ACTO SEGUNDO


Salen el REY, don ARIAS, y NATILDE
NATILDE: Solo será más seguro; que todos reposan ya. REY: ¿Y Estrella? NATILDE: Durmiendo está; y el cuarto en que duerme, oscuro. REY: Aunque decillo bastaba, éste es, mujer, el papel con la libertad en él; que yo le daré otra esclava a Busto. ARIAS: El dinero y todo va en él. NATILDE: Dadme vuestros pies.
Aparte con el REY
ARIAS: Todos con el interés son, señor, de un mismo modo. REY: Divina cosa es reinar. ARIAS: ¿Quién lo puede resistir? REY: Solo, al fin, he de subir, para más disimular. ARIAS: ¿Solo te aventuras? REY: Pues, ¿por qué espumosos remolcos por manzanas paso a Colcos? Busto mi vasallo es. ¿No es su casa ésta en que estoy? Pues dime, ¿a qué me aventuro? Y cuando no esté seguro, ¿conmigo mismo no voy? Véte. ARIAS: ¿Dónde aguardaré? REY: Desvïado de la calle, en parte donde te halle. ARIAS: En San Marcos entraré.
Vase
REY: ¿A qué hora Busto vendrá? NATILDE: Viene siempre cuando al alba hacen pajarillas salva; y abierta la puerta está hasta que él viene. REY: El Amor me allane tan alta empresa. NATILDE: Busque tras mí Vuestra Alteza lo obscuro del corredor; que así llegará a sus bellas luces. REY: Mira mis locuras, pues los dos, ciegos y a escuras, vamos a caza de Estrellas. NATILDE: ¿Qué Estrella al sol no se humilla? REY: Aunque soy don Sancho el Bravo, venero en el cielo octavo esta Estrella de Sevilla.
Vanse. Salen BUSTO, don MANUEL, y don ÍÑIGO
BUSTO: ésta es mi posada. ÍÑIGO: Adiós. BUSTO: Es temprano para mí. MANUEL: No habéis de pasar de aquí. BUSTO: Basta. ÍÑIGO: Tenemos los dos cierta visita que hacer. BUSTO: ¿Qué os pareció Feliciana? MANUEL: En el Alcázar mañana, amigo, en esa mujer hablaremos; que es figura muy digna de celebrar.
Vanse [don MANUEL y don ÍÑIGO
BUSTO: Temprano me entro a acostar; toda la casa está oscura. ¿No hay un paje? ¡Hola, Luján! ¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés! ¿Todos duermen? ¡Justa! ¡Inés! ¿También ellas dormirán? ¡Natilde! ¿También la esclava se ha dormido? Es dios el sueño, y de los sentidos dueño.
Salen NATILDE, y el REY
NATILDE: Pienso que es el que llamaba mi señor. Perdida soy. REY: ¿No dijiste que venía al alba ? NATILDE: ¡Desdicha es mía! BUSTO: ¡Natilde! NATILDE: ¡Ay Dios! Yo me voy. REY: No tengas pena. BUSTO: ¿Quién es? REY: Un hombre. BUSTO: ¿A estas horas? ¡Hombre, y en mi casa! Diga el nombre. REY: Aparta. BUSTO: No sois cortés; y si pasa, ha de pasar por la punta de esta espada; que, aunque esta casa es sagrada, la tengo de profanar. REY: Ten la espada. BUSTO: ¿Qué es tener, cuando el cuarto de mi hermana de esta suerte se profana? Quién sois tengo de saber, o aquí os tengo de matar. REY: Hombre de importancia soy. Déjame. BUSTO: En mi casa estoy, y en ella yo he de mandar. REY: Déjame pasar; advierte que soy hombre bien nacido; y, aunque a tu casa he venido, no es mi intención ofenderte, sino aumentar más tu honor. BUSTO: ¿El honor así se aumenta? REY: Corra tu honor por mi cuenta. BUSTO: Por esta espada es mejor. Y, si mi honor procuráis, ¿cómo embozado venís? Honrándome, ¿os encubrís? Dándome honor, ¿os tapáis? Vuestro temor os convenza, como averiguado está, que ninguno que honra da tiene de daRla vergüenza. Meted mano, o, ¡vive Dios, que os mate! REY: ¡Necio apurar! BUSTO: Aquí os tengo de matar, o me habéis de matar vos. REY: (Diréle quién soy.) Aparte Deténte; que soy el rey. BUSTO: ¡Es engaño! (¿El rey procura mi daño, Aparte solo, embozado, y sin gente?) No puede ser; y a Su Alteza aquí, villano, ofendéis, pues defecto en él ponéis, que es una estraña bajeza. ¿El rey había de estar sus vasallos ofendiendo? De esto de nuevo me ofendo; por esto os he de matar, aunque más me porfiéis; y, ya que a mí me ofendáis,
