ACTO TERCERO


Salen el PRÍNCIPE, CLAUDIO, y ROBERTO
CLAUDIO: Toda la noche, señor, triste has andado. ¿Qué es esto? Si deseas, ¿quién podrá cumplir mejor sus deseos? Si tienes sospechas, ¿quién las puede aclarar más presto? ¿Quién dar muerte a quien le ofende, si por dicha tienes celos? PRÍNCIPE: Ya es tiempo de declararos, amigos Claudio y Roberto, la causa de mi tristeza y de tantos sentimientos. Ya sabéis que ha tiempo largo que de amor de Ardenia muero, y que cada día estoy de ser querido más lejos; pues tras esto ha dado agora su hermano, ese ingrato Arnesto, en quitarla de mis ojos y en impedir mis deseos. Después que él de Roma vino, en vano a su casa vengo mil veces, pues que ninguna mi querida Ardenia veo. CLAUDIO: No sé yo de qué te quejas, teniendo la culpa de ello, en no haber ejecutado por fuerza ya tus deseos; que anque Ardenia es principal, mucho honor ganara en ello. PRÍNCIPE: Que me quiera es mi intención, del modo que yo la quiero. Si la fuerzo, perderá amor su mejor efeto; y pues para enamorarla el verla ha de ser el medio, y éste me impide su hermano. Esta noche muera Arnesto. Los dos lo habéis de matar en el oscuro silencio de esta noche. Ved que os fío un caso de tanto peso; ya sabéis cuánto me va de gusto y aun honra en ello. Haceldo como debéis, y quede a mi cargo el premio. CLAUDIO: Para dar la muerte a un hombre, ¿has menester ofrecernos premio? Dame que él parezca; que yo te lo daré muerto. PRÍNCIPE: Ya le dije que esta noche viniese solo a este puesto a esperarme hasta las doce, y si dentro de este tiempo al puesto yo no llegase, no esperase más. Ya entiendo que son las doce. CLAUDIO: Ya cantan maitines en los conventos. PRÍNCIPE: Pues ya es forzoso que venga a la calle: esperaréislo, y haréis lo dicho; que yo no me quiero hallar en ello; que si sale por ventura o llega gente al suceso, no quiero ser conocido. CLAUDIO: Los dos te le mataremos.
Vase el PRÍNCIPE
ROBERTO: ¡Ved en qué término va esta privanza de Arnesto! CLAUDIO: Es propio bajar más presto quien más levantado está; mas tratad de apercebir la espada.
Salen ARSENO y SANCHO, de noche
ARSENO: Aquí has de quedar, y si alguien viene, avisar. SANCHO: Ya sé que me he de dormir; pero si la puerta ves abierta, avisarme has; que una palabra no más quiero entrar a hablar a Inés. ARSENO: Di cuál, porque a ti te toca velar esta noche fuera. Yo se la diré. SANCHO: Quisiera ponérsela yo en la boca. ARSENO: Quédate y haz lo que digo. No me repliques. SANCHO: Ya callo.
Vase
ARSENO: ¡Gracias a Dios que me hallo a vista del bien que sigo!
A ROBERTO
CLAUDIO: A la puerta se ha parado de Justino. ROBERTO: él es. Lleguemos. CLAUDIO: Tente, espera. No matemos por yerro a algún desdichado. Sepamos si es él. --¿Quién va? ARSENO: (Del Príncipe es esta gente, Aparte que celoso y diligente la calle guardando está. Con decir que soy Arnesto, la sospecha perderán, y la calle dejarán, por no descubrirse, presto. CLAUDIO: ¿No responde? ARSENO: No me obligan temores a responder; que yo soy quien puedo hacer que los dos quién son me digan. Que soy Arnesto. CLAUDIO: Y es él a quien buscamos los dos. ¡Muera! ROBERTO: ¡Muera!
Sacan las espadas y danle
ARSENO: ¡Aquí de Dios! Muerto soy. ¡Traición crüel!
Cae
CLAUDIO: Gente viene. ROBERTO: Bien se ha hecho. Escapemos por aquí.
Vanse los dos. Sale SANCHO
SANCHO: Paz, hidalgos. ARSENO: ¡Ay de mí! SANCHO: Que éste es mi señor sospecho. ARSENO: ¡Sancho! SANCHO: ¡Señor!, ¿hante herido? ARSENO: De una estocada a traición. . . Pienso que hasta el corazón cota y todo me han metido y en el rostro siento sangre. SANCHO: Un cirujano o barbero buscaré. ARSENO: Vamos, primero que del todo me desangre. SANCHO: ¿Estás tú para venir? ARSENO: Probaré.
