LA INDUSTRIA Y LA SUERTE

Juan Ruiz de Alarcón

Texto basado en la edición príncipe de LA INDUSTRIA Y LA SUERTE en PARTE PRIMERA DE LAS COMEDIAS DE DON JUAN RUIZ DE ALARCÓN (Madrid; Juan González, 1628). Fue preparado por Vern Williamsen y luego pasado a su forma electrónica en 1998.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO

Salen don JUAN y JIMENO, a un lado; y al otro, ARNESTO y SANCHO
JIMENO: ¡Que este mercader impida tu amoroso pensamiento! SANCHO: ¡Que quiera estorbar tu intento este desnudo! ¡Por vida!... JUAN: ¿Qué he de hacer? Tener paciencia. Esté de mi parte Amor; que yo tendré en mi favor, aunque pobre, la sentencia, ARNESTO: Agora que a Blanca aguardo, Sancho, no es buena ocasión, Y por mi reputación Me detengo acobardo; Que ésta es la Lonja, y recelo lo que en Sevilla perdiera de crédito, si riñera con ese pobre mozuelo. Salga mí adorada fiera de la iglesia; que pretendo acompañarla, y entiendo que también don Juan la espera; que en el suceso veré lo que puedo hacer en esto. JIMENO: ¡Ah!, ¡qué a quien se llama Arnesto, El cielo riquezas dé! Pero siempre lo verán. Señor, si quieres ser rico, en Justino o Federico trueca el nombre de don Juan; que la fortuna crüel siempre al noble aborreció. Mas al fin, ¿te prometió Agüero dar el papel? JUAN: Sí, Jimeno. JIMENO: ¿Y qué le diste? JUAN: Dos doblones que tenía. JIMENO: ¿Recibiólos? JUAN: No quería. JIMENO: Mas, en efecto ¿venciste? JUAN: Sí. JIMENO: Ya sale Blanca hermosa. JUAN: Con su padre. ¡Ah triste suerte! SANCHO: Ya sale. JIMENO: ¿No has de atreverte? JUAN: La pobreza es tan medrosa, que aun para la cortesía falta el ánimo.
Salen doña BLANCA, con manto, BELTRÁN y AGÜERO
BELTRÁN: Señor, ¿dónde vais? ARNESTO: Este favor me habéis de hacer. BELTRÁN: A fe mía, que me enoje. JIMENO: Llega agora, mientras porfían los dos.
Habla don JUAN por un lado a doña BLANCA a excusas de los demás
JUAN: Dos años ha que por vos vivo sin alma, señora. BLANCA: Dos años ha que lo sé. JUAN: Pues con que vos lo sepáis, hermoso dueño, le dais bastante premio a mí fe. ARNESTO: (¡Ah celos!) Aparte BELTRÁN: Pues no os queréis a mi petición quedar, Blanca os lo ha de suplicar. BLANCA: Yo os suplico que os quedéis. ARNESTO: Yo os obedezco; mas presto si puedo. Os habrá pesado de que yo me haya quedado. BLANCA: No os entiendo. BELTRÁN: Adiós, Arnesto. ARNESTO: Señor don Beltrán, adiós.
Vanse doña BLANCA, don BELTRÁN y AGÜERO
JIMENO: Blanca te volvió a mirar. ARNESTO: A solas tengo que hablar cierto negocio con vos. JUAN: Aquí estoy. ARNESTO: Venid conmigo.
Vanse los dos
SANCHO: (Esto es hecho. A reñir van. Aparte Bien haré, si a don Beltrán Este suceso le digo.)
Vase
JIMENO: Ellos van desafïados. Sus deudos quiero avisar; que impedir, y no ayudar, toca a los buenos crïados.
Vase. Salen SOL y CELIA
CELIA: Toda te vas despeñando. SOL: Ya lo sé. CELIA: Enmienda tu error. SOL: Más puede errando el amor que la razón acertando. CELIA: ¿Tú no has visto su desdén, y sabes que no te quiere Don Juan? SOL: Sí. CELIA: ¿Sabes que muere Por doña Blanca? SOL: También. CELIA: Pues resuélvete, y porfía a vencer tu propio daño a fuerza del desengaño. SOL: Eso fuera, Celia mía, si como para juzgarlo hay ojos en la razón, hubiera en el corazón fuerzas para ejecutarlo.
