ACTO SEGUNDO


Salen BLANCA: y CLAVELA: con mantos
BLANCA: Yo la he de ver, y estorbar cuanto pueda su esperanza; que el amor pide venganza si llega a desesperar; y pues no me vio jamás la Marquesa, cierta voy de que no sabrá quién soy. CLAVELA: Resuelta, señora, estás, y no quiero aconsejarte. BLANCA: Ella sale. CLAVELA: Hermosa es: con razón la luz que ves puede en celos abrasarte. BLANCA: Cúbrete el rostro, y advierte que los enredos que emprendo van perdidos, en pudiendo este viejo conocerte.
Salen INÉS y BELTRÁN
BELTRÁN: Ya del marqués don Fadrique el memorial he pasado; y si verdad ha informado, no dudo que se publique por su parte la vitoria. INÉS: Pues, Beltrán, con brevedad de lo cierto os informad, porque es ventaja notoria la que en sus méritos veo, y si verdaderos son, mi sangre o mi inclinación facilitan su deseo. BELTRÁN: Él es tu deudo; y, por Dios, que fuera bien que se unieran vuestras dos casas, e hicieran un rico estado los dos.
Doña BLANCA habla aparte con CLAVELA
BLANCA: Primero el fin de tus años, caduco enemigo, veas. CLAVELA: La ocasión es que deseas. BLANCA: Comiencen, pues, mis engaños, y advierte bien el rodeo con que mi industria la obliga a rogarme que la diga lo que decirle deseo.
Alto
No vengo a mala ocasión, cuando de bodas tratáis, pues feliz anuncio dais con eso a mi pretensión. INÉS: ¿Quién sois y qué pretendéis? BLANCA: Soy, señora, una crïada de una mujer desdichada, que por dicha conocéis. Lo que pretendo es mostraros joyas de hechura y valor, con que pueda el resplandor del mismo sol envidiaros. Tratado su casamiento, las previno mi señora; y habiendo perdido agora, con la esperanza, el intento de ese estado, determina tomar el de religión; y viendo que la ocasión de casaros se avecina, según publica la fama, me mandó que os las trajese, porque, si entre ellas hubiese alguna que de tal dama mereciese por ventura ser para suya estimada, por el valor apreciada, aunque pierda de la hechura mucha parte, la compréis. INÉS: Las joyas, pues, me mostrad.
Saca una cajeta de joyas
BLANCA: Su curiosa novedad pienso que codiciaréis. De diamantes jaquelados es ésta. INÉS: No he visto yo mejor cosa. BLANCA: Ésa costó mil y quinientos ducados. Pero ved estos diamantes al tope. INÉS: La joya es bella: el cielo no tiene estrella que dé rayos más brillantes. BLANCA: Con más razón esta rosa, esmaltada en limpio acero, compararéis al lucero. INÉS: Venus es menos hermosa. Quien tales joyas alcanza muy rica debe de ser. BLANCA: Tanto, que por no perder de una mano la esperanza, las diera en albricias todas; y sé que le pareciera corto exceso a quien supiera con quién trataba sus bodas. Mas son pláticas perdidas. De lo que importa tratemos. CLAVELA: (¡Por qué sutiles extremos Aparte busca el medio a sus heridas!) INÉS: Ya de curiosa me incito a saber quién fue el ingrato; que vuestro mismo recato me despierta el apetito. CLAVELA: (Ya están conformes las dos.) Aparte BLANCA: Si saberlo os importara, Marquesa hermosa, fïara más graves cosas de vos. INÉS: A quien trata de casarse y a quien, como ya sabréis, hace el examen que veis, temerosa de emplearse en quien, como el escarmiento lo ha mostrado, si se arroja, a la vuelta de la hoja halle el arrepentimiento, ¿no importa saber con quién quiso esa dama casarse, y para no efetüarse la causa que hubo también? Si, como me certifica vuestra misma lengua agora, la que tenéis por señora es tan principal y rica, ¿presumís que entre los buenos que opuestos agora están a mi mano, ese galán que ella quiso valga menos? ¿Quién duda sino que está a este mi examen propuesto él también? Pues, según esto, no poco me importará saber quién fue, y cuál ha sido tan poderosa ocasión que el efeto a la afición de esa dama haya impedido. Decídmelo, por mi vida, y fïad que me tendréis, si esta lisonja me hacéis, mientras viva, agradecida. BLANCA: Si he de hacerlo, habéis de dar la palabra de¡ secreto. INÉS: Como quien soy lo prometo. BLANCA: Solas hemos de quedar.