Mete mano
no en su grandeza pongáis tal defeto, pues sabéis que sacras y humanas leyes condenan a culpa estrecha al que imagina o sospecha cosa indigna de los reyes. REY: (¡Qué notable apurar de hombre!) Aparte Hombre, digo que el rey soy. BUSTO: Menos crédito te doy, porque aquí no viene el nombre de rey con las obras, pues es el rey el que da honor; tú buscas mi deshonor. REY: (éste es necio y descortés. Aparte ¿Qué he de hacer?) BUSTO: (El embozado Aparte es el rey, no hay que dudar; quiérole dejar pasar, y saber si me ha afrentado luego; que el alma me incita la cólera y el furor; que es como censo el honor, que aun el que le da le quita.) Pasa, cualquiera que seas, y otra vez al rey no infames, ni el rey, villano, te llames cuando haces hazañas feas. Mira que el rey mi señor, del África horror y espanto, es cristianísimo y santo, y ofendes tanto valor. La llave me ha confïado de su casa, y no podía venir sin llave a la mía cuando la suya me ha dado. Y no atropelléis la ley; mirad que es hombre en efeto; esto os digo, y os respeto porque os fingistes el rey. Y de verme no os asombre, cuerdo, aunque quedo afrentado; que un vasallo está obligado a tener respeto al nombre. Esto, don Busto Tavera aquí os lo dice, y, por Dios, que como lo dice a vos, a él mismo se lo dijera. Y, sin más atropellarlos contra Dios y contra ley, así aprenderá a ser rey del honor de sus vasallos. REY: Ya no lo puedo sufrir; que estoy confuso y corrido. Necio, porque me he fingido el rey ¿me dejas salir? Pues advierte que yo quiero, porque dije que lo era, salir de aquesta manera;
Mete mano
que, si libertad adquiero porque aquí rey me llamé y en mí respetas el nombre, porque te admire y asombre, en las obras lo seré. Muere, villano; que aquí aliento el nombre me da de rey, y él te matará. BUSTO: Sólo mi honor reina en mí.
Salen CRIADOS con luces
CRIADOS: ¿Qué es esto?
Riñen
REY: (Escaparme quiero, Aparte antes de ser conocido. De este villano ofendido voy, pero vengarme espero.)
Vase
CRIADOS: Huyó quien tu ofensa trata. BUSTO: Seguilde, dadle el castigo... Dejadle; que al enemigo se ha de hacer puente de plata. Si huye, la gloria es notoria; que se alcanza sin seguir; que el vencido con hüir da al vencedor la vitoria. Cuanto más que éste que huyó, más por no ser conocido huye, que por ser vencido, porque nadie le venció. Dadle una luz a Natilde, y entraos vosotros allá.
Dánsela, y vanse
BUSTO: (Ésta me vende; que está Aparte avergonzada y humilde. La verdad he de sacar con una mentira cierta.) Cierra de golpe esa puerta. Aquí os tengo de matar. Todo el caso me ha contado el rey. NATILDE: Si el rey no guardó el secreto, ¿cómo yo, con tan infelice estado, lo puedo guardar? Señor, todo lo que el rey te dijo es verdad. BUSTO: (Ya aquí colijo Aparte los defetos de mi honor.) ¿Que tú al fin al rey le diste entrada? NATILDE: Me prometió la libertad; y ansí yo, por ella, como tú viste, hasta este mismo lugar le metí. BUSTO: Y di, ¿sabe Estrella algo de esto? NATILDE: Pienso que ella en sus rayos a abrasar me viniera, si entendiera mi concierto. BUSTO: Es cosa clara, porque, si acaso enturbiara la luz, Estrella no fuera. NATILDE: No permite su arrebol eclipse, ni sombra obscura; que es su luz, brillante y pura, participado del sol. A su cámara llegó. En dándome este papel entró el rey, y tú tras él. BUSTO: ¿Cómo? ¿Este papel te dió? NATILDE: Con mil ducados de renta, y la libertad. BUSTO: ¡Favor grande a costa de mi honor! ¡Bien me engrandece y aumenta! Ven conmigo. NATILDE: ¿Dónde voy? BUSTO: Vas a que te vea el rey; que así cumplo con la ley y obligación de quien soy. NATILDE: ¡Ay, desdichada esclavilla! BUSTO: Si el rey la quiso eclipsar, fama a España ha de quedar de la Estrella de Sevilla.
