ACTO TERCERO


Salen unos MÚSICOS tañendo y CLODOBEO y CROTILDA. Está puesta un estrado y siéntanse
CLODOBEO: Por reclinarme en tus faldas, Crotilda, en bajo me siento aunque así no estoy en bajo pues que estoy junto a tu cielo. Prosigue, pues, que te escucho. CROTILDA: Prosigo, mi Clodobeo, que yerras en ser gentil. CLODOBEO: ¿Y tú en ser cristiana? CROTILDA: Acierto. Los ídolos que tú adoras son estatuas de hombres muertos que en las memorias del mundo por sus cielos son eternos. Si Marte fue un homicida, y fue adúltera una Venus, si Juno fue una envidiosa y Júpiter un soberbio; si fue Saturno un crüel y Mercurio un lisonjero, y Baco un hombre vicioso, ¿por qué razón dioses fueron? ¡Si para cumplir sus gustos afirma el vulgo que hicieron transformaciones extrañas y fueron éstos los medios en que ellos han cometido muchos vicios y adulterios! Pues en razón natural no dirá el hombre discreto que esos pudieran ser dioses si dejan malos ejemplos. CLODOBEO: No vituperes, Crotilda, los dioses a quien ofrezco víctimas y sacrificios. Músicos, volved por ellos.
Canten
MUSICOS: "Permitid, sagrados dioses, que asista el grave Himeneo en la unión de estos dos reyes, perpetua a pesar del tiempo." CROTILDA: Si en once cielos hermosos sólo hay un sol; si en un reino por conservarlo, hay un rey; y una cabeza en un cuerpo; si en la fábrica compuesta de este hemisferio hay un cielo, ¿cómo pueden ser dos dioses? Considera, señor, esto: quien dice Dios, dice un ser, una igualdad y un gobierno, una voluntad inmensa, una causa y un efecto. Es su esencia sin principio y en el principio era el Verbo que siendo Dios lo hizo todo, y sin Él no hay nada hecho. Un Dios crïó lo que has visto porque ser dos no pudieron; porque Dios es sin igual uno en esencia y eterno. Vuelve, señor, esos ojos que a mí me sirven de espejos, porque en la imagen de Cristo hallarás el bien perpetuo. Este sol salió a las doce, y a las tres se nos ha puesto. El oriente se pone de su glorioso madero; para redención del mundo verás al manso cordero entre dos bestias nacido, y entre dos ladrones muerto. Con la cabeza inclinada está llamando y diciendo: "Entrad por este costado, hijos amados, al cielo." En alto está para todos y con los brazos abiertos clavado que huír no puede, sin escuchar nuestros ruegos. Rey es, mi señor, miradle. CLODOBEO: De mi sangre degenero si dejo a los dioses santos. Músicos, volved por ellos.
Canten. Sale AURELIANO
AURELIANO: Deja, magnánimo César regalos y pasatiempos; que aunque son justos te llaman otros mayores sucesos. De decirle tu embajada al rey de Borgoña vengo. El reino pedí en tu nombre como es tuyo de derecho. No quiere con su repuesta satisfacer tu deseo. Lo que pretendes te niega vanaglorioso y soberbio. Levanta el famoso brazo con que al mundo has dado miedo y conozcan tu presencia los que ya tu fama oyeron. Dale muerte al de Borgoña pues al padre tuvo preso de la infanta, mi señora, no te dé piedad el deudo. El sabio Eurípides dice que si por algún suceso las leyes se han de romper sea por ganar un reino. ¡Guerra, guerra, Rey de Francia! Así el laurel verde y tierno que ciñe tu sacra frente produzca flores sin tiempo, y así las damas de Francia te derramen pomos llenos de mil süaves olores y de los persas ungüentos.
Levántase [CLODOBEO]
CLODOBEO: ¡Guerra, guerra Francia! ¡Francia, llama sus hijos soberbios, que espanten el ancho mundo pues que son rayos de fuego! No quede casa en Borgoña que con muerte de su dueño o en sangre no se sepulte o resuelvan en humo negro. ¡Guerra, guerra! CROTILDA: Escucha, advierte, que es el primer movimiento. No vayas tras de su curso. Refrena, rey, tus intentos. Mira que es mi amada patria y si al rey matas con ellos, derramarás con su sangre la que en estas venas tengo. Vuelve, señor, a mis brazos que en irte de ellas sospecho que no me tienes amor.