Sale JIMENO
JIMENO: Tu padre ¿está en casa? SOL: No. JIMENO: ¿No está en casa? SOL: Esta mañana a un negocio a Cantillana partió. JIMENO: Juráralo yo... SOL: Detente. JIMENO: Yo lo jurara, porque si agua he menester, una gota no ha de haber por un ojo de la cara. SOL: Habla, Jimeno: ¿qué es esto? JIMENO: Un negocio bien pesado. Al campo, desafïado va tu primo con Arnesto. SOL: ¿Qué dices? ¡Ay desdichada! ¿Mi primo don Juan? JIMENO: Don Juan. SOL: ¿Y sabes adónde van? JIMENO: Hacia el campo de Tablada.
Vase
SOL: Por Blanca riñen. ¡Ay triste! ¡Mal haya! Celia, ¿qué hare? CELIA: ¿Qué has de hacer? SOL: ¡Qué bien se ve que nunca de amor supiste! ¿Podré, cuando pierdo el seso por don Juan, cuando se abrasa el alma, aguardar en casa el fin de aqueste suceso? CELIA: Pues ¿qué quieres? SOL: Pues está mi padre ausente, querría irlo a ver. CELIA: ¡Que desvaría, Señores! SOL: Pues, ¿qué? ¿Será muy grande exceso? CELIA: En tu estado, ¿puedes hacerlo mayor? SOL: Tan ciego estado de amor no mira razón de estado. CELIA: Oye... SOL: No me persüadas. CELIA: La opinión quieres perder. SOL: ¿Quién nos ha de conocer cubiertas y disfrazadas?
Vanse. Salen don JUAN y ARNESTO
JUAN: Pedís una sinrazón, siendo notorio que he sido primero en la pretensión. ARNESTO: Ni guarda razón Cupido, ni a mí me falta razón. si sois primero en amor, yo soy primero en favor. JUAN: Pues básteos, Arnesto, el sello, sin que queráis ser por ello privilegiado amador. Pues yo, que primero fui en amar a Blanca bella, amarla no os impedí, no me impidáis el querella vos, por más dichoso, a mí. ARNESTO: Amar o no amar, depende de la voluntad del uno; y aquél que comprar pretende, no tiene derecho alguno hasta que quiera el que vende. Y así, aunque di mi querella yo después a Blanca bella, con justa causa os impido, pues haberme ella querido me ha dado derecho en ella. JUAN: Pues si de ella sois amado, ¿Por qué os receláis de mí? ¿Teméis veros derribado? Al que subir no impedí ¿contrastaré levantado? Pues estáis favorecido, gozad, con verme perdido, el colmo de ese favor; que la gloria al vencedor ¿quién la da sino el vencido? Dejad que en mi tema esté, porque el mal que me lastima al bien vuestro aumento dé; que la salud más se estima cuando un enfermo se ve. y si estáis airado y fiero porque yo por Blanca muero, ¿qué venganza más mortal que ver que me quiere mal, y a vos bien, la que yo quiero? No me pidáis demasías. ARNESTO: Yo, aunque me lloréis desdén en amorosas porfías, don Juan, nunca estuve bien con esas filosofías. Y así es mi resolución que no queráis lo que quiero con razón o sin razón. JUAN: Aunque pese al mundo entero, seguiré mi pretensión. ARNESTO: Mataréos. JUAN: No haréis, no. No temo bríos bastardos. El noble nunca temió. ¿Pensáis que es deshacer fardos matar hombres como yo? ARNESTO: ¡Ojalá que no tuviera yo más que vos que perder, y que un hombre pobre fuera, que mí valor os hiciera con esta espada entender! Y así, don Juan, no me asombro de vos, ni animoso os nombro; que en perderos, ¿qué perdéis, supuesto que no tenéis más que la capa en el hombro? Por esto no me conviene mataros yo; que otro habrá que por mí esa lengua enfrene; que este privilegio da el dinero a quien lo tiene.
Quiere irse ARNESTO, detíénele don JUAN
JUAN: Aguardad; que es disparate que yo este lance dilate. Yo mismo mataros quiero, ya que no tengo dinero para que otro por mí os mate.
Va a sacar la espada
ARNESTO: Tened, don Juan. Esperad. JUAN: ¿Con qué intento me sacastes al campo, de la ciudad? con ser rico, ¿imaginastes dar miedo a mí calidad? Sacad la espada. ARNESTO: No fue mas que de decíros esto la intención con que os saqué. JUAN: Vuestra obligación, Arnesto, bien clara en eso se ve. Si fuérades caballero, del duelo y del desafío no ignorárades el fuero; pero yo, que lo soy, quiero Cumplir como debo el mío.