Vanse. Salen el REY, y don ARIAS
REY: Esto, al fin, me ha sucedido. ARIAS: ¿Quisiste entrar solo? REY: Ha andado tan necio y tan atrevido, que vengo, amigo, afrentado; que sé que me ha conocido. Metió mano para mí con equívocas razones; y, aunque más me resistí, las naturales acciones, con que como hombre nací, del decoro me sacaron que pide mi majestad. Doy sobre él, pero llegaron con luces, que la verdad dijeran que imaginaron, si la espalda no volviera, temiendo el ser conocido: y vengo de esta manera. Lo que ves me ha sucedido, Arias, con Busto Tavera. ARIAS: Pague con muerte el disgusto; degüéllale, vea el sol naciendo el castigo justo, pues en el orbe español no hay más leyes que tu gusto. REY: Matarle públicamente, Arias, es yerro mayor. ARIAS: Causa tendrás suficiente; que en Sevilla es Regidor, y el más sabio y más prudente no deja, señor, de hacer algún delito, llevado de la ambición del poder. REY: Es tan cuerdo y tan mirado, que culpa no ha de tener. ARIAS: Pues hazle, señor, matar en secreto. REY: Eso sí; mas ¿ de quién podré fiar este secreto? ARIAS: De mí. REY: No te quiero aventurar. ARIAS: Pues yo darte un hombre quiero, valeroso, y gran soldado como insigne caballero, de quien el Moro ha temblado en el obelisco fiero de Gibraltar, donde ha sido muchas veces capitán vitorioso, y no vencido; y hoy en Sevilla le dan, por gallardo y atrevido, el lugar primero; que es de militares escuelas el sol. REY: Su nombre ¿cómo es? ARIAS: Sancho Ortiz de las Roelas, y el Cid andaluz después. Éste le dará la muerte, señor, con facilidad; que es bravo, robusto, y fuerte, y tiene en esta ciudad superior ventura y suerte. REY: Ése al momento me llama, pues ya quiere amanecer. ARIAS: Ven a acostarte. REY: ¿Qué cama, Arias, puede apetecer quien está ofendido, y ama? Ese hombre llama al momento. ARIAS: En el Alcázar está un bulto pendiente al viento. REY: ¿Bulto dices? ¿Qué será? ARIAS: No será sin fundamento. REY: Llega, don Arias, a ver lo que es. ARIAS: Es mujer colgada. REY: ¿Mujer? ARIAS: Digo que es mujer. REY: ¿Mujer dices? ARIAS: Y está ahorcada, con que no lo viene a ser. REY: Mira quién es. ARIAS: ¡La esclavilla, con el papel en las manos! REY: ¡Hay tal rabia! ARIAS: ¡Hay tal mancilla! REY: Mataré a los dos hermanos, si se alborota Sevilla. Mándala luego quitar, y con decoro y secreto también la manda enterrar. ¿Ansí se pierde el respeto a un rey? No me ha de quedar, si más que si arenas fuera, de este linaje ninguno. En Sevilla, gente fiera, a mis manos, uno a uno, no ha de quedar un Tavera; esta Estrella, que al sol brilla en Sevilla, ha de caer. ARIAS: Si cae, no es maravilla que la abrase. REY: Se ha de arder hoy con su Estrella Sevilla.
Vanse, y salen BUSTO y ESTRELLA
BUSTO: Echa ese marco. ESTRELLA: ¿Qué es esto, que apenas el sol dormido por los balcones del alba sale pisando zafiros, y del lecho me levantas, solo, triste, y afligido? ¿Confuso y turbado me hablas? Dime, ¿has visto algún delito en que cómplice yo sea? BUSTO: Tú me dirás si lo has sido. ESTRELLA: ¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco? Dime si has perdido el juicio. ¿Yo delito? Mas ya entiendo que tú lo has hecho en decirlo, pues sólo con preguntallo contra mí lo has cometido. ¿Si he hecho delitos preguntas? No de ti, de mí me admiro; mas por decirte que sí, lo quiero hacer en sufrillo. ¿No me conoces? ¿No sabes quién soy? ¿En mi boca has visto palabras desenlazadas del honor con que las rijo? ¿Has visto alegres mis ojos, de la cárcel de sus vidrios desatar rayos al aire, lisonjeros y lacivos? ¿En las manos de algún hombre viste algún papel escrito de la mía? ¿Has visto hablando, dime, algún hombre conmigo? Porque, si no has visto nada de las cosas que te he dicho, ¿qué delito puede haber? BUSTO: Sin ocasión no lo