Tórnase [CLODOBEO] a sentar
CLODOBEO: Crotilda, a tus brazos vuelvo. AURELIANO: (Con el amor de su esposa Aparte el ocio va apeteciendo. Yo le incitaré a la guerra aquel valeroso pecho.)
Vase [AURELIANO]. [Vuélvese a salir] AURELIANO con un TAMBOR con su caja
TAMBOR: ¿[Toco]? AURELIANO: Toca a recoger.
Tocan
CLODOBEO: Con tal música me alegro, los soldados se recogen. Crotilda, a tus faldas dejo.
Levántase con furia y toma la maza y dice
¡Guerra, guerra Francia! ¡Francia a recoger tocad luego. Mis ejércitos se junten que a Borgoña ganar quiero. CROTILDA: ¡Rey, esposo, señor mío! ¡Ah, patria, cuánto te debo! Músicos, cantad, tañedle, alegradle, entretenedlo.
Tornan a tocar las cajas y luego cantan
MÚSICOS: "Si hay con regalos del alma amorosos pensamientos que será cuando las obras correspondan al deseo, Amor, tus fuerzas.... .................... [ -e-o]."
Vase a entrar CLODOBEO y a la puerta detiénese a oír la música, y vase AURELIANO, y como iban delante, quédase CLODOBEO y échase en las faldas
CLODOBEO: ¿Qué me importan nuevas tierras si tantos regalos tengo? Esta guerra hace despacio. Crotilda, a tus brazos vuelvo.
Torna a salir AURELIANO y el TAMBOR
AURELIANO: ¡Ah, regalo, cuánto puedes! Tú acabas en un momento lo que nuestra edad apenas puede consumir el tiempo. Tocad, Tambor, a marchar. CLODOBEO: Crotilda, tus brazos dejo. ¡Guerra, guerra Francia! ¡Francia, marche mi ejército luego porque soy la luz del mundo y con tal amor me enciendo!
Tocan. Tórnanse a entrar AURELIANO y el TAMBOR. Va a entrarse CLODOBEO y desde la puerta escucha los músicos y detiénese
CROTILDA: Mira, señor, que es mi tío el rey que está en su gobierno. Músicos cantad, tañedle, rogadle que torne luego. CLODOBEO: ¿Cómo dejaré a mi esposa por cuyos amores muero, por ganar reinos extraños? Crotilda, a tus brazos vuelvo.
Éntranse los atambores. Sale LEONCIO
LEONCIO: Invencible rey de Francia a cuyo invencible pecho le pagan reinos extraños parias y tributo inmenso, sin temor de tu grandeza hoy te han perdido el respeto el godo y el alemán del plateado cabello. Con Alarico, rey godo, tus tierras va destruyendo la atrevida Amalasunta, más que mujer en sus hechos. Apellidando venganza, por Francia va descendiendo. los fuertes va derribando y cabeza de los cuellos. Si con el poder de Francia no acudes luego al remedio, Paris no estará seguro ni tu podrás defendello. Divisen tus estandartes tremolando con el viento. De tus armas y atambores oigan siquiera el estruendo; que apenas habrán sentido que tú sales contra ellos cuando querrán de Atalanta tener el curso ligero. CLODOBEO: ¿Una mujer contra mí? Pero a los dioses excelsos con sus eternas deidades los gigantes se tuvieron. Al arma toquen en Francia y es justo que tenga miedo de una mujer enojada, con envidia, enojo y celos. Escarmiente en él de Troya en la peste de los griegos, en la desgracia de Turno, en el fin de Tulio Serulo, en la muerte de Tarquino, y de Sansón el suceso, de quien sólo las muertes la causa y principio fueron.
Vase [CLODOBEO]
CROTILDA: Si hay sangre goda en mis venas seguir sus pisadas quiero. No ha de haber [menos] valor en mi generoso pecho. Las invictas Amazonas principio a mi sangre dieron. Déjame, que sola salga a entrenar su atrevimiento.