Levantándole
SANCHO: Esfuérzate y vamos. ¡Ved para qué trasnochamos! Más nos valiera dormir.
Vanse. Salen CELIA, con manto y PEREA
PEREA: ésta es la casa. CELIA: Ya pasa de medida mi dolor; que promete gran valor Señora, de tan gran casa. A Ardenia tengo de ver. Sola entraré; que con vos podrán conocerme. PEREA: Adiós.
Vase. Salen PERSIO, de camino, y TRISTÁN
PERSIO: Ya sabes lo que has de hacer en esta ausencia. TRISTÁN: Señor, no tienes que tener miedo, pues que yo velando quedo. CELIA: (éste ¿no es Persio? ¡Ah traidor! Aparte ¡Ved dónde vine a encontrase) PERSIO: Mas ¿qué querrá esta mujer? TRISTÁN: No tiene mal parecer. CELIA: (Yo reviento: quiero hablalle.) Aparte Persio vil, traidor, sin ley, sin cristiandad, sin honor, sin vergüenza, sin temor ni respeto a Dios ni al Rey, ¿pensabas, te persuadías, .....................[ -eras] vivir sin que al fin vinieras a pagar lo que debías? Aunque el nombre te mudaras ¿qué importa, si el rostro no? Aunque también se mudó, pues que tiene ya dos caras. ¿pensabas toda tu vida poderte de mí esconder? ¿No conoces el poder de una mujer ofendida? ¿De eso pensabas valerte? ingrato, ¿no consideras que aunque de mí te escondieras, al fin te ha de hallar la muerte? PERSIO: Oye, Celia. CELIA: No hay que oír tras lo que he llegado a ver. PERSIO: (Mucho grita esta mujer. Aparte Quien soy ha de descubrir.) No des voces. CELIA: La razón y verdad no tienen miedo, y así nunca hablaron quedo. PERSIO: Confieso mi obligación. Yo pronuncio mi sentencia, Celia, y te quiero pagar.
Sale JUSTINO, que se queda acechando desde la puerta de su casa
JUSTINO: (¿Qué será este vocear? Aparte Con Arnesto es la pendencia. PERSIO: ¿Quieres más? CELIA: Sí quiero más; que esa fácil confesión me da clara presunción de que engañándome estás. PERSIO: Pues ¿qué quieres? CELIA: Que me des mano de esposo primero que te partas. PERSIO: Darla quiero; mas cuando partirme ves, ése es mucho apresurarte. CELIA: ¿Qué menos priesa me dabas cuando me solicitabas? PERSIO: Nunca yo quise estorbarte lo que te importase. CELIA: Nada te puede tanto importar como casarte. PERSIO: Lugar habrá tras esta jornada, que no se acaba hoy el mundo. CELIA: Más que eso temiendo estoy; que empiezas engaños hoy. PERSIO: En sola verdad me fundo. Luego mi esposa serás que vuelva, Celia, con vida. CELIA: ¿Qué sé yo si es la partida para no volver jamás? Que eres, Persio, forastero. No me trates de partirte.
Aparte PERSIO y TRISTÁN
TRISTÁN: (Temo que ha de descubrirte Celia.) PERSIO: (Remediallo espero.) Celia, forastero soy, Y yo te lo dije así, porque, aunque dentro nací de la corte, donde estoy, desde niño muy pequeño siempre anduve fuera de ella; mas vecino soy en ella. De esta casa soy el dueño. De Bohemia soy justicia y del Príncipe privado. CELIA: ¿Que ésta es tu casa? (En cuidado Aparte me ha puesto cierta malicia.) ¿Casado estás? PERSIO: Viendo voy por dónde, Celia, caminas. Apostaré que imaginas que con mi hermana lo estoy. CELIA: ¿Quién es tu hermana? PERSIO: Es mí hermana de quien tú celosa estás, y un viejo que aquí verás, mi padre. Ya la mañana apriesa pasando va. Queda a Dios. CELIA: No hay que tratarme de partirte ni engañarme. PERSIO: Pesada estás, Celia, ya. CELIA: Necía fuera si partir te dejara. PERSIO: ¡Bueno fuera que por ti no me partiera! CELIA: Yo te lo podré impedir Que al Príncipe pediré justicia. PERSIO: Pide y verás cuán tarde la alcanzarás, cuando de tu parte esté. CELIA: Sí el poder llevas contigo, conmigo la razón llevo. PERSIO: Ni lo que pides te debo, ni para casar conmigo Eres igual.
Vase
CELIA: Mal conoces, Persio vil, a quien te habla.
