ACTO TERCERO


Sale don DIEGO, con capa y espada, cerrando un papel
DIEGO: Ya que me impidió la suerte, con desdicha tan crüel, que saliese a la campaña cuando me esperó el marqués, en este papel verá la ocasión y que a la ley no falto del desafío cuando puedo, pues en él verá que le aguardo solo esta noche.
Sale CAMPANA
CAMPANA: Señor. DIEGO: ¿Pues? ¿Qué dice Teodora? CAMPANA: ¿Como qué dice? Imposible fue verla; que de ella y su casa tan vigilante Argos es su hermano, que en todo el día no ha puesto en la calle el pie. DIEGO: No haces cosa que no sea, Campana, echarme a perder. CAMPANA: ¿Pues de esto te quejas? DIEGO: De eso no me quejo. CAMPANA: Pues, ¿de que? DIEGO: De que dieses a Teodora tan neciamente el papel. CAMPANA: ¿Tanto el papel importaba? DIEGO: Tanto, que me puede hacer dos terribles daños. (Que era Aparte el billete en que el marqués me desafió, y Teodora puede publicarlo, y él pensar que es flaqueza mía lo que mi desdicha fue, con que mi valor se infama, y ella habrá echado de ver que a la estacada salía por Leonor; con que mi fe ha de condenar del todo, pues del todo ha de creer que a doña Leonor amaba; que ya sabrá que tomé la espada y quise salir en recibiendo el papel. Ya lo sabrá, claro está, pues tanta ocasión, despues de informarse por minutos, dio mi suceso crüel; y cuando esperé, ocultando la verdad, darle a entender que por hüir de Leonor por el balcón me arrojé, habrá visto, en daño mío, lo peor que pudo ver.) ¡Ay, Campana, cuál me tienen tus necedades! CAMPANA: Más bien dijeras mis prevenciones; que si salen al revés, culpa a la suerte, no a mí Díme tú, ¿qué pude hacer, si a verte casi difunto de los primeros llegué, que fuese más bien pensado? Mira, senor, una vez, por un negro galanteo con un toro me arriesgué. Pescóme, y como pelota, dio un bote conmigo; y dél apenas libre me vi, cuando cercado me hallé de mil pícaros piadosos, que con achaque de ver la herida, las faltriqueras me dejaron del revés. De este caso escarmentado, en el tuyo me acordé, y te saqué de ellas luego llaves, dinero y papel. Llegó al punto la justicia, y como trató de hacer información de quien eres y del caso, recelé que los que el papel me vieron sacarte, le diesen de él noticia, y para informarse me le quitasen. Hallé a mano a Teodora bella, que vuelto el rojo clavel en blanca azucena, al punto que oyó tu mal, bajó a ver si el alma que ya exhalabas viendo que venció al desdén la piedad, se detenía, avarienta de beber las perlas que por dos bellas niñas derramaban tres. Y como suyo, con causa, el billete imaginé, pues al punto que los ojos pasaste, señor, por él, demonstración tan extraña hiciste, que por poder hüir de Leonor te echaste por un balcón, le entregué el billete sin recelo; antes temiendo que de él la justicia coligiera vuestro amor, imaginé que de nadie lo podía fïar sino de ella, a quien iba el honor en guardarle. Si los discursos que ves me engañaron, no fue mía la culpa, que tuya fue; que si tú no me ocultaras, cuando leíste el papel, sus misterios, yo supiera lo que me importaba hacer. DIEGO: Bien dices, la culpa es mía, pues no le rompí; que quien no entrega al fuego testigos, que viviendo pueden ser instrumentos de su mal, pierde por su culpa el bien. Ya está hecho. Agora