ACTO TERCERO


Salen don JUAN y TRISTÁN, de noche
TRISTÁN: Agora te contaré, pues ya las trasformaciones te he dicho de los doblones, el remedio de que usé contra el encanto que así infamarme solicita, JUAN: Dilo pues. TRISTÁN: De agua bendita un vaso, señor, henchí, y dentro de ella el dinero entregué al doctor, seguro de tramoyas, que el conjuro contra su virtud es huero. JUAN: ¿Qué diabólica legión, atenta solo a mis males, de los reinos infernales conduce al mundo Plutón? TRISTÁN: Todo es encanto, y es tanto, que estoy ya flaco de miedo. JUAN: Con esta espada, si puedo, he de vencer el encanto. TRISTÁN: Un hombre viene, señor. JUAN: Véte a recoger. TRISTÁN: Sin duda, pues que tripulas mi ayuda, has creído mi temor; mas ¿cuándo Tristán ignora tu pecho? JUAN: En teniendo efeto, te descubriré el secreto que es fuerza callar agora. Véte. TRISTÁN: Si has de pelear, el obedecerte es justo; que en cosas más de mi gusto no suelo yo porfïar.
Vase TRISTÁN
Salen ROMÁN y el DEMONIO, de noche y hablan los dos aparte
DEMONIO: Éste es don Juan, que en la calle de Aldonza está en centinela; pues don Félix se desvela con sospechas, engañalle tu pretensión dispondrá; que la persona fingiendo yo de Félix, y saliendo de cas de Aldonza, creerá su agravio. ROMÁN: Con eso fío que por lo menos de intento mudará en su casamiento, y dará lugar al mío. DEMONIO: No puede hacer la verdad más efecto. ROMÁN: Hablarle quiero para acreditar primero su traición y mi amistad. JUAN: (Si es Félix, aquí verán Aparte sus traiciones el castigo que merece un falso amigo.) ¡Ah, caballero! ROMÁN: ¿Es don Juan? JUAN: ¿Quién lo pregunta? ROMÁN: Quien sólo os busca para mostraros cuánto os estima, con daros un aviso. JUAN: ¿Es Demodolo? ROMÁN: El mismo y porque veáis ya mi amistad, ya mi ciencia, quise que a mi diligencia el desengaño debáis; que vuestros ojos verán que don Félix está agora gozando de la que adora vuestro ciego amor, don Juan. JUAN: Qué decís! ROMÁN: No me ha mentido quien me lo ha dicho jamás. No puedo deciros más; y si no me habéis creído, aquí pienso acompañaros hasta que lo averigüéis, y a lo que determinéis, si algo os importo, ayudaros. JUAN: Yo estimo el ofrecimiento; pero mal os lo pagara si conmigo os arriesgara en la venganza que intento. Solamente me ayudad en esto con el secreto. ROMÁN: Como amigo os lo prometo. JUAN: Recogéos pues, y dejad lo demas a cargo mío. ROMÁN: Pues solo queréis tomar venganza, por no agraviar vuestro valor, no porfio.
Habla aparte al DEMONIO
Agora es tiempo. DEMONIO: Á cumplir parto al punto lo que ordenas.
Vase
ROMÁN: (Con esto el fin de mis penas Aparte pienso, Aldonza, conseguir.)
Vase ROMÁN
JUAN: ¿Es posible que es liviana Aldonza, y Félix traidor? ¿Tanto en él pudo el amor, tanto en ella la inhumana potestad que la ha hechizado? Mas no hay hechizos; bastó ser ella mujer, y yo un hombre tan desdichado. Mas yo, ¿para qué me pierdo por una mujer, error que juzga por el mayor y por sin disculpa el cuerdo? Más, aunque de esto me acuerde, déme el más cuerdo a entender por qué se puede perder quien por mujer no se pierde. Pero mi enemiga ha abierto la puerta, y un hombre ya sale; esto es hecho.