Vanse, y tocan las cajas y armados salen ALARICO y AMALASUNTA
AMALASUNTA: Toma, Alarico, tu lanza; que a la fuente enriquecida de tu valor y pujanza como una cierva herida vengo con sed de venganza. Si la ofensa me da bríos, Francia esta vez se aniquila, y honraré estos brazos míos. Como en Roma Muciosila, han de hacer de sangre ríos. ALARICO: Con famoso rey compites. AMALASUNTA: Ya tú me lo permites. De su cabeza he de hacer un vaso, para beber en mis fiestas y convites. ALARICO: De esta vez puedo afirmar que es más posible parar un águila muy ligera, un caballo en la carrera, un delfín cortando el mar, el ímpetu desfrenado del ciervo, y es de temer un rayo precipitado que el valor de una mujer una vez determinado. Para probar tu valor fuerte pinté a tu enemigo. Acomete sin temor, pues que llevas hoy contigo este brazo vencedor. AMALASUNTA: Su sangre verás vertida que soy víbora ofendida. La palabra que le di hace tal efecto en mí que ella me quita la vida. Tigre soy, que al viento alcanza y con materna afición he de seguir la venganza de mis hijuelos, que son el honor y confïanza. ALARICO: Ya, Francia, echada es la suerte. Marche el ejército fuerte al son del sonoro parche.
Tocan
TODOS: ¡Marche el ejército, marche! AMALASUNTA: Antes di, ¡marcha la muerte!
Vanse todos y queda sola AMALASUNTA y sale TEODATO
TEODATO: Aunque es tu nombre temor de franceses inhumanos, aquí tienes el favor de quien mataron tus manos y resucitó tu amor. Si entre tus gentes me admites, y la vida me permites, serás, señora, servida de uno que volvió a la vida para que tú se la quites.
Espántase AMALASUNTA
AMALASUNTA: Espíritu de varón, el más valiente y supremo a quien maté sin razón, por mi delito te temo pero no por ser visión. Si del cielo adonde estás venido a vengarte has de este brazo bravo y fiero, déjame vengar primero y luego te vengarás. Ya sé que bien me quisiste pues ha salido verdad lo que entre los dos dijiste y pues de tu eternidad a tan buen tiempo viniste. Por Marte, a quien satisfago, y por el cielo sagrado me digas, si no es exceso, si he de tener buen suceso en la venganza que hago.
Muda el tono TEODATO
TEODATO: (Pues por muerto me ha tenido, Aparte seguro puerto tendré de lo bien que la he querido). Yo, señora, lo diré pues que ya me has conocido. Un príncipe poderoso al francés vanaglorioso dará la muerte crüel; y si te casas con él ganarás triunfo famoso. Éste vendrá disfrazado pero conocerle tienes, en que ha de andar a tu lado y ha de coronar tus sienes y éste será el desposado que te merezca gozar. (Así la pienso engañar). Aparte
Vase [TEODATO]
AMALASUNTA: Alma santa, ¡espera, espera! ¡Mi victoria es verdadera! ¡Toca, tambor, a marchar!
Vase AMALASUNTA y sale CLODOBEO vestido como en la primera jornada y algunos con él. Salen CROTILDA, con un bastón, y CLODOMIRA, con un estandarte, LEONCIO, AURELIANO y un CRIADO tocando a marchar
CLODOBEO: Con escuadra tan hermosa hoy seremos vencedores, y pésame de una cosa: que los mataréis de amores y es dalle muerte sabrosa. Éstos que nos dan enojos den las vidas en despojos a los franceses ufanos. Yo mataré con las manos y vosotras con los ojos. No vio la gente amazona entre sus armas y galas tal gloria por mi corona que cede a una diosa Palas; pero, mi vida, perdona. Que viendo a ti mi estandarte y a ti el bastón de ese arte, y entre las dos mi valor, ni sabrán si es Marte amor ni se mata de amor Marte. CROTILDA: Este bastón de derecho me viene, y nadie se asombre si tu general me has hecho porque es mi ánimo de hombre, pues te llevo a ti en mi pecho. Aunque en viéndonos dirán los que esta guerra nos dan que peleas con razón pues solas mujeres son tu alférez y capitán. CLODOBEO: No podrán decir que ha sido su general una dama, mas que del cielo ha venido a coronarte la Fama antes de haberlos vencido. AURELIANO: Y yo, Clodomira, digo que el llevarte a ti conmigo será mi mayor corona.