Saca la espada
Sacad la espada.
Sale don BELTRÁN
BELTRÁN: ¿Qué es esto, don Juan?
Arnesto, en viendo a don BELTRÁN, saca la espada
ARNESTO: Apartad. BELTRÁN: Arnesto, deteneos. ARNESTO: Si no llegara don Beltrán, yo castígara vuestras arrogancias presto. BELTRÁN: Pues a tan buen tiempo vengo, baste ya. ARNESTO: Por vos me abstengo, abrasado el corazón. BELTRÁN: Ponéisme en obligación... (Mas al que calla me atengo.) Aparte Pues ¿qué ha sido? Que quisiera que mí venida luciera. Dadme los dos las dos manos ¿Tan honrados ciudadanos se arriesgan de esta manera? ARNESTO: Si don Juan promete hacer lo que pido, en mi amistad siempre el primero ha de ser. JUAN: Yo no lo he de prometer. ARNESTO: Pues, don Beltrán, perdonad.
Vase
BELTRÁN: ¿Qué es esto, don Juan? ¿Qué es esto? ¿Sabes que estás de este modo a todo este pueblo opuesto? Y digo a este pueblo todo, Pues todo lo manda Arnesto. JUAN: Sé que yo soy caballero, y cuando el lugar entero a Arnesto agradar intente, es un hombre solamente fabricado de dinero. ¿Qué tengo que saber más? BELTRÁN: Más tienes. Te certifico que en la tierra donde estás, es el linaje del rico el que a todos deja atrás. No se opone a la riqueza, si es pobre, aquí la nobleza; que si he de decir verdad, dineros son calidad... Y la pobreza es vileza. Mira, no te desenfrenes fïado en tu sangre noble; porque él, si a contienda vienes, más amigos tendrá el noble que gotas de sangre tienes. En la corte son factores aquellos grandes señores, con razón, de la nobleza; que como en ellos se empieza, defiéndenla sus autores; mas como en este hemisferio es el uso más valido tratar y buscar dinero, a todos es preferido aquél que lo halla primero. Y así, mientras pobre fueres, el ardiente orgullo doma, y pues que tan cuerdo eres, mientras en Roma estuvieras, vive a la usanza de Roma. Perdóname, que aunque lejos de culparme no estarás que yo te dé estos consejos sin pedirlos, ya sabrás la licencia de los viejos.
Vase
JUAN: ¡Qué apacible consejero, para estar desesperado! También está declarado por el bando del dinero. ¡Ved qué esperanza tendré, después de esto que le he oído, de que a mí por bien nacido su hermosa hija me dé!
Sale JIMENO
JIMENO: Señor. JUAN: Jimeno. JIMENO: ¿Qué ha habido? JUAN: Habiendo tenido al lado un tan valiente crïado, ¿ué puede haber sucedido? JIMENO: Si vi que sólo venía contigo Arnesto, señor, ¿no afrentara tu valor si te hiciera compañía? JUAN: Si tuviera prevención en el campo mi enemigo, ¿fuera bien seguirme? JIMENO: Digo que seguirte era razón; mas viendo que si tenía prevenida la emboscada Arnesto, sola mi espada corto socorro sería, para avísallos busqué tus deudos; mas fue buscar fuego en las olas del mar. pues como ninguno hallé, desde la ciudad aquí he venido en solo un punto. En este rostro difunto verás si volé o corrí. Y aunque por campo y ciudad atrás el viento he dejado, como Santelmo he llegado después de la tempestad. JUAN: Si yo menester lo hubiera, tarde el socorro venía, y a un pobre, nuevo sería que a buen tiempo le viniera. Todo lo que aquí pasó claro sin decirlo está, Jimeno, pues sabes ya quién es él y quien soy yo. También sabes la ocasión, pues sabes que a Blanca bella, como yo muero por ella, él también tiene afición. JIMENO: Pues ¿qué quiere el mercader? JUAN: Cuanto quiera alcanzará, porque tanto poder da en esta tierra en tener. JIMENO: Y para impedir tu amor, ¿en qué funda su derecho? JUAN: Dice que Blanca le ha hecho, pimero que a mí, favor. JIMENO: ¡Blanca favor! JUAN: No lo creo. JIMENO: Pues bien lo puedes creer él rico, y ella mujer... Paréceme que lo veo.