Sale el DEMONIO, que ha tomado la forma de don FÉLIX
¿Quién va? DEMONIO: ¿Quién lo pregunta? JUAN: (Ello es cierto; Aparte que su voz no me ha engañado.) Traidor, éste es el castigo que merece un falso amigo.
Saca la espada, y dale
DEMONIO: ¡Yo soy muerto!
Cae dentro
JUAN: Y yo vengado.
Vase. Salen LEONOR y doña ALDONZA, acabando de leer una carta
LEONOR: ¿Qué te escribe? ALDONZA: La probanza De mi ya segura gloria. Dice que es cierta la historia En que fundo mi esperanza. Todas las señas, Leonor, Con que retrata a don Diego, son las que mi pecho ciego idolatra en el doctor. LEONOR: No tienes ya, según eso, qué dudar ni qué temer. ALDONZA: Solo temo ya perder con tanta ventura el seso. LEONOR: Él viene. ALDONZA: A solas le harán mis porfías declararse. Véte. LEONOR: (Al fin vendrá a quedarse Aparte en el aire el buen don Juan.)
Vase. Sale ROMÁN
ROMÁN: Ya, Aldonza, no impedirá don Juan nuestro pensamiento, pues el celoso tormento le privó de seso ya. ALDONZA: ¿Loco está? ROMÁN: No os lastiméis. ALDONZA: Yo le aborrezco de suerte que aun diciéndome su muerte lastimarme no podéis. ROMÁN: Él, pues, ha dado en decir que es Félix, su amigo estrecho, el que mudar os ha hecho; y que viéndole salir de vuestra casa a deshora, le dio muerte; y lo ha creído d modo, que retraído está por el caso agora. ALDONZA: ¿Luego vive Félix? ROMÁN: Vive bueno y sano. ALDONZA: ¿Qué decís? ROMÁN: Probar podéis lo que oís, si alguna duda recibe. ALDONZA: ¿Tanto lo ha sentido? Tanto pudieron con él los celos? ROMÁN: Piedades son de los cielos, codolidos de mi llanto. ALDONZA: ¿Y cómo os va de don Diego? ROMÁN: Si con el alma que os doy os consuelo cuanto soy, ¿por qué lo que soy os niego? Don Diego soy. Verdad es cuanto os han dicho de mí y desde la corte aquí la estampa de vuestros pies vine borrando, señora, con mis labios; que ésta fue la ocasión por que tomé el nombre que finjo agora. Quiso mi padre obligarme a ser de otra dama esposo, y por él me fue forzoso, como por vos, ausentarme. El temor de la opresión de mi padre si me hallara, hizo que el nombre mudara; y por tener ocasión de poderos dar indicio, bella Aldonza, de mi amor, tomé oficio de doctor, que es licencioso este oficio. Si ántes os negué quién soy, fue porque son enemigos del secreto los testigos; mas ya que con vos estoy a solas, y satisfecho, por lo que importa a los dos, de que está segura en vos, la llave os doy de mi pecho. Y puesto que la locura de don Juan lo facilita, vuestro amor, señora, admita lo que ofrece la ventura. ALDONZA: En mi firme voluntad no pongáis duda, señor, cuando vos sabéis mi amor, y yo vuestra calidad. Mas mi mudanza es forzoso primero justificar, publicando en el lugar que don Juan está furioso; pues sus deudos y los míos se ofendieran de otra suerte, y temo que en vuestra muerte castiguen mis desvaríos. ROMÁN: No temáis; que al mismo instante que os merezca, me podré declarar; con que seré a refrenarlos bastante. Mas porque el temor evite que su indignación os da, para hacerlo, ¿bastará que don Juan lo solicite? ALDONZA: Claro está; mas ¿de qué modo le obligaréis? ROMÁN: Quered vos; que el Amor, señora, es dios; su industria lo alcanza todo. ALDONZA: Y yo de vuestra prudencia mayores empresas fío. Disponed de mi albedrío. ROMÁN: Parto pues. Dadme licencia; que cada instante es eterno antes de la posesión.