Sale un CRIADO
CRIADO: El conde de Barcelona ha llegado. CLODOBEO: ¡Grande amigo!
Tocan cajas y chirimías. Sale el CONDE de Barcelona
CONDE: Dame tus pies. CLODOBEO: No es razón a quien ha tenido fe conmigo en esta ocasión. ................. [ -é] ................. [ -ón]. CONDE: Los del capitán hermoso besaré por ser dichoso. CROTILDA: Por daros vuestro lugar el pecho me importa dar. CONDE: Quedaré ufano y glorioso. CLODOBEO: ¿Viste al Godo? CONDE: Certifico que la gente de Alarico es sin número. CLODOBEO: La mía es muy poca. CONDE: Mas fía en tu pecho fuerte y rico. Con ejército pequeño se hizo Alejandro dueño del poder de su contrario y el ejército de Darío fue pintura, sombra y sueño. Ejército de gigantes con caballos y castillos en espaldas de elefantes suele a veces destrüillos el orden de cien infantes. Vencedor te considero. Acomete al godo fiero con presteza y ten memoria que es parte de la victoria el acometer primero. AURELIANO: Como, señor, te suspendes siendo fuerte sin segundo, a tu valor mismo ofendes si de Italia y todo el mundo la sujección no pretendes. De tus contrarios te venga. Derriba al rey por el suelo y haz que su curso detenga; y pues tiene un sol el cielo sólo un rey el mundo tenga. CLODOBEO: Por el cristal de ese río pase el ejército mío que sólo me habrá pesado si al pasar del otro lado no le abrasa el fuego mío. Tocad luego a acometer, y esta batalla que ofrezco desotra parte ha de ser de ese río a quien parezco que atrás no puedo volver. Pasemos de la otra parte y tremola mi estandarte, ¡por Marte, y por Cristo vos! CROTILDA: Ese marte sólo es Dios, que es el verdadero marte.
Tocan. Vanse, tocando a marchar, y de dentro dice ALARICO
ALARICO: Ya pasan con arrogancia a que cortemos sus cuellos los franceses sin constancia. UNOS: ¡Apriesa, a ellos, a ellos! CLODOBEO: ¡Cierra, Francia! ¡Cierra Francia!
Sale ALARICO
ALARICO: ¿Es posible que pueden los franceses resistir a los golpes de estos brazos a quien el mundo reverencia y teme? ¿Sabéis como me llaman Alarico y de los godos soy el rey famoso?
Sale AURELIANO
AURELIANO: Sabemos que tu muerte vas buscando. ALARICO: Pues agora sabréis cuanta es mi fuerza.
Vanse acuchillando y salen TEODATO y AMALASUNTA
TEODATO: A tu lado tendrás, Amalasunta, un pecho que te adora y te defienda aunque hasta agora no me has conocido. AMALASUNTA: El favor agradezco, caballero.
[Éntranse] y sale CLODOBEO tras unos soldados
CLODOBEO: ¡Oh, bárbaros altivos y arrogantes! ¿Contra mi gran poder os atrevisteis? Pedazos he de haceros en mis brazos. SOLDADO: Eres rayo, eres monstruo. CLODOBEO: Soy la furia que del lago infernal viene a vosotros.
Éntranse y dice de dentro ALARICO
ALARICO: ¡Acometa el ejército sin orden, pues que hay pocos franceses, mueran todos! TODOS: ¡Viva, Alarico el rey. ALARICO: ¡Victoria, godos!
Sale CLODOBEO con un escudo quebrado
CLODOBEO: ¡De qué sirven las fuerzas de estos brazos y ser el ánimo invencible de este pecho? ¿De qué sirven los golpes de esta maza? ¿De qué sirve el espanto de mi nombre si con él me acontece lo que Alcides con la [hidra que al] querer cortar un cuello para uno que se cortan, nacen siete? ¡Oh, gran temeridad de los franceses! Mas temerario ando en esta guerra que en el infierno anduvo el gran Teseo.