A BELTRÁN
INÉS: Dejadnos solas. BELTRÁN: (Quien fía Aparte secretos a una mujer con red intenta prender las aguas que el Nilo envía.)
A CLAVELA
BLANCA: La industria verás agora con que la obligo a querer al Conde, y a aborrecer al Marqués, si ya lo adora.)
Vase BELTRÁN y habla desde el paño
BELTRÁN: Pues nada encubre de mí, los secretos que después me ha de contar Doña Inés quiero escuchar desde aquí.) INÉS: Ya estamos solas. BLANCA: Marquesa, a quien haga más dichosa el cielo que a la infeliz de quien refiero la historia, sabed que ese Conde Carlos, ése cuya fama asombra con los rayos de su espada las regiones más remotas, ese Narciso en la paz, que por sus partes hermosas es de todos envidiado, como adorado de todas, en esta dama, de quien oculta el nombre mi boca, por obedecerla a ella y porque a vos no os importa, puso, más ha de tres años, la dulce vista engañosa, pues a sus mudas palabras no corresponden las obras. Miró, sirvió y obligó, porque son muy poderosas diligencias sobre partes, que solas por sí enamoran. Al fin, en amor iguales y en méritos, se conforman, que si él es galán Adonis, es ella Venus hermosa; y porque a penas ardientes dichoso término pongan, declarados sus intentos, alegres tratan sus bodas. Entonces ella previno éstas y otras ricas joyas, como hermosas desdichadas, malquistas como curiosas; y cuando ya de Himeneo el nupcial coturno adorna el pie, y en la mano Juno muestra la encendida antorcha; cuando ya, ya al dulce efeto falta la palabra sola que eternas obligaciones en breve sílaba otorga, al Conde le sobrevino una fiebre, si engañosa, su mudanza lo publica, su ingratitud lo pregona; pues desde entonces, fingiendo ocasiones dilatorias, descuidadas remisiones y tibiezas cuidadosas, vino por claros indicios a conocerse que sola su mudada voluntad los desposorios estorba. Ella, del desdén sentida y de la afrenta rabiosa, pues hechos ya los conciertos, quien se retira deshonra, llegó por cautas espías a saber que el Conde adora otra más dichosa dama; no sé yo si más hermosa, porque con tanto secreto su nuevo dueño enamora, que viendo todos la flecha, no hay quien la aljaba conozca. Con esto, su cuerdo padre, por consolar sus congojas, a las bodas del Marqués don Fadrique la conhorta; mas cuando de su nobleza y de sus partes heroicas iban nuevas impresiones borrando antiguas memorias, vino a saber del Marqués ciertas faltas mi señora, para en marido insufribles, para en galán fastidiosas; y aunque parezca indecente el referirlas mi boca, y esté, de que han de ofenderos los oídos, temerosa, el secreto y el deseo de serviros, y estar solas aquí las tres, da disculpa a mi lengua licenciosa. Tiene el Marqués una fuente, remedio que necios toman, pues para sanar enferman, y curan una con otra. Tras esto, es fama también que su mal aliento enoja, y fastidia más de cerca que él de lejos enamora; y afirman los que le tratan que es libre y es jactancioso su lengua, y jamás se ha visto una verdad en su boca. Pues como en el verde abril marchita el helado Bóreas las flores recién nacidas, las recién formadas hojas, así mí dueño, al instante que de estas faltas la informan, del amor en embrión el nuevo concepto aborta; y con la misma violencia que al arco la cuerda torna, cuando, de membrado brazo disparada, el viento azota, de su Conde Carlos vuelve a abrasarse en las memorias, sus perfeciones estima y sus desdenes adora. Mas viendo, al fin, su deseo imposible la vitoria, pues son, cuando amor declina, las diligencias dañosas, despechada, muda intento, y la deseada gloria que no ha merecido deja a otra mano más dichosa; pues podrá quien goce al Conde alabarse de que goza el marido más bizarro que ha celebrado la Europa. INÉS: Cuanto puedo os agradezco la relación de la historia; y a fe que me ha enternecido la tragedia lastimosa que en sus amantes deseos ha tenido esa señora. BLANCA: Tenéis, al fin, sangre noble. Mas, ¿qué decís de las joyas? INÉS: Que me agradan, mas quisiera, para tratar de la compra, que un oficial las aprecie. BLANCA: No puedo aguardar agora; si gustáis, volveré a veros. INÉS: Será para mí lisonja; que vos no me enamoráis menos que ellas me aficionan. BLANCA: A veros vendré mil veces, por ser mil veces dichosa.