Vase tras él
TRISTÁN: (Nuestra perdición entabla Aparte con llamallo Persio a voces.) JUSTINO: (La causa de la rencilla Aparte no pude entender del todo; mas con Tristán tendré modo para poder descubrilla. TRISTÁN: (El viejo es éste. él ha oído Aparte todo cuanto aquí ha pasado.) JUSTINO: ¿Oísme, mancebo honrado? TRISTÁN: (Cierta mi sospecha ha sido. Aparte JUSTINO: Llegaos acá. TRISTÁN: Ya me llego.
Hácele entrar en casa y éntrase JUSTINO también
JUSTINO: Hoy es, galán, vuestro día. ¿Hay mayor bellaquería? TRISTÁN: (Visto nos ha todo el juego.) Aparte JUSTINO: ¡Hola!
Sale INéS
INÉS: ¿Señor? JUSTINO: Al momento vayan a traerme aquí un verdugo. INÉS: Harélo así.
Vase
TRISTAN: (Él me quiere dar tormento.) Aparte Yo, señor, ¿en qué he pecado?
Sale ARDENIA
ARDENIA: Padre, ¿qué es esto? JUSTINO: Hija mía, una gran bellaquería de que agora me he informado. TRISTÁN: (él sabe ya todo el cuento por lo que Celia habló aquí.) Señor, si no hay culpa en mí, ¿Por qué me has de dar tormento? Si Persio, mi señor, ciego por tu hija, fingió ser Arnesto para tener modo de aplacar su fuego; y a mí, que soy su crïado, que callase me mandó; siendo su crïado yo, ¿qué peco en haber callado? JUSTINO: (¡Jesús, Jesús! ¡Qué maldad! Aparte Más descubro que pensaba.) ARDENIA: (La sospecha en que yo estaba Aparte ha venido a ser verdad.) JUSTINO: ¿Que éste es Persio? TRISTÁN: Sí, señor. Persio es su propio nombre. JUSTINO: ¿Quién habrá que no se asombre? ¿Que a tal se atreva un traidor? Pues ¿cómo Persio quería con Persio, Ardenia, casarte siendo él mismo? TRISTÁN: Industria y arte no falta al que el Amor guía. Va a su tierra con intento de envïarte su poder para que puedas hacer con tu hija el casamiento; y en haciéndolo, venir y descubrirse. ARDENIA: ¡Oh engaños de Amor! JUSTINO: Enredos extraños he venido a descubrir. ¡Ved de un engaño el rigor! ¡Que el hijo que yo engendré preso entre locos esté, y regalado un traidor! TRISTÁN: Yo, señor, ¿en qué incurrí, que me quieres castigar? ¿Puedes por dicha culpar la fidelidad en mí? Esta mujer que has oído que con mi señor riñó, era Celia, a quien gozó con palabra de marido. Burlóla, y ella, agravïada, vino y habló lo que oíste; mas yo, desdichado y triste, no tengo culpa de nada. ARDENIA: (¿Que Celia con él riñó Aparte porque burlado la había? ésta es la historia que un día Arseno a Celia tocó. JUSTINO: Este caso ha menester prudencia y reportación. ARDENIA: (Llegó, Arseno, tu ocasión. Aparte JUSTINO: ¿Dónde vive esta mujer, esta Celia? TRISTÁN: Vive allá junto a San Justo y Pastor JUSTINO: ¿Cuánto ha que este traidor de Persio en la corte está? TRISTÁN: Siete meses puede haber. JUSTINO: ¿Es noble? TRISTÁN: Nadie imagino que es mejor que él. JUSTINO: ¿A qué vino a Bohemia? TRISTÁN: A pretender, Señor, una compañía en la jornada que ha hecho a Hungría el Rey. ARDENIA: (Mas sospecho Aparte yo que a pretender la mía. JUSTINO: Ahora bien, mancebo, entrad, entrad en este aposento, porque hasta el fin de este cuento no habéis de ver claridad. TRISTÁN: Pues, señor. . . JUSTINO: No repliquéis. TRISTÁN: No replico.
Vase
JUSTINO: Así procuro vivir en paz, y seguro de que otra vez me engañéis.