Sale CROTILDA y quédase a la puerta
CROTILDA: No invoques a los dioses, Clodobeo. Al verdadero Dios adora y llama que el número y sin número de godos la flor de Francia corta y aniquila. CLODOBEO: ¡Ay, Francia, que hasta agora terror fuistes del mundo universal! ¿En qué miseria te ha puesto el temerario pecho mío? ¡Ay, Francia! Mas ¿qué digo? ¡Ay, padres tristes viva el francés! No importa que lo diga, pues que vienen mil godos contra uno. ¡Ay, escudo, a qué tiempo me has faltado! Y borradas mis armas, ¡mal agüero! Eterno Dios a quien mi esposa adora, pues que sois la justicia y fortaleza, ayudad al francés que yo os prometo que apenas habré visto la victoria cuando creyendo en vuestro ser inmenso, por vuestro me apellide y sea cristiano, y que cristiana sea toda Francia haré, sin que gentil jamás consienta. Un reino ganarás, Dios verdadero, por la victoria que ganar espero.
Aparécese un ÁNGEL con un escudo, pintadas en él tres flores de lis, de oro
ANGEL: Aunque tan pocos venís, volveréis con más jactancia vencedores a París, y tenga por armas Francia estas tres flores de lis. La ley del Divino Coro, con valor, celo y decoro defenderás desde hoy, y así por armas te doy campo azul y flores de oro.
Toma el escudo [CLODOBEO] y desaparécese el ÁNGEL
CLODOBEO: Si el cielo todo se espanta de que tan rico me nombras, inmensa es tu gloria santa pues las vislumbres y sombras han dado a mis ojos tanta. Santo escudo, prenda cara, tu venida me declara mi salvación, mi consuelo; porque un escudo del cielo golpes de infierno repara. Y siendo mi Dios así, yo debo por muchos modos daros las gracias aquí que once hiciste para todos y éste sólo para mí. Como estáis muerto de amores por todos los pecadores, y de mí os enamoráis, como galán me enviáis un ramillete de flores. ¿Quién duda que en vuestro coro jardines santos habrá? Mas, decidme, Dios que adoro, la fruta, ¿de qué será si las flores son de oro? Ya no habrá quien me resista que yo de decir desista; que vos, Señor, sois sin fin y la fruta del jardín dais a comer por la vista. Mas ya mis brazos fieles los lirios han de trocar en encarnados claveles con sangre que han de sacar de aquestos godos infieles. Ah, mi Crotilda, ¿aquí estás? ¿Por qué un abrazo no das a quien has hecho cristiano? Mete en mi pecho la mano si a tu Dios buscando vas. Ya bien podemos tener hijos los dos. Bien he visto que hasta aquí no pudo ser que nos diese fruto Cristo a medias con Lucifer. CROTILDA: Eterno Dios, obra es vuestra. CLODOBEO: Grande ejército demuestra pero la victoria es mía. CROTILDA: Decir puedo con María que dais poder a mi diestra. CLODOBEO: Hoy en el pueblo cristiano el día de San Martín por mi devoto le gano. CROTILDA: Poderoso Dios, al fin es obra de vuestra mano.
Éntranse por una puerta y toquen a rebato y salgan por otra puerta huyendo los [SOLDADOS] godos y CLODOBEO tras ellos
CLODOBEO: Hoy habéis de ser despojos de la muerte. SOLDADO 1: No lo dudo, rey, enfrena tus enojos. SOLDADO 2: Rayos arroja este escudo que nos deslumbra los ojos. CLODOBEO: El que vence es Dios eterno, y yo justicia administro de su poder sempiterno. SOLDADO 3: Huyamos porque es ministro de las furias del infierno.
Mételos a cuchilladas y quédase allí y sale el CONDE pasado con dos saetas y un escudo blanco en la mano
CONDE: Vengo, señor, de matar tan fatigado y sangriento que me ha faltado el aliento para poder pelear. No me aflige ni da pena ver mi sangre helada y fría que por esta mano mía he vertido mucha ajena. Dame, pues, algún blasón que este escudo traigo en blanco para que te muestres franco con toda mi sucesión. Moriré con esto ufano y será grande corona de Aragón y Barcelona tener armas de tu mano. CLODOBEO: De estas flores que los cielos me han presentado, una os diera pero, Conde, no quisiera daros con dárosla celos; que el que gloria me promete me dio en flores la esperanza y será mala crïanza deshacer el ramillete. Mas, pues, sangre vertéis ya por dar a Francia favores, no será el blasón de flores pero de sangre será. Y de esta vuestra que pudo ver vuestras obras perfetas señalaré cuatro vetas en el campo de ese escudo. El mundo dirá después en cuanto alumbrare el sol que ésta es sangre de español derramada a lo francés. El cielo que nos gobierna que es honroso blasón sabe, y aunque el linaje se acabe vuestra sangre será eterna. Y de suerte derramáis vuestra sangre hermosa y bella, que por vivir más con ella a este escudo la prestáis. [CONDE]: Honrado blasón me das, y pues con sangre te esmalta si para pintarla falta, yo quiero volver por más Y así dirá Barcelona que le ha costado interés. CLODOBEO: ¡Ah, español aragonés!, ¿quién te diera una corona?