Aparte doña BLANCA y CLAVELA
CLAVELA: Bien se ordena tu venganza. BLANCA: Ya he sembrado la discordia. Pues soy despreciada Juno, ¡muera Paris y arda Troya!
Vanse las dos
INÉS: ¡Hola Beltrán! BELTRÁN: ¿Qué me quieres, señora? INÉS: Al punto partid, y con recato seguid, Beltrán, esas dos mujeres. Sabed su casa, y de suerte el seguirlas ha de ser, que ellas no lo han de entender. BELTRÁN: Voy, señora, a obedecerte; y fía de mi cuidado que lo que te han referido averigüe; que escondido su relación he escuchado.
Vase
INÉS: Hasta agora, ciego Amor, libre entendí que vivía. Ni tus prisiones sentía, ni me inquietaba tu ardor. Pero ya, ¡triste!, presumo que la libertad perdí; que el fuego escondido en mí se conoce por el humo. Causóme pena escuchar los defetos del Marqués, y de amor sin duda es claro indicio este pesar. Cierto está que es de quererle este efeto, pues sentí las faltas que dél oí como ocasión de perderle. Presto he pagado el delito de seguir mi inclinación y de hacer en la elección consejero al apetito. No más Amor; que no es justo tras tal escarmiento errar; esposo, al fin, me ha de dar el examen, y no el gusto.
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: (Corazón, ¿de qué os turbáis? Aparte ¿Qué alboroto, qué temor os ocupa? Ya de amor señales notorias dais. ¿Quién creyera tal mudanza? Pero, ¿quién no la creyera, si la nueva causa viera de mi dichosa esperanza? Perdona, Blanca, si sientes ver que a nueva gloria aspiro; que en Inés ventajas miro, y en ti miro inconvenientes.) Mi dicha, Marquesa hermosa, ostenta ya, con entrar a veros sin avisar, licencias de vitoriosa; que le ha dado a mi esperanza, para tan osado intento, el amar, atrevimiento, y el merecer, confïanza. INÉS: (Ya empiezo a verificar Aparte los defetos que he escuchado, pues a hablar no ha comenzado, y ya se empieza a alabar.) Mirad que no es de prudentes la propria satisfación, y más donde tantos son de mi mano pretendientes; y quien con tal osadía presume, o es muy perfeto, o si tiene algún defeto, en que es oculto se fia; y es acción poco discreta estar en eso fïado, que a la envidia y al cuidado, Marqués, no hay cosa secreta. MARQUÉS: Bien me puede haber mentido mi proprio amor lisonjero; pero yo mismo, primero que fuese tan atrevido, me examiné con rigor de enemigo, y he juzgado que puede estar confïado, más que el de todos, mi amor. De mi sangre no podéis negarme, Inés, que confía con causa, pues es la mía la misma que vos tenéis. De mi persona y mi edad, si pesa a mis enemigos, vuestros ojos son testigos. No mendigáis la verdad. En la hacienda y el estado ilustre en que he sucedido, de ninguno soy vencido, si soy de alguno igualado. Mis costumbres, yo no digo que son santas, mas al menos son tales, que los más buenos me procuran por amigo. De mi ingenio no publica mi lengua la estimación; dígalo la emulación, que ofendiendo califica. Pues en gracias naturales y adquiridas, decir puedo que los pocos que no excedo se jactan de serme iguales. En las armas sabe el mundo mi destreza y mi pujanza. Hable el segundo Carranza, el Narváez sin segundo. Si canto, suspendo el viento; si danzo, cada mudanza hace, para su alabanza, corto el encarecimiento. Nadie es más airoso a pie; que, puesto que del andar es contrapunto el danzar, por consecuencia se ve, si en contrapunto soy diestro, que lo seré en canto llano. Pues a caballo, no en vano me conocen por maestro de ambas sillas los más sabios, pues al más zaino animal trueco en sujeción leal los indómitos resabios. En los toros, ¿quién ha sido a esperar más reportado? ¿Quién a herir más acertado, y a embestir más atrevido? ¿A cuántos, ya que el rejón rompí y empuñé la espada, partí de una cuchillada por la cruz el corazón? Tras esto, de