importa que lleves éste al marqués don Fadrique, y en su mano se le entregues. CAMPANA: ¿Para qué? Que no tardará un momento, señor, en llegarte a ver. DIEGO: ¿Cómo? CAMPANA: Preguntóme agora que por su puerta pasé, dónde estabas; respondíle que en esta posada; y él replicó, "Pues, ¿cómo está en una posada quien es esposo de Leonor?" Yo le dije, "Engaño es." Y como le vi celoso, le quise satisfacer, y de todos tus amores la verdad le declaré; y mostróse tan contento del desengaño el marqués, que para verte, al instante, el coche mandó poner. DIEGO: ¿Que supo todo el suceso de ti? CAMPANA: No todo; que de él alguna parte sabía. DIEGO: ¿Qué sabía? CAMPANA: Que después de haber cobrado tu acuerdo la infelice noche que del cielo de Leonor fuiste precipitado Luzbel, a tu posada te trajo la justicia para hacer diligencia. Esto sabía el marqués; yo le conté cómo don Juan y don Sancho lo permitieron, por ser más conveniente a sus celos y disimular más bien la ocasión; y cómo tú declaraste que el caer del balcón fue contingencia, porque te dio estando en él gota coral; y don Sancho, advirtiendo cuán cortés y recatado anduviste, lo que tú dijo también, y que con esto cesó la justicia en proceder. DIEGO: ¿Que de mi amor los sucesos todos le contaste? CAMPANA: Al pie de la letra, como dicen. DIEGO: ¡Voto a Dios, que me has de hacer que te mate o que me mate! CAMPANA: ¿Otra tenemos? ¿Pues qué? ¿También en esto he pecado? DIEGO: ¡Hombre o demonio, también! CAMPANA: Él me lleve, pues no acierto a servirte. DIEGO: Amén. CAMPANA: Amén, mil amenes, pues tu gusto en esto solo acerté. DIEGO: (El marqués ha de pensar Aparte que echadizo le envié a darle satisfación, y para reñir con él no tengo valor. ¡Ah, cielos! ¿Por qué permitís, por qué, que deslustre la Fortuna un noble acero por quien de tanto enemigo vuestro el escarmiento se ve?) Mas tú, ¿qué causa le diste de mi caída al marqués? CAMPANA: Escaparte de Leonor. DIEGO: ¿Eso más? CAMPANA: ¿Esto también culpas? Ello va de errar. DIEGO: (¿Cuando debiera entender Aparte que por ir al desafío por el balcón me arrojé, le ha dicho que por hüir de Leonor, porque el marqués dé más crédito a mi afrenta? ¿Hay desdicha más crüel? ¡La verdad ha desmentido con la mentira! ¿Qué haré sin ventura y sin honor?) ¡Vive Dios, que estoy... CAMPANA: No estés; que ya el marqués ha llegado. DIEGO: ¿Con qué cara le he de ver?
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: ¡Don Diego amigo! DIEGO: ¡Marqués! ¿Cómo a quien desafiáis nombre de amigo le dais? MARQUÉS: No haré poco si después que la verdad he sabido, os obligo a perdonar el delito que en dudar de vuestra fe he cometido. DIEGO: Para mi satisfación vuestro engaño es la disculpa, que aunque yo no tuve culpa, vos tuvistes ocasión. Mas advertid que Campana se erró, Marqués, en decir que yo salté por hüir de Leonor por la ventana. MARQUÉS: ¿Cómo? DIEGO: Porque yo salía a veros al señalado sitio; y como ese crïado esta ocasión no sabía, y la otra sí, atribuyó a la que supo el exceso; y para dejaros de eso satisfecho, os escribió hoy mi mano este papel. Vedle, marqués. MARQUÉS: Yo lo estoy. DIEGO: No cumplo yo con quien soy, si vos no os informáis de él. MARQUÉS: Verélo por vuestro gusto, mas no porque es menester.