digo. ESTRELLA: ¿Sin ocasión? BUSTO: ¡Ay, Estrella! que esta noche en casa... ESTRELLA: Dilo; que si estuviera culpada, luego me ofrezco al suplicio. ¿Qué hubo esta noche en mi casa? BUSTO: Esta noche, fué epiciclo del sol; que en entrando en ella se trocó de Estrella el signo. ESTRELLA: Las llanezas del honor no con astrólogo estilo se han de decir; habla claro, y deja en sus zonas cinco al sol; que, aunque Estrella soy, yo por el sol no me rijo; que son las suyas errantes, y yo Estrella fija he sido en el cielo de mi honor, de quien los rayos recibo. BUSTO: Cuando partía la noche con sus destemplados gritos entre domésticas aves los gallos olvidadizos, rompiendo el mudo silencio en su canoro sonido la campana de Las Cuevas, lisonja del cielo impíreo, entré en casa, y topé en ella, cerca de tu cuarto mismo, al rey, solo y embozado. ESTRELLA: ¿Qué dices? BUSTO: Verdad te digo. Mira, Estrella, a aquellas horas ¿a qué pudo haber venido el rey a mi casa, solo, si por Estrella no vino? Que de noche las estrellas son de los cielos jacintos, y a estas horas las buscaban los astrólogos egipcios. Natilde con él estaba, que a los pasos y al rüido se oyó; que, aunque a obscuras era, la vió el honor lince mío. Metí mano, y "¿Quién va?" dije; respondió, "Un hombre," y embisto con él, y él, de mí apartado, que era el rey, Estrella, dijo. Y, aunque le conocí luego, híceme desentendido en conocelle; que el cielo darme sufrimiento quiso. Embistióme como rey enojado y ofendido; que un rey que embiste enojado se trae su valor consigo. Salieron pajes con luces, y entonces, por no ser visto, volvió la espalda, y no pudo ser de nadie conocido. Conjuré a la esclava, y ella, sin mostralle de Dionisio los tormentos, confesó las verdades sin martirio. Firmada la libertad le dió en un papel que le hizo el rey, que ha sido el proceso en que sus culpas fulmino. Saquéla de casa luego, porque su aliento nocivo no sembrara deshonor por los nobles edificios; que es un crïado, si es malo, en la casa un basilisco; si con lisonjas y halagos, engañoso cocodrilo. Cogíla a la puerta, y luego, puesta en los hombros, camino al Alcázar, y en sus rejas la colgué por el delito; que quiero que el rey conozca que hay Brutos contra Tarquinos en Sevilla, y que hay vasallos honrados y bien nacidos. Esto me ha pasado, Estrella; nuestro honor está en peligro. Yo he de ausentarme por fuerza, y es fuerza darte marido. Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo; que con su amparo te libro del rigor del rey, y yo libre me pongo en camino. Yo le voy a buscar luego, porque así mi honor redimo, y el nombre de los Taveras contra el tiempo resucito. ESTRELLA: ¡Ay, Busto! Dame esa mano por el favor recebido que me has hecho. BUSTO: Hoy has de serlo, y ansí, Estrella, te apercibo su esposa; guarda silencio, porque importa al honor mío.
Vase
ESTRELLA: ¡Ay, Amor! ¡Y qué ventura! Ya estás de la venda asido; no te has de librar. Mas ¿quién sacó el fin por el principio, si entre la taza y la boca un sabio temió el peligro?
Vase. Salen don ARIAS, Y el REY con dos papeles en las manos
ARIAS: Ya en la antecámara aguarda Sancho Ortiz de las Roelas. REY: Ya me parece que tarda; todo el amor es cautelas: si la piedad me acobarda, en este papel sellado traigo su nombre y su muerte, y en éste, que yo he mandado matalle; y de aquesta suerte él quedará disculpado. Hazle entrar, y echa a la puerta la loba, y tú no entres. ARIAS: ¿No? REY: No, porque quiero que advierta que sé este secreto yo solamente; que concierta la venganza en mi deseo más acomodada ansí. ARIAS: Voy a llamarle.
Vase
REY: Ya veo, Amor, que no es éste en mí alto y glorioso trofeo: mas disculparme podrán mil prodigiosas historias que en vivos bronces están; y este exceso entre mil glorias los tiempos disculparán.