Le encierra
JUSTINO: ¿Que maldad tan insolente pase en mi casa, y que vos, Ardenia? ARDENIA: Testigo es Dios que de ella estoy inocente. Es verdad que sospechar estos engaños debía por lo que intentó aquel día que nos viste pelear; pero tan grande insolencia ¿quién la pudiera creer? JUSTINO: Pues ¿de qué vino a nacer entonces vuestra pendencia? ARDENIA: De que después de tratarme gran rato en cosas de amor, con engaños el traidor quiso llegar a abrazarme. Resistí, y me declaró ser extremo de amor ciego. Di voces y él dijo luego que era burla, y creílo yo. JUSTINO: ¡Jesús! ¡Qué engaños trazaba! Pues díjome entonces él que por quitarte un papel de tu galán peleaba. ARDENIA: ¡Yo papel, y yo galán! JUSTINO: Y aun el papel me mostró, que dijo que te quitó. ARDENIA: Pienso que lo vio Tristán. Él, padre, el testigo sea. JUSTINO: No es menester; yo lo creo; que supuesto lo que veo, no hay engaño que no crea. ARDENIA: No fue vana mi tristeza, el día que en casa entró. arece que me avisó la misma Naturaleza. JUSTINO: Ya me acuerdo que aquel día melancólica estuviste. ARDENIA: Y él lo notó, y le dijiste que era ya costumbre mía; y cuando mi hermano entró, el triste preso inocente, mi alma naturalmente en viéndolo se alegró. JUSTINO: Dijo el Príncipe que había vístolo en esta ciudad antes de allí, y en verdad que yo también juraría que lo encontré en esta calle alguna vez. ARDENIA: Pudo ser; mas velo, señor, a ver; que pudo acaso obligalle alguna ocasión a estar encubierto algunos días, y por dicha te podrías tú y el Príncipe engañar. Ser dos hombres parecidos no es suceso más extraño que salir de un mismo paño semejantes dos vestidos; y al fin para cualquier caso será el hablarle cordura. JUSTINO: Voy a hacerlo. ARDENIA: (A mi ventura Aparte hoy abre Fortuna el paso.)
Vanse. Salen el PRÍNCIPE, CLAUDIO, y ROBERTO
CLAUDIO: En diciendo "soy Arnesto," sin dejalle que la espada sacase, de una estocada di con él en tierra presto. ROBERTO: Pues de un revés que le di al tiempo que iba cayendo, todos los sesos entiendo que por tierra esparcí. PRÍNCIPE: ¿Al fin murió? CLAUDIO: Murió al fin, y muriera el mundo todo, si su muerte fuera modo de dar a tus males fin. PRÍNCIPE: (¡Oh loco Amor! ¡Oh deseos! Aparte ¿Dónde me habéis de llevar? ¡Que yo, que ejemplo he de dar, cometa casos tan feos!)
PERSIO, con botas y espuelas
PERSIO: Déme, señor, vuestra alteza los pies. PRÍNCIPE: ¡Arnesto! ¿Qué es esto? ROBERTO: (Claudio, por Dios que es Arnesto.) CLAUDIO: (Sana tiene la cabeza.) PERSIO: ¿Qué novedad es, señor, que vos me hayáis recebido demudado, enmudecido, y perdida la color? ¿Qué es esto? ¿Qué confusión es ésta? PRÍNCIPE: (Disimular Aparte importa.) Si os doy lugar dentro de mi corazón, Arnesto, cuando de mí quereros partir mostráis, decid, ¿por qué os espantáis de ver que el color perdí? PERSIO: Con favor tan excesivo, casi me he llegado a holgar de daros este pesar por la gloria que recibo; que tanto dais en subirme, Que he venido a conseguir Más bien con querer partir Que alcanzara con partirme. A un negocio me partía que a mi padre le importaba; pero el lugar que dejaba, Príncipe, no lo sabía. Ya lo sé: ya no me voy; que nada puede importarme tanto como no apartarme de la presencia en que estoy. PRÍNCIPE: No, Arnesto; partid, amigo, partid. ¿Cuándo volveréis? PERSIO: Con que licencia me deis, que no he de partirme digo. (No temo yo que la dé: Aparte que ver sola a Ardenia quiere.) PRÍNCIPE: ¿Y si licencia no os diere? PERSIO: Lo que mandarais haré. PRÍNCIPE: Partid; mas con condición os mando partir, Arnesto, que habéis de volveros presto. PERSIO: (¡Qué bien fingida afición!) Aparte PRÍNCIPE: Y mientras dura el camino, ya os doy de la hacienda mía cien escudos cada día. (Con esta traza imagino Aparte hacerle que por gozar más la renta, más se tarde.) PERSIO: Mil años el cielo os guarde. PRÍNCIPE: Con eso os quiero obligar A daros priesa a volver, porque no me empobrezcáis. PERSIO: Cuanto vos, Señor, me dais Se queda en vuestro poder.