Lee en secreto
CAMPANA: Agora llego a entender los misterios del disgusto que le he dado. Como honrado el desafío calló; y bien me espantaba yo de que se hubiese arriesgado por el balcón, para hüir de Leonor, quien por la puerta, pues la tuvo siempre abierta, pudo a su salvo salir. MARQUÉS: El papel he ya leído; mas, ¿quién dudó o quien ignora que vos, como siempre, agora con quien sois habéis cumplido? Mas decidme ya el estado que tiene vuestra esperanza; que al remedio o a la venganza me hallaréis a vuestro lado. DIEGO: Mil años el cielo os guarde; mas si bien vuestro favor vale tanto, ya en mi amor sospecho que llega tarde. MARQUÉS: ¿Pues tan poca confïanza tenéis de Teodora hermosa? DIEGO: Si está con razón celosa, no es liviandad su mudanza, y no he podido hasta agora satisfacer su sospecha. MARQUÉS: ¿Esperáis que satisfecha, volverá a amaros Teodora? DIEGO: De su firmeza fiara el remedio de mi daño, si llegara el desengaño antes que el daño llegara. MARQUÉS: Pues si consiste, don Diego, en dilatar la ocasión de darle satisfación el peligro, vamos luego; que en ello, puesto que os doy con razón nombre de amigo, a arriesgar por vos me obligo cuanto puedo y cuanto soy. (Vengaréme de Leonor Aparte en esto; que a su pesar con Teodora ha de lograr don Diego su firme amor.) DIEGO: Dos mil años tus blasones aumentes, noble marqués, porque a los señores des un espejo en tus acciones; que no consiste en nacer señor la gloria mayor; que es dicha nacer señor, y es valor saberlo ser.
Vanse el MARQUÉS y don DIEGO
CAMPANA: Vivas, si llegan a verse premiados tantos cuidados por ti, más que dos casados que dan en aborrecerse. Vivas, marqués, mas edades que una sisa, y que un pavés en casa de un montañés preciado de antigüedades. Y vivas, en conclusión, más que un ministro cansado de quien tiene un desdichado la futura sucesión.
Vase CAMPANA. Salen doña TEODORA y CONSTANZA
CONSTANZA: Ya dicen que está don Diego con salud. TEODORA: ¡Nunca el sentido tan en mi agravio perdido, cobrará el ingrato! CONSTANZA: ¿Luego estás mal con él? TEODORA: Constanza, aquella demonstración a mi celosa pasión restituyó la esperanza. Porque, ¿quién en mi favor no creyera que seguía a Teodora quien huía tan resuelto de Leonor? Mas ya sabiendo mi daño, desvaneció su mudanza la sombra de mi esperanza a la luz del desengaño. CONSTANZA: ¿Pues cómo huyó, si quería a Leonor, de la ocasión, cuando ya de su afición el fin a los ojos veía? TEODORA: Díme tú cómo aguardó, si no la amaba, el forzoso instante de ser su esposo, y diréte cómo huyo. La verdad han declarado los mismos casos después; que conforme lo que Inés del suceso me ha contado, apenas del desafío el billete recibió, que su crïado me dio, y Leonor tuvo por mío; cuando confuso y callado se entró en su cuarto, y ceñida la espada, que requerida dio indicios de su cuidado, salir quiso, y lo impidió doña Leonor, que avisada del billete y de la espada, la llave a la puerta echó. Éste fue, Constanza mía, el motivo y la ocasión de saltar por el balcón. A la campaña salía, donde el marqués le aguardaba, a matarse por Leonor; mira si le tiene amor quien por ella se mataba. Yo estoy tan determinada, Constanza, como ofendida, y he de cumplir advertida, si he resistido engañada, de don Sancho la esperanza, con tal que mi amor pasado, ya que el gusto no ha logrado logre al menos la venganza; porque, o no ha de dar la mano Leonor, pues que me ofendió, al falso don Diego, o yo no la he de dar a su hermano. CONSTANZA: Don Juan viene.