Vase
ALDONZA: Los puntos de dilación trueco yo a siglos de infierno. Si es verdad, dichosa he sido. ¡Leonor!
Sale LEONOR
LEONOR: ¿Qué me mandas? ALDONZA: Parte al punto a certificarte si está don Juan retraído. LEONOR: ¿Retraído? Pues, ¿qué exceso tan grave pudo emprender que le obligue a retraer? ALDONZA: Dicen que ha perdido el seso de celos; y da en decir que ha muerto a Félix, su amigo, porque de verse conmigo anoche le vio salir. LEONOR: ¿Matóle? ALDONZA: Falsa es la muerte como la causa lo fue. Haz lo que te digo. LEONOR: Iré con alas a obedecerte.
Vanse. Sale un DEMONIO, en figura y traje de sacristán, con unos panecillos y una bota de vino
TRISTÁN: Saber quisiera, sacristán divino, pues de esta iglesia sois el inquilino, si hay en ella fantasmas y visiones que a golpes, bofetadas, pescozones los retraídos huéspedes regalen? DEMONIO: Pues, ¿qué os ha sucedido? TRISTÁN: Toda la santa noche me han molido, DEMONIO: (Castigos son que da a tu a trevimiento, Aparte Román, de quien yo soy el instrumento en la visible forma que he tomado de sus mágicas artes obligado.) Yo no sentí jamás tales asombros. El miedo os fingirá espíritus malos.
Mete en un arca el pan y vino, y échale la llave
TRISTÁN: El miedo asombros da, pero no palos. Mas, ¿qué es lo que guardáis DEMONIO: Es pan y vino de una ofrenda. TRISTÁN: A extremado tiempo vino, si queréis convidarme. DEMONIO: Esto es del cura. TRISTÁN: Nunca de vuestra mala catadura esperé yo más virtüoso oficio. DEMONIO: Ser de lo ajeno liberal, es vicio.
Vase y hace caediza la llave
TRISTÁN: ¿Engáñome o cayósele la llave?
Alza la llave
Sí. De su cortedad he de vengarme. Mas ¿si vuelve? ¿Qué importa? ¿Ha de matarme? Pues de la bota soy amante ciego, Un chupón le he de hacer, y suplir luego con agua el hurto, y no seré el primero que achaca su delito al tabernero. Abrid quedo, Tristán, porque el rüido no descubra el delito; que andaremos al morro el sacristán y el retraído.
Abre el arca, y aparece un difunto; deja TRISTÁNcaer la tapa y ciérase el arca
¿Qué es esto? ¡Verbum caro! ¡Anima Christi! El arca en ataúd se ha convertido, y con el vino el muerto ha revivido.
Sale el DEMONIO, de sacristán
DEMONIO: ¿Qué es aquesto, Tristán? ¡Oh qué mal hueles! TRISTÁN: Informan de mi miedo esos papeles. DEMONIO: Pues, ¿de qué le has tenido? TRISTÁN: En este punto esa arca abrió un difunto, y en ella se ha escondido. La hora es ésta que el vino se ha bebido. DEMONIO: Mal la disculpa de tu error trazaste. Cayóseme la llave, y tú la hallaste, y al muerto tu delito has imputado. TRISTÁN: Por estos ojos el difunto he visto dentro del arca, voto a Jesucristo. DEMONIO: No jures; que me ofendes con nombrarle. TRISTÁN: Perdona. (El sacristán es un bendito.) Aparte DEMONIO: Quiérote convencer de tu delito.
Abre el arca, y no hay en ella más que el pan y el vino
¿Qué es del cadáver? ¿Ves tus invenciones? TRISTÁN: ¿Qué me quer2is, fantasmas y visiones? DEMONIO: Basta, Tristán. Yo quiero convidarte, porque sin duda estás necesitado, pues hurtar intentabas en sagrado.