Sale ALARICO
ALARICO: ¿Quién es el rey Clodobeo? CLODOBEO: Yo, que mi nombre publico. ALARICO: ¿Sabes que soy Alarico y que matarte deseo? ¿Sabes como he dado asombros hasta el infierno profundo y que las fuerzas del mundo estriban sobre estos hombros? ¿No sabes que rayo airado el fuerte español me llama y que da voces mi fama desde el astro al polo helado? CLODOBEO: Sé que como mal cristiano en la fe de Jesucristo, mezclar errores te han visto en la secta de Ariano. Y sé que con estos brazos te he de dar agora muerte.
Quiebra la maza CLODOBEO al primer golpe
ALARICO: ¡Fuerte espada! CLODOBEO: No es muy fuerte pues no te hizo pedazos. Mas pues tú, bárbaro godo, siendo Hércules Clodobeo, te atreviste como Anteo, acabarás de este modo.
Ásense a brazos
ALARICO: A un monte abrazas. Disponte a morir. CLODOBEO: No dispondré que con un ascua de fe se puede abrasar un monte. ALARICO: Soy un muro. CLODOBEO: Yo soy rayo, que hiere con más violencia donde halla más resistencia. ALARICO: Yo me ahogo y me desmayo. ¡Tus brazos me han de ahogar!
Hace que se ahoga y déjale junto a la puerta
CLODOBEO: Son brazos de mar profundo que el hombre es pequeño mundo y en el mundo ha de haber mar. ALARICO: ¡Ay! CLODOBEO: Ya es muerto. Aquí lo llevo porque su gente le vea y espanto de todos sea. AURELIANO: ¿Tienes ya espíritu nuevo?
Sale AURELIANO
CLODOBEO: Pues falta capitán a su gente, acometamos. AURELIANO: ¿Y tus armas? CLODOBEO: Estos ramos una maza me darán. Un tronco desgajaré que no he menester espada para gente acobardada. AURELIANO: ¡Grande valor! ¡Grande fe!
Vase AURELIANO. Tocan chirimías y sale SAN MARTÍN arriba con una espada
SAN MARTIN: Yo soy Martín, Clodobeo, que celebrando mi día tus llantos y voz oía, tu devoción y deseo. Y, pues que por abogado hoy a mí me has escogido, esta espada te he traído que es digna de tal soldado. En otro tiempo, yo mismo me ceñí la que te doy. Págamela con que hoy tomes agua del bautismo.
Dale la espada y vase
CLODOBEO: ¿Quién en aquesta edad nuestra tal bien mereció de vos? Mi bien cumplido se muestra que para escudo de Dios me faltaba espada vuestra.
Sale LEONCIO
LEONCIO: La gente se desordena y a la ciudad de Viena se van retirando todos. CLODOBEO: Sigamos, pues, a los godos. ¡Arma! [¡Seguid!] LEONCIO: ¡Norabuena!
Vanse y salen huyendo dos o tres SOLDADOS
SOLDADO 1: A la fuerte ciudad nos recojamos, pues tan trágico fin tuvo la guerra que no pudo un ejército copioso vencer a ese francés. SOLDADO 2: Falta Alarico. También Amalasunta no parece. SOLDADO 3: Entre la gente goda queda, que ya viene. ¿Qué podremos hacer sino apartarnos en el alcázar de la gran Viena? ¡Ah, de los muros fuertes! ¡Ah, soldados! El ejército viene retirándose, y nosotros a avisar hemos venido. Que las puertas abráis.