Salen SOL y CELIA, tapadas, y don NUÑO
NUÑO: Creyendo voy que a Tablada me habéis sacado a reñir; que bien os pueden servir los ojos de ardiente espada. Pero que habéis quebrantado el uso común advierto; que primero me halléis muerto, y después desafïado. De prodigiosa os preciáis, pues cuando sin vida estoy, como vivo hablando voy, y como muerta calláis. CELIA: Éste es don Juan. SOL: (¡Gloria a Dios, Aparte que sin peligro le vi!) Señor don Nuño, hasta aquí pude valerme de vos. Agora, por cortesía os suplico que os quedéis. NUÑO: ¿Posible es que me dejéis sin mí y sin vos, gloria mía? ¡Que aun el nombre no merezco saber! SOL: Si más porfiáis, no merecéis y cansáis. NUÑO: Por merecer obedezco. JIMENO: Aquí viene bien mi ayuda; que somos dos y ellas dos. NUÑO: (¿Qué me quieres, ciego dios? Aparte A Don Juan buscan sin duda. ¿Qué tormenta es ésta, cielos, y qué repentino ardor? Aún no hay centellas de amor, ¿y ya hay volcanes de celos? ¡Después que me has abrasado, me mandas, fiera, quedar! Seguiréte hasta cobrar El alma que me has quitado.)
Vase
CELIA: Volvernos a la ciudad sin hablarle, es lo mejor; que aunque es la causa su amor, el efecto es liviandad. SOL: Es parecer acertado. Cúbrete bien.
Echan a andar
JIMENO: ¡Vive Dios, que van huyendo las dos! JUAN: Con eso me han obligado a sospechar y seguir.
Síguelas
Aguardad, señora mía. Decid, ¿para qué salía al campo quien ha de huir? ¿No respondéis? Mas crecida sospecha agora me dais; que por algo receláis ser en la voz conocida. Y al paso de ese recelo en mí el deseo se enciende, pues el muro que os defiende es un delicado velo. Corred. Mas no lo corráis; que ya por lo transparente he visto cuán justamente de avergonzada os tapáis. ¡Vos sois mi prima! ¿Qué es esto? Sol, ¡vos salís de esta suerte!
Descúbrese
SOL: A ver tu vida o tu muerte. ¿Qué has tenido con Arnesto? JUAN: ¿Yo con Amesto? SOL: Enemigo, pendencias por Blanca son. Mira que de tu traición te da el amor el castigo. Mira bien que su hermosura no iguala con mi firmeza, y no es mayor su belleza, aunque es menor mi ventura. Mira que te quiero más que tú a Blanca. Ver te obligue que huyes de quien te sigue, y tras de quien huye vas. JUAN: Repórtate, vuelve en ti; que estoy confuso y corrido de ver que hayas excedido de tu obligación así. ¿Tú, doña Sol, ¡caso feo! de esta suerte sales fuera? Por Dios, que no lo creyera. y lo dudo aunque lo veo. ¡Tú, doncella principal!, has de rogar, aunque mueras, a un hombre! ¡Ah!, ¡si bien supieras Cuánto pareció más mal Dido ofreciendo al Troyano las glorias de tu belleza, que pagando su flaqueza, muerta con su propia mano! SOL: Si yo, falso, comenzara rogándote con mi amor, fuera bien que tu rigor mí liviandad acusara. Mas si por haber tratado los dos nuestro casamiento, justamente el pensamiento toda el alma te ha entregado; viendo burlar mi esperanza, esto que he hecho, traidor, no es solicitar tu amor, sino culpar tu mudanza. Y así no es razón que arguyas de livianas mis porfías, ni que finjas culpas mías para disculpar las tuyas. JUAN: Sol, en injustas razones estriba tu sentimiento y en un vano fundamento la obligación que me pones. Tú no te has certificado a qué salí con Arnesto, ni tienes más razón de esto que la que tú has sospechado. Pues mi obligación, bien sabes que no de ser menor; que palabras en amor son las prendas menos graves. Tratámonos de casar. Tratamos, yo lo confieso; si me quisiste por eso, la suerte debes culpar; pues tu divina belleza prohíbe a mí voluntad, por ser nuestra calidad igual con nuestra pobreza. SOL: Cuando empezaste a tratarlo, ¿cómo en eso no míraste? JUAN: Sí miré; mas no ignoraste que entonces, para intentarlo, toda la esperanza mía etuvo sólo fundada en la herencia que la armada de las Indias me traía. Hízola un furioso viento tesoro inútil del mar con que fue fuerza mudar, si no el amor, el intento. Que nuestros deudos han sido de este parecer de suerte, que aun el hablarte y el verte estorbarme han pretendido. Así que, a no poder más, mudo intento. Si pudieres haz lo mismo; que si quieres, mujer eres, y podrás.