Saca el pan y el vino
TRISTÁN: El cielo te lo pague; que el desvelo desde que media noche era por filo, me tiene, como dicen, en un hilo. DEMONIO: Desayúnate pues.
El pan se vuelve en ceniza, y el vino en tinta
TRISTÁN: ¡Jesus mil veces! DEMONIO: Calla ese nombre. TRISTÁN: ¡Ah, perro! ¿Lo aborreces? Pues mil veces Jesús.
Huye el DEMONIO. Sale LEONOR, con manto
LEONOR: Tristán, ¿qué es esto? TRISTÁN: ¡Que no me valga a mí, por desdichado, contra los diablos el lugar sagrado! LEONOR: ¿Qué tienes? TRISTÁN: ¡Ay Leonor! Dos mil demonios esta noche, que he estado retraído por la muerte de Félix, me han curtido, y agora un sacristán, o yo estoy ciego, o se ha desparecido echando fuego. LEONOR: Ya conozco, Tristán, tus invenciones desde aquel cuento de los cien doblones. TRISTÁN: ¿Hay más desdicha? ¡Que en sucesos tales aún no merezcan crédito mis males! LEONOR: Dejemos eso, y dime. Al fin ¿es cierto que don Juan se retrajo porque ha muerto a Félix? TRISTÁN: De eso puedo yo informarte, como quien tuve en ello tanta parte. LEONOR: Di cómo. TRISTÁN: Mi señor, para matarle, no quiso que yo fuese a acompañarle mas como soy fiel, le fui siguiendo, y quedéme a cien pasos tras la esquina de la calle en que tuvo la mohina. Salió don Félix de tu casa, cierra don Juan con él, abrázanse y en tierra dieron los dos, mas mi señor debajo. Yo, que puesto le miro en tal trabajo desde la esquina donde estaba tiro la daga a Félix... Yo propio me admiro; pues estando abrazados, sin que un pelo a mi señor cortase mi destreza, le di a Félix con ella en la cabeza, y como peje rey quedó ensartado por las sienes, del uno al otro lado. LEONOR: ¡Temerario mentir! TRISTÁN: Si por ventura sospechas que te engaño, ves allí a mi señor. LEONOR: (¿Hay tal locura? Aparte Sin duda son hechizos que le han dado, como a Aldonza, a don Juan y a su criado.) Quédate a Diós, Tristán; que no venía a saber otra cosa.
Vase LEONOR
TRISTÁN: Leonor mía, aguarda. ¿Así te vas?
Al irse LEONOR, le tira TRISTÁN del manto, y ella al entrar descubre en las espaldas un figurón, cayéndosele el manto
¡Otra tenemos! ¡San Jorge! ¡Qué visión!
Salen don JUAN y don PEDRO
JUAN: Tristán, ¿qué tienes? TRISTÁN: Temblando estoy. ¿No dicen que en la iglesia no puede entrar el diablo? PEDRO: Son consejas de ignorantes, de niños y de viejas. TRISTÁN: Pues como ahora con vosotros hablo he hablado cara a cara con el diablo. JUAN: Siempre el temor te forma esas visiones. TRISTÁN: Vive Dios, que es verdad. JUAN: Deja invenciones; que no es tiempo de gracias. TRISTÁN: En efeto, quiero callar; que no será discreto el que contare cosas que no espere que las ha de creer quien las oyere. PEDRO: Proseguid vuestro suceso. JUAN: Sabiendo al fin, como os digo, la traición de tal amigo, perdi de cólera el seso; y siendo esta noche espía vigilante con los celos, cuando estrellas a los cielos y sueño al mundo esparcía, de casa de Aldonza vi que mi enemigo salió. Habléle, y me respondió, y en la voz reconocí ser Félix; y despechado con la ofensa, le maté; y aunque perdido quedé, quedé, en efecto, vengado. TRISTÁN: Venimos a retraernos luego a este iglesia, y barrunto que en venganza del difunto se han soltado los infiernos. Y como nunca ha sabido el demonio hacer justicia, castiga en mí su malicia lo que yo no he delinquido. PEDRO: ¡Estáis cierto en que murió Félix allí? Que hasta ahora ni lo ha sabido Teodora, ni la fama divulgó en el lugar nuevas tales. JUAN: Por no dudarlo, le di, después que muerto le vi, mil estocadas mortales.