Sale don JUAN
JUAN: Ya, Teodora, mira mi ardiente deseo dispuesto el dichoso empleo que en Leonor mi pecho adora, pues que no estorba el suceso de don Diego mi cuidado; que en Madrid se ha divulgado que por privarle de seso la gota coral, cayó del balcón; y yo con esto, que se publique he dispuesto que don Sancho le curó por amigo y por piadoso, y que se erró la opinión que atribuyó la ocasión a ser de Leonor esposo. Y así, ya lo que impedia mi dicha cesó, y estoy ya determinado, y hoy ha de ser esposa mía; que pues me admite Leonor, siendo quien es, por su dueño, no llegó a mayor empeño con don Diego su favor. TEODORA: Dices bien; que es necedad pensar que la que es honrada, por más que esté enamorada, ofenda su honestidad antes que al tálamo llegue; y los que dan a entender que ha habido noble mujer que sin ser querida ruegue, o en palabras confïada pierda la prenda mejor, o no saben qué es honor, o pretenden que enseñada la de mejor calidad de un ejemplar tan injusto, fácilmente por el gusto desprecie la honestidad. JUAN: Dices bien. TEODORA: Y con razón te resuelves. JUAN: Que la mano le des, Teodora, a su hermano me ha puesto por condición solamente. TEoDoRA: Y yo quería, para dársela, poner por condición que ha de ser ella tu esposa. JUAN: Ya es mía, pues determinada estás. TEODORA: Si estoy, don Juan, y por ti hago poco, pues por mí has hecho tú mucho más; pues la prolija ocasión que a tus pesares he dado por don Diego, has perdonado. JUAN: Pues a don Sancho Girón parto a buscar al momento; que, por ventura, en palacio estará con más espacio que cabe en mí sufrimiento; que nuestra dichosa suerte sólo se ha de dilatar lo que yo puedo tardar en volver, con él, a verte.
Vase don JUAN
CONSTANZA: ¿Esto es hecho? TEODORA: Sí, Constanza, esto es hecho. Ya perdió don Diego a las dos, y yo he logrado mi venganza. Prevénme joyas y galas; que a mi amor, para ocultar del corazón el pesar, dorarle quiero las alas. Daré, ostentando contento, a don Sancho galardón, a don Juan satisfación, y a don Diego sentimiento. CONSTANZA: De tan lucidos colores pienso adornarte, señora, que envidie la misma Flora las mentiras de tus flores. TEODORA: El disgusto lisonjeo de mi desdichado amor, como don Diego y Leonor no consigan su deseo.
Salen el MARQUÉS y don DIEGO. Los dos hablan a la puerta
MARQUÉS: Seguro la podéis ver; que yo, si don Juan volviere, le detendré. DIEGO: (Quien ya muere, Aparte ¿qué peligro ha de temer?)
Vase el MARQUÉS
Teodora, la más crüel... TEODORA: Don Diego, el más fementido, el más falso, el más mudable, el más ingrato que ha visto el ámbito de los cielos y el discurso de los siglos, ¿qué quieres?, ¿qué quieres? ¡Vete vete, que ya me has perdido! DIEGO: Escucha. TEODORA: No hay que escucharte Ya estoy resuelta, enemigo; ni oír tus descargos quiero, ni te remedia decirlos. Ya de mis labios el sí don Sancho Gírón ha oído, y para darle la mano le aguardo ya, y con el mismo intento a don Juan espera tu Leonor; que lo has perdido todo, por quererlo todo. ¿Qué aguardas, pues? Que ya el brío de don Sancho, escarmentado y sangriento, has conocido; y si mi honor no te obliga, te ha de obligar tu peligro. DIEGO: ¿Hay más morir que morir? Pues si ya al tormento esquivo de tu mudanza y rigor doy los últimos suspiros, ¿qué peligros me amenazas? Antes, del agudo filo, el golpe será piadoso, si del tirano martirio de una muerte dilatada con él, Teodora, me libro; que es estar siempre muriendo vivir y haberte perdido. Óyeme, pues, si deseas que me vaya; que te estimo tanto, que a satisfacerte o a morir me determino; no porque a tu blanca mano las esperanzas