Vase
PRÍNCIPE: ¿Qué os parece? ¿Es éste el muerto? ¿Burlaisos de mí? Estoy loco. ¡Que me tengáis en tan poco, que mintáis al descubierto! CLAUDIO: Oye, señor. PRÍNCIPE: ¡Vive Dios, desleales! CLAUDIO: De otra suerte nos trata, y oye, o la muerte nos da, Prínpice, a los dos. Sé que lo que yo conté es verdad. Eslo tan pura Como ser la noche oscura; Lo demás yo no lo sé. Él, de cobarde y turbado, se nos fingió muerto allí. La herida que le di lo cogió muy bien armado. Por arte del demonio tan presto de ella sanó, o otro que ser él fingió pagó el falso testimonio. 0 algún demonio tomó cuerpo y nombre y voz de Arnesto para hacerme que con esto pierda la paciencia yo. Pero no hay mucho perdido, ni tú sin remedio estás porque haya una noche más, por yerro, Arnesto vivido. PRÍNCIPE: Vuelve. ¿Dónde vas? CLAUDIO: Librarme de esta obligación querría antes que se pase el día, porque no pueda engañarme. PRÍNCIPE: Bueno está: ya yo te creo. Basta; que ya se pasó la ocasión, y él se ausentó que es lo mismo que deseo.
Sale JUSTINO
JUSTINO: Déme los pies vuestra alteza. PRÍNCIPE: ¡Oh Justino amigo!, alzad. ¿Qué hay por acá? ¿Hay novedad? JUSTINO: ¡Hay tanta! PRÍNCIPE: ¿Qué es la tristeza? ¿Tiene salud vuestra hija? JUSTINO: Tiénela al servicio vuestro. PRÍNCIPE: Cuando tan vuestro me muestro, ¿cosa ha de haber que os aflija? Hablad, Justíno, ¿qué es esto? JUSTINO: Es, señor, mi desventura. Oíd.
Háblale bajo
ROBERTO: (Cualque travesura Aparte será de su hijo Arnesto. PRÍNCIPE: ¿Qué decís? JUSTINO: Información tengo muy bastante de eso. A su mozo tengo preso, que hizo llana confesión; y de Celia, una mujer con quien él antes trató, me informé muy largo yo antes que os viniese a ver. PRÍNCIPE: ¿Hay tan gran atrevimiento? (Y más si acaso sabía Aparte que yo a Ardenia pretendía.) De ira y enojo reviento. A Arnesto me has de prender, Roberto: alcánzalo luego; que me abraso en vivo fuego. JUSTINO: Partid hacia Cutember, donde él nació; que allá va. PRÍNCIPE: Revienten por los ijares los caballos que llevares. ROBERTO: No temas que se me irá.
Vase
JUSTINO: Sólo resta que le deis libertad a mi hijo preso, a quien por falto de seso entre los locos tenéis. PRÍNCIPE: Justíno, yo no querría que ése fuese otro traidor. JUSTINO: ¡Jesús! Arnesto es, señor, como es claro el sol y el día. PRÍNCIPE: Hágase lo que queréis; que cuando Arnesto no fuera, quitaros yo no pudiera que por hijo lo adoptéis. Claudio, con Justino id, y haced que a Arnesto le den luego libertad. JUSTINO: Con bien, años sin cuento vivid.
Vanse JUSTINO y CLAUDIO. Sale un PAJE
PAJE: Licencia aguarda que des un correo. PRÍNCIPE: Siempre la tiene el que con mensajes viene.
Sale un CORREO con un pliego
CORREO: Dadme, señor, vuestros pies. Ésta os envía el cardenal Julio Coloma, y conmigo salud y paz. PRÍNCIPE: Es mi amigo. CORREO: Es vuestro siervo leal.
Lee
PRÍNCIPE: "La noticia que en todos los reinos hay del justiciero valor de vuestra alteza, me da confianza para suplicarle me haga justicia. Arnesto, hijo de Justino, cortesano de vuestra alteza, dio muerte a un sobrino mío, de lo cual lleva el portador los recados. Prospere Dios los años de vuestra alteza, etc." PRÍNCIPE: (La nueva que en esta leo Aparte da gran fuerza a mi esperanza, da principio a mi venganza, y fin dará a mi deseo; que hoy en Ardenia he de ver mudanza de su rigor, si a su hermano tiene amor.) Ven, sabrás lo que has de hacer.
Vanse. Salen JUSTINO, ARSENO, con banda de herído, y SANCHO
JUSTINO: Volvedme a abrazar, Arnesto. ARSENO: Al cielo mil gracias doy. JUSTINO: Llamad a Ardenia.