Sale SANCHO Ortiz
SANCHO: Vuestra Alteza a mis dos labios les conceda los dos pies. REY: Alzad; que os hiciera agravios; alzad. SANCHO: Señor... REY: (Galán es.) Aparte SANCHO: Los filósofos más sabios, y más dulces oradores, en la presencia real, sus retóricas colores pierden; y en grandeza igual, y en tan inmensos favores, no es mucho que yo, señor, me turbe, no siendo aquí retórico, ni orador. REY: Pues decid, ¿qué veis en mí? SANCHO: La majestad, y el valor, y, al fin, una imagen veo de Dios, pues le imita el rey; y, después dél, en vos creo; y a vuestra cesárea ley, gran señor, aquí me empleo. REY: ¿Cómo estáis? SANCHO: Nunca me he visto tan honrado como estoy, pues a vuestro lado asisto. REY: Pues, aficionado os soy por prudente, y por bienquisto, y por valiente soldado, y por hombre de secreto, que es lo que más he estimado. SANCHO: Señor, de mí tal conceto, Vuestra Alteza, más me ha honrado, que las partes que me dais sin tenellas; sustenellas tengo, por lo que me honráis. REY: Son las virtudes Estrellas. SANCHO: (Si en la Estrella me tocáis, Aparte ciertas son mis desventuras; honrándome el rey me ofende; no son sus honras seguras, pues sospecho que pretende dejarme sin ella a escuras. REY: Porque estaréis con cuidado, codicioso de saber para lo que os he llamado, decíroslo quiero, y ver que en vos tengo un gran soldado. A mí me importa matar en secreto a un hombre, y quiero este caso confïar sólo de vos; que os prefiero a todos los del lugar. SANCHO: ¿Está culpado? REY: Sí está. SANCHO: Pues ¿cómo muerte en secreto a un culpado se le da? Poner su muerte en efeto públicamente podrá vuestra justicia, sin darle muerte en secreto; que ansí vos os culpáis en culparle, pues dais a entender que aquí sin culpa mandáis matarle. Y dalle muerte, señor, sin culpa, no es justa ley, sino bábaro rigor; y un rey, sólo por ser rey, se ha de respetar mejor; que, si un brazo poderoso no se vence en lo que puede, siempre será riguroso, y es bien que entrenado quede con el afecto piadoso. ¿Qué hace un poderoso en dar muerte a un humilde, despojos de sus pies, sino triunfar de las pasiones y enojos con que le mandó matar? Si ese humilde os ha ofendido en leve culpa, señor, que le perdonéis os pido. REY: Para su procurador, Sancho Ortiz, no habéis venido, sino para darle muerte; y, pues se la mando dar escondiendo el brazo fuerte, debe a mi honor importar matarle de aquesta suerte. ¿Merece el que ha cometido crimen lese muerte? SANCHO: En fuego. REY: Y ¿si crimen lese ha sido el de éste? SANCHO: ¡Que muera luego! Y a voces, señor, os pido --aunque él mi hermano sea, o sea deudo, o amigo que en el corazón se emplea-- el riguroso castigo que tu autoridad desea. Si es así, muerte daré, señor, a mi mismo hermano, y en nada repararé. REY: Dadme esa palabra y mano. SANCHO: Y en ella el alma y la fe. REY: Hallándole descuidado puedes matalle. SANCHO: Señor, siendo Roela, y soldado, ¿me quieres hacer traidor? Yo, ¿muerte en caso pensado? Cuerpo a cuerpo he de matalle donde Sevilla lo vea, en la plaza, o en la calle; que el que mata y no pelea, nadie puede disculparle; y gana más el que muere a traición, que el que le mata; que el muerto opinión adquiere, y el vivo, con cuantos trata, su alevosía refiere. REY: Matalde como queráis; que este papel, para abono, de mí firmado lleváis, por donde, Sancho, os perdono cualquier delito que hagáis; referildo.
Dale un papel
SANCHO: Dice así:
Lee
"Al que ese papel advierte, Sancho Ortiz, luego por mí y en mi nombre dalde muerte; que yo por vos salgo aquí; y si os halláis en aprieto, por este papel firmado sacaros dél os prometo. Yo el Rey." Estoy admirado de que tan poco conceto tenga de mí Vuestra Alteza. ¿Yo cédula? ¿Yo papel? Tratadme con más llaneza; que más en vos que no en él confía aquí mi nobleza. Si vuestras palabras cobran valor que los montes labra, y ellas cuanto dicen obran, dándome aquí la palabra, señor, los papeles sobran. A la palabra remito la cédula que me dais, con que a vengaros me incito, porque, donde vos estáis, es escusado lo escrito. Rompeldo, porque sin él la muerte le solicita mejor, señor, que con él; que en parte desacredita vuestra palabra el papel.
Rómpele
Sin papel, señor, aquí nos obligamos los dos, y prometemos ansí: yo, de vengaros a vos, y vos, de librarme a mí. Y si es así, no hay que hacer cédulas, que estorbo han sido: yo os voy luego a obedecer, y sólo, por premio, os pido para esposa la mujer que yo eligiere. REY: Aunque sea ricafembra de Castilla, os la concedo. SANCHO: Posea vuestro pie la alarbe silla; el mar los castillos vea gloriosos, y dilatados por sus trópicos ardientes y por sus climas helados. REY: Vuestros hechos excelentes, Sancho, quedarán premiados. En este papel va el nombre del hombre que ha de morir.