Sale don FÉLIX, hablando con un CRIADO
PEDRO: ¿No es don Félix el que llega a la iglesia? JUAN: ¿Desvarío o sueño? TRISTÁN: Él es. Amo mío, ¿a mí también me la pega? PEDRO: Qué es esto, don Juan? JUAN: No sé. TRISTÁN: O hay otro Sinón en Troya, o éste es Félix de tramoya, o el que mataste lo fué... JUAN: ¿Quién se ha visto tan confuso como yo? TRISTÁN: O él, de gallina, te dió con la mortecina, o tú eres valiente al uso de estos que con invenciones se suelen acreditar. JUAN: La vida me han de acabar tan terribles confusiones. Mas si es tan grande hechicero que el seso a Aldonza quitó, ¿quién duda que se libró por encanto de mi acero?
Al CRIADO
FÉLIX: Esto has de hacer con cuidado. CRIADO: Siempre con él te serví.
Vase
TRISTÁN: ¿Qué habemos de hacer aquí; que llega el resucitado? FÉLIX: Don Juan, por haber sabido de vuestra hermana Teodora, yendo a buscaros agora que estábades retraído, vengo celoso, por Dios, de no haber participado del caso, y haberme hallado, si sois mi amigo, con vos en el suceso que pudo causar esta novedad. JUAN: (¡Que así me finja amistad!) Aparte FÉLIX: ¿Cómo, don Juan, estáis mudo y recatado conmigo? JUAN: (¿Qué es esto cielos? ¿Qué haré? Aparte Si anoche me declaré por su mortal enemigo, si me di por ofendido cuando salió de agraviarme, y él lo vio, ¿cómo he de darme aquí por desentendido?) FÉLIX: Colijiendo voy cuán poco de mi amistad confiáis, pues la respuesta dudáis. PEDRO: (Don Juan sin duda está loco, Aparte o es Félix Ulíses griego en engañar y fingir.)
Aparte a don JUAN
TRISTÁN: Señor, ¿cómo has de salir de laberinto tan ciego? JUAN: (Ya el ingenio me ha ofrecido Aparte una importante invención. Yo he de acusar su traición sin darme por entendido.) De verme tan recatado, don Félix, no os espantéis; que en el suceso veréis si con causa lo he callado. Yo supe que cierto amigo fingido, traidor, infiel, profesando yo con él la amistad que vos conmigo, me ofende en la pretensión de Aldonza. Vile salir anoche de conseguir por dicha la posesión. Yo, que de agraviado estoy loco, desnudé la espada, y a la primer estocada cae diciendo, "¡Muerto soy!" Pero yo, aun no satisfecho, aunque muerto le juzgué, abrirle al alma intenté muchas puertas en el pecbo. Vine a retraerme al punto a este templo, y he sabido agora que ni aun herido está cuanto más difunto; que se libró de mi acero por hechizos; que el traidor tiene más de encantador que de honor de caballero, y muerto se me fingió de temeroso y cobarde, ................. [-arde;] y aunque entonces me engañó, no presuma el hechicero no ser vencido jamás; que alguna vez podrá más que sus conjuros mi acero. (Bien se lo he dado a entender.) Aparte FÉLIX: El ha sido caso extraño; mas el autor de ese engaño quisiera, don Juan, saber, si fiáis de mi amistad; que sabré morir por vos. JUAN: (¿Hay tal fingir? ¡Vive Dios Aparte que es la misma fálsedad!) Don Féiix, solo os podré decir, pues me preguntáis quién es, que si lo ignoráis vos tampoco lo sé; y adiós que los dos tenemos un negocio que tratar. FÉLIX: Adiós. (¿En qué han de parar Aparte estos confusos extremos?)