animo; mas por cumplir con quien soy, que me infamo si permito que me publiques ingrato, cuando noble me publico. Atiende, pues, sin que el riesgo de mis fieros enemigos te divierta; que en la calle queda quien sabrá impedirlo. TEODORA: Di, pues, di, pues. DIEGO: Tú me acusas de que a Leonor he querido. TEODORA: ¿Con qué puedes disculparte? DIEGO: Con el precepto preciso que de ocultar nuestro amor por tu fama y mi peligro te escuché, de que avisado Campana, por haber visto que Leonor lo sospechaba, con esa ficción la quiso deslumbrar. TEODORA: ¿A tu crïado atribuyes tu delito? ¡Qué poca memoria tienes para mentir! ¿No te dijo en mi presencia Leonor que leyó en tus labios mismos finezas que la obligaron a rendirte el albedrío? DIEGO: Es verdad; mas ya empeñada del pensamiento fingido Leonor, juzgué que era menos el daño de proseguirlo que el riesgo de declararlo; pues ya que el error se hizo, de burlada se ofendiera y esforzara los indicios; pues desengañar su amor era declarar el mío. TEODORA: Buena disculpa, si hubiera prevenídome tu aviso de su engaño. DIEGO: Nunca fue posible verme contigo para darte cuenta de ello, desde que empecé a fingirlo hasta el instante infeliz en que mi suerte, al principio de tanta gloria, en don Sancho tanta pena me previno. TEODORA: Yo quiero pasar por eso. ¿Cómo, cuando Leonor dijo que era tu esposa, callaste? DIEGO: ¿Pude yo, si con decirlo mi vida te reservaba; pude yo, si con peligro de su honor la defendía del acero ejecutivo; pude yo, si nuestro amor dejaba así desmentido; y, al fin, pude yo, si ya en mortal púrpura tinto, para suspirar apenas respiraba el pecho frío, desmentirla? TEODORA: Ya que entonces causasen esos motivos tu silencio, ¿no dio al cielo el sol dilatados giros mientras cobrabas salud, en que mil veces nos vimos, y callaste? Esto no tiene descargo, no, fementido. DIEGO: Sí tiene. TEODORA: Pues si lo tiene, don Diego, no quiero oírlo. ¡Vete, vete! DIEGO: Sin dejarte satisfecha, ya te he dicho que no he de salir de aquí. TEODORA: Si con eso has de irte, digo que estoy satisfecha ya. ¿Qué esperas, pues? DIEGO: ¿Qué aspid libio cerró con tanta crueldad al encanto los oídos, como a mis disculpas tú? ¿Qué engañoso cocodrillo, como tú, con voz humana muerte inhumana previno, pues satisfecha te finges, cuando enemiga te miro? Dime tú, si de Leonor te dijera el desvarío, cuando a su lado me veías gozar de los beneficios de su hospedaje y su amor, ¿qué inquietudes, que delirios, que tormentos, qué furores, qué celos, qué desatinos te causara, sin poder por entonces impedirlos con mi ausencia, pues ponía la crueldad de mi destino, con las heridas del pecho, a los pies mortales grillos? TEODORA: ¡Mientes, falso! Que a ser ésa la ocasión, habiendo visto a Leonor tan obstinada, luego que convalecido te viste del accidente, evitaras fugitivo ocasiones a mi agravio, y de su amor desperdicios; y pues que no te ausentaste, gustabas de ser vencido; que la ejecución desea quien no se esconde al peligro. DIEGO: ¿Qué dices? Pues, ¿fuera bien que con un exceso mismo, si me ausentara, perdiese cuanto ganar solicito? ¿No infamaba así a Leonor? Y con su agravio ofendidos don Sancho y don Juan, ¿no fueran mis mortales enemigos? Siéndolo, ¿pudiera verte? ¿Fuera acertado arbitrio que dejándoles con eso de nuestro amor advertidos, te expusiese a sus disgustos por evitar yo los míos? Y, al fin, la fineza vil de ausentarme fugitivo, ¿qué opinión me diera, cuando por merecerte la estimo? TEODORA: Pues, ¡no reparaste en eso por salir al desafío por Leonor, y reparaste para ser firme conmigo! Mira cuánta diferencia, cuánta ventaja