Asómase al muro un SOLDADO
SOLDADO 4: ¿Viene Alarico? SOLDADO 2: Murió por nuestro mal. SOLDADO 4: ¡Oh, gran desdicha! Luego nos cerca el grande Clodobeo por cobrar la ciudad que le ganamos. SOLDADO 1: Abrid las puertas porque cerca suenan ya las trompetas y francesas cajas. SOLDADO 3: ¡Ah, suceso infelice! ¡Ah, dura suerte! ¡Ejemplo de Fortuna varïable! ¡En nada el corazón del hombre acierta! SOLDADO 1: ¿Ya no abren? SOLDADO 2: Cielo es esta puerta.
Éntranse y salen el CONDE, CLODOBEO, LEONCIO, CROTILDA, y otros
CLODOBEO: Las puertas les abrieron. No pudimos alcanzar esa gente fugitiva. CONDE: El temor les prestó veloces plantas. CLODOBEO: Cerco pondremos, y aunque más resista o por hambre o por sed han de entregarse con la ciudad, que un tiempo ha sido mía. Mas, ¿qué espero trayendo tales armas? Romped las puertas.
Sale CROTILDA en el muro con la espada
CROTILDA: Valerosa espada, si con Cristo partir capa supiste parte murallas hoy con los franceses que a tu dueño también le cabe parte. CONDE: El muro tiembla todo. ¡Oh, Santo Cielo!
Cáese un lienzo del muro
CROTILDA: La muralla se inclina humilde al suelo. ¡Prodigios y milagros no pensados! ¡Hazañas y favores nunca oídos! ¡Alabado, mi Dios, mil veces sea! ¡Bendito vuestro nombre entre las gentes! CLODOBEO: Entremos a gozar de esta victoria y al momento imagino bautizarme; y si vasallo mío no me imita salir tiene de Francia desterrado. CONDE: Vuestra es, inmenso Dios, tan gran victoria. TODOS: ¡Victoria!
Éntranse todos diciendo "victoria" y salen CLODOMIRA y AURELIANO
CLODOMIRA: Gente viene hacia nosotros y de los godos parecen. AURELIANO: A buena ocasión se ofrecen. Morirán como los otros. Escóndete.
Escóndese y salen TEODATO con una corona de laurel en la mano y AMALASUNTA
TEODATO: Este laurel, aunque hasta aquí no has vencido, te he de poner porque has sido tan ingrata como él. AMALASUNTA: ¡Ingrata yo! ¿De qué suerte? TEODATO: Porque como tigre brava a un hombre que te adoraba en Francia le diste muerte. AMALASUNTA: Yo lo hice, pero ya vivo tan arrepentida que mujer agradecida más que yo no se hallará. Y de haberme acompañado a mi lado en las batallas tan obligada me hallas que serás mi desposado. (Sin duda es el caballero Aparte que me dijo Teodato). AURELIANO: Sal, señora, con recato que cautivarlos espero. ¡Dense o mueran! AMALASUNTA: ¿De qué suerte se han de dar los que primero rindieron al godo fiero dándoles furiosa muerte? CLODOMIRA: Al fin, al fin has llegado, traidor ingrato y esquivo, a ser esclavo y cautivo de las manos que has atado. En una cosa este pecho dirá el mundo agradecido en que a pagarme has venido el mal que me tienes hecho. TEODATO: Clodomira, yo confieso que te he dejado ofendida, mas yo podré con la vida pagarte, pues soy tu preso. AURELIANO: ¿Amalasunta hermosa, presas vuestras manos bellas de las mías? AMALASUNTA: Y por ellas soy cautiva venturosa. AURELIANO: Pues con esto buen intento la vida de quien recibo, aquí tenéis un cautivo, mi Clodomira os presento porque esta presa no es para valor tan pequeña. AMALASUNTA: Pues sois, señora, mi dueño quiero besaros los pies. CLODOMIRA: ¡Oh, Amalasunta gallarda! Vuestra soy si lo merezco y en señal de esto os ofrezco al que fe y amor os guarda. El que quisisteis matar cobró en mis manos salud. Matólo la ingratitud y volvió a resucitar. Ya Teodato está delante. Premiarle su amor podrás y así te convertirás en un rubí de diamante. AMALASUNTA: ¿Vivo estás? TEODATO: Sí, y admirado del fruto de Clodomira que mi ingratitud me admira. Su clemencia me ha espantado. CLODOMIRA: ¡Ea! Desposaos con él y agradeced su pasión. No ciñáis el corazón con la fuente del laurel. Yo al famoso Aureliano que se casó Teodato, si he de olvidar a un ingrato te doy de esposa la mano. AURELIANO: Dichoso yo dos mil veces. ¿Quién tan feliz pudo ser? AMALASUNTA: Lo mismo quiero yo hacer pues que también me mereces. Tuya soy. TEODATO: ¡Oh, gran ventura! ...................... ...................... .................... [ -ura].