Vase don FÉLIX
JUAN: Sin seso voy de corrido. PEDRO: Y yo lo voy de admirado. TRISTÁN: O el demonio se ha soltado, o mi amo ha enloquecido.
Vanse los tres. Salen ROMÁN y el DEMONIO
ROMÁN: En habiéndole propuesto que de la injusta mudanza de Aldonza tome venganza con la ficción que he dispuesto, ponle en la imaginación que yo la persona sea que lo finja, si desea ver de ello la ejecución. DEMONIO: Poco sastisfecho estás de que penetro tu intento. Proponle tu pensamiento, y déjame lo demás; que fuera de eso, de modo sus sentidos turbaré, qe entero crédito dé y consentimiento a todo. Él viene.
Sale don JUAN
JUAN: Doctor amigo, loco estoy. ROMÁN: Tenéis razón. Ya sé, don Juan, la ocasión, pues de su justo castigo por encanto se ha librado Félix. JUAN: Vos me aconsejad, pues que de vuestra amistad y saber me he confïado. ROMÁN: Don Juan, vuestro mal con vos no puede más que conmigo, después que la ley de amigo hizo un alma de las dos; y así, quiero en este intento lo que importa aconsejaros, y hasta morir ayudaros. JUAN: Decid, pues. ROMÁN Estadme atento. Para lograr vuestro amor, busquemos un forastero no conocido, que sea pobre y de vil nacimiento, y dando a entender a Aldonza y a sus deudos que es don Diego, de que inducirá testigos mi industria y vuestro dinero, sin daros por entendido del agravio que es ha hecho con don Félix, le decid que ya que vuestros deseos desprecia, vos por mostrarle que es vuestro amor verdadero, en cambio de sus ofensas solicitáis sus aumentos. siendo un pródigo interés de este delito el tercero, con él habéis de tratar que en el obscuro silencio de la noche de sus bodas, en cambio de él, vos el lecho de doña Aldonza ocupéis. Después de gozarla, el trueco desharéis, y él otro día se ausentará porque el riesgo de ser descubierto evite. Mataréis a Félix luego; que yo me obligo a trazarlo. Descubriráse el enredo, quedará burlada Aldonza, cumplido vuestro deseo, vuestro ofensor castigado, y vos vengado y contento o perderéisos por todo, ya que resolvéis perderos. JUAN: Pues, Demodolo, vos sois de cuya amistad e ingenio la ejecución de este caso fïar solamente puedo. Forastero sois, y en Deza no conocido, y no espero que como vos pueda alguno acreditar que es don Diego; que con tan bizarras partes, ya del alma, ya del cuerpo, para serlo solo os falta el nombre de caballero. ROMÁN: (Ya me ruega con su dama. Aparte Agora he de hacer que él mesmo me lo pague. JUAN: Demodolo ¿dudáis? ROMÁN: No penséis que el riesgo me acobarda, ni el perder las riquezas de este pueblo; que lo que a dudar me obliga es solo haber de perderos, siendo forzoso ausentarme. JUAN: No perderéis; que supuesto que mis delitos también me han de obligar a lo mesmo, adonde quiera que vais acompañaros prometo. ROMÁN: Con eso me determino, y luego a trazar comienzo invenciones con que entiendan en Deza que soy don Diego. JUAN: Yo a juntar voy, para daros, cuantas riquezas poseo, y a tratar con mi enemiga el fingido casamiento.
Vase
ROMÁN: Aldonza me dé la mano que con sus engaños mesmos a de engañarse don Juan. Pues ha publicido el pueblo que soy don Diego, han de darme su cautela y su dinero y mis artes fuertes armas contra él mismo; y porque el riesgo huya mejor, con hechizos le he de hacer que pierda el seso, y la vida si me importa. Pues que me ayuda el infierno gozaré de Aldonza bella; y antes que descubra el tiempo mi delito, ausentaréme, pues por la mágica puedo penetrar en breves horas los más apartados reinos; con Aldonza si me agrada, sin ella si la aborrezco; que no siempre son iguales las pasiones y el deseo. Y a lo menos rico iré a tan remoto hemisferio, que no siendo conocido, viva alegre y sin recelo de castigos ni venganzas. Bien lo trazáis, pensamiento, si piadosa la Fortuna facilita los sucesos.