colijo de lo que Leonor te obliga, falso, a lo que yo te obligo; que por sus celos tuviste alas para el precipicio del balcón, y por mi amor tuviste en la puerta grillos. DIEGO: Dices bien que grillos tuve, por tu amor apetecidos; que era más daño perderte libre, que verme cautivo. Dices mal que por Leonor alas calzo y vientos piso, cuando por mi honor, y no por su amor, me precipito; que no te quiero negar, supuesto que lo has sabido por el papel que Campana te dio incauto, el desafío. Mas fueron méritos ambos los que tú juzgas delitos, porque en hüir por tu amor, hiciera un exceso indigno de quien soy; que nunca huyendo negocian los que han nacido honrados; y en no salir por Leonor al desafío, infamara mi valor; que aunque sin razón sentido, si bien con ella engañado de lo que la fama dijo, me desafió el marqués, la ley del duelo no quiso que el engaño de la causa reservase del peligro. Mira, pues, si no saliera, si fuera de amarte digno, retado y no satisfecho, no vengado y ofendido. Mas, ¿para qué satisfago a estos cargos tan prolijos, si he visto ya que deseas más hallarlos que sentirlos? ¿No le dije en tu presencia a Leonor que el albedrío violentarme pretendía? Y en la suya, ¿no te dijo mi lengua que eras mi dueño? Pues, ¿por qué buscas indicios de culpas, si con probanzas mis finezas acredito? TEODORA: ¡Calla, calla! ¿Por tan necia me tienes, que no colijo --pues juntamente con dar a Leonor esos desvíos, aguardabas de entregarle la mano el lance previsto-- que eran fingidos desdenes, tratados y prevenidos con ella, los que le hiciste, sólo por cumplir conmigo? DIEGO: ¿Que pueda tanto la fuerza de mi contrario destino, que dicte a un pecho tan noble tan maliciosos jüicios? ¡Ingrata, di, di, crüel, que con tan sutil estilo, por negar mudanzas tuyas, arguyes agravios míos! Puesto que Leonor me adora, y que don Sancho ha querido que yo la mano le dé, ¿por quién queda? ¿Por quién? Dílo. ¿No queda por mí? Si yo la amara y fueran fingidos los desdenes que le he dado sólo por cumplir contigo, agora ya, ¿qué esperara, después de haber entendido que tú entiendes que lo son, y que sin fruto los finjo? ¿Y más cuando las ofensas que me has hecho y que me has dicho, disculpándome mudado, me merecen vengativo? ¿No me entrara por sus puertas? ¿No cumpliera mis designios? ¿Diérate satisfaciones? ¿Aguardara tus desvíos? Pues si la dejo y te busco, si de ella huyo y te sigo, si te adoro y la desprecio, si te ruego y le resisto, ¿cómo, di, negarte puedes satisfecha? O, ¿qué delitos me arguyes por disculpar agravios tan conocidos? ¡Di que te has mudado, falsa, di que don Sancho es más rico, di que yo soy desdichado, di que tu amor fue fingido, di que yo no te merezco; que esto yo también lo digo; y no desmientas finezas, cuyos sentimientos vivos hubieran hecho señal en las entrañas de un risco! TEODORA: (¡Ay de mi!) Aparte DIEGO: ¿Callas, Teodora? ¿Estás satisfecha? Dílo. TEODORA: (¿Qué importa, si cuando a tantas Aparte satisfacioncs me rindo, tan empeñado a don Juan, a mí y a don Sancho miro, pues en fe de que le he dado tan resuelta el sí, ha partido para el efeto a llamarle? ¡Mal haya mi desatino, pues quien se arroja celoso, no remedia arrepentido!) DIEGO: ¿Cómo enmudeces, Teodora? ¿Que pueda tu pecho esquivo no confesarse obligado, mostrándose convencido? Mas pues lo estás, y a esto sólo, y no a merecerte, aspiro, ¡quédate con Dios, ingrata, que partirme determino a Flandes, donde arrojado a los mayores peligros, o ya bala voladora, o ya blandiente cuchillo, del corazón con el alma arranque un amor que ha sido mal premiado por ser tuyo, desdichado por ser mío!