Vanse don JUAN y JIMENO
SOL: Ruego al cielo, pues permite, crüel, tu injusto rigor, o que me quite el amor, o que la vida me quite.
Vanse doña SOL y CELIA. Sale AGÜERO, con un papel cerrado
AGÜERO: El rizado mozalbito casco-alegre y pie-liviano no advierte que hay escribano que huele a legua un delito, y jueces tan enteros, que por esta liviandad me traerán por la ciudad, hecho un arzobispo, en cueros. Pues luego, ¡Blanca codicia del amor el dulce trato! No vive con más recato una beata novicia. ¡Que don Juan me ponga en esto! ¡Vive Dios, que estoy tentado! Mas mi palabra le he dado. En obligación me he puesto. Dios me libre; que esta moza, según es dura y crüel, temo que de este papel me fabrique la coroza.
Sale doña BLANCA
BLANCA: Agüero AGÜERO: Señora mía. BLANCA: ¿Qué hay de nuevo? AGÜERO: Esa belleza qu admira naturaleza por más nueva cada día. ¡Ay Blanca!, que la ciudad toda alabaros procura. El mancebo la hermosura, el viejo la honestidad. ¡Ay!, que sé que tierno y firme alguno en vuestra afición... BLANCA: Basta ya de adulación. ¿Tenéis algo que pedirme? AGÜERO: No; que daros, sí, por Dios, porque a vos, señora mía, ¿quién os ve, que no querría darse todo entero a vos? Bien parece que no oís los suspiros y las quejas que estas paredes y rejas despiertan mientras dormís. Por Dios, que estoy ya cansado de mil buenos que a mí vienen a decirme el mal que tienen, de vuestros ojos causado. Quizá piensan que su amor he de deciros. ¡Mal año! Que de vuestro pecho extraño no saben, cual yo, el rigor. Que si no fuera por eso, fundara en vuestra belleza de renta mayor riqueza que dicen que tuvo Creso. Que aun hoy a mí se llegaba... BLANCA: Sacadme de ese aposento Un libro. AGÜERO: (¿Qué pensamiento-- Aparte cuando al de amor la guiaba-- al mejor tiempo me impide?) BLANCA: ¿No vais? AGÜERO: ¿Qué libro os agrada? BLANCA: Dadme a Fray Luis de Granada. AGÜERO: (Bien con mi intento se mide.) Aparte
Vase
BLANCA: Él tiene alguna embajada, según sospecho, que darme y es ley de mi honor mostrarme tan esquiva y recatada, aunque la curiosidad con fuerza me solicita.
Sale AGÜERO metiando el papel en el libro
AGÜERO: (El que la ocasión me quita, Aparte me la ha de dar en verdad. El billete pondré aquí; que aunque el libro es santo y bueno, en vaso de oro el veneno se suele esconder así.) ¿Es éste, señora?
Dale el libro
BLANCA: Él es. No leyendo, mucho aciertas. AGÜERO: Tres tienes, y en las cubiertas los conozco todos tres. (A solas quiero dejalla Aparte que pierda el miedo al honor; que con los solos amor hace más bien su batalla.)
Vase y doña BLANCA empieza a leer
BLANCA: "Capítulo..." Al fin Agüero se fue sin decirme nada. Él temió verme enojada. Cobarde es para tercero. Un curioso pensamiento altera mi corazón, o centellas de amor son las inquietudes que siento. Porque ¿dónde hay fortaleza para poder resistir dos años de combatir con amor y con firmeza?
Abre el libro y halla el papel
Pero ¿qué es esto? ¡Papel sin sobrescrito y cerrado! Ya entiendo. El libro me ha dado Agüero, y lo puso en él, y por eso me dejó a solas, según advierto. Como cazador experto, puso el lazo y se escondió. ¿Si es de don Juan? Pierdo el seso Por verlo; mas no quisiera que Agüero de mí entendiera tan no acostumbrado exceso. Cerrado viene. ¿Qué haré? Mas pues sola me ha dejado, con la traza que he pensado, disimularlo podré
Abre el papel
Que cerrando otro papel de la forma que éste viene, pues sobrescrito no tiene, podré engañarle con él, rompiéndolo, sin abrirlo, En su presencia. Esto es hecho.