Vase. Salen don JUAN, doña ALDONZA, TRISTÁN y LEONOR
JUAN: Hermosa Aldonza, esto he hecho por mostrar, cuando a venganzas me obligan vuestras mudanzas, que atiendo a vuestro provecho. Y porque ninguno en Deza, cuando no os merezco yo, blasone que os mereció, goce de vuestra belleza don Diego, que es forastero, y os merece, y no me ofende, pues vengo en lo que él pretende a ser yo mismo el tercero. Á la corte iréis, y así aplacaré mis enojos con no tener a los ojos la ventura que perdí.
Aparte a don JUAN
TRISTÁN: No te empeñes; que estás ciego, Y es de veras el doctor don Diego. JUAN: ¡Qué loco error! TRISTÁN: Me quemen si no es don Diego. JUAN: Lo que obra el enredo es todo traza del doctor y mía. TRISTÁN: Tú pagarás tu porfía cuando estés puesto de lodo. ALDONZA: ¿Qué es lo que os dice Tristán? JUAN: Viene, señora, admirado de que el doctor disfrazado es don Diego de Guzmán. Dilo; que ya no es secreto, y en eso me fundo yo. TRISTÁN: (Estoy por decir que no, Aparte para impedirle el efeto.) ALDONZA: (Ya lo entiendo. Concertado Aparte viene a la invencián Tristán. Piensa engañarme don Juan, y es él solo el engañado.) Ya que la suerte, a los dos contraria, don Juan, en esto de manera lo ha dispuesto que no os dé la mano a vos, daros gusto en eso es justo, por mostrar que si no hubiera inconveniente, os la diera quien la da por vuestro gusto, asegurándome vos que es don Diego. JUAN: Por mi cuenta correrá, Aldonza, la afrenta y venganza de los dos. Cuanto más que si yo soy don Juan, él don Diego. TRISTÁN: ¡Y cómo! JUAN: Y ya digo que lo tomo yo por mi cuenta. ALDONZA: Y yo estoy contenta con eso, y quiero casarme, aunque no lo fuera. JUAN: (Como una simple cordera Aparte da la garganta al acero.) LEONOR: (¡Qué alegre está y engañado!) Aparte
Aparte a TRISTÁN
JUAN: Parte a llamar al doctor. TRISTÁN: Que te despeñas, señor. JUAN: ¿Quieres no ser porfïado? TRISTÁN: Que es don Diego. JUAN: Pues don Diego, Quiero que la mano dé a Aldonza. TRISTÁN: Con eso iré.
Vase TRISTÁN
JUAN: Advierte que venga luego; que importa la brevedad, Aldonza; que publicado que es don Diego, en lo tratado temo alguna novedad por la mucha diligencia de su padre. ALDONZA: El sí fue mío, y ponga vuestro albedrío lo demás. JUAN: (¡Con qué inocencia Aparte va admitiendo mi venganza!)
Aparte a doña ALDONZA
LEONOR: ¿Viste enredo más extraño? Él se engaña con su engaño, y tu cumples tu esperanza.
Hablan las dos aparte. Sale don FÉLIX
FÉLIX: Don Juan, amigo... JUAN: (¡Ay de mí! Aparte ¿Si viene a estorbar mi intento?) FÉLIX: Si es fin de vuestro tormento, tendré el hallaros aquí a gran dicha. JUAN: (Su intención Aparte entiendo.) FÉLIX: Mas escuchad, don Juan, una novedad que os causará admiración. JUAN: ¿Y es? FÉLIX: Que el doctor es don Diego de Guzmán. JUAN: Más ha de un día, Félix, que yo lo sab}a. FÉLIX: Dicen más, que el amor ciego de Aldonza le trajo a Deza, de la corte. JUAN: También sé esa verdad. FÉLIX: Pues él fue, sin duda, quien su belleza mudable con vos ha hecho; y es bien que sienta el castigo, si vos queréis. JUAN: (¡Ah enemigo! Aparte Celos te abrasen el pecho.) Ya la venganza prevengo. FÉLIX: Él viene.