Salen ARDENIA e INÉS
ARDENIA: Aquí estoy, dulce hermano... Mas ¿qué es esto? ¿Estáis herido? ARSENO: No es nada. ARDENIA: No me parece a mí poco. SANCHO: Por tirar a otro, un loco le dio acaso una pedrada. ARSENO: Mas ya, hermana, que me toca vuestra mano, en su virtud Tengo cierta la salud. SANCHO: (Si guardaremos la boca.) Aparte
Sale CLAUDIO, con guardas y un papel
CLAUDIO: Dios os guarde. JUSTINO: Claudio amigo, ¿Qué hay pues? CLAUDIO: A decirlo voy. ¿Sois vos Arnesto? ARSENO: Yo soy. CLAUDIO: Sed preso y venid conmigo. ARSENO: ¡Preso! ¿Por qué? CLAUDIO: No lo sé: Mándalo el Príncipe así por éste suyo. ARDENIA: ¡Ay de mí! ¿Cuándo libre te veré? ARSENO: Obedecer es razón. Vamos. Padre, hermana mía, quedaos a Dios. JUSTINO: ¿No podría saber por qué es la prisión? CLAUDIO: No lo sé. JUSTINO: ¿En qué habéis pecado, hijo? ARSENO: Pues que preso voy, sin duda culpado soy. JUSTINO: Sólo en nacer desdichado.
Vanse ARSENO, CLAUDIO y los guardas
ARDENIA: Pues, señor, ¿cómo os quedáis? Id a saber la ocasión de este rigor y prisión. JUSTINO: Voy a saberlo.
Sale el CORREO
CORREO: No vais; que yo la causa os diré, y si el remedio queréis, de mi mano lo tendréis. JUSTINO: Yo vuestro esclavo seré. CORREO: Yo, señor Justino, he sido quien hasta aquí desde Roma por el cardenal Coloma a este negocio he venido. y es el caso que tenía el Cardenal un sobrino y una sobrina, imagino que más hermosa que el día. Arnesto dio en requebrarla, en oír la dama bella; celoso el hermano de ella, hablando una vez los halla. El mozo, airado y crüel, a Arnesto quiso dar muerte,, pero trocóse la suerte, y diósela Arnesto a él. Arnesto huyendo escapó, y sentido el Cardenal de una desventura tal, mil espías despachó. Al fin vino a su noticia que estaba en Bohemia Arnesto, y con los recados de esto me envió a pedir justicia. Éste, pues, señor Justino, es el caso. JUSTINO: Y mi ventura. CORREO: No es vuestra suerte muy dura, puesta pena imagino que ha de parar en contento. JUSTINO: Lo que empezó con azar, ¿cómo en bien puede parar? CORREO: Si parare en casamiento; Que yo aquí traigo poder de la hermana del difunto, y con él lo traigo junto del Cardenal, para hacer el perdón, si da la mano vuestro hijo a la doncella. JUSTINO: Arnesto, amigo, en tenella por mujer, gana y yo gano. Vamos al punto a tratallo. Hija, encomiéndalo a Dios. ARDENIA: Dios vaya, padre, con vos.
Vanse JUSTINO y el CORREO
ARDENIA: Inés, confusa me hallo. Ves aquí que es ya forzoso descubrirse de esta suerte Arseno, o sufrir la muerte, o ser de esta dama esposo. INÉS: Muchos engaños requiere el sustentar un engaño. SANCHO: De todos el menor daño será si la mano diere. Salga agora de prisión; que después se tratará del remedio. ARDENIA: Bien está. SANCHO: Hecho una vez el perdón por parte del Cardenal, se descubrirá tu hermano; que estar escondido es llano, y dará remedio al mal, ratificando lo hecho por Arseno mi señor, pues a Julia tiene amor, que con mi dueño sospecho que es ninguno el casamiento. ARDENIA: Vamos de rebozo presto, Inés, a ver qué hay en esto; que se acaba el sufrimiento. SANCHO: Lástima tengo de ti.
Vanse. Sale ARNESTO, de peregrino
ARNESTO: Ya se cumplió mi deseo. Gracias al cielo que veo la casa donde nací. Antes de entrar saber quiero en qué estado están las cosas.