que la fama, como sabéis, es testigo, sé callar al más amigo mis secretos y mi dama, y soy--que esto es lo más nuevo en los de mi calidad-- amigo de la verdad y de pagar lo que debo. Ved, pues, señora, si puedo con segura presunción perder en mi pretensión a mis contrarios el miedo. INÉS: (¡Qué altivo y presuntüoso! Aparte ¡Qué confïado y lozano os mostráis, Marqués! No en vano dicen que sois jactancioso.) Bien fundan sus esperanzas vuestros nobles pensamientos en tantos merecimientos; mas a vuestras alabanzas y a las partes que alegáis, hallo una falta, Marqués, que no negaréis. MARQUÉS: ¿Cuál es? INÉS: Ser vos quien las publicáis. MARQUÉS: Regla es que en la propria boca la alabanza se envilece; mas aquí excepción padece, pues a quien se opone toca sus méritos publicar, por costumbre permitida; que mal, si sois pretendida de tantos, puedo esperar que los mismos, que atrevidos a vuestra gloria se oponen, mis calidades pregonen, si está en eso ser vencidos. Decirlas yo es proponer, es relación, no alabanza; alegación, no probanza, que ésa vos la habéis de hacer. Hacelda; y si fuere ajeno un punto de la verdad, a perder vuestra beldad desde agora me condeno. INÉS: Mucho os habéis arrojado. MARQUÉS: La verdad es quien me alienta. INÉS: (¿Cómo puede ser que mienta Aparte quien habla tan confïado? ¡Cielos santos! ¿Es posible que tales faltas esconda tal talle, y no corresponda lo secreto a lo visible?) Tales los méritos son que alegáis vos, y yo veo, que si, como ya deseo y espero, la relación verifica la probanza que rigurosa he de hacer, desde aquí os doy de vencer seguridad, no esperanza; porque inclinada me siento, si os digo verdad, Marqués, a vuestra persona. MARQUÉS: Ése es mi mayor merecimiento. ¿Qué más plena información de méritos puedo hacer, señora, que merecer tan divina inclinación? Si en ése que tú me das, Marquesa, a todos excedo, está cierta que no puedo ser vencido en los demás.
Sale BELTRÁN
BELTRÁN: Llegada es ya la ocasión en que es forzoso probarlos. MARQUÉS: Beltrán, ¿cómo? BELTRÁN: El Conde Carlos, con la misma pretensión, ha publicado, en servicio de la Marquesa, un cartel, y desafía por él a todo ilustre ejercicio de letras y armas a cuantos al examen se han opuesto. MARQUÉS: (¡El Conde! ¡Cielos! ¿Qué es esto? Aparte El Conde sólo, entre tantos amantes, basta conmigo a obligarme a desistir; que no es justo competir con tan verdadero amigo. Mas ya por opositor al examen me he ofrecido, y nadie creerá que ha sido la amistad, sino el temor, el que muda mi intención. Pues, amigo, perdonad, si prefiero a la amistad las aras de la opinión.) INÉS: Marqués, parece que os pesa y que os han arrepentido las nuevas que habéis oído. MARQUÉS: Lo dicho, dicho, Marquesa. La suspensión que habéis visto nació de que amigo soy del Conde; mas ya que estoy declarado, si desisto, lo podrá la emulación a temor atribuir; y es forzoso preferir a la amistad la opinión; demás que vuestra beldad es mi disculpa mayor, si por las leyes de amor quebranto las de amistad. INÉS: Pues bien es que comencéis a vencer, yo a examinar; aunque no pienso buscar, si al Conde Carlos vencéis, otra probanza mayor. MARQUÉS: Si vos estáis de mi parte, ni temo en la guerra a Marte, ni en la paz al dios de amor.
Habla aparte a BELTRÁN
INÉS: ¿Habéis sabido, Beltrán, la casa? BELTRÁN: Ya la he sabido. INÉS: ¡Oh, cielos! ¡Hayan mentido nuevas que tan mal me están! ¡Que las señales desmienten defetos tan desiguales! BELTRÁN: No des crédito a señales, si las de¡ Marqués te mienten.
Vanse
MARQUÉS: ¿De una vista, niño ciego, dejas un alma rendida? ¿De una flecha, tanta herida y de un rayo, tanto fuego? ¡Loco estoy! Ni resistir ni desistir puedo ya; todo mi remedio está sólo en vencer o morir.