Salen don PEDRO, ROMÁN, el DEMONIO y TRISTÁN
ROMÁN: Haberme llamado don Juan con tanto cuidado, por buen pronóstico tengo de la ventura que espero. JUAN: Aldonza, informada ya de los méritos que os da el ser tan gran caballero, premia vuestras penas hoy. Solo aguarda vuestra mano. ROMÁN: ¿Quién no envidia el bien que gano? La mano y el alma os doy si puedo a tal posesión llegar sin perder el seso.
Cuando va a dar la mano, entran dos FAMILIARES del Santo Oficio, con la insignia en el pecho, y estórbanlo y préndenlo
FAMILIAR 1: Roman Ramírez, sed preso por la Santa Inquisición. TRISTÁN: ¿No lo dije yo? ALDONZA: Román es éste? FAMILIAR 1: El mismo que veis. ROMÁN: ¡Ay de mi! ALDONZA: Ved lo que hacéis; que es don Diego de Guzmán. FAMILIAR 2: ¿Qué don Diego?
Aparte a ROMÁN
DEMONIO: Mi furor, Román, no os puede valer. Aquí dio fin mi poder porque el del cielo es mayor.
Vase
ROMÁN: (¡Ah infiernos! ¿Cómo el concierto Aparte vuestro no me favorece?) ALDONZA: ¡Válgame el cielo! Parece que de un gran sueño despierto. Otro que me pareció, me parece. JUAN: ¡Yo estoy loco! FAMILIAR 2: Éste es Román, el que ha poco que en Toledo castigó, porque la ley sarracena guardaba la Inquisición; que es morisco de nación. ROMÁN: (¡Ah falso infierno! La pena Aparte pago de mi desatino.) TRISTÁN: Agora caigo en la cuenta. Éste es el que vi en la venta mirar de mal al tocino. FAMILIAR 1: Andad, qué aguardáis, Román? ROMÁN: No por ser de ley extraña, menos que a vos me acompaña la ley natural, don Juan. Obligado estoy por ella a pagar tanta amistad. Ya que la pierdo, gozad sin temor de Aldonza bella; que ni es Félix falso amigo, ni jamás os ofendió. Engaños son que trazó la fuerza de amor conmigo. Con hechizos procuraba el soberano sujeto de Aldonza; mas en efeto, quien mal anda en mal acaba.
Vanse con él los FAMILIARES
TRISTÁN: Allá vayas, hechicero, donde me dejes vengado. LEONOR: Todo se ha desfigurado del que pareció primero. ALDONZA: Dadme la mano, don Juan, pues soy la misma que fui, y vos sois ya para mí tan gallardo y tan galán como lo fuisteis primero que nos mudase el encanto, pudiendo en nosotros tanto los artes de este hechicero. JUAN: Pues quedo tan satisfecho, bella Aldonza, vuestro soy, y a Félix los brazos doy. [como, al fin, amigo estrecho.] ...................[Leonor] ....................[casados] TRISTÁN: Aunque van salpimentados con casamiento, mi amor lo estima, y tu mano espera. LEONOR: Bien lo debo a tu afición. JUAN: Y aquí, pidiendo perdón, da fin esta verdadera historia, que sucedió año de mil y seiscientos. En sus rebeldes intentos, preso en Toledo murió Ramírez, y relajado en su estatua, por su ciego delito pagó en el fuego el cadáver su pecado; llevando, pues se fïaba de injustos medios Román, el castigo del refrán quien mal anda en mal acaba.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002