Quiere irse
TEODORA: ¡Tente! DIEGO: ¡Aparta! TEODORA: ¿No me oirás? DIEGO: ¡Suelta, que ya me has perdido! TEODORA: ¡Dame cortés el oído, si amante no me le das! DIEGO: ¿Para darme nueva herida pones al arco otra flecha? ¡Suelta! TEODORA: Ya estoy satisfecha. DIECO: Pues con esto es mi partida más cierta ya. TEODORA: Si te vas habiéndome satisfecho, entenderé que lo has hecho para matarme no más. DIEGO: Pues, ¿que quieres? TEODORA: ¡Ay de mi! ¿Que puedo querer? Que muero por no poder lo que quiero.
Sale CAMPANA
CAMPANA: ¿Cómo estas, señor, aquí tan seguro y descuidado? Trata de escaparte. DIEGO: Pues ¿qué hay de nuevo? CAMPANA: Que al Marqués he visto, señor, cansado de entretener en la calle a don Sancho y a don Juan. DIEGO: ¿Que impotta? ¡Verigan! CAMPANA: Sí, harán. Ya entrarán; que sin bastalle mil trazas con que el marqués alejarlos ha intentado --que sin duda han sospechado la causa--están ya los tres casi a los mismos umbrales de esta casa. TEODORA: ¡Ay, desdichada! DIEGO: Si tú estás determinada, hoy el fin de nuestros males, señora, y vuestra inhumana fortuna, verás vencida. Al marqués di que no impida la entrada a los dos, Campana; pero que él siga sus pasos. CAMPANA: ¿Cómo se lo he de decir? DIEGO: Los ojos suelen servir de lenguas en tales casos. CAMPANA: Dices bien; señas le haré.
Vase CAMPANA
TEODORA: ¿Qué disculpas me valdrán, hallándote aquí? DIEGO: Ya están los quilates de tu fe puestos al crisol, Teodora; muestren aquí su fineza; que si acaso la grandeza y la autoridad agora no bastare del marqués a obligarlos--¡vive Dios!-- que hemos de mostrar los dos, si ya me pudieron tres teñir en sangriento humor en el pasado suceso, que fue del número exceso, no ventaja del valor.
Salen doña LEONOR e INÉS
LEONOR: (Mi venganza conseguí, Aparte pues viene ya a dar la mano a mi enemiga mi hermano. ¡Pero don Diego está aquí!) ¿Así a don Sancho Girón cumples lo que has prometido, Teodora? ¿Así habéis cumplido, don Diego, la obligación en que mi hermano os ha puesto? DIEGO: ¿Que aún no de tu loco amor te arrepintieron, Leonor, mis desengaños? TEODORA: (Con esto Aparte quedo vengada y contenta.) Haz lo que te toca a ti; que lo que yo prometí, corre, Leonor, por mi cuenta.