Lee la firma
"Don Juan de Luna." Del pecho sale el alma a recebirlo.
Lee
"Si fue contingente el veros, fuerza fue, Blanca, el amaros, sin remedio el olvidaros, imposible el mereceros. Entre combates tan fieros nunca la desconfïanza en mi amor hizo mudanza; y en pocas veces se ve que no enflaquezca la fe donde falta la esperanza. Pero yo, que sólo atiendo a amar, y no a merecer, Blanca, en pudiéndoos querer, alcanzo lo que pretendo. Y así, aunque vivo muriendo, nunca os pediré la vida ni que estéis agradecida; mas sólo que permitáis, pues que vos misma obligáis aquereros, ser querida. Don Juan de Luna." ¡Qué leo! ¿Son versos, amor, o son flechas para el corazón y rayos para el deseo? a responder soy forzada; que amante y correspondida es necedad conocida el morir de recatada. De Agüero no hay que fïar los secretos de mi honor; que tiene poco valor para saberlos callar. Pero buena traza es ésta. el mismo viejo he de hacer que se la dé, sin saber que se la da, la respuesta.
Escribe y habla lo que sigue
"A tan hidalga porfía fuera crueldad la esquiveza. Agradezco tu firmeza, justa ocasión de la mía. Al balcón de mediodía a medianoche te espero, donde hablarte a solas quiero; que en las cosas de opinión lvianos testigos son Un papel y un escudero." Mi amor se determinó. cerrarélo de manera que este papel no difiera del que don Juan me envió; que así no ha de conocello el viejo; y si por mi daño don Juan no entiende el engaño, no vengo a arriesgar en ello Más que un pliego de papel.
Mientras ha dicho esto, ha cerrado el papel como estaba el de don JUAN
Pues sólo mi padre vio mi letra, y no he puesto yo razón conocida en él. Agüero.
Asómase AGÜERO a la puerta
AGÜERO: Señora. BLANCA: Entrad. AGÜERO: (El diablo me hizo alcahuete. Aparte
Muéstrale su billete
BLANCA: ¿Pusistes este billete vos aquí? Decid verdad. AGÜERO: Yo lo puse. BLANCA: ¿Para qué? Acabad. ¿En qué dudáis? AGÜERO: Para que vos lo leáis; que enojaros recelé; Y porque palabra di, obligado y condolido de don Juan de Luna, ha sido forzoso dárosle así. BLANCA: No habéis tenido razón en lo que intentado habéis, pues con sólo eso ponéis mi opinión en opinión. Y si no mirara yo, villano, lo que perdiera con sólo que se supiera que nadie a tal se atrevió, llevárades, os prometo, tantos palos, que otro día a una vil esclava mía no perdierais el respeto. Pasar sin castigo puede, por el primero, este error; mas porque de él en mi honor ningún escrúpulo quede
Dale el papel
volved a don Juan cerrado su billete; que con eso su locura y vuestro exceso viene a quedar remediado. AGÜERO: Haré lo que me mandáis. (El vil oficio maldigo Aparte y a quien más lo usare.) BLANCA: Digo que a don Juan se le volváis. AGÜERO: Lo que una vez me dijistes, ¿cuándo a mí se me olvidó? BLANCA: Mirad que he de saber yo Si en su mano se la distes. AGÜERO: Darle. El papel le pondré, Señora, en sus propias manos. (¡Ay, doblones soberanos, Aparte qué poco tiempo os gocé!)
Vase. Sale don NUÑO
BLANCA: Hermano. NUÑO: Blanca querida, por remedio vengo a ti. BLANCA: ¿De qué, don Nuño? NUÑO: ¡Ay de mí! No menos que de la vida. BLANCA: Pues habla. NUÑO: Aunque es mi intención a tu estado desigual, ser mi peligro mortal da justa dispensación. Yo estoy, para que concluya y sepas mi triste estado, Blanca mía, enamorado. BLANCA: ¿De quién? NUÑO: De una amiga tuya. Sol, de mi mal causa bella, salió al campo de Tablada; y aunque la vi disfrazada, seguíla hasta conocella. Basta decir que la vi para haber dicho que muero, y el remedio no lo espero, si no me viene de ti. Procura estrechar con ella la amistad, hermana mía, porque con tu tercería venga mi amor a vencella. BLANCA: Mirar por tu vida es justo. NUÑO: De que irás a visitarla mañana quiero avisarla. BLANCA: Disponlo, hermano, a tu gusto. NUÑO: Advierte que con don Juan de Luna trata de amor, según sospecho. BLANCA: (¡Ah traidor!) Aparte ¿Quién? NUÑO: Doña Sol de Guzmán. BLANCA: ¿No son primos? NUÑO: Deudos son, pero no son tan cercanos, que para darse las manos aguarden dispensaci6n. BLANCA: (Muerta soy.) Aparte NUÑO: Digo que adviertas que trata con él amores. Porque de hacerle favores, como puedas, la diviertas.
Vase
BLANCA: ¡Hola, Agüero! Ya se ha ido, ya mi papel le habrá dado. ¡Que pueda haberme engañado el que tan constante ha sido! ¡Que el amor en persuadirme toda su fuerza pusiese, y en la otra mano tuviese la causa de arrepentirme! ¿Qué he de hacer, ya declarada, si ve el papel? ¿Qué he de hacer sino morir o vencer, celosa y enamorada?
Vase. Salen ARNESTO y SANCHO, de noche
ARNESTO: No se atrevió el escudero a llevarle un papel. SANCHO: ¿No? Si Agüero no se atrevió, téngolo por mal agüero. ARNESTO: Dice que es tan virtüosa, tan honesta y recatada, que la devoción le agrada solamente. SANCHO: ¡Extraña cosa! ARNESTO: Tanto más loco me veo. Blanca con la resistencia don Juan con la competencia encienden más mi deseo, y a quitar inconvenientes me resuelvo. SANCHO: Bien harás. ARNESTO: Pues oye. Tú buscarás, Sancho, dos o tres valientes de estos que pagados dan muertes y heridas; que quiero hacer sin riesgo al dinero homicída de don Juan. SANCHO: Eso es fácil. La memoria quiero recorrer señor. (¿Por dónde puedo mejor Aparte dar triste fin a mí historia? Que él es rico, y su pecado, él no, yo lo he de pagar, pues la soga ha de quebrar siempre por lo más delgado. Diréle que sí, y fingiendo inconvenientes, el daño dilataré; que el engaño más seguro es concediendo.) ¡Gloria a Dios, que me he acordado! un hombre llamarte quiero, que es de Madrid, y el primero por lo valiente y callado. ARNESTO: Eso es lo que he menester. ¿Y cómo se llama? SANCHO: Cid, por mal nombre. ARNESTO: ¿Y de Madrid? SANCHO: ¿Pues de dónde puede ser, sino del lugar felice en que el rey de España nace quien no diga lo que hace, y quien haga lo que dice? ARNESTO: Búscalo luego. SANCHO: De mí puedes fïar. ARNESTO: Muera, ingrata, el que de celos me mata. Quizá me querrás así. SANCHO: Sí; que no son pedernales sus entrañas, y ya creo que te quiere. ARNESTO: ¡Ay Dios!, que veo contra mí muchas señales; que mañana, dice Agüero, que a doña Sol de Guzmán, la parienta de don Juan, va a visitar la que quiero. mira si es bien de temer esta liga. SANCHO: No, señor, que don Juan a tu valor, ¿qué competencia ha de hacer? Si con poder la regalas, si con galas la festejas, ¿correrá don Juan parejas, aunque amor le dé sus alas? ARNESTO: Bien dices. Quiero servilla públicamente. SANCHO: Eso sí. ARNESTO: Mi amor será desde aquí la fábula de Sevilla, quizá la publicidad engendrará amor en ella. SANCHO: O al menos vendrá a vencella, si no amor, la vanidad. ARNESTO: Pues avisa a don Julián por la mañana, al gallardo don Francisco, a don Bernardo y a don Pedro de Luján. No quede al fin caballero que conozcas por mi amigo, Sancho, que no hagas testigo de que enamorado muero; y que para festejar a la que adoro, quisiera que a caballo y de carrera todos me fuesen a honrar mañana. SANCHO: Déjame hacer, y descuida; que si alcanza don Juan alguna esperanza, mañana la ha de perder. ARNESTO: Aderécenme el overo con rizos, cintas y galas; que sus pies han de ser alas con que vuele al bien que espero. Oye. ¿Es reloj? SANCHO: Sí, señor. ARNESTO: Cuenta. SANCHO: Dos.
Sale doña BLANCA, a una ventana
BLANCA: (Entre las glorias Aparte de tus mayores victorias puedes poner esta, Amor. Gente veo. Mi invención sin duda entendió don Juan. Él y Jimeno serán; que son dos. SANCHO: Las doce son. ARNESTO: Quedo, Sancho. SANCHO: ¡Vive Dios, que hay en el balcón de Blanca un bulto con toca blanca! BLANCA: (Él llega.) Aparte SANCHO: (Mujer sois vos.) Aparte ARNESTO: Quiero hablar... SANCHO: Muda, señor, la voz; que por dicha es su padre el bulto que ves, y lo blanco el tocador. Y es cosa que ha sucedido requebrar a la mujer un amante, y responder con una bala el marido. ARNESTO: ¿Es Blanca? BLANCA: ¿Quién es? ARNESTO: Señora, a tal hora, ¿qué dudáis? ¿A quién, sino a mí, aguardáis en ese balcón? BLANCA: (Agora Aparte estoy ya cierta que es él, y que mi papel leyó; que en esto señas me dio de lo que dice el papel.) ¿Es don Juan? ARNESTO: No me obliguéis, con preguntarlo, a pensar que a otro podéis aguardar. (¡Ah enemiga!) Aparte SANCHO: (¿Esas tenéis?) Aparte BLANCA: Yo os respondí agradecida, don Juan, a vuestro cuidado; pero ya de haberlo estado me hallaréis arrepentida, porque he sabido después que a doña Sol, vuestra prima, estimáis, y ella os estima; y si acaso el interés de mi dote os ha obligado a fingir aquí afición teniendo allá el corazón, engañáis muy engañado; que si para mi marido sois pequeño todo vos, ¿ué será si entre las dos estáis, don Juan, dividido? ARNESTO: Hermoso dueño, escuchad. SANCHO: (Mátala a celos.) Aparte
Salen don JUAN y JIMENO
JIMENO: Dos son Y están hablando al balcón. BLANCA: ¡Que viene gente! Callad. JUAN: (¡Vois sois, Blanca, la crüel, Aparte la esquiva, la recatada, la que me volvéis airada sin leerlo mi papel! JIMENO: (¡La santica! ¡Fuego en ti!) Aparte JUAN: ¡Si es Arnesto, vive Dios! Pues estamos dos a dos, que hemos de acabar aquí el desafío. Esta vez propone a Blanca el amor por premio del vencedor, siendo ella misma el jüez. JIMENO: Si están solos, verás presto la calle desocupada. pero tener emboscada es sin duda, si es Arnesto. JUAN: ¿Ya temes? JIMENO: No me acobardo; que prevenir no es temer. Déjame reconocer primero el campo.
Vase
JUAN: Aquí aguardo. SANCHO: El uno se va, y sin duda el otro que se ha quedado, pues guarda el puesto, ha envïado a llamar gente en su ayuda. ARNESTO: Bien dices. SANCHO: Y es de inferir que quien tan cerca se ha puesto viéndonos en este puesto, tiene gana de reñir. ARNESTO: ¿Si es don Juan? SANCHO: Sin duda alguna, y Troya ha de ser aquí. ARNESTO: Oye, pues me tiene a mí Blanca por don Juan de Luna, para desacreditarle con ella, Sancho, lleguemos, y las espadas saquemos para echallo de la calle; y en sacándola don Juan, huyamos. SANCHO: De buena gana; que es la industria soberana.
Sacan las espadas
BLANCA: ¡Triste de mí! A reñir van. ARNESTO: Sancho, callando ha de ser, para no ser conocidos de él ni de Blanca.
Embisten a don JUAN, y él saca la espada, y se acuchillan
La ventaja os pudo hacer; mas presto la de mi espada arrepentir os hará.
Vuelve JIMENO
JIMENO: El diablo anda suelto. BLANCA: Ya está la cuestión trabada.
Éntranse huyendo ARNESTP y SANCHO, y tras ellos don JUAN
Mas ¡cielos! ¿Qué es esto? ¡Dos huyen de uno! ¿Has olvidado la sangre que has heredado, Don Juan? JIMENO: Pues huyen, por Dios, que no he llegado muy tarde. A ellos. BLANCA: Huyendo van. ¡Ah, quién te viera, don Juan, antes muerto que cobarde!
Vanse

FIN DEL PRIMER ACTO

La industria y la suerte, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002