Sale LEONCIO
LEONCIO: ¡Oh, Clodomira famosa! De parte de Clodobeo vengo a buscarte. CLODOMIRA: Ya veo que en todo soy venturosa. LEONCIO: En Viena ha sucedido un caso que pienso yo que ni la fama lo oyó ni el dorado sol lo vido. Prometió de ser cristiano el rey y dalle favores: un escudo con tres flores bajó del cielo a su mano. Bautizarse agora quiso dando a todos raro ejemplo. Puso lo pies en el templo y le volvió paraíso. Vino allí un obispo santo que se halló en la ciudad, varón de mucha verdad, del infierno horror y espanto. A bautizarse llegó y desnudóse el rey mismo para el agua del bautismo, pero la crisma faltó. Y suspensos los dos, vueltos los ojos al cielo, las rodillas en el suelo y estas palabras en Dios: "¿No recibes, Dios inmenso, de este rey algún presente pues que trajo del oriente el moro, mirra e incienso?" "Tráigoos para mi paciencia el oro de devoción, incienso de contrición, la mirra de penitencia. Tras de aquesta voluntad os prometo el alma misma, y dadme, Señor, la crisma que falta en esta ciudad". Y así arrojando centellas con un dorado arrebol, se puso en el templo un sol que a todos nos hizo estrellas. Y por esta luz asoma, cercada de un santo coro, con una ampollera de oro en el pico una paloma. A las manos con instancia vino y quedó bautizado y la crisma se ha quedado para los reyes de Francia. Mandó pregonar el rey que quien no se bautizare por indigno se declare de su reino y de su ley. Todos se van bautizando. No queda ningún francés que ya cristiano no es. Ya el rey estará esperando. Porque según el rüido y la alegre novedad creo que por la ciudad él, bautizado, ha salido.
Chirimías. Vanse y salen CLODOBEO, vestido de cristiano, con la gente de acompañamiento delante, que pudiere, con fuentes, [rebollos] y jarras, y un estandarte sembrado de flores de lis de oro y otro con los sapos
CLODOBEO: Mi Crotilda, eterna palma os dé el cielo verdadero, pues sois el móvil primero de los cielos de mi alma. Sois de mi pasado abismo la gloria y eterna luz. Sois la fuente y arcaduz del agua de mi bautismo. Al fin, señora, por vos, que el cielo y sol habéis sido, un alma no se ha perdido tan eterna como Dios. CROTILDA: Vos, señor, salís agora de una fuente y paraíso donde el alma hecho narciso de sí misma se enamora. Salís de una agua hermosa donde entrasteis pedernal y en la piedra de cristal os hizo piedra preciosa. De un agua santa salís que dará con su valor vida, frescura y valor a vuestras flores de lis. CLODOBEO: Levantad un estandarte sembrado de flores santas. LEONCIO: Con ellas al mundo espantas y al cielo has de levantarte.
Salen AURELIANO y TEODATO, CLODOMIRA y AMALASUNTA. Híncanse de rodillas delante del rey
AURELIANO: Debajo de tal bandera se postran cuatro soldados ya cristianos y casados. CLODOBEO: Saber cuáles son quisiera. AMALASUNTA: Los que aquí humillados ves creen en Dios y son cristianos. CLODOBEO: El pecho, el alma, las manos he de daros, no los pies. Levantad, damas hermosas, fama de todos los hombres que eternizáis vuestros nombres entre mujeres famosas el casamiento de todos y la fe que recibís, con otras flores de lis que el cielo ha dado a los godos. Vamos al templo sagrado lleno de nuevas grandezas. Mejorará las cabezas el agua que me ha lavado. Y esta vuestra grande instancia la historia podrá acabarse y empiece a comunicarse las flores de lis de Francia.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002