Sale el conde CARLOS
CARLOS: Marqués amigo, ¿sabéis el cartel que he publicado? MARQUÉS: Y me cuesta más cuidado del que imaginar podéis. CARLOS: ¿Por qué? MARQUÉS: En vuestro desafío tenéis por opositor a vuestro amigo el mayor. CARLOS: El mayor amigo mío sois vos, Marqués. MARQUÉS: Pues yo soy. CARLOS: ¿Qué decís? MARQUÉS: Cuanto me pesa sabe Dios. Con la Marquesa declarado, Conde, estoy; después de estarlo he tenido nuevas de vuestra intención; si, salvando mi opinión y sin que entiendan que ha sido el desistir cobardía, puedo hacerlo, vos el modo trazad, pues siempre es en todo vuestra voluntad la mía; que, pues por vos he olvidado, tras de dos años de amor, a doña Blanca, mejor de este tan nuevo cuidado se librará el alma mía; aunque, si el pecho os confiesa lo que siente, la Marquesa ha encendido en sólo un día más fuego en mi corazón que doña Blanca en dos años. Mas libradme de los daños que amenazan mi opinión si desisto de este intento, y veréis si mi amistad tropieza en dificultad o repara en sentimiento. CARLOS: Culpados somos los dos, Marqués, igualmente aquí; que el recataros de mí y el recatarme de vos en esto, nos ha traído a lance tan apretado; que uno y otro está obligado a acabar lo que ha emprendido. MARQUÉS: Yo no soy culpado en eso; que no quise publicar mi intento por no quedar corrido de mal suceso; y con esta prevención, que pienso que fue prudente, a doña Inés solamente declaré mi pretensión. Y sabe Dios que mi intento fue quererme divertir de doña Blanca y cumplir vuestro justo mandamiento. Y el cielo, Conde, es testigo que, aunque en el punto que vi a la Marquesa perdí la libertad, fue conmigo de tanto efeto el oír que érades también su amante, que de mi intento al instante determiné desistir; mas ella, que no confía tanto de humana amistad, lo que fue fidelidad atribuyó a cobardía; y ésta es precisa ocasión de proseguir: que si es justo, Conde, preferir al gusto la amistad, no a la opinión. CARLOS: Con lo que os ha disculpado me disculpo: yo, ignorante de que fuésedes su amante, el cartel he publicado. No puedo con opinión de este empeño desistir; que no lo ha de atribuir a amistad la emulación. MARQUÉS: Eso supuesto, mirad, Conde, lo que hemos de hacer. CARLOS: Competir, sin ofender las leyes de la amistad. MARQUÉS: Tened de mí confïanza, que siempre seré el que fui.
Vase
CARLOS: Y fïad que no haga de mí la competencia mudanza. ¿Cuándo, ingrata doña Inés, ha de cesar tu crueldad? Cuando ya, por mi amistad, mudaba intento el Marqués, ¿le obligaste al desafío, por darme pena mayor? ¿Qué le queda a tu rigor que emprender en daño mío?
Sale BELTRÁN
BELTRÁN: ¡Famoso Conde! CARLOS: ¡Beltrán! ¿Qué hay del examen? BELTRÁN: Señor, hoy de todo pretensor los méritos se verán. CARLOS: ¿Qué ha sentido la Marquesa del cartel que he publicado? BELTRÁN: La gentileza ha estimado con que vuestro amor no cesa de obligarla. CARLOS: Su rigor a lo menos no lo muestra. BELTRÁN: No os quejéis; que culpa es vuestra conquistar ajeno amor, ingrato a quien os adora y por vos vive muriendo. CARLOS: ¿Qué decís, que no os entiendo? BELTRÁN: La Marquesa, mi señora, lo sabe ya todo: en vano os hacéis desentendido. CARLOS: ¡Decid, por Dios! ¿Qué ha sabido? Del secreto os doy la mano, si es que os recatáis por eso. Solos estamos los dos. BELTRÁN: Ha sabido que por vos pierde doña Blanca el seso. CARLOS: ¿Qué doña Blanca? BELTRÁN: De Herrera, la hija de don Fernando. CARLOS: Lo que os estoy escuchando es ésta la vez primera que a mi noticia llegó. BELTRÁN: ¡Bien, por Dios! CARLOS: Él es testigo de que la verdad os digo. BELTRÁN: Pues, que lo sepáis o no, por vos vive en tal tormento y en tanto fuego abrasada Blanca, que desesperada quiere entrarse en un convento. CARLOS: ¿Por mí? BELTRÁN: Por vos. CARLOS: Mirad bien que os engañáis. BELTRÁN: Ni yo dudo quién sois, ni engañarse pudo quien lo dijo. CARLOS: ¿Pues de quién lo sabéis que no podía engañarse? BELTRÁN: Helo sabido de una crïada, que ha sido de quien ella más se fía. CARLOS: Otra vez vuelvo a juraros que he estado ignorante de ello. BELTRÁN: Bien puede, sin entendello vos, doña Blanca adoraros; que esas partes fortaleza mayor pueden sujetar, y ella de honesta callar, ciega de amor, su flaqueza, que sólo os puedo decir que quien me lo dijo fue con