Sale SANCHO
SANCHO: ¡Ah mujeres perniciosas! ARNESTO: Haced limosna a un romero. SANCHO: Perdonad. ARNESTO: Hanme informado que el dueño de aquesta casa no tiene la mano escasa, y que es muy rico y honrado. SANCHO: No está para eso agora. ARNESTO: ¿Por qué no está para eso? SANCHO: Lleváronle agora preso su hijo Arnesto, y lo adora, y allá fue loco por ver si acaso puede librallo. ARNESTO: (¿Qué es esto? ¿Otro Arnesto hallo?) Aparte ¿Y vísteislo vos prender? SANCHO: Por mi desdicha lo vi. Vos pudistes encontralle, si venis por esa calle. ARNESTO: ¿Y sabéis la causa? SANCHO: Sí. Dicen que porque allá en Roma dio muerte a cierto sobrino de un cardenal, que imagino que se llama tal Coloma. ARNESTO: Y al fin, decidme, ¿en qué punto está el caso? SANCHO: En remediallo, dicen, que con desposado con la hermana del difunto; porque la moza ha envïado poder aquí para ello.
Vanse. Salen ARNESTO, SANCHO, por un lado y por otro, el PRÍNCIPE, JUSTINO, CLAUDIO y el CORREO
ARNESTO: Y el Arnesto ¿quiere hacello? SANCHO: A palacio hemos llegado donde lo sabremos presto; mas claro está que querrá, pues enamorado está. ARNESTO: (Callaré, y veré el fin de esto; Aparte que estoy confuso y perdido.) SANCHO: A buen tiempo hemos llegado. PRÍNCIPE: ¿Arnesto hase conformado en eso? JUSTINO: Señor, ha sido grande su exceso en amar a Julia, hermana del muerto. Está loco del contento.
Hablan aparte CLAUDIO y el PRÍNCIPE
PRÍNCIPE: (¡Que no me pude vengar Aparte de este honrado que celaba tanto su hermana de mí!) CLAUDIO: (Quizá se ocultaba así hasta ver en qué paraba.) PRÍNCIPE: (Crecerá de mi crüel Ardenia la resistencia.) Venga luego a mí presencia Arnesto. CLAUDIO: Yo voy por él.
Vase. Salen CELIA, con manto, y PEREA
CELIA: Gran príncipe de Bohemia, poderoso, noble, sabio, de agraviados vengador, defensor de desdichados, Celia soy, de ilustre sangre, como de infelices hados; que la desdicha y nobleza nacen al mundo de un parto. Quedé huérfana de padres, doncella de aquellos años que bastaran a obligar a que procurase estado; cuando un Arnesto, un traidor fingido, engañoso y falso, hijo de ese noble viejo que atento me está escuchando mudándose el propio nombre, y fingiendo ser extraño de esta corte, dio en hablarme. Y yo, necia, en escuchallo. Al fin, de ser mi marido me dio palabra, y debajo de ella, señor, le entregué lo que de vergüenza callo cansóse de mí, y dejóme sin honor y sin amparo. Justo castigo de quien fió lo que vale tanto. PRÍNCIPE: ¡Hay tal desvergüenza! CELIA: Hoy sé que a prenderle has mandado, y por las causas que digo vengo a ti, de ti me valgo. PRÍNCIPE: ¿Qué dices de esto, Justíno? JUSTINO: Que todo lo que ha contado me consta a mí que es verdad, y más se espera de un falso. PRÍNCIPE: Pues si vos, que parte sois, así lo habéis confesado, no es menester más probanza. JUSTINO: Yo en esto ¿qué parte alcanzo? PRÍNCIPE: Mocedades son, Justino. No os enojéis con él tanto. JUSTINO: Ved, señor, que no es mi hijo de quien está Celia hablando, sino del que fingió serlo. CELIA: Yo de vuestro hijo hablo.
Salen ARSENO, CLAUDIO, y ARDENIA e INÉS, con mantos
CLAUDIO: Aquí está Arnesto. ARSENO: Aquí estoy. Sujeto a vuestro mandado. CELIA: (¡Válgame Dios! Según esto Aparte Persio es el Arnesto falso; pero pues éste es Arnesto, y también éste me ha dado palabra, lo cierto escojo.) ARDENIA: (Más mal hay del que pensamos.) Aparte PRÍNCIPE: ¿Es éste, Celia, el mancebo de quien habéis querellado? CELIA: ¿Sois vos Arnesto? ARSENO: Yo soy Arnesto. CELIA: Pues de vos hablo. JUSTINO: ¡Hay mayor bellaquería! por Dios, señor, que es engaño. CELIA: Yo probaré lo que he dicho. PRÍNCIPE: ¿Qué haremos en este caso, Justino? Acá dio palabra, allá dio muerte a un hermano; allá no puede casarse por estar acá obligado; si acá se casa, a la muerte de que allá le han hecho cargo no hay remedio sin morir. ¿Qué tengo de hacer? Miraldo. ARSENO: Señor, si me das licencia, tengo fácil el descargo. PRÍNCIPE: Di pues. ARSENO: No puedo negar que palabra a Celia he dado; mas antes que yo la diese, debajo del mismo trato la gozó Persio, yo no; y yo me ofrezco a probarlo. ARDENIA: (¡Cielo!, ¿en qué ha de parar esto?) Aparte JUSTINO: Ya, señor, Persio ha llegado.