Salen el MARQUÉS, don JUAN, don SANCHO, y CAMPANA
JUAN: Pues quiere vueseñoría honrarnos, será padrino de dos bodas. SANCHO: (Yo imagino, Aparte pues importuno porfía, que otros intentos le mueven.) JUAN: ¿Don Diego está aqui? SANCHO: (No ha sido Aparte el recelo que he tenido en vano.) JUAN: ¿Cómo se atreven a este cuarto vuestras plantas, don Diego, en ausencia mía? CAMPANA: (¡Aquí es ello!) Aparte DIEGO: ¿Cumpliría con obligaciones tantas como los lances pasados me han puesto, si no volviese a donde os satisfaciese? SANCHO: Satisfechos y obligados nos dejárades, don Diego, con no volvernos a ver, mucho más que con volver a dar alimento al fuego; que aún hay centellas en mí de la pasada ocasión. MARQUÉS: Señor don Sancho Girón, advertid que estoy aquí; y entre tales caballeros no ha de sufrir mi presencia ni ventaja ni violencia de palabras ni de aceros. DIEGO: Don Sancho y don Juan, oíd. Ya habéis visto que he excusado con sufrimiento y cuidado dar qué decir en Madrid; que no es bien que de los hombres que nacieron principales conozcan los tribunales, en casos de honor, los nombres. Las leyes del casamiento pronuncia la voluntad; de Teodora consultad el libre consentimiento; que si tan alta ventura pensáis que he de merecer, mil vidas he de perder primero que su hermosura; y si imagináis que no no tenéis qué recelar, pues de ello vendré a quedar desairado sólo yo. MARQUÉS: Don Diego pide razón.
A don JUAN
SANCHO: Don Juan, yo temo... JUAN: Ofendéis su calidad si ponéis duda en su resolución. Teodora es hermana mía, y la fe que nos ha dado cumplirá. SANCHO: Pues mi cuidado en vos y en ella se fía.
A don JUAN
LEONOR: Mirad lo que hacéis, don Juan. que ha de elegir a don Diego. JUAN: ¿Que aun aquí de tu amor ciego indicios tus celos dan? LEONOR: Que me perdáis de esa suerte es sólo lo que recelo. JUAN: (Yo me holgaré, ¡vive el cielo, Aparte por vengarme de perderte.) Don Diego, los dos estamos conformes en vuestro intento. A saber tu pensamiento sólo, Teodora, aguardamos. Mira tus obligaciones, y dinos tu voluntad. MARQUÉS: No ponga a tu libertad el temor vanas prisiones, pues que presente me ves y te ofrezco mi favor. LEONOR: (¡Que tome de mi rigor Aparte venganza en esto el marqués!) TEODORA: Cuando ofensas engañadas a ciegos efetos mueven, don Juan, cumplirse no deben palabras precipitadas. La verdadera y forzosa, pues que primero la di, gozó don Diego, y así la cumplo siendo su esposa.
Dale la mano
CAMPANA: (¡Arrojóse, vive Dios! Aparte JUAN: ¿Tal sufro? SANCHO: ¡Ah, falsa Teodora, DIEGO: Ésta es mi mano, señora. MARQUÉS: Y ésta sola de los dos las vidas defenderá si alguno intenta ofendellas. JUAN: Mal puede vengarse en ellas quien por su palabra está a consentir obligado. LEONOR: (Del marqués me he de vengar; Aparte que a don Juan he de pagar a sus ojos su cuidado.) En este efeto, don Juan, y en que la mano os ofrezco veréis ya que no merezco el título que me dan vuestros labios de engañosa. JUAN: (Pues su fama ha asegurado Aparte haber a don Diego dado Teodora, mano de esposa, lograré mi penamiento.) Con tanta nieve, Leonor, templanza siente el ardor y lisonja el sentimiento.
Dale la mano
Don Sancho, del mal, lo menos. SANCHO: Del bien lo más, pues que gana tanto en ser vuestra mi hermana. CAMPANA: (Los dos han quedado buenos.) Aparte MARQUÉS: (Vengóse de mí Leonor.) CAMPANA: Inés, mira que Constanza me hace el brindis. INÉS: Tu esperanza cumple de celos mi amor. Tuya soy. CAMPANA: Los que han quedado en esta ocasión de nones, ¿qué han de hacer? DIEGO: Pedir perdones de las faltas al senado.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002