Dale un papel
cuando le abráis, no os asombre; mirad que he oído decir en Sevilla que es muy hombre. SANCHO: Presto, señor, lo sabremos. REY: Los dos, Sancho, solamente, este secreto sabemos; no hay que advertiros; prudente sois vos. Obrad, y callemos.
Vase el REY, y sale CLARINDO
CLARINDO: ¿Había de encontrarte, cuando nuevas tan dulces vengo a darte? Dame, señor, albricias de las glorias mayores que codicias. SANCHO: ¿Agora de humor vienes? CLARINDO: ¿Cómo el alma en los brazos no previenes.
Dale un papel
SANCHO: ¿Cúyo es éste? CLARINDO: De Estrella, que estaba más que el sol hermosa y bella, cuando por la mañana forma círculos de oro en leche y grana. Mandóme que te diera ese papel, y albricias te pidiera. SANCHO: ¿De qué? CLARINDO: Del casamiento, que se ha de efetüar luego al momento. SANCHO: Abrázame, Clarindo; que no he visto jamás hombre tan lindo.
Lee el papel
CLARINDO: Tengo, señor, buen rostro con buenas nuevas, pero fuera un monstruo si malas las trajera; que hermosea el placer de esta manera. No vi que hermoso fuese hombre jamás que deuda me pidiese, ni vi que feo hallase hombre jamás que deuda me pagase. ¡Los mortales deseos, que hacéis hermosos los que espantan feos, y feos, los hermosos! SANCHO: ¡Ay, renglones divinos y amorosos! Beberos quiero a besos, para dejaros en el alma impresos, donde, pues os adoro, más eternos seréis que plantas de oro. Abrázame, Clarindo; que no he visto jamás hombre tan lindo. CLARINDO: Soy como un alpargate. SANCHO: Leeréle otra vez, aunque me mate la impensada alegría. ¿Quién tal Estrella vió al nacer del día? ¿El hermoso lucero del alba es para mí ya el sol? Espero en los dorados rayos en abismos de luz pintar dos mayos.
Lee
"Esposo, ya ha llegado el venturoso plazo deseado; mi hermano va a buscarte, sólo por darme vida y por premiarte. Si del tiempo te acuerdas, búscale luego, y la ocasión no pierdas. Tu Estrella." ¡Ay, forma bella! ¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella? ¡Ay, bulto soberano, de este Pólux divino soy humano!
A CLARINDO
¡Vivas eternidades, siendo a tus pies momentos las edades! Si amares, en amores trueques las esperanzas, en favores, y en batallas y ofensas siempre glorioso tus contrarios venzas y no salgas vencido; que ésta la suerte más dichosa ha sido. Avisa al mayordomo de la dichosa sujeción que tomo; y que saque al momento las libreas que están para este intento en casa reservadas; y saquen las cabezas coronadas mis lacayos y pajes de hermosas pesadumbres de plumajes. Y si albricias codicias, toma aqueste jacinto por albricias; que el sol también te diera, cuando la piedra del anillo fuera. CLARINDO: ¡Vivas más que la piedra, a tu esposa enlazado como yedra! Y, pues tanto te precio, ¡vivas, señor, más años que no un necio!
Vase
SANCHO: Buscar a Busto quiero; que entre deseos y esperanzas muero. ¡Cómo el amor porfía! ¡Quién tal Estrella vió al nacer del día! Mas con el nudo y gusto me olvidaba del rey, y no era justo; ya está el papel abierto: quiero saber quién ha de ser el muerto.
Lee
"Al que muerte habéis de dar, es, Sancho, a Busto Tavera." ¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera! ¡Tras una suerte un azar! Toda esta vida es jugar una carteta imperfecta, mal barajada, y sujeta a desdichas y a pesares; que es toda en cientos y azares como juego de carteta. Pintada la suerte vi; mas luego se despintó, y el naipe se barajó para darme muerte a mí. Miraré si dice así, pero yo no lo leyera si el papel no lo dijera; quiérole otra vez mirar.
Lee
"Al que muerte habéis de dar, es, Sancho, a Busto Tavera." Perdido soy. ¿Qué he de hacer? Que al rey la palabra he dado de matar a mi cuñado, y a su hermana he de perder. Sancho Ortiz, no puede ser. Viva Busto. Mas no es justo que al honor contraste el gusto; muera Busto, Busto muera. Mas deténte, mano fiera; viva Busto, viva Busto. Mas no puedo con mi honor cumplir, si a mi amor acudo; mas ¿ quién resistirse pudo de la fuerza del amor Morir me será mejor, o ausentarme, de manera que sirva al rey, y él no muera. Mas quiero al rey agradar.