Sale PERSIO
PERSIO: (¿Persio dijo? Ya se saben Aparte Mis enredos: ¡triste caso! ¿Qué ha de ser de mí) Señor, dadme los pies. PRÍNCIPE: Oh villano! Aparta. ¿Cómo te atreves, tras los enredos pasados, a llegarte a mí? PERSIO: Señor. . . PRÍNCIPE: No muevas, traidor, los labios. PERSIO: Disculpa tengo si escuchas. PRÍNCIPE: Moverás nuevos engaños. PERSIO: En ese papel de Ardenia
Da un papel al PRÍNCIPE
fundo todo mi descargo; que cuanto he fingido fue por ella misma ordenado. PRÍNCIPE: Llamad a Ardenia. ARDENIA: (¿Qué es esto?) Aparte Aquí estoy a tu mandado. PRÍNCIPE: Mira si es tuya esa letra. ARDENIA: No niego que es de mi mano. PRÍNCIPE: Pues tú, Ardenia, según esto, y no Persio, es el culpado. Toma y lee ese papel.
Da un papel a ARDENIA
ARDENIA: (¡Vil hermano!) Aparte JUSTINO: (¡Ah tristes años, Aparte por una livïana hija tan sin razón afrentados!) PRÍNCIPE: ¿Qué respondes? ARDENIA: Yo respondo que aunque dije que mi mano hizo esta letra, señor, lo que dice Persio es falso; porque, por el Dios que adoro, a quien por testigo traigo, que a Persio tal no escribí. PRÍNCIPE: Pues ¿a quién, Ardenia? ARDENIA: Es llano que Persio me falseó la letra y esto ha inventado. JUSTINO: Y no es nuevo en él, señor; que yo lo hallé peleando con Ardenía cierto día sobre pedirle un abrazo; y fingió conmigo que era por quitarle de la mano un papel de su galán. PERSIO: El amor doy por descargo. PRÍNCIPE: Escucha, Persio. Ya ves que estoy con causa enojado, y si la verdad me niegas, ha de costarte muy caro. ¿Conoces a esta mujer? ¿Sabes, Persio, que la has dado la palabra de marido? PERSIO: No puedo, señor, negarlo. PRÍNCIPE: Escucha, Celia. Ya Persio llanamente ha confesado que te debe la palabra. CELIA: Y lo demás es engaño. PRÍNCIPE: Dad, Persio, la mano a Celia. CELIA: Eres príncipe cristiano.
Danse las manos
PRÍNCIPE: El romano mensajero, del poder que tiene usando, la mano, por Julia ausente, le dé a Arnesto. ARDENIA: Dalda, hermano. ARNESTO: Aguarda; que yo he de ser quien tengo de dar la mano a Julia, que soy Arnesto. JUSTINO: ¡Otro Arnesto, cielo santo! ARNESTO: Estos papeles de Julia harán lo que digo claro.
Muestra unos papeles, y míralos el CORREO
CORREO: Ésta es su letra y su firma. ARSENO: Ya no es tiempo de negarlo. PRÍNCIPE: ¿Qué decís de esto? ARSENO: Señor, Arseno soy castellano. Pasé a Italia, donde supe que tu padre, a quien aguardo vitorioso, encaminaba contra el húngaro su campo. Vine a pretender servirle, no pude alcanzar un cargo, quedéme aquí, enamoréme de Ardenia, y ella mostrando corresponderme, trazó que fingiese ser su hermano. Fingílo, señor, y he sido en fingir tan desdichado como tú has visto; y de todo doy el amor por descargo. PRÍNCIPE: ¿Qué respondes a esto, Ardenia? ARDENIA: Respondo que a tales casos obliga a una mujer noble. . . (un príncipe enamorado) . . .y ese papel que tenía Persio, escrito es de mi mano para Arseno. PERSIO: Y yo por él otro le di por engaño. ARDENIA: Y con la licencia tuya y de mi padre y hermano, Arseno es esposo mío. PRÍNCIPE: (Arrojóse ya. Echó el fallo. Aparte ¡Ah!, mujer al fin. Por vida de la corona que aguardo, de no verte más la cara.)
Al CORREO
Dad vos por Julia la mano a Arnesto. ARNESTO: La mano doy. JUSTINO: Hijo, dadme a mí los brazos, y el desdichado en fingir acabe aquí sus trabajos.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002