circunstancias que sé que no me pudo mentir. CARLOS: (¿Puede ser esto verdad, Aparte cielo santo? Puede ser, que en antojos de mujer no es ésta gran novedad. Pero no, el Marqués ha sido su amante. Mentira es. Pero bien pudo el Marqués amarla sin ser querido. ¿Cómo me pudo tener tanta afición sin mostralla? Pero como honesta calla, si adora como mujer. ¿Cómo mi amor la conquista sin comunicar con ella? Pero la honrada doncella tiene la fuerza en la vista. Marquesa, si esto es verdad, al cielo tu sinrazón ofende, y me da ocasión de castigar tu crueldad. Será de mí celebrada Blanca, principal y hermosa. Quizá pagarás celosa lo que niegas confïada. Mas, ¿qué haré? Que el desafío me tiene empeñado ya. El mismo ocasión me da para el desagravio mío: yo haré que tu confïanza, si el cielo me da vitoria, donde espera mayor gloria, me dé a mí mayor venganza.) Adiós, Beltrán. BELTRÁN: Conde, adiós. CARLOS: Mi pretensión ayudad. BELTRÁN: Ya sabéis mi voluntad. CARLOS: Confïado estoy de vos.
Vase
BELTRÁN: Lo que manda la Marquesa comencemos a ordenar.
Pone papeles sobre un bufete, y recado de escribir y un libro
¡Cielos! ¿En qué ha de parar tan dificultosa empresa?
Sale CLAVELA con manto
CLAVELA: (Dicen que un loco hace ciento Aparte y ya, por la ceguedad de Blanca, en mí la verdad del refrán experimento. Oblígame a acreditar su enredo con otro enredo. Éste es Beltrán. Aquí puedo su intención ejecutar.) Suplícoos que me digáis dónde hallaré un gentilhombre de esta casa, cuyo nombre es Beltrán. BELTRÁN: Con él estáis. CLAVELA: ¿Vos sois? BELTRÁN: Yo soy. CLAVELA: Buen agüero del dichoso efeto ha dado, haberos luego encontrado, a lo que pediros quiero. BELTRÁN: ¿En qué os puedo yo servir? CLAVELA: Es público que se casa la señora de esta casa. Dicen que ha de recebir más crïadas y quisiera, pues tanto podéis, que fuese, para que me recibiese, vuestra piedad mi tercera; que ni por padres honrados, ni por buena fama creo que desprecie mi deseo. En labores y bordados hay en la corte muy pocas que me puedan igualar; si me pongo a aderezar valonas, vueltas y tocas, no distingue, aunque lo intente, la vista más atrevida, si son de gasa bruñida o de cristal transparente; y si de lo referido pretendéis certificaros, será fácil informaros de la casa en que he servido; que su madre del Marqués don Fadrique es buen testigo de las verdades que digo. BELTRÁN: (Esta ocasión, cielos, es Aparte la que buscar he podido, para informarme de todo lo que pretendo.) ¿De modo que habéis, señora, servido a la Marquesa? CLAVELA: Diez años. BELTRÁN: ¿Por qué causa os despidió de su servicio? CLAVELA: (¡Cayó Aparte en la red de mis engaños!) Si os he de decir verdad, me habéis de guardar secreto. BELTRÁN: Decid; que yo os lo prometo. CLAVELA: Conquistó mi honestidad su hijo el Marqués de suerte que me despedí por él, y por eximirme de él tuviera en poco la muerte. BELTRÁN: ¿Por qué? Decid. CLAVELA: Yo me entiendo. BELTRÁN: ¿No lo fïaréis de mí? (La verdad descubro aquí.) Aparte CLAVELA: (¡En el lazo va cayendo!) Aparte No es oro todo, Beltrán lo que reluce. Secretos padece algunos defetos, aunque le veis tan galán, que da vergüenza el contarlos. ¡Mirad qué será el tenerlos! BELTRÁN: ¿Y no puedo yo saberlos, supuesto que he de callarlos? CLAVELA: Pues os he dicho lo más, y pues pretendo obligaros, tengo de lisonjearos diciéndoos lo que jamás mis labios han confesado. Tiene el Marqués una fuente; y el mayor inconveniente no es éste de ser amado. BELTRÁN: ¿Pues cuál? CLAVELA: En una ocasión que me halló sola, en los lazos me prendió de sus dos brazos, y en la amorosa cuestión, a mis labios atrevido, con su aliento me ofendió tanto, que me mareó el mal olor el sentido. Por esto y por la opinión que tiene de mentiroso, hablador y jactancioso, tomé al fin resolución de resistir y de huir el ciego amor que le abrasa por mí; y así de su casa me fue forzoso salir. BELTRÁN: Decidme, ¿cómo os llamáis? CLAVELA: Es mi nombre Ana María. BELTRÁN: ¿Dónde vivís? CLAVELA: Una tía me alberga; mas pues tomáis mi cuidado a cargo vos, al mío queda el buscaros. BELTRÁN: Importa no descuidaros. CLAVELA: Dios os guarde. BELTRÁN: Guárdeos Dios. CLAVELA: (Fuerza es que al fin se declare Aparte la verdad; mas haga el daño que hacer pudiere el engaño, y dure lo que durare.)
Vase
BELTRÁN: Con tan clara información, las faltas son ciertas ya del Marqués, y perderá por ellas su pretensión.
Sale doña INÉS
INÉS: ¿Tenéis, Beltrán, prevenidos los memoriales? BELTRÁN: Dispuestos están como has ordenado. INÉS: Pues llegad, llegad asientos. Sentáos, Beltrán. El examen en nombre de Dios empiezo.
Siéntanse al bufete con un libro y memoriales
BELTRÁN: Este billete, señora, es de don Juan de Vivero. INÉS: Breve escribe. Dice así,
Lee
"Si os mueven penas, yo muero" Esto de muero es vulgar; mas por lo breve es discreto. BELTRÁN: Hecha tengo su consulta. INÉS: Decid.
Lee en el libro
BELTRÁN: "Don Juan de Vivero, mozo, galán, gentilhombre, y en sus acciones compuesto; seis mil ducados de renta; galiciano caballero. Es modesto de costumbres, aunque dicen que fue un tiempo a jugar tan inclinado, que perdió hasta los arreos de su casa y su persona; pero ya vive muy quieto." INÉS: El que jugó jugará; que la inclinación al juego se aplaca, mas no se apaga. Borralde. BELTRÁN: Ya te obedezco. INÉS: Proseguid. BELTRÁN: Éste es don Juan de Guzmán, noble mancebo.
Dale un papel a INÉS
INÉS: ¿No es éste el que ayer traía una banda verde al cuello? BELTRÁN: Ése mismo. INÉS: Pues yo dudo que escape de loco o necio; que preciarse de dichosos nunca ha sido acción de cuerdos.
Lee INÉS
"En tanto que el máximo planeta en giro veloz ilustre el orbe, y sus piramidales rayos iluminan mis vítreos ojos...". ¡Oh, qué fino mentecato! BELTRÁN: ¡Y qué puro majadero! INÉS: ¡A una mujer circunloquios y no usados epitetos! BELTRÁN: ¿Quieres oír su consulta? INÉS: No, Beltrán; borralde presto, y al margen poned así:
Escribe BELTRÁN en el libro
"Éste se borra por necio. No se consulte otra vez, porque es falta sin remedio". BELTRÁN: Ya está puesto. El que se sigue es don Gómez de Toledo, que la cruz de Calatrava ostenta en el noble pecho. Hombre que anda a lo ministro, capa larga y corto cuello, levantado por detrás el cuello de ferreruelo, el paso compuesto y corto, siempre el sombrero derecho, y un papel en la pretina; maduro en años y en seso. INÉS: Apruebo el seso maduro, maduros años no apruebo para en marido, Beltrán. BELTRÁN: Es maduro, mas no es viejo. INÉS: Va la consulta. BELTRÁN: Es Hurtado de Mendoza. INÉS: ¿De los buenos? BELTRÁN: De los buenos. INÉS: Será vano. BELTRÁN: Es pobre. INÉS: Serálo menos. BELTRÁN: Tiene esperanza de ser de una gran casa heredero. INÉS: No contéis por caudal proprio el que está en poder ajeno; y más donde el morir antes o después es tan incierto. BELTRÁN: Pretende oficios. INÉS: ¿Pretende? ¡Triste de él! ¿Tenéis por bueno para mi marido a quien ha de andar siempre pidiendo? BELTRÁN: Un virreinato pretende. INÉS: ¿Virreinato cuando menos? ¡Mirad si digo que es vano! BELTRÁN: Tiene, para merecerlo, innumerables servicios. INÉS: A maravedís los trueco; que méritos no premiados son litigiosos derechos. BELTRÁN: Sólo entre sus buenas partes se le conoce un defeto. INÉS: ¿Cuál? BELTRÁN: Es colérico adusto. INÉS: ¡Peligroso compañero! BELTRÁN: Mas dicen que aquella furia se le pasa en un momento, y queda apacible y manso. INÉS: Si con el ardor primero me arroja por un balcón, decidme, ¿de qué provecho, después de haber hecho el daño será el arrepentimiento? BELTRÁN: ¿Borrarélo? INÉS: Sí, Beltrán; que elegir esposo quiero a quien tenga siempre amor, no a quien siempre tenga miedo, BELTRÁN: Ya está borrado. Consulta
Lee en el libro
de don Alonso... INÉS: Ya entiendo. BELTRÁN: Éste tiene nota al margen, que dice. "Merced le han hecho de un hábito, y no ha salido. Consultéseme en saliendo". INÉS: ¿Ha salido? BELTRÁN No, señora. INÉS: Harta lástima le tengo. Beltrán, el que hábito pide, más pretende, según pienso, dar muestra de que es bienquisto, que no de que es caballero. Adelante. BELTRÁN: Don Guillén de Aragón se sigue luego, de buen talle y gentil brío; sobre un condado trae pleito. INÉS: ¿Pleito tiene el desdichado? BELTRÁN: Y dicen que con derecho; que sus letrados lo afirman. INÉS: Ellos, ¿cuándo dicen menos? BELTRÁN: Gran poeta. INÉS: Buena parte, cuando no se toma el serlo por oficio. BELTRÁN: Canta bien. INÉS: Buena gracia en un soltero, si canta sin ser rogado, pero sin rogar con ello. BELTRÁN: En latín y griego es docto. INÉS: Apruebo el latín y el griego; aunque el griego, más que sabios, engendrar suele soberbios. BELTRÁN: ¿Qué mandas? INÉS: Que se consulte, si saliere con el pleito. BELTRÁN: El que se sigue es don Marcos de Herrera. INÉS: Borraldo luego; que don Marcos y don Pablo, don Pascual y don Tadeo, don Simón, don Gil, don Lucas, que sólo oírlos da miedo, ¿cómo serán si los nombres se parecen a sus dueños? BELTRÁN: Del marques napolitano la consulta te refiero. INÉS: Beltrán, títulos de Italia son moneda de otro reino, y no quiero yo marido que ande con los caballeros de España sobre llamarle señoiía, siempre a pleito. Voluntarias señorías son forzosos sentimientos, que hay hidalgo presumido, de montañés abolengo, que por darles a los tales con la merced, por momentos se les hará encontradizo. BELTRÁN: Bórrolo, pues, y te leo los méritos y consulta del conde don Juan. INÉS: Ya entiendo. BELTRÁN: Es andaluz, y su estado es muy rico y sin empeño, y crece más cada día, que trata y contrata. INÉS: Eso en un caballero es falta; que ha de ser el caballero ni pródigo de perdido, ni de guardoso avariento. BELTRÁN: Dicen que es dado a mujeres. INÉS: Condición que muda el tiempo. Casará y amansará al yugo del casamiento. BELTRÁN: No es puntüal. INÉS: Es señor. BELTRÁN: Mal pagador. INÉS: Caballero. BELTRÁN: Avalentado. INÉS: Andaluz. BELTRÁN: Es viudo. INÉS: Borralde presto; que quien dos veces se casa, o sabe enviudar o es necio. BELTRÁN: El Conde Carlos se sigue. Éste tiene gran derecho, que es noble, rico y galán, y de muchas gracias lleno. INÉS: Sí; mas tiene una gran falta. BELTRÁN: ¿Y cuál es? INÉS: Que no le quiero. BELTRÁN: ¿Borrarélo? INÉS: No, Beltrán, ni lo borro ni lo apruebo. BELTRÁN: Sólo el Marqués don Fadrique resta ya. Sus partes leo. INÉS: Decidme; ¿qué información hallastes de los defetos que aquella mujer me dijo? BELTRÁN: ¡Que son todos verdaderos! INÉS: ¿Que son ciertos? BELTRÁN: Ciertos son.
Levántase derribando el bufete
INÉS: Pues borralde... Mas, ¡teneos! No le borréis; que es en vano, entre tanto que no puedo, como su nombre en el libro, borrar su amor en el pecho.
Vase
BELTRÁN: Con las tablas de la ley diste, señora, en el suelo. No hallarás perfeto esposo; que caballo sin defeto, quien lo busca, desconfía de andar jamás caballero.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

El examen de maridos, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002