Lee
"Al que muerte habéis de dar, es, Sancho, a Busto Tavera." ¡0h, nunca yo me obligara a ejecutar el rigor del rey, y nunca el amor mis potencias contrastara! ¡Nunca yo a Estrella mirara, causa de tanto disgusto! Si servir al rey es justo, Busto muera, Busto muera; pero estraño rigor fuera: viva Busto, viva Busto. ¿Si le mata por Estrella el rey, que servirla trata? Si por Estrella le mata, pues no muera aquí por ella. Ofendelle y defendella quiero. Mas soy caballero, y no he de hacer lo que quiero, sino lo que debo hacer. Pues que debo obedecer la ley que fuere primero. Mas no hay ley que a aquesto obligue mas sí hay; que, aunque injusto el rey, debo obedecer su ley, y a él, después, Dios le castigue. Mi loco amor se mitigue; que, aunque me cueste disgusto, acudir al rey es justo; Busto muera, Busto muera; que ya no hay quien decir quiera: viva Busto, viva Busto. Perdóname, Estrella hermosa; que no es pequeño castigo perderte, y ser tu enemigo. ¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?
Sale BUSTO Tavera
BUSTO: Cuñado, suerte dichosa he tenido en encontraros. SANCHO: (Y yo desdicha en hallaros, Aparte porque me buscáis aquí para darme vida a mí; pero yo, para mataros.) BUSTO: Ya, hermano, el plazo llegó de vuestras dichosas bodas. SANCHO: (Más de mis desdichas todas Aparte decirte pudiera yo. ¡Válgame Dios! ¿Quién se vió jamás en tanto pesar? ¡Que aquí tengo de matar al que más bien he querido. ¡Que a su hermana haya perdido! ¡Que con todo he de acabar!) BUSTO: ¿De esa suerte os suspendéis, cuando a mi hermana os ofrezco? SANCHO: Como yo no la merezco callo. BUSTO: ¿No la merecéis? ¿Callando me respondéis? ¿Qué dudáis, que estáis turbado y con el rostro mudado miráis al suelo, y al cielo? Decid, ¿qué pálido hielo de silencio os ha bañado? ¿Por escrituras no estáis casado con doña Estrella? SANCHO: Casarme quise con ella, mas ya no, aunque me la dais. BUSTO: ¿Conocéisme? ¿Así me habláis? SANCHO: Por conocernos, aquí os hablo, Tavera, así. BUSTO: Si me conocéis Tavera, ¿cómo habláis de esa manera? SANCHO: Hablo, porque os conocí. BUSTO: Habréis en mí conocido sangre, nobleza y valor, y virtud, que es el honor; que sin ella honor no ha habido; y estoy, Sancho Ortiz, corrido. SANCHO: Más lo estoy yo. BUSTO: ¿Vos? ¿De qué? SANCHO: De hablaros. BUSTO: Si en mi honra y fe algún defeto advertís, como villano mentís, y aquí os lo sustentaré.
Meten mano
SANCHO: ¿Qué has de sustentar, villano? (Perdone amor; que el exceso Aparte del rey me ha quitado el seso, y es el resistirme en vano.) BUSTO: Muerto soy; detén la mano. SANCHO: ¡Ay, que estoy fuera de mí, y sin sentido te herí! Mas aquí, hermano, te pido, ya que he cobrado el sentido, que tu me mates a mí. quede tu espada envainada en mi pecho; abre con ella puerta al alma. BUSTO: A doña Estrella os dejo, hermano, encargada. Adiós.
Muere
SANCHO: Rigurosa espada, sangrienta y fiera homicida, si me has quitado la vida, acábame de matar, porque le pueda pagar el alma por otra herida.
Salen [don PEDRO y FARFÁN,] los alcaldes mayores
PEDRO: ¿Qué es esto? ¡Detén la mano! SANCHO: ¿Cómo, si a mi vida he muerto? FARFÁN: ¿Hay tan grande desconcierto? PEDRO: ¿Qué es esto? SANCHO: ¡He muerto a mi hermano! Soy un Caín sevillano; que, vengativo y crüel, maté un inocente Abel. Veisle aquí, matadme aquí; que, pues él muere por mí, yo quiero morir por él.
Sale don ARIAS
ARIAS: ¿Qué es esto? SANCHO: Un fiero rigor; que tanto en los nobles labra una cumplida palabra, y un acrisolado honor. Decilde al rey mi señor, que tienen los Sevillanos las palabras en las manos, como lo veis, pues por ellas atropellan las Estrellas, y no hacen caso de hermanos. PEDRO: ¡Dió muerte a Busto Tavera! ARIAS: ¡Hay tan temerario exceso! SANCHO: Prendedme, llevadme preso; que es bien que el que mata muera. Mirad qué hazaña tan fiera me hizo el Amor intentar, pues me ha obligado a matar, y me ha obligado a morir, pues por él vengo a pedir la muerte que él me ha de dar. PEDRO: Llevalde a Trïana preso, porque la ciudad se altera. SANCHO: Amigo Busto Tavera... FARFÁN: Este hombre ha perdido el seso. SANCHO: Dejadme llevar en peso, señores, el cuerpo helado en noble sangre bañado; que así su Atlante seré, y entre tanto le daré la vida que le he quitado. PEDRO: Loco está. SANCHO; Yo, si atropello mi gusto, guardo la ley. Esto, señor, es ser rey, y esto, señor, es no sello. Entendello, y no entendello, importa, pues yo lo callo; yo lo maté, no hay negallo, mas el porqué no diré: otro confiese el porqué, pues yo confieso el matallo.
Llévanle, y vanse. Salen ESTRELLA, y TEODORA
ESTRELLA: No sé si me vestí bien, como me vestí de prisa; dame, Teodora, el espejo. TEODORA: Verte, señora, en ti misma puedes; que no hay cristal que tantas verdades diga, ni de hermosura tan grande haga verdadera cifra. ESTRELLA: Alterado tengo el rostro, y la color encendida. TEODORA: Es, señora, que la sangre se ha asomado a las mejillas, entre temor y vergüenza, sólo a celebrar tus dichas. ESTRELLA: Ya me parece que llega, bañado el rostro de risa, mi esposo a darme la mano entre mil tiernas caricias. Ya me parece que dice mil ternezas, y que, oídas, sale el alma por los ojos, desestimando sus niñas. ¡Ay, venturoso día! ésta, Teodora, ha sido estrella mía. TEODORA: Parece que suena gente. Todo el espejo, de envidia, el cristal, dentro la hoja, de una luna hizo infinitas. ESTRELLA: ¿Quebróse? TEODORA: Señora, sí. ESTRELLA: Bien hizo, porque imagina que aguardo el cristal, Teodora, en que mis ojos se miran. Y pues tal espejo aguardo, quiébrese el espejo, amiga; que no quiero que con él éste de espejo me sirva.
Sale CLARINDO, muy galán
CLARINDO: Ya, señora, aquesto suena a gusto y volatería; que las plumas del sombrero los casamientos publican. ¿No vengo galán? ¿No vengo como Dios hizo una guinda, hecho un jarao por de fuera, y por de dentro una pipa? A mi dueño di el papel, y dióme aquesta sortija en albricias. ESTRELLA: Pues yo quiero feriarte aquesas albricias; dámela, y toma por ella este diamante. CLARINDO: Partida está por medio la piedra. Será de melancolía; que, los jacintos padecen de ese mal, aunque le quitan; partida por medio está. ESTRELLA: No importa que esté partida; que es bien que las piedras sientan mis contentos y alegrías. ¡Ay, venturoso día! ésta, amigos, ha sido estrella mía. TEODORA: Gran tropel suena en los patios. CLARINDO: Y ya el escalera arriba parece que sube gente. ESTRELLA: ¿Qué valor hay que resista el placer? Pero, ¿qué es esto?
Salen los [don PEDRO y FARFÁN,] los alcaldes mayores con BUSTO, muerto
PEDRO: Los desastres y desdichas se hicieron para los hombres; que es mar de llanto esta vida. El señor Busto Tavera es muerto, y sus plantas pisan ramos de estrellas--el cielo lisonjea argentería--. El consuelo que aquí os queda es que está el fiero homicida, Sancho Ortiz de las Roelas, preso, y dél se hará justicia mañana sin falta. ESTRELLA: ¡Ay, Dios! Dejadme, gente enemiga; que en vuestras lenguas traéis de los infiernos las iras. ¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto Sancho Ortiz! Y ¿hay quien lo diga, y hay quien lo escuche, y no muera? Piedra soy, pues estoy viva. ¡Ay, riguroso día! ésta, amigos, ha sido estrella mía. ¿No hay cuchillos? ¿No hay espadas? ¿No hay cordel? ¿No hay encendidas brasas? ¿No hay áspides fieros, muertes de reinas egipcias? Pero si hay piedad humana, matadme. PEDRO: El dolor la priva de la razón. ESTRELLA: ¡Desdichada ha sido la estrella mía! ¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto Sancho Ortiz! ¿él, quien divida tres almas de un corazón? Dejadme; que estoy perdida. PEDRO: Ella está desesperada. FARFÁN: Infeliz beldad!
Vase
PEDRO: Seguilda.
Vase
CLARINDO: Señora...
Vase
ESTRELLA: Déjame, ingrato, sangre de aquel fratricida. Y pues acabo con todo, quiero acabar con la vida. ¡Ay, riguroso día! Ésta, Tcodora, ha sido estrella mia.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

 

La estrella de Sevilla, Jornada 3


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002