo soy y estoy esperando un día que una llama me consuma o que un diluvio me rinda; y así, Andrómeda, heredero he de ser de tus desdichas. ANDRÓMEDA: ¡Padre, señor! MUNDO: Esto es fuerza. El oro, las joyas ricas de que te adorné, me vuelve. Cuantas fueron de mí unidas, vuelvan a mí.
Quítaselas
ANDRÓMEDA: Ved, mortales, que el mundo, cuanto da, quita; y son sus bienes prestados. ALBEDRÍO: ¿Que haya mujeres que pidan viendo que el mundo que corre es tan ruin que, a cualquier riña, hay lo de "vengan mis joyas?" MUNDO: Las tres, con esta acción misma, la id despojando de todas las galas que en ella brillan. GRACIA: La hermosura que te di, siendo original justicia, pues que soy Gracia, me vuelve. En este cristal te mira.
Pónele un espejo, pintada la muerte
ANDRÓMEDA: No me le pongas delante, que el mirar me atemoriza, trocados tantos claveles y tantas rosas marchitas. Cadáver es mi hermosura; ya la veo. ¡Quita, quita! Y pues falta el edificio, no me hagas llorar la ruina. ALBEDRÍO: Lo mismo ve aquella vieja cuando al espejo se mira, y no hace esos aspavientos por lo mejor que se pinta. CIENCIA: Deja esas plumas que fueron de tu vanidad altiva, supuesto que el aire ya las aja mas no las riza.
Quítaselas
ANDRÓMEDA: Toma, Ignorancia, y pues fuiste Ciencia, esas plumas aplica; que ellas quizá te darán lo que ellas quizá te quitan. ALBEDRÍO: Conforme las emplease, que si las da a la Poesía sólo tendrá bueno... CIENCIA: ¿Qué? ALBEDRÍO: ...que no morirá de ahita. INOCIENCIA: Las galas de la Ignociencia ya es justo que no te sirvan.
Quítala el manto y, si pudiere, el vaquero, y queda en cotilla y enaguas negras
ANDRÓMEDA: Al verme desnuda, tengo vergüenza yo de mí misma. ALBEDRÍO: Tened desvergüenza, pues con ella hay mil que se vistan. MUNDO: Desnuda naciste al mundo; y pues que desnuda espiras, así es razón [que] te entregue al ministro que me envía a ejecutar la sentencia. ANDRÓMEDA: ¿Quién es?
Sale la MUERTE y, huyendo de ella, ANDRÓMEDA se va hacia el peñasco, que siempre ha de haber estado descubierto
MUERTE: Yo. ANDRÓMEDA: ¡Terrible vista! Huyendo de ti, este monte me tengo de echar encima. MUERTE: Cuanto más huyas de mí, más te acercas; pues caminas al escollo que ha de ser sepulcro de tus cenizas; por que vean los mortales que en vano de mí se libran, pues pisan hacia la muerte cualquiera paso que pisan.
Átala a una cadena que ha de tener el escollo y adviértase que no se ha de atar las manos atrás sino en unas argollas, la una levantada y la otra baja
Aquí quedarás atada con las cadenas impías de tu culpa hasta que llegue la voraz bestia marina a quien en sangrientas aras la Muerte te sacrifica; que yo no acabo contigo, porque, en esta alegoría, no soy la muerte del cuerpo sino la del alma misma. MUNDO: ¡Qué pena! CIENCIA: ¡Qué compasión! GRACIA: ¡Qué lástima! INOCIENCIA: ¡Qué desdicha! ANDRÓMEDA: ¡Padre, señor, no me dejes! MUNDO: ¿No reconoces, no miras que todo el mundo no basta a quien ya llegó a su línea?
Vase [MUNDO]
ANDRÓMEDA: ¡Gracia! GRACIA: Si lo fuera yo, ¡qué cierta fuera tu dicha!
Vase [GRACIA]
ANDRÓMEDA: ¡Inociencia! INOCIENCIA: No lo soy.
[Vase INOCIENCIA]
ANDRÓMEDA: ¡Ciencia! CIENCIA: Aunque como solía lo fuera, verás que no hay ciencia que al morir resista.
[Vase CIENCIA]
ANDRÓMEDA: ¡Albedrío! ALBEDRÍO: Nada valgo, porque sólo en esta vida no usa de su albedrío quien se muere.
Vase [ALBEDRÍO]
ANDRÓMEDA: ¡Qué agonía! Todos me desamparáis. En la ocasión más precisa, todos me dejáis. ¿Siquiera uno no habrá que me asista para el consuelo de que es ya lástima invidia? Pero, ¿qué mucho, qué mucho que [a] quien mi delito vicia me deje, cuando me dejan las mismas pasiones mías, que acompañan cuando gozan y faltan cuando peligran? Mas, ya que todos me faltan, y que sólo se terminan desde este escollo agua y cielo, al cielo mis penas diga, aunque por doblar mis ansias el eco me las repita.
[Cantan]
¿Quién, cielos, me ha condenado... CORO 1º: Tu pecado. ANDRÓMEDA: ...a padecer de esta suerte... CORO 1º: Tu muerte.
En lo bajo del tablado, en el escotillón, estas responsiones han de ser breves y cortadas
ANDRÓMEDA: ...la ley de tanto rigor? CORO 1º: Tu error. ANDRÓMEDA: Luego, aunque fuera mayor el castigo que me ordenan, justamente me condenan... CORO 1º y ANDRÓMEDA: ...pecado, muerte y error. ANDRÓMEDA: ¿Quién más mi delito envicia? CORO 1º: Tu malicia. ANDRÓMEDA: ¿Habrá remedio en su instancia? CORO 1º: Ignorancia. ANDRÓMEDA: Pues, ¿quién a tanto me culpa? CORO 1º: Tu culpa. ANDRÓMEDA: Luego nada me disculpa, puesto que hizo mi desgracia... CORO 1º y ANDRÓMEDA: ...de ignociencia, ciencia y gracia, malicia, ignorancia y culpa. ANDRÓMEDA: ¿Nada en efecto me abona?
En lo alto, otro coro
CORO 2º: Dios perdona. ANDRÓMEDA: Fue una mancha inmensa y brava. CORO 2º: El llanto lava. ANDRÓMEDA: Es muy desigual mi culpa. CORO 2º: Amor disculpa. ANDRÓMEDA: Luego, aunque todo me culpa, podréis, Andrómeda, vos ser rescatada, pues Dios... CORO 2º y ANDRÓMEDA: ...perdona, lava y disculpa. ANDRÓMEDA: ¿Mas, cómo a Dios hallaré? CORO 2º: Con la fe. ANDRÓMEDA: ¿Quién merecerá bien tanto? CORO 2º: El llanto. ANDRÓMEDA: ¿Quién hablará en mi favor? CORO 2º: Amor. ANDRÓMEDA: ¡Misericordia, Señor! Muera en tu gracia, pues muero, y que me valgan espero... CORO 2º y ANDRÓMEDA: ...la fe, el llanto y el amor. ANDRÓMEDA: Y pues contrarias aquí las músicas escuché del cielo y aviso fue todo junto lo que oí.. CORO 1º y ANDRÓMEDA: ...pecado, muerte y error, malicia, ignorancia y culpa... CORO 2º y ANDRÓMEDA: ...perdona, lava y disculpa la fe, el llanto y el amor. ANDRÓMEDA: En aquesta confïanza, he de morir y vivir este instante que me queda
Fuego por el escotillón y truenos
de vida, pues ya --¡ay de mí!-- miro irritarse las ondas de esa azul selva turquí, que, siendo jardín de espumas, es ya de llamas jardín. Iras otra vez arrojan sus entrañas y otras mil gimen los vientos en ellas, reventando por parir aquel vestiglo, que ya huella campos de zafir, trayendo sobre su espalda otro asombro, porque así de hidra sobre hidra vean cumplido el lugar en mí.
Sale el dragón y el DEMONIO sobre él
¡Piedad, cielos! ¡Piedad, cielos! DEMONIO: Si ya llegaste a medir el número a tus alientos, y de tu culpa infeliz también a medir llegaste el número, ¿por qué, di, al cielo llamas, sabiendo que el cielo no te ha de abrir? ANDRÓMEDA: Aunque tan fuertes candados les puso mi culpa vil a sus oídos, la llave de la voz los podrá abrir. DEMONIO: Estando atada al escollo de la muerte, ¿a presumir llegas que habrá tiempo en que puedas defenderte? ANDRÓMEDA: Sí. DEMONIO: Vivo bajel de las ondas que yo abrasé y encendí, pues de las tribulaciones surcas el mar --siendo en ti velas las alas, los pies remos, proa la cerviz, timón la cola y el pecho buque--, quebra[n]do el viril que estos páramos navega --pues pueden sostituir ráfagas del aquilón soplos del austro sutil--, pirata soy de estos campos; ya la presa descubrí; pues eres bajel de fuego de esta fación más feliz, no tanto el aprovechar quieras en él descubrir; pues para abrasar a otro primero empiezas por ti, aborda, aborda, y tus llamas surquen el verde país de esa campaña, llevando al puerto de quien salí, por despojos de la empresa que pretendo conseguir, robado al cielo su mayo, hurtado al campo su abril.
Vase acercando por una canal
ANDRÓMEDA: ¡Piedad, cielos!¡Piedad, cielos! DEMONIO: ¿Que aún vuelves a repetir al llanto? ¿Puede haber ya quien te dé socorro?
Las chirimías y, en lo alto, PERSEO en un caballo blanco que tenga alas en los pies. Trae un escudo, pintado en él el Santísimo Sacramento y una cruz en la mano
PERSEO: Sí. DEMONIO: ¿Qué es esto? Teniendo viento, no puedo adelante ir. PERSEO: No, que encallado en mitad del golfo estás; porque así se vea que tu poder tiene su límite en mí y que no puedes obrar tú más que yo permitir. DEMONIO: ¿Quién eres, que ya otra vez en otra ocasión te vi? PERSEO: Soy el divino Perseo, que ya la venda corrí al embozo y, descubierto, he querido discurrir el mundo en aqueste alado Belerofonte, que así se llama, por cuantos rumbos mira desde su cenit el sol hasta que, cayendo en el opuesto nadir, muere pálido topacio, nace encendido rubí. Bajando, pues, de una esfera en otra, la voz oí de Andrómeda bella, a cuyo llanto me compadecí; porque su hermosura amé desde el punto que la vi; y un noble amante, en llorando su dama, es fuerza acudir a ella, por más que le ofenda; que, sobre amor, siempre es vil la venganza; y es tan noble el mío, que puedo decir yo con verdad que a mi dama el alma y vida la di para casarme con ella y hacer su estado feliz. A ponerla en libertad vengo y lo he de cumplir, aunque en la demanda pierda la vida.
Tocan un clarín y sale por el otro lado la MUERTE en un caballo negro
MUERTE: Eso será así; que yo, en favor del pecado, de quien tan amigo fui que soy mitad suya, siendo él el Fineo y yo el fin, en otro Belorofonte vengo también; que si a ti triunfante te vio Ezequiel en ese caballo, a mí triunfante también en éste me vio Juan matar y herir. PERSEO: Ya de los dos victorioso, en otra ocasión me vi. DEMONIO: Quizá en esta no podrás.
Cajas de guerra
PERSEO: ¿Cómo es posible, decid, que deje de vencer quien ha de vencer con morir? ANDRÓMEDA: La virtud, muerte y pecado batallas se dan por mí, y cielo y tierra se turban al ver tan sangrienta lid. DEMONIO: Pues si a dar la libertad vienes, desciende a medir tus fuerzas conmigo. PERSEO: Yo he de vencer desde aquí con este escudo no más y esta espada. DEMONIO: ¡Ay, infeliz, la cruz de su guarnición y el cristal de su viril, sólo con llegar a verlos me hacen temblar y rendir. MUERTE: A mí no; que humanas fuerzas no han de bastar contra mí; y así, en la porción de humano, me puedo atreverle a herir con el rayo de mi aliento.
Dispara una pistola y habrá gran ruido dentro
PERSEO: Herido estoy, pero en fin he de quedar victorioso. Huid, cobardes, huid; que este escudo y esta espada sin fin será vuestro fin. MUERTE: Ahora supe quién eres,... DEMONIO: Agora te conocí... MUERTE: ...pues se ve temblar la tierra,... DEMONIO: ...Pues se ve el viento gemir,... MUERTE: ...alterarse todo el mar. DEMONIO: ...y todo el sol no lucir. MUERTE: ¡Vientos, dadme vuestras alas,... DEMONIO: ¡Mares, vuestro abismo abrid,... MUERTE: ...pues al que vencí me vence! DEMONIO: ...pues triunfa el que no vencí!
Vanse los dos
PERSEO: Ya, Andrómeda, libre estás, que yo, lidiando por ti, aunque herido estoy de muerte, la bestia del mar vencí. Cáensele las cadenas. ANDRÓMEDA: A la lima de tu voz y de tu acento el buril, de mi prisión las cadenas rotas las llego a sentir. Postrada a tus pies estoy. PERSEO: Si la vida que te di quieres pagarme, de esposa palabra me da. ANDRÓMEDA: Una y mil, no de esposa, mas de esclava doy; pero si en esta lid herido de muerte estáis, ¿cómo la podré cumplir? PERSEO: Como yo solo, a la misma muerte, muriendo vencí. Y así, pues muriendo puedo vencer, triunfar y vivir, prevente para las bodas, que yo bajaré por ti en otro traje a la tierra.
Vase [PERSEO]
ANDRÓMEDA: ¡Mortales, venid, venid a ver la mayor victoria que ha podido repitir, ni de los tiempos la voz ni de la fama el clarín! Albedrío, Mundo y Ciencia,
Salen todos los MÚSICOS
Gracia, Inociencia, acudid. Pues a mi primero estado todos os restituís, celebrad las dichas mías.
Sale el ALBEDRÍO
ALBEDRÍO: ¿No ha venido el monstruo? ANDRÓMEDA: Sí, mas vino quien le venció. ALBEDRÍO: Otro lo hizo, ¡pesie a mí!, que estaba yo dando traza, si se tarda de venir, de dalle con algo. TODOS: A todos los brazos dad.
Abrazándolos
ANDRÓMEDA: Prevenid bailes, músicas y fiestas, y vamos a recibir al esposo que me ha dado vida y libertad; servid de flores el suelo; haced guirnaldas para ceñir sus señas, tejiendo en ellas, entre el lirio y el jazmín, las flores de Jericó y las palmas de Efraín.
Sale el MUNDO
MUNDO: ¿No nos dirás quién ha sido este vencedor feliz del monstruo del mar? ANDRÓMEDA: Perseo. ALBEDRÍO: ¿Perseo no es el que a mí me dio libertad y tengo hoy de pagárselo aquí con cantar y con bailar? Todos conmigo decid...
Canta
Viva el divino Perseo, viva el segundo David. TODOS: ¡Viva sin fin!
Bailan
Y ciñan su frente los rayos de Ofir, las flores de mayo y las rosas de abril. TODOS: Viva sin fin.
Páranse
MUNDO: ¿Adónde, que no le vemos, tu esposo está? ANDRÓMEDA: Proseguid la música, que él vendrá, si es que quedó de venir.
Cant[an]
¡Viva el segundo Sansón! ALBEDRÍO: Que en la más sangrienta lid... TODOS: Viva sin fin. ALBEDRÍO: ...venció en la fiera del mar al idólatra y gentil. TODOS: Viva sin fin. Y ciñan su frente los rayos de Ofir, las flores de mayo y las rosas de abril. CIENCIA: Aún no se ve. ANDRÓMEDA: Su palabra fuerza es que se ha de cumplir. Yo con esta fe le llamo: ¿dónde estás, esposo?
En la puerta grande del teatro, saliendo por un lado, se ve PERSEO con la cruz en la mano y en la otra el cáliz y hostia y, a este tiempo, se descubre en los dos montecillos a los lados, en la forma que antes se había dicho en el otro auto, en el uno la MUERTE, atada como estuvo ANDRÓMEDA, y en el otro el DEMONIO
PERSEO: Aquí, que a las voces de tu fe me verás siempre acudir. Aquestas especies, frutos de la espiga y de la vid, siendo mi carne y mi sangre, son en las que he de vivir contigo, puesto que otro hizo tu estado infeliz. Los despojos de la guerra traigo conmigo; y así, ante aqueste sacramento, miráis postrar y rendir pecado y muerte, ligados con las cadenas que a ti te quité. DEMONIO: ¿Qué mucho es que yo esté rendido aquí, si ante aquese sacramento el más puro serafín se postra también? MUERTE: ¿Qué mucho que esté triunfando de mí, si soy la muerte, ese árbol que es de la vida? PERSEO: ¡Venid! Venid todos. CIENCIA: Gran misterio. ¡Qué fiesta, manán, festín! MUNDO: Miel en boca del león; jeroglífico feliz de dulzura y fortaleza. CIENCIA: Cristal puro en Rafidín. GRACIA: Rocío en cándida piel. INOCIENCIA: Socorro de Abigail. ALBEDRÍO: Pan, que nunca se encarece aunque no llueva en abril. ANDRÓMEDA: Todos ante ti se postran; todos se rinden a ti. MUERTE: ¿Esto consentís, rencores? DEMONIO: Infiernos, ¿esto sufrís? PERSEO: Este es el manjar que yo he de dar y prevenir al banquete de mis bodas. ALBEDRÍO: Pues demos al auto fin, cantando y bailando todos.
[Cantan]
MÚSICA: ¡Viva el segundo David! ALBEDRÍO: ¡Viva el divino Perseo! MÚSICA: ¡Viva sin fin! ALBEDRÍO: Pues venció el montruo del mar como el otro el filistín. MÚSICA: Viva sin fin y ciñan su frente los rayos de Ofir, las rosas de mayo y las flores de abril

FIN